Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis
CATEQUESIS DE ADULTOS
ORIENTACIONES PASTORALES
INTRODUCCIÓN
a) Es, sin duda, fruto de la
acción del Espíritu en
Unas veces estas catequesis de adultos están naciendo en el seno de grupos cristianos por iniciativas o carismas particulares; en numerosos casos se organizan en programas pastorales de las parroquias o en planes diocesanos, que asumen esta modalidad de catequesis como una actividad que desean llegue a ser acción pastoral prioritaria, de hecho y no sólo como declaración de principios.
b)
Si en cualquier situación histórica, el proceso de iniciación y formación en la fe de un adulto es prototipo de los objetivos formativos y de los contenidos de fe que deben virtualmente transmitirse sea cual sea la edad y situación del catequizando, a esta consideración vienen a añadirse en nuestro tiempo otros argumentos de peso. Recordemos, simplemente, cómo quienes analizan la mentalidad, actitudes y prácticas de quienes han venido a engrosar entre nosotros el sector de la increencia o de la indiferencia, señalan que estos increyentes con frecuencia tienen en su espíritu y en su comportamiento dimensiones profundamente cristianas, cuyas raíces y razones ellos mismos ignoran. Pues bien, esto puede afirmarse aún con mayor evidencia de muy numerosos bautizados que no han abandonado la fe y que continúan fuertemente adheridos a prácticas espirituales y de conducta cuya razón de ser han perdido o de la que tienen una conciencia confusa y adulterada. La catequesis de adultos ha de devolver a no pocos cristianos las razones hondas de su fe, las raíces de ésta.
c) En 1971,
Un año más tarde, la misma Santa Sede promulgaba, dentro de su gran proyecto de renovación litúrgica, el Ritual de Iniciación cristiana de adultos, dedicando todo un capítulo de éste a orientar la acción formativa respecto a aquellos adultos que, habiendo sido bautizados en su infancia, no recibieron una iniciación catequética y, por tanto, no tuvieron acceso a los sacramentos de Confirmación y Eucaristía.
Podríamos fácilmente reconocer esta
atención preferente por la catequización de adultos que, de una manera más o
menos explícita, ha mostrado el conjunto de
Más recientemente, y de modo aún más
explícito, ha sido objeto de reflexión en el Sínodo de 1987, dedicado al laicado
y en la magnífica exhortación Christifideles laici [ChL] (1988), en que
el Papa afirma hasta qué punto renovación de
d) Junto a estos acontecimientos
de carácter universal de tanta significación, han sido constantes las
intervenciones personales de Pablo VI y de Juan Pablo II, que han hecho ver la
relevancia de la catequización del mundo adulto y la prioridad incluso de esta
acción dentro del conjunto de la actividad pastoral. A ningún lector del
presente documento extrañe, por tanto, la abundancia de citas de textos y de
referencias a intervenciones del Magisterio universal de
e) Se podrían asimismo indicar
actuaciones de
Tuvo especial importancia
f) Evidentemente,
g) Habernos detenido en esta introducción a indicar los hitos de ese largo camino recorrido en el descubrimiento de la necesidad de una catequesis al servicio del mundo adulto, sirva, al menos, para mostrar cómo el Espíritu de Dios parece conducirnos en este sentido y nos pide que no nos perdonemos fatigas en toda la larga marcha que aún queda por hacer.
Al poner en manos de sacerdotes y
catequistas las Orientaciones pastorales para la catequesis de adultos,
reflexionadas por nosotros y escritas con tanta esperanza y deseo de ser útiles
a todos, tenemos muy cerca a quienes desde hace años han sabido ver que renovar
o consolidar la iniciación cristiana de los adultos es tarea que debe ser
privilegiada en
En el fondo de este documento muchos
encontrarán experiencias propias que hemos escuchado de sus labios, y que nos
han sido utilísimas en nuestra reflexión episcopal, experiencias cuyos aciertos
hemos procurado formular a la luz de toda la gran tradición catequizadora de
Finalmente, al invitar a adentrarse en el estudio de estas Orientaciones, nos complace recordar las convicciones con que Juan Pablo II termina su exhortación Christifideles laici, después de habernos dicho que «la formación no es el privilegio de algunos, sino un derecho y un deber de todos» (n. 63). Estamos convencidos, dice, «de que no se da formación verdadera y eficaz si cada uno no asume y desarrolla por sí mismo la responsabilidad de la formación».
Es indispensable la convicción «de que cada uno de nosotros es el término y a la vez el principio de la formación. Cuanto más nos formamos, más sentimos la exigencia de proseguir y profundizar tal formación; como también cuanto más somos formados, más nos hacemos capaces de formar a los demás».
Finalmente, tengamos conciencia «de que la labor formativa, al tiempo que recurre inteligentemente a los medios y métodos de las ciencias humanas, es tanto más eficaz cuanto más se deja llevar por la acción de Dios: sólo el sarmiento que no teme dejarse podar por el viñador da más fruto para sí y para los demás».
Primera parte:
Situación de
I. Una nueva evangelización para una nueva cultura
«Tengo que anunciar
1. El horizonte al que apunta la
catequesis de adultos es la nueva evangelización que hoy nos pide
Esta constatación del Concilio, que correspondía a unos cambios profundos de la sociedad en aquellos momentos, se ha hecho más acuciante, dado que el proceso de transformación no sólo ha experimentado una mayor aceleración, sino que se ha hecho más profundo y ambiguo. Se trata de impulsar, ante esta novedad cultural, una nueva evangelización, con toda la riqueza de su dinamismo y de sus elementos.1 La catequesis de adultos, acción eclesial fundamental, ha de aportar a este renovado esfuerzo evangelizador la contribución decisiva que, desde su carácter propio, está llamada a ejercer.
A) Algunos rasgos socioculturales y sus repercusiones en la vida moral y religiosa del hombre
2. Estamos ya en la última década de este siglo. A lo largo de él, en progresión creciente, diferentes factores han ido configurando al mundo de una manera nueva. Estos factores siguen vivos. Cuando el advenimiento del tercer milenio es inminente, importantes movimientos sociales se desarrollan en el mundo, particularmente en el Este de Europa, dejando entrever cambios importantes que afectarán a la convivencia humana en todo el mundo. Todo balance cultural ha de ser, por tanto, necesariamente sobrio y abierto.
La confianza en la razón y el deseo de libertad, factores determinantes de la cultura moderna
3. La confianza en la razón y el celo por su propia libertad caracterizan al hombre de la cultura moderna. Han generado un racionalismo basado en la ciencia, en lo empírico y verificable, y una fuerte conciencia de autonomía por la que el hombre se siente dueño de sí mismo y del mundo. Del cultivo de la razón ha nacido, así, una civilización científico-técnica, pródiga en descubrimientos innumerables. La técnica derivada de ellos ha propiciado un fuerte desarrollo económico y una gran abundancia de bienes de consumo. Por otra parte, el afán por la libertad, en los individuos y en los grupos, ha desencadenado el fenómeno del pluralismo a todos los niveles. Este fenómeno está trayendo, como consecuencia, la crisis de las ideologías y las revoluciones socio-políticas en los países no democráticos. Los medios de comunicación social han adquirido en nuestra cultura una importancia y amplitud extraordinarias. Son ellos los que hacen que este conjunto de fenómenos culturales lleguen al hombre concreto, ayudándole a adquirir una conciencia planetaria de los mismos. Esta toma de conciencia está estrechamente vinculada a una nueva conciencia de solidaridad entre los hombres.
Análisis pastoral de la nueva situación
4. No corresponde aquí desarrollar un
análisis detallado de la situación.2 En medio de la densa
problemática humana que los fenómenos señalados conllevan, queremos señalar
solamente aquellos rasgos, a nuestro juicio más significativos, que encierran
una especial importancia en orden a la educación de una fe vivida por el
creyente adulto. El cristiano ha de mirar al mundo a la luz de la fe. No basta
el análisis sociológico, siempre necesario. Hemos de saber hacer un análisis
pastoral, en orden a la evangelización3. Para la acción
evangelizadora de
Todo fenómeno cultural es ambivalente
5. Todo fenómeno cultural encierra, de
un modo o de otro, una ambivalencia, es decir, presenta aspectos positivos y
negativos. La cultura, en efecto, es tarea del hombre; y el hombre, por una
parte, es obra e imagen de Dios, capaz de lo bueno; pero, por otra parte, se da
en él la existencia del pecado y es capaz también «por eso» de lo malo. «No es
de extrañar que las realidades y logros humanos sean con frecuencia ambivalentes
o ambiguos y hasta parcialmente contradictorios» (Comisión
Permanente de
a) Una civilización científico-técnica...
6. Un aspecto esencial de la cultura occidental contemporánea, de hondas repercusiones humanas y religiosas, es el espíritu científico. Este espíritu surge de las conquistas de las ciencias y cala profundamente en los hombres. De esas conquistas científicas brotan innumerables avances tecnológicos que tanto repercuten en nuestro modo de vivir. Nuestras casas, calles, oficinas, hospitales... dan cabida a todas estas novedades técnicas. El Concilio Vaticano II define a nuestra cultura como «nacida del enorme progreso de la ciencia y de la técnica» (GS 56). En este sentido, la ciencia y la técnica son el elemento originante de esta nueva cultura, que está alcanzando ya una dimensión planetaria, y afectan a la manera que tiene el hombre de concebirse a sí mismo: «El espíritu científico modifica profundamente el ambiente cultural y las maneras de pensar» (GS 5).
... que ayuda al hombre y, al mismo tiempo, le amenaza
7. No cabe poner en duda que la ciencia «y la técnica resultante» es un bien para la persona. Todos nos estamos beneficiando de sus logros en el campo de la salud, del trabajo, de las comunicaciones... Con ello el hombre va tomando conciencia de sus posibilidades creadoras y las va desarrollando. Pero, ante sus descubrimientos científicos, el hombre tiene el riesgo de la autosuficiencia, de quedar «embriagado por las prodigiosas conquistas y fascinado por la tentación de querer llegar y ser como Dios» (ChL 4). Se puede llegar a absolutizar la ciencia y lo científico, llegando a afirmar «como consecuencia» el antagonismo entre ciencia y fe. Por otra parte, se observa que la técnica, destinada a servir al hombre, se ha transformado en ocasiones en una amenaza contra el hombre mismo y contra la naturaleza.6
b) Una civilización del consumo que procura bienestar...
8. Los descubrimientos científico-técnicos, causa originante de nuestra cultura, han provocado en el orden económico un amplio desarrollo industrial: «El tipo de sociedad industrial se extiende paulatinamente, llevando a algunos países a una economía de opulencia y transformando profundamente concepciones y condiciones milenarias de la vida social» (GS 6). La ciencia y la técnica han aportado en estas últimas décadas un desarrollo económico inusitado, al menos en el bloque occidental. Nuestro modo de vida actual es fiel reflejo de ello. Todos gozamos de un bienestar que no conocieron nuestros antepasados inmediatos. Esta economía de opulencia ha llevado a los países industrializados a un espíritu consumista. A la cultura occidental se le llama «la civilización del consumo», pues se procura un evidente exceso de los bienes necesarios al hombre y a la sociedad como tal. La producción tiende a convertirse en un fin cerrado en sí mismo, desproporcionada respecto a las necesidades reales del hombre.7
... y, al mismo tiempo, genera injusticia y materialismo
9. El desenfrenado espíritu consumista genera el ansia del tener. Conduce al hombre al deseo de poseer a toda costa. Y esto fácilmente ocasiona la insolidaridad, el olvido de los que no pueden llegar a tales grados de bienestar y hasta la escandalosa explotación de los débiles. «La primera constatación negativa que se debe hacer es la persistencia y a veces el ensanchamiento del abismo entre las áreas del llamado norte desarrollado y las del sur en vías de desarrollo» (Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis [SRS] 14).8 Por otra parte, un modelo de vida dominado por el consumo conduce al materialismo, al hedonismo y a la pérdida del sentido de la trascendencia. La preocupación por lo inmediato cierra al hombre a otros horizontes. «La implantación de un modelo de vida dominado por el consumo y disfrute del mayor número posible de cosas induce a amplios sectores de nuestra sociedad, bautizados en su mayor parte, a prescindir prácticamente de Dios y de la salvación eterna en su vida privada y pública» (CEE, Testigos del Dios vivo [TDV] 21). Con todo, no ha desaparecido de la persona el deseo de una sociedad más justa y armoniosa, en la que el bienestar se extienda y llegue a todos. Muchos grupos de jóvenes, sobre todo, experimentan hoy este deseo. Un sordo sentimiento de culpabilidad, de vivir demasiado bien cuando otros sufren, está presente en el fondo del hombre.
c) El deseo de libertad
10. La afirmación de la libertad como cualidad inalienable de la persona es, junto a la racionalidad que brota del espíritu científico, otro rasgo fundamental de nuestra cultura. La libertad es condición necesaria para que una persona o grupo social realice su proyecto personal. Celebramos con gozo las conquistas de libertad en individuos y pueblos que se están logrando últimamente. «Las personas y los grupos sociales están sedientos de una vida plena y de una vida libre, digna del hombre» (GS 9). Con todo, el logro de la libertad es una empresa difícil para el hombre moderno. Unida a un mayor bienestar material, le lleva con frecuencia a un acendrado individualismo en las relaciones humanas y a un fuerte deseo de aislarse del medio social, desinteresándose de los problemas ajenos. En el orden religioso, una libertad mal entendida hace que el hombre de hoy tienda «a considerar el rechazo u olvido de Dios como condición indispensable para conseguir la liberación, el progreso y la felicidad» (CVP 20).9 El individualismo exagerado produce, no obstante, una honda soledad. El hombre busca, entonces, grupos humanos en los que poder comunicarse. El fenómeno de las pequeñas comunidades cristianas, de gran relevancia cultural, es muy importante en orden a la evangelización. El Evangelio, en efecto, trata de suscitar la conciencia y la experiencia de una fraternidad humana solidaria: «Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común» (Hch 2,44).
d) El fenómeno del pluralismo
11. El desarrollo de la libertad ha propiciado el fenómeno del pluralismo. En la cultura actual, en efecto, se da un pluralismo creciente de ideas, valores, creencias, formas de concebir la sociedad, tendencias políticas... La sociedad española se ha abierto al pluralismo democrático y está aprendiendo a convivir en él. «El llamado pluralismo ya no puede estimarse como un mal que rechazar, sino como un hecho con el que hay que contar» (Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis [DGC] 3). El pluralismo representa un cambio profundo respecto a una manera unánime de vivir, propia de culturas que «como la nuestra» están marcadas por tradiciones hondas.10 Entre nosotros las creencias y prácticas religiosas se han visto afectadas en grado considerable, sobre todo en aquellos adultos que vivían una religiosidad poco personalizada. El ambiente social no propicia, como antes, la vida religiosa de nuestras gentes. Los medios de comunicación tienden, en gran parte, a olvidarla y, a veces, a menospreciarla y hasta ridiculizarla. Sin embargo, el pluralismo obliga al hombre a afirmarse en sus convicciones, si no quiere ser arrastrado de aquí para allá. En relación a la evangelización, por consiguiente, esta situación favorece el poder descubrir la fe, no como algo heredado, sino como don de Dios que exige una respuesta libre del hombre. Vivimos en un momento muy adecuado para personalizar la fe y dar testimonio de ella en medio de una sociedad secularizada. La fe es siempre una opción personal y libre. Esto es, precisamente, lo que pretende la catequesis: el dar una fundamentación a la fe, para que pueda mantenerse firme y activa en el mundo en que vivimos.
e) La crisis de las ideologías
12. El pluralismo relativiza los modos de pensar que el hombre se da. Las ideologías dominantes entran en crisis. Se desconfía de las visiones totalizantes de la existencia, a las que se otorgaba el monopolio de la verdad. Las utopías políticas, económicas, culturales... caen o se relativizan. La crisis de las ideologías genera una crisis de valores profundos, ya que éstos se enmarcaban en esas referencias ideológicas que les daban sentido. El hombre actual está viviendo, así, un vacío de sentido, con una honda sensación de desamparo, como si estuviera arrojado a la intemperie. Se observa, como consecuencia, la tendencia a privatizar la fe y a construir cada uno «a modo de bricolaje» su propia cosmovisión y su propio código ético. El hombre moderno aparece, así, con la conciencia moral fragmentada: liberal en unos aspectos y puritano en otros. No parece posible, sin embargo, poder vivir la existencia sin un hilo conductor. Por eso, aun cuando no pocos viven en el nihilismo, muchos tratan de buscar un sentido a la vida y encontrar nuevas fuentes de legitimación de valores. Uno de los elementos constitutivos del hecho religioso es, precisamente, el de ser dador de sentido, proporcionando al hombre un universo simbólico que ofrece una interpretación de la realidad social y le brinda una causa por la que entregarse. «Son cada día más numerosos los que se plantean con nueva penetración las cuestiones más fundamentales» (GS 10).
f) La importancia de los medios de comunicación social
13. Los medios de comunicación social (TV, prensa, radio...) juegan un papel decisivo en la configuración de esta nueva cultura. Hay quienes consideran que son el elemento más determinante para cambiar las mentalidades. Si a comienzos de este siglo fue la revolución industrial la que produjo profundos cambios sociales, hoy, «al final del mismo», sería la revolución de la electrónica, aplicada a la comunicación, la que va a producir un nuevo estilo de sociedad y un nuevo tipo de hombre. Con razón se define nuestra cultura como «la civilización de la imagen» (EN 42). Muchos son los efectos que los mass-media producen en el hombre. Uno muy importante es la rapidez e inmediatez con que asistimos a todo lo que pasa en el mundo: «Su eficacia desborda las fronteras de las naciones y convierte a cada individuo en ciudadano de todo el mundo» (DGC 2).11 Junto a ello, la abundancia y variedad de lo que se difunde y emite son tales que el hombre se ve invadido ante tantos estímulos como le llegan. Cansado de la rutina del trabajo se sumerge en esa variedad de imágenes, sonidos y palabras, buscando la relajación y la evasión. Sólo su sentido crítico y su capacidad de selección pueden impedir el quedar inerme ante un influjo tan poderoso. La influencia de los medios de comunicación social en el espectador o usuario tiene la contrapartida del poder enorme que la masa de espectadores puede ejercer sobre el comportamiento de los dirigentes sociales. Hoy se habla de la dictadura de la audiencia. El público es el que decide. Los sondeos de opinión son punto de referencia obligado para cualquier iniciativa social. Los Estados o grupos con posibilidades, conocedores de este fenómeno, procuran dominar tales medios para cambiar el signo del poder. Habría, no obstante, que afirmar que, con relativa frecuencia, la salud misma de un pueblo reacciona mostrando su estima hacia aquellos medios en que se respeta claramente la libertad y la objetividad.
B) Un desafío radical para la fe cristiana
14. Es fundamental tener en cuenta que,
hoy en día, el mundo plantea a la fe un desafío radical. Pablo VI supo
expresarlo en una frase lapidaria: «La ruptura entre el Evangelio y la cultura
es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo» (EN 20).12 En épocas
pasadas, la evangelización de
El sentido de Dios y el del hombre mutuamente implicados
15. A algunos, cara a la evangelización, sólo les preocupa lo que concierne al sentido de Dios. Se fijarán, entonces, exclusivamente en fenómenos como el ateísmo, el agnosticismo, la indiferencia religiosa... Una preocupación exclusiva por la problemática de la increencia no agota, sin embargo, la magnitud del problema que se presenta al Evangelio. La enorme problemática social que afecta, hoy, a los hombres quedaría «en este caso» al margen de esa visión y la evangelización de ella derivada aparecería sesgada. Otros, por el contrario, sólo aparecen preocupados por los problemas humanos, sobre todo los de orden político-económico. La dimensión más propiamente cultural y, en concreto, la problemática religiosa planteada por la cultura contemporánea quedan al margen de esta visión, dando también origen a una evangelización parcial. Los dos aspectos, el religioso y el social, se reclaman uno a otro en la evangelización. El amor a Dios y el amor al prójimo «lo sabemos» se implican mutuamente y ambos deben ser promovidos. También la increencia y la insolidaridad guardan entre sí estrecha relación. Los individuos o grupos humanos, afectados por uno u otro fenómeno, necesitan ser evangelizados.
a) Oscurecimiento del sentido de Dios...
16. En la sociedad española, en los últimos años, la increencia, sobre todo bajo la forma de la indiferencia religiosa, ha aumentado considerablemente. «En nuestro mundo hay fuertes fermentos de ateísmo y de indiferencia religiosa» (TDV 21).13 Por primera vez entre nosotros, la indiferencia religiosa afecta a un gran número de personas. En muchos hombres y mujeres «entre los veinte y cuarenta años, sobre todo», la práctica religiosa, y hasta el mismo hecho religioso, van perdiendo significación vital. Se trata de una increencia práctico-estructural. Se dan «unas formas de vida en las que el hombre pierde la capacidad de preguntarse por el origen y el sentido último de la vida» (TDV 21). Muchos de los jóvenes y adultos actuales viven dominados por «un espíritu desconfiado y pragmático, amigo de disfrutar del mundo y de la vida, sin poner la confianza en revelaciones ni promesas que no estén al alcance de la mano, ni se puedan disfrutar aquí y ahora de manera inmediata» (TDV 21). En el fondo de muchos de ellos anida el oscuro sentimiento de que la religión cristiana es castrante de los deseos más hondos de la naturaleza humana.14 La increencia está ubicada, sobre todo, en los centros considerados como generadores de cultura, en hombres y mujeres para quienes esa increencia es un fenómeno normal, por el que hay que pasar para que el hombre adquiera su talla humana. De esta forma nace una cultura impregnada de increencia.
... y del sentido del hombre
17. Paralelamente, se observa un oscurecimiento del sentido del hombre, «una falta de convicciones sobre el ser profundo del hombre» (CVP 18). En efecto, el rechazo de Dios quiebra interiormente el verdadero sentido de las profundas aspiraciones del hombre y altera en su raíz la interpretación de la vida y del mundo, debilitando y deformando los valores éticos de la convivencia. La insolidaridad entre los hombres se hace más patente. No hay duda de que el interés propio y el egoísmo ejercen una gran influencia en la convivencia social. El afán de enriquecerse a costa de quien sea es un dato que está en el ambiente y que muchos terminan por considerar normal. Son múltiples las violaciones a las que, hoy, está sometida la persona humana. Quien le oprime tiene diversos nombres: ideología, poder económico, sistemas políticos inhumanos, tecnocracia científica, avasallamiento por parte de los mass-media...15 «Hoy crecen por todas partes el hambre, la opresión, la injusticia y la guerra, los tormentos y el terrorismo y otras formas de violencia de cualquier clase» (Sínodo 1985, II D1). La pérdida del sentido de Dios conduce, tarde o temprano, a la pérdida del sentido del hombre. El Concilio lo expresó en frase concisa: «La creatura sin el Creador se esfuma» (GS 36).16
b) Nueva sensibilidad por el hombre...
18. Pero la misma cultura que segrega este oscurecimiento del sentido de Dios y del hombre provoca, también, una gran sensibilidad por la dignidad de la persona y su libertad y un resurgir de lo sagrado. Todo ocurre como si fuerzas contrapuestas actuasen al mismo tiempo en ella, produciendo juntamente efectos contrarios. En las últimas décadas, sobre todo en Occidente, la sensibilidad por los derechos humanos aparece con fuerza. Los obispos españoles reconocemos una vez más que, entre nosotros, también se dan «muchos aspectos positivos en el campo de la cultura» (CVP 14-17): sensibilidad por la persona humana, la afirmación de la libertad, la aspiración a la paz, la solicitud por los más desfavorecidos... Con todas sus limitaciones, la pasión por lo humano es un hecho que emerge, particularmente entre los jóvenes. «Una beneficiosa corriente atraviesa y penetra ya todos los pueblos de la tierra, cada vez más conscientes de la dignidad del hombre» (ChL 5).17
... y un retorno a lo sagrado
19. Junto a esta sensibilidad por el hombre, la investigación sociológica y cultural ha descubierto que una insospechada solicitud de valores religiosos y de sentido de la vida brota del corazón de muchos contemporáneos nuestros, anhelosos de encontrar respuestas más válidas que las que ofrecen algunos modelos de pensamiento en moda. Muchos de los fenómenos producidos recientemente en los países del Este no parece que puedan explicarse si se prescinde del ansia de dar un sentido hondo de ultimidad a la vida y a las cosas. «No obstante el secularismo, existen también signos de una vuelta a lo sagrado. Hoy hay signos de una nueva hambre y una nueva sed hacia las cosas trascendentes y divinas» (Sínodo 1985, II A 1).18 No cabe reprimir este anhelo de lo trascendente que, de manera más o menos consciente, anida en el hombre como consecuencia de la semilla de Dios presente en el corazón humano. La búsqueda de lo sagrado y lo religioso irrumpe por doquier, bajo formas muy diversas y no exentas, a veces, de ambigüedades. La fe nos dice que, aquí también, hay una vinculación profunda entre esta nueva sensibilidad por el hombre y este retorno del sentido de lo sagrado. «Cristo, en la misma revelación del misterio del Padre, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre» (GS 22). La acción del Espíritu nos acerca, al mismo tiempo, a la realidad de Dios y a la realidad del hombre.
Diferentes posturas en los católicos
20. El desafío que el mundo contemporáneo
presenta a la fe cristiana es, pues, radical. La manera de situarse ante él no
es, sin embargo, la misma por parte de los católicos. Y tener la correcta
actitud evangélica ante el mundo es fundamental para colaborar en la nueva
evangelización. Algunos cristianos, llevados por un pesimismo desesperanzado,
tienen del mundo contemporáneo una visión exclusivamente negativa. Sólo ven lo
negro. No perciben en él nada positivo. Se parecen a aquellos «profetas de
calamidades»19 que criticaba Juan XXIII. Otros, por el contrario, con
gran ingenuidad, aceptan sin apenas crítica todo lo moderno por el mero hecho de
su novedad. Todo lo ven positivo. Llevados por un ingenuo optimismo, que ignora
la presencia del pecado y del mal, se sitúan ante la cultura contemporánea sin
un verdadero espíritu crítico. La nueva evangelización, en cambio, exige un gran
realismo pastoral.20 Hemos de saber descubrir los grandes valores de
la cultura moderna y dejarnos interpelar por ellos en una actitud de apertura.
Pero, al mismo tiempo, hay que caer en la cuenta de los aspectos negativos que
también existen y saber confrontarlos con el Evangelio en lúcida y audaz actitud
misionera. El Sínodo extraordinario de 1985 determinó muy bien la necesidad de
adoptar esta postura de apertura misionera, frente a catastrofismos estériles y
a optimismos ingenuos: «Se excluye la mera fácil acomodación que llevaría a la
secularización de
21. La actitud misionera del cristiano se enraíza en una lectura teológica de la realidad contemporánea. El cristiano ha de mirar al mundo con los ojos de la fe. Como señala Juan Pablo II, hemos de saber hacer «una lectura teológica de los problemas modernos» (SRS 35). Las tensiones ambivalentes que atraviesa la cultura moderna, con todas sus realizaciones y fracasos, remiten a esa división interna que atenaza al hombre moderno y de la que hoy es más consciente que nunca: «En realidad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano» (GS 10). La cultura moderna refleja, así, una lucha dramática entre el bien y el mal, entre las fuerzas constructivas que la impulsan a construir una sociedad más justa y fraterna y aquellas fuerzas destructivas, generadoras de la explotación, de la injusticia y del desprecio a la persona. Junto a poderosas energías vitalizadoras, la cultura moderna aparece, también, como «un mundo sometido a estructuras de pecado» (SRS 36). En cualquier realización cultural, por modesta que sea, esa tensión está inexorablemente presente. El hombre contemporáneo «muchas veces hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo» (GS 10; cf. Rm 7,14ss).21
La fe contempla a un mundo esclavizado y, a la vez, liberado
22. A los ojos de la fe el mundo aparece, a un tiempo, creado por Dios, esclavizado por el poder del pecado y liberado por la pascua de Cristo. La consideración de los tres elementos es fundamental. Esta lectura teológica de la cultura contemporánea ha sido hecha, con gran precisión, por el Concilio Vaticano II. El análisis y la reflexión que tuvo lugar en el Concilio no es una realidad desfasada sino que, por el contrario, constituye una referencia medular y una base teológica sólida sobre la que apoyarse para colaborar en la nueva evangelización: «Los cristianos creen que el mundo ha sido fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del Maligno, para que se transforme según el designio divino y llegue a su consumación» (GS 2). Esta liberación germinal operada por Cristo se hace con vistas a una lenta transformación que culminará en plenitud: «Caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide con su amoroso designio: «Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra» (Ef 1,10)» (GS 45).
C) Una nueva evangelización
Conciencia creciente de la necesidad de una nueva evangelización
23. La necesidad de emprender una nueva
evangelización ha ganado una clara conciencia en el seno de
La evangelización, exigencia interna del Evangelio y respuesta al mundo moderno
24. A veces, al preguntarnos el por qué
de una nueva evangelización, nos expresamos de forma que parece que es la
cultura contemporánea la que exige la venida del Evangelio. No es así. La
evangelización es, ante todo, exigencia interna del mismo Evangelio que, por su
misma naturaleza, está pidiendo ser anunciado.
A una nueva cultura, una nueva evangelización
25. Haremos bien en meditar, una y otra
vez, en que es Dios, en su inescrutable designio, el que conduce los avatares de
la historia por caminos que sólo Él conoce. Precisamos de un profundo espíritu
contemplativo para escrutar ese designio divino e intuir lo que Dios está
pretendiendo hacernos ver: «El Pueblo de Dios, movido por la fe [...] procura
discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos de los que participa con
sus contemporáneos, los signos de la presencia o de los planes de Dios» (GS 11).
Lo que impacta, ante todo, es la novedad de esa cultura. «Un orden nuevo se está
gestando», decía Juan XXIII al convocar el Concilio. «Se puede hablar con razón
de una nueva época de la historia humana»,26 repetía el mismo
Concilio. «Qué pretende Dios despertar en nosotros con esta novedad». En este
tratar de discernir los planes de Dios tras los acontecimientos de la época
contemporánea,
D)
Doble dimensión de
26. La nueva evangelización ha de asumir dos direcciones. Una hacia afuera, hacia los que no son creyentes, para anunciar el Evangelio. Es la dimensión misionera de la evangelización. Otra hacia dentro, dirigida a los propios creyentes, para fortificar y personalizar su fe. Es la autoevangelización.28
a) Una
evangelización misionera centrada en
27. Lo esencial de la evangelización es la buena noticia que propone el Evangelio. Jesús, «el primer evangelizador» (EN 7), vino al mundo para anunciar un mensaje nuevo y desconcertante: «El Reino de Dios está cerca» (Mc 1,15).
Jesús anuncia que Dios entra en la vida de
los hombres como una realidad viva y misteriosa, que les concierne
definitivamente y les trae la verdadera salvación.29 A un
mundo creado por Dios, pero esclavizado por el pecado, el Evangelio anuncia la
liberación que se le ofrece en Cristo, crucificado y resucitado (cf. GS 2). Lo
que la evangelización anuncia es la oferta de un don. Este don, salvador y
reconciliador, es como una semilla fecunda que el hombre, con su esfuerzo y
compromiso, debe hacer fructificar. El anuncio misionero del Evangelio al mundo
lo realiza
... y en la solicitud por el hombre
28. La evangelización misionera, al
transmitir fielmente
La evangelización misionera tiene en los
pobres a sus primeros destinatarios y a la pobreza humana como el fenómeno
social por el que el Evangelio juzga al mundo y condena su pecado.31
Esto implica que el mensaje social del Evangelio, transmitido por
Rasgos concretos de la evangelización misionera
29. Una evangelización misionera podría caracterizarse, hoy, por:
- Una mayor abundancia y calidad de signos, tanto personales como institucionales, en favor de la persona y, muy en concreto, de los enfermos, pobres y marginados.32
- La potenciación de aquellas asociaciones y movimientos cuyo objetivo apunta, fundamentalmente, a la transformación de las estructuras de la sociedad y al primer anuncio del Evangelio en el mundo de los increyentes y alejados de la fe.
- El cuidado esmerado de aquellos espacios en los que puede desarrollarse un diálogo entre la fe y la cultura.33
- La presencia testimonial, y en lo posible asociada, de los creyentes en la vida pública, esforzándose por hacerse presentes en aquellos ámbitos donde se gestiona la marcha de la sociedad.
b) Una evangelización al interior de la comunidad cristiana
30. Esta evangelización misionera
dirigida al mundo contemporáneo, a los que no son creyentes, está exigiendo «al
mismo tiempo» una evangelización hacia dentro, dirigida a los propios creyentes.
«La evangelización de los no creyentes presupone la autoevangelización de los
bautizados» (Sínodo 1985, II 8,2).34 Los logros y dificultades de la
civilización actual, en efecto, no sólo son un desafío lanzado a
Algunos rasgos de esta evangelización interior a la comunidad cristiana...
31. Una evangelización al interior de la comunidad cristiana, hoy, parece que debería privilegiar, entre otras, las siguientes acciones:
- Una iniciación o reiniciación cristiana de aquellos adultos cuya fe no esté suficientemente fundamentada, ofreciéndoles la posibilidad de participar en una catequesis sistemática de inspiración catecumental.
- Una atención muy cuidada a los encuentros ocasionales con los alejados de la fe que acudan a la comunidad cristiana con motivo de algún acontecimiento religioso. Tanto la acogida como los encuentros y la celebración religiosa deben estar impregnados de un talante misionero.
- La capacitación de cristianos, hombres y mujeres, que puedan acompañar «individual o colectivamente» en los primeros pasos de la fe a aquéllos que, desde la increencia, se acercan a la comunidad cristiana en actitud de búsqueda.
- Pequeñas comunidades, tanto de adultos como de jóvenes, al interior de las parroquias que acojan y acompañen a los adultos y jóvenes, respectivamente, que estén siguiendo procesos catequéticos.
- Dotar a los agentes de pastoral de una hondura religiosa, una fina conciencia y sensibilidad social y un audaz espíritu eclesial y apostólico.
... en la que la catequesis de adultos aparece como acción fundamental
32. En esta evangelización al interior de
la comunidad cristiana, en la que varias acciones pastorales están implicadas,
la catequesis de adultos tiene un papel fundamental, y a ella se han de dedicar
los mejores recursos en hombres y medios. En esta reflexión nos vamos a centrar
en ella. En nuestros días
Una llamada a la esperanza
33.
Con la nueva evangelización
II.
34. La situación cultural actual pide una nueva evangelización y, dentro de ella, la catequesis de adultos es tarea necesaria y urgente. Es conveniente precisar bien el papel que le corresponde desempeñar. Por eso, antes de analizar por dentro sus características, se debe ver cómo se relaciona con otras acciones pastorales:
- En este capítulo se desea mostrar cómo se ubica dentro de la totalidad del proceso evangelizador.
-
Posteriormente, en el capítulo
tercero, se verá cómo se sitúa dentro del conjunto de la acción catequizadora de
- Finalmente, en el capítulo cuarto, se tratará de relacionar la catequesis de adultos con otras formas de educación en la fe, dirigidas también a los adultos: la homilía, la formación cristiana en movimientos y asociaciones, la enseñanza de la teología a los laicos...
35. Lo que de inmediato interesa es tratar de ubicar bien a la catequesis de adultos dentro del proceso evangelizador.38 «La catequesis es uno de los momentos en el proceso total de la evangelización» (CT 18). El momento cultural que vivimos, marcado por la secularización de la vida social, ha dejado patente una gran diversidad de niveles de fe en los adultos. Desde el ateísmo y la indiferencia religiosa hasta el cultivo ardiente de la fe, el abanico es grande. Se constata, sin embargo, que, muchas veces, las ofertas pastorales que se hacen a los adultos no son las más adecuadas al nivel de fe en que se encuentran. Nuestra acción evangelizadora debe diversificarse más. Sin pretender, ni mucho menos, planificar toda la acción evangelizadora, sí deseamos delimitar el lugar que, en ella, corresponde a la catequesis de adultos. Con ello se podrá clarificar mejor el carácter propio de ésta y quiénes son sus verdaderos destinatarios.
A) La evangelización, un proceso por etapas
La evangelización es un proceso rico y complejo...
36. La evangelización es una realidad
rica, compleja y dinámica. Es imposible captar toda su riqueza si no sabemos
abarcar, en mutua fecundación, sus elementos esenciales. «La evangelización es
un proceso complejo con elementos variados: renovación de la humanidad,
testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad,
acogida de signos, iniciativas de apostolado» (EN 24).39 Partiendo de
esta concepción teológico-pastoral, la evangelización abarca el conjunto de
acciones que
... que se desarrolla gradualmente
37. La evangelización no sólo es
compleja, por la diversidad de elementos que encierra, sino dinámica, porque se
desarrolla de modo gradual. «Solamente de modo gradual es como (
Las etapas de la evangelización
38. «La evangelización está estructurada en etapas o fases sucesivas. La evangelización tiene momentos esenciales y diferentes entre sí, que es preciso abarcar conjuntamente en la unidad de un único movimiento» (CT 18). Las etapas de la evangelización son: «La acción misionera, que, dirigida a los no creyentes y alejados de la fe, trata de suscitar en ellos la fe y conversión iniciales». La acción catequética, que, dirigida a los que han optado por el Evangelio, trata de conducirles a una confesión adulta de la fe. La acción pastoral, que, dirigida a los fieles de la comunidad cristiana ya iniciados en la fe, trata de que crezcan continuamente en todas las dimensiones de la misma.43 Este orden paradigmático, propio de los países de misión,44 no se desarrolla entre nosotros de manera lineal y simple. Los problemas de la evangelización en un país de antigua tradición cristiana, como es el nuestro, no pueden ser equiparados «sin más» a los de un país de misión. Entre nosotros las cosas son más complejas y exigen una originalidad propia en la manera de abordarlas. A pesar de ello, este orden paradigmático debe ser, también para nosotros, punto de referencia en el que inspirarnos, ya que el proceso de maduración de la fe tiene en todas partes una lógica interna que debemos respetar.45
Una nueva evangelización integral y diversificada
39. La nueva evangelización que hoy nos
pide
B)
La acción misionera, punto de arranque de la evangelización
40. La acción misionera se sitúa en el
despertar del proceso de la fe, en el mundo de los no creyentes. Es la acción
típicamente evangelizadora y donde, por tanto, se juega el reto y la capacidad
apostólica de una comunidad cristiana. «Tengo otras ovejas que no son de este
aprisco, y es preciso que Yo las traiga y oirán mi voz» (Jn 10,16). Acción
misionera es todo lo que
- el primer anuncio, que trata de suscitar el interrogante y la simpatía por la fe cristiana, y
- la precatequesis, que, partiendo de ese interés primero, trata de lograr, con la ayuda de la gracia, la fe y conversión iniciales.
El primer anuncio: mensaje y objetivo
41. El primer anuncio que el creyente hace al no creyente a través de su vida y su palabra, en lenguaje vital y experiencial, debe comunicar «de una u otra forma» el siguiente mensaje: «En Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres como don de la gracia y de la misericordia de Dios» (EN 27).47 El primer anuncio debe ir acompañado, por parte de los creyentes, de signos que testimonien que ese mensaje ha sido asumido vivencialmente por ellos. Se trata, sobre todo, de signos morales, correspondientes a una vida penetrada por las bienaventuranzas, el mandamiento nuevo y los valores del Reino. Han de tener un carácter interpelador, que suscite preguntas.48 «Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían» (Hch 2,43). Este primer anuncio persigue suscitar interrogantes e inquietudes en los no creyentes, y una simpatía e interés hacia la fe. «¿Qué es esto?». «Una doctrina nueva y revestida de autoridad» (Mc 1,27). El misionero, de algún modo, termina su labor con el increyente cuando se pone en contacto con una comunidad cristiana, a la puerta de la institución catequizadora: «Y le llevó donde Jesús» (Jn 1,42). El paso de esta inquietud inicial a la adhesión firme por el Evangelio es, normalmente, un trabajo más lento, que se realiza por medio de la precatequesis.
Destinatarios del primer anuncio
42. Los destinatarios del primer anuncio
del Evangelio son todos aquellos que, por una u otra causa, no conocen o no
viven
Urgencia del anuncio misionero del Evangelio
43. En nuestro contexto cultural la
increencia y la indiferencia han ganado terreno. No podemos actuar como si nada
hubiera pasado. Se ha generado, por causas diversas, una cultura impregnada de
increencia e insolidaridad: «En nuestro mundo hay fuertes fermentos de ateísmo e
indiferencia religiosa» (TDV 21). El anuncio misionero es urgente entre
nosotros. Es el componente más propio y original de la evangelización de
Todos los creyentes, responsables del anuncio misionero
44. Toda la comunidad cristiana es responsable de la acción misionera. «Su vida íntima no tiene pleno sentido más que cuando se convierte en testimonio y provoca la admiración y la conversión» (EN 15). Hay muchos modos de anunciar el Evangelio, unos más al alcance que otros, pero a ningún cristiano le está impedido el testimoniar y comunicar su propia fe. Las relaciones de vecindad, de trabajo, de tiempo libre... son una oportunidad para ello52. «En el fondo, no hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe» (EN 46). Es necesario que las comunidades cristianas alienten y preparen a los cristianos más dispuestos para asumir, de manera organizada, el mandato evangelizador de Jesús: «Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda criatura» (Mc 16,15). Algunas experiencias de esta evangelización directa ya se están llevando a cabo. Hay que volver a recuperar la confianza de esta acción directa, de persona a persona, que ciertamente exige en ciertos momentos una mayor sencillez y audacia en el propio testimonio. Los encuentros presacramentales, con personas alejadas de la fe, son también ocasión propicia para realizar este primer anuncio. Las instituciones o movimientos dedicados al anuncio del Evangelio (misiones populares, cursillos de cristiandad...) tienen, también, una importante aportación que ofrecer. En general, la acción pastoral de nuestras comunidades debe quedar toda ella teñida por esta inquietud misionera: la forma de acoger a las personas, la encarnación en los problemas de la gente, la liturgia con mayor sabor misionero, las catequesis con mayor inspiración catecumenal... La preocupación por la misión debe estar profundamente grabada en el corazón de la comunidad cristiana.
C)
Gracias a la catequesis, el kerigma evangélico, «primer anuncio lleno de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe se profundiza poco a poco y se desarrolla en sus corolarios implícitos» (CT 25).
La catequesis, una etapa de la evangelización
45. La catequesis es una etapa de la
evangelización53 que trata de conducir hasta la adultez en la fe a
quienes han optado por el Evangelio o se encuentran deficientemente iniciados en
la vida cristiana.54 La acción catequética está tan unida a la acción
misionera, fundamentando básicamente lo que allí se inició, como a la acción
pastoral, que continuará madurando esta formación básica.55 El hecho
de que la catequesis sea puente entre la acción misionera y la acción pastoral
tiene grandes repercusiones en la praxis evangelizadora de las comunidades
cristianas. No debe ser considerada como una actividad pastoral más, entre otras
muchas, que una comunidad puede darse. Es una etapa por la que, en el
crecimiento de la fe, todo cristiano debe pasar. «En
La catequesis, hoy, suscita y hace madurar la fe
46. La catequesis supone, de suyo, la adhesión global al Evangelio de Jesucristo. Lo que hace, de por sí, es tratar de que madure esa adhesión inicial. En los momentos actuales, sin embargo, muchos adultos acceden a la catequesis sin esa condición previa. Por eso: «La catequesis debe a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquéllos que están aún en el umbral de la fe» (CT 19).56 De esta forma, en los tiempos actuales, la catequesis asume dos funciones: «Comienza por un primer momento de búsqueda, a modo de precatequesis, de corte misionero,57 destinado a propiciar la adhesión por el Evangelio: “El anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es escuchado, aceptado, asimilado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón”» (EN 23). «Continúa con un segundo momento, más propiamente catequético, destinado a favorecer que la conversión inicial vaya madurando58 hasta convertirse en una adulta confesión de fe: “La catequesis es esa forma peculiar del ministerio de la palabra que hace madurar la conversión inicial del cristiano hasta hacer de ella una viva, explícita y operante confesión de fe”» (CC 96).
Estos dos momentos de la catequesis se sitúan en el caminar normal del hombre que, tocado por la acción del Espíritu, marcha hacia el encuentro con Dios. La catequesis ayuda al hombre a dar los primeros pasos en ese caminar que, por cierto, le ocupará toda la vida.59
Destinatarios de la catequesis de adultos...
47. Entre los adultos que tienen necesidad de catequesis cabe destacar dos tipos de destinatarios bastante diferentes: los que vienen de la increencia y la indiferencia y los que, vinculados a la comunidad cristiana, necesitan una sólida fundamentación de su fe:
a) Los primeros son aquellos adultos que, por una u otra razón, han vivido largo tiempo alejados de la fe, pero que, en un momento dado, como consecuencia de algún encuentro, acontecimiento, anuncio evangélico... que les ha impactado interiormente, sienten verdadero interés por acceder a un sentido cristiano de vivir. Estos primeros destinatarios de la catequesis son los mismos del primer anuncio,60 desde el momento que nace en ellos una verdadera inquietud por el Evangelio que les lleva a plantearse en serio la cuestión religiosa en sus vidas.
b) Son también destinatarios de catequesis aquellos adultos que, manteniendo una vinculación habitual con la comunidad cristiana, se encuentran «sin embargo “deficientemente iniciados en la fe”». Entre ellos observamos, por ejemplo, a «personas de buena voluntad, practicantes asiduos de nuestras parroquias, pero con una vivencia de fe más bien infantil y poco adulta».61 A adultos que, contentándose con formas de religiosidad popular, no se han visto alentados a caminar hacia una verdadera adhesión personal a Jesucristo.62 A creyentes que, junto a rasgos verdaderos de fe, presentan creencias y valores ajenos a la vida cristiana.63 A cristianos que reconocen serias lagunas en su formación y, siendo conscientes de necesitar una más seria fundamentación en la fe, se manifiestan insatisfechos de su vida cristiana. Cabe incluir a veces, incluso, a bastantes agentes de pastoral. A necesitados de un proceso iniciatorio o de llenar serias lagunas de su iniciación.
48. La catequesis con estos dos tipos de destinatarios adquiere acentos distintos, pues su situación cara a la fe no es la misma. En el primer caso, la catequesis se acerca a un proceso propiamente iniciatorio, y a esos adultos los podemos considerar como «verdaderos catecúmenos» (CT 44). En el segundo caso, la catequesis asume, más bien, tareas de reiniciación o, en su caso, de completar una iniciación aún no terminada.64
En general, los destinatarios de la
catequesis de adultos son aquéllos que, mostrando interés por el Evangelio,
carecen «sin embargo» de una experiencia de encuentro gozoso con Jesucristo, una
síntesis orgánica y significativa del contenido de la fe, un suficiente
conocimiento y manejo de
La renovación de la catequesis de adultos está vinculada a la intensificación de la acción misionera
49. Una mirada atenta a los grupos actuales de catequesis de adultos hace ver que éstos no están compuestos mayoritariamente por los destinatarios, de uno y otro tipo, que acabamos de describir, sino por creyentes ya básicamente iniciados en la fe. Vemos en ellos a muchos laicos «y hasta a religiosos y sacerdotes» con la fe suficientemente fundamentada y que, acaso, lo que buscan es, más bien, una comunidad referencial de apoyo. Quizá nos ha sido más fácil organizar grupos de catequesis de adultos con los cristianos mejor dispuestos que emprender el esfuerzo de dirigirnos a quienes realmente necesitan la catequesis. Esta situación está denotando la insuficiencia de nuestra acción misionera y la incapacidad de anuncio y convocatoria entre los verdaderos destinatarios de la acción catequética. Si en una parroquia falla la acción misionera, se recortan las posibilidades de poder contar con una catequesis de adultos estable. Si sólo atendemos a los cristianos habituales «y sobre todo a los que están mejor dispuestos y más cercanos a nosotros» es posible que se pongan en marcha algunos grupos de adultos, pero la demanda tenderá a desaparecer. La dinámica del proceso evangelizador «en el que participa la catequesis» tiene que arrancar desde su raíz, que es la acción misionera: «Es imposible la renovación catequética si no es sobre la base de una evangelización misionera profunda» (CC 45).66
D)
«Susciten tales comunidades de fieles que, viviendo conforme a la vocación con que han sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado: sacerdotal, profética y real» (AG 15).
Necesidad de una comunidad que ayude a los catequizandos a continuar madurando en la fe
50. La catequesis es sólo un trabajo de
fundamentación. Se limita a poner las bases de la vida cristiana en los adultos.
La madurez que deseamos ver en los fieles va más allá de lo que puede producir
un proceso catequético, por intenso y prolongado que éste sea. Se necesita, por
tanto, una comunidad viva que acoja a los recién catequizados para continuar
sosteniéndoles y formándoles en la fe. «La catequesis corre el riesgo de
esterilizarse si una comunidad de fe y vida cristiana no acoge al catecúmeno en
un ambiente donde pueda vivir con la mayor plenitud posible, lo que han
aprendido» (CT 24). La comunidad cristiana cuenta para ello con muchos medios
para educar en la fe67 y alimentar la vida cristiana. Ya las
primitivas comunidades nos hablan de la instrucción en
Objetivo y destinatarios de la acción pastoral
51. La acción pastoral se compone de
todas aquellas iniciativas que una comunidad cristiana realiza con los fieles,
es decir, con los ya iniciados70. Estas iniciativas se encaminan
tanto a seguir educándoles en la fe como a hacer de ellos miembros activos de la
vida y misión de
No hay comunidad viva sin catequesis de adultos
52. La catequesis necesita de la
comunidad, pero, a su vez, no hay comunidad cristiana viva sin catequesis de
adultos. En el momento cultural que vivimos, en el que la secularización afecta
al cristianismo por dentro, se precisa una nueva evangelización no sólo de los
creyentes aisladamente considerados, sino de las comunidades cristianas en
cuanto tales. En esta tarea de renovación comunitaria de nuestras parroquias, la
catequesis de adultos desempeña un papel decisivo, ya que asegura los
fundamentos de la vida cristiana de los fieles. Una comunidad sin cristianos
adultos en la fe es una comunidad desvitalizada: necesita del alimento de la
catequesis no sólo para que sean cada vez más los miembros que participen
activamente en la vida de la comunidad, sino para recuperar en ella un tono
evangélico y comunitario que, en gran parte, se ha diluido. «La catequesis está
íntimamente unida a toda la vida de
E)
Prioridad de
«En este final del siglo XX, Dios y los
acontecimientos, que son otras tantas llamadas de su parte, invitan a
53. Definir la prioridad de una acción eclesial sobre otras es un tema delicado y complejo. Sobre todo si otorgamos a la prioridad los dos sentidos que parece tener: prioridad en el tiempo, cuando una acción debe ser desarrollada antes que las otras; y prioridad en medios, cuando una acción debe ser dotada con más personal y medios materiales que otras. No es evidente que, enfocado así el problema, la catequesis de adultos sea prioritaria en la evangelización:
- En una época como la nuestra, marcada por el proceso de una secularización creciente, en la que la increencia y la insolidaridad abundan, parece que lo prioritario es la acción misionera.
- Por otra parte, ese proceso secularizador afecta a la vida misma de la comunidad cristiana y a su interna exigencia de ser luz y sal para el mundo de hoy. Una acción pastoral que potencie nuestras comunidades sería, desde este aspecto, lo prioritario.
Por tanto, a primera vista, la acción misionera hacia la increencia y la acción pastoral hacia la comunidad parecen ser, hoy, lo realmente prioritario.
Una prioridad referida a las otras acciones evangelizadoras y potenciadora de las mismas
54. Por ser verdad la urgencia de esta doble tarea, la catequesis debe tener, al menos, una prioridad referida. La catequesis de adultos es, hoy, prioritaria en la evangelización precisamente para intensificar la acción misionera y la acción pastoral.
Es así como Juan Pablo II, en Catechesi
tradendae, enfoca la cuestión, al preguntarse «por el lugar mismo de la
catequesis en los proyectos pastorales de
55. Lo que, en una palabra, nos quiere
decir
Entendida así la prioridad de la
catequesis de adultos, no se trata de reclamar para ella un puesto preeminente
en la evangelización, como si fuera lo único importante. Las grandes acciones
evangelizadoras han de estar todas presentes, cada una respondiendo en su
intensidad a la realidad correspondiente. La nueva evangelización (misionera,
catequética y pastoral) ha de activar todos sus elementos. Sólo en función de
ello es importante la catequesis: «
Conclusión
56. Hemos tratado de situar a la
catequesis de adultos dentro del proceso evangelizador. En los momentos
actuales, en los que
III.
oferta catequizadora de
57. Habiendo tratado de ubicar a la
catequesis de adultos en el proceso evangelizador, se trata, ahora, de situarla
dentro del conjunto de la acción catequizadora que
A) La catequesis de adultos, forma principal de catequesis
«La catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan» (DGC 20). «La catequesis de adultos es la forma principal de la catequesis, porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada» (CT 43).
Una triple oferta catequizadora
58. Dentro de la oferta catequizadora de
a) Un proceso de iniciación
cristiana, unitario y coherente,73 para niños, adolescentes y
jóvenes, estructurado por los sacramentos de iniciación y la educación en la fe.
«Este proceso lento de educación cristiana hacia la madurez aparece, así,
estructurado por el Bautismo, por la educación en la fe realizada en el seno de
la familia, por la enseñanza religiosa escolar, por períodos intensivos de
formación estrictamente catequética realizados en la comunidad cristiana, por la
celebración “en el momento más oportuno” de
59. b) Un proceso catequizador
para adultos, ofrecido a todos aquellos cristianos que necesiten fundamentar su
fe. De él nos ocupamos en toda nuestra reflexión.76 Normalmente, la
catequesis de adultos «entre nosotros» se realiza con cristianos que ya han
recibido los sacramentos de la iniciación cristiana, pero que necesitan
completar esta iniciación con la formación catequética adecuada. Es frecuente,
entre nosotros, el caso de adultos que no han recibido el sacramento de
El momento cultural que vivimos hace prever que este número irá en aumento. Estas necesidades reclaman la instauración efectiva del catecumenado.77 De cualquier forma, la catequesis de adultos desarrolla una tarea iniciatoria y está internamente referida a los sacramentos de la iniciación cristiana.
60. c) Un proceso catequizador
para los mayores, ofrecido a aquellos cristianos que, al abrirse a esta tercera
«y definitiva» fase de la vida humana desean, acaso por primera vez, poner
sólidos fundamentos a su fe, para poder vivir con plenitud cristiana este
período «muchas veces largo todavía» de la vida. La catequesis de los mayores
es, pues, una catequesis para la vida, no para la muerte.78 Debe
situarse, por tanto, al comienzo de esta etapa vital, en torno a los sesenta y
cinco años, la edad de la jubilación. El hecho de que la catequesis en estas
edades tenga su propia originalidad no significa que los mayores queden al
margen de la vida ordinaria de la comunidad cristiana. Al contrario, deben
integrarse totalmente en ella para poder aportar la sabiduría de una fe depurada
por tantos años de vida. Los mayores tienen la responsabilidad de ser memoria de
la herencia cristiana, ya que tienen una receptividad especial para entender el
lenguaje y los signos del universo cristiano. «Sin duda sería un grave daño para
Todo bautizado tiene derecho a la catequesis
61. Estos tres procesos, dirigidos a las
grandes etapas del ciclo vital humano, «cada una con sus propios períodos»,
deben ser parte integrante de la oferta catequizadora de toda Iglesia
particular. Corresponden al derecho de todo bautizado a recibir una educación
básica de su fe, acomodada a su situación: «Todo bautizado, por el hecho mismo
de su Bautismo, tiene el derecho de recibir de
La catequesis de adultos, principio organizador de una oferta coherente de catequesis
62. Los diversos procesos catequizadores
de
63. Los adultos son, además, el eje
gravitatorio de la acción de
a) La edad adulta es la edad de las opciones fundamentales. Por ello, son los adultos «los que tienen la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada» (CT 43).81
La conversión al Evangelio es más honda en aquellas personas que se enfrentan a experiencias y situaciones decisivas, esto es, en los adultos. El adulto, como persona que ha realizado en su vida abundantes proyectos, unos alcanzados y otros fracasados, y que camina portando en su mano las preguntas fundamentales de la existencia, es quien mejor puede comprender y aceptar el carácter salvífico de la fe cristiana.82
b) La catequesis de adultos es la
forma principal de catequesis, también, «porque está dirigida a las personas que
tienen las mayores responsabilidades» (CT 43) en
c) Hoy, como siempre, los modelos
de identificación son necesarios para la juventud. El joven y, sobre todo, el
adolescente y el niño son personas en crecimiento, en búsqueda, y necesitan
mirarse en el adulto, sobre todo en los más cercanos a sus vidas.85
d) La perplejidad en que hoy se hallan sumidos muchos adultos ante la celeridad de los cambios de ideas y valores es, también, una razón para hacer de la catequesis de adultos la tarea catequizadora principal. Las nuevas generaciones, nacidas en la vorágine del cambio social, no tienen tan honda la sensación de la conmoción de unos valores hasta ahora firmemente anclados en la mentalidad social. Estos adultos creyentes, problematizados en su fe, requieren una atención urgente en la acción catequizadora, para procurarles lucidez, armándoles así para que puedan hacer frente a las embestidas de una sociedad secularizada.87
«Conviene reiterar la catequesis»
64. La catequesis orgánica, como elemento
constitutivo de la iniciación cristiana, desarrolla un proceso de fundamentación
de la fe. En rigor sólo será necesaria cuando falte esa fundamentación. Si la fe
se mantiene sólida en el paso de una etapa vital a otra, lo que necesita el
cristiano son otras formas de educación en la fe, distintas y ulteriores a la
catequesis. Lo ideal sería que el proceso iniciatorio sólo se produjera una vez.
Si un joven llega al umbral de la edad adulta, en torno a los veinticinco años,
con una fe bien fundamentada, propiamente no necesita la catequesis de adultos,
sino otros elementos sólidos que le ayuden en su permanente maduración en la fe.
En ese mismo caso se encontrarían los que acceden a la tercera edad con una fe
bien enraizada. A ambos casos podríamos aplicarles la recomendación de
Urgencia de la catequesis de adultos
65. El objetivo pastoral de una juventud
cristiana bien iniciada en la fe hay que mantenerlo. Se impone avanzar hacia la
consecución de un proceso de iniciación cristiana para las primeras edades que
sea capaz de que el mayor número posible de jóvenes acceda a la vida adulta con
una fe adulta. El realismo pastoral nos dice, sin embargo, que muchos jóvenes no
recorrerán todo ese largo proceso iniciatorio de infancia, adolescencia y
juventud. Una gran mayoría de jóvenes y adultos cristianos carecen, hoy en día,
de una fe bien asentada. No es posible, ordinariamente, en una época de crisis
cultural como la nuestra, poder vivir en cristiano con una base adquirida sólo
en la infancia, e incluso en la adolescencia. Este hecho reclama, con urgencia,
la organización seria de la catequesis de adultos en nuestras Iglesias
particulares: «Habría que caminar hacia proyectos catequéticos (con adultos) más
organizados y sistematizados, de una seriedad no menor que la que utilizamos con
los niños y los jóvenes, superando una catequesis de adultos un tanto diluida y
poco estructurada (CC 239). A pesar de esta urgencia, son muchas aún las
diócesis en las que la catequesis de adultos no es una realidad cuajada. Incluso
en aquéllas que parecen haberlo hecho se reduce, muchas veces, a experiencias
sueltas. Son raras las parroquias donde la catequesis de adultos es una realidad
estable y continua. Por eso, «no es excesivo afirmar que la existencia de
auténticas catequesis para adultos es todavía una gran laguna en la pastoral de
B) Dificultades y posibilidades para la catequesis de adultos, hoy
66. Si la catequesis de adultos no ocupa en la realidad pastoral de las comunidades cristianas la importancia que la evangelización requiere no es porque los responsables de dichas comunidades no lo deseen. Lo que sucede es que hay varios condicionantes que hacen difícil la catequización de los adultos, unos venidos de la mentalidad y funcionamiento pastoral de nuestras comunidades y otros procedentes del propio adulto.
Respecto a los primeros, existe el miedo a lanzarse a una nueva experiencia pastoral, y más cuando no está aún suficientemente definida. Cuenta, también, mucho el peso de la historia que tiene la catequesis tras de sí. Todavía hablar de catequesis es pensar que se trata de una cosa de niños y que se reduce al libro del catecismo. Otro condicionante es el tiempo que la catequesis de adultos requiere en quienes tratan de organizarla. Muchos responsables de la pastoral están ya muy absorbidos por la atención a las múltiples acciones habituales, que reclaman prácticamente todo su tiempo. Están también las dificultades que manifiestan los laicos para asumir la tarea de ser catequistas de adultos. Es normal, en las presentes circunstancias, que consideren más fácil catequizar a niños e, incluso, a jóvenes. Todos estos condicionantes son, sin embargo, superables cuando existe la voluntad pastoral de otorgar a la catequesis de adultos el lugar y la importancia que tienen en la evangelización. El problema mayor viene del adulto mismo. La catequesis de adultos encierra «en este sentido» especiales dificultades, que no se dan, al menos con la misma intensidad, en la catequesis de las otras edades. Sin embargo, junto a ellas, aparecen también grandes posibilidades, propias del adulto, en las que debemos apoyarnos. Es conveniente que evoquemos unas y otras.
B.1. Dificultades del hombre de hoy para ser catequizado
«Por mi propia voz he lanzado la red durante las fiestas de Epifanía y todavía no he recogido nada» (S. Ambrosio, Exp. in Lc 5,76).
Acendrado individualismo
67. En el adulto actual se da un fuerte deseo de independencia respecto al control social del medio circundante. El sueño de muchos es poder vivir en el anonimato de la gran ciudad y tener una casa en el campo donde poder evadirse. Como todos necesitamos superar el aislamiento y sentirnos apoyados en nuestras opiniones, el adulto tiende a buscar relaciones y un grupo de amigos con un código de ideas semejante al suyo. Esto le supone un descanso en las tensiones diarias. Por el contrario, es mucho más reacio a una dinámica comunitaria que venga a poner en tela de juicio sus opiniones y estilo de vida. De ahí que, en principio, no acoja con simpatía la oferta de una catequesis en la que ha de encontrarse con hombres y mujeres desconocidos, con actitudes diferentes ante la vida, y donde, por tanto, va a sentirse interpelado interiormente88. La catequesis de adultos puede, sin embargo, abrirle a la experiencia de una verdadera fraternidad, que todo hombre «en el fondo» desea.89
Una vida cargada de tensión
68. La cultura moderna trae consigo, sobre todo en las grandes ciudades, una gran carga de tensión. El adulto tiene, muchas veces, una sensación de agobio. Experimenta la necesidad de relajarse y divertirse. Quiere liberarse de esa tensión y descargar la agresividad acumulada. Para ello busca el apoyo de una tertulia de amigos, de unos programas ligeros de televisión, de la evasión de los fines de semana... Incluso en el ámbito familiar tiene miedo, muchas veces, de plantear con hondura sus problemas. La comunicación en profundidad con los suyos se hace, entonces, difícil. En este contexto, el adulto es reacio a las reuniones metódicas y sistemáticas de catequesis, que van a suscitar en él un buen número de interrogantes. Juzga que su vida está ya suficientemente problematizada. La experiencia nos dice, no obstante, que la catequesis representa para el hombre problematizado un medio de liberación personal y una oportunidad para adquirir la ilusión y el vigor necesarios para una vida de por sí conflictiva.
Polarización de los primeros años de vida adulta
69. El adulto joven, de veinticinco-cuarenta años, está atraído por diferentes centros de interés. Durante los primeros años de matrimonio se polariza en la vida de la pareja, en la construcción del hogar, en el crecimiento y problemas de sus hijos, en la mejora de la situación económica... Su vida parece contar con suficientes motivaciones para llenarle. Sólo cuando ha superado este primer momento le sobrevienen otros interrogantes. Sus hijos comienzan a independizarse, le plantean cuestiones y preguntas que le sobrepasan... Comienza, entonces, a mirarse más a sí mismo, a preguntarse por cosas no tan inmediatas, a enfrentarse «acaso» con el hecho religioso... La catequesis apunta, en lo posible, al adulto joven, cuando aún no se ha hecho a un estilo de vida estable y cristalizado. Al abrirse a las responsabilidades de la vida adulta, el Evangelio puede motivarle con perspectivas plenificantes, que coloreen con tintes cristianos todos sus planteamientos.90
Minusvaloración de la catequesis
70. Muchos adultos cristianos no valoran la catequesis ni intuyen lo que les puede aportar. Piensan que es cosa de niños o que se limita a transmitir los conceptos fundamentales de la doctrina cristiana y ellos ya se consideran suficientes conocedores del hecho cristiano. Se diría que están «vacunados» para poder aceptar una oferta ya conocida. En esto consiste, precisamente, una de las grandes dificultades de la catequesis de adultos: en hacer descubrir a esas personas la novedad de la oferta evangélica y la renovación profunda que aporta a la vida de una persona. «La catequesis sólo se despliega sobre la base de ese descubrimiento gozoso» (CC 45).91 También ocurre que el hombre, en general, es más reacio a la catequesis de adultos que la mujer. De hecho, un porcentaje elevado de los que asisten a los grupos de catequesis está constituido por mujeres.
Dificultades en pequeñas poblaciones...
71. La catequesis de adultos es una experiencia pastoral localizada, fundamentalmente, en zonas urbanas. En las aldeas y pueblos pequeños aparecen dificultades, muy peculiares, para poder realizarse. La escasa densidad de población obliga a que los grupos de adultos tengan carácter interparroquial. Esto supone superar problemas de distancias de un pueblo a otro, la circulación nocturna... Por otra parte, el corto número de habitantes hace que la relación de los vecinos sea muy cerrada, con un gran control de unos sobre otros. Cualquier iniciativa que cree diferencias es mal acogida. Se comprende que los responsables pastorales de estas comunidades se muestren muy sensibles a todo riesgo de división y no acierten a abordar esta problemática. La catequesis de adultos en las poblaciones rurales debe saber encontrar una dinámica propia. Evitando estos escollos, la base humana que se da en esas gentes puede dar pie a experiencias muy ricas de vida grupal.
... y en los grupos humanos super o subdesarrollados
72. Hay dos situaciones que dificultan a
los adultos el acceso en profundidad a la catequesis: son aquéllas en que viven
excesivamente preocupados bien por la riqueza, bien por la supervivencia. Ambas
situaciones afectan a la libertad interior necesaria para emprender un proceso
de conversión. Los primeros temen que una confrontación honesta con el Evangelio
les interpele en su cómoda actitud y les invite a compartir sus bienes con los
pobres. En ellos se hacen realidad las palabras de Jesús: «No podéis servir a
Dios y al dinero» (Mt 6,24). Los segundos, atrapados por la necesidad, no pueden
dedicarse a otra cosa que no sea la lucha por sobrevivir. «Grandes masas de
creyentes no pueden acceder a una formación religiosa mediante la catequesis, a
causa de un subdesarrollo que no concede tregua y sofoca, de hecho, el
sacrosanto derecho de los pobres a ser evangelizados» (Consejo
Internacional para
B.2. Posibilidades de los adultos, hoy, para la catequesis
Búsqueda de sentido a la existencia
73. El hombre de hoy, como el de siempre, busca ardientemente un sentido a su existencia. La cultura actual ha vaciado, en buena parte, su espíritu y le ha hecho superficial. Esto le ha producido un vacío interior que pide ser llenado, como lo refleja «entre otros intentos de búsqueda» el retorno a lo sagrado que se detecta.92 La catequesis de adultos tiene en esta inquietud del hombre una posibilidad muy importante. No en vano uno de los elementos constitutivos del hecho religioso es ser dador de sentido, proporcionando al hombre una referencia interior que le ofrece una interpretación de la realidad social y le brinda una causa por la que entregarse. Uno de los mayores retos de la catequesis es, por tanto, mostrar que la fe es plenitud de lo humano e impulsa al hombre «hacia soluciones plenamente humanas» (GS 11).
Deseo de comunicación humana ante una honda soledad
74. Se hace consciente en muchos adultos una soledad honda, agravada por el sentimiento de una pérdida de valores que den consistencia a sus vidas. Muchos sociólogos creen ver aquí una de las razones de la proliferación actual de las sectas. La persona busca, entonces, lugares donde se den relaciones cálidas, de talla humana.93 Esta situación ofrece grandes perspectivas a la catequesis de adultos, ya que ésta ofrece una buena experiencia comunitaria. «Tratándose de adultos, el grupo puede ser considerado hoy como la condición de una catequesis que se proponga fomentar el sentido de la corresponsabilidad cristiana» (DGC 76). La catequesis trata, así, de suscitar la conciencia y la experiencia de una intercomunicación humana y solidaria. Cuando esto se logra se inicia «una magnífica experiencia de vida eclesial» (DGC 76).94
La necesidad de ritos, sobre todo en situaciones humanas densas en contenido
75. El hombre de hoy no se resigna a
vivir en la monotonía de una vida unidimensional. La persona es un ser que
siente la necesidad de ritos para expresar sus vivencias más profundas y para
festejar los grandes momentos de su existencia, como son el amor y el
matrimonio, el nacimiento de un hijo, el nombramiento para un cargo importante,
la muerte de un ser querido... Son situaciones densas en contenido humano, en
las que la persona se enfrenta más seriamente consigo mismo y llega a detectar
como un halo de misterio. Una gran mayoría de los adultos acude a
Preocupación por la educación de los hijos
76. La preocupación de los padres por la educación de los hijos es otra posibilidad que se abre a la catequesis de adultos. Muchas veces los padres se ven desbordados por la problemática y los criterios que observan en sus hijos. A veces sienten una honda responsabilidad por no haber sabido educarles bien. La ruptura generacional alimenta en muchos padres un sentimiento de culpabilidad. Sienten, entonces, la necesidad de una preparación moral y religiosa para poder situarse mejor ante sus hijos. La catequesis de adultos debe estar muy atenta a todas las iniciativas educativas que surgen en torno a esta problemática familiar y debe saber ofrecer sin ambigüedades a los padres la posibilidad de una seria fundamentación en la fe.97
La convocatoria a los adultos para la catequesis
77. La descripción de dificultades y
posibilidades que se acaba de hacer muestra que la catequesis de adultos es todo
un reto pastoral.
Lugares donde hacer la convocatoria para la catequesis
78. Son varios los lugares donde hacer esta convocatoria:
- Los encuentros presacramentales u otros encuentros ocasionales, que pueden tener lugar con motivo de la celebración de la muerte, la visita a un enfermo... son un ámbito idóneo para hacer el anuncio evangélico e invitar a iniciar un proceso de educación en la fe.
- La asamblea eucarística dominical, a la que acuden muchos adultos necesitados de un mayor enraizamiento de su fe, es otro lugar donde es necesario hacer la invitación a la catequesis. Hay que cuidar que esta convocatoria aclare bien a quién va dirigida realmente la catequesis.
- No se puede olvidar la más genuina forma de convocar, que es la invitación personal. Nadie mejor para invitar a otro a realizar un proceso catequético que el que está ya participando en él o lo ha terminado.
- Otro lugar de convocatoria lo constituye el campo de los agentes de pastoral de las parroquias. Muchos de ellos, como se ha dicho, necesitan fundamentar mejor su fe. Son, por tanto, un lugar indicado para convocarles a la catequesis, siempre que medie el necesario discernimiento para ver quién lo necesita realmente.
C) El catecumenado bautismal,
modelo de referencia de
«El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal, formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual» (Sínodo de 1977 sobre la catequesis, Mensaje al Pueblo de Dios [MPD] 8).99
El Catecumenado bautismal, modelo referencial para la catequesis
79. Dentro de la oferta catequizadora de
La catequesis de adultos está vinculada a los sacramentos de iniciación
80. Según ello, la catequesis de adultos
tiene siempre una referencia bautismal. La formación que debe impartir ha de ser
la adecuada, precisamente, para vivir el Bautismo de manera consciente y
responsable. La catequesis de
El Ritual de la iniciación cristiana de adultos y sus observaciones pastorales
81. El Ritual de la iniciación
cristiana de adultos [RICA] es el libro oficial de
Una diferencia fundamental entre el bautizado y el catecúmeno
82. Al tratar de que la catequesis de
adultos se inspire en el catecumenado bautismal hay que tener en cuenta una
diferencia fundamental: no se puede tratar al cristiano bautizado como si fuera
un catecúmeno. Ambos pueden necesitar «por igual» la catequesis, pero la
condición de uno y otro difiere en
83. Las dimensiones de fondo subyacentes al catecumenado bautismal han de inspirar también a la catequesis de adultos. Sólo las señalamos aquí, para desarrollarlas después a lo largo de nuestra reflexión:
- La dimensión teologal, subyacente al catecumenado y a la catequesis de adultos, no persigue otra cosa que vincular al hombre con Dios.
La meta, en uno y otro caso, es una confesión de fe adulta, la que corresponde y es inherente al Bautismo. Por ella, el creyente hace una entrega «plena y confiada» de su vida a Dios: «Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo».
- La dimensión pascual, por la que el catecúmeno y el bautizado descubren la vida nueva del Bautismo, pasan del hombre viejo al hombre nuevo y quedan «revestidos de Cristo» (Ga 3,27). Se les enseña a incorporarse a la misión liberadora de Jesús, a participar en su persecución y en su muerte y a esperar en la resurrección. «Conviene que toda la formación se caracterice por su índole pascual» (RICA 8).
-
La dimensión eclesial, por la
que
-
La dimensión antropológica que,
en uno y otro caso, nos muestra a
Algunos aspectos más concretos en los que la catequesis de adultos debe inspirarse
84. Junto a estas dimensiones de fondo, otros aspectos más concretos del catecumenado bautismal han de inspirar a la catequesis de adultos. Aquí, también, sólo los evocamos para desarrollarlos después:
- El catecumenado bautismal es iniciación integral a la vida cristiana. «Es formación y noviciado de toda la vida cristiana» (AG 14). La catequesis de adultos será, también, «iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana» (CT 21). Dentro de esta concepción de una catequesis abierta a todos los aspectos de la fe, hay que destacar estas dimensiones, inherentes a la formación catecumenal: la dimensión cognoscitivo-doctrinal, la ético-evangélica, la oracional-celebrativa y la testimonial-evangelizadora.
- La formación catecumenal es un tiempo «convenientemente prolongado» (AG 14) de educación. La duración del catecumenado bautismal ha de inspirar la de la catequesis con bautizados: «Por la misma razón que en el caso de los catecúmenos, la preparación de estos adultos (bautizados) requiere un tiempo prolongado» (RICA 296).
-
Asimismo, el carácter gradual
que configura la formación catecumenal debe inspirar a la catequesis de adultos:
«La formación de los catecúmenos se hace gradualmente» (RICA 4). El principio
educativo que nos presenta aquí
-
Los ritos y las celebraciones
son parte integrante del catecumenado bautismal. Lo que se enseña y se vive debe
ser celebrado. Por eso la celebración, tanto de
- El papel que la comunidad cristiana desarrolla en relación a los catecúmenos que se preparan al bautismo ha de inspirar, también, la relación de los cristianos maduros con los que están siendo catequizados: «Como a los catecúmenos, también a estos adultos debe ofrecer la comunidad de los fieles su ayuda con caridad fraterna» (RICA 298).
Conclusión
85. En medio de una cultura de increencia
e insolidaridad, es fundamental para
IV. Características de
86. Situada la catequesis de adultos en
el proceso evangelizador de
A) Características de la catequesis de adultos
La catequesis de adultos es un proceso
87. La catequesis facilita al adulto la
posibilidad de vivir el proceso de convertirse en un creyente maduro. Cuando se
habla de proceso no hay que pensar en algo exterior. El proceso de la fe es un
caminar personal, bajo la acción del Espíritu. Se trata de un recorrido interior
hacia la madurez cristiana, de un proceso de purificación y de liberación de la
vivencia religiosa y moral. El proceso lo realiza siempre la persona:109
cada una con su ritmo, con sus rupturas, con sus descubrimientos. Por eso dice
La catequesis de adultos es una formación orgánica y sistemática
88. Cuando hablamos de la catequesis de
adultos como de una formación orgánica y sistemática debe entenderse que se
trata de algo no meramente ocasional. La catequesis, como proceso orgánico,
trata de proporcionar al adulto una estructura básica de la fe. La experiencia
nos atestigua la existencia de adultos que han transitado, durante años, de un
grupo a otro, sin haber conseguido estructurar su fe, sin haberla vertebrado.
Para conseguir esta estructuración de la fe, la catequesis ha de ser
sistemática, no improvisada.111 Se realiza, por tanto, siguiendo un
programa, con unas reuniones periódicas, desarrollando un plan coherente. «La
auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a
Implicaciones pastorales
89. El hecho de que la catequesis de adultos sea un proceso orgánico y sistemático debe hacernos tomar algunas cautelas. La sistematicidad en seguir un programa ha de tener la flexibilidad suficiente para poder tratar aquellas cuestiones que, en un momento dado, polarizan la atención del grupo o de la comunidad cristiana. El respeto al ritmo del grupo está por encima de la fría fidelidad a la sistematicidad del programa. Las circunstancias harán ver cuándo hay que detenerse con más calma en un tema determinado. La sistematicidad de la catequesis requiere tiempo de dedicación en el catequista. Algunos, a veces, especialmente los sacerdotes, están tan ocupados por tantas tareas que difícilmente pueden preparar la catequesis y llevar con regularidad un grupo. En ocasiones, la dificultad estriba en los propios adultos, acaparados por mil ocupaciones, que dificultan su asistencia perseverante o regular a las sesiones de catequesis. Para realizar una catequesis orgánica es importante contar con unos buenos materiales catequéticos, capaces de facilitar esa estructura básica cristiana de la que hablamos.
La catequesis de adultos es un proceso de formación cristiana integral
90. La catequesis de adultos es formación
cristiana integral, es decir, cultiva todas las dimensiones de la fe: la
adhesión, el conocimiento, la oración, las actitudes evangélicas, el compromiso
evangelizador, el sentido comunitario...113 El Concilio define con
precisión en qué debe consistir la formación catecumenal, inspiradora de la
catequesis: «El catecumenado no es mera exposición de dogmas y preceptos, sino
formación y noviciado de toda la vida cristiana» (AG 14).
Implicaciones pastorales
91. La concepción de la catequesis de adultos como formación cristiana integral no deja de tener importantes implicaciones pastorales. La figura misma del catequista se ve concernida. A una catequesis como formación integral no le basta un catequista como mero enseñante. En el nivel propio de la catequesis, se le pide ser maestro de vida cristiana. No basta una pedagogía concebida como un mero aprendizaje intelectual. Deben adoptarse los métodos de una iniciación religiosa completa. Es preciso que determinados itinerarios catequéticos realicen una catequesis más equilibrada en sus diferentes dimensiones. El pluralismo es bueno en catequesis, con tal de que se eduque en las diferentes dimensiones de la fe.117
La catequesis de adultos es una formación elemental, de carácter fundamentador
92. La finalidad de sentar las bases de
la fe, tan propia del catecumenado bautismal, es también la finalidad de todo
proceso catequizador de adultos. La función propia de la catequesis es la de
fundamentar la fe. Con esta base, el cristiano podrá participar activamente en
la vida y en las tareas de la comunidad cristiana:118 «La catequesis
es una enseñanza elemental» (CT 21).
Implicaciones pastorales
93. Del hecho de ser la catequesis de
adultos una formación básica y elemental se siguen, también, varias
implicaciones pastorales. La base de una fe bien fundamentada está en la
adquisición de una primera experiencia religiosa, una experiencia de encuentro
con Dios. Sólo sobre ella se podrá construir una confesión adulta de la fe. Es
inútil que un proceso de catequesis de adultos trate de edificar nada si falta
esa experiencia básica que conmueve al hombre y resiste al paso del tiempo. En
lo que concierne al conocimiento de la fe, el carácter elemental de la
catequesis hace que ésta se limite a comunicar las certezas sencillas pero
sólidas de la fe y a educar en los valores evangélicos más fundamentales.121
«La catequesis es una enseñanza elemental que no pretende abordar las
cuestiones disputadas ni transformarse en investigación teológica o exégesis
científica» (CT 21). La catequesis de adultos ha de centrarse en lo común a todo
cristiano, ya que prepara para la confesión de «un solo Señor, una sola fe, un
solo bautismo y un solo Dios y Padre» (Ef 4,4). La educación en la
espiritualidad particular de una institución o de un movimiento religioso
determinado es más propia de un momento posterior y es de una gran riqueza para
La catequesis de adultos tiene una duración definida
94. La catequesis de adultos, inspirada en el modelo catecumenal, tiene una duración definida, con un principio y un final. El carácter temporal es propio de todo proceso iniciatorio, y la catequesis lo es.123 Observamos, en determinadas experiencias de catequesis de adultos, una cierta tendencia a dotar a los grupos catequéticos de una duración indefinida o demasiado larga.124 Conviene distinguir bien entre el grupo catequético, en el que se realiza una formación de duración limitada, y la comunidad cristiana, que tiene carácter estable y en la que el adulto debe alimentar permanentemente su fe. De la misma forma que el hombre adquiere en la escuela la educación básica orgánica, a lo largo de una serie de años, y después sigue educándose en la vida, permanentemente, así el cristiano se educa primero en la escuela de la fe, que es la catequesis, y después permanentemente en la vida de la comunidad.125 Dentro del proceso permanente de educación en la fe, la catequesis tiene «por consiguiente» una duración definida.126
¿Cuánto tiempo debe durar la formación catequética del adulto?
95. Tratándose de adultos bautizados, la formación catequética debe ser «en principio» similar a la de un catecúmeno: «Por la misma razón que, en el caso de los catecúmenos, la preparación de estos adultos requiere tiempo prolongado» (RICA 296).127 Entre nosotros, cuando se trata de verdaderas catequesis orgánicas con adultos, la duración media de la formación podría situarse entre los dos a cinco años. De cualquier forma, lo importante es insistir en que lo fundamental no es la exterioridad de un plazo fijo, marcado por un programa, sino la interioridad de un proceso de maduración en la fe, que requiere un tiempo «convenientemente prolongado» (AG 14). «La prolongación del período del catecumenado depende de la gracia de Dios y de varias circunstancias... Por tanto, nada se puede determinar a priori» (RICA 20).128
¿Cuándo conviene, dentro de la edad adulta, seguir un proceso de catequesis?
96. A priori, el carácter
fundamentador de la catequesis pide desarrollarla al comienzo de la edad adulta,
entre los veinticinco-cuarenta años. La catequesis es iniciación y capacita al
cristiano para desarrollar una vida según el Evangelio. Conviene que esa
capacitación se haga, por tanto, al comienzo.129 Hay que tener en
cuenta, además, que esta primera etapa adulta es la época de las grandes
decisiones de la vida. No sería conveniente, para un cristiano, hacerlas al
margen de la fe. Por otra parte, el paso del hombre viejo al hombre nuevo,
inherente a la catequesis, con la honda transformación de valores que lleva
consigo, se realizará mejor cuando la psicología humana tiene una plena
capacidad para el cambio. A partir de cierta edad es más difícil deshacerse de
unos hábitos muy arraigados. Sin embargo, los caminos de Dios no son nuestros
caminos. En la parábola de los obreros de la viña (Mt 20,1-16)130
unos son llamados, ciertamente, «a primera hora» (Mt 20,1), pero otros a la
«hora sexta» y a la «hora nona» (v. 5). Algunos, incluso, son llamados casi al
final del día, a la «hora undécima» (v. 6). Está bien que planifiquemos la
catequesis de adultos con criterios racionales, pero no hemos de olvidar que,
ante todo, se trata de un servicio que
Implicaciones pastorales
97. Del carácter temporal de la catequesis se derivan importantes consecuencias pastorales: la catequesis de adultos, por tener un final, fomenta la concatenación con otras acciones pastorales, nunca la rivalidad. La catequesis proporciona la preparación básica a unos cristianos que, después, han de continuar su formación en otras instancias. Hemos de ayudar a los adultos que terminan el proceso a superar la «tentación del Tabor». Durante años de catequesis el grupo ha establecido unos lazos que va a costar romper. Hemos de ayudar a pasar de la relación catecumenal (de catequizando a catequizando) a la relación comunitaria (de cristiano recién catequizado a cristiano ya curtido en la fe). La dinámica y objetivos de esta nueva relación son diferentes. Dado que la catequesis termina con los niveles de exigencia que se derivan, las parroquias han de prever la «salida» que se ha de ofrecer a los grupos que terminan el proceso de catequización. Esto las obliga a renovar su propia dinámica comunitaria.131 Allá donde las parroquias no han previsto cauces comunitarios adecuados para dar continuidad a la catequesis de adultos, se corre el riesgo de que se genere una especie de organización comunitaria paralela, que termine despojando a esas parroquias de los cristianos más inquietos. La catequesis de adultos, en el seno de una parroquia, ha de fomentar la vida cristiana ordinaria de la misma parroquia. La actuación del catequista y su relación con el adulto están marcadas por el carácter temporal de la catequesis. El catequista ha de saber renunciar a la pretensión de ser el único educador en la fe de un cristiano, su única fuente de vida evangélica. Al final del proceso de catequización, el catequista pasa el relevo a otros agentes de pastoral y educadores, que continuarán lo que él sólo ha comenzado. Es una renuncia inherente al ser del catequista.132
B) La catequesis de adultos y otras formas de educación en la fe con adultos
98. La catequesis de adultos es esa
formación cristiana sistemática e integral, de carácter básico y con una
duración definida, que hemos tratado de describir. En la educación en la fe, sin
embargo, la catequesis no lo es todo. Otras formas del ministerio de
Primer anuncio, catequesis y
homilía, formas básicas del ministerio de
99. El primer anuncio, la catequesis y la
homilía, son las formas básicas del ministerio de
Catequesis de adultos y formación cristiana en movimientos y asociaciones
100. La catequesis de adultos y la formación cristiana de los laicos en los movimientos apostólicos, asociaciones, comunidades de base... tienen una relación muy estrecha. La catequesis de adultos no es una alternativa a dicha formación, sino su presupuesto básico. La formación apostólica en los movimientos y la educación cristiana en las asociaciones representan una formación subsiguiente, de carácter más permanente y más orientada a la finalidad específica que se persigue en esos grupos cristianos. Sería un error ver en la catequesis un rival para estos movimientos y asociaciones. Por el contrario, la catequesis de adultos «esencialmente de carácter temporal» va a estar alimentando constantemente a dichos grupos con nuevos miembros. La salida natural de un proceso de catequesis de adultos ha de ser, precisamente, la incorporación activa de los adultos catequizados a las distintas formas, individuales y asociadas, de vida apostólica y comunitaria.
«Catequesis de adultos dentro de los movimientos y asociaciones»
101. ¿No podría realizarse una catequesis
de adultos en el interior de los movimientos apostólicos, asociaciones y
comunidades de base? Ciertamente, sí. No hay que confundir la función
catequizadora de
Catequesis de adultos y enseñanza de la teología
102. Consideramos aquí a la teología no
tanto en su función de investigación del dato revelado cuanto en su función de
enseñanza. Desarrolla, en este caso, «la exposición sistemática de las verdades
de la fe» (DGC 17). La enseñanza de la teología a los laicos (y no sólo a los
sacerdotes y religiosos/as) es de la máxima importancia en una Iglesia
particular. Aunque no pueda pedirse a todos, conviene que la diócesis, en los
planes de formación del laicado, organice una oferta de formación teológica
seria y realista, a través de cauces ágiles que faciliten el acceso a dicha
formación. La catequesis y la enseñanza de la teología son dos formas distintas
del ministerio de
La catequesis es una educación en la fe de
tipo iniciatorio e integral que trata, como hemos visto, de educar en todas las
dimensiones de la vida cristiana. La teología se centra, más bien, supuesta ya
la catequesis, en la educación de la inteligencia de la fe. Aunque esta
enseñanza, cuando se dirige a creyentes, ha de ser viva y alentar a la
expresión, compromiso y celebración de la fe, como de hecho ocurre en muchos
casos, no ha de disminuir en nada lo que es la especificidad de su tarea: el
intellectus fidei.139 Vistas así las cosas, es fundamental que la
catequesis y la teología se ajusten a su carácter propio, en el servicio
eclesial de la educación en la fe. No pidamos a la catequesis más de lo que ella
puede y debe dar. No hagamos de ella una enseñanza teológica vulgarizada. Es muy
importante, para la educación en la fe de nuestro pueblo, que la reflexión
teológica apoye de cerca la praxis pastoral concreta que se desarrolla en
La catequesis orgánica de adultos y las catequesis presacramentales
103. Asentada la necesidad de la catequesis
orgánica con adultos,
La catequesis ocasional con adultos
104. La catequesis ocasional, como indica
su nombre, es «la catequesis que hay que ofrecer con ocasión de los
acontecimientos particulares que afectan a la vida de
He aquí algunos ejemplos de catequesis
ocasionales: «Una comunidad cristiana, a partir de los problemas inmediatos que
se están planteando en la sociedad circundante o en la propia comunidad, puede
organizar una serie de reuniones sobre temas suscitados por acontecimientos
determinados: la droga, el divorcio, el racismo, la educación de los hijos...
Otras veces, la motivación más inmediata es provocada por la invitación de los
pastores de
Conclusión
105. La referencia de la catequesis de adultos a las otras formas de educar a los adultos en la fe manifiesta claramente su intrínseco carácter relacional. La catequesis de adultos es una acción necesariamente relacionada con las demás acciones de educación cristiana. Esta conciencia de las necesidades generales reclama de la catequesis que no ceda a la tentación narcisista: la de considerar el único cauce de transformación y renovación de la comunidad cristiana. Al mismo tiempo, este carácter relacional le exime de ser considerada responsable única cuando se constatan vacíos e incoherencias en la formación y en la actuación de los católicos. Para la nueva evangelización, la catequesis de adultos es una acción decisiva pero no única. Hay que saber situarla en la perspectiva de una educación en la fe más amplia, en la que las diferentes acciones educativas estén bien coordinadas. Sólo así conjuntada podrá la catequesis dar todos sus frutos.
Segunda parte:
V.
«Mirad cómo
106. En los capítulos anteriores hemos tratado de acercarnos a la catequesis de adultos a partir de sus relaciones con otras acciones pastorales y con otras formas de educación en la fe. En esa relación comparativa se clarifica el carácter propio de la catequesis.
Ahora, entrando más directamente dentro de
ella, se debe analizar su naturaleza interna: su carácter eclesial, su
finalidad y tareas, su estructura gradual. A estas cuestiones se dedican los
próximos capítulos. En este capítulo se aborda la catequesis de adultos en
cuanto acción de
A)
La catequesis de adultos, transmisión
maternal de la fe de
107.
«
La catequesis de adultos es ministerio de
esa Palabra, es una «iniciación ordenada y sistemática a
La catequesis de adultos, acto de la tradición viva...
108.
... que los adultos reciben de forma activa y creativa
109. La catequesis de adultos, como acto de
tradición, no es pura repetición del pasado, «no es un tesoro muerto que las
generaciones cristianas reciben o dan sin más».151 Es, por el
contrario, ofrecimiento y entrega de una experiencia, que el adulto
recibe de forma activa y creativa: «La semilla, que es
La catequesis de adultos,
transmisión maternal de la fe de
110. Mediante la iniciación cristiana, de
la que los sacramentos de iniciación y la catequesis son elementos esenciales,
Algunas cuestiones pastorales
a) Dificultad en desarrollar el sentido eclesial...
111. La experiencia catequética con adultos
muestra la dificultad de vivenciar, por parte de los catequizandos, el
sentido de pertenencia eclesial. A pesar de saberse miembros de
... debido a diversos factores que contribuyen a ello
112. ¿Qué factores han podido contribuir a
este debilitamiento del sentido eclesial? He aquí, según nuestro parecer,
algunos de ellos, que un planteamiento correcto de la catequesis de adultos
deberá revisar con seriedad. El más hondo parece ser la sensibilidad propia de
la modernidad, proclive a la crítica de todo lo institucional. Una asimilación
superficial y selectiva de la eclesiología del Concilio Vaticano II. La falta de
suficiente vivencia eclesial en algunos catequistas y, como consecuencia, el no
ver en ellos un signo de la dimensión maternal de
b) Recuperar la riqueza del sentido de la tradición
113. Es preciso recuperar, para la
catequesis de adultos, el sentido de la tradición viva de
- El adulto, en ese caso, no recibe un alimento natural: el Evangelio tal como brota de la madre Iglesia, según la viva conciencia que ella tiene, hoy, de él. Se le suministra un alimento empobrecido, al desconectarlo de la savia materna.
-
Respecto al pasado, la
catequesis deja de ser puente entre los adultos de hoy y los hermanos que nos
precedieron en la fe. El no presentar la historia de
-
Y en relación con el futuro, la
esperanza es vivida por el creyente o por el grupo sin la indispensable hondura
escatológica con que
«La catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto
más lea los textos (de
c) Necesidad de establecer, con carácter oficial, la catequesis de adultos
114. En gran parte, la catequesis de
adultos ha surgido, entre nosotros, desde iniciativas particulares. Es bueno que
así suceda y que se den iniciativas catequizadoras en el pueblo de Dios. Lo malo
es que, muchas veces, esas experiencias no son reconocidas, ni asumidas e
incorporadas a la pastoral ordinaria de nuestras diócesis y parroquias. Siguen
ahí, por libre, desconectadas, ignorándose su existencia. Y sin embargo, la
catequesis «es un servicio público de
«Los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo parta» (Lm 4,4).
B)
«
en un espacio cultural determinado
115. El anuncio, transmisión y vivencia del
Evangelio se realizan en el seno de una Iglesia particular. Sólo en
comunión con ella se vive la experiencia cristiana.161
La catequesis de adultos en
116. La catequesis de adultos, como etapa
del proceso de la evangelización,168 participa de este esfuerzo
evangelizador de
La catequesis de adultos, una acción vinculada al obispo
117. Siendo la catequesis de adultos una
acción tan importante en
La preocupación episcopal por la
catequesis de adultos les exige estar muy cerca de los párrocos, responsables de
la catequesis y de los catequistas en las comunidades, buscando con ellos la
manera de convocar a la catequesis al hombre de hoy y de ayudarle a crecer en el
proceso de la fe. El obispo ha de estar muy entrañado en la catequesis de
adultos que se desarrolla en su diócesis, velando con cuidado por la
autenticidad de la confesión de fe a la que prepara y proyectando los acentos y
el perfil del hombre y mujer cristianos que quisiera ver en su Iglesia.172
«¡Que la solicitud por promover una catequesis activa y eficaz no ceda en nada a
cualquier otra preocupación! Esta solicitud os llevará [...] a haceros cargo en
vuestra diócesis, en conformidad con los planes de
Algunas cuestiones pastorales
a) Se debe tomar plena conciencia de que la misión oficial de catequizar se recibe del obispo diocesano
118. A veces, determinadas experiencias de
catequesis de adultos se realizan sin una vinculación real con el obispo
que preside
b) Un entronque claro de la catequesis de adultos en el plan evangelizador de la diócesis
119. Todo proceso catequético con adultos
que trate de implantarse en una Iglesia particular debe responder, al menos, a
estas tres exigencias. Cumplir con las características propias de lo que
es realmente catequesis, y que a lo largo de estas orientaciones estamos
tratando de precisar. No conviene llamar catequesis a cualquier acción educativa
desarrollada con adultos. Atender a las exigencias socio-culturales del
lugar en que dicha catequesis se va a llevar a cabo, a la hora de realizar la
programación catequética concreta. Entroncarlo en el proyecto evangelizador
de
c) Necesidad de un departamento diocesano de catequesis de adultos
120. Para que una diócesis pase del nivel de la toma de conciencia a la puesta en práctica de la catequesis de adultos, es preciso contar con una estructura organizativa a la que dedique «sus mejores recursos de hombres y energías» (CT 15) «personas dotadas de competencia específica» (DGC 126) y «dignos de confianza de su obispo» (CT 63). Muchas diócesis comienzan a contar con un responsable diocesano para la catequesis de adultos, el cual «a su vez» acostumbra a trabajar con un equipo de colaboradores.174 Las tareas más propias de este Servicio diocesano de catequesis de adultos podrían ser, entre otras:
- Conocer la realidad catequética de adultos existente en la diócesis y entrar en contacto con ella.
- Elaborar un proyecto diocesano de catequesis de adultos en el que se establezcan los criterios comunes a toda experiencia catequética que se realice.
- Estudiar el modo de promocionar y capacitar a sacerdotes, religiosos/as y laicos para la función catequizadora con adultos.
- Estudiar los distintos materiales catequéticos existentes en el ámbito de nuestra Iglesia, con vistas a recomendar, o en su caso a elaborar, los instrumentos más adecuados para la propia realidad.
- Fomentar la colaboración interdiocesana de una misma región, «de modo que las diócesis mejor dotadas ayuden a las demás y aparezca un programa de acción común que llegue a toda la región» (DGC 127).
d) Hay que avanzar hacia una catequesis de adultos más enraizada en la propia cultura
121. Nuestra catequesis de adultos ha de avanzar hacia una mayor inculturación,175 para responder mejor a la diversa problemática social y cultural de nuestras gentes. Para ello consideramos que debería asumir los siguientes polos de atención. Que la preocupación por la fidelidad doctrinal se vea acompañada por una adecuada «fidelidad al hombre» (MPD 9). La catequesis de adultos se resiente, a veces, por falta de adaptación.176 Consecuentemente, los materiales catequéticos, sean de elaboración propia o importados de otras diócesis, en consonancia con este principio, deben de tener en cuenta la problemática concreta de los fieles a los que se dirigen. De la misma forma, las familias catecumenales de implantación nacional, siguiendo este principio, deben evitar repetir en diócesis muy diversas los mismos esquemas y contenidos, y han de plantearse, por tanto, qué respuesta evangélica deben dar a los hombres concretos con los que se encuentran.
e) Necesidad de crear cauces de diálogo y reflexión entre los diferentes proyectos catecumenales...
122. La realidad de la catequesis de
adultos en nuestras diócesis muestra una diversidad de tendencias
catecumenales. De hecho, confluyen juntas en una misma Iglesia particular, en
sus diversas zonas pastorales y, a veces, hasta en una misma parroquia. El
problema pastoral que aquí se plantea es acertar a conjugar, en la catequesis de
adultos diocesana, la unidad de la fe con la diversidad de
tendencias. La unidad de la fe es incuestionable en
... con el cuidadoso respeto a los diversos carismas catequéticos...
123. Entre nosotros, sin embargo, la
diversidad de tendencias viene, sobre todo, de los diferentes carismas
con que se han suscitado las diversas experiencias de catequesis de adultos que
existen, varias de ellas de implantación nacional. Han surgido, así, diferentes
«familias catecumenales».180 Este fenómeno en sí mismo es
positivo. Las dificultades surgen de una mala comprensión de su significado
y de no saber poner al servicio de la comunión eclesial el ejercicio de tales
carismas. La pregunta que se le plantea, entonces, a todo responsable de la
pastoral es cómo crear «las condiciones indispensables para que (esa variedad)
sea útil y no perjudique a la unidad de la enseñanza de la fe» (CT 51). La
convergencia de esas diferentes tendencias en la unidad de la confesión de
fe presenta, en la práctica, sus dificultades.181 Si, como ocurre en
ocasiones, el pluralismo catequético se hace divergente respecto a las
exigencias de la comunión, la naturaleza misma de la catequesis en una diócesis
queda afectada. «La unidad de la acción catequética es fundamental para la
unidad de
... y avanzando hacia una mayor unidad dentro del pluralismo catecumenal
124. Para profundizar en la posibilidad de
un auténtico pluralismo catequético es importante tener en cuenta lo siguiente.
Que
C)
Las comunidades cristianas inmediatas
125. Por comunidad cristiana entendemos «la
comunidad eclesial inmediata donde el creyente nace y se educa en la fe»
(CC 255). Es importante recordar que toda comunidad cristiana es la
realización concreta del don de la comunión que el Espíritu concede a los
cristianos.184 Los ámbitos comunitarios en los que puede realizarse
la catequesis de adultos son diversos;185 entre ellos destaca
la parroquia como la forma más habitual de comunidad cristiana y lugar
privilegiado para la catequesis. «La comunidad parroquial debe seguir siendo la
animadora de la catequesis y su lugar privilegiado» (CT 67). La parroquia
está llamada a ser una casa de familia, fraterna y acogedora, donde los
bautizados se hacen conscientes de ser el pueblo de Dios. Por ser la catequesis
el descubrimiento de las riquezas recibidas en el bautismo, la parroquia «en
cuya pila bautismal los cristianos reciben el germen de la fe» es el ambiente
especialmente indicado para realizarla.186 Junto a la parroquia, nos
referimos también «como ámbitos de catequesis de adultos» a los movimientos
apostólicos,187 que anuncian el Evangelio en ambientes más
caracterizados por la clase social o por la actividad profesional, a las
asociaciones de fieles,188 surgidas en torno a un carisma concreto, o
especializadas en algunos de los elementos que integran la tarea evangelizadora
de
La catequesis de adultos, responsabilidad de toda la comunidad cristiana
126. La catequesis, transmisión del Evangelio a todos los que se inician en la fe, es responsabilidad de toda la comunidad cristiana: «El Pueblo de Dios siempre debe entender y mostrar que la iniciación de los adultos es cosa suya y asunto que atañe a todos los bautizados» (RICA 14).190 El sentido materno de la comunidad cristiana, que a través de todo lo que le hace vivir va alimentando a los catequizandos, proporciona el medio vital en el que esta transmisión del Evangelio se realiza.191 La referencia y el contacto con la comunidad cristiana, a lo largo de la catequesis, es algo obligado. Sólo el trato con ella, donde la vida es entendida, vivida y celebrada según el Evangelio, puede suscitar, alimentar y satisfacer el deseo de vivir como discípulo de Jesús. La catequesis de adultos es, por tanto, una acción educativa que se realiza desde la responsabilidad de toda la comunidad, en un contexto o clima comunitario referencial, para que los adultos que se catequizan se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad. «El lugar o ámbito normal de la catequesis es la comunidad cristiana» (MPD 13).
La comunidad cristiana acompaña a la catequesis de adultos
a través de diversas acciones
127. La comunidad cristiana está presente de muchas maneras en la acción catequizadora con los adultos. Muchos de los catequizandos deben, posiblemente, su presencia en la catequesis a que algunos miembros de la comunidad, por el propio testimonio y la palabra de la fe, les han animado a participar en ella, despertándoles el interés por la fe y acompañándoles en los primeros pasos de su caminar. El catequista actúa como portavoz de la comunidad, transmitiendo lo que ésta está viviendo. Hace, así, de puente entre el adulto y la comunidad cristiana. Todo buen catequista es «un árbol arraigado en el terreno firme de la comunidad cristiana» (CF 72). La comunidad, a través de algunos de sus miembros, toma parte en las tareas catequizadoras, siempre que el grupo catequético «o el catequista» lo requieran. Comunican, entonces, su experiencia de fe, dan a conocer la forma en que oran, manifiestan cuáles son sus compromisos apostólicos, participan en algunas celebraciones de grupos... «La catequesis debe apoyarse en el testimonio de la comunidad eclesial» (DGC 35). La comunidad acoge a los adultos catequizados al término de la catequesis en un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han empezado a experimentar. «La catequesis corre el riesgo de esterilizarse si una comunidad de fe y vida cristiana no acoge al catecúmeno en cierta fase de su catequesis» (CT 24).192
Implicaciones pastorales
a) Las parroquias deben asumir la catequesis de adultos como cosa suya
128. En el marco de muchas parroquias tienen lugar experiencias de catequesis de adultos. Ocurre, sin embargo, a menudo que esas experiencias no se presentan como catequesis de adultos parroquial. No quedan integradas en los planes pastorales de la comunidad. Es importante que los párrocos, que se sienten responsables de la catequesis de niños, adolescentes y jóvenes, asuman también su grado de responsabilidad de pastores en la catequesis de esos adultos de su comunidad. Conviene que sigan de cerca, con todo afecto, bien personalmente, bien por medio del catequista, el desarrollo de la vida de esos grupos y han de estar dispuestos a acompañarles en todo lo que pudieran necesitar. Los mismos grupos, por su parte, tienen que hacer el esfuerzo de verse a sí mismos como la catequesis de la comunidad parroquial y, por tanto, en comunión y consonancia con ella y con sus pastores.
b) Muchas veces la catequesis de adultos cuestionará la orientación pastoral de la parroquia...
129. Una catequesis de adultos bien hecha interpela, ordinariamente, la orientación y organización de las comunidades parroquiales. La puesta en marcha de la catequesis de adultos en una parroquia no es algo intrascendente, ya que ella «educa al cristiano para su inserción plena en la comunidad de los discípulos de Jesucristo» (MPD 10), y esto trae sus consecuencias. Los responsables de la pastoral parroquial, antes de iniciar esta experiencia, han de ser conscientes:
- Por una parte, de que la madurez cristiana de un laico va más allá que los niveles que puede proporcionar un proceso catequético, por muy intenso que éste sea. Esto implica que hay que prever una labor de continuidad formativa.
- Por otra parte, los pastores han de estar abiertos al hecho de que unos adultos catequizados, «mayores de edad», ordinariamente van a solicitar de la comunidad que se promuevan atenciones y actividades que pueden obligar a revisar cuanto sea necesario para responder adecuadamente a esta demanda.
... y exigirá de ella cauces de referencia y continuidad
130. Para organizar la catequesis de adultos, una parroquia necesita, entre otras cosas, lo siguiente. Ha de tener un proyecto evangelizador coherente, de forma que se haya planteado, con valentía, la necesidad de llamar a la fe a los alejados y de educar básicamente a todos los que lo necesiten. Sin este plan de acción misionera la catequesis de adultos no podrá llegar a cuajar. Debe prever la continuidad formativa de un proceso de catequesis que, por su naturaleza, es temporal. Son muchos los catequizandos que se preguntan qué va a ser de ellos al final de la catequesis. Los adultos, en efecto, van a culminar el proceso de su formación con una altura de fe, un estilo de oración y celebración y una ilusión por vivir el compromiso de la fe... que deben ser atendidos. Habrá de contar, también, con un núcleo comunitario referencial, compuesto por los cristianos más comprometidos con su fe y a los que «superada una pastoral uniformizada» se les está dando un tratamiento pastoral adecuado a su nivel. Esta plataforma comunitaria va a ser punto de referencia fundamental para la catequesis de adultos y órgano de acompañamiento de la misma.193
c) La actitud del párroco ante la catequesis de adultos en la comunidad
131. Los párrocos, «que reúnen en nombre del obispo a la familia de Dios» (Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis [PO] 6) deben estar abiertos a las posibles y diversas experiencias de catequesis de adultos que puedan darse en su comunidad. Algunos pueden cerrarse a iniciativas interesantes por el solo hecho de provenir de la base, sin suscitarlas ellos directamente. En relación a estos posibles grupos, los presbíteros deberán recordar el deseo del Concilio: «Que nadie se sienta extraño en la comunidad de los fieles» (PO 9). Otras veces puede ocurrir lo contrario. El párroco, en ese caso, se identifica con una experiencia catequética determinada de tal modo que se deja acaparar o monopolizar por ella. Queda, entonces, atado a un grupo cristiano muy concreto que, acaso, no está bien integrado en la comunidad de la que él es pastor. Han de evitarse, con todo cuidado, estos cotos al margen de la vida parroquial. La catequesis de adultos no puede convertirse en una organización pastoral paralela a las parroquias, que aleje de la vida de las mismas a sus miembros mejores. Lo que se ha afirmado de los párrocos es aplicable, en su medida, a aquellos presbíteros que se dedican a la tarea concreta de la catequesis de adultos. «Los presbíteros están puestos en medio de los seglares para conducirlos a todos a la unidad de la caridad» (PO 9).
d) La educación del espíritu comunitario en la vida de un grupo
132. La vida cristiana en comunidad no se improvisa. Hay que educarla con cuidado. Como dice el Concilio, hay que «cultivar debidamente el espíritu de comunidad» (PO 6). Para conseguir la vivencia comunitaria, la dinámica grupal es muy importante para la catequesis. Los adultos van descubriendo en el grupo lo que es vivir en comunidad: «El grupo que en el desempeño de su tarea alcanza un buen nivel de funcionamiento puede ofrecer a sus miembros no solamente ocasión de formación religiosa, sino también una magnífica experiencia de vida eclesial» (DGC 76).194 En este aprendizaje de la vida comunitaria son varias las actitudes evangélicas que hay que ir descubriendo. La catequesis sobre la comunidad cristiana que nos brinda el evangelio de Mateo (c. 18) nos indica algunas de esas actitudes: el espíritu de sencillez y humildad, la solicitud por los más pequeños y humildes, la atención preferente por los que se han alejado, la corrección fraterna, la oración en común, el perdón mutuo...195 Hay que dar gracias a Dios por esos grupos de catequesis de adultos que se han dejado guiar por estas actitudes, recomendadas por el propio Jesús. «Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2,42).
VI. Finalidad de
«La catequesis tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe» (MPD 8).
133. Es importante definir bien la meta
o finalidad de la catequesis porque, en definitiva, el objetivo final marca
la trayectoria a seguir durante el proceso. A la hora de definir la finalidad de
la catequesis nos encontramos, en las orientaciones oficiales de
- Así, unas apuntan hacia la vinculación a Dios en Cristo: «Por obra de la catequesis, las comunidades cristianas adquieren un conocimiento más profundo y vivo de Dios y de su designio salvífico, que tiene su centro en Cristo» (DGC 21).
-
Otras expresiones destacan la
eclesialidad que persigue la catequesis: «La meta de la catequesis consiste en
hacer del catecúmeno un miembro activo de la vida y misión de
- Otras, en fin, subrayan más el aspecto confesante de la fe en medio de los hombres: «Es en este mundo (difícil) donde la catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, luz y sal» (CT 56).
134. Sintetizando los diferentes aspectos
de la finalidad de la catequesis a que apuntan estas expresiones podemos decir,
con el Sínodo de 1977, que la finalidad de la catequesis es la confesión de
fe, esto es, la entrega confiada del hombre a Dios, realizada en
La catequesis trata, en efecto, de propiciar:
- la vinculación fundamental del hombre a Dios (metanoia),
- en la comunión eclesial (koinonía),
- para el servicio al mundo (diakonía).
Las tres dimensiones (teologal,
eclesial y diaconal) forman parte integrante de la finalidad de la
catequesis, y se implican mutuamente. El cristiano se encuentra con Dios
en
135. En el presente capítulo se tratará, en
un primer apartado, de delimitar el alcance de una confesión de fe
adulta, como meta de la catequesis. Después, más detenidamente, habrá que
examinar cómo esa confesión de fe es un proceso vinculado que nos une en
primer lugar a Jesucristo y, a partir de él, a Dios trino, a
A) La catequesis tiene como meta la confesión de fe
La confesión de fe es inherente al Bautismo
136. La confesión de fe es esencial al
Bautismo. Éste es, en realidad, «el sacramento de la fe».199 La
triple pregunta de la profesión de fe precede inmediatamente a la inmersión o a
la infusión del agua.200 En verdad,
La confesión de fe, manifestación de nuestra entrega a Dios
137. En la gran tradición eclesial, la
confesión de fe más estrictamente vinculada al proceso de la iniciación
cristiana es
La confesión de
fe, participación en la fe de
138. La confesión de fe sólo es plena
referida a
«Te per orbem terrarum sancta
confitetur Ecclesia» (Te Deum). «A Ti, a través del orbe terrestre, confiesa
la santa Iglesia». Cada nuevo bautizado recita en singular el Credo durante toda
su vida, incluso en la asamblea litúrgica, pues ninguna acción es tan personal
como ésta. Pero lo recita siempre en
B) La catequesis, un proceso vinculador a Jesucristo
«La vida cristiana consiste en seguir a Cristo» (CT 5).
139. La meta que persigue la catequesis es esa entrega, inicial y básica, del hombre a Dios expresada en la confesión de fe. En otras palabras, trata de propiciar una vinculación fundamental. Hablar de vinculación es hablar de unión por medio de un vínculo, de incorporación, de compromiso que condiciona toda la vida. La vinculación a Dios se realiza a través de Cristo. La catequesis trata de propiciar la vinculación básica del hombre con Jesucristo. La conversión inicial a Jesucristo, que la catequesis ayuda a madurar, es requisito indispensable para seguir un proceso de catequización. Incorporarse a él «o ser admitido» por razones distintas del deseo de llegar a ser una sola cosa con Jesucristo compromete el resultado final. Y esto es algo que, a veces, ocurre. «En la catequesis lo que se enseña es a Cristo [...] La constante preocupación de todo catequista debe ser la de comunicar la doctrina y la vida de Jesús» (CT 6).209
Cristocentrismo de la catequesis
140. Esta vinculación del cristiano con Cristo es el centro de toda la vida espiritual, y por tanto el centro de la catequesis que en ella inicia. Si Él es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), no hay otra forma de acceder a Dios si no es por Él. «La catequesis necesariamente debe ser cristocéntrica» (DGC 40). Son muchas las razones que se pueden aducir para mostrar el lugar central de Jesucristo en la catequesis. Recordemos sólo algunas: «La auténtica catequesis es siempre una iniciación a la revelación» (ver CT 22), y Cristo es la plenitud de dicha revelación y el centro de la historia de la salvación.210 En la catequesis se amplía y profundiza el núcleo del kerigma que propone el primer anuncio y que tiene como centro a Jesús resucitado, constituido como Señor.211 La catequesis nos ayuda a entender, asumir y desarrollar la virtualidad recibida en el Bautismo y sabemos que el Bautismo es el sacramento por el que «nos configuramos con Cristo» (LG 7). La catequesis tiene como meta la confesión de fe, cuya fórmula más primitiva profesa que «Jesús es el Señor» (1 Co 12,3).212
Jesucristo nos vincula a Él por medio del Espíritu Santo
141. El Espíritu Santo, al que los profetas
habían anunciado llenando de dones al Mesías, rodeó toda la vida de Jesús,
comenzando por su concepción, realizada «por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,20).
Son muchos los textos evangélicos que nos presentan a Jesús «lleno del Espíritu
Santo» (Lc 4,1).213 Pero es en la resurrección donde la acción del
Espíritu llega a su culminación.214 Cristo resucitado, poseedor de la
plenitud del Espíritu Santo, lo prometió a sus discípulos, para ayudarnos a
entender su obra y tener la fuerza suficiente de culminarla: «Cuando venga el
Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13). Así es, en
efecto. El Espíritu Santo actúa en nosotros, al decir de los Santos Padres, como
«el principio de la vida o el alma (actúa) en el cuerpo humano» (LG 7).215
Es, por tanto, el Espíritu Santo quien nos vincula a Cristo. Él va iluminándonos
con lo recibido de Cristo y nos va configurando poco a poco con Él. Esta
gestación de Cristo en nosotros se realiza, de forma preeminente, a lo largo del
proceso catequizador. Al catequizar,
De esta forma, Cristo se hace presente, vive y actúa en nosotros a través de su Espíritu: «Habéis llegado a ser Cristo, porque habéis sido marcados por el Espíritu Santo» (S. Cirilo de Jerusalén, Cat 21,1).216
Cuestiones catequéticas en torno a la vinculación a Cristo
142. Es innegable que la catequesis que se
realiza, hoy, con adultos se orienta a procurar un mayor acercamiento de los
catequizandos a Cristo. Jesucristo se convierte en un eje de atracción
sobre el que gira toda la vida cristiana. Los adultos se miran en Él como en un
espejo, confrontan sus actitudes vitales con las suyas, aprenden a reaccionar
ante los acontecimientos como Él... De todas formas es necesario preguntarse a
qué Cristo vincula la catequesis. Es preciso, en efecto, que el adulto entre en
contacto con todas las dimensiones de la figura de Jesucristo. Se ha de velar
para que la calidad de esta vinculación a Jesucristo sea lo más evangélica
posible y esté en total sintonía con el sentir de
a) Vincular a Cristo en su dimensión humana y divina...
143. Es necesario que la vinculación del adulto con Cristo tenga en cuenta, al mismo tiempo, su dimensión humana y su dimensión divina. A veces, en efecto, al subrayar la humanidad de Jesús, y tratar de situar su vida y su mensaje en sus coordinadas históricas, «logro sin duda positivo», se destaca menos su divinidad.218 La vinculación queda, en este caso, dañada. Jesús es algo más que un modelo ético a imitar. Por su condición divina nuestra experiencia humana queda incorporada a la suya y participa de su destino: vivimos, sufrimos, morimos y resucitamos con Cristo.
b) ... siguiéndole en el camino del Siervo...
Otras veces, por el contrario, la vinculación que propicia la catequesis no destaca suficientemente el camino concreto a través del cual Jesús fue obediente a su Padre, y que no es otro que el camino del Siervo. Hay que hacer descubrir al adulto este camino, basado en la pobreza, la obediencia, el servicio y la entrega.219 En este sentido, la auténtica vinculación a Jesucristo debe llevar a asumir el estilo de vida del propio Jesús. «El discípulo no puede ser mayor que el maestro» (Lc 6,40).
c) ... en su sensibilidad por los marginados...
144. La catequesis debe unir al adulto a la acción misionera del propio Jesús, «que fue enviado a evangelizar a los pobres» (AG 5). La sensibilidad de Jesús por los marginados está en el origen de «la opción o amor preferencial por los pobres» (SRS 42), inherente a la fe cristiana. Por otra parte, el mismo Cristo se identifica con los pobres y los que sufren, hasta el punto de decir: «Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). La auténtica comunión con Jesucristo llevará, pues, a la comunión con los pobres.
d) ... en su carácter contemplativo...
A veces se oscurecen, e incluso se prescinde, de determinadas dimensiones de Jesús, por ejemplo, de su carácter orante y contemplativo. La catequesis debe vincularnos a un Jesús en constante diálogo con su Padre. Su entrega a la oración era frecuente,220 y constituía el motor que sostenía su incansable actividad apostólica y el secreto de su honda felicidad.
e) ... y cultivando la espera de su retorno glorioso
La verdadera vinculación a Cristo suscitará, finalmente, en los adultos el deseo de su retorno glorioso. Este sentimiento de poder encontrarle cara a cara, que algunos santos vivieron en grado eminente (S. Pablo, Sta. Teresa de Jesús...), es una dimensión que no está suficientemente presente en nuestra catequesis. Los adultos han de aprender, sin duda, a «tener siempre presente la expectación de Cristo» (RICA 19).221
145. En resumen, la máxima preocupación del catequista ha de consistir en tratar de que los adultos se vinculen fuertemente al Señor. La figura de Jesucristo ha de llenar la vida del cristiano, de modo que sólo Él sea el verdadero «camino» (Jn 14,6) en su existencia. No caben dicotomías para el discípulo de Cristo, ni otros «señores» (Mt 6,24) a los que servir; no hay, tampoco, «ídolos» que puedan vencerle (ver SRS 37). Habrá, pues, que privilegiar aquellos elementos catequéticos que, de manera particular, facilitan esta vinculación con Jesucristo: la escucha y profundización de su palabra en los evangelios, la oración, la celebración de su presencia en los sacramentos, la comunión fraterna donde Él se hace presente, la apertura y solidaridad con los pobres, donde Él nos espera...222
B.1. Jesucristo nos vincula al Padre y al Espíritu
«Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos».
Dimensión teologal de la catequesis
146. Una catequesis centrada en Cristo debe generar hombres y mujeres religiosos, adoradores del Padre con «la obediencia de la fe» (Rm 1,5). Confesar la fe en Jesucristo es decir un sí rotundo a Dios, porque Jesús «habla palabras de Dios y lleva a cabo la salvación que el Padre le confió» (DV 4).223 Es evidente que en una catequesis cristocéntrica la referencia a Dios Padre es continua y fundamental. Jesús se presenta como el camino que nos conduce al Padre. «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).224 Jesús nos vincula, también, al Espíritu Santo, que envía a su Iglesia: «Os conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré» (Jn 16,7). Es el Espíritu Santo el que nos llena de Dios y nos hace entrar en comunión de vida y amor con el Padre. Él, que habita en nuestros corazones, nos impulsa a dirigirnos a Dios llamándole “¡Abba!” (Rm 8,15). La vinculación a Cristo nos introduce así en la vida trinitaria.225 La catequesis, partiendo de Cristo, educa la vivencia y la imagen de Dios en los adultos, al mismo tiempo que favorece su acción en ellos. «La catequesis es un cauce a través del cual Dios actúa en el corazón del catecúmeno» (CC 108). De ahí la importancia de un clima religioso favorecedor del encuentro entre Dios y los catequizandos, y donde el catequista educa el oído de éstos para que respondan generosamente a la llamada de Dios.226
Jesús, Revelador del Padre
147. Jesús no sólo nos vincula a Dios, sino que nos revela a Dios. Esta revelación es muy importante para la catequesis, ya que los cristianos somos quienes creemos en Dios «Padre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Co 1,3). He aquí algunos de los rasgos de ese Dios que encontramos revelado en Jesucristo:
- Un Dios amor (1 Jn 4,8), con una misericordia sin límites, que busca al hombre no para condenarle, sino para salvarle, y que envía a su Hijo al mundo para realizar su plan de salvación. «Dios ha visitado y redimido a su pueblo» (Lc 1,68).
- Un Dios que es Padre nuestro (Lc 11,2), y precisamente por eso siente predilección por los pobres, por aquellos hijos que sufren y son menospreciados en este mundo. «Dichosos vosotros los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios» (Lc 6,20).
- Un Dios escondido, oculto en la historia, que no invade nuestra libertad, antes al contrario, asume toda nuestra trayectoria humana hasta morir en la cruz, haciendo suyo «y dándole sentido salvífico» al sufrimiento humano. «Si hemos muerto con Cristo, viviremos con Él» (2 Tm 2,11).
- Un Dios que resucita a Jesús como primogénito de los muertos (Col 1,18) y se nos descubre, así, como un Dios que es futuro y esperanza del hombre. «Voy a prepararos un lugar» (Jn 14,2).227
- Un Dios Trinidad, comunidad, vida compartida, comunión gozosa de vida, a la vez el que ama, el amado y el amor. «Nosotros somos uno...» (Jn 17,22).228
Cuestiones catequéticas en torno a la educación del sentido cristiano de Dios
148. En el contacto pastoral con los adultos de las comunidades cristianas se palpa, muchas veces, una clara necesidad de purificar la imagen y la vivencia de Dios. No hay duda de que la catequesis de adultos, tal como se realiza entre nosotros, contribuye a esta tarea purificadora. En efecto, los catequizandos van incorporando a su vida religiosa rasgos de Dios que han ido descubriendo más profundamente en la catequesis, tales como el Dios Salvador, el Dios Padre, el Dios de los pobres, el Dios de la misericordia... Este descubrimiento hace que los adultos se sientan ante Dios de una manera nueva, más gozosa, más confiadamente filial..., en una palabra, con una fe más adulta. Se manifiestan todavía, sin embargo, algunas exigencias catequéticas a las que hemos de prestar atención:
a) Cultivar continuamente la experiencia religiosa
149. Hay que procurar, ante todo, que la catequesis de adultos propicie el ahondar en la experiencia religiosa. Se puede terminar todo un proceso catequético, como ocurre a veces, y no haber avanzado en la vinculación vital con Dios; simplemente se han adquirido más conocimientos sobre Él. Es fundamental, por eso, cuidar el clima religioso donde esa vinculación se propicie.229
b) Mantener viva la búsqueda de Dios
Es necesario mantener siempre abierta nuestra búsqueda de Dios. A veces ocurre que creemos saber ya quién es Dios y nos dedicamos a cultivar sólo los aspectos más concretos de la vida cristiana. De hecho, en algunos materiales catequéticos, el tema de Dios, como tal, no aparece. Una fe adulta sabe, sin embargo, que el hombre nunca «posee» a Dios. Sólo se acerca a Él, desde la noche del misterio, superando infantilismos y deformaciones. «Ahora vemos como en un espejo, confusamente» (1 Co 13,12).230
c) Ayudar a descubrir la gratuidad del amor de Dios
150. No pocas veces se observa, entre nosotros, una concepción voluntarista de la fe, como si el amor de Dios fuese el mero resultado de nuestro esfuerzo. La fe se vive, entonces, como un lanzarse a la conquista del amor del Padre. La gratuidad del amor de Dios y del perdón divino deben ser interiorizados claramente en la catequesis. «La catequesis debe tomar como punto de partida el don del amor divino en nosotros» (DGC 10).
d) Educar la religiosidad popular
La catequesis de adultos tiene el deber de hacer que las manifestaciones de la religiosidad popular concreta, que los adultos tienen al comienzo de su proceso, se purifiquen y maduren. Hay que ayudarles a descubrir los verdaderos rasgos del Dios de Jesús, con sus implicaciones vitales. El acercamiento progresivo a la experiencia religiosa del propio Jesús, a su idea y vivencia de Dios, que desencadenan un estilo de vida y una forma concreta de entender su misión, es básico en la catequesis.231
B.2. Jesucristo nos vincula a su Iglesia
«Nadie puede tener a Dios por Padre, si no tiene a
Finalidad eclesial de la catequesis
151. Jesucristo nos vincula a su
Iglesia, porque en ella reúne a sus discípulos y deposita la continuación de
su obra, transmitiéndole para ello su Espíritu. Jesucristo ha venido, en efecto,
a congregar a los hijos de Dios dispersos y a enviarles a anunciar
el Evangelio. A través de la catequesis, que nos vincula a Jesucristo, somos
reunidos por Él en
Toda la tradición cristiana ha reconocido
a
La salvación prometida por el Señor la
recibimos no sólo en
Algunos rasgos de la vinculación a
152. La vinculación a
«¡Cuán importante es exponer a la inteligencia y al
corazón, a la luz de la fe, ese sacramento de su presencia (de Cristo) que es el
misterio de
Una sana adhesión a
-
Haber descubierto su verdadero
misterio de Esposa fecundada por el Espíritu, y de la que nos viene la salvación
de Jesucristo. Este misterio de
-
Adherirse a una Iglesia
evangelizadora, siempre en estado de misión, preocupada por anunciar y construir
el Reino de Dios en el mundo y por ser signo de salvación en medio de los
hombres. En concreto, hemos de iniciar al adulto en aquellas mediaciones a
través de las cuales
153. - Descubrir a una Iglesia toda ella ministerial, corresponsable en todos sus campos y niveles, con una participación activa de todos sus miembros, mediante los carismas y ministerios propios de cada uno. Al servicio de esta Iglesia corresponsable y ministerial, Cristo instituyó el ministerio jerárquico, «ordenado al bien de todo el Cuerpo» (LG 18).238
-
Aceptar a
· inmutable, fundada para siempre desde el tiempo definitivo de Jesús, y mudable, porque es histórica y se va encarnando en las diversas culturas y en cada época;
·
santa, ya que Cristo «amó a
· necesaria, porque sin ella es imposible acceder a Cristo y, al mismo tiempo, relativa, porque no es un fin en sí misma, sino que tiene la misión de conducir a los hombres a Dios.
Cuestiones catequéticas en torno a la educación del sentido eclesial
154. Dada la finalidad de la catequesis, de
vincular al cristiano con
Sin embargo, no dejan de advertirse algunos problemas catequéticos importantes:
a) Propiciar
el afecto cordial a
155. Lo primero, y más importante, es
constatar que, a veces, la catequesis de adultos, como otras acciones
eclesiales, no logra de forma clara hacer surgir el amor o afecto
cordial hacia
b) Ahondar en una eclesiología de comunión
156. Cuesta descubrir, en muchas
catequesis, el fondo del sentir conciliar acerca de
c) Mostrar que
157. En nuestra catequesis, los adultos
descubren más fácilmente la vinculación de
d) Descubrir
que
158. Aunque hemos avanzado mucho en estos
años, la dificultad en descubrir a
B.3. Jesucristo nos vincula a los hombres
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único» (Jn 3,16).
Dimensión diaconal de la catequesis
159. Jesús está de tal modo unido a los
hombres, a quienes llama «hermanos míos» (Mt 25,40), que considera que
cualquier acción que hagamos a favor o en contra de ellos a Él se lo hacemos: «a
mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). La encarnación del Hijo de Dios entre nosotros,
su incansable actividad apostólica en medio de su pueblo, su muerte «por todos
nosotros» (Rm 8,31), su resurrección como «primogénito de entre los muertos»
(Col 1,18), el envío a nuestros corazones del Espíritu Santo, son gestos que
expresan todo lo que el hombre importa a Jesucristo.
Esta vinculación de los discípulos de Cristo con la suerte de todos los hombres es obra, fundamentalmente, del Espíritu Santo, ya que solamente Él suscita la nueva creación, la humanidad nueva a la que la evangelización debe conducir.
No es concebible, por tanto, una
catequesis que, al vincular al creyente con Jesucristo en
Una vinculación al hombre vivida desde la fe
160. Jesucristo nos ha mostrado la misericordia de Dios llevando una vida rigurosamente humana. La catequesis, vinculadora a Jesucristo, nos vincula al Hijo de Dios hecho hombre, encarnado. Y nos capacita para la encarnación: para tomar conciencia de las condiciones de vida en las que nos desenvolvemos.
De la misma forma que Jesús nos descubre
el verdadero rostro de Dios y los rasgos que deben definir a
Es necesario que la catequesis propicie la vinculación del cristiano a los hombres desde esa manera de ver y actuar en favor de la persona humana que era tan característica de Jesús. En Él se nos da a conocer que los hombres estamos:
- Predestinados a ser y vivir como hijos de Dios, reproduciendo «la imagen de su Hijo» (Rm 8,29), y como hermanos unos de otros, por encima de razas y fronteras. Sólo cuando nos descubrimos así somos profundamente humanos.
- Dotados de un señorío responsable sobre el mundo, cuidando de él, y haciéndolo más hermoso y habitable según el mandato de Dios: «Llenad la tierra y sometedla» (Gn 1,28).
- Llamados a restaurarnos internamente de las heridas de nuestra condición pecadora, ya que Jesús recupera para el hombre la semejanza divina y, con la concesión de su Espíritu, le capacita para vivir como un hombre nuevo.
- Comprometidos en favor de una humanidad nueva, ya que en Jesucristo no sólo se nos descubre el verdadero rostro del hombre, sino que se nos llama a todos a construir una sociedad renovada, más justa y fraterna.245
Problemas catequéticos en torno a la educación del sentido de servicio al mundo
161. La educación del compromiso cristiano en el mundo presenta, en la práctica de la catequesis, bastantes problemas. He aquí sólo algunos de ellos:
a) Mostrar el
lugar de
Se dan dificultades para lograr que el
adulto descubra el verdadero lugar que debe ocupar
-
«Hay quienes piensan que
-
«En el otro extremo, no faltan
tampoco quienes consideran que la no confesionalidad del Estado y el
reconocimiento de la legítima autonomía de las actividades seculares del hombre
exige eliminar cualquier intervención de
b) Descubrir el verdadero rostro del hombre
162. En muchos procesos catequéticos de
adultos no se cuida suficientemente la visión cristiana del hombre.
Cuesta hacer descubrir el verdadero rostro de ese hombre renovado y reconciliado
que nos ha revelado Jesús. En estos últimos años, en la catequesis de adultos,
ha sido más notorio el redescubrimiento de la figura de Jesús, de la auténtica
imagen de Dios o de la misión evangelizadora de
c) Ahondar en la dimensión social de la fe
163. También cuesta todavía el descubrimiento de la dimensión social de la fe.247 Hay cristianos que no han captado aún que su vocación debe impulsarles a tratar de implantar el Reino de Dios en este mundo, lo que implica la transformación de las realidades temporales. A veces los compromisos que se asumen son sólo de carácter asistencial «siempre necesarios» o de carácter intraeclesial, pero se da una resistencia a una mayor presencia católica en la vida pública. Nos cuesta mostrarnos creyentes en el mundo secular de hoy. «Ocultar la propia identidad cristiana por propia iniciativa es a la vez infidelidad a Dios y deslealtad con los hombres» (CVP 83).248
d) Fortalecer el carácter secular del seglar
164. Esta falta de audacia misionera está
influyendo en el debilitamiento del sentido del carácter secular de la
vocación de los laicos. La misión propia de los seglares es la que se deriva,
precisamente, de su condición secular, es decir, de su presencia activa en el
mundo de las realidades temporales. Ellos reúnen la doble condición de ser
miembros de pleno derecho en
C) El hombre nuevo que nace de la catequesis
165. Toda vinculación importante de una persona con otra o con un grupo humano incide hondamente en su vida, en sus actitudes y comportamientos y en el talante con que enfrenta la existencia. Las cartas de S. Pablo, que tienen como destinatarios «fundamentalmente» a recién bautizados, insisten con vigor en la novedad de vida que el bautismo ha de producir en los creyentes. «Despojaos del hombre viejo con sus obras y revestíos del hombre nuevo» (Col 3,10). Una catequesis sistemática con adultos, que desarrolla la virtualidad de un bautismo recibido en la infancia, ha de producir también esa novedad de vida que pide el apóstol249. La experiencia diaria nos enseña, sin embargo, lo difícil que resulta una renovación interior. El hecho mismo de que S. Pablo tenga que recordar, una y otra vez, a los recién bautizados su nueva condición nos indica la dificultad de tal cambio interior. Esto deberá hacernos ser muy realistas respecto al hombre nuevo que quisiéramos ver nacer de la catequesis de adultos.
C.1. Unos creyentes comprometidos con la causa y el estilo de Jesús
Adultos que se han encontrado con Cristo...
166. Quien ha pasado por una catequesis tiene la convicción de haberse encontrado con Cristo a lo largo del camino. Aun cuando no puedan, quizá, precisar momentos concretos en que dicho contacto se ha producido, la experiencia del encuentro con el Señor es una convicción que se adquiere. Los catequizados están seguros de poder afirmar, como los apóstoles: «hemos visto al Señor» (Jn 20,25).
... se han sentido atraídos por Él...
Entusiasmados por todo lo que su Persona, su presencia entre nosotros y su mensaje supone para ellos, estos creyentes le dicen una y otra vez al Señor: «Maestro, ¿dónde vivís?» (Jn 1,38); «Te seguiré a donde vayas» (Lc 9,57). Al estilo del creyente que compuso el salmo 15, no tienen reparos en afirmar: «Me ha tocado un lote hermoso: me encanta mi heredad».
... y transformados en el seguimiento...
167. Son cristianos que le han seguido durante largo tiempo «por el camino» (Mc 10,52), y sus vidas han experimentado un cambio en su manera de ver y vivir a Dios, de comportarse con el prójimo y de situarse ante la existencia (esperanzados ante los acontecimientos, críticos ante aquellos valores que el mundo adora: el dinero, el poder, el prestigio...). Han sido un encuentro y un seguimiento transformadores. «¿No es verdad que nuestro corazón ardía mientras nos hablaba por el camino?» (Lc 24,32).
... han optado por Él
La experiencia gozosa y transformadora del camino recorrido lleva a estos creyentes a constatar que «bajo el cielo no hay otro nombre que puede salvarnos» (Hch 4,12). Optan, entonces, conscientemente por Jesús, el Cristo, el Señor,
- deseando reproducir en sus vidas el estilo evangélico del Maestro, que no es otra cosa que «una vida según las bienaventuranzas» (CT 29), y
- comprometiéndose a continuar su causa del reinado de Dios, siendo «luz y sal de la tierra» (Mt 5,13-14) y a darlo a conocer a los que no le conocen. «Id y haced discípulos míos, enseñándoles cuanto os he mandado» (Mt 28,19-20).
Y como consecuencia...
C.2. Adoradores del Padre
168. Cristo los ha transformado en adoradores del Padre, sedientos de Dios: «¡Oh mi Dios, por ti madrugo!» (Sal 62,2). Como auténticos adoradores religiosos no necesitan ubicar a Dios en un lugar determinado, ya que le adoran «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23). Las palabras de Jesús: «Mi Padre es también vuestro Padre» (Jn 20,17) resuenan continuamente en sus oídos y adoptan ante Dios una actitud de confianza filial. Muchos grupos catequéticos acostumbran a celebrar la tradicional entrega del Padre Nuestro (RICA 188) reviviendo, así, el espíritu de los hijos de Dios (cf. CT 28). Esta actitud de filial confianza se traduce en una oración, un culto y una celebración de marcado acento contemplativo y gozoso. Son creyentes que terminan por gustar el diálogo con el Señor: «¡Qué bien se está aquí!» (Mc 9,5). La oración se ha hecho una práctica habitual en sus vidas, «fruto de unos labios que profesan el nombre de Dios» (Hb 13,15). Por otra parte, la celebración, pausada y festiva, es solicitada frecuentemente por ellos para festejar la presencia del Señor y realizar la obra de la salvación.
C.3. Colaboradores del Espíritu
169. Los adultos que nacen de la catequesis
son conscientes de la acción del Espíritu en sus corazones. El don depositado en
C.4. Hombres de
170. Si la eclesialidad pertenece a la misma esencia de la catequesis es natural que de ella surjan creyentes con un gran espíritu eclesial:
-
Que, por muy compenetrados que
estén con su vocación secular, se sienten hombres y mujeres de Iglesia, miembros
activos y responsables de ella, sobre todo, a través de la participación en las
tareas y servicios de
-
Que viven en comunión con toda
Se trata, en suma, de adultos
agradecidos a esta Iglesia que nos ha dado cuanto ella es y cuanto ella
guarda: «¿tienes algo que no lo hayas recibido?» (1 Co 4,7). Este agradecimiento
no está reñido con una sana actitud de crítica positiva, que unos
creyentes pueden y deben tener ante las deficiencias de
Son creyentes de talante comunitario que, tras haber descubierto la importancia y validez de buscar, compartir y celebrar juntos la fe, no pueden en adelante vivir su cristianismo por libre. Esto les moverá a buscar grupos cristianos donde se viva comunitariamente y a colaborar en la transformación de la vida parroquial.
En una palabra, son cristianos que
reconocen en
C.5. En actitud de servicio al mundo
171. Una catequesis catecumenal debe propiciar creyentes ansiosos de comunicar su experiencia cristiana a aquéllos que aún no la han gustado. La experiencia gozosa de la fe, y una mayor sensibilidad hacia los demás, que han adquirido en la catequesis, han hecho nacer en ellos una fuerte preocupación por el mundo de los increyentes y por la suerte de los pobres. Pero ello exige:
- Ser capaces de decir la fe, de «dar razón de su esperanza» (1 Pe 3,15), de expresarla coherentemente en términos cercanos a las gentes.
- Vivir en solidaridad con los hombres, sobre todo con los que más sufren, sabiendo que es toda la persona la que hay que salvar, y viviendo, por ello, encarnados en las gentes de su entorno, con la actitud liberadora propia del Maestro.
- Comprometerse, según sus posibilidades, en la transformación de la sociedad, tratando de convertir la vida pública en una realidad cercana al Evangelio de Jesucristo.
- Estar atentos a los signos de los tiempos, a los acontecimientos, descubriendo en ellos interpelaciones del Espíritu de Jesús resucitado.
En resumen, se trata de unos creyentes que han asumido y desean hacer carne el hecho de pertenecer a una comunidad eclesial constituida «para la vida del mundo».
VII. Las tareas de
La finalidad de la catequesis se logra por medio de tareas diversas250
172. La finalidad o meta de la
catequesis consiste, como ya se ha dicho, en la maduración de la vinculación a
Jesucristo de los hombres y mujeres que han decidido seguirle. Se trata de
lograr una unión madura a Cristo, en
Las dimensiones de la formación de Jesús a sus discípulos
173. Para definir cuáles son las tareas con las que ha de realizar su finalidad, la catequesis debe inspirarse en la manera con que Jesús formaba a sus discípulos. En efecto, junto al anuncio del Evangelio a las muchedumbres, aparece en el ministerio de Jesús la cuidadosa formación de sus discípulos. Las dimensiones incluidas en esta formación son el paradigma en el que la catequesis debe inspirarse:
- Jesús explica a sus discípulos los misterios del Reino. Les dedica «a solas» (Mc 4,10), una enseñanza especial. «A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los cielos» (Mt 13,11).
- Jesús enseña a sus discípulos a orar. «Maestro, enséñanos a orar» (Lc 11,1). Les hace partícipes de su propia manera de dirigirse al Padre. Les inculca la necesidad constante de la oración.
- También desea Jesús que sus discípulos le imiten en sus actitudes morales. Por ejemplo, les dice: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29).
-
Finalmente les enseñó a
evangelizar. «Les envió de dos en dos» (Lc 10,1), y les fue preparando para que
asumieran, tras su muerte, la gran tarea misionera de
Con esto estamos indicando que la catequesis es un aprendizaje o entrenamiento en la vida nueva, «un noviciado de toda la vida cristiana» (AG 14), que implica una diversidad de tareas, apropiadas para cultivar las diferentes dimensiones de la fe.252 «Todas estas cosas determinan las tareas propias de la catequesis» (DGC 21).253
Las cuatro tareas u objetivos específicos de la catequesis
174. La catequesis, inspirándose en este paradigma de Jesús Maestro, desarrollará con los adultos una formación similar. Por ello se presentan a continuación lo que puede considerarse las cuatro tareas fundamentales de la catequesis:
- Una iniciación orgánica en el conocimiento del misterio de la salvación.
- Una capacitación básica para orar y celebrar la fe en la liturgia.
- Un entrenamiento en la adquisición de actitudes evangélicas.
- Una iniciación en la acción apostólica y misionera.
Esta manera de entender las funciones
peculiares de la catequesis se inspira en lo que afirman importantes
documentos oficiales de
A) Conocer el misterio de la salvación
«El hombre maduro en la fe conoce el misterio de la salvación revelado en Cristo, y los signos y obras divinas que atestiguan que este misterio se realiza en la historia humana» (DGC 24).
La adhesión de la fe reclama el conocimiento de la fe
175. La primera tarea por la que se fomenta
la finalidad de la catequesis es la iniciación orgánica en el conocimiento
del mensaje evangélico como lo vive y enseña
Algunas orientaciones sobre esta tarea
a) La catequesis ha de ofrecer una síntesis orgánica y significativa del mensaje cristiano
176. La experiencia nos dice que muchos procesos de catequesis de adultos no llegan a ofrecer un marco referencial doctrinal suficiente, tanto para poder vivir con hondura la fe cristiana en una sociedad secularizada, como para poder dar razón de nuestra esperanza ante los hombres.257 En este caso, no se capacita al adulto para dialogar con los no creyentes. Hay no pocas gentes que en su caminar hacia la fe tropiezan y se sienten bloqueados por algunos temas de moral, eclesiales y directamente religiosos. Una buena formación doctrinal capacitará al adulto para promover este diálogo.258 Por otra parte, es necesario que los adultos adquieran una visión orgánica de la fe, es decir, un cuadro mental coherente al que referir toda su vida de creyente.259 Esta síntesis del mensaje cristiano estará penetrada, como hemos dicho, por una honda significación vital, mostrando cómo afecta a la vida de los hombres. La catequesis no sólo hace contemplar la luz, sino la realidad iluminada por la luz. La interpretación cristiana de la realidad es inherente al ejercicio de esta tarea. «Se revela hoy cada vez más urgente la formación doctrinal de los fieles laicos, no sólo por el natural dinamismo de profundización de su fe, sino también por la exigencia de «dar razón de la esperanza» que hay en ellos, frente al mundo y sus graves y complejos problemas» (ChL 60).260
b) Un contenido al servicio de la vinculación a Dios y al hombre
177. A veces se observa que algunos procesos de catequesis, en los que se ha proporcionado una riqueza doctrinal suficiente, no transforman a los catequizandos en cristianos que posean la debida hondura religiosa y humana. Los frutos obtenidos inclinarían a valorar la catequesis realizada como una mera enseñanza y no como una verdadera iniciación. El punto fundamental consiste, entonces, en saber situar el conocimiento de la fe al servicio de la adhesión de fe.261 La llama del amor a Dios y del compromiso con los hombres ha de ser alimentada con la dosis doctrinal adecuada. La llama puede apagarse o porque tiene poco combustible o porque se le echa demasiado y se la sofoca. «Estos dos aspectos no pueden separarse por su naturaleza, y la maduración normal de la fe supone su coherente progresión» (DGC 36). Hay aquí un principio catequético muy importante: la adecuación entre conocimiento y vida de fe. La fe de los sencillos necesita y tiene derecho a estar dotada de unos contenidos esenciales y vitales para alimentar su vida cristiana y vivir en coherencia con ella. Avanzar más o menos en la explicitación de esos contenidos es algo que, fundamentalmente, ha de decidirse a la luz del hambre personal de los catequizandos y de las exigencias del ámbito en que tienen que vivir su vida cristiana.262
c)
El contenido del mensaje cristiano se
basa en
178. Existen en nuestra realidad catequética con adultos acentuaciones muy dispares en la presentación del mensaje cristiano:
-
Hay materiales catequéticos
basados sólo en
-
Otros materiales, por el
contrario, se reducen a una enseñanza doctrinal, con un lenguaje exclusivamente
teológico, que parece querer prescindir de la necesidad de que el cristiano
tenga un contacto directo con
Ambos extremos deben evitarse. El
contenido del mensaje cristiano que ofrece la catequesis se inspira en
d) La función del Símbolo de la fe en la catequesis
179. La clave para estructurar esta doble
dimensión «bíblica y doctrinal» de la enseñanza de la fe, tal como atestigua la
práctica secular de la comunidad cristiana, está en «la entrega del símbolo»
(RICA 183), que
B) Aprender a orar y celebrar la fe
«La catequesis debe ayudar a una participación
activa, consciente y genuina en la liturgia de
La vinculación a Jesucristo a través de la oración y la liturgia
180. La progresiva vinculación a Jesucristo que tiene lugar a lo largo del proceso catequético se realiza también a través de la oración y la celebración litúrgica. Toda relación supone verse, hablarse, celebrar juntos los acontecimientos... La unión a Cristo implica que los catequizandos dediquen tiempo a escucharle, a suplicarle, a darle gracias, a celebrar los frutos que brotan de esa vinculación. La oración y la celebración, sin embargo, no son sólo expresión de la unión a Cristo, sino que la realizan y la hacen crecer. «Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica» (Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium [SC] 7). La experiencia indica que la oración da profundidad a la existencia cristiana y que la catequesis cobra nueva dimensión cuando se abren espacios a la oración. Hay momentos en los que la importancia de la oración cobra especial relieve: cuando el adulto se enfrenta a los aspectos más exigentes del Evangelio y se siente débil, o cuando descubre, maravillado, la acción salvadora de Dios en sí mismo.269 La celebración litúrgica, por otra parte, es algo inherente a la catequesis, ya que el misterio cristiano que se propone en ella, y que alimenta la fe en los adultos, pide ser celebrado en la comunidad cristiana. La fe sólo es verdadera cuando se proclama, se celebra y se confiesa.270 Por eso es importante que, a lo largo del proceso catequético, los cristianos puedan iniciarse en los diferentes tipos de celebración litúrgica, capacitándose para participar después activamente en ella en la vida de la comunidad cristiana.271
Algunas orientaciones sobre esta tarea
a) Aprender a orar con Jesús
181. La oración es un encuentro personal con Dios y Jesús es la mediación para acercarnos a Dios. Jesucristo une a sí mismo, mediante el Espíritu, a toda la humanidad. Él une a su oración la de todos los hombres, de modo que la oración de un creyente se hace «por Cristo, con Él y en Él».
Aprender a orar con Jesús es orar con «los propios sentimientos de Jesús» (Flp 2,5): la adoración, la alabanza, la acción de gracias, la confianza filial, la súplica, la admiración por la gloria de Dios...
Aprender a orar con Jesús es orar con las mismas palabras que Él lo hacía:
- Los evangelios dejan traslucir que Jesús oraba con los viejos salmos de su pueblo. En ellos los creyentes expresan los sentimientos del hombre que se dirige a Dios con angustia, arrepentimiento, gozo o paz... en las circunstancias concretas de su vida. «Quienes los recitan ven reflejados en ellos sus sentimientos y lo más hondo de sí mismos» (S. Atanasio).
- El Padre nuestro es el modelo de toda oración cristiana. Es la oración que Jesús enseñó a sus discípulos. En él está condensado lo mejor de los salmos y lo nuclear de la oración y de la predicación de Jesús. Su espíritu, eminentemente escatológico, ha de impregnar toda nuestra oración. Con él intensificamos el espíritu filial que el bautismo depositó germinalmente en nosotros.272
b) Iniciación en la oración individual y comunitaria
182. Los cristianos oran junto a Dios, en
comunidad, y unidos a Cristo: «Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre,
allí estoy Yo en medio de ellos» (Mt 18,20). La práctica de la oración
comunitaria se inicia desde los comienzos de
c) Educar las actitudes básicas de toda celebración
183. Son muchas las razones que explicarían la poca vitalidad que, a veces, tienen muchas de nuestras celebraciones cristianas. Una de las más importantes consiste en que los cristianos de nuestras comunidades han sido poco educados en las actitudes básicas que subyacen y sostienen toda celebración, como son:
- La sensibilidad a los símbolos, que evocan la presencia de Dios y de su acción salvadora en la comunidad, así como a los signos que apuntan a la acción divina en la historia humana.
-
La escucha vivencial de
- El silencio en uno mismo, como lugar de encuentro y contemplación de Dios.
- La alabanza y la acción de gracias ante las maravillas salvíficas que Dios va realizando en nosotros.
- La capacidad de celebración y de fiesta en la vida.
- La educación a las categorías del tiempo sagrado: al domingo, como el día en que los creyentes pueden alabar al Señor sin la preocupación del trabajo; a las fiestas, como celebración de las acciones salvadoras de Dios en favor de los hombres.
- La utilización del cuerpo como medio dúctil de expresar nuestro interior.
- La educación litúrgica exige el cultivo de éstas y otras dimensiones, ya que la vitalidad de una celebración depende de ellas: «Hemos de cuidar muy especialmente la iniciación a la celebración litúrgica, educando con cuidado las actitudes generales básicas presentes en toda celebración» (CC 90)275.
d) Privilegiar las celebraciones litúrgicas
184. Todos sabemos por experiencia que toda celebración vincula a cuantas personas participan en ella. La práctica de la catequesis, por su parte, muestra también la fuerza vinculatoria que, para el grupo catequético, tiene toda celebración litúrgica.
-
-
Como en el catecumenado
tradicional, las celebraciones de
· Que la doctrina recibida penetre en las almas.
· Que enseñen a saborear los diversos métodos y aspectos de la oración.
· Que expliquen a los catecúmenos los símbolos, gestos y tiempos del misterio litúrgico.
· Que les vayan introduciendo gradualmente en los actos de culto de la comunidad total» (RICA 10).
-
Como en todo aprendizaje
activo, el depositar en los catequizandos la responsabilidad de la oración y
celebración grupal es el mejor camino para una participación vital en la vida
litúrgica. Difícilmente se logrará esto si el catequista monopoliza toda la
iniciativa. Incluso cuando se trata de preparar la celebración de
-
Es importante, finalmente,
ayudar a los adultos a vivir el año litúrgico, sobre todo cuando se trata de
creyentes habitualmente practicantes, ya que nada «ordinariamente» vincula tanto
a Cristo como la celebración litúrgica de sus misterios a lo largo del ciclo
anual. «En el círculo del año (
C) Ejercitar las actitudes evangélicas
«Dejaos transformar, renovad vuestro interior de tal manera que sepáis apreciar lo que Dios quiere» (Rm 12,1-2).
Seguir a Cristo, adoptando su estilo de vida
185. Todo intento de vinculación a una persona supone, en quien lo pretende, una capacidad de poder convivir con ella, de dejarse transformar, de seguirla. Son muchos los textos evangélicos en los que se ve cómo Jesús condiciona el poder ser discípulo suyo a un cambio profundo de actitudes: «Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» (Lc 14,33). El joven rico, por ejemplo, no cumplía una de las condiciones para poder participar en un seguimiento fiel del Señor y renunció al seguimiento (Lc 18,22-24). La catequesis, que busca vincular a los catequizandos con Cristo, debe entrenarlos en aquellas actitudes más propias del Maestro. De este modo, el adulto «emprende un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la muerte y de la resurrección, pasa del hombre viejo al hombre nuevo perfecto en Cristo» (AG 13).276 Este cambio de actitudes, sin embargo, no es condición previa para comenzar el proceso catequizador. Basta el deseo inicial de querer cambiar de vida. La propia catequesis irá facilitando el que los adultos adquieran, poco a poco, el estilo de vida del Maestro: su manera de situarse ante los marginados, ante el dinero, el poder, la violencia, el conflicto... y su forma de convivir con sus discípulos: su amor fraterno, su comprensión, su perdón, su oración por los suyos, su compartir todo con ellos... Seguir a Cristo en su estilo de vida lleva a profundizar las actitudes comunitarias y de servicio al mundo, con sus consecuencias sociales y eclesiales. «Es importante revelar sin rodeos las exigencias, hechas de renuncia, pero también de gozo, de lo que el apóstol Pablo gustaba llamar “vida nueva”» (CT 29).277
Algunas orientaciones sobre esta tarea
a) Respuesta a una experiencia de llamada, a una invitación al seguimiento
186. La renovación de las actitudes vitales en un creyente no nace como fruto de un moralismo, de cumplir la norma por la norma. Tampoco es consecuencia de una mera atracción externa que uno puede encontrar en Jesús de Nazaret, viendo sólo en Él un modelo moral que imitar. La transformación evangélica que reclama la catequesis debe ser fruto de una respuesta generosa y consciente a una experiencia de llamada y a un deseo de vivir en alianza con Dios. En el origen de la transformación de los grandes santos «y de todo creyente» hay siempre una invitación que Dios hace: «Tú sígueme» (Jn 21,20). Es una llamada radical al seguimiento, que apunta a la raíz de la persona y la coge por entero. El creyente que la percibe intuye que Dios le llama a dejarse guiar por Él, a vivir en comunión con Él, abandonando otros caminos: «Vete de tu tierra» (Gn 12,1). En esta tesitura, el pecado no es vivido por el creyente como mera infidelidad a una norma, sino como una infidelidad a una relación de amor con Dios y con los hermanos, a la que uno fue gratuitamente invitado. En consecuencia, las actitudes evangélicas han de ser presentadas en la catequesis como llamada a un seguimiento, como oferta de vida y como camino de felicidad: «Si quieres entrar en la vida [...] ven y sígueme» (Mt 19,17-21). No es suficiente presentar a los adultos unas actitudes evangélicas aisladas. Es preciso ofrecerles un marco referencial moral, desde donde poder juzgar cristianamente la propia vida, los acontecimientos y las situaciones. Este marco incluye una moral fundamental y la oferta de un estilo coherente de vida cristiana, con las implicaciones sociales que ésta conlleva.
b) Una iniciación a la moral fundamental
187. La catequesis ha de educar al adulto en los presupuestos básicos del comportamiento evangélico: la función de la conciencia moral en el hombre, las condiciones del ejercicio de una libertad auténticamente humana, el desarrollo de la conciencia social, la función de la ley, la educación del sentido adulto del pecado, la función del sentimiento de culpa en el hombre, el sentido de la persona como valor supremo en las relaciones sociales, la convivencia en el pluralismo, la opción radical entre el bien y el mal... todo ello visto a la luz del Evangelio, es decir, que esta iniciación a los fundamentos de la moral brota de las enseñanzas de Jesucristo. Es difícil pensar en una moral evangélica adulta si no está basada en estos presupuestos de la moral fundamental. Dado el carácter fundamentador que corresponde a la catequesis, no cabe duda de que ésta es una tarea insoslayable en nuestro quehacer.
En La verdad os hará libres (36-51) el Episcopado español recoge los aspectos más importantes que debe asumir esta iniciación a la moral fundamental.
c) El sermón del Monte, marco referencial del estilo de vida evangélica
188. El sermón del Monte es referencia en
la tarea catequética de iniciar en la vida evangélica. Representa la
enseñanza moral más importante de Jesús, con la que «como nuevo Moisés» da al
Decálogo de
He aquí algunos rasgos más sobresalientes que definen la vida cristiana, tal como Jesús los propuso en dicho sermón:
- Los valores de las bienaventuranzas, que constituyen todo un programa de vida (Mt 5,3-10).
- La necesidad de que la vida cristiana suponga una justicia más honda que una moral legalista (Mt 5,20).
- El carácter misionero de la vida evangélica, como «luz y sal de este mundo» (Mt 5,16).
- El carácter teónomo de la conducta cristiana, como motivación última, ya que «el Padre que ve en lo secreto te recompensará» (Mt 6,4).
- La libertad que da la pobreza evangélica para poder responder sin trabas a Dios (Mt 6,25).
-
El amar al prójimo como
compendio de toda
d) La dimensión social de la formación moral
189. Las actitudes evangélicas del creyente
«deben manifestarse con sus consecuencias sociales» (AG 13). La denominada
opción preferencial por los pobres (SRS 42), por ejemplo, no es posible
practicarla sin enfrentarse a las «estructuras de pecado» (SRS 36) que existen
en el mundo. Muchas veces, sin embargo, la formación moral que se imparte en los
grupos de catequesis de adultos queda en un nivel individual, sin abrirse
suficientemente a las exigencias de la moral social. La enseñanza social
de
190. De manera general, es necesario situar toda esta formación moral bajo la acción del Espíritu. Vivir el ideal del sermón del Monte puede parecer inaccesible, pero «para Dios ninguna cosa es imposible» (Lc 1,37). «El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26) y obra en nosotros maravillas. «Fruto del Espíritu es el amor, la alegría y la paz» (Ga 5,22). «Fuisteis cocidos en el fuego del Espíritu Santo para convertiros en el propio pan del Señor» (S. Agustín).
D) Fomentar la acción apostólica y misionera
«Los catecúmenos han de aprender a cooperar
activamente en la evangelización y edificación de
Una iniciación en la acción apostólica y misionera
191. La experiencia de la fe, como
experiencia gozosa y plenificante que es, tiende a ser compartida y comunicada.
«Ay de mí si no evangelizare» (1 Co 9,16). No es posible vincularse a Cristo y
no hacerlo a las personas a quienes Él denomina «estos hermanos míos» (Mt
25,40), en especial los pobres, los indefensos y los marginados, para compartir
con ellos
Ambas dimensiones deben ser cuidadas en esta tarea. «La catequesis está abierta al dinamismo misionero. Si se hace bien, los cristianos tendrán interés en dar testimonio de su fe, de transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer a otros, de servir de todos los modos a la sociedad humana» (CT 25).
Algunas orientaciones sobre esta tarea
a) La acción apostólica y misionera es fruto de una vivencia de fe
192. El compromiso evangelizador, al que
inicia la catequesis, ha de estar motivado por la experiencia gozosa de la
fe. De lo contrario cabe el riesgo de quemar a muchos cristianos, al
lanzarlos a la empresa apostólica sin motivaciones cristianas hondas. Sería, en
efecto, un desacierto, «como ocurre a menudo», que el compromiso cristiano
estuviera motivado por un planteamiento voluntarista, exterior, buscando sólo la
eficacia y que no brotara del interior. Algunos grupos de catequesis de adultos
son interpelados frecuentemente por falta de una suficiente presencia activa en
la transformación de la vida pública. Los catequistas se sienten, entonces,
culpables de ello y esto les lleva a presionar indebidamente al grupo hacia el
compromiso social.282 La verdadera motivación de la acción apostólica
debe venir de la fe. Toda persona necesita expresar sus vivencias y experiencias
más hondas. La luz transformadora de
b) El discurso de Jesús sobre la misión, clave referencial obligada
193. No sólo es importante educar para la acción de evangelizar. Hay que educar las actitudes con que debe realizarse. La catequesis de adultos ha de propiciar estas actitudes. Las palabras de Jesús sobre la misión son, a este respecto, referencia obligada. He aquí algunas de sus recomendaciones, tomadas de los evangelios (ver Mt 10,5-42 y Lc 10,1-20):
- Se trata de ir en busca de las gentes, no esperar a que vengan: «Les envió de dos en dos» (Lc 10,1).
- Hay que compartir la vida de las gentes a las que se trata de evangelizar: «Comed y bebed lo que tengan» (Lc 10,7).
- La evangelización se hace con palabras y obras: «Decidles: el Reino de Dios está cerca. Curad a los enfermos» (Mt 10,7-8).
- Hay que evangelizar desde la pobreza evangélica, sin preocuparse por las seguridades humanas: «No llevéis oro ni plata» (Mt 10,9).
- Hay que ser conscientes y saber asumir el rechazo de que se va a ser objeto: «Os envío como ovejas entre lobos [...] os entregarán a los tribunales» (Mt 10,16-17).
- Se necesita una gran confianza en el Padre en medio de la persecución: «No os preocupéis de vuestra defensa [...] El Espíritu de vuestro Padre es el que hablará por vosotros» (Mt 10,20).
- El premio del discípulo está en haber podido colaborar en la construcción del Reino: «Alegraos de que vuestros nombres estén escritos en el cielo» (Lc 10,20). La lectura de estas recomendaciones de Jesús hace ver que la iniciación a la misión que se realiza en algunos grupos de catequesis está, no pocas veces, muy lejos de este espíritu evangélico.
c) La importancia del talante social del catequista
194. Para una buena iniciación en el compromiso apostólico y misionero el talante del catequista, comprometido en lo social, es fundamental. Es una inquietud que se hace contagiosa. Si falta, en cambio, esta sensibilidad, «lo que, a veces, ocurre», la dimensión misionera del adulto quedará disminuida o asfixiada. Hay que ayudar a los adultos a hacer una lectura cristiana de la realidad, de forma que aprendan a juzgar los acontecimientos y las situaciones con los ojos de la fe. El cristiano, en el diálogo con los hombres, ha de enjuiciar las cosas con criterios evangélicos. Hay que proponerle, también, campos de acción concretos, necesitados de una presencia cristiana transformadora, ya que en ellos se está jugando el destino del hombre y de la sociedad.283 «Uno de los cometidos principales de la catequesis es presentar eficazmente formas nuevas de serio compromiso, especialmente en el campo de la justicia» (MPD 10). En esta iniciación evangelizadora se impone un gran realismo. El compromiso ha de ser progresivo y enfocado hacia acciones que estén al alcance de los adultos concretos del grupo. Para ello se impone una pedagogía del compromiso que sea escalonada, empezando por compromisos más sencillos y respetando el carisma y las cualidades de cada adulto.
Todo ello está pidiendo un catequista con una fuerte sensibilidad social, comprometido en su entorno vital, al estilo de los militantes apostólicos.
d) Hay que evitar la contraposición entre acción temporal y acción eclesial
195. Están equivocados quienes piensan que
los que evangelizan en la vida pública no están construyendo
Conclusión: Características comunes de las tareas de
196. Analizadas, por separado, las tareas de la catequesis de adultos, hemos de tener, sin embargo, en cuenta algunas características comunes, que definen al conjunto de estas tareas:
-
Lo que las distingue a unas de
otras es que exigen entrenamientos distintos. La iniciación en el conocimiento
del mensaje, en la oración, en las virtudes evangélicas y en la misión son
aprendizajes que, aunque muy vinculados, son diferentes. No basta conocer y
aprender lo que dice
-
Cada tarea, desde su carácter
propio, fomenta la finalidad de la catequesis: la vinculación madura a
Jesucristo en
-
Las tareas se implican
mutuamente unas en otras, pero sin confundirse. Por ejemplo: conocer el
Evangelio como lo propone
- Todas las tareas son necesarias. La catequesis «es una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana» (CT 21). Si faltase una de ellas, la formación cristiana quedaría seriamente dañada. Si la catequesis, por ejemplo, no iniciase al adulto para la misión, su fe tendría el riesgo de esterilizarse.286
-
Estas tareas han de alimentarse
con las distintas fuentes de la catequesis.
- Las cuatro tareas han de estar presentes a lo largo del proceso catequético, pero no todas al mismo tiempo ni con la misma intensidad en las diversas etapas de la catequesis. La mayor o menor acentuación de una tarea depende del tema y del momento del proceso pedagógico, como asimismo de la situación de los catequizados.
197. Sólo mediante el ejercicio de este conjunto de tareas podrá realizarse la meta de la catequesis: nuestra fe en Jesucristo, otorgada y sellada en el Bautismo. «La educación cristiana busca que los bautizados se hagan más conscientes del don recibido de la fe, mientras:
- son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación,
- aprenden a adorar a Dios Padre, ante todo en la acción litúrgica,
- formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad,
- y contribuyen al crecimiento del Cuerpo místico» (Conc. Vat. II, Decl. Gravissimum educationis [GE] 2).
VIII. Estructura gradual de
198. Analizada la finalidad de la catequesis, y descritas las tareas que ha de desarrollar para conseguirla, es conveniente clarificar la estructura gradual que debe asumir.
La gradualidad de la formación
catecumenal era una característica clara en el catecumenado primitivo. Orígenes,
por ejemplo, la compara a las etapas que recorrió el pueblo de Israel, desde su
liberación de Egipto, hasta llegar a la tierra de la promesa: «Cuando abandonas
las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la ley divina,
entonces empiezas tu salida de Egipto. Cuando has sido agregado a la multitud de
los catecúmenos y has comenzado a obedecer a los mandamientos de
A) La catequesis de adultos es una acción gradual
Gradualidad de la catequesis
199. La formación catecumenal del adulto que se prepara para recibir el bautismo es una formación gradual.289 La catequesis de adultos con cristianos bautizados, inspirada en el modelo catecumenal, ha de serlo también: «El desarrollo ordinario de la catequesis (con adultos ya bautizados) generalmente corresponde al orden propuesto a los catecúmenos» (RICA 297). No se trata de que la catequesis con bautizados reproduzca, miméticamente, el proceso catecumenal del no bautizado, ya que «su condición difiere de la condición de los catecúmenos» (RICA 295). La inspiración de fondo y el carácter gradual de su formación deben, sin embargo, mantenerse.290
Tres etapas de la catequesis de adultos inspiradas en el modelo catecumenal
200. El itinerario catecumenal para no bautizados tiene cuatro etapas:
- El «precatecumenado», caracterizado por la primera evangelización.
- El «catecumenado», destinado a la catequesis integral.
- El tiempo de «purificación e iluminación» para proporcionar una preparación más intensa a los sacramentos de iniciación.
- El tiempo de la «mistagogia», señalado por la nueva experiencia de los sacramentos y la entrada en la comunidad (ver RICA 7). La catequesis de adultos hará bien en asumir el espíritu de estas etapas del catecumenado bautismal.
Las dos primeras se refieren más directamente al proceso de búsqueda y maduración en la fe, y el catequizando adulto, ordinariamente, deberá recorrerlas. Sólo en el caso de que su conversión inicial esté firmemente asegurada se empezaría por la segunda. Las dos últimas etapas, situadas al final del itinerario catecumenal, están estrechamente vinculadas a los sacramentos de iniciación que el catecúmeno va a recibir y que, en nuestro caso, el adulto ya ha recibido. La catequesis asumirá el espíritu de estas etapas finales, tal vez condensándolas en una sola, para ayudar al adulto, al final de su proceso formativo, a renovar los compromisos de su Bautismo y Confirmación y disponerle para asumir una vida activa en el seno de la comunidad cristiana y para ser testigo de la fe en el mundo.291
Según esto, parece conveniente que un proceso orgánico de catequesis de adultos se estructure en torno a estas tres etapas:
- Una precatequesis (inspirada en el «precatecumenado»), que suscite o renueve, siempre que sea necesario, la conversión inicial del adulto.
- La catequesis propiamente dicha, inspirada en el catecumenado bautismal.
- Una tercera etapa, más directamente espiritual, explícitamente referida a la experiencia sacramental y, por lo tanto, al estrechamiento de vínculos con la comunidad y a la preparación inmediata para participar activamente en la evangelización.292
Grados cualitativamente diversos
201. La gradualidad de la catequesis es
algo normalmente admitido en la praxis catequética. No siempre, sin embargo, se
la entiende de la misma forma ni se le da el verdadero sentido que desea
Esta diversidad cualitativa de las etapas de la catequesis reclama un tratamiento pedagógico propio de cada etapa. «La catequesis apropiada está dispuesta por grados» (RICA 19).
La gradualidad de la catequesis, signo del respeto al adulto y del respeto a las exigencias de la fe
202. La gradualidad, tanto de la
formación catecumenal como de la catequesis de adultos con bautizados, muestra
el gran respeto de
Dificultades de la gradualidad
203. La gradualidad de la catequesis de adultos encierra en la práctica diversas dificultades. He aquí algunas de ellas. Es más fácil delimitar las etapas de la catequesis en los adultos no bautizados. Se hace más difícil en la catequesis con bautizados, necesitados de una reiniciación. En el primer caso esa frontera es más difícil de establecer. En la dinámica de la fe, las fronteras son movedizas. El crecimiento no se produce de manera uniforme. Los momentos de gracia son distintos en un grupo de adultos. Los bloqueos son, también, muy diversos. Un adulto, superado un bloqueo, puede recuperar «de manera acelerada» el terreno perdido. Cuando el grupo de adultos es poco numeroso se hace más difícil dividir a los adultos por grados de fe. Una cierta coexistencia de diversos niveles tiene, entonces, también sus ventajas. Todo lo cual supone un llamamiento a la flexibilidad y al realismo en la praxis catequética concreta. El concepto de gradualidad y su aplicación flexible y realista deben, no obstante, mantenerse, teniendo en cuenta dos aspectos fundamentales:
- Los simbolismos y ritos que, a lo largo del proceso, deben realizarse han de ser adecuados a una cultura técnica como la nuestra. Supuesta su conveniencia y necesidad, se necesita una gran creatividad pastoral para tratar de que sean verdaderamente significativos para el hombre de hoy. Se requiere, también, una gran paciencia, ya que este hombre tiene especiales dificultades para entrar en un universo simbólico que apunte hacia la trascendencia.
-
Hay que dejar claro que el
recorrido gradual de un proceso de catequesis no se identifica, sin más, con el
progreso de la vida de fe. Estructurar la catequesis por etapas es necesario, y
lo quiere
B) La precatequesis
Carácter propio de la precatequesis
204. La primera etapa formativa del adulto
es la precatequesis. Se inspira, como hemos dicho, en el «precatecumenado»
que establece
Dos posibles acentos en la precatequesis
205. En la precatequesis siempre hay, por tanto, una búsqueda:
- Una búsqueda del Dios vivo, desde la indiferencia y la increencia. Corresponde a aquellos bautizados que, alejados de la fe, se interesan por el Evangelio y consienten en participar en un proceso formativo para replantearse su vida cristiana.
-
Una búsqueda del Dios de
Jesucristo, desde una religiosidad quizá superficial y, de hecho, no cultivada y
coherente, cristianamente hablando. Son adultos cuyos planteamientos religiosos
necesitan ser purificados y madurados. Encontramos una analogía de estas dos
acentuaciones en la misma predicación de los apóstoles. La dirigida a los
gentiles acentúa más la búsqueda de Dios desde una situación de indiferencia. La
dirigida a los judíos, creyentes en el Dios del Antiguo Testamento, acentúa más
la búsqueda del Dios de
La precatequesis sigue al primer anuncio, distinguiéndose de él
206. La precatequesis sigue al
primer anuncio. No se identifica con él. Son dos momentos distintos de la
propuesta del Evangelio. Ambos forman parte de la acción misionera de
a) Por el fin que buscan
- El primer anuncio del Evangelio busca despertar al hombre, sembrando la inquietud religiosa y el interés por la figura de Jesús. No es lo normal que, ante la propuesta evangélica, el hombre se decida instantáneamente a ser verdadero creyente. Una decisión de esa trascendencia ordinariamente requiere tiempo y debe ser madurada antes de tomarla.
- La precatequesis es la encargada de acoger esa inquietud, de dialogar con el que siente ese interés, de explicar más reposadamente de qué Buena Noticia se trata, de facilitar contactos con creyentes maduros... En una palabra, se pretende ayudar al adulto a que esa inquietud inicial pueda transformarse en una decisión seria por la fe, es decir, en la conversión.
b) Por el tiempo que necesitan
207. - El primer anuncio, ordinariamente, es más informal, más rápido. Toda ocasión es buena para hacerlo: en las casas, en el trabajo, en la calle, en un viaje... Puede hacerse también de manera más organizada: predicación cuaresmal, misiones populares, ejercicios, cursillos de cristiandad... Los encuentros presacramentales, con alejados de la fe, son también ocasión propicia para el primer anuncio. De cualquier forma éste siempre es más corto en duración.
- La precatequesis, en cambio, es más estructurada y sostenida. Requiere más tiempo y sosiego. Implica ya un trabajo educativo que parte de un interés inicial, al que hay que dar cuerpo. Persigue la decisión adulta por el Evangelio, que no hay que precipitar ni presionar.301
c) Por la distinta iniciativa que exigen
208.
- El primer
anuncio está bajo el signo del ir. Supone salir para encontrar al no
creyente y ofrecerle
- La precatequesis es un momento segundo, que acoge al que viene con una inquietud. No se trata ya de ir a despertar a otro. La iniciativa parte del que muestra un interés por la fe y desea buscar respuesta.
d) Por los agentes que los realizan
209. - El primer anuncio puede y debe ser hecho por todo cristiano, en virtud de su bautismo. No se requiere una preparación especializada para hacerlo. El testimonio de vida y la palabra son el medio de anunciar a Jesucristo.
-
La precatequesis, que es ya una
primera educación más estructurada, requiere una preparación adecuada en los
agentes y una misión especial conferida por
En la modalidad individual sería de desear que aquél que ha suscitado el interés por la fe en un alejado pudiera acompañarle hasta la firme adhesión inicial. No siempre es posible, y por ello la comunidad cristiana debería disponer de unos cuantos testigos vivos que pudieran hacer este primer acompañamiento y a quienes ella les confiriese tal misión302.
La precatequesis busca la conversión
210. La acción misionera de
Implicaciones pastorales de la precatequesis
a) Discernir qué tipo de precatequesis conviene al grupo y si la necesita realmente
211. Se impone un discernimiento en
cada situación concreta para determinar el tipo de precatequesis que necesita un
grupo de adultos. Conviene incluso decidir si, tratándose de cristianos
practicantes, necesitan «en rigor» de una precatequesis o pueden comenzar por la
catequesis propiamente dicha. Para realizar este discernimiento podemos señalar
estos tres criterios. Ver si hay o no una voluntad firme de seguir a Cristo.
Acaso descubramos otros móviles por los que acceden a la catequesis (novedad,
esnobismo, deseo superficial...). Calibrar si los adultos han captado
suficientemente el carácter gratuito de la oferta salvadora o están más
bien guiados por un voluntarismo moral. En este caso, «muy frecuente», la
precatequesis es necesaria para comenzar el proceso formativo con la verdadera
motivación que es la de un tesoro ya descubierto. Sopesar «en el otro extremo»
si les mueve un verdadero deseo de cambiar el estilo de vida cristiana
que traen o sólo vienen pidiendo a la catequesis más conocimientos o un grupo de
amistad. Si aplicamos estos criterios seguramente concluiremos que, en una buena
mayoría de los casos, se necesita algún tipo de precatequesis, aunque sea más
breve. Pudiera parecer, superficialmente, que en la catequesis de adultos que se
realiza con creyentes practicantes la precatequesis será menos necesaria y más
fácil. No siempre, sin embargo, es así. Muchos cristianos, en efecto, parecen
estar ya vacunados respecto a la fe, y la novedad del Evangelio y el
redescubrimiento gozoso del Señor penetra más difícilmente en ellos. El problema
se sitúa, en este caso, en un replanteamiento serio de la conversión. Haríamos
bien, entonces, en aplicar la recomendación que
b) La precatequesis relaciona el mensaje evangélico con la experiencia humana
212. Es imprescindible que la precatequesis
sepa unir la semilla de
c) Crear un servicio de acogida y formación en las comunidades cristianas
213. Es muy importante que el primer anuncio realizado en nuestros contextos sea recogido por una precatequesis adecuada. La organización de este servicio de acogida y formación es posible y urgente. La acción desarrollada en él puede durar varios meses y es el puente adecuado para la catequesis orgánica. Pensamos en concreto, como queda apuntado, que las charlas cuaresmales, los ejercicios espirituales, las misiones populares... y otras acciones similares, de marcado acento misionero, deben ir seguidas de la invitación a continuar madurando en la fe en ese espacio formativo que es la precatequesis. Muchos encuentros presacramentales podrían, también, tener ahí una continuidad. Caben dos formas de realizar la precatequesis: una de manera grupal, reuniendo a aquellos adultos en actitud de búsqueda y ayudándoles a realizarla; y otra de manera individual, en la que una persona «o una pareja» es acompañada en su búsqueda por otra persona u otra pareja creyentes. Fundamentalmente se trata, en este caso, de que estos acompañantes comuniquen su propia experiencia de fe, en un diálogo vital sobre el discurrir ordinario de la vida, y donde ellos testifiquen la salvación y plenitud que aporta el Evangelio. Dado que los grados de la formación catequética son, como hemos visto, cualitativamente diversos, este primer grado formativo debe tener cierta unidad en sí mismo. Hay que tender a que muchos adultos de nuestras parroquias puedan seguirlo. Toda comunidad cristiana debería contar con este servicio de acogida y formación precatequética. Unos laicos bien preparados podrían asumirlo. En conexión con él, las mismas parroquias o las zonas organizarán la catequesis de adultos propiamente dicha, de duración obviamente más larga, y de una asistencia y participación, por tanto, más costosa. Es importante que una gran mayoría de los adultos puedan recibir, al menos, este primer grado de formación cristiana308.
C) La catequesis propiamente dicha
Un tiempo de maduración
214. Si la precatequesis es un tiempo de
búsqueda con vistas a una opción por el Evangelio, la catequesis es un
tiempo de maduración con vistas a la confesión de fe.309 «Es
un tiempo prolongado [...] en el que se les ayuda (a los candidatos) para que
lleguen a la madurez las disposiciones de ánimo manifestadas a la entrada» (RICA
19).310 No se trata de desarrollar ahora el contenido de esta etapa
central. En realidad se ha hablado de ella en los capítulos anteriores. Se han
indicado las características que la definen, al señalar que se trata de un
proceso orgánico, integral y básico de formación cristiana. Se ha mostrado,
asimismo, su finalidad: hacer que madure la vinculación a Jesucristo, en
- conocimiento sapiencial del misterio de la salvación,
- ejercitarse en la práctica de la vida cristiana,
- iniciación en la oración y vida litúrgica,
-
aprender a cooperar en la
evangelización y edificación de
Un paso cualitativo dentro de la continuidad
215. La catequesis propiamente dicha, como segundo grado de formación cristiana, supone un paso cualitativo respecto a la precatequesis. Aquí se trabaja ya con una decisión firme de seguir a Cristo. Se trata de alimentar y educar esa decisión. El gozo de lo descubierto es el verdadero motor de toda la formación.312 La experiencia de muchos grupos de catequesis de adultos nos dice que muchos cristianos progresan poco en el crecimiento de su fe porque el impulso del descubrimiento inicial, en la precatequesis, fue poco profundo. No hay que precipitarse para pasar a este segundo grado formativo. Es en el primero donde se gestiona lo esencial, dedicado como está a descubrir el tesoro del Evangelio y a gustar la novedad de ese descubrimiento.313 «La catequesis [...] sólo se despliega sobre la base de ese descubrimiento gozoso [...] Esto sólo es posible hacerlo con el que se ha visto cautivado por la novedad del Evangelio» (CC 45). Es muy importante, por eso, que la catequesis sepa empalmar con el gozo descubierto en la precatequesis. La catequesis pretende, «no lo olvidemos», ahondar en la vinculación a Cristo, en la pertenencia a la comunidad eclesial y en el compromiso evangelizador en el mundo. La llama de esa finalidad ha de estar siempre viva en esta segunda etapa. «Las verdades que se profundizan en la catequesis son las mismas que hicieron mella en el corazón del hombre al escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de embotarlas y agostarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida» (CT 25).
Un caminar de toda la persona
216. El proceso catequizador es un caminar de toda la persona (entendimiento, memoria, voluntad, afectividad) que avanza en las diferentes dimensiones de la fe.314 Se trata de propiciar un nuevo nacimiento (ver Jn 3,5), por el que el adulto pasa del hombre viejo al hombre nuevo (ver Col 3,5-10). Este caminar de toda la persona ha quedado muy bien definido en el sentir conciliar: es «formación y noviciado, convenientemente prolongado, de toda la vida cristiana» (AG 14). El RICA, inspirándose en el Concilio, define también a esta etapa como «una formación de la vida cristiana en su integridad» (RICA 98). Y con una expresión muy precisa concreta así esta tarea: «El catecumenado está destinado a la catequesis integral» (RICA 7).
D) La última etapa. Más directamente espiritual
Un período final recapitulativo
217. Esta tercera etapa de formación cristiana corresponde, como ya se ha indicado, al tiempo de «purificación e iluminación» y al tiempo de la «mistagogia» del catecumenado bautismal. Dos etapas que, en nuestra catequesis de adultos, pueden muy bien fundirse. Se trata de un tiempo más breve, en el que los adultos, ya catequizados propiamente en la segunda etapa, recapitulan y gustan lo vivido en ella y asumen públicamente los compromisos de los sacramentos de la iniciación cristiana, que ellos ya recibieron.
Este carácter sacramental, con las implicaciones comunitarias y misioneras derivadas de ellos, es el que da a esta última etapa su especificidad propia, dotada de un clima altamente espiritual.315 «Este período se ordena más bien a la formación espiritual que a la instrucción doctrinal» (RICA 25).
Una interiorización de los sacramentos de la iniciación cristiana ya recibidos
218. En la etapa final de la catequesis los adultos aprenden a interiorizar y gustar los sacramentos. Muchos no habrán conocido las riquezas encerradas en su bautismo y en su confirmación y, sobre todo, nunca las habrán revivido a fondo. Ahora es el momento adecuado para hacerlo.316
En el clima de unas celebraciones
eucarísticas finales, inspiradas en las misas de neófitos del tiempo de la «mistagogia»,
los adultos saborearán el espíritu de los sacramentos de la iniciación
cristiana y captarán su intrínseca unidad, derivada del misterio pascual:317
«Los fieles, incorporados a
a) Reafirmación personal del Bautismo
219. El Bautismo no es reiterable, ya que sólo se recibe una vez. Pero se pueden revivir y renovar sus promesas. Esta reafirmación personal del bautismo podría realizarse, en esta etapa final del proceso catequizador, por medio de diversas acciones. Entre ellas podrían señalarse las siguientes:
- Una catequesis sobre el Bautismo que ayude a interiorizar y profundizar en los rasgos que lo definen (31). Algunos grupos catequéticos acostumbran a hacerlo apoyándose en algunas figuras bautismales que proponen los evangelios: Nicodemo (Jn 3,1-21), la samaritana (Jn 4,1-42), el paralítico de Betsaida (Jn 5,1-18), el ciego de Siloé (Jn 9,1-41)...318
- La entrega del Símbolo que, acompañada de un breve comentario del mismo, puede interiorizarse en unos pocos encuentros. Juan Pablo II sugiere «una utilización más concretamente adaptada» (CT 28) de esta entrega del Símbolo, en la que los adultos puedan encontrar, a modo de síntesis final, todo lo que a lo largo de la catequesis han descubierto y vivido.319
- La entrega del Padre nuestro que, condensando la iniciación a la oración realizada a lo largo del proceso catequético, ayude a los adultos a interiorizar las actitudes básicas de la relación con Dios, que brotan del don de la filiación divina que el Bautismo otorgó.320
-
La renovación de las promesas
del Bautismo realizada, a ser posible, en
b) Celebración del
sacramento de
220. El sacramento de
c) Reafirmación personal de
221. Esta etapa final es también propicia
para que los adultos catequizados se reafirmen personalmente en
-
Realizar con gozo la catequesis
de
-
Estudiar y analizar el plan
concreto de evangelización de
- Discernir, en contacto con los miembros del grupo y otros adultos de la comunidad cristiana que acuden al grupo a apoyar y testimoniar su trabajo apostólico, el lugar o los lugares donde cada uno va a vivir su vocación apostólica. El presbítero de la comunidad tiene aquí una importante misión que desempeñar.
- Manifestar públicamente, en la celebración final, la decisión de hacer suya la misión de Cristo, concretizando en lo posible la forma de realizar dicho compromiso apostólico.
d) Celebrar en
profundidad
222. La celebración de
-
Una catequesis de
-
Concretar en el grupo, con la
presencia del presbítero y otros miembros de la comunidad, la forma de vivir en
adelante la vida comunitaria.
-
Una celebración eucarística
final, que cierra el proceso catequético en comunión con los otros hermanos de
la comunidad. En esta Eucaristía conclusiva se pueden incluir algunas de las
acciones que se han señalado para la interiorización de los otros sacramentos de
la iniciación. «Procesos catequéticos diversos podrán con toda razón concluirse
o expresarse en
Tercera parte:
Los agentes y
IX. El catequista de adultos
«Hay que conceder más importancia a la acción del catequista que a la selección de los textos y otros instrumentos. Unas buenas cualidades humanas y cristianas podrán dar más resultado que los métodos selectos» (DGC 71).
223. En toda acción educativa es clave la
figura del animador. Las actitudes y convicciones que deja traslucir influyen
decisivamente en su acción educadora. Esto mismo ocurre en la catequesis. El
Evangelio que
Necesidad de la función del catequista
224. Algunos se preguntan si la función del
catequista es realmente necesaria. A menudo observamos, en efecto, a grupos de
reflexión cristiana, no propiamente catequéticos, que tratan de conocer mejor su
fe y no estiman indispensable la presencia de un educador. Desarrollan un
proceso de autoeducación, que el propio grupo regula. Estos grupos de reflexión
son algo ordinariamente distinto de un grupo de estricta catequesis, que busca
la fundamentación en la fe de los miembros del grupo y, en consecuencia, la
primera formación básica. Nuestro parecer es que, en este caso, se requiere la
presencia de un catequista, sacerdote o seglar, que se hace presente en el grupo
e interviene en él en razón de la misión que
La tarea del catequista viene definida por el carácter propio de la catequesis:
225. El catequista de adultos encontrará su
identidad como agente evangelizador en la medida en que se identifique con el
carácter propio de la acción catequética. Ser catequista es distinto, en efecto,
de ser misionero del primer anuncio o animador permanente de una comunidad
cristiana o dirigente de un movimiento apostólico. Tampoco hay que confundirlo
con el profesor de teología, función importantísima en
a) El catequista es un educador de base
226. La catequesis, como ya hemos indicado,
es la tarea por la que se capacita básicamente al creyente para entender,
celebrar y vivir el Evangelio331. Es, por tanto, una tarea de
fundamentación de la fe.332 El catequista, por consiguiente, es el
formador de base de la comunidad cristiana, el que inicia a la vida de fe. A él
le toca poner los cimientos de la personalidad creyente. En una situación donde
se confiere, ordinariamente, el bautismo en la primera infancia,
b) El catequista es un educador integral
227. Esta formación básica que proporciona el catequista concierne, como también hemos señalado, a todas las dimensiones de la vida cristiana: es una formación básica pero integral en la fe. La tarea que se le pide es algo más que la de ser un mero profesor. En el nivel básico en el que actúa, el catequista es un maestro de vida cristiana. Realiza, como todo formador de las primeras etapas de la vida, una educación básica, integral y globalizada. Es para el adulto que se inicia en la fe, de alguna manera, lo que el padre, la madre y el maestro son para el niño: proporciona esa primera e irremplazable educación.334 Esta educación cristiana básica es decisiva en la vida de todo creyente. Sobre ella se va a construir todo el edificio de la vida espiritual. En eso reside, precisamente, la grandeza de la tarea del catequista y lo gratificante de su labor. Otros factores y cauces educativos vendrán después a continuar la edificación. Sin embargo, la solidez de una casa depende de la calidad de sus cimientos.
c) El catequista realiza una tarea de vinculación
228. La originalidad de la tarea del
catequista puede descubrirse no sólo en relación a la de los otros agentes
pastorales, que desarrollan otras formas de educación en la fe. Se clarifica
también si la comparamos a la tarea educativa de aquellos educadores profanos
que desarrollan una formación de adultos. El catequista realiza,
fundamentalmente, una tarea de vinculación. Trata, en concreto, de vincular al
adulto con Jesucristo, y desde Él vincularle a Dios, a
d) La relación del catequista con el catequizando es, al mismo tiempo, una relación pedagógica y fraterna
229. Es importante descubrir la originalidad de la relación del catequista con el catequizando. Nos ayudará, también, a entender mejor lo específico de su tarea. Como ministro profético, el fundamento radical de la relación del catequista con el catequizando estriba en la misión que ha recibido de catequizar. Esta es la fuente de su originalidad. Ahora bien, ahondando en el análisis de esta relación podríamos añadir lo siguiente. La relación catequista-catequizando es, como ya se ha dicho, la propia del maestro con el discípulo. Es la relación del iniciador con el que se inicia. Es, por tanto, una relación pedagógica, y, en este sentido, el catequista no es un miembro más del grupo. Pero junto a esta relación pedagógica está la relación fraterna que se da entre cristianos que profesan la misma fe. Las dos dimensiones coexisten en la relación catequética, implicándose mutuamente. La comunión en la misma fe pide una relación de igualdad. El catequista en el grupo es, también, un creyente. En este sentido sí es uno más. Catequiza no sólo como un iniciador técnico, sino como un iniciador creyente. En otras palabras, comparte su fe madura con sus hermanos, sin refugiarse en sus meros conocimientos religiosos o en la condición de la misión recibida. La autenticidad de su comunicación cristiana es elemento fundamental en la acción catequizadora, aunque ésta no entrañe tanto el testimonio de una perfección alcanzada cuanto el de una fe sólida y unas certezas básicas, compatibles con la búsqueda continua.336
e) Una relación sostenida en el tiempo pero con un final...
230. La relación del catequista con el
catequizando es original, «como hemos apuntado» no sólo respecto a la mera
relación educativa, la de todo educador con su alumno, lo es también respecto a
otras relaciones que se establecen en la acción pastoral. Pensamos, por ejemplo,
en el misionero. Nos referimos a ese tipo de misionero que siembra el Evangelio,
suscita una inquietud en el oyente, acoge inicialmente a los que responden a la
convocatoria y confía su cuidado, y su crecimiento, a los catequistas para que
cultiven esa primera llama que se ha suscitado. La relación del misionero
(«apóstol», «evangelizador», en el lenguaje paulino) es, en este caso, paternal,
fundante y referencial; no es una relación de inmediatez ni permanente.337
Al propio Jesús «trataban de retenerle para que no les dejara» (Lc 4,42). Pero
el misionero se debe, también, a otras gentes: «También a otras ciudades tengo
que anunciar
... que obliga al catequista a referirse a otros agentes educativos
231. A pesar de suponer un tiempo prolongado de formación, la catequesis, «como toda iniciación», debe terminar en un momento dado. La relación catequista-catequizando participa, por tanto, de este tipo de transitoriedad propia de la formación catequizadora, marcada por un final. Tampoco al catequista se le puede retener. Participa, en este sentido, de la espiritualidad del misionero. Tiene que catequizar, también, a otros adultos. Nuevas promociones de catequizandos le esperan. Existen unos aspectos psicológicos implicados en este carácter propio de la relación catequizadora. El catequista no puede considerarse el formador único en la fe del adulto. Incluso durante el período mismo de esta formación, es obvio que el catequizando va a recibir otras influencias educativas en el seno de la comunidad eclesial. Al catequista le corresponde, entonces, ayudar a integrar en su acción catequizadora estas otras influencias positivas. Más tarde, finalizado el período de formación catequética, otros agentes de la pastoral, incluidos otros simples miembros de la comunidad cristiana, contribuirán a prolongar una formación a la que a él correspondió dar fundamento.
C) La catequesis de adultos, una responsabilidad compartida
«Esta iniciación cristiana, durante el catecumenado, no deben procurarla solamente los catequistas y sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles» (AG 14).
232. Desde el momento que «la obra de la
evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios» (AG 35), toda
a)
Los agentes del ministerio catequético
actúan de modo conjunto y en nombre de
233. La participación directa y oficial en
esa transmisión orgánica de la fe, que es la catequesis, no la ejercen, sin
embargo, todos los miembros de la comunidad cristiana.
La acción catequizadora de una diócesis se realiza por medio de los sacerdotes en primer lugar, y de aquellos religiosos, religiosas y laicos especialmente llamados para este servicio. Todos ellos, en comunión con el obispo, están integrados en el único ministerio catequético de una Iglesia particular.
Este ministerio es un servicio eclesial, en el que podemos destacar las siguientes características:
-
Los sacerdotes, religiosos y
seglares realizan la tarea de catequizar conjuntamente, pero de manera
diferenciada, cada uno según su particular condición en
-
Los agentes de la catequesis
desarrollan un ministerio público y oficial. No es una acción potestativa que
pudiera o no realizarse. Se trata de una acción eclesial fundamental,
indispensable para el crecimiento de
- Al ministerio de la catequesis le están encomendadas una diversidad de tareas, todas necesarias, para que una Iglesia particular pueda desarrollar una armónica acción catequizadora. Obviamente, la más importante es la transmisión directa del mensaje evangélico a los adultos. Pero al servicio del ejercicio directo de la catequesis hay otras tareas que lo respaldan: la organización y planificación de la acción catequizadora; la selección y formación de los catequistas; la elaboración de materiales adecuados; la coordinación de la catequesis con otras acciones pastorales; la reflexión continua sobre los objetivos concretos y medios más adecuados para realizar la catequesis en una situación determinada... No todos los agentes participan en cada una de estas tareas ni por el mismo título.
b) Obispo, presbíteros, religiosos/as y laicos en la catequesis de adultos
El obispo
234. El obispo es «el primer responsable de
la catequesis en
Los sacerdotes
235. El sacramento del orden constituye al sacerdote en pastor de la comunidad cristiana y, por tanto, como «educador en la fe» (PO 6) de la misma. Su participación en el ministerio catequizador es ineludible, no en vano le compete entregarse con esmero a «la formación de la auténtica comunidad cristiana» (PO 6) y la catequesis de adultos es factor determinante para ello. Catequizar es, pues, un deber fundamental del ministerio profético del presbítero. «Todos los creyentes tienen derecho a la catequesis; todos los pastores tienen el deber de impartirla» (CT 64). Dado que el presbítero, que recibe el ministerio de pastorear a la comunidad, debe atender a todas las acciones eclesiales que en ella se realizan, ha de incorporar a aquellos laicos, religiosos y religiosas más vocacionados y capacitados para llevar a cabo la catequesis de adultos. En este sentido, los sacerdotes deben «prepararse cuidadosamente para ser capaces de favorecer la vocación y misión de los laicos» (ChL 61). Por tanto, siempre que sea posible (pues no debemos olvidar que hay situaciones, especialmente en el ámbito rural, en que este objetivo no es inmediatamente asequible) conviene que los sacerdotes promuevan a seglares para que asuman la tarea directa de la catequización de los adultos. Al presbítero se le pide, más bien, la animación general de la catequesis, la atención y formación de los catequistas y la coordinación de la catequesis de adultos con las otras acciones evangelizadoras de la comunidad.346 Sin embargo, aunque hay que tender a la incorporación de los seglares para el desempeño directo de la tarea de catequizar, muchas veces el sacerdote debe asumir también esta tarea, sobre todo cuando la catequesis de adultos es todavía más un proyecto que una realidad. En cualquier caso, la presencia del sacerdote en el grupo de catequesis de adultos se hace necesaria en determinados momentos del proceso catequizador, sobre todo en la tercera etapa del mismo, más directamente conectada con la vida sacramental, comunitaria y apostólica. La experiencia muestra que donde el presbítero no participa de estas convicciones pastorales y no apoya la catequesis de adultos, ésta difícilmente será una realidad pujante e integrada en la parroquia.347
Los seglares
236. Por regla general, en estos momentos,
los seglares asumen más fácilmente la catequesis de niños, adolescentes y
jóvenes que la catequesis de adultos. Ésta queda a cargo, muchas veces,
exclusivamente de los sacerdotes. Tal resistencia, de hecho, por parte de muchos
seglares, puede deberse, entre otras razones, a que se piensa que la catequesis
de adultos comporta mayores exigencias o a que los catequizandos preferirán a
los sacerdotes. Es preciso superar este modo de pensar. La realidad es muy
simple:
Los religiosos y religiosas
237. La presencia, como catequistas, de los
religiosos y las religiosas en la catequización de los adultos es muy
importante. «Ellos encarnan
D) Cualidades del catequista de adultos que hoy se necesita
238. Es conveniente describir las
cualidades que ha de tener y desarrollar el catequista de adultos que, hoy,
necesita
a) Hombre o mujer maduro
239. El catequista de adultos ha de tener una suficiente madurez humana.
Puesto que la catequesis es un acto de transmisión, el catequista ha de ser capaz de relación, de comunicación y de diálogo. La experiencia de fe del catequista, antes de ser expresada en sus palabras, es percibida a través de la relación que establece con los adultos, relación que es, como hemos indicado, fraterna y pedagógica al mismo tiempo.351 El catequista ha de mostrar en todo momento una actitud de simpatía y de afecto sincero al grupo al que se dirige. Esta actitud se basa en su convencimiento de que Dios ya se está comunicando «misteriosamente» a cada una de esas personas y las está amando. Esta capacidad para la comunicación, que en grado suficiente ha de tener todo catequista, no excluye la utilización de aquellas técnicas de dinámica de grupos que ayuden a romper la superficialidad y a eliminar los temores que, con frecuencia, impiden a las personas expresar sus verdaderos sentimientos.352
240. Junto a este sentido de diálogo, se ha
de pedir al catequista una cierta capacidad de análisis y de sentido crítico.
Esta cualidad la ha de ejercer respecto de las circunstancias y condicionantes
tanto de tipo cultural y religioso como social y político que se están viviendo
en su entorno; pero también respecto de la realidad misma de la vida y
circunstancias concretas de los miembros del grupo y de las relaciones que entre
ellos se establecen. No le es menos necesario el hecho de haber alcanzado un
conocimiento del conjunto del mensaje cristiano, fundamentado en la tradición de
b) Testigo de la fe
241. Evidentemente, la cualidad más
importante de un catequista es su sentido religioso, concretado en el testimonio
de una fe cristiana viva. El catequista ha de ser, ante todo, un hombre de fe,
un discípulo de Jesucristo que conoce y vive el mensaje liberador del Evangelio
que tiene que transmitir. Ha de ser capaz, con su propia vida, de dar testimonio
de la fe que profesa y vive en
c) Integrado en una comunidad cristiana
242. El catequista de adultos ha de tener
un vivo sentido eclesial. No en vano su acción la realiza en nombre de
d) Enraizado en su ambiente
243. Dado que la catequesis de adultos ha de preparar a los catequizandos, en nuestro tiempo, para ser agentes de una nueva evangelización, el catequista deberá ser capaz de formar unos cristianos que sepan inocular el fermento dinamizador del Evangelio en un mundo sometido a profundos cambios. Para ello, el catequista necesita convicciones firmes de que el Evangelio es levadura de transformación profunda de las realidades humanas. Por tanto, el catequista de adultos ha de ser un hombre o una mujer que toma muy en serio las aspiraciones, preocupaciones, logros y sufrimientos de los hombres de nuestro tiempo. Él mismo tiene que sentirse solidario de los gozos y dificultades de la sociedad a que pertenece. Se esforzará, en consecuencia, por hacer descubrir a los catequizandos los signos de la presencia de Dios en el mundo. Los adultos necesitan ver en su catequista el testimonio de una seria inquietud social, ya que él no puede reducirse a ser un teórico de la vida cristiana, sino que debe transmitir el Evangelio desde la sensibilidad que brota de una presencia activa en el mundo. Esta cualidad de los catequistas debe ser particularmente fomentada hoy, porque vivimos un momento en que ciertas corrientes culturales tienden a que la fe cristiana permanezca en el ámbito de lo privado, sin influencia sobre las realidades de la vida de la sociedad358.
E) La formación de los catequistas de adultos
244. La formación de los catequistas de adultos tendrá muy en cuenta tanto el carácter propio de la catequesis como el momento cultural que estamos viviendo. Pensamos ahora, fundamentalmente, en los catequistas laicos. Se trata de formarlos para una situación de misión, en el contexto de la nueva evangelización359.
1. Objetivos de la formación
a) Ahondar en el conocimiento de la fe y en la experiencia viva y celebrativa de la misma
245. La formación ha de propiciar el
ahondar en la propia experiencia de fe de los catequistas. Se procurará, para
ello, hacerles muy sensibles a la acción gratuita del Espíritu en su vida diaria
y en su actividad catequética. La formación ha de intensificar, en una palabra,
su adhesión a la persona de Jesucristo y la decisión de seguirle más
profundamente en sus criterios y actitudes de vida. Tanto para alimentar su
experiencia de fe como para poder comunicarla a otros, el catequista necesita
poseer una buena síntesis bíblico-teológica. Esta formación doctrinal exige un
conocimiento sistemático y orgánico del mensaje cristiano, con toda su
significación vital para el hombre de hoy. Esta dimensión más cognoscitiva de la
formación ha de estar motivada por el deseo de comprender con mayor claridad,
vivir con mayor pureza y realizar con mayor generosidad el proyecto de Dios
sobre los hombres.360 La formación promoverá, igualmente, la
dimensión orante y la celebración de la fe en la liturgia, especialmente de
b) Fomentar el sentido eclesial y comunitario
246. La formación fomentará en los
catequistas la experiencia eclesial y la corresponsabilidad dentro de su Iglesia
particular y de su comunidad, a fin de que vivan la comunión y su relación con
otras acciones de
c) Facilitar una lectura creyente de la realidad
247. La formación favorecerá que los catequistas, insertos en su ambiente, sean capaces de hacer una lectura creyente de la realidad de su entorno, en la seguridad de que ninguna situación cultural se identifica plenamente con el Evangelio. Esta lectura privilegiará la atención a las experiencias más hondas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Con ello se trata de despertar y cultivar la sensibilidad de los catequistas a los cambios rápidos de nuestro tiempo, de forma que se pongan en actitud de permanente aprendizaje, de escucha a Dios a través de los signos de los tiempos y de búsqueda de un lenguaje lo más significativo posible para la comunicación del Evangelio a los hombres y mujeres de hoy.364 El cultivo de esta cercanía del catequista a la sensibilidad de hombre de hoy tiene un trasfondo misionero evidente, ya que ha de ser capaz de suscitar en los adultos los interrogantes más profundos y de acompañarles hasta la fe inicial, dada la lejanía con la que muchos de ellos acuden a la catequesis. Esta lectura de la realidad propiciará que los catequistas se hagan sensibles a los problemas de los más pobres, de los injustamente tratados, de las personas que sufren marginación y de los privados de derechos humanos, y se hagan conscientes de los deterioros irresponsables de la naturaleza. Para promover esta dimensión formativa a la que acabamos de referirnos, tiene una importancia evidente la contribución de las ciencias humanas. Es obvio que ciertos conocimientos de orden psicológico y sociológico, por ejemplo, pueden ayudar mucho a que el catequista tenga un conocimiento objetivo del hombre y del mundo que le rodea.365
d) Potenciar la identidad seglar
248. La formación catequética del seglar
tiene que estar orientada a que éste no prescinda del carácter secular de su
vocación en
e) Utilizar una pedagogía activa e integradora
249. A una buena formación contribuye una pedagogía activa que fomente la creatividad y capacite al catequista para una metodología de diálogo y participación, cuidando la unidad de contenidos, a la vez que evite el riesgo de fragmentación. Esto llevará a los catequistas a fortalecer, profundizar y reflexionar unitariamente la vivencia de fe. Como criterio general, debe existir coherencia entre la pedagogía de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad a los que no hubiera sido iniciado en su formación. Por otra parte, el proceso pedagógico de esta formación ha de estar muy cercano a la práctica de la catequesis. Los catequistas no parten de cero. Ordinariamente proceden de una actividad catequética determinada, que ha despertado en ellos una necesidad de formarse y provocado unos interrogantes a los que habrá que responder. La formación no puede prescindir de esa riqueza de experiencia catequizadora, procediendo como si no existiese. Ha de contar con ella y ha de referirse siempre a ella, manteniéndose cercana a la práctica y evitando el peligro de proporcionar sistemas teóricos cerrados que actúen, de hecho, como pantalla que aísla al catequista de su realidad.367
2. Cauces de formación del catequista de adultos
250. A continuación ofrecemos una sencilla reflexión sobre los ámbitos e instituciones que, ordinariamente, constituirán los cauces de formación de un catequista de adultos. En primer lugar destacamos el valor formativo de la propia comunidad cristiana; seguidamente se subraya cómo el grupo de catequistas ya es, en sí mismo, un foco de maduración del catequista en cuanto tal; y, finalmente, señalamos que la participación, durante un cierto período de tiempo, en las actividades formativas realizadas en una escuela o centro especializado tienen una gran importancia para alcanzar una formación de carácter orgánico y sistemático, que es indispensable adquirir para participar en el ministerio catequético.
a) En la comunidad cristiana
251. La comunidad cristiana de la que forma
parte el catequista puede considerarse como el primero y más ordinario cauce de
formación. En la comunidad el catequista de adultos alimenta su experiencia de
fe, participando en la escucha de
b) En el grupo de catequistas
252. El grupo de catequistas, de hecho, resulta el ámbito formativo peculiar en que el catequista madura en cuanto tal y se estimula a formarse en profundidad. Aquí no sólo se cultiva la experiencia de fe, sino que se la cultiva con vistas a su comunicación en la catequesis. Ordinariamente, la tarea formativa en el grupo de catequistas lleva consigo la preparación de visión de los temas catequéticos concretos que están llamados a impartir.369
Aunque el grupo de catequistas, por su nivel de fe ya maduro, no necesite seguir un proceso de autocatequesis, puede ser conveniente experimentar en él, didácticamente, algunos temas catequéticos concretos que se van a impartir en los grupos de adultos. Es una experiencia muy fecunda para la formación, entre otras cosas porque el catequista experimenta desde el lugar del catequizando lo que se vive en un proceso de catequesis.
c)
En
253. El dinamismo propio de la experiencia catequética cultivada en el grupo de catequistas exige profundizar en la comprensión del mensaje cristiano, en el conocimiento del hombre y de la cultura, en las distintas modalidades de expresión de la fe y en la metodología catequética.
El cauce más adaptado a este nuevo nivel
de formación es
- Una Escuela ofrece la posibilidad de una reflexión más honda y sistemática sobre el contenido de la fe, el hombre contemporáneo y la pedagogía de la catequesis, al tratarse de una formación menos absorbida por lo inmediato de la acción.
- Se puede contar con un equipo de profesores cualificados, especialistas en los diferentes núcleos temáticos, lo que es impensable en una parroquia concreta.
- Se da un sano contraste entre los catequistas procedentes de comunidades diferentes, lo que enriquece las perspectivas unilaterales y contribuye a abrir horizontes.
- Supone para el catequista la posibilidad de tomar una cierta distancia interior sobre la acción, para reflexionar sobre ella con más hondura y acometerla con nuevas perspectivas.
-
Y, finalmente, hay que destacar
la importancia que puede tener la escuela o centro de formación, sea de nivel
interparroquial o diocesano, en la educación o fortalecimiento del sentido de
X.
«Hay una pedagogía de la fe y nunca se ponderará bastante lo que ésta puede hacer en favor de la catequesis» (CT 58).
254. La catequesis es una forma de educación en la fe. Es, por tanto, una acción esencialmente educativa. Debe apoyarse, por consiguiente, en los recursos que le aportan las ciencias de la educación. «En nuestro siglo, los catequistas han investigado profundamente las cuestiones de metodología propuestas por las ciencias psicológicas, didácticas y pedagógicas» (DGC 70). Sería un error reducir la pedagogía catequética a una simple mediación táctica o a una cuestión de metodología. La pedagogía catequética obedece, ante todo, a un talante, a una manera de pensar y a un estilo de actuar en la acción educativa cristiana. Pues bien, esa forma de educar en la fe no es ajena al Evangelio. La catequesis necesita un estilo evangélico de educar. Este capítulo quiere referirse a ese estilo y a ese talante, sin tener que llegar a precisar cuestiones metodológicas concretas, que pueden ser muy variadas y en las que una reflexión como ésta no tendría que entrar. Como es natural, aunque se procure presentar algunos rasgos más peculiares de la pedagogía propia de la educación de adultos, se presentan asimismo reflexiones pedagógicas que son comunes a todo proceso de catequesis, sea para adultos, jóvenes o niños. En concreto, este capítulo quiere mostrar que, ante todo, la pedagogía catequética debe inspirarse en la misma pedagogía divina. Se tratará de hacer ver, después, que ha de ser una pedagogía integradora, que eduque al hombre entero en las diferentes dimensiones de la fe; así como una pedagogía diferenciadora, que sepa adaptarse a las diversas circunstancias en que se encuentran los adultos. El momento cultural que vivimos exige, también, una pedagogía que tenga en cuenta los diversos lenguajes con los que se puede educar en la fe. A la hora de programar procesos concretos de catequesis de adultos, este conjunto de factores debe ser tenido en cuenta.
A) La pedagogía divina inspira la pedagogía de la catequesis
«Dios mismo, a lo largo de toda la historia sagrada y principalmente en el Evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo el modelo de la pedagogía de la fe» (CT 58).
Rasgos característicos de la pedagogía divina
255. Llamamos pedagogía divina a la manera
con la que Dios ha conducido a Israel hacia Cristo Salvador, y al modo con el
que el propio Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, vivió la voluntad del Padre y
comunicó e hizo realidad entre los hombres el Evangelio del Reino de Dios. Esta
pedagogía divina está penetrada por la condescendencia371 de Dios
hacia los hombres, por la que su inefable amor, santidad e infinitud ha sabido
acomodarse a la condición humilde y pecadora del hombre. Pablo VI, en la primera
encíclica de su pontificado, Ecclesiam suam, sobre «los caminos que
a) Una pedagogía del don...
