Autor: Jorge Enrique Mújica, L.C.
Los fenómenos sobrenaturales
Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que trasciende lo natural, lo que está más allá de las leyes normales.
En la vida de san Juan María Vianney, cura de Ars,
escrita por Francis Trochu leemos lo siguiente: «Un joven de Lyon se había
apenas confesado cuando el santo le dice:
- Amigo, no has dicho todo.
- Ayudadme vos, Padre: no puedo recordar todas mis faltas.
- ¿Y aquellas candelas que robaste de la iglesia de San Vicente?. Era verdad,
pero lo había olvidado».
En otra ocasión, una mañana durante la misa, una señora se presentó a recibir
la comunión. El santo pasó dos veces cerca de ella sin dársela. A la tercera
vez le dice la señora en voz baja:
- «Padre mío, no me has dado la comunión».
- «No hija mía; esta mañana has comido algo».
Entonces la señora se acordó de haber comido un poco de pan.
A fines del s. XIX, el doctor Imbert, profesor de medicina en Clermont-Ferrand,
describió ampliamente un testimonio acerca de Luisa de Lasteau, hoy beata, y
su f acilidad sobrenatural para reconocer los objetos sagrados (ierognosis):
«Se le presentaba una reliquia, aunque fuese de un siervo de Dios no
beatificado, y sonreía satisfacida, pronta a besarla. Lo mismo hacía con los
objetos benditos aunque tuvieran forma profana, mientras se mostraba
insensible por los objetos no bendecidos aunque fuesen imágenes sacras. Un
sacerdote vestido de civil, le presentó un crucifijo sin bendecir y no le
causó impresión. Después, con su mano consagrada, trazó sobre la cruz la
bendición y se lo volvió a mostrar; entonces Luisa mostró su característica
sonrisa al sacerdote. Los presentes exclamaron: ¡qué sublime es la bendición
del sacerdote!»
Es común hallar en librerías una abundante literatura que intenta explicar,
acertada o erróneamente, fenómenos sobrenaturales extraordinarios que por su
relación con la fe, su impacto real, atractivo o de simple curiosidad, llaman
enormemente la atención. Y no es para menos: profecía, poder de sanación, disc
ernimiento de espíritus, don de lenguas, visiones, revelaciones, habilidad
infusa para el ejercicio de las artes, ciencia, estigmas, lágrimas o sudor de
sangre, privación del sueño, bilocación, levitaciones, sutilezas, luminosidad…
son temas que dejan un deseo de profundización mayor.
Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que trasciende
lo natural, lo que está más allá de las leyes normales como el no poder volar
por nosotros mismos o conocer lenguas sin antes haberlas estudiado. La causa
sólo puede ser Dios aunque la propia naturaleza o el Demonio pueden imitar
algunos de estos fenómenos para confundir cuando en realidad no son tales.
Los fenómenos sobrenaturales se manifiestan con los así llamados fenómenos
místicos. Estos de deben a gracias regaladas por Dios que quiere ofrecer una
posibilidad de unión más íntima con él al alma que los recibe o manifestar
externamente al mundo el misterio de su acción omnipotente no explicable a la
c iencia.
Las causas puramente naturales tienen como fuente elementos de orden
fisiológico (temperamento, sexo, edad), la imaginación, los estados depresivos
del espíritu (trabajo intelectual absorbente, meditación religiosa mal
regulada, excesiva austeridad) y las enfermedades. Estas llevan a confundir
con fenómenos "sobrenaturales" lo que en realidad se puede explicar
naturalmente.
Es de fe que existen los demonios quienes, por permisión divina, influyen
sobre algunos hombres. Sin embargo, la voluntad humana permanece siempre
libre. El demonio no puede producir verdaderos fenómenos pues es gracia
exclusiva de Dios (resucitar un muerto, curar instantáneamente heridas,
traslocaciones, profecías, conocer los pensamientos, crear, violar las leyes
de la naturaleza como la gravedad, etc.) pero sí puede falsificar visiones,
éxtasis, esplendores y rigidez en el cuerpo, ardores en el corazón, curación
de enfermedades producidas por él mismo, hacer aparecer estigmas, esco nder
objetos y moverlos.
