INCIENSO
El
incienso de “incendere”, “encender”, es una de las resina que produce un
agradable aroma al arder. Esta palabra latina da origen también al termino
“incensario” (el instrumento metálico para incensar), mientras que la raíz
griega “tus”, que también significa
incienso, explica la palabra “turíbulo” (incensario) y “turiferario”
(el que lo lleva).
El incienso se da sobre todo es el Oriente, y ya desde muy antiguo en
Egipto , antes que llegaran los israelitas se usaba en ceremonias religiosas,
por su fácil simbolismo de perfume y fiesta, de signo de honor y respeto o de
sacrificio a los dioses. Ya antes en torno
al Arca de la Alianza, pero sobre todo el templo de Jerusalén era clásico
el rito del incienso (Ex.30). La reina de Sabá trajo entre otros regalos gran
cantidad de aromas a Salomón (1R.10).
Los magos de Oriente ofrecieron incienso al Niño de Belén, además de
mirra y oro, como había anunciado Is.60,6.
Los cristianos sobre el siglo IV introdujeron el incienso en el lenguaje
simbólico de sus celebraciones, cuando se consideró superado el peligro
anterior de confusión con los ritos idolátricos del culto romano.
Actualmente se inciensa en la misa, cuando se quiere resaltar la
festividad del día, el altar, las imágenes de la Cruz o de la Virgen, el libro
del evangelio, las ofrendas sobre el altar, los ministros y el pueblo cristiano
en el ofertorio, el Santísimo después de la consagración o en la
celebraciones de culto eucarístico. Con ello se quiere significar a veces un
gesto de honor (al Santísimo, al cuerpo del difunto en las exequias), o un símbolo
de ofrenda sacrificial (en el ofertorio, tanto el pan y el vino como las
personas).
Se inciensan las campanas que se bendicen, el Cirio Pascual antes de
cantar el pregón, las paredes de la iglesia en su dedicación, los sepulcros,
etc. En las exequias, incensar los restos mortales del difunto expresa al precio
que la comunidad cristiana sienta por este cuerpo que ha sido templo del
Espíritu y está destinado a la resurrección, y a la vez el sentido de
ofrenda total y definitiva que ha supuesto la muerte.
También se usa el incienso en la Liturgia de las Horas, simbolizado la
oración que suben hasta Dios. Durante el canto del Benedictus y el Magnificat
“se puede incesar el altar y continuación también al sacerdote y el
pueblo”(IGLH.261), y también la cruz (CE.204). La oración es algo interior,
que se manifiesta exteriormente con la voz, el canto, las posturas corporales, y
también con el humo suave y el perfume del incienso. Ya el salmo 140 decía:
“suba
mi oración en tu presencia”, y el Apocalipsis dice que: “las copas de oro
llenas de perfume para unirlos a las oraciones de todos los santos, de la mano
del ángel a la presencia de Dios” (8,3-4).