«Quiso Dios en su bondad y sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad» (DV 2).
256. La actuación de Dios en el Antiguo
Testamento tiene un solo objetivo: salvar a los hombres. Poco a poco fue
revelándose a sí mismo y comunicando su plan de salvación a Israel, a través de
palabras y acciones. La bondad y donación salvífica de Dios llega a su plenitud
en
... que el catequista ha de hacer suya
257. Para un catequista, utilizar una pedagogía del don implica, entre otras cosas:
- Cultivar una actitud gratuita y comprensiva de cara a los catequizandos, no condicionada a la respuesta de éstos.376
- Desarrollar el oído de los catequizandos en la escucha a la llamada gratuita y bondadosa de Dios.377
- Favorecer, para ello, un clima relajado de silencio interior.378
- Impulsar constantemente a los catequizandos al reconocimiento de los dones recibidos.379
- Fomentar la acción de gracias y tratar de ser, al mismo tiempo, don y gratuidad para los demás.
b) Una pedagogía de encarnación...
«El carácter histórico de
258. Todo el Antiguo Testamento es un
ejemplo de la adaptación de Dios a la historicidad del hombre. Israel tenía
conciencia de que Dios se hacía presente en sus acontecimientos y hablaba con
Abraham, Moisés y los profetas. Esta cercanía de Dios con los hombres tiene su
manifestación plena en la encarnación del Hijo de Dios: «Se encarnó por obra del
Espíritu Santo, nació de Santa María
... que conecte
259. La utilización de esta pedagogía divina obliga al catequista a estar muy cerca de la vida concreta de los catequizandos. Entre otras cosas debe:
- Respetar el ritmo personal de los adultos, estando atento a los momentos de gracia de cada uno, así como a los posibles bloqueos y resistencias.380
-
Referir constantemente
- Fomentar la creatividad en los catequizandos, confiando en las posibilidades de éstos para asumir el proceso de maduración en la fe.382
- Buscar un lenguaje adaptado, que resulte significativo para los adultos y de esta forma facilitarles el acceso al mensaje cristiano.383
c) Una pedagogía de signos...
«La característica propia del conocimiento de la fe es la de ser un conocimiento por medio de signos» (DGC 72).
260. La realidad de Dios es un misterio para el hombre. Los acontecimientos salvadores de la historia de la salvación son sólo signos de una presencia que está más allá de ellos mismos, y que trasciende al hombre: la presencia del Dios invisible. «Dios habló en otro tiempo de múltiples maneras. Ahora, llegada la etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo» (Hb 1,1-2). La muerte y resurrección de Jesucristo son el gran signo, «signo del profeta Jonás» (Mt 12,39), del poder de la acción salvadora de Dios. Jesús apoya su acción evangelizadora en unos signos cercanos a las gentes, y por medio de ellos les descubre los misterios del Reino de Dios. El agua, el pan, la luz, el vino... son, en las palabras y gestos de Jesús, signos de una acción salvadora presente, pero invisible.
... que el catequista ayuda a interpretar
261. Un catequista que desea acercar a los adultos a la realidad insondable del misterio de Dios y de su acción salvadora deberá enseñarles a leer los signos de su presencia. Entre otras cosas procurará:
- Iniciar a los catequizandos en el lenguaje de los símbolos y de los signos. Es esencial a la catequesis favorecer el paso del signo al misterio.384
-
Propiciar, aunque no de modo
exclusivo, una catequesis inductiva, que «consiste en la presentación de los
hechos (acontecimientos bíblicos, actos litúrgicos, la vida de
- Enseñar a leer e interpretar los signos de los tiempos, tratando de descubrir en ellos «la presencia y los planes de Dios» (GS 11).386
- Dejarse interpelar por el testimonio de tantos creyentes que muestran, con su vida evangélica, la acción del Espíritu en ellos.387 La referencia a la vida de los santos es esencial para la catequesis.
262. Para interiorizar esta pedagogía
divina, presente en la historia de la salvación, y para adquirir el talante
educativo que necesita la catequesis, el medio más conveniente para un
catequista es la lectura cotidiana y la meditación constante de
B) Una pedagogía catequética integradora
263. A lo largo de estas orientaciones se ha señalado, varias veces, el carácter integral de la catequesis. Ésta trata, en efecto, de que sea el hombre entero (cf. DV 5) el que se entregue a Dios y educa, para ello, en todas las dimensiones de la fe (cognoscitiva, litúrgica, moral y apostólica). Concebir a la catequesis como educación integral, y no como mera enseñanza, está exigiendo una pedagogía integradora, ciertamente más compleja, pero más rica y vital.
Los elementos del acto catequético
264. En el acto catequético se integran
varios elementos o factores, que se reclaman mutuamente y que, por tanto, no se
pueden disociar entre sí. Aunque no se actualicen todos al mismo tiempo, ni
siempre de acuerdo a un orden fijo, todos ellos deben concurrir en la acción
catequizadora. Estos elementos son: la experiencia «humana y cristiana» del
catequizando;
a) La experiencia humana
«La catequesis debe preocuparse por orientar la atención de los hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales» (DGC 74).
265. Hablar de experiencia humana es referirse al conjunto de relaciones, proyectos, acontecimientos y valores que vive una persona o un grupo. No todos estos aspectos tienen para ellos la misma importancia. Algunos son tan significativos que se constituyen como algo nuclear en su vida. La experiencia humana entra en el acto catequético por derecho propio. No es una concesión a una corriente pedagógica o una moda metodológica. La misma naturaleza de la catequesis requiere que el anuncio del Evangelio, para ser percibido como mensaje de salvación, incida en la experiencia humana, ya sea para iluminarla, para interpelarla o para transformarla.389
Tres son las funciones que puede desempeñar la experiencia humana en la catequesis:
- Unas veces se presenta «como objeto que la catequesis debe interpretar o iluminar» (DGC 74). El Evangelio, en efecto, da sentido a la vida del hombre.
-
Otras veces la experiencia
humana sirve «para explorar y asimilar las verdades contenidas en
- Otras veces, por fin, la experiencia humana es suscitada por el mismo Evangelio, que la despierta, la ensancha y la interpela, de forma que «estimule en los mismos hombres un justo deseo de transformar la propia conducta» (DGC 74).
A lo largo del proceso catequético, la
experiencia humana se va, así, convirtiendo en experiencia cristiana, en virtud
de la fuerza de
b)
«
266. La catequesis es una forma del
ministerio de
Junto a
c) La expresión de la fe
267. «La fe, que penetra y transforma la totalidad de la personalidad del creyente, se expresa mediante la profesión o proclamación de la misma, la celebración y el compromiso cristianos, que son el corolario constante que acompaña, de manera ininterrumpida, todo el proceso de catequización» (CC 234). Toda experiencia profunda en el hombre tiende a ser expresada. Cuando esta expresión no se produce es un síntoma de que la persona no se ha visto afectada en su interioridad. Lo mismo ocurre con la experiencia cristiana que se suscita en la catequesis. No puede decirse que la educación en la fe sea verdaderamente tal mientras no lleve a los catequizandos a expresar la renovación que se está operando en sus vidas.
La experiencia de la fe se expresa, de una u otra manera, mediante la confesión o proclamación de la misma, la celebración y el compromiso cristiano:
-
El creyente dice su fe,
confiesa las «obras grandes que el Todopoderoso ha hecho en mí» (Lc 1,49). Con
su corazón, su memoria, su inteligencia y su voluntad, el adulto va preparando,
poco a poco, la confesión de fe que, al final de la catequesis, proclamará
solemnemente. Va conservando, meditando y expresando lo que supone la aceptación
de
- El creyente celebra con los hermanos, en comunidad fraterna, lo que ha experimentado y da gracias a Dios, en la oración, por la salvación que, paso a paso, va obrando en él el Señor.
- El creyente se compromete en lo que confiesa y celebra. Se ve impulsado a comunicar a los hombres el don de la fe, que ha recibido del Señor, y a colaborar activamente en la instauración del Reino de Dios en el mundo.
268. El acierto de un proceso catequético
viene pedido por la interacción de todos sus elementos; las experiencias
vitales,
C) Una pedagogía catequética diferenciadora
«La edad y el desarrollo intelectual de los cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras circunstancias personales postulan que la catequesis adopte métodos muy diversos para alcanzar su finalidad específica: la educación en la fe» (CT 51).
Algunas claves para elaborar una pedagogía catequética diferenciadora
269. Una comunidad donde se dan diferencias importantes entre los que acceden a la catequesis se ve obligada a utilizar en la catequesis una pedagogía diferenciadora391. No es cuestión aquí de hacer una descripción exhaustiva de tales diferencias, sino de ofrecer a los responsables de la catequesis algunas claves que les ayuden a situarse correctamente ante los adultos concretos que van a catequizar.
Estas claves se refieren:
- En primer lugar, a la diferencia que supone para la catequesis el hecho de dirigirse, precisamente, a adultos y no a niños, adolescentes o jóvenes.
- Dentro de la edad adulta habrá que tener en cuenta, además, que no es lo mismo la etapa de los adultos jóvenes (25-40 años) que la etapa de la madurez (40-65 años).
- También hay que tener en cuenta la diversidad de culturas...
- Y la de los distintos medios sociales en que viven inmersos los adultos.
- La diversidad en razón de la religiosidad, con la que el adulto inicia el proceso catequético, es muy importante...
- Así como el diferente tratamiento pedagógico que hay que dar a las diferentes etapas del proceso catequizador.
La catequesis de adultos ha de tener estas claves diferenciadoras a la hora de programar un proceso catequético concreto, matizándolo en un sentido u otro según los acentos más predominantes. Aunque se pretenda una buena adaptación, de hecho ocurrirá que muchos grupos de catequesis van a ser heterogéneos por la diversidad de situaciones dentro de un mismo grupo. La pedagogía diferenciadora que utilice el catequista, en este caso, le ayudará a estar abierto a esas diferencias, a tenerlas en cuenta y a aceptar mejor las distintas reacciones que puedan expresarse.
a) La diferencia de ser adulto
270. No cabe duda de que no es lo mismo catequizar a adultos que hacerlo a niños, adolescentes o jóvenes. El adulto, en efecto, presenta unas características específicas que la pedagogía catequética ha de tener en cuenta, ya que favorecen o, a veces, dificultan la acción catequizadora.
Éstos son algunos puntos de apoyo que ofrece un adulto para la catequesis:
- Convicciones arraigadas. El adulto va adquiriendo poco a poco opciones conscientemente asumidas. De esta forma, ni los cambios culturales ni el pluralismo de ideas y conductas que sugieren los medios de comunicación inciden con tanta fuerza en él.
- Unidad de su personalidad. El adulto busca, por una parte, armonizar en su interior lo volitivo, lo afectivo y lo intelectual y, por otra parte, unificar las experiencias de su vida personal, social y espiritual. Esta unidad no impide, sin embargo, el que puedan darse en él períodos críticos, que los habrá de superar.
- Sentido de la responsabilidad, a lo que colabora, sin duda, el hecho de tener que tomar fuertes responsabilidades en el campo de la familia, la profesión, la convivencia sociopolítica...
- Socialización adquirida. El adulto se ve a sí mismo como un ser que se realiza con los otros, lo cual le hace «más capaz de comunión y de relaciones mutuas con los demás» (DGC 93).
- Adaptación a lo real. Sin dejar de aspirar a un mundo mejor, vive y valora el presente, asume su propia realidad y se enfrenta a ella con valentía y dignidad.
Estas características, que se dan en mayor
o menor grado, hacen que el adulto tenga una mayor «capacidad de vivir el
mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada» (CT 43). La experiencia
catequética indica que estos rasgos facilitan la vivencia de aspectos tan
importantes en la vida cristiana como la opción consciente y firme por
Jesucristo y su Evangelio, la comunión fraterna, la unidad entre fe y vida, la
responsabilidad en la misión de
271. Junto a estos puntos de apoyo, el adulto presenta, al mismo tiempo, algunos rasgos que, a veces, hacen más difícil en estas edades la educación de determinados aspectos de la vida cristiana:
- Menor capacidad de entrega sin reservas. El miedo a perder cotas adquiridas en el campo del trabajo, el prestigio o los bienes materiales, así como un «a veces» malentendido «realismo», unido a la pérdida del vigor físico, hacen crecer en el adulto unos mecanismos de autodefensa que dificultan la entrega sin reservas que lleva consigo la firme voluntad de seguir a Cristo.
- Miedo ante las exigencias de una nueva forma de vida. El adulto tiende a instalarse paulatinamente en unos determinados status de vida social y se aferra, cada vez más, a unos esquemas mentales, sociales, éticos y religiosos, así como a determinados comportamientos que se van haciendo hábitos en él.
- Dificultad de romper con la tradición personal. Las formas de pensar y actuar del pasado pesan mucho en el adulto, sobre todo si se vivieron con pasión y entrega. Asumir nuevos caminos le resulta, entonces, doloroso, ya que puede parecerle una claudicación, o, incluso, la negación de un tiempo de su vida que consideraría perdido.
Los catequistas de adultos deben ser conscientes de la incidencia de estos rasgos a la hora de catequizar. El proceso de conversión en un adulto es, normalmente, más lento, aunque ofrece mayores garantías. Si a ello unimos una cierta tentación de pesimismo ante el ideal evangélico, de por sí elevado, nos daremos cuenta de que el catequista tendrá que dotarse de una buena dosis de paciencia y de una fuerte capacidad estimuladora. Por otra parte, el adulto muestra «a veces» síntomas de agresividad cuando siente que se tambalea su anterior esquema religioso. El catequista deberá ayudarle, entonces, a dar el paso hacia una fe adulta sin que se cree en el grupo un clima de angustia e inseguridad. Se necesita para ello una pedagogía respetuosa de los ritmos personales, que no intente un proceso de purificación o derribo sin ofrecer, simultáneamente, el horizonte de nuevos, jugosos e insospechados horizontes de vida abundante y más plena.
b) Dos etapas en la edad adulta
272. El hecho de ser adulto es ya un elemento diferenciador, pero son también importantes las diferencias que se dan dentro de este mismo período vital. La psicología nos habla de dos etapas diferenciadas en la vida adulta: la del adulto joven, de 25-40 años y la del adulto maduro, de 40-65 años.393 El adulto joven se halla en la época de los proyectos humanos. Es una etapa de vitalidad y confianza en el futuro. En ella se construye el fundamento de la vida matrimonial y familiar, se tienen hijos y se busca un trabajo profesional estable. La vida, en esta etapa, gira fundamentalmente en torno a estos dos ejes: el trabajo y el amor. El adulto maduro parece volcarse más hacia sí mismo, buscando resolver sus interrogantes vitales. En estos momentos se da una disminución de las fuerzas físicas y de las ilusiones. El proyecto de vida tiende a cerrarse en lo alcanzado y se crea un estrechamiento en los campos de interés vital. Por otra parte, sin embargo, lo que se pierde en vitalidad se gana en calidad y en sabiduría serena ante la vida. Se aprende a distinguir lo esencial de lo accesorio y se es más consciente de las limitaciones que la realidad impone a los humanos. Por eso, más que pretender conquistar la realidad, se trata de asumirla.
273. Es claro para un catequista que no es lo mismo realizar la catequesis con adultos de una u otra edad: catequizar al adulto joven ofrece la posibilidad de poder orientar su proyecto de vida desde una óptica cristiana. Es importante para la comunidad cristiana estar presente en esos momentos en los que el adulto vive un gran deseo de autorrealización y de transformación de la realidad. Catequizar al adulto maduro permite poder entrar más serenamente en su interioridad y afrontar el sentido de su vida. Los interrogantes sobre la trascendencia brotan, ahora, de un terreno más favorable. Sería enriquecedor para la catequesis «y para el catequista» poder contar con grupos de adultos en los que estuvieran presentes ambas etapas.
c) La diversidad de culturas...
274. Toda persona nace y vive en un entorno
cultural determinado. La identidad humana sólo puede realizarse a partir de las
relaciones que se establecen con una familia, una tierra, una lengua y unas
raíces que inciden en la trayectoria personal posterior. Cualquier intento de
hacernos olvidar esa vinculación cultural es percibido como un ataque a nuestra
propia identidad. «El hombre no llega a un nivel verdadero y plenamente humano
sino por la cultura, es decir, cultivando los bienes y valores culturales» (GS
53). Entre nosotros existen pueblos con elementos culturales, históricos,
sociales y religiosos muy diversos. Se dan en ellos diferencias importantes en
la forma de vivir la religión o la vida familiar, en la forma de valorar el
trabajo o la fiesta, y en la actitud misma ante la muerte. La atención a estas
diferencias es muy importante para la catequesis. «Esta variedad de métodos es
requerida también, en un plano general, por el medio socio-cultural en que
d) ... y de los distintos medios sociales en que viven inmersos los adultos
275. El medio social condiciona
profundamente las reacciones vitales de la persona. Esas reacciones son muy
distintas en un adulto que vive en un medio urbano o en un medio rural, en el
sector obrero o en el sector de las profesiones liberales, por ejemplo. Las
condiciones de trabajo (v.g., la inseguridad del agricultor o del sector
pesquero), el hábitat (la masificación de las grandes urbes o la soledad del
campo), la influencia ambiental de los pueblos pequeños o el anonimato de los
grandes núcleos de población, las relaciones laborales de un obrero o las del
que ejerce una profesión liberal (médicos, abogados, artistas...), son
situaciones que hacen reaccionar de forma diferente a los adultos de un medio
social u otro. Una pedagogía diferenciadora exige a los catequistas conocer el
medio social en que se mueven sus catequizandos y analizar los condicionantes
que brotan de ese medio concreto en orden a la educación en la fe. En general,
necesitamos avanzar más decididamente hacia una catequesis de adultos más
diversificada en razón de las distintas mentalidades sociales. Es preciso
promover la acción catequizadora con adultos en esos grandes ámbitos humanos en
los que
e) Diversidad en función de la religiosidad
276. Muchos adultos que se acercan a la catequesis vienen de una situación de indiferencia religiosa, o de lejanía respecto a la fe. Todo indica que, en su reciente pasado, apenas se habían planteado las cuestiones más trascendentes. Otros, en cambio, se ven movidos por un cierto sentido de lo sagrado, previo al sentimiento religioso propiamente dicho. Son adultos sensibles a aquellas situaciones de honda densidad humana (nacimiento de un hijo, muerte de un ser querido, encuentro del amor...), en las que la persona, en los límites de lo humano, se interroga por el misterio de la existencia. Otros tienen más claramente una actitud religiosa directa. Estos adultos intuyen, tras el misterio de la existencia, una presencia que llama al hombre y a la que se debe responder con reconocimiento y una entrega incondicional. Este sentido religioso de muchos adultos, en medio de manifestaciones cristianas, puede tener también rasgos implícitos subyacentes de religiosidad pagana. Aparecen, entonces, concepciones de Dios, criterios morales, comportamientos rituales... que necesitan ser purificados y enriquecidos. Esta diversidad de situaciones debe ser asumida por una pedagogía diferenciadora y tratada con acentos diversos, muy especialmente en la precatequesis. El anuncio kerigmático del Evangelio es el punto referencial desde el que todas estas manifestaciones religiosas deben ser purificadas y transfiguradas.
En general, el catequista de adultos tratará de:
- Potenciar todo aquello que pueda favorecer la apertura al misterio y a la trascendencia: el recurso a la interioridad, el cultivo del silencio, el fomento del lenguaje simbólico. La estética del templo, el tono religioso de las celebraciones litúrgicas, el acercamiento al mundo del dolor, los compromisos ante la injusticia...
- Apoyar, en la acción catequizadora, el cultivo de una profunda y rica experiencia de Dios, evitando caer en el activismo, el moralismo o el mero adoctrinamiento.
- Discernir y purificar las formas en que la experiencia religiosa se ha concretizado en los pueblos y plasmado en la llamada religiosidad popular, tratando de que ésta sea un punto de apoyo para un verdadero encuentro con el Dios de Jesucristo.397
f) Una pedagogía diferenciadora según las diferentes etapas del proceso
277. Ya se ha indicado que el proceso catequizador está estructurado en diversas etapas, cualitativamente diferentes. Cada una de ellas reclama una pedagogía adecuada.
La precatequesis se caracteriza por ser un tiempo de búsqueda en el que los adultos, a partir de un interés inicial por el Evangelio, buscan el encuentro y la adhesión firme al Señor.
Esta etapa requiere una pedagogía caracterizada por:
- Un talante de respeto y diálogo respecto al ritmo y la problemática del catequizando. Es un caminar donde todo gira en torno al anuncio del kerigma evangélico en relación con los interrogantes y vivencias nucleares del adulto.
- Un gran espíritu observador, para detectar en la vida de los adultos que inician la formación la acción del Espíritu en ellos y procurar que la descubran.
- El testimonio auténtico del catequista que muestre cómo la gracia de Dios ha operado en él y le hace vivir desde la fe esas mismas experiencias que se suscitan en los catequizandos.
La catequesis propiamente dicha es la etapa de la fundamentación de la conversión, en la que el catequista inicia al adulto en las diferentes dimensiones de la vida cristiana. Se requiere una pedagogía iniciatoria e integradora, que sepa acompañar en los primeros pasos del creyente.
La última etapa, caracterizada por la interiorización sacramental, confiere a la pedagogía una tonalidad más espiritual:
-
Se ha de dar un gran espacio a
la oración, a la escucha de
- Se creará un clima de acogida a la acción gratuita y transformadora de Dios en el corazón del hombre.
- Se podrá invitar a diversos testigos creyentes para que se hagan presentes en el grupo catequético, y comuniquen su experiencia de fe y su compromiso evangelizador.
- Se incrementará lo más posible la vida cristiana mediante un compartir que fomente el amor fraterno.
D) Una pedagogía con diversos lenguajes
«Me vienen al pensamiento las grandes posibilidades que ofrecen los medios de comunicación social y los medios de comunicación de grupos: televisión, radio, prensa, discos, cintas grabadas, todo lo audiovisual» (CT 46).
La catequesis es un acto de comunicación
278. La catequesis es un acto de
comunicación. Transmite el Evangelio a los hombres y les inicia a la vida
cristiana.
El lenguaje audiovisual en la catequesis...
279. La importancia, para la catequesis, de
utilizar el lenguaje audiovisual es clara. En épocas pasadas, la catequesis se
ha servido, fundamentalmente, del lenguaje verbal y escrito. Nunca olvidó, sin
embargo, la importancia de lo audiovisual. Ahí están esas manifestaciones
pictóricas, escultóricas y musicales, presentes en los retablos, pórticos y
celebraciones de nuestras iglesias. Algunos de ellos son una verdadera
catequesis de la historia de la salvación. El mensaje cristiano en clave
audiovisual remueve lo profundo del hombre y facilita la comunicación vital que
la catequesis necesita. El lenguaje audiovisual, en efecto, tiene capacidad de
llegar a todo el hombre, y no sólo a su inteligencia. De esta forma su
utilización en la catequesis hará que ésta se desarrolle en el nivel de la
experiencia profunda de la persona, y hará que no se quede en una mera enseñanza
abstracta.398 El lenguaje audiovisual, por otra parte, es un lenguaje
eminentemente grupal. Por su misma naturaleza facilita la expresividad del grupo
en sus niveles más hondos, superando la simple comunicación racional. Este
carácter grupal y total está muy en consonancia con la condición comunitaria de
... y algunos criterios para su uso
280. Para usar adecuadamente el audiovisual en la catequesis conviene tener presente, entre otras cosas, lo siguiente:
- El audiovisual es, ante todo, un medio de comunicación, no un medio de mera información. Por eso, en la catequesis, su función es mucho más importante que la de transmitir informaciones, ya que ha de tender a crear una dinámica de comunicación activa: motivando a los catequizandos, facilitando la comunicación de experiencias, removiendo estratos hondos de la personalidad... Reducirlo a mero acompañante de la comunicación verbal es mutilarlo.
- El audiovisual no sustituye al lenguaje verbal y escrito. No es una alternativa de éste, sino su natural complemento. Se trata, por tanto, de encontrar en la catequesis un equilibrio multimedial en el uso de los diferentes lenguajes. Según el tipo de mensaje que se transmite en un momento dado resultará más adecuada la utilización de una u otra forma de lenguaje.
- El audiovisual, por la naturaleza de su propio lenguaje, puede desempeñar funciones diversas, según las distintas etapas del proceso catequizador. En la precatequesis, por ejemplo, puede ayudar a los adultos a enfrentarse con sus experiencias más hondas, personales y sociales, con vistas a una opción de fe. En la catequesis propiamente dicha, el audiovisual, al servicio de los grandes temas de la fe, puede mostrar la significación vital que estos temas tienen para la vida del hombre. Las diferentes tareas de la catequesis (cognoscitiva, moral, celebrativa, misionera) encontrarán en el audiovisual un aliado polivalente del que pueden hacer uso. En la última etapa de interiorización sacramental, el audiovisual ayudará, en gran manera, a los adultos a descubrir el lenguaje simbólico y a facilitarles mejor el acceso a las realidades salvíficas que se ocultan tras los signos sacramentales. Los campos concretos de acción apostólica, a lo que esta última etapa de la catequesis debe abrir, pueden «también» ser mejor descubiertos si se saben utilizar adecuadamente todas las posibilidades del lenguaje audiovisual.
E) El discernimiento y la evaluación en la catequesis
281. El discernimiento y la evaluación son dos aspectos distintos de la pedagogía de la catequesis:
- El discernimiento es más espiritual e individual, y de carácter más religioso. Por medio de él, el catequizando, ante Dios y, en su caso, ante el grupo catequético, trata de descubrir cómo va su proceso de maduración en la fe: la transformación que va experimentando, las resistencias que opone a la acción de Dios en él, los estímulos o apoyos que más le han favorecido; las llamadas, concretas y personales, que ha ido escuchando; los nuevos caminos que se le abren y que quieren recorrer... Todo un mundo espiritual, hecho de rupturas y gozos, como corresponde a todo encuentro honrado con el Señor. Este discernimiento es, fundamentalmente, personal: un autodiscernimiento, que el catequista y el grupo deben respetar, sin tratar de inmiscuirse. Sólo en el grado en que el catequizando lo desee puede comunicarlo al grupo.
- La evaluación es más exterior y grupal, y se refiere al desarrollo de la acción catequizadora en el grupo. Puede ser objeto de evaluación, por ejemplo, el grado de consecución de los objetivos que se ha fijado la catequesis; si se está teniendo en cuenta, suficientemente, el ámbito socio-cultural en el que viven tanto el catequista como los catequizandos, cómo se está produciendo la participación de los miembros en el grupo, qué tipo de celebraciones y de compromisos se están haciendo, qué pedagogía concreta se está empleando... todo un análisis de la dinámica catequizadora concreta que se está desarrollando.
282. Para realizar bien ambas operaciones téngase en cuenta lo siguiente:
- Que es bueno facilitar varias veces este discernimiento y esta evaluación, a lo largo del proceso catequizador. El paso de una etapa a otra constituye, por ejemplo, un momento muy indicado.
- Que el clima en que se hagan debe ser alentador y esperanzador, para que sirva de estímulo a seguir creciendo y madurando.
- Que se deben evitar juicios o valoraciones excluyentes, de forma que el catequista o el grupo fuercen a un catequizando a abandonar la catequesis. A lo sumo puede darse una autoexclusión, cuando un adulto «honradamente» comprende que no debe continuar el proceso catequizador.
- Que el catequista, junto a la evaluación que haga con su grupo catequético, puede realizar, a otro nivel, una evaluación más pedagógica, e incluso más espiritual, dentro del grupo de catequistas. También aquí téngase en cuenta el criterio de que una evaluación sana nunca conduce a la desesperanza, sino a un estímulo para mejorar. Es importante que este discernimiento y esta evaluación estén iluminadas y sostenidas por aquellas palabras del Señor: «No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres estén inscritos en el cielo» (Lc 10,20). Es decir, no nos debemos fijar tanto en nuestros éxitos o fracasos, sino en el hecho de haber cooperado en la misión del Reino.
Conclusión
a) Estas Orientaciones pastorales
sobre la catequesis de adultos salen a la luz en el mismo momento en el que el
Episcopado Español propone como objetivo general de su Plan de acción pastoral
el de «Impulsar una nueva evangelización». Este nuevo impulso de la acción
evangelizadora de
b) Todo impulso evangelizador
descansa en último término, supuesta la acción del Espíritu, en los agentes que
lo realizan. Es impensable una renovación de la acción evangelizadora de
c) Nuestra reflexión no ha dejado de tener en cuenta, constantemente, las ricas y variadas experiencias de catequesis de adultos que existen en nuestras comunidades cristianas. Deseamos que este instrumento que hoy presentamos colabore, en alguna medida, a ahondar y profundizar en ellas. Necesitamos situar a la catequesis de adultos en un plano en el que la reflexión enriquezca y acompañe constantemente a la acción. Ponemos, por consiguiente, el presente documento al servicio de esa dialéctica que hace indisociables pensamiento y acción.
d) Nuestra intención ha sido
subrayar el carácter referencial de la catequesis de adultos respecto a las
demás acciones evangelizadoras de
e) En unos momentos culturales en
los que la fe, particularmente en España, se ve sometida a un desafío radical,
el ministerio profético de
f) Del amplio conjunto de orientaciones, principios catequéticos y sugerencias de acción que acabamos de presentar, queremos destacar, al concluir, tres aspectos especialmente sobresalientes, que han estado presentes a lo largo de toda la precedente exposición:
-
El primero se refiere a la
necesidad de hacer una convocatoria valiente, dirigida a aquellos cristianos que
necesitan verdaderamente la catequesis de adultos. Esta necesidad afecta, hoy
por hoy, a una buena parte de los cristianos de nuestras comunidades. En unos
tiempos difíciles para la fe y la vida cristiana, esos bautizados tienen derecho
a recibir de
- Es decisivo contar con buenos catequistas y prepararles bien. Sin ellos, la catequesis de adultos nunca llegará a ser una realidad pujante en nuestras comunidades. Se hace, por tanto, imprescindible dedicar nuestras mejores energías a la selección y formación de esos catequistas, dedicando a ello el personal y los medios que sean necesarios.
- Es también fundamental proveerse de un buen instrumento básico de catequización, acompañado de los materiales pedagógicos más adecuados. Sin caer en un rígido uniformismo, parece conveniente evitar la dispersión de esos instrumentos, para tratar de lograr un movimiento catequizador coherente y profundo. A la elaboración de un medio tan necesario han de colaborar en nuestra Iglesia las personas más capacitadas, desde el punto de vista tanto teológico como pedagógico.
g) No queremos terminar sin hacer un encarecido llamamiento:
- En primer lugar a los sacerdotes, constituidos para ser pastores de la comunidad cristiana y educadores en la fe: nuestro mayor deseo es que sepan asumir y promover en sus comunidades una catequesis de adultos llena de savia evangélica y de sentido de comunión eclesial.
- A los laicos, para que acepten con generosidad la tarea de catequizar al mundo adulto, estando dispuestos a asumir la formación adecuada para realizarla. El carácter secular de su vocación puede dar a su acción educativa una especial sintonía con adultos, muy beneficiosa para la catequesis.
- A los religiosos y religiosas finalmente, que se sientan vocacionados para esta tarea, para que sepan poner al servicio de la catequesis de adultos su vivencia cristiana, su formación bíblico-teológica, su preparación pedagógica y la calidad peculiar de su testimonio de consagración radical. La gran contribución que prestan los religiosos a la formación cristiana de los niños, adolescentes y jóvenes, debe ser extendida, hoy, al mundo de los adultos.
h) Con estos sentimientos
dirigimos nuestra mirada a María,
2 de diciembre de 1990
NOTAS
[1] El Plan de acción pastoral de
[2] Ver el análisis que hace Juan Pablo II en Los fieles laicos bajo el epígrafe «Las actuales cuestiones urgentes del mundo» (ChL 3-6). El episcopado español, en recientes documentos, ha analizado también los rasgos de la situación actual. Cf. TDV, CVP y CEE, La verdad os hará libres [VL].
[3] Hablando de la cultura contemporánea, el Concilio nos pide que evitemos «caer en la tentación de no reconocer los valores positivos de ésta» (GS 57). «El mundo contemporáneo ofrece aspectos positivos y aspectos negativos respecto al mensaje cristiano; o, con otras palabras, lugares de encuentro con el Evangelio y lugares de rechazo al mismo» (Impulsar una nueva evangelización, n. 13).
[4] Hablando de la cultura contemporánea, el Concilio nos pide que evitemos «caer en la tentación de no reconocer los valores de ésta» (GS 57). «El mundo contemporáneo ofrece aspectos positivos y aspectos negativos respecto al mensaje cristiano; o con otras palabras, lugares de encuentro con el Evangelio y lugares de rechazo al mismo» (Impulsar la nueva evangelización, n. 13).
[5] Hablando de las actitudes pastorales ante la nueva situación, los obispos españoles desean que sepamos presentar de tal modo el mensaje del Evangelio que los hombres «encuentren en nuestra palabra y en nuestra vida la respuesta verdadera y auténtica a lo mejor, a lo más limpio y profundo que ellos mismos buscan y añoran» (Anunciar a Jesucristo..., n. 31).
[6] Acerca del dominio del hombre sobre la naturaleza
y los peligros del poder tecnológico, cf.
Congregación para
[7] RH 16 describe el cuadro de «la civilización del consumo».
[8] Este abismo es descrito por el Papa «como el gigantesco desarrollo de la parábola bíblica del rico Epulón y el pobre Lázaro» (RH 16).
[9] «La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia en su ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios» (GS 17).
[10] Con razón se pregunta el Concilio: «De qué forma hay que favorecer el dinamismo y la expansión de la nueva cultura sin que perezca la fidelidad viva a la herencia de las tradiciones» (GS 56).
[11] A este aspecto, precisamente, fue muy sensible el Concilio: «Nuevos y mejores medios de comunicación social contribuyen al conocimiento de los hechos y a difundir con rapidez y expansión los modos de pensar y de sentir, provocando con ello muchas repercusiones simultáneas» (GS 6).
[12] Juan Pablo II, por su parte, lo expresa en estos
términos: «Europa, tal como está configurada después de las complejas
vicisitudes del último siglo, ha presentado al cristianismo y a
[13] Ya el Concilio advirtió sobre la importancia y la gravedad del fenómeno del ateísmo: «Muchos son los que, hoy en día, se desentienden de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan de forma explícita. Este ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19).
[14] «El ateísmo constituye para él la verdadera forma de emancipación y de liberación del hombre, mientras que la religión o incluso el reconocimiento de una ley moral constituirían alienaciones» (LC 41).
[15] Cf. ChL 3-5.
[16] Juan Pablo II se expresa en estos términos: «La ideología de la muerte de Dios, en sus efectos, demuestra fácilmente que es, a nivel teórico y práctico, la ideología de la muerte del hombre» (Dominum et vivificantem, n. 381). Los católicos en la vida pública afirma por su parte: «Desligado de su intrínseca vinculación a Dios, el respeto a la dignidad de la persona fácilmente degenera» (n. 21). La verdad os hará libres se expresa en estos términos: «Cuando el hombre se olvida, pospone o rechaza a Dios, quiebra el sentido auténtico de sus más profundas aspiraciones; altera, desde la raíz, la verdadera interpretación de la vida humana y del mundo. Su estimación de los valores éticos se debilita, se embota y se deforma» (VL 28).
[17] «De aquí el extenderse cada vez más y el afirmarse siempre con mayor fuerza el sentido de la dignidad personal del ser humano» (ChL 5). «Asistimos a una toma de conciencia más viva, individual y colectiva, respecto a la dignidad personal y de los otros, la interdependencia y comunión recíproca y el deber de solidaridad hacia los débiles y pobres» (CACC 12).
[18] Juan Pablo II insiste en la misma idea: «El mundo actual testifica, siempre de manera más amplia y viva, la apertura a una visión espiritual y trascendente de la vida, el despertar de una búsqueda religiosa, el retorno del sentido de lo sagrado» (ChL 4). Los obispos españoles lo afirman igualmente: «El hombre moderno, a veces de manera confusa y anónima, clama por la verdad de Dios y del hombre» (Anunciar a Jesucristo..., n. 17). «Crece en los adultos la estima y el interés por la religión y los valores espirituales, tenidos como fuentes de energías nuevas para la existencia, así como también se extiende la conciencia de qué gran don de Dios es la tierra, la cual debe ser respetada y protegida de toda forma de contaminación» (CACC 12).
[19] Discurso en el acto de la inauguración solemne del Concilio Vaticano II (11-10-1962).
[20] Juan Pablo II, en la encíclica Dominum et vivificantem, n. 29, nos invita a leer «con todo el realismo de la fe» la situación del mundo contemporáneo. (Remite para ello a los siguientes números de la constitución GS 10. 13. 27. 37. 63. 73. 79-80).
[21] «A fuer de creatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior [...] Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad» (GS 10).
[22] Discurso dirigido al VI Simposio de Obispos Europeos, el 11 de octubre de 1985. En él, el Pontífice afirma: «La obra de evangelización, en la situación peculiar que se encuentra hoy Europa, está llamada a proponer una nueva síntesis creativa entre el Evangelio y la vida». Este texto fue recordado por el Papa a los obispos españoles en la visita ad limina de 1986. Ver Juan Pablo II a las Iglesias de España (PPC, Madrid 1987) 66. «En esto estriba “en la nueva síntesis (entre el Evangelio y la vida)” la novedad que hoy se exige a la evangelización» (Impulsar una nueva evangelización, n. 41).
[23] Juan XXIII, Constitución apostólica de convocación del Concilio Vaticano II (25-12-1961), 2.
[24] El propio Pablo VI redactó la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi tratando de infundir en los católicos un impulso nuevo «capaz de crear tiempos nuevos de evangelización» (EN 2).
[25] «Las urgencias del momento, aun siendo graves, no pueden hacernos olvidar que la razón y el fundamento de la nueva evangelización se encuentran en el mismo Evangelio, como exigencia interna de un mensaje que nos ha sido entregado para bien de todo hombre y de todo el hombre» (Impulsar una nueva evangelización, n. 10).
[26] Cf. GS 4. 54.
[27] Juan Pablo
II, Discurso a
[28] «La respuesta de
[29] TDV 10-26, los obispos españoles desarrollan el
significado fundamental del mensaje de Jesús y de
[30] Discurso de Juan Pablo II en Santiago de Compostela, 9 de noviembre de 1982.
[31] Del conjunto de aspectos que caracterizan a la cultura contemporánea, la evangelización misionera ha de ser particularmente sensible al fenómeno de la pobreza. Cuando Juan Pablo II, en la encíclica Sollicitudo rei socialis, describe el «panorama del mundo contemporáneo» lo hace deteniendo su mirada en la miseria humana, en «la realidad de una multitud ingente de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles, que sufren el peso intolerable de la miseria» (SRS 13).
[32] Algunos de estos signos podrán ser: la
solidaridad con todos los movimientos de lucha en favor del hombre, la
disponibilidad y apertura al entorno social en que están enclavadas las
comunidades cristianas, la atención al enfermo y al anciano en soledad, los
centros de acogida a los vagabundos, el apoyo efectivo a los afectados por la
droga... «Si la parroquia es
[33] Los lugares más conocidos son: el mundo
universitario, los debates o forums en los medios de comunicación o tribunas
culturales, los encuentros entre intelectuales creyentes y agnósticos... «
[34] Ya Pablo VI recalcó la necesidad de una
evangelización interior a
[35] «Podemos afirmar que estas pruebas y estas
tentaciones [...] no sólo interpelan al cristianismo y a
[36] Éste fue un tema constantemente recordado por Juan Pablo II a los obispos españoles en la visita ad limina de 1986. Ver Juan Pablo II a las Iglesias de España (PPC, Madrid 1987) 26, 33, 46, 55, 66-67. También ha sido recogido en Anunciar a Jesucristo..., n. 35.
[37] La catequesis de adultos en la comunidad
cristiana reconoce, también, que se da una «amplia expectativa» (n. 17) en
relación con la catequesis de adultos. En concreto señala que esta expectativa
concierne a un lenguaje de fe más adecuado, a la creación de más
espacios de acogida para los alejados de
[38] CACC señala como uno de los criterios de fondo para apoyar una catequesis válida y eficaz el siguiente: «una catequesis de adultos podrá realizarse en las comunidades individuales sólo dentro de un proyecto orgánico de pastoral del que refleja una parte distinta y cualificada» (n. 29).
[39] El capítulo II de Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, está todo él dedicado a clarificar en qué consiste cada uno de los elementos que integran el proceso evangelizador.
[40] «Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja
la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización,
si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla» (EN 17).
Frecuentemente, por ejemplo, se reduce el concepto de evangelización al anuncio
misionero del Evangelio a los no creyentes. «Sin embargo, no pasa de ser un
aspecto» (EN 22). En La catequesis de la comunidad, n. 25, hemos
analizado el concepto de evangelización propuesto por Evangelii nuntiandi.
En el vocabulario final (p. 169) del citado documento la definimos así: «Se
entiende por evangelización el proceso total mediante el cual
[41] Se trata de «componer estos elementos, más
bien que oponerlos entre sí, para tener la plena comprensión de la
actividad evangelizadora de
[42] La gradualidad de la acción evangelizadora responde a la gradualidad del crecimiento de la fe: «La vida de fe admite varios grados. La fe, que es única, se encuentra con mayor o menor intensidad en los fieles» (DGC 30).
[43] La acción pastoral, por tanto, es
considerada en este documento en su sentido estricto. Como etapa de la
evangelización es la que se dirige a los fieles de las comunidades cristianas ya
iniciados en la fe. Sólo en ocasiones se la considera en su sentido amplio,
como sinónimo del conjunto de la acción evangelizadora de
[44] El decreto Ad gentes describe muy bien la dinámica del proceso evangelizador: acción misionera (testimonio y presencia de la caridad) (AG 11-12) (primer anuncio del Evangelio y conversión) (AG 13); catecumenado e iniciación cristiana (AG 14); formación de la comunidad cristiana y apostolado (AG 15).