La acción divina, que es de donde provienen los auténticos fenómenos, se
desarrolla principalmente en el intelecto, en la voluntad y en el organismo de
aquellos que la experimentan. De ahí que los grandes fenómenos se clasifiquen
en tres grupos: de orden cognoscitivo, de orden corporal y de orden afectivo.
Fenómenos de orden cognoscitivo
• Las visiones, referidas estrictamente al sentido de la vista, son
percepciones de objetos mediante los ojos corporales. Hay tres tipos de
visiones:
1) Las externas o corporales, llamadas apariciones, donde se percibe una
realidad objetiva naturalmente invisible al hombre.
2) Las imaginarias, que son representaciones sensibles internas circunscritas
a la imaginación.
3) Las intelectuales, en las que se produce la visión por medio de la
inteligencia, sin impresión o imagen sensible.
• Las locuciones son fórmulas qu e enuncian afirmaciones o deseos. Se
dividen en:
1) auriculares (percibidas por medio del oído)
2) imaginarias (se perciben con la imaginación durante el sueño o la vigilia)
3) intelectuales (las que se dejan oír directamente en el intelecto sin el
concurso de los sentidos) que es como se comunican los ángeles.
• Las revelaciones son las manifestaciones sobrenaturales de una verdad
oculta o un secreto divino hecho por Dios para el bien general de la Iglesia o
para la utilidad de quien la recibe. Son de dos tipos:
1) privadas: hechas a un individuo y que no entran en el depósito de la fe
2) universal: la dada por la Sagrada Escritura.
Las primeras nunca contradicen a las segundas si son auténticas. Sólo a la
Iglesia corresponde declarar si un mensaje es o no revelación privada.
• Por discernimiento de los espíritus se entiende el conocimiento
sobrenatural de los secretos del corazón comunicados por Dios a sus siervos.
Fue el caso del cura de Ars. En esta categoría también entra el descifrar y
aclarar si otros fenómenos vienen o no de Dios.
• La ierognosis es el conocimiento de lo que es sagrado manifestado en
el poder o facultad que tuvieron algunos santos para reconocer las cosas
santas y distinguirlas de las profanas. Este fue el caso de la beata Luisa
Lausteau.
• Otros fenómenos de conocimiento son la ciencia infusa universal (como
el caso de Gregorio López (1562-1596) que sin estudio alguno, poseía un
bastísimo conocimiento de la Sagrada Escritura, la historia de la Iglesia y
los principios de la vida espiritual), el conocimiento sobrenatural de
teología (los casos de santa Gertrudis y santa Catalina de Siena,
luminarias de la mística), habilidad infusa para el ejercicio de las artes
(por ejemplo san Francisco de Asís y Jacopone da Tordi, compositor del «Stabat
Mater», para la poesía; santa Catalina de Bolonia, para la música; el beato
Angélico da Fiesole para la pintura, etc.).
Fenómenos místicos de orden corporal
El primer caso documentado de una persona estigmatizada fue el San Francisco
de Asís, quien recibió los estigmas en un éxtasis que tuvo el 17 de septiembre
de 1224. Después de él se han multiplicado los casos. Quizá hubieron
estigmatizados antes de San Francisco. No lo sabemos.
En 1894 se publicó en París el libro «La estigmatisation». En él, el doctor
Imbert-Gourtbeyre, quien estudió con competencia y atención el tema, enumera
hasta 321 casos de estigmatizaciones verdaderas en la historia. De esos 321
estigmatizados 62 fueron canonizados (42 hombres y 9 mujeres). Por el tiempo y
por la resonancia, nos es muy cercano el caso de San Pío de Pietrelcina, de
cuyas llagas emanaba, además, un olor muy agradable.
Estamos ahora de frente a los fenómenos místicos de orden corporal. Éstos se
reflejan principalmente sobre el organismo, en cualqu iera de sus funciones
vitales o en diferentes aspectos de su actividad y manifestaciones exteriores,
como recuerda el P. Royo Marín. Estos son los principales:
• Los estigmas consisten en la aparición espontánea de llagas
sanguinolentas en manos, pies, costado izquierdo, en la cabeza o en la
espalda. Pueden ser visibles o invisibles.
Muchos han tratado de dar una explicación racionalista al fenómeno
atribuyéndolo al fanatismo. Es verdad que la imaginación puede ejercer una
posible influencia psíquica, pero jamás será capaz de producir heridas físicas
visibles. Bastaría hacer un ejercicio simple para darse cuenta de la
imposibilidad: si se fija la vista en alguna parte del cuerpo y se piensa, con
todas las fuerzas, que se quiere una herida visible en el costado; se podrá
pasar todo un día y no se logrará. Los hechos hablan por sí solos.
También existen los estigmas diabólicos. ¡Sí, el demonio es capaz de
producirlos! Si en el orden natural, en base a la hipnosis y a la sugestión,
se han llegado a producir manifestaciones similares en sujetos
desequilibrados, neuróticos o histéricos, cómo no iba a poder producirlos el
demonio.
• El sudor de sangre consiste en la expulsión, en cantidad
considerable, de líquido sanguinolento a través de los poros de la piel,
particularmente los de la cara. Las lágrimas de sangre son una efusión
sanguinolenta a través de la mucosa de los ojos.
En el caso del sudor de sangre, el hecho histórico por excelencia es el de
Nuestro Señor Jesucristo referido por San Lucas en el capítulo 22, versículo
44, de su Evangelio. Tras Jesucristo, un número pequeño de santos y personas
pías han tenido sudor de sangre: santa Ludgarda (1182-1246), la beata Cristina
di Stumbeln (1242-1312), Magdalena Morice (1736-1769), María Domenica Lazzari
(1815-1848), Caterina Putigny (1803-1885).
Los casos de lágrimas de sangre son más raros aunque hay registrados dos casos
muy famosos , el de Rosa María Andriani (1786-1845) y el de Teresa Neumann a
mediados del siglo pasado.
• La renovación o cambio de corazón es un fenómeno registrado en la
historia de la mística y muy sorprendente. Consiste en la extracción del
corazón de carne y en la sustitución con otro que es el de Cristo mismo.
Son famosos los casos de las santas Catalina de Siena, Ludgarda, Gertrudis,
María Magdalena de Pazzi, Caterina de Ricci, Juana de Valois o Margarita María
de Alacoque.
Así describía el confesor de santa Catalina de Siena el fenómeno de la
sustitución de corazón: «Se encontraba un día en la capilla de la iglesia de
los hermanos predicadores en Siena… Recuperada del éxtasis se puso de pie para
regresar a casa. Una luz del cielo la envolvió y en la luz apareció el Señor
que tenía en su mano un corazón humano, verdadero y esplendoroso… El Señor se
le acercó, abrió el pecho de ella por la parte izquierda e, introduciéndole Él
mismo el corazón que te nía en las manos, le dice: "Querida hijita, como el
otro día tomé tu corazón, he aquí que te doy el mío con el cual siempre
viviréis”. De lo dicho queda la apertura que le hizo en el costado; en signo
del milagro ha quedado en aquel lugar un cicatriz, como me han asegurado a mí
las compañeras que han podido verla. Queriendo saber la verdad de lo sucedido,
ella misma fue obligada a confesármelo».
• El ayuno absoluto. Está demostrado que el hombre puede sobrevivir
naturalmente en una abstinencia total de alimento prolongada sólo por algunas
semanas. En 1831 un condenado a muerte, Garnié, rehusó tomar alimentos a
excepción de un poco de agua. Murió después de 63 días. Pesaba sólo 26 kilos.
En la Iglesia, los casos más notables de ayuno absoluto son los de santa
Catalina de Siena (cerca de ocho años), santa Ludovina de Schiedman (28 años),
las beatas Caterina de Raconigi (diez años), Domenica Lazzari y Luisa Lasteau
(14 años). Todas ellas llevaban una vida normal e incl uso muy activa. Sin
embargo el ayuno por sí mismo no prueba la santidad pero sí la Iglesia
reconoce en algunos de sus santos un privilegio similar dado por Dios como
recompensa por sus virtudes.
• La vigilia o privación prolongada del sueño es análogo al precedente.
Los casos más notables son los de san Macario de Alejandría quien pasó 20 años
continuos sin dormir. Santa Coleta dormía una hora a la semana y una vez en su
vida permaneció un año sin dormir. San Pedro de Alcántara dormía hora y media
al día por cuarenta años, como testimonió santa Teresa de Jesús. Santa Rosa de
Lima limitaba a dos horas el tiempo concedido para el reposo y santa Catarina
de Ricci no dormía más que dos o tres horas por noche. Los médicos y los
fisiólogos coinciden en el decir que sin salir de las leyes normales de la
naturaleza orgánica no se puede privar a una persona del sueño. Las largas
vigilias y abstinencias se encuentran sobre todo entre los contemplativos.
• La agi lidad consiste en la traslación corporal casi instantánea de
un lugar a otro, a veces remotísimo del primero. Es diferente a la bilocación
porque no hay simultaneidad de presencia en ambos lugares sino únicamente
traslación de un lugar a otro.
En la mismísima Biblia leemos que el diácono Felipe fue trasportado por el
Espíritu de Dios a la ciudad de Azoto después que instruyó y bautizó sobre el
camino de Jerusalén a Gaza al eunuco Candace (Hechos de los apóstoles 8,
39-40) aunque quizá sea más famosos el caso de Habacuc, trasportado por el
ángel de Judea a Babilonia para que llevase alimento a Daniel en la fosa de
los leones (Dan 14, 33-39).
Otros santos conocidos también la ha tenido: santa Teresa contaba que san
Pedro de Alcántara se le aparecía, aún viviente, varias veces. También san
Felipe Neri se aparecío muchas veces mientras estaba en vida. San Antonio de
Padua llegó a hacer, en una sola noche, el viaje de Padua a Lisboa; y regresó
en la misma noche. En la vida de san Martín de Porres se narran prodigios de
este tipo.
• La bilocación es uno de los fenómenos más sorprendentes de la mística
y uno de los más difíciles de explicar a menos que se recurra al milagro.
Consiste en la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares
diversos. Se han dado muchos casos en la historia de la vida de los santos.
Entre los más conocidos están los de san Francisco de Asís, san Antonio de
Padua, san Francisco Xavier, san Martín de Porres, san José de Cupertino o san
Alfonso María de Ligorio.
De san Alfonso María se lee en su proceso de canonización que el 21 de
septiembre de 1774, mientras estaba en Arienzo, pequeña villa de su diócesis,
cae en una especia de desvanecimiento. Permanece cerca de dos días inmerso en
un dulce y profundo sueño, sentado sobre un sillón. Uno de sus siervos habría
querido despertarlo, pero su vicario general, D. G. Nicola de Rubino, ordenó
que lo dejaran reposar. Cuando se despertó, el santo sonó la campana.
Acudieron prontamente sus familiares. Viéndolo grandemente agitado le
preguntaron:
-«¿Qué te sucede?, son dos días en que no has hablado ni dado ninguna señal de
vida».
Él respondió asegurando que había ido a asistir al Papa que acababa de morir
hace una hora. Poco tiempo después llegó la noticia de la muerte de Clemente
XIV, acaecida el 22 de septiembre a la una de la tarde, momento preciso en el
que el santo había sonado la campanilla. San Alfonso fue visto en ambos
lugares contemporáneamente por una multitud de testigos.
• Las levitaciones consisten en la elevación espontánea del suelo y en
el mantenimiento del cuerpo humano sin ningún apoyo y sin causa natural
visible. Por regla, le levitación mística se verifica mientras el paciente
está en éxtasis y, si el cuerpo se eleva un poco, se llama éxtasis
ascensional; si se eleva a gran altura, recibe el nombre de vuelo extático; y
si comienza a andar velozmente a ras de l suelo, pero sin tocarlo, se llama
marcha extática.
En el proceso de canonización de san José de Cupertino se registran más de
sesenta casos de levitación. Fue visto volar sobre el púlpito de la iglesia,
por los muros y delante de un crucifijo o una imagen pía; aterrizar sobre el
altar o cerca del tabernáculo; sostenerse como un pájaro sobre ramas débiles;
hacer saltos de grandes distancias. Una palabra, una mirada, la mínima cosa en
relación con la piedad, le producía estos transportes. En un periodo de su
vida llegaron a ser tan frecuentes que sus superiores debieron exceptuarlo del
rezo común en el coro para que, contra su voluntad, no interrumpiera ni
perturbase las ceremonias de la comunidad con sus vuelos extáticos de los
cuales muchas personas fueron testigos, entre ellos el Papa Urbano VIII y el
príncipe protestante Juan Federico de Brunswick, el cual no sólo quedó
impresionado sino que se convirtió al catolicismo y vistió el sayal
franciscano.
Está cla ro que la simple naturaleza no puede alterar las leyes de la
gravedad, siempre fijas y constantes. La Iglesia ha explicado este fenómeno
como una anticipación del don de agilidad propia de los cuerpos gloriosos.
• Las sutilezas consisten en el paso de un cuerpo a través de otro. En
el momento del tránsito supone la compenetración o coexistencia de los dos
cuerpos en un mismo lugar. Este prodigio se verificó en la persona de Jesús
cuando a puertas cerradas se presentó a sus discípulos, como narra san Juan en
los versículos 20-26 del capítulo 19 de su Evangelio. También es célebre el
caso de san Raymundo de Peñafort que entró en su convento de Barcelona a
puertas cerradas.
• Las luces o esplendores son ciertos esplendores que algunas veces
irradian los cuerpos de los santos sobre todo durante la contemplación o el
éxtasis. Este fenómeno se verificó en san Luis Beltrán, san Ignacio de Loyola,
san Francisco de Paula, san Felipe Neri, san Francisco de S ales, san Carlos
Borromeo, san Juan María Vianey, etc. Es uno de los más frecuentes entres los
grandes santos.
• El perfume sobrenatural (osmogenesia) consiste en un cierto perfume
de exquisita suavidad y fragancia que emana del cuerpo mortal de los santos o
del sepulcro donde reposan sus restos. Se trata de un aroma singular que nada
tiene de común con los perfumes terrenos. Los testigos que lo han
experimentado no encontraron analogías para hacer entender la suavidad y
fragancia de un aroma inconfundible jamás sentido en la tierra.
El perfumero de la corte de Saboya fue enviado un día al convento de la beata
María de los Ángeles para que buscase individuar la naturaleza del olor que la
sierva de Dios emanaba. Debió confesar que no se asemejaba a ninguno de los
perfumes de esta tierra. Las religiosas, sus compañeras, lo llamaban “olor de
paraíso o de santidad”.
Han exhalado suave olor las reliquias o los sepulcros de san Francisco de
Asís, san to Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, santa Rosa de Lima,
santa Teresa, santa Francisca Romana, etc.
Fenómenos de orden afectivo
Quedan aún por explicar un tercer tipo de fenómenos, los de orden afectivo. Se
consideran tales, prevalentemente, dos tipos: los éxtasis místicos y los
incendios de amor. Algunos estudiosos llaman a este tercer tipo de fenómenos,
psico-fisiológicos pues tienen, en buena medida, su raíz principal en la
voluntad; de ahí que algunos autores los clasifiquen entre los fenómenos de
orden orgánico.
• Los éxtasis místicos no son gracias gratis dadas por Dios. Entran en
el desarrollo normal de los grados de oración mística y constituyen un
fenómeno normal en el desarrollo de la vida cristiana. Pero como su aspecto
exterior es espectacular, presenta ciertas semejanzas con los fenómenos de
tipo extraordinario que se han mencionado.
• Los incendios de amor son un hecho comprobado en la vida de algunos
santos en los que el amor hacia Dios se manifiesta algunas veces hacia el
exterior bajo la forma de fuego que quema, incluso materialmente, la carne y
la ropa cercana al corazón. Esta manifestación se produce en grados diversos:
1) Simple calor intenso: es un extraordinario calor del corazón que se dilata;
este calor se expande a todo el organismo. Es clásico el episodio de la vida
de san Wenceslao, duque de Bohemia. De noche visitaba la iglesia a pies
descalzos. Al siervo que le acompañaba le recomendaba meter los pies en los
zapatos que él dejaba para no congelarse.
2) Ardores intensísimos: el fuego del amor divino puede llegar a tal
intensidad que a veces es necesario recorrer a refrigerantes para poderlo
soportar. Se cuenta de san Estanislao de Kotska, que era tan fuerte el fuego
que lo consumía, que en pleno invierno era necesario aplicarle sobre el pecho
paños empapados de agua helada. Santa Caterina de Génova no podía acercar su
mano al co razón sin experimentar un calor intolerable.
3) La quemadura material: cuando el fuego del amor llega a producir
incandescencias, las quemaduras se realizan plenamente. Es lo que se llama a
pleno título incendios de amor. El corazón de san Pablo de la Cruz, fundador
de los pasionistas, ardía de tal manera, que más de una vez su túnica de lana
aparecía completamente quemada por la parte del corazón. El beato Nicolás
Factor, religioso franciscano, incapaz de soportar el fuego que ardía en su
corazón, se echó un vaso de agua helada en pleno invierno. Consta en su
proceso de beatificación que el agua, inmediatamente, se evaporó.
Existe sin duda una estrecha relación entre el amor y el fuego producido.
La naturaleza prodigiosa de todos estos fenómenos exige recurrir a lo
sobrenatural para poder ser explicados. Este recurso, indiscutiblemente,
demuestra la grandeza infinita de Dios el cual esparce a manos llenas sus
tesoros. Es fácil recurrir a lecturas qu e intentan, acertada o erradamente,
para bien o para confusión del lector, explicar estos casos que son
verdaderamente atrayentes. Este texto es una buena guía para no perder el
norte y tampoco dejarse engañar.
BIBLIOGRAFÍA:
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Gredos Ed. Gredos, S.A. Madrid, 1993
Teología della perfezione cristiana. Antonio Royo Marín. 10ª edición 1997.
Edición San Paolo. Edizione italiana a cura di G. Pettinati, S. Pienotti, A.
Girlanda. Págs. 1026-1132
Dizionario di mística. A cura di I. Borriello – E. Caruana – M.R. Del Genio –
N. Suffi
Libreria editrice vaticana 1998
Summa daemoniaca, José Antonio Fortea, Contenidos de Formación Integral.
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Compendio de Teología Ascética y Mística, Tanquerey. Ediciones Palabra,
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El respeto al misterio. Revista Alférez. Madrid, 30 de abril de 1948 A ño II,
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Los grandes maestros de la vida espiritual. Historia de la espiritualidad
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