Paraliturgia
para bendecir el Nacimiento
Entrada: Todas las luces apagadas menos las del Nacimiento. Se canta un canto
de adviento o un villancico.
Celebrante: (trae en brazos al Niño Jesús y lo pone en el pesebre).
Hermanos, acabamos de poner al Niño Jesús
en medio de nosotros.
En
medio de la oscuridad y de
las tinieblas...
La
luz era débil, poco se podía ver.
Es el símbolo de la humanidad en situación de adviento, de
espera y de expectativa.
Ahora
ha llegado el Niño.
Las
tinieblas se han vuelto luz.
La
noche se volvió día.
Esto
es lo que significa Navidad: la fiesta de la luz, de la vida y del amor
humanitario de nuestro Dios.
Se
ha encendido la luz. Ahora podemos ver todo: a Dios como Padre, a
los otros como hermanos, al mundo como la herencia que el Padre nos da.
Todo
esto por causa del Misterio de esta noche santa y anunciada.
Ha
nacido un sol que jamás tendrá ocaso: Jesucristo, Hijo eterno de Dios, nuestro
Hermano bien amado.
Venimos
aquí, al pesebre, para celebrarlo y adorarlo con los ángeles del cielo, con
los hombres de la Tierra y con toda la naturaleza
¡Gloria
a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad!
Este
es el mensaje que dicen los ángeles, mensajeros de Dios.
El
Niño revela la gloria de Dios. No la gloria de un rey, ni la de un rico,
ni
la de un fuerte.
Es
la gloria de Dios-niño, que es inocencia, candor, ternura y amor.
Ante
la inocencia, calla el poderoso para contemplar.
Ante
el candor, se inclina el violento
para acariciar.
Ante
la ternura, el insensible abre su corazón para comunicarse.
Ante
el amor, todos se extasían y recobran la alegría de vivir.
Esto
es lo que sucede con la Navidad y con la gloria de Dios,
que
es la vida del hombre.
Esta
gloria de Dios-niño trae reconciliación y paz a la Tierra.
Vivimos
en medio de conflictos de vida y muerte.
Muchas
veces no somos hermanos y con frecuencia somos enemigos.
La
Navidad produce, al menos por unos momentos, paz y reconciliación.
Ante
el pesebre nos sentimos hermanos hasta de los animales.
Todo
se confraterniza: el cielo luminoso de los ángeles con la Tierra oscura de los
hombres.
¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra
a los hombres de buena voluntad!
Mensaje
en nombre de los hombres (pastores)
En
los campos de Belén había pastores.
Fueron
los primeros que recibieron la gran noticia del nacimiento de la Luz verdadera
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, Jesús.
Fueron
al portal guiados por la Luz y, al verla, se llenaron de alegría.
Y
comunicaron esta verdad que nos ha llegado hasta hoy: el Esperado por todos los
siglos acaba de nacer. La gracia de Dios no abandonó la Tierra de los hombres. ¡El
Salvador está entre nosotros!
Los
pastores representan a toda la humanidad, especialmente a la parte de ella que
Dios más ama: los pobres y los humildes de este mundo.
La
Navidad crea esperanza en nuestro corazón: en el Reino que ahora se inaugura no
habrá más pobreza que ofenda a Dios y humille a los hombres.
Este
Niño da esperanza a los desesperados, consuela a los tristes, enjuga las lágrimas
de todos los que sufren las penas de esta vida.
Hermanos,
os anuncio una buena noticia, motivo de gran alegría para todos: ¡Hoy nos ha nacido el Libertador que es Cristo el Señor!
Mensaje en nombre de las criaturas de la
naturaleza
Junto
al pesebre descansan el buey y la mula.
En
los campos, las ovejas y los perros pastores.
En
el cielo las estrellas siguen su curso.
Todo
está bañado por la luz que surge de la cueva donde reposa el Niño, sobre unas
pajas, sonriendo.
La
naturaleza no fue indiferente al nacimiento de Dios.
Las
historias antiguas cuentan que cuando todo estaba en profundo silencio y la
noche iba por la mitad de su curso... entonces, de repente, hubo un gran
resplandor en el cielo y Dios bajó a la Tierra.
Había
nacido el Verbo de la Vida.
Entonces,
las hojas de los árboles callaron como muertas.
Entonces,
el susurro del viento se suspendió en el aire.
Entonces,
el gallo que cantaba paró a mitad de su canto.
Entonces,
las aguas del riachuelo dejaron de correr.
Entonces,
las ovejas que pastaban quedaron inmóviles.
Entonces,
el pastor que levantaba su cayado quedó como petrificado.
Entonces,
en ese momento, paró todo, se silenció todo, se interrumpió todo: nacía
Jesucristo, nuestro Salvador y Señor de toda la creación.
Toda
la naturaleza reconoce, agradece, y se une a los hombres delante del Pesebre .
En medio de nuestras tinieblas nació la verdadera Luz,
y la Luz tiene más derecho que las tinieblas. Alegrémonos y hermanémonos
con todos los seres del mundo.
.
El celebrante inciensa el Nacimiento
(se canta un villancico)
Oración final del celebrante:
Jesús, que fuiste Niño
como cualquiera de nosotros. Danos en esta noche santa un alma de niño para que
seamos sencillos, alegres, confiados, tiernos
y cariñosos con todos: con los
hombres, nuestros hermanos, y con todos los seres de tu creación.
Te lo pedimos por Ti mismo que siendo Hijo de Dios asumiste y consagraste
todo y te hiciste nuestro hermano ahora y para siempre, por los siglos de los
siglos. Amen.
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Leonardo
Boff.,
Encarnação: a humanidade e a jovialidade de nosso Deus.
4ªed.
Vozes, Petrópolis, 1988.
Traducción
de Mª José Gavito Milano