[45] En La catequesis de la comunidad hemos descrito, también, estas tres etapas de la evangelización y en qué sentido son para nosotros un paradigma en el que inspirarnos (CC 27).
[46] En La catequesis de la comunidad describimos así a la acción misionera: «Es la actividad por la que los cristianos, mediante el testimonio de su vida y el anuncio explícito, hacen presente el Evangelio y lo dan a conocer a los no creyentes» (CC Anexo, p. 170).
[47] En Testigos del Dios vivo los obispos españoles explicitan el contenido fundamental de este anuncio (ver TDV 12-16).
[48] «Estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?» (EN 21).
[49] Para el tema de los destinatarios del primer anuncio, ver EN 51: «Primer anuncio a los que están lejos» y EN 52: «Anuncio al mundo descristianizado».
[50] Hay que destacar a este respecto el Congreso de
Evangelización celebrado en Madrid (9-14 septiembre 1985), así como el de
Parroquia Evangelizadora (11-13 noviembre 1988), ambos en cumplimiento del Plan
de acción pastoral de
[51] Ésta es, entre otras, una razón muy importante para intensificar la catequesis de adultos. «Entre nosotros, un gran número de cristianos no participa activamente de la evangelización, lo cual muestra que no están suficientemente catequizados» (CC 47). No pocas veces habría que pararse a pensar en el contrasentido de esas comunidades parroquiales que «administran» el sacramento del Bautismo y no reflexionan en la responsabilidad misionera sobre su propio ámbito humano.
[52] Entre los innumerables testimonios patrísticos sobre el anuncio del Evangelio por parte de cualquier cristiano destacamos este testimonio de Orígenes: «Aquéllos que desean saber la verdad vienen a la tienda del zapatero o a la botica del farmacéutico para aprender allí la vida perfecta» (Orígenes, Contra Celso, 3,55).
[53] Catechesi tradendae lo expresa en estos términos: «La catequesis es uno de esos momentos, ¡y cuán señalado!, en el proceso total de la evangelización» (CT 18).
[54] En La catequesis de la comunidad se describe a la catequesis de esta manera: «La catequesis es la etapa (o período intensivo) del proceso evangelizador en la que se capacita básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el Evangelio del Reino al que han dado su adhesión» (CC 341).
[55] «La catequesis es una tarea necesaria y
primordial dentro de la misión evangelizadora de
[56] El Directorio catequético general, con el
mismo realismo pastoral, también asigna a la catequesis esta doble tarea:
«La catequesis supone, de suyo, la adhesión global al Evangelio de Cristo,
propuesto por
[57] La precatequesis es, en rigor, una acción misionera, ya que trata de suscitar la conversión. La incluimos aquí porque la institución catequizadora debe, normalmente, asumirla.
[58] El Ritual de la iniciación cristiana de adultos define, precisamente, al proceso de formación catecumenal como «tiempo de búsqueda (investigationis) y de maduración (maturationis)» (RICA 6).
[59] La catequesis se sitúa, en efecto, en el
comienzo de la vida cristiana. El caminar del hombre hacia el Dios del Evangelio
empieza por una inquietud o un interés suscitados por el anuncio
evangélico. Normalmente el hombre necesita un tiempo para pasar de esa inquietud
primera a la adhesión firme de abrazar el Evangelio y cambiar de vida. El
primer anuncio y la precatequesis, respectivamente, acompañan al hombre en estos
primeros pasos. Estamos en el ámbito de la acción misionera. Después, esa
adhesión firme, «la fe y conversión iniciales», ha de ser alimentada, por medio
de la catequesis, hasta convertirse en una adulta confesión de fe. Con
ello la catequesis concluye su labor. Más tarde, la educación permanente en la
fe, que propicia la acción pastoral de la comunidad cristiana, acompaña al
cristiano, ya adulto en la fe, en su incesante caminar hacia la santidad.
[60] Cf. n. 42 de este mismo capítulo.
[61] Son aquéllos que «se encuentran en la edad madura con conocimientos religiosos más bien infantiles» (CT 44).
[62] Son adultos movidos por la costumbre, faltos de una opción cristiana en profundidad: «El hecho de haber nacido en una familia o en un país de honda tradición cristiana no dispensa al creyente de hacer una opción libre por el Evangelio» (CC 42). El Directorio catequético general dice de ellos: «Ahora, más que de conservar sólo costumbres religiosas transmitidas, se trata de [...] obtener su re-conversión, de impartirles una profunda y madura educación en la fe» (DGC 6).
[63] Se trata de un tipo nuevo de adulto, fruto «sin duda» del pluralismo ideológico reinante: «Es muy frecuente, también, entre nosotros el caso del adulto en el que, junto a rasgos de auténtica fe cristiana, aparecen «amalgamados con ella» creencias, valores, pautas de conducta, criterios de juicio... contrarios e incluso hostiles a la misma fe» (CC 98).
[64] En el próximo capítulo precisaremos más estos dos acentos de la catequesis de adultos.
[65] Veremos en su momento cómo la finalidad y las tareas de la catequesis de adultos buscan cubrir, precisamente, estas carencias.
[66] La acción misionera, entre nosotros, deberá
alcanzar a aquellos ámbitos humanos en los que
[67] La educación en la fe es una tarea permanente que dura toda la vida. Es, por tanto, algo mucho más amplio y prolongado que esa primera formación básica que proporciona la catequesis: «La catequesis sólo es una forma peculiar de educar la fe. Tiene una función propia dentro de la amplia tarea de la educación de la fe. No debemos atribuirle, ni ella debe apropiarse, más campos y responsabilidades que el suyo propio» (CC 59).
[68] En los conocidos «sumarios», el libro de los Hechos de los apóstoles nos describe la vida de las primitivas comunidades. Los cristianos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a la oración» (Hch 2,42; cf. Hch 2,42-47. 4,32-37. 5,12-16).
[69] «Un criterio, entre los más valiosos en el proceso de la catequesis de adultos, desdichadamente descuidado con frecuencia, es el representado por el compromiso de la comunidad que acoge y sostiene al adulto» (CACC 28).
[70] En La catequesis de la comunidad hemos
descrito así la acción pastoral: «A diferencia de la acción misionera y de la
catecumenal, la acción pastoral es la que
[71] Juan Pablo II habla de «la participación de los
fieles laicos en la vida de
[72] «La formación de los fieles laicos se ha de colocar entre las prioridades de la diócesis y se ha de incluir en los programas de acción pastoral, de modo que todos los esfuerzos de la comunidad (sacerdotes, laicos y religiosos) concurran a este fin» (ChL 57).
[73] La educación en la fe de las primeras edades se ha de ver como un proceso unitario y coherente: «Concebimos esta gran etapa formativa cristiana como un único proceso permanente de educación en la fe, en el que intervienen “en mutua interacción y complementariedad” varias acciones educativas» (CC 244).
[74] El proceso de iniciación cristiana, cuando tiene su
origen en el Bautismo de niños, adquiere características propias, distintas de
la iniciación de los catecúmenos adultos: «Dada la venerable tradición de
[75] Las acciones educativas con las que se suscita y educa en la fe a niños, adolescentes y jóvenes son muy variadas: «La educación cristiana en la familia, los períodos intensivos de catequesis en la comunidad, la enseñanza religiosa escolar, la homilía dominical, la formación recibida en los movimientos, comunidades, grupos» (CC 244). La catequesis es elemento fundamental en esta educación, pero no único.
[76] Al referirnos a la edad adulta se piensa en la etapa vital situada entre los veinticinco-sesenta y cinco años, aunque múltiples circunstancias hacen que muchos jóvenes, por las responsabilidades que han debido tomar, hayan accedido antes a dicha edad adulta.
[77] Ya desde su XVIII Asamblea (julio 1973), el
Episcopado español se planteó esta necesidad. Entre las líneas de acción que
adoptó se señala: «Alentar la creación del catecumenado en las diócesis,
no sólo para los adultos que se preparan al bautismo, sino para todos aquellos
que no han tenido la debida iniciación cristiana» (Líneas de acción para
[78] «No es la catequesis de esta edad una preparación para la muerte, sino la preparación para una vida útil y digna, al servicio del bien común de la sociedad, incluso participando en la lucha por la justicia. En esta época, en efecto, se suele experimentar en propia carne la frágil justicia social de nuestro mundo, con sus frutos de soledad y marginación para el anciano» (CC 251).
[79] «Nos preocupa seriamente la prioridad que se debe dar a los adultos en la acción catequética» (Mensaje de los obispos del sur de España a los catequistas, II).
[80] «Es legítimo y obligado admitir que una comunidad no se puede decir acabadamente cristiana si carece de una catequesis orgánica de todos sus miembros, con ejercicio efectivo y cuidado, como opción central, de la catequesis de adultos» (CACC 25).
[81] El Concilio abunda en esta misma razón: «Cada uno debe prepararse diligentemente para el apostolado, obligación que es más urgente en la edad adulta. Porque, con el paso de los años, el alma se abre mejor, y así puede cada uno descubrir con mayor exactitud los talentos con que Dios ha enriquecido su alma y ejercer con mayor eficacia los carismas que el Espíritu Santo le dio para bien de sus hermanos» (AA 30).
[82] «Las aptitudes y disposiciones que alcanzan su perfección en la edad adulta, como la experiencia de la vida, la madurez de la personalidad [...] deben ser cultivadas e iluminadas por la palabra de Dios» (DGC 92).
[83] «El desempeño de cargos en la vida social, las responsabilidades familiares, profesionales, civiles y políticas, piden de los adultos que perfeccionen su formación cristiana, de manera particular e idónea, en conformidad con la palabra de Dios» (DGC 92).
[84] «El mundo en que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos: la fe de éstos debería igualmente ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables» (CT 43).
[85] En el marco de
[86] «La referencia necesaria e inmediata de esta catequesis (con niños y adolescentes) es la comunidad cristiana adulta, de la que estos nuevos cristianos están llamados a formar parte. Cualquier otro planteamiento de la catequesis infantil sería parcial, reductivo y, por lo mismo, no tendría garantía de continuidad» (Mensaje de los obispos del sur de España a los catequistas, II).
[87] Produjo gran eco entre nosotros la interpelación de Juan Pablo II en Granada (noviembre 1982): «Una minoría de edad cristiana y eclesial no puede soportar las embestidas de una sociedad crecientemente secularizada». El Directorio catequético general también tiene muy en cuenta los períodos críticos de la edad adulta (cf. DGC 92).
[88] El individualismo del hombre moderno ha sido criticado por el Concilio: «La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista» (GS 30).
[89] El deseo de fraternidad humana brota de la dimensión social propia del hombre: «El hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás» (GS 12).
[90] Juan Pablo II reclama una atención particular a los
matrimonios jóvenes: «Para que la familia sea cada vez más una verdadera
comunidad de amor es necesario que sus miembros sean ayudados y formados frente
a los nuevos problemas que se presentan [...] Esto vale, sobre todo, para las
familias jóvenes, las cuales, encontrándose en un contexto de nuevos valores
y de nuevas responsabilidades, están más expuestas, especialmente en los
primeros años de matrimonio, a eventuales dificultades» (Juan
Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio [FC] 69). «En la acción
pastoral hacia las familias jóvenes
[91] En La catequesis de la comunidad se insiste mucho en que sólo se puede vivir el Evangelio cuando se lo ha descubierto como si fuera un tesoro escondido: «Esto sólo es posible hacerlo con el que se ha visto cautivado por la novedad del Evangelio» (CC 45).
[92] La aspiración del hombre hacia la trascendencia la describe así Juan Pablo II: «La conciencia de cada hombre, cuando tiene el coraje de afrontar los interrogantes más graves de la existencia humana, y en particular el del sentido de la vida, del sufrimiento y de la muerte, no puede dejar de hacer propia aquella palabra de verdad proclamada a voces por san Agustín: «Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (ChL 4).
[93] Ya el Concilio indicó esta necesidad de comunicación para que el hombre se realice como persona: «A través del trato con los demás, de la reciprocidad de ayuda y del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación» (GS 25).
[94] La facultad del adulto de relacionarse en profundidad con los demás ha sido recogida por el Directorio general de catequesis con estos términos: «Cuando el hombre llega a la edad adulta, normalmente se hace más capaz de comunión y de relaciones mutuas con los demás». «La catequesis [...] debe encender el deseo de establecer la comunión con cualquier hombre» (DGC 93). Es muy importante que la catequesis sepa educar este sentido comunitario, en unos momentos en los que la fuerza disgregadora del ambiente tiende a aislar al hombre: «En una sociedad donde la función educadora de la familia cristiana se ha debilitado notablemente y ha aumentado sobremanera la influencia disgregadora del ambiente, el creyente necesita sentirse realmente miembro de la gran Iglesia» (TDV 34). Se trata de saber suscitar «una vida eclesial y comunitaria intensa y estimulante» (TDV 34).
[95] Los obispos del sur de España recuerdan la
importancia de estos encuentros presacramentales para anunciar el
Evangelio: «Son muchos los bautizados que solicitan de
[96] La catequesis de adultos debe estar muy vinculada a la celebración litúrgica: en nuestra acción catequética, los sacramentos se sitúan en el interior del proceso catequético «como hitos importantes del mismo, pero no necesariamente como meta final [...] En la catequesis de adultos, la celebración eucarística acompañará normalmente al proceso de catequización» (CC 104).
[97] La catequesis de adultos ha de apoyarse en la responsabilidad educativa que el sacramento del matrimonio confiere a los padres: «El padre y la madre reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana en relación con los hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos» (ChL 62). La importancia de la familia en la nueva evangelización es incuestionable: «La futura evangelización depende en gran parte de la “Iglesia doméstica”. Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el Bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios» (FC 52).
[98] Homilía inaugural de su Pontificado (22-10-1978).
[99] Entre las proposiciones que elaboraron los Padres sinodales, la n. 30 se refiere a la «Conveniencia de procesos catecumenales». En ella se afirma: «Poco a poco se toma conciencia de la necesidad de que, hoy, el proceso de catequización tenga inspiración catecumenal. Lo cual no significa necesariamente la institucionalización de tales procesos como catecumenado en sentido estricto» (cf. Actualidad catequética, n. 96, p. 99s). El Sínodo de 1977 afirmó que «el modelo de toda catequesis» es el catecumenado que culmina en el Bautismo. En efecto, según la tradición antigua, éste aparece como fuente de inspiración de toda forma de catequesis. Precisamente porque la catequesis de adultos trata de ser catequesis de la vida cristiana en su forma básica e integral, el proceso delineado por el catecumenado parece ser el más apropiado, y «aun sin considerarlo modelo exclusivo», se debería estimular en todas partes (CACC 66).
[100] Pablo VI, en la audiencia general del 12 enero 1977, se expresaba así: «Cuando la sociedad era profundamente pagana (la preparación) precedía al Bautismo y se llamaba “catecumenado”. Pero en el ambiente social de hoy se necesita una iniciación en el estilo de vida propio del cristiano, posterior al Bautismo. He aquí la reaparición del término "catecumenado" que, ciertamente, no quiere invalidar la importancia de la vigente disciplina bautismal, sino que quiere aplicarla con un método de evangelización gradual e intensivo que recuerda y renueva, en cierta manera, el catecumenado de otros tiempos» (cf. L’Osservatore Romano, 16 enero 1977).
[101]
[102] Juan Pablo II hace suya
[103] La distinta condición de los fieles cristianos
y de los catecúmenos ha quedado recogida en el Código de Derecho
Canónico, c. 204-
[104] En la referida respuesta de
[105] «Por todas estas razones, al referirnos a esos períodos de formación estrictamente catequética, preferimos hablar “aquí y ahora” de catequesis de inspiración catecumenal, más que de catecumenado en sentido estricto, expresión que conviene reservar para la institución oficial del catecumenado» (CC 105).
[106] La catequesis de adultos en la comunidad cristiana incide en la misma opinión de no llamar catequesis de adultos a cualquier acción educativa que se realice con ellos: «Debe advertirse que no raras veces se tiene la impresión de una riqueza de iniciativas, pero dispersas o fragmentadas, que no corresponden a la identidad de la catequesis trazada hasta aquí» (CACC 59).
[107] Catechesi tradendae describe las características de la catequesis al indicar que se trata de una formación «sistemática», «elemental», «completa» e «integral» de la fe (cf. CT 21).
[108] «Esta formación cristiana “integral y fundamental”
tiene como meta la confesión de fe» (CC 34). La catequesis de adultos
en la comunidad cristiana define de modo similar a la catequesis de adultos,
cuando dice: «A la luz de recientes documentos catequéticos de
[109] La llamada de Dios a los hombres es un «llamamiento que dirige a cada uno» (CT 35): «En verdad, cada uno es llamado por su nombre, en la unicidad e irrepetibilidad de su historia personal, a aportar su propia contribución al advenimiento del reino de Dios» (ChL 56). «Esta acción de Dios es personal en cada catecúmeno, respetuosa del ritmo, peculiaridad e intensidad con que éste va respondiendo a la acción divina» (CC 109).
[110] «Aunque estés aquí presente con el cuerpo, si estás ausente con la mente, no percibirás ninguna utilidad» (S. Cirilo de Jerusalén, Protocatequesis, 1).
[111] «Debe ser una enseñanza sistemática, no
improvisada, siguiendo un programa que le permita llegar a un fin preciso» (CT
21). «Esta formación orgánica y ordenada no puede quedar reducida a una simple
serie de conferencias y de charlas» (DGC 96). «La apertura a la catequesis,
iniciada por el bautismo, tiende no sólo a la catequesis ocasional, sino,
sobre todo, a la catequesis sistemática: a lo que los Padres de
[112] Una de las aportaciones mayores del Sínodo de 1977,
sobre la catequesis, fue precisamente la insistencia en la necesidad de una
catequesis orgánica. Esto «es lo que principalmente distingue a la
catequesis de todas las demás formas de preimplicaciones pastorales: sentar
[113] Hablando de la riqueza del acto catequético, el Directorio general de catequesis dice: «Cumple al mismo tiempo tareas de iniciación, de educación y de instrucción. Interesa en gran manera que la catequesis conserve esta riqueza de aspectos diversos, con tal que un aspecto no se separe de los demás con detrimento de ellos» (DGC 31).
[114] «La catequesis es una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana» (CT 21). «La catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino en iniciar a toda la vida cristiana» (CT 33).
[115] En La catequesis de la comunidad hemos analizado la diferencia entre el concepto pleno y el concepto restringido de catequesis (ver CC 78-81).
[116] «Al hablar de la inspiración catecumenal de la catequesis nos referimos a que debe ser un proceso de iniciación cristiana integral» (Mensaje de los obispos del sur de España a los catequistas, II).
[117] He aquí algunas «dicotomías» que una sana catequesis
de adultos ha de saber integrar: adhesión de fe-conocimiento de
fe; ortodoxia-ortopraxis de la fe (cf. CT 22); sentido comunitario
y eclesial de la fe; la fe como don y como compromiso;
compromiso eclesial y compromiso misionero... «En toda catequesis
integral hay que unir siempre, de modo indisoluble, el conocimiento de
[118] En CC 97-100 hemos analizado este carácter fundamentador que tiene la catequesis: «La catequesis es un proceso de fundamentación» (CC 97). «La catequesis de adultos tratará siempre de fundamentar la fe cristiana, ya sea porque, en rigor, falte esa fundamentación, o porque sea inadecuada para la edad adulta, o porque sea necesario reactualizarla» (CC 100).
[119] «La finalidad de la catequesis consiste en llevar al
adulto por la senda de una educación básica e integral en la fe»
(Juan Pablo II al Consejo Internacional para
[120] «La palabra genuinamente catequética transmite
fundamentalmente los núcleos esenciales o sustancia vital del Evangelio»
(Sínodo de 1977, Mensaje al Pueblo de Dios, n. 8). Se puede aplicar a los
adultos necesitados de catequesis la expresión de
[121] «Finalidad de la catequesis es también dar a los jóvenes catecúmenos aquellas certezas, sencillas pero sólidas, que les ayuden a buscar cada vez más y mejor el conocimiento del Señor» (CT 60).
[122] Es bueno que lo común cristiano quede
coloreado por el carisma «espiritual, teológico o pedagógico» de las diversas
familias religiosas o de los diferentes carismas. Esto ha sido siempre
tradicional en
[123] Sobre el carácter temporal del proceso catequizador nos hemos expresado en CC 101. Entre otras cosas se dice que la catequesis «ha de limitarse en el tiempo por ser sólo iniciación».
[124] Esta tendencia se dio también en el catecumenado antiguo, prolongando, por diversas razones, durante muchos años, la pertenencia al catecumenado, hasta el punto que era una de las razones por las que, en torno a Epifanía, acudía el obispo mismo a exhortar a la preparación inmediata al Bautismo.
[125] Es la propia exhortación apostólica Catechesi
tradendae la que llama a la catequesis «la escuela de
[126] A veces se utiliza la expresión «catequesis
permanente». Esta expresión es verdadera si con ella queremos indicar que la fe
ha de ser permanentemente educada o que la catequesis es una oferta permanente
que hace
[127] Acerca de la duración de un proceso catecumenal, el
RICA afirma: «La formación pastoral de los catecúmenos se alargará cuanto sea
necesario para que madure su conversión y su fe y, si fuere preciso, por
varios años» (RICA 98). Las imágenes que utilizan los Santos Padres
para hablar del catecumenado: «noviciado militar» (Tertuliano), «éxodo»
(Orígenes) «gestación» (Clemente de Alejandría)... son imágenes que indican la
necesidad de un tiempo prolongado. «Hace falta tiempo antes de ser
admitido al Bautismo, porque es necesario que los cinco sentidos de nuestra alma
sean espiritualizados» (Orígenes,
Sobre
[128] «Los catecúmenos escucharán
[129] El mismo argumento sería válido para una catequesis con la tercera edad. Se trata de ayudar al cristiano a vivir, según el Evangelio, esta última gran etapa de la vida, asumiendo los compromisos cristianos más característicos de la referida etapa. Sería un error concebirla como una preparación para bien morir. Por eso, debería situarse, también, al comienzo de la tercera edad, entre los sesenta y cinco-setenta años.
[130] Precisamente sobre esta parábola Juan Pablo II ha redactado su exhortación apostólica Christifideles laici, sobre los fieles laicos.
[131] En el capítulo V se desarrollará este tema.
[132] Todo lo concerniente a la figura del catequista de adultos será desarrollado en el capítulo IX. La originalidad de la relación del catequista con el catequizando, dentro del campo de lo que es una relación pedagógica, debe ser puesta muy de relieve. La grandeza de la tarea del catequista brota, entre otras cosas, de las características de esa relación.
[133] «Todo lo que hace
[134] La relación de la catequesis con otras formas de educación en la fe la hemos desarrollado en CC 56-57.
[135] La vinculación de la homilía con la catequesis ha sido muy bien expuesta por Catechesi tradendae: «Respetando lo específico y el ritmo propio de este cuadro (litúrgico), la homilía vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural» (CT 48).
[136] Catechesi tradendae habla de «la necesaria diversidad de lugares de catequesis» (CT 67). Entre ellos están los movimientos de apostolado, «que conservan unos tiempos catequéticos» (CT 67). Ver también CT 70, dedicado al tema. Hablando de la catequesis en las diversas asociaciones de apostolado seglar, La catequesis de la comunidad dice: «Para que esta acción apostólica seglar sea verdadera vivencia de la fe eclesial, no podrán las mismas organizaciones prescindir de la dimensión catequética en sus planes de formación. Partiendo de la vida y de la misma dinámica del movimiento concreto tiene que irse, progresivamente, ayudando a los miembros a madurar en su fe e ir solidificando continuamente la propia síntesis de fe» (CC 281).
[137] «Hay que tener en cuenta que esta cooperación es necesaria desde el comienzo, es decir, desde el momento en que se inician los estudios y planes de la organización del trabajo pastoral» (DGC 129).
[138] «Mientras la catequesis, a través de la iniciación, enseñanza y educación en los fundamentos de la fe, tiene por objetivo la adhesión madura a la persona de Cristo (obsequium fidei), lo que pretende la teología es hacer crecer en la inteligencia, como tal, de la fe (intellectus fidei) (CC 73).
[139] Éste es el aspecto en que se fija La catequesis de adultos en la comunidad cristiana para distinguir la formación catequética de la enseñanza teológica. En concreto, afirma que la catequesis «se distingue también de la instrucción religiosa formal (Formal Religious Education), que va más allá de los elementos basilares de la fe, con cursos más sistemáticos y especializados» (CACC 32).
[140] Ya en
[141] El Código de Derecho Canónico nos recuerda la
importancia de estas catequesis presacramentales: «Procure el párroco que se
imparta una catequesis adecuada para la celebración de los sacramentos» (c.
771,1). El Directorio Catequético General recoge la importancia de este
tema entre las formas particulares de catequesis de adultos: «La catequesis que
hay que impartir con ocasión de los principales acontecimientos de la vida, como
son el matrimonio, el Bautismo de los hijos,
[142] «Esta catequesis ocasional, tan necesaria en nuestras comunidades, participa de la noción de catequesis porque «normalmente» tiene ella también una cierta sistematicidad, aunque se refiera sólo a un tema concreto» (CC 96). Entendemos que los organismos diocesanos de catequesis deben colaborar con otros secretariados (de Liturgia, de Pastoral Social, de Apostolado Seglar, de Pastoral Familiar...), en la elaboración y difusión de estas catequesis ocasionales, que han de ser ofrecidas a las comunidades cristianas. No es algo que deba asignársele, como exclusivamente propio, a los secretariados de catequesis, encargados más directamente de la promoción y coordinación de la catequesis orgánica.
[143] En La catequesis de la comunidad (CC 106-139) se ha tratado de fundamentar la naturaleza de la catequesis en la concepción de la revelación y de la tradición expuestas en la constitución Dei Verbum, del Concilio Vaticano II. En concreto se afirma: «Es importante que, entre nosotros, la acción catequética se vea fecundada por la concepción conciliar de la tradición» (CC 136).
[144] «Prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de fe recibida» (DV 10). «Todo el Pueblo santo de Dios conserva fielmente este depósito» (Cat III 105).
[145] El carácter activo de la conservación del
Evangelio en
[146] «A fin de que el Evangelio se conservara
constantemente íntegro y vivo en
[147] El Concilio Vaticano II expresa bellamente la carga
afectiva implicada en la conservación viva del Evangelio: «
[148] «La evangelización de todos los hombres constituye
la misión esencial de
[149] «El Señor confía el Evangelio a
[150] El Concilio define a la tradición como la
entrega por parte de
[151] Cat III 101.
[152] «El ministerio de la palabra no es una mera repetición de la doctrina del pasado, sino su reproducción fiel con una adaptación a problemas nuevos y una creciente inteligencia de ella» (DGC 13). «Para que la inteligencia de la revelación se haga cada vez más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). «Dios sigue hablando sin intermisión con la esposa de su Hijo amado» (DV 8).
[153] S. Agustín, De symbolo: sermo ad catechumenos, 212.
[154] S. Pablo tenía plena conciencia de que al transmitir el Evangelio ejercía una función maternal: «He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús» (1 Co 4,15). «Te ruego en favor de mi hijo, Onésimo, a quien engendré entre cadenas» (Flm 10). (Ver también Ga 4,19; 1 Ts 2,11).
[155] Los Santos Padres asimilan, frecuentemente, la
formación catecumenal a una gestación de
[156] Metodio de Olimpia, por ejemplo, apunta a esta
acción maternal de los catequistas cuando educan en la fe a los
cristianos más inmaduros: «Respecto a los que son todavía imperfectos (en la
vida cristiana), son los más maduros los que les forman y les dan a luz como en
una acción maternal» (Symposium, 111,8). El Concilio Vaticano II, en
nuestros días, repite la misma idea: «
[157] En Testigos del Dios vivo, los obispos
españoles hemos constatado este debilitamiento del sentido eclesial: «No
faltan cristianos y aun grupos o movimientos que por excesivo personalismo o por
la influencia de una crítica permanente y sistemática llegan a perder o a
debilitar excesivamente el afecto eclesial y la comunicación real con
[158] La grandeza de
[159] Sobre la necesidad de intensificar hoy, entre
nosotros, el conocimiento y la estima de
[160] «En nuestras circunstancias, la catequesis de
adultos constituye una necesidad de primer orden» (CC 37). «No es excesivo
afirmar que la existencia de auténticas catequesis de adultos es todavía una
gran laguna en la pastoral de
[161] La importancia de
[162] Es conveniente recordar cómo define el Concilio a la
diócesis: «La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía al
obispo para ser apacentada con la cooperación del presbiterio, de suerte que,
adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del
Evangelio y
[163] Teodoro de Mopsuestia, Homilías catequéticas, 15.
[164] Christifideles laici, la exhortación de Juan Pablo II sobre los fieles laicos, está estructurada según esta doble dimensión de comunión y misión, íntimamente unidas: «La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí» (ChL 32).
[165] La inculturación del Evangelio es tarea
esencial de
[166] «
[167] Se trata de «transformar con la fuerza del Evangelio
los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las
líneas de pensamiento, que están en contraste con
[168] Ver el capítulo II de este documento: «La catequesis de adultos dentro del proceso evangelizador».
[169] «El lenguaje debe entenderse aquí no tanto a nivel semántico o literario cuanto al que podría llamarse antropológico y cultural» (EN 63). «La evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su “lengua”, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea y no llega a su vida concreta» (EN 63).
[170] Juan Pablo II, recogiendo las aportaciones del Sínodo sobre el laicado (1987), insiste en una formación que tenga muy en cuenta la cultura local: «En la labor formativa se deberá reservar una atención especial a la cultura local, según la explícita invitación de los Padres sinodales: «La formación de los cristianos tendrá máximamente en cuenta la cultura humana del lugar, que contribuye a la misma formación, y que ayudará a juzgar tanto el valor que se encierra en la cultura tradicional como aquel otro propuesto en la cultura moderna. Se preste también la debida atención a las diversas culturas que pueden coexistir en un mismo pueblo y en una misma nación» (ChL 63).
[171] Las dificultades, a veces existentes, entre
teólogos y pastores se obviarían con una mayor presencia de los obispos en
la dirección de la acción catequética, de modo que se provocara una mayor
reflexión del quehacer cristiano por parte del servicio teológico de
[172] El Concilio recomienda a los obispos la preocupación por la catequesis: «Vigilen para que se dé con diligente cuidado la formación catequética» (CD 14). «En el ejercicio de su deber de enseñar anuncien a los hombres el Evangelio de Cristo, deber que descuella entre los principales de los obispos, llamándolos a la fe por la fortaleza del Espíritu o afianzándolos en la fe viva» (CD 12).
[173] Pablo VI subraya muy bien el carácter eclesial
de toda acción evangelizadora: «Ningún evangelizador es el dueño
absoluto de su acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla
según los criterios y perspectivas individualistas, sino en comunión con
[174] La catequesis de adultos en la comunidad cristiana recomienda encarecidamente la organización de este Servicio diocesano de catequesis de adultos: «Dada la importancia y la complejidad, a un mismo tiempo, de la tarea, se recomienda que el obispo encargue a una o más personas para que dirijan y coordinen las diversas iniciativas de catequesis de adultos en la diócesis. Es útil recordar que, en algunos países, los laicos preparados prestan un válido servicio a nivel diocesano y parroquial como directores de la catequesis de adultos. Su contribución debe ser alentada y sostenida» (CACC 82).
[175] «El término “inculturación”, además de ser un
hermoso neologismo, expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de
[176] «La catequesis es un instrumento de inculturación, es decir, que desarrolla y, al mismo tiempo, ilumina desde dentro las formas de vida de aquéllos a quienes se dirige. La fe cristiana ha de encarnarse en las culturas por medio de la catequesis. La verdadera “encarnación” de la fe por medio de la catequesis supone no sólo el proceso de “dar”, sino también de “recibir”» (Sínodo 1977, sobre la catequesis, MPD 5).
[177] «La catequesis, para mantenerse fiel a su carácter propio dentro del proceso total de la evangelización, ha de ser un servicio a la unidad de la confesión de fe» (CC 75).
[178] «Esta variedad es requerida también, en un plano
general, por el medio sociocultural en que
[179] En el capítulo segundo se han indicado, en esta línea, los diferentes tipos de destinatarios de la catequesis. Insistiremos en ello en el capítulo dedicado a la pedagogía. Esta diversidad de la catequesis, según la diferente madurez de fe y otras circunstancias personales, ha sido recordada por Juan Pablo II: «El grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras circunstancias personales postulan que la catequesis adopte métodos muy diversos para alcanzar su finalidad específica: la educación en la fe» (CT 51).
[180] A propósito de los carismas, el Concilio
manifiesta: «Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más
comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo porque son muy
adecuados y útiles a las necesidades de
[181] Hablando de las dificultades de convergencia que, a veces, se dan entre algunas familias catecumenales, La catequesis de la comunidad afirma lo siguiente: «La acción catequética de una Iglesia diocesana, hoy, no puede quedar a merced del pluralismo teológico, contemplando cómo se establecen procesos formativos o itinerarios catecumenales basados en inspiraciones teológicas que no favorecen la convergencia en la necesaria unidad de la profesión de fe» (CC 76).
[182] Estas Orientaciones pastorales quieren ayudar, precisamente, a conseguir este fin.
[183] Recordemos también los entrañables textos del Nuevo Testamento, que hablan del espíritu de comunión propio de los discípulos de Cristo: «En esto conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros» (Jn 13,35). «Tenían un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32). «Habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16).
[184] La comunidad cristiana es la realización histórica
del don de la comunión, concedido por Dios: «La comunión, en
efecto, se refiere a los bienes que surgen de la vida trinitaria y unen a todos
los creyentes. Mientras que la comunidad es la realidad histórica
y visible de
[185] Para una explicación más detallada de estos diferentes ámbitos comunitarios en que se puede realizar la catequesis de adultos, ver el apartado «La catequesis se realiza a través de diversos ámbitos comunitarios» (CC 267-282).
[186] CC 268-271.
[187] CC 281-282.
[188] CC 281-282.
[189] Juan Pablo II: Mensaje a los líderes de las
comunidades de base del Brasil. Ver también Los fieles laicos, n. 61
y La catequesis de la comunidad, 277-280. De las comunidades eclesiales
de base, Pablo VI dice, entre otras cosas: «Son destinatarias privilegiadas de
la evangelización» (EN 58). «Nacen de la necesidad de vivir con más intensidad
la vida de
[190] Ya el Concilio había recordado esta responsabilidad común de la comunidad cristiana en la transmisión de la fe: «Esta iniciación cristiana durante el catecumenado no deben procurarla solamente los catequistas y sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles» (AG 14). Esta presencia activa de toda la comunidad cristiana respecto a los catecúmenos es igualmente necesaria cuando se trata de la catequesis de adultos con bautizados: «Como a los catecúmenos, también a estos adultos debe ofrecer la comunidad de los fieles su ayuda con caridad fraterna» (RICA 298).
[191] El aspecto maternal de la comunidad cristiana ha sido muy bien recogido por el Concilio: «La comunidad eclesial ejerce [...] una verdadera maternidad para conducir las almas a Cristo» (PO 6).
[192] El RICA (n. 41) enumera con detalle las diversas tareas que, a lo largo de la formación, debe realizar la comunidad con los catecúmenos. La catequesis de adultos con bautizados tiene derecho a esperar de la comunidad cristiana donde se realiza un apoyo análogo.
[193] Es el propio Juan Pablo II quien, recogiendo el
sentir sinodal, recomienda vivamente la renovación de las parroquias:
«Los Padres sinodales han considerado atentamente la situación actual de muchas
parroquias solicitando una decidida renovación [...] Para que todas estas
parroquias sean verdaderamente comunidades cristianas, las autoridades locales
deben favorecer: a) La adaptación de las estructuras parroquiales,
con la amplia flexibilidad que concede el derecho canónico, sobre todo
promoviendo la participación de los laicos en las responsabilidades pastorales;
b) Las pequeñas comunidades eclesiales de base, también llamadas
comunidades vivas, donde los fieles puedan comunicarse mutuamente
[194] El Concilio expresa la necesidad de una «educación en el espíritu de la comunidad» (PO 6); hablando de la importancia del grupo, el Directorio general de catequesis dice: «Tratándose de adultos, el grupo puede ser considerado hoy como la condición de una catequesis que se proponga fomentar el sentido de la corresponsabilidad cristiana» (DGC 76).
[195] Otra pista posible para determinar las actitudes
evangélicas básicas que configuran a una comunidad cristiana es el referirse al
famoso himno al amor fraterno de S. Pablo, recogido en el capítulo XIII
de
[196] La catequesis de adultos en la comunidad cristiana,
del Consejo Internacional para
[197] Recordemos que el propio Jesús veló por la autenticidad de la confesión de fe de sus discípulos: «No todo el que dice “¡Señor!” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21).
[198] Obviamente no se pretende en este capítulo señalar todos los elementos que la catequesis de adultos debe integrar. Se recuerdan sólo algunos aspectos que se deben cuidar, hoy especialmente.
[199] RICA, Observaciones generales, n. 3. Cat III nos
recuerda también lo mismo: «La gran Tradición de
[200] Cf. RICA 220.
[201] Recordemos, una vez más, que el catecumenado bautismal es el modelo en el que la catequesis de adultos debe inspirarse: «El modelo de toda la catequesis es el catecumenado bautismal, formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual» (MPD 8).
[202] Cf. Cat III p. 87.
[203] Es conocida la explicación de S. Agustín sobre el alcance del credere in Deum (creer en Dios) como distinto y más profundo que el mero credere Deum (creer que Dios existe) o el credere Deo (creer a Dios que nos revela algo). Sólo el credere in Deum expresa la entrega libre y total del hombre a Dios. Ver en S. Agustín, ln loannem, tract. 20,6; ln psalmum 77, n. 8. En el s. XIII, S. Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino se atendrán a esta triple acepción del «Creo» y la desarrollarán metódicamente. «He aquí la regla de nuestra fe: Dios Padre, no creado y Creador del universo; así es el primer artículo. El segundo artículo se refiere al Verbo de Dios, Cristo Nuestro Señor, que se hizo hombre como nosotros, y que aparecerá al fin de los tiempos para recapitular todas las cosas. El tercero se refiere al Espíritu Santo, gracias al cual los profetas profetizan y que al final ha descendido de una manera nueva sobre toda la humanidad» (S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica, 6-7).
[204] La confesión de fe tiene así, al mismo tiempo, una
dimensión doxológica, de alabanza y acción de gracias a Dios, y una
dimensión martirial, de testimonio y confesión de fe ante los hombres.
[205] Es así, precisamente, como Pablo VI ha llamado al
último símbolo oficial de
[206] Teodoro de Mopsuestia, en una de sus homilías catequéticas, concluye su explicación de la profesión de fe con las siguientes palabras: «Yo creo y soy bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, dentro de una única, santa y católica Iglesia» (Décima homilía catequética, n. 19).
[207] Éstos son los epítetos que utiliza S. Cipriano
refiriéndose a la fe de
[208] Tertuliano, por ejemplo, se expresa de esta forma: «Quien haya sido interrogado en la tierra y haya confesado se llevará con él las llaves del cielo [...] La persecución es el elemento indispensable de toda confesión [...] La persecución se consume en la confesión» (Scorpiace, c. 10).
[209] CT insiste en esta idea: «La finalidad de la catequesis es la de ser un período de enseñanza y madurez, es decir, el tiempo en que el cristiano, habiendo aceptado por la fe la persona de Jesucristo como el solo Señor y habiéndose prestado una adhesión global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza por conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto» (CT 20). El RICA, en el momento de la signación, cuando el catecúmeno recibe la señal de la cruz de Cristo, indica cómo el celebrante debe hacer esta recomendación al que empieza la formación catecumenal: «Aprende ahora a conocerle y seguirle» (RICA 83). Toda la finalidad de la catequesis se encierra en este objetivo. El propio Concilio ya lo había expresado lapidariamente al definir en qué consiste el catecumenado, «con el que los discípulos se unen a Cristo su Maestro» (AG 14). La finalidad de la catequesis de adultos es establecer esta unión, esta vinculación, del hombre con Jesucristo. El verbo que utiliza el Concilio, coniungere, apunta a la hondura de la vinculación que se pretende. Es análoga a la que une a los «cónyuges» en matrimonio.
[210] Ésta es una afirmación reiterada en Dei Verbum: «Jesucristo es mediador y plenitud de toda la revelación» (DV 2). «Jesucristo lleva a plenitud toda la revelación» (DV 4). Es el propio Jesús el que muestra a los discípulos de Emaús que todas las Escrituras apuntan a Él como a su centro: «Y comenzando por Moisés y por todos los profetas les fue mostrando cada una de las Escrituras que se referían a Él» (Lc 2,27).
[211] S. Pedro, en su primer discurso, lo afirma claramente: «Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros habéis crucificado» (2,36).
[212] Fil 2,11: «Que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor». Rm 10,9: «Si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo».
[213] Cf. también Lc 4,18; 10,21...
[214] «Con la resurrección de Jesucristo han comenzado ya los últimos tiempos anunciados por los profetas: en ella tuvo lugar la máxima efusión del Espíritu Santo» (Catecismo III p. 160).
[215] Cf. S. Agustín, Serm. 268,2; PL 38,1232. S. Juan Crisóstomo, In Ep. hom., 9,3; PG 62,72. Dídimo Alef, De Trin. 2,1; PG 39,449.
[216] S. Agustín incide en la misma idea: «Alegrémonos: hemos sido hechos no solamente cristianos, sino Cristo» (In Evang. Ioan. 21,8).
[217] «No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios» (EN 22).
[218] «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre» (Símbolo niceno-constantinopolitano). «Los Padres del Sínodo estuvieron bien inspirados cuando pidieron que se evite reducir a Cristo a su sola humanidad y su mensaje a una dimensión meramente terrestre, y que se le reconociera más bien como el Hijo de Dios, el mediador que nos da libre acceso al Padre en el Espíritu» (CT 29). «No basta predicar un seguimiento de Jesús, fijándose sólo en su vida terrena, considerándolo solamente como mero profeta y pretendiendo hacer de Él casi únicamente un reformador de la historia; Jesús muere, sin duda, a manos de los poderes injustos de este mundo. Pero esta muerte, interpretada desde la fe cristiana, es en último término la culminación de la entrega irrevocable que Dios hace de su Hijo al mundo para su salvación» (TDV 19). Ver también, en este mismo sentido, CC 171.
