Bendecid todos al Señor
Los Salmos responsoriales de estos
días recogen el bellísimo Canto llamado de los tres jóvenes (Trium puerorum),
utilizado en la Iglesia desde la antigüedad como himno de acción de gracias.
Comienza el himno con una invitación a todas las criaturas a dirigirse a su
Creador, y al final aparecen todos los hombres, llamados a cantar las
alabanzas al Creador (B. ORCHARD y otros, Verbum Dei). Nuestra vida cristiana
debe ser toda ella como un canto vibrante de alabanza, lleno de adoración,
acciones de gracias y entrega amorosa. Por eso, en la acción de gracias de la
Comunión, mientras que tenemos en nuestro corazón al Señor del Cielo y tierra,
nos unimos a todo el universo en su pregón de agradecimiento al Creador.
La vida entera, pero especialmente los momentos después de haber comulgado, es
un tiempo de alegría y de alabanza a Dios. Para dar gracias al Señor
nos podemos unir interiormente a todas las criaturas que, cada una según su
ser, manifiestan su gozo al Señor. Te adoro con devoción, Dios escondido
(Himno Adoro te devote), le decimos a Jesús en la intimidad de nuestro corazón
después de haber comulgado. En esos momentos hemos de frenar nuestras
impaciencias y permanecer recogidos con Dios que nos visita. Las almas de
todos los tiempos que han estado cerca de Dios han esperado con impaciencia
ese momento inefable en el que tan próximos estamos de Él. Examinemos hoy con
qué amor acudimos nosotros a la Santa Misa, donde tributamos a Dios la
alabanza suprema, y con qué atención y esmero cuidamos de esos minutos que
estamos con Él. Es una cortesía que no debemos descuidar jamás.
En la Comunión, llega a nuestro corazón, el mismo Hijo del Hombre que vendrá
glorioso al final de los tiempos; viene para fortalecernos y llenarnos de paz.
Viene como el Amigo tanto tiempo esperado. Y hemos de recibirlo como lo
hicieron sus más íntimos. Hemos de tratar bien a Jesús, que tanto desea
visitarnos en nuestra pobre casa. "Y no suele Su Majestad pagar mal la posada,
si le hace buen hospedaje" (SANTA TERESA, Camino de perfección). Es una buena
ocasión de unirnos a toda la Creación para alabar y dar gracias al Creador
que, humilde, se queda sacramentalmente en nuestro corazón esos minutos.
Cualquier esfuerzo que pongamos para recibirlo con amor y delicadeza será
siempre largamente recompensado. Pidámosle a la Virgen que nos ayude a
recibirlo como Ella lo recibió.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal,
Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre