Autor: Alejandro E. Pomar | Fuente: L a Biblia on line
María Magdalena, ¿pecadora?
¿De dónde procede esa tradición, que todos conocemos?
¿A
qué se dedicaba María Magdalena antes de su encuentro con Jesús, es decir,
antes de su conversión y de decidirse a seguir los mandamientos del Maestro?
Para muchos cristianos, la pregunta es muy sencilla y tiene una respuesta casi
obvia: María Magdalena era pecadora pública, prostituta. La tradición
cristiana, y una abundante iconografía, corroboran esa respuesta.
Sin embargo, si queremos apoyar esa afirmación en las Escrituras, nos
llevaremos una sorpresa. En ningún lugar del evangelio dice que Magdalena
fuera prostituta; ni siquiera que fuera pecadora... Entonces, ¿de dónde
procede esa tradición, que todos conocemos?
Para comenzar a responder a este interrogante, debemos referirnos a tres
personajes bíblicos, que algunos identifican en una sola persona: María
Magdalena, María la hermana de Lázaro y de Marta, y la pecadora anónima que
unge los pies de Jesús.
Tres personajes para una historia
María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas
evangélicas. Ocupa el primer lugar entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt
27, 56; Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al
pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25); observa cómo sepultan al
Señor (Mc 15, 47); llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana
de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt
28, 1-10; Mc 16, 9; Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo confunde con el
hortelano (Jn 20, 15); es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18).
Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete
demonios». (Lc 8, 2; Mc 16, 9)
María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro; aparece en el episodio de
la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le
seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3); escucha al Señor sentada a
sus pies y se llev a «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana
trabaja.
Finalmente, hay un tercer personaje, la pecadora anónima que unge los pies de
Jesús (Lc 7, 36-50) en casa de Simón el Fariseo.
Dos en una, tres en una
No era difícil, leyendo todos estos fragmentos, establecer una relación entre
la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir, suponer que se
trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto
de una misma persona.
Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave
pecado del que Jesús la habría liberado. No hay que olvidar que Lucas presenta
a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora
arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).
San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro),
dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con
sus cabellos». El lector atento pi ensa: "Conozco a este personaje: es la
pecadora de Lucas 7". Además, en el mismo evangelio de Lucas, inmediatamente
después del episodio de la unción, se nos presenta a María Magdalena, de la
que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión: "María
Magdalena es la pecadora que ungió a Jesús". Y por último, en el mismo
evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de
Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies. El lector concluye:
"María Magdalena y esta María son una misma persona, la pecadora penitente y
perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en
Betania".
Pero esta conclusión no es necesaria porque no hay por qué relacionar a Juan
con Lucas; los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la
unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo; su relato hace
explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús. Pero Mateo,
Marcos y Juan, por su parte, h ablan de la unción en Betania en casa de un tal
Simón (Juan no aclara el nombre del dueño de casa, sólo señala que Marta
servía y que Lázaro estaba presente), y mencionan el gesto hipócrita de Judas
en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una
pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no
mencionan.
los «siete demonios» no significan un gran número de pecados, sino -como lo
aclara allí mismo Lucas- «espíritus malignos y enfermedades»; este significado
es más conforme con el uso habitual en los evangelios.
Dos teorías
Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes, como
vemos, son débiles. Sin embargo, tal identificación cuenta a su favor con una
larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los
argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son
totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a
favor y e n contra, y de hecho, a lo largo de la historia, ambas
interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los
latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y
los griegos en distinguirlas.
Una respuesta "oficial"
A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos, hoy en día la Iglesia
Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres.
Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia
-como sí ocurría antes del Concilio- a los pecados de María Magdalena o a su
condición de "penitente", ni a las demás características que le provendrían de
ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la
Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece
el evangelio.
Por ello, actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la
pecadora y María es más bien una confusión "sin ningún fundam ento", como dice
la nota al pie en Lc 7, 37 de "El Libro del Pueblo de Dios". No hay dudas de
que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la
Magdalena, María de Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar
que María Magdalena, por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos
afirma la Liturgia, no fue "pecadora pública", "adúltera" ni "prostituta",
sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para
anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.
La liturgia de su fiesta
Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de
julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la
muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir
para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio
que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en
que Magdalena aparece como primer a testigo de la Resurrección de Jesús, lo
proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se
ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de
Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la
Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa
Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de
Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.
Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos
dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a
nadie... la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración
Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta
misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de
«aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración
Postcomunión).
En la Liturgia de las Horas o curre otro tanto, ya que los nuevos himnos
compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y
Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María
Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a
Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se
verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no
hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición
de hermana de Marta y Lázaro.
Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la
Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y
abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de
hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50,
es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la
ciudad»: "in civitate peccatrix".
Finalmente, mencionem os que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo,
ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos
más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes
del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el
siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales
consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la
Contrarreforma, el culto a María Magdalena, "pecadora perdonada", adquiere aun
más fuerza.
La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso,
con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido
trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el
monasterio de San Lázaro.
Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres "hermanos"
(Marta, María "Magdalena" y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas
y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres con virtieron a una multitud;
luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del "Santo Bálsamo") a
hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la
habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos
avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.
Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como
otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la
presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena,
meta de innumerables peregrinajes.
Finalmente, cabe consignar que el apelativo "Magdalena" significa "de Magdala",
ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de
Tiberíades, junto al lago de Galilea.