Autor: P. Miguel Ángel
Buela, VE
Fuente:
www.iveargentina.org
¿Qué es la Transubstanciación?
Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transustanciación!
«La Presencia Real»
1. Verdadera, real y sustancial
Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está verdadera,
real y sustancialmente presente, en el Santísimo Sacramento del altar. Es
sacramento porque es signo sensible –pan y vino–, y eficaz –produce lo que
significa–, de la gracia invisible y porque contiene al Autor de la gracia, al
mismo Jesucristo nuestro Señor.
¿Qué quiere decir verdadera?
Verdadera quiere decir que su presencia no es en mera figura (como en una
foto), como quería Zwinglio, sino en verdad.
¿Qué quiere decir realmente?
Realmente quiere decir que su presencia no es por mera fe subjetiva (no porque
uno así lo opine), como quería Ecolampadio, sino en la realidad.
¿Qué quiere decir sustancialmente?
Sustancialmente quiere decir que la presencia del Señor en la Eucaristía no es
meramente virtual (como la us ina eléctrica está virtualmente presente en el
foco de luz), como quería Calvino, sino según el mismo ser de su Cuerpo y
Sangre que asumió en la Encarnación.
El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno negare que en el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real, y sustancialmente el
Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo está en él
como en señal y figura o por su eficacia, sea anatema».
Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica: «Cristo
Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros (Ro 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su
Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o tres estén reunidos en
mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos, en los
sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la
persona del ministro. Pero, “sobre todo (está presente), bajo las especies
eucarísticas”.
El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular.
Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella “como
la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los
sacramentos”. En el santísimo sacramento de la Eucaristía están “contenidos
verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y
la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.”
“Esta presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras
presencias no fuesen ‘reales’, sino por excelencia, porque es substancial, y
por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente”».
De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Eucaristía con
el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la Virgen María, el mismo cuerpo que
estuvo pendiente en la cruz y la misma sangre que fluyó de su costado. < br />
2. De la Transubstanciación
Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su
Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama propiamente
«transubstanciación», no consustanciación, como quería Lutero.
Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la capacidad de
toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice singular porque no
existe en toda la creación ninguna conversión semejante a esta.
En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia del
vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. De tal manera que bajo cada una de las especies y bajo cada parte
cualquiera de las especies, antes de la separación y después de la separación,
se contiene Cristo entero.
Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino se
transubstancia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangr e de Cristo.
Ahora bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de inhesión, por
poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o apariencias del pan
y del vino.
¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la transusbtanciación
son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color, sabor, figura, medida, etc,
de pan y de vino. Sólo cambia la sustancia.
Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el Cuerpo de
Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con el Cuerpo, por
la natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y, por la admirable
unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino? Por
razón de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la especie del vino
y, por razón de la concomitancia, junto con la Sangre, por la natural
conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión hipostática , la
divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del pan y
del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento.
Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la
eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar
esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo declara que: “No es el hombre quien
hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino
Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo,
pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto
es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.
Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien persuadidos de
que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha
consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza,
porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada... La palabra de
Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las
cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas
su naturaleza primera que cambiársela”».
Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de Trento
resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo
que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha
mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo
Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la
sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda
la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha
llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación”».
3. Omnipotencia de Dios
El sacerdote ministerial predica la Palabra de Dios, pres enta a Dios los
dones de pan y vino, los inmola y los ofrece al transubstanciarlos en el
Cuerpo y la Sangre del Señor, obrando en nombre y con el poder del mismo
Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios, como enseña
Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no depende de potestad alguna
superior, sino de la divina», de tal modo, que ni siquiera el Papa, tiene
mayor poder que un simple sacerdote, para la consagración del Cuerpo de
Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un simple sacerdote».
«Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena: Haced esto en memoria mía (Lc
22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar el rito del Sacrificio eucarístico
de mi Cuerpo que será entregado y de mi Sangre que será derramada (Lc 22,19;
1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que Jesucristo, en la Última
Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes
entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesor
es en el sacerdocio, les mandó ... que los ofrecieran”».
Y esto por el poder divino, ya que existe «en la misma transformación, una
selección que indica penetración extraordinaria; dentro de una misma cosa
material hay algo que cambia y algo que permanece inmutable; además el cambio
produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como llamaban muchos Santos
Padres a la consagración, se da:
1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;
2. Una penetración extraordinaria: distinguir ambos elementos, para que
desaparezca uno y permanezca el otro;
3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo,
bajo especie ajena, o sea, sacramental.
Por esto, la conversión del pan y del vino en la Misa, implica dificultades
más grandes que respecto a la creación del mundo, como dice Santo Tomás de
Aquino: «En esta conversión hay más cosas difíciles que en la creación, en la
que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear, sin embargo, es propio de la
Causa Primera, que no presupone nada para su operación. Pero en la conversión
sacramental (de la Eucaristía) no sólo es difícil que este todo (el pan y el
vino) se transforme en este otro todo (el Cuerpo y la Sangre de Cristo), de
modo que nada quede del anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de
producir, sino que también queden los accidentes desaparecida la substancia...».
Queridos hermanos y hermanas:
Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro Señor presente en la
Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que expresa
la conversión del pan y del vino: ¡Transustanciación!, que debería sonar en
nuestros oídos como música celestial.
Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se manifiesta, como lo hace el
pueblo fiel que dice, con las palabras del Apóstol Tomás, después de ocurrida
la transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20,28).