[219] Éstas son, precisamente, las características que
[220] Cf. Mt 14,23; Mc 1,35; Lc 5,16. 6,12. 9,18...
[221] El ordinario de la misa cuida también este aspecto.
[222] En La catequesis de la comunidad hemos sintetizado las diferentes dimensiones de la vinculación a Cristo con estas palabras: «Esta iniciación en el seguimiento de Cristo implica adherirse a su persona, descubrir en profundidad su mensaje, adoptar su estilo de vida, celebrar su presencia en los sacramentos, reunirse “en su nombre” en una comunidad de discípulos, prepararse para participar en su envío misionero y esperar su venida gloriosa» (CC 124). Propiamente hablando, en una auténtica vinculación a Jesucristo se encierra toda la vida cristiana. La meta de la catequesis no es otra que lograr tal vinculación.
[223] Jesús decía continuamente: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado» (Jn 7,16); «Yo vivo para el Padre» (Jn 6,57); «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (Jn 4,34). Dios y su reinado son tan importantes para Jesús que «todo se convierte en lo demás» (EN 8).
[224] «El nombre del Padre, por el mero hecho de llamarse así, ya nos trae a la memoria la noticia del Hijo, del mismo modo que el que nombra al Hijo piensa también, al mismo tiempo, en el Padre» (S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 7,6).
[225] «La estructura de todo el contenido de la catequesis debe ser teocéntrico-trinitaria: por Cristo al Padre en el Espíritu» (DGC 41).
[226] «La catequesis ha de desarrollar con cuidado el “oído” del catecúmeno para hacerle sensible a la acción de Dios en él. Es bueno que frecuentemente, en el silencio de un clima religioso, el cristiano sepa formular esta pregunta fundamental: “¡Señor!, ¿qué quieres que haga?, ¿qué me pides en este momento de mi vida?”» (CC 208).
[227] «Sabemos de verdad quién es Dios al recordar, desde
el fondo de nuestro corazón, sus actuaciones salvadoras en la historia de
los hombres. Hasta tal punto esto es así que
[228] Para un desarrollo de estos rasgos de Dios, ver la carta pastoral de los obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria: Creer hoy en el Dios de Jesucristo, 1986, III.
[229] Ver CC 109 y 208.
[230] «Es todavía frecuente entre nosotros emplear en la
catequesis un lenguaje positivista que, al “objetivar” o “cosificar” el
misterio de Dios, diluye el lenguaje simbólico en el que se nos ha
comunicado
[231] En La catequesis de la comunidad se afirma lo siguiente: «Los rasgos más “originales” de Dios con quien Jesús se relaciona como Hijo y con quien es “una sola cosa” (Jn 10,30), se abren paso a través de la conducta del Hijo del hombre: detrás de su presencia y de su hacer descubrimos quién y cómo es Dios» (CC 178). En concreto, en este texto se hace ver cómo la conducta de Jesús con los pecadores, su actitud de «no-violencia» ante los poderes de este mundo, su acercamiento a los marginados, su entrega en obediencia al Padre... dejan traslucir la idea que Jesús tenía de Dios, idea a la que la catequesis debe acercar (ver CC 178).
[232] «Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo» (Plegaria eucarística III). «Reúne, Señor, a tu santa Iglesia en el reino que le tienes prometido» (Didaché). «Como mi Padre me envió, también Yo os envío» (Jn 20,21).
[233] Es conveniente recordar la dimensión trinitaria
subyacente al misterio de
[234] «Todo proceso catequético, en cualquier edad y situación, debe suponer para quien lo hace una verdadera experiencia de Iglesia» (CC 253).
[235] Sínodo extraordinario 1985, Relación final II C, 1.
[236] Juan Pablo II, comentando la doctrina del Concilio
sobre la eclesiología de comunión, afirma: «La realidad de
[237] La vinculación de la comunión y la misión ha sido expresada por Juan Pablo II con estas palabras: «La comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera. En efecto, Jesús dice a sus discípulos: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino Yo os he elegido a vosotros, y os he destinado a que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca» (Jn 15,16). «La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí» (ChL 32).
[238] «Los pastores han de reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles laicos, que tienen su fundamento sacramental en el bautismo y en la confirmación, y para muchos de ellos en el matrimonio» (ChL 23).
[239] Ha sido S. Pablo quien mejor ha descrito este amor
de Cristo a
[240] Ver, en el capítulo V, lo que hemos dicho acerca de la dificultad de desarrollar el auténtico sentido eclesial.
[241] Convendría meditar detenidamente este texto
conciliar sobre la común dignidad de todos los miembros de
[242] Cuesta hacer descubrir a los adultos que
[243] En el texto paralelo de AG 5, que antes hemos
evocado al hablar del camino del Siervo, aparecen también las cualidades que
deben adornar a
[244]
[245]
[246] «Los cristianos son de carne y hueso, pero no viven según la carne. Pasan su vida en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Obedecen a las leyes establecidas, pero su manera de vivir supera la perfección que piden esas leyes (Epístola a Diogneto, 5,1-10).
[247] «La vida teologal del cristiano tiene una dimensión social y aun política que nace de la fe en el Dios verdadero, creador y salvador del hombre y de la creación entera. Esta dimensión afecta al ejercicio de las virtudes cristianas o, lo que es lo mismo, al dinamismo entero de la vida cristiana» (CVP 60).
[248] «Es frecuente la tentación de querer someter la
propia fe y las enseñanzas de
[249] «Antes eras llamado catecúmeno u oyente: oyente de
la esperanza sin verla, oyente de los misterios sin entenderlos, oyente de
[250] Hablamos de tareas para conseguir la finalidad. Se podrían utilizar otras expresiones: objetivos específicos para conseguir el objetivo general; cauces o caminos para llegar a la meta; funciones o medios para conseguir el fin. Lo importante es descubrir que el fin de la catequesis es una experiencia que sólo se consigue a través de unos medios adecuados. El Código de Derecho Canónico, recogiendo la descripción que hace Christus Dominus, 14, de la catequesis, distingue muy bien entre el fin y los medios: «Es un deber [...] cuidar la catequesis del pueblo cristiano, para que la fe de los fieles, mediante la enseñanza de la doctrina y la práctica de la vida cristiana, se haga viva, explícita y operativa» (c. 773).
[251] «La vida nueva [...] no es más que la vida en el mundo, pero una vida según las bienaventuranzas y destinada a prolongarse y transfigurarse en el más allá» (CT 29).
[252] S. Juan Crisóstomo también concibe el período del catecumenado como un entrenamiento. Dirigiéndose a los que van a ser bautizados les dice: «El período de tiempo anterior a vuestra iniciación fue un tiempo de entrenamiento, pero de ahora en adelante el campo de batalla está abierto y el combate ya ha comenzado» (II Cat. baut., PG 49,234).
[253] El DGC también distingue la finalidad de la catequesis (DGC 21) de las funciones o tareas (manera) para desarrollarla (DGC 22-29).
[254] El Concilio Vaticano II describe así las cuatro tareas que debe desarrollar la catequesis: «La formación catequética, ilumina y robustece la fe, anima la vida con el espíritu de Cristo, lleva a una consciente y activa participación del misterio litúrgico y alienta a la acción apostólica» (GE 4). El Código de Derecho Canónico, sintetizando las dimensiones de la formación catecumenal que el Concilio define en AG 14, indica también que la iniciación en el misterio de la salvación, «finalidad de dicha formación», se obtiene a través de cuatro tareas: «Por la enseñanza y el aprendizaje de la vida cristiana, los catecúmenos han de ser convenientemente iniciados en el misterio de la salvación, e introducidos a la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del pueblo de Dios y del apostolado» (Codex Iuris Canonici [CIC] 788,2). En La catequesis de la comunidad hemos indicado cómo «una catequesis inspirada en el modelo catecumenal es una iniciación en la realidad desbordante del misterio de Cristo» (CC 84), y enumeramos las cuatro dimensiones o tareas que canalizan dicha iniciación.
[255] «No es suficiente que la catequesis sólo suscite una cierta experiencia religiosa, aunque ésta sea verdadera, sino que debe conducir a la percepción paulatina de toda la verdad del designio divino» (DGC 24). Si «por la fe el hombre entero se entrega libremente a Dios» (DV 5), esta entrega no sería completa si se excluyera la razón del hombre.
[256] «El ministerio de la palabra no sólo recuerda la revelación de las maravillas de Dios hechas en el pasado y llevadas a su perfección en Cristo, sino que, al mismo tiempo, interpreta, a la luz de esta revelación, la vida de los hombres de nuestra época, los signos de los tiempos y las realidades de este mundo, ya que en ellos se realiza el designio de Dios para la salvación de los hombres» (DGC 11). «La revelación no está aislada de la vida ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, ya para inspirarla, ya para juzgarla, a la luz del Evangelio» (CT 22). En La catequesis de la comunidad se ha insistido también en este carácter sapiencial del conocimiento de la fe, que sepa dar sabor y significación vital a la vida del hombre (cf. CC 85).
[257] Mantenemos todavía la advertencia que se hacía en La catequesis de la comunidad acerca del contenido de algunas catequesis de adultos: «Entre nosotros, la educación de la dimensión no ética o cognoscitiva de la fe deja, a menudo, bastante que desear. La pobreza doctrinal de muchas catequesis con jóvenes y adultos es considerable. Una cierta tendencia a acentuar casi exclusivamente lo vivencial brota, muchas veces, de una alergia anti-intelectualista «hoy en día muy arraigada», que desprecia o no tiene en cuenta lo que es un auténtico saber» (CC 86).
[258] «Te enviamos una especie de memoria sobre los puntos capitales, de modo que puedas entender rápidamente todos los miembros del cuerpo de la verdad, y con este resumen poseas las pruebas de las cosas divinas» (S. Ireneo, Demostración de la predicación apostólica, 1).
[259] Respecto al contenido de la catequesis, Juan Pablo II destaca en Catechesi tradendae varios puntos: «El primero se refiere a la integridad de dicho contenido. A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la «palabra de la fe» (Rm 10,8) no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y su vigor» (CT 30).
[260] La insistencia del Directorio Catequético General en la necesidad de que el contenido de la catequesis ilumine la vida del hombre es, como estamos viendo, muy grande: «El hombre maduro en la fe es capaz de reconocer en medio de las diversas circunstancias y encuentros con el prójimo la invitación de Dios que le llama a cumplir su designio salvador. Por consiguiente, pertenece a la catequesis destacar esta tarea, enseñando a los fieles a interpretar cristianamente las realidades humanas, sobre todo los signos de los tiempos, de tal manera que todos logren examinar e interpretar todo con íntegro criterio cristiano» (DGC 26).
[261] «Todo lo que les expliquéis, explicádselo de tal manera que vuestro oyente, al escucharos, crea, creyendo, espere, y esperando, ame» (S. Agustín, Catec. IV 8).
[262] En relación con este tema está el respeto a la
jerarquía de verdades en la catequesis: «En el mensaje de la salvación
existe cierta jerarquía de verdades (cf. UR 11), que
[263] «
[264] «Durante siglos, un elemento importante de la catequesis era precisamente la traditio Symboli (o transmisión de compendio de la fe), seguida de la entrega de la oración dominical [...] «No habría que encontrar una utilización más concretamente adaptada (en la catequesis) para señalar esta etapa» (CT 28).
[265] S. Cirilo de Jerusalén describe la importancia del Símbolo como resumen de las Escrituras: «Como no todos pueden conocer las Santas Escrituras, unos porque no saben leer, otros porque sus ocupaciones se lo impiden, para que ninguno perezca por ignorancia, hemos resumido en los pocos versículos del Símbolo el conjunto de las enseñanzas de la fe» (cf. Catecismo III 107).
[266] Para facilitar la profundización en la explicación
del Símbolo conviene consultar el Catecismo III de
[267] Egeria nos explica lo que se hacía en Jerusalén: «Comenzando por el Génesis, durante estos cuarenta días, el obispo recorre todas las Escrituras [...] Al final de cinco semanas (intensas) de instrucción los catecúmenos reciben el Símbolo» (Itinerario, 46).
[268] «El objeto de la catequesis es el misterio y las obras de Dios, es decir, las obras que Dios hizo, hace y hará por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Todo esto está armoniosa y estrechamente ligado entre sí y constituye la economía de la salvación» (DGC 39). Ver también DGC 44, sobre el «carácter histórico del misterio de la salvación».
[269] «Todos aquellos que están convencidos y creen verdaderamente las cosas que enseñamos y decimos y que aseguran vivir de esta manera son asociados a orar, mientras nosotros oramos y ayunamos con ellos» (S. Justino, I Apología, 61-66).
[270] El Sínodo 1977 lo expresó así: «La catequesis es Palabra, Memoria y Testimonio» (MPD, 7).
[271] La catequesis es cauce muy adecuado de educación litúrgica: «Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa» (SC 19).
[272] «Iniciar al catecúmeno en la plegaria de los salmos, desarrollar en él la dimensión contemplativa de la experiencia cristiana [...] es imprescindible para la catequesis. Todo esto debe hacerse desde las actitudes religiosas que configuran el Padre nuestro, modelo de toda oración cristiana» (CC 90). En este sentido, «la entrega del Padre nuestro es una dimensión de la catequesis que ha de estar permanentemente presente a lo largo de todo el proceso» (CC 90). «En la oración dominical (los elegidos) descubren más profundamente el nuevo espíritu de hijos, gracias al cual llaman Padre a Dios» (RICA 25). «Os entregamos la oración del Padre nuestro para que sepáis a quién estáis orando y qué tenéis que pedir» (S. Agustín, Sermones, 56). «Esta oración os anima no solamente a aprender a pedir a vuestro Padre que está en los cielos lo que vosotros deseáis, sino a aprender también lo que vosotros debéis desear” (San Agustín, Sermones, 59).
[273] «No podemos menos de alabar los esfuerzos realizados entre nosotros para tratar de conseguir que un proceso catequético se convierta en verdadera escuela de oración» (CC 90).
[274] En diversos grupos cristianos se incorporan al
aprendizaje de la oración individual y comunitaria diversos métodos
orientales inspirados en otras religiones, como el «Zen», la «meditación
trascendental», el «yoga»... En la línea de la declaración Nostra aetate,
el Concilio Vaticano II, «
[275] «La catequesis debe ayudar a una participación
activa, consciente y genuina en la liturgia de
[276] «Si alguno no se ha corregido de sus malas costumbres y no se ha ejercitado en la virtud hasta hacérsele fácil, que no se haga bautizar» (S. Juan Crisóstomo, II Cat. baut., PG, 49, 234).
[277] Juan Pablo II deduce de aquí la importancia de la formación moral en la catequesis: «De ahí la importancia que tienen en la catequesis las exigencias morales personales correspondientes al Evangelio y las actitudes cristianas ante la vida y ante el mundo. Nosotros las llamamos virtudes cristianas o evangélicas» (CT 29). La formación moral es más que conocer estas virtudes. Se trata de ejercitar en ellas lo que trae consigo «un cambio de sentimientos y costumbres, que debe manifestarse con sus consecuencias sociales» (AG 13). La verdad os haré libres subraya, también, la importancia de esta formación moral en la catequesis: «El tema de la moral ha de ocupar un puesto imprescindible en la catequesis» (VL 55).
[278] La instrucción Libertad cristiana y liberación,
de
[279] Pablo VI, en el Credo del Pueblo de Dios,
incluye esta dimensión moral, propugnada por Jesús: «Nos dio su mandamiento
nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como Él nos amó. Nos enseñó
el camino de las bienaventuranzas evangélicas: a saber, ser pobres en
espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser
misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la
justicia» (n. 12). De esta inclusión de la moral cristiana en el Credo, La
catequesis de la comunidad dice lo siguiente: «El mandamiento del amor y las
bienaventuranzas, introducidos por Pablo VI en
[280] «Es impensable que un hombre haya acogido
[281] «Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de
[282] Juan Pablo II, en la introducción de la exhortación apostólica sobre Los fieles laicos, recogiendo la reflexión del Sínodo de 1987 sobre el laico, nos recuerda dos tentaciones a las que los seglares cristianos no siempre han sabido sustraerse: «La tentación de reservar un interés tan marcado por los servicios y las tareas eclesiales, de tal modo que frecuentemente se ha llegado a una práctica dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político; y la tentación de legitimar la indebida separación entre fe y vida, entre la acogida del Evangelio y la acción concreta en las más diversas realidades temporales y terrenas» (ChL 2).
[283] Juan Pablo II señala campos concretos de compromiso social para los cristianos (cf. ChL 40-44). Los obispos españoles los han señalado, igualmente, en CVP 150-171. En La catequesis de la comunidad indicamos cómo la pastoral catequética y la pastoral social han de mantener una estrecha colaboración y sugerimos algunos aspectos en que puede concretarse esta colaboración (cf. CC 301).
[284] «Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones» (ChL 34).
[285] Podríamos poner el ejemplo del entrenamiento para una competición deportiva, que S. Pablo también utiliza en ocasiones. La preparación es única, aunque comporta aspectos diversos: ejercicios físicos, alimentación adecuada, el descanso necesario, la concentración psíquica... Las diversas tareas de la catequesis son parte del único entrenamiento en la vida cristiana.
[286] Tomemos aquí el ejemplo de la vida. Cualquier ser vivo se alimenta básicamente de los cuatro elementos primarios: el agua, la tierra, el aire y el fuego. Basta que falte uno de ellos para estar condenado a morir. Si la iniciación a la vida cristiana careciera de alguno de sus elementos básicos se tornaría enferma.
[287] El Directorio catequético general describe
así las fuentes de la catequesis: «El contenido de las catequesis se
encuentra en la palabra de Dios, escrita o transmitida por tradición, es
comprendido más profundamente y desarrollado por el pueblo creyente, bajo
la guía del Magisterio, se celebra en la liturgia, resplandece en la
vida de
[288] Orígenes, Hom. in Jos 4,1; ver Hom. in Num 26,4.
[289] La gradualidad de la formación catecumenal,
recordada por el Concilio, ha sido establecida claramente por
[290] Sobre el conjunto de la inspiración catecumenal de la catequesis de adultos ya nos hemos expresado en el capítulo III, apartado C. Aquí sólo desarrollamos lo que concierne a la gradualidad de la acción catequética.
[291] En La catequesis de la comunidad se expresa
así el carácter sacramental de la última etapa de la catequesis de adultos:
«Procesos catequéticos de adultos podrán, con toda razón, concluirse o
expresarse en
[292] El Consejo Internacional para
[293] En la catequesis infantil, por ejemplo,
siempre han existido diversos grados, según el nivel de la edad evolutiva en que
se encontrase el niño. En este caso, el catecismo de primer grado es para los
niños pequeños, el de segundo grado para los medianos y el de tercer grado para
los niños mayores. Junto a esta acomodación a la edad, siempre necesaria, hoy se
impone, dada la extensión del proceso de secularización en las familias, una
catequesis infantil cualitativamente gradual, en la que se tenga en
cuenta que muchos niños no reciben de sus padres el despertar religioso que
favorezca la fe inicial que exige su bautismo. La catequesis de adultos
es, en este caso, modelo inspirador de la catequesis infantil, a la que
sugiere cuidar la precatequesis que supla, en la comunidad, lo que en la familia
no se da. También lo es de la catequesis juvenil, ya que muchos jóvenes
solicitan el sacramento de
[294] Una muestra de este doble respeto de
[295] Cf. RICA 9s.
[296] Traducimos directamente del latín: «tempus investigationis» (RICA 6.7).
[297] El Ritual de la iniciación cristiana de adultos, al describir a los destinatarios, los define precisamente a partir de esta búsqueda: «El Ritual de la iniciación cristiana se destina a los adultos que, al oír el anuncio del misterio de Cristo, y bajo la acción del Espíritu Santo en sus corazones, consciente y libremente buscan al Dios vivo y emprenden el camino de la fe y de la conversión» (RICA 1).
[298]
[299] El RICA dice de los precatecúmenos: «Aunque todavía no crean plenamente muestran, sin embargo, alguna inclinación a la fe cristiana» (RICA 12).
[300] S. Pablo en el Areópago de Atenas, por ejemplo, suscita la pregunta por el «Dios desconocido», al que los atenienses tienen dedicado un altar (ver Hch 17,16-31). S. Pedro, en cambio, ante los judíos, sabiendo que aceptan a Dios, trata de mostrar su acción al resucitar a Jesucristo, a quien ellos condenaron (ver Hch 2,22-36).
[301] Dado que la precatequesis tiene como finalidad propiciar la conversión y esta decisión es libre, su duración es variable y no se puede determinar a priori. El RICA se expresa de esta forma: «Espérese a que los candidatos, según su disposición y condición, tengan el tiempo necesario para concebir la fe inicial y para dar los primeros indicios de su conversión» (RICA 50).
[302] «Los cristianos, en cuanto les sea posible, comienzan a poner a prueba las almas de aquéllos que quieren ser sus auditores y tratan de formarlas en particular» (Orígenes, Contra Celso, III 51).
[303] Estos rasgos de la conversión cristiana,
descritos por el Concilio (ver AG 13), han sido comentados en CC
[304] La imagen de
[305] «
[306] En La catequesis de la comunidad se han
recogido estas constantes que aparecen en el kerigma de los apóstoles,
tal como es descrito en los Hechos y en otros escritos del Nuevo Testamento:
«Hay en él unas constantes, inalterables al paso del tiempo, y que
configuran toda la misión de
[307] La importancia de la experiencia humana en la catequesis ha sido subrayada por el Directorio General de Catequesis: «La catequesis debe preocuparse por orientar la atención de los hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales» (DGC 74).
[308] En cuanto a la manera de denominar a esta primera etapa formativa, hemos utilizado la expresión «precatequesis» por analogía en el «precatecumenado». También podríamos referirnos a ella como al «primer grado de catequesis», por ser la primera etapa de la formación catequética. En otras ocasiones, se la ha denominado «catequesis misionera» porque tiene como objetivo la conversión (ver CC 50).
[309] Las etapas del catecumenado bautismal son calificadas por el RICA como etapas de «búsqueda y maduración» (RICA 6. 7). Siendo el precatecumenado el tiempo de búsqueda, las tres etapas catecumenales restantes son etapas de maduración en la fe.
[310] La catequesis como maduración en la fe es un tema reiterativo en el DGC. Ver por ejemplo: DGC 21: «La catequesis debe ser considerada como la forma de acción eclesial que conduce a la madurez de la fe tanto a las comunidades como a cada fiel».
[311] Hablando de estas tareas, el RICA muestra
cómo
[312] La relación entre las dos etapas ha sido muy bien
definida por Juan Pablo II en Catechesi tradendae: «Gracias a la
catequesis, el kerigma evangélico “primer anuncio lleno de ardor que un día
transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la
fe” se profundiza poco a poco, se desarrolla en sus corolarios implícitos,
explicado mediante un discurso que va dirigido también a la razón, orientado
hacia la práctica cristiana en
[313] Orígenes también recomienda no comenzar la catequesis propiamente dicha si no se dan las disposiciones previas requeridas: «Cuando estos oyentes han mostrado suficientemente los progresos en la voluntad de vivir bien son introducidos a la catequesis» (Orígenes, Contra Celso, 3,57).
[314] «Se trata, por tanto, de que “el hombre entero” (CT 20) se vea impregnado por la palabra de Dios, ya que la catequesis apunta al fondo del hombre» (CT 52). Como indica el Concilio Vaticano II, «es la persona del hombre la que hay que salvar, [...] el hombre concreto y total, con el cuerpo y alma, con corazón y conciencia, con inteligencia y voluntad (GS 3)» (CC 131).
[315] «El tiempo de la mistagogía está “señalado por la nueva experiencia de los sacramentos y de la comunidad”» (RICA 7). «La índole y la fuerza propia de esta etapa procede de la experiencia personal y nueva de los sacramentos y de la comunidad» (RICA 40). «Tiempo de gozo y alegría espiritual es éste en el que nos encontramos. Han llegado los días de las bodas espirituales, objeto de nuestro anhelo y de nuestro amor» (S. Juan Crisóstomo, Catequesis bautismales, 1,1).
[316] Haremos bien en asumir, entre nosotros, aplicándolo
a la situación de unos adultos ya bautizados, el espíritu con el que los Santos
Padres deseaban que se viviera esta etapa: «ha llegado el momento de hablaros de
los misterios y de haceros conocer todo lo relativo a los sacramentos» (S.
Ambrosio, De mysteriis, 1).
«Ya hacia tiempo que deseaba, hermanos queridísimos e hijos de
[317] «Los tres sacramentos de la iniciación cristiana
se ordenan entre sí para llevar a su pleno desarrollo a los fieles, que
ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en
[318] El Ritual de la iniciación cristiana de adultos, en sus «observaciones generales» (n. 3-6), desarrolla con sobriedad y profundidad los rasgos que definen la dignidad del Bautismo.
[319] El RICA señala que los catecúmenos, «para que se impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor», pueden ahondar en el Evangelio de la samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro, donde Cristo aparece como agua viva, como luz y como resurrección y vida (RICA 157).
[320] «Nosotros encerramos en estos pocos versículos toda la enseñanza de la fe» (S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 5,12). «Se les explica frase por frase la doctrina encerrada en el Símbolo y en las Escrituras, primero literalmente, y luego su sentido espiritual» (Egeria, Itinerario, 46). «Éste es el Símbolo cuyo contenido ha sido enseñado con las Escrituras cuando erais catecúmenos, pero que bajo esta fórmula resumida os servirá, una vez fieles, para testimoniar vuestra fe y para progresar en ella» (S. Agustín, Sermones, 212,2).
[321] «Desde las actitudes básicas que lo configuran (al Padre nuestro), la autenticidad de la iniciación catecumenal en la oración y celebración queda asegurada» (CC 231).
[322] Tertuliano, De Paenitentia, VII 10.
[323] Para la celebración del sacramento de
[324] Algunos grupos catequéticos realizan, en esta etapa final, una iniciación expresa a la revisión de vida, método formativo que, concluida la catequesis, puede guiar el compromiso evangelizador del adulto catequizado.
[325] El Concilio ha recordado a los presbíteros cómo
deben preocuparse por «formar una genuina comunidad cristiana» (PO 6).
También ha subrayado la importancia de
[326] En El Catequista y su formación ya se propone
esta convicción: «De todos los elementos que integran la acción catequizadora de
[327] «Hoy se espera mucho del talante y del auténtico espíritu cristiano del catequista, al mismo tiempo que se le urge a respetar al máximo la libertad y la “creatividad” de los catequizandos» (DGC 71).
[328] La función del catequista como mediación de la acción del Espíritu Santo queda recogida en el Directorio Catequético General: «La catequesis (mediante la palabra unida a la vez al testimonio de la vida y a la plegaria) desempeña la función de disponer a los hombres a acoger la acción del Espíritu Santo y a convertirse más profundamente» (DGC 22). En La catequesis de la comunidad se afirma, igualmente, este carácter mediador del catequista: «El catequista sabe que la mejor catequesis no proporciona “por sí misma” directamente la fe, ya que ésta es un don de Dios al que responde libremente el hombre» (CC 207). El catequista debe, con su actitud de aprecio gratuito, ser signo del amor incondicional de Dios: «Es indudable que la actitud de aceptación incondicional del catequista respecto de cada catecúmeno constituirá un signo importante de esta gratuidad del amor de Dios» (CC 111).
[329] La diversidad de ministerios es un dato claro en el
Nuevo Testamento: «Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Hay
diversidad de ministerios, pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad de
operaciones, pero uno mismo es Dios, que obra todas las cosas en todos. Y a cada
uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co
12,4-8). «Todos tenemos dones diferentes, según la gracia que nos fue dada; ya
sea la profecía, según la medida de la fe; ya sea el ministerio para servir; el
que enseña en la enseñanza; el que exhorta para exhortar; el que da, con
sencillez; quien preside, presida con solicitud; quien practica la misericordia,
hágalo con alegría» (Rm 12,6-8). El Concilio ha recogido esta doctrina en una
frase concisa: «Hay en
[330] «La figura del catequista aparece ya en los albores
de
[331] Cf. CC 34.
[332] Cf. CC 97-100.
[333] Cf. CT 60. En El catequista y su formación hemos tratado de aclarar, con cierto detalle, esta tarea propia del catequista (cf. CF 31-33).
[334] «Por ser la catequesis “una iniciación cristiana integral” (CT 21), el catequista es el maestro que inicia al cristiano en el misterio de Cristo (Ef 3,4). Trata, por ello, de “capacitar básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el Evangelio del Reino” (CC 34) o, lo que es lo mismo, procurará iniciarlos en todos los aspectos de la vida cristiana» (CF 31).
[335] Juan Pablo II, dirigiéndose a los catequistas
(Granada, 5-11-1982), les recuerda cómo son dispensadores del amor de Dios: «Si
se trata de un encargo confiado a administradores, recordad esta expresión:
“Dispensadores de
[336] Acerca del testimonio de una fe madura, Pablo VI afirma lo siguiente: «En el fondo, “no hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe”» (EN 46).
[337] Según
[338] «El pueblo de Dios siempre debe entender y mostrar
que la iniciación de los adultos es cosa suya» (RICA 41). «La catequesis ha sido
siempre, y seguirá siendo, una obra de la que
[339] Es preciso «despertar en toda
[340] «La catequesis es una tarea necesaria y primordial
dentro de la misión evangelizadora de
[341] «Ningún evangelizador es el dueño absoluto de su
acción evangelizadora, con un poder discrecional para cumplirla según los
criterios y perspectivas individualistas, sino en comunión con
[342] Como ya hemos indicado en el capítulo V, la
catequesis de adultos, en la tradición de
[343] Juan Pablo II ha insistido mucho en esta articulación: «Es importante que la catequesis de niños y jóvenes [...] y la catequesis de adultos no sean compartimentos estancos e incomunicados [...] Es menester propiciar su perfecta complementariedad» (CT 45).
[344] Juan Pablo II pone de relieve este papel dinamizador
de la catequesis: «El crecimiento interior de
[345] En El catequista y su formación hemos indicado algunas tareas que, en la acción catequética, competen al obispo. Entre ellas destaca: «Velar por la autenticidad de la transmisión del Evangelio en la catequesis, de forma que éste sea ofrecido en toda su integridad y pureza. En particular ha de velar por la unidad de la confesión de fe en su Iglesia» (CF 45).
[346] En CF 40-42 se indican con más detalle las diversas tareas que el sacerdote ha de asumir en la catequesis.
[347] La buena relación entre sacerdotes, religiosos/as y laicos es fundamental para la catequesis: «De ordinario, la catequesis de una comunidad dependerá de la presencia y acción del sacerdote. La catequesis queda seriamente dañada si el grupo de catequistas seglares y religiosos no reconoce el servicio específico del sacerdote en la comunidad. La acción catequética puede también fracasar si el sacerdote, por su parte, no reconoce el servicio de los laicos o si se inhibe frente a ellos» (CF 41). Estos problemas pueden obviarse con una buena formación catequética de los aspirantes al sacerdocio: «Siendo insustituible el papel del sacerdote en la comunidad, debe subrayarse fuertemente la necesidad de una sólida formación catequética de los candidatos al sacerdocio, en particular en lo que toca a la catequesis de adultos, aprendiendo a animar y a colaborar con los catequistas laicos» (CACC 83).
[348] El Concilio ya reconoció esta ventaja proveniente
del carácter secular del seglar: «Esta evangelización, es decir, el mensaje de
Cristo pregonado con el testimonio de la vida y de la palabra, adquiere una nota
específica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las
condiciones de la vida del mundo» (LG 35). «Precisamente por el carisma de su
laicidad (los catequistas seglares) más que cualquier otro están en grado de
encontrarse con los adultos como compañeros de vida, partícipes de las mismas
tareas y problemas en la familia, en la sociedad, en
[349] Estas razones, aunque importantes, son secundarias en relación con el carácter secular del bautizado: «Las demás razones: escasez de clero, eventual mejor preparación pedagógica, mayor disponibilidad de tiempo [...] aunque importantes, serán siempre secundarias» (CF 35).
[350] «No sería completa una acción catequética que no
descubriera a los cristianos la vida de
[351] «Bajo el punto de vista de sus cualidades humanas, el candidato debe gozar de una cierta madurez y equilibrio, particularmente con una capacidad para la relación y el diálogo y con la suficiente apertura al mundo. Habrá de saber trabajar en grupo y colaborar con otros catequistas y educadores» (CF 86).
[352] Las cualidades humanas que deben rodear al catequista de adultos se describen, también, de esta manera: «Sus características serán la disponibilidad para escuchar y dialogar, estimular y serenar y la capacidad de tener relaciones, de trabajar en equipo y de construir juntos la comunidad [...] La ductilidad a las situaciones y el equilibrio humano suficiente se convierten, pues, en requisitos para poder ser catequista de adultos» (La catequesis de adultos en la comunidad cristiana, 73).
[353] «El catequista de adultos [...] es una persona adulta en la fe y capaz de acompañar y animar un camino de crecimiento de otros adultos [...] Se le pide, por tanto, estabilidad y coherencia en su propia opción de fe y de pertenencia a la comunidad eclesial, y que madure como persona espiritual en la concreción de los compromisos, de modo que su testimonio personal sea su primera palabra a la que se una la competencia “profesional”, es decir, la capacidad de llevar un camino catequético con sus hermanos» (CACC 71).
[354] «La propia experiencia cristiana del catequista desempeña una función decisiva en su tarea catequizadora [...] El testimonio de fe del catequista y su palabra evangelizadora forman una unidad estrecha en orden a la eficacia real de la catequesis. En el fondo del catequizando late la pregunta acerca de la autenticidad de la fe del catequista» (CF 61).
[355] «El catequista ve configurada su identidad por su inserción en la comunidad eclesial. No es un evangelizador aislado, que actúa por libre. Es como un árbol arraigado en el terreno firme de la comunidad cristiana. Sólo desde esa vinculación su acción podrá producir fruto» (CF 72).
[356] «Esta tarea se realizará mejor si se fomenta en el
catequista la conciencia de pertenencia al grupo de catequistas, que ha de
constituir en la comunidad cristiana un verdadero germen de vida eclesial. No
pocos catequistas encuentran, de ordinario, en el grupo de catequistas “según su
propia confesión” la realidad más profunda de la vida de
[357] «El grupo, que en el desempeño de su tarea alcanza un buen nivel de funcionamiento, puede ofrecer a sus miembros no solamente ocasión de formación religiosa, sino también una magnífica experiencia de vida eclesial» (DGC 76).
[358] Ya hemos indicado cómo Juan Pablo II advierte que una de las tentaciones de los fieles laicos, hoy, es «la dejación de sus responsabilidades específicas en el mundo profesional, social, económico, cultural y político» (ChL 2).
[359] Las XXIII Jornadas Nacionales de Directores
Diocesanos de Catequesis, promovidas como las anteriores por
[360] «La formación bíblico-teológica debe proporcionar al catequista un conocimiento orgánico del mensaje cristiano, articulado en torno al misterio central de la fe que es Jesucristo» (CF 110). En CF 111-113 hemos desarrollado los rasgos que debe asumir esta dimensión formativa tan importante.
[361] «La primera y permanente exigencia de la formación es la de crecer en la fe» (CACC 78).
[362] «El período formativo capacita al catequista “ante
todo” para arraigarlo en la corriente de la tradición, sumergiéndole en la
conciencia viva y actual que
[363] «Hay que esforzarse por crear entre los catequistas un ambiente acogedor y sencillo que facilite la participación y lleve a una experiencia de comunión y diálogo. Sin llegar a confundir, en modo alguno, al grupo de catequistas con una comunidad cristiana estable, el clima formativo ha de estar impregnado de un sentido comunitario» (CF 123).
[364] «Junto a la formación doctrinal, que cultiva en el catequista la fidelidad al mensaje evangélico, es igualmente necesaria la formación antropológica, para que pueda ser también fiel al hombre de hoy» (CF 115).
[365] «El catequista de adultos tenderá a adquirir la capacidad de una lectura sapiencial de la vida y no sólo de explicar los textos; de dar, pues, una respuesta a problemas vitales y de actualidad, de ayudar a leer los signos de los tiempos y de interpretar críticamente los acontecimientos» (La catequesis de adultos en la comunidad cristiana, 73).
[366] «Así como la formación catequética del aspirante al
sacerdocio o del religioso debe quedar configurada por la vocación sacerdotal o
religiosa en
[367] «Se tendrá en cuenta que la formación sea, al mismo tiempo, teórica y práctica, intelectual y espiritual» (CACC 79).
[368] «Habrá que preguntarse si no es conveniente que, antes de catequizar a otros, el propio catequista pase por la experiencia de un proceso catequético en toda su plenitud. Muchos catequistas de jóvenes y adultos se preparan así, viviendo los mismos temas, la misma pedagogía, los mismos materiales que, a su vez, están impartiendo o van a impartir» (CF 114).
[369] En El catequista y su formación hemos indicado unas cuantas pistas para la formación en estos grupos de preparación y revisión de la catequesis (cf. CF 139).
[370] En algunas diócesis esta experiencia se inscribe en el marco más amplio de una Escuela de Agentes de Pastoral, con especialidades diversas: pastoral catequética, litúrgica, social, sanitaria, juvenil, educativa... A partir de un tronco formativo común, se cultivan las diferentes especialidades, una de las cuales puede ser la de la catequesis de adultos. Las ventajas de este sistema, por la coordinación que supone «entre otras cosas» con las diferentes acciones pastorales, son evidentes.
[371] La expresión «condescendencia» (en griego «synkatábasis») fue empleada por S. Juan Crisóstomo en varios de sus escritos y ha sido recogida por el Concilio Vaticano II en DV 13.
[372] Éste es, precisamente, el subtítulo de la encíclica Ecclesiam suam, publicada durante la realización del Concilio.
[373] Estos rasgos, que definen el diálogo de salvación, son desarrollados por la encíclica Ecclesiam suam en los números 65-71.
[374] Esta inspiración de la pedagogía catequética en la pedagogía divina la hemos tratado con cierto detalle en CC 206-220.
[375] S. Juan así lo expresa en su carta: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo» (1 Jn 4,10).
[376] «Es indudable que la referida actitud de aceptación incondicional del catequista respecto de cada catecúmeno constituirá un signo importante de esta gratuidad del amor de Dios» (CC 111).
[377] «La catequesis desempeña la función de disponer a los hombres a acoger la acción del Espíritu Santo y a convertirse más profundamente» (DGC 22).
[378] Cf. CC 208 el apartado titulado «Un clima de oración».
[379] Cf CC 209. En particular es, hoy, especialmente importante interiorizar la experiencia del don del perdón (ver CC 211).
[380] Cf. CC 214 el apartado titulado «Respeto al ritmo de cada catecúmeno».
[381] «Entre el Evangelio y la experiencia humana hay un lazo indisoluble, ya que aquél se refiere al sentido último de la existencia para iluminarla, juzgarla y transfigurarla» (CC 222).
[382] Cf. DGC 75 lo que se dice sobre «La actividad o creatividad que hay que despertar en los catequizandos».
[383] «Esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley toda la evangelización» (GS 44).
[384] «Es todavía frecuente entre nosotros emplear en la
catequesis un lenguaje positivista que, al “objetivar”, o “cosificar” el
misterio de Dios, diluye el lenguaje simbólico en el que se nos ha comunicado
[385] «Este método es conforme a la economía de la revelación y corresponde, además, a una de las más profundas instancias del espíritu humano, que es la de llegar al conocimiento de las cosas inteligibles por las cosas visibles» (DGC 72).
[386] «Es deber permanente de
[387] «Si falta este testimonio nace en los oyentes el impedimento para aceptar la palabra de Dios» (DGC 35).
[388] Cf. DV 25.
[389] «
[390] «La catequesis extraerá siempre su contenido de la
fuente viva de
[391] El DGC reconoce cómo en el movimiento catequético contemporáneo «se ha elaborado una metodología diferencial, por edades, condiciones sociales y grado de madurez psíquica de los catequizandos» (n. 70).
[392] El DGC describe las características dinámicas de la edad adulta en torno a la dialéctica «comunión-soledad» (cf. n. 93).
[393] No tratamos ahora de la reflexión que podría hacerse sobre las características de la juventud adulta (20-25), en muchos aspectos muy próxima a la del adulto joven.
[394] Este término ha sido recogido por Juan Pablo II,
quien afirma que «expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de
[395] Juan Pablo II llega a decir: «La formación de los cristianos tendrá máximamente en cuenta la cultura humana del lugar, que contribuye a la misma formación, y que ayudará a juzgar tanto el valor que se encierra en la cultura tradicional como aquel otro propuesto en la cultura moderna. Préstese también la debida atención a las diversas culturas que pueden coexistir en un mismo pueblo y en una misma nación» (ChL 63). En el capítulo V se ha desarrollado, con más detalle, esta diversidad cultural de la catequesis de adultos. También allí se recordó este mismo texto.
[396] El DGC era muy consciente de que, al privilegiar la catequesis diferenciadora en función de las edades, podían quedar más en la sombra otras dimensiones requeridas por una adaptación más diversificada. Por eso dedica todo el número 77 del Directorio a enunciar el conjunto de las dimensiones que una pedagogía diferenciadora debe atender. Entre ellas hace referencia a la de los distintos medios sociales: «Si se consideran las situaciones socio-culturales en que viven los hombres, se tiene la catequesis según las diversas mentalidades (catequesis para obreros, para técnicos...)» (DGC 77).
[397] Las diferentes manifestaciones de la religiosidad popular, presentes en tantos adultos catequizados, es un factor que debe ser asumido por una pedagogía diferenciadora: «Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo» (EN 48). «Otra cuestión de método concierne a la valorización, mediante la enseñanza catequética, de los elementos válidos de la piedad popular» (CT 54). «El sentido religioso popular es una ocasión o un punto de partida para anunciar la fe» (DGC 6).
[398] «Toda enseñanza y toda verdadera comunicación humana requieren, en primer lugar, que se haga posible y se suscite una actividad interior en aquél a quien se dirigen» (DGC 75).
[399] Alocución dirigida a