¿QUIEN ES CRISTIANO?
1. Preguntando a los antiguos
Estamos en una ciudad del Imperio Romano en el siglo III de
nuestra era. Una señora joven ha llegado a una carnicería y acaba
de hacer con la mano un garabato como éste:
Otra de las presentes capta
inmediatamente el garabato y se acerca a ella a la salida: las dos se
ponen a hablar en voz baja. ¿Qué está ocurriendo? Por aquella
región arrecia una persecución contra los cristianos. La primera
mujer es nueva en la zona: ha tenido que trasladarse de domicilio
con su familia, quizás a un lugar donde nadie les conociera, para
evitar posibles acusaciones. En el nuevo lugar de residencia no
conoce a ningún cristiano. Hablar de ello con una persona
cualquiera, hubiera resultado peligroso. Por eso ha hecho el citado
garabato, que le ha permitido entrar en contacto con otra mujer
cristiana y evitar el peligro.
¿Qué garabato era aquél? Haciéndolo mejor se puede ver que
puede representar la silueta de un pez:
Había una curiosa coincidencia: las
cinco letras de la palabra «pez» en idioma griego forman las siglas
de las palabras, JESÚS, CRISTO, HIJO, DE DIOS, SALVADOR. En
aquella época el griego se habla convertido en el idioma corriente
del Imperio Romano: era el idioma internacional. La silueta del pez
sirvió a aquellos cristianos, en tiempos de persecución, para
identificarse clandestinamente como tales ante otros presuntos
cristianos.
Esta historia nos ilustra sobre lo que consideraban esencial los
creyentes de hace dieciséis y diecisiete siglos. Para aquellos
hombres y mujeres, lo esencial del cristianismo era la persona y la
vida de un judío llamado Jesús, que habla vivido en Palestina a
comienzos de nuestra era. Aquel hombre lo era todo para ellos y lo
expresaban con los títulos citados, Cristo, Hijo de Dios, Salvador.
Podríamos hacer una consulta más lejana todavía y preguntar
a los primerísimos cristianos, que iniciaron esta religión después de
haber convivido con Jesús. Estos creyentes nos han legado una
serie de escritos breves, que son testimonio plural de su fe. A esos
escritos los llamamos Nuevo Testamento o Nueva Alianza, como eco
de la Primera Alianza de Dios con la Humanidad a través del Pueblo
Judío. Entre ellos destacan cuatro, que llamamos «evangelios» o
libros de la «buena noticia». Los cristianos actuales conocen poco o
casi nada esos libros, los usan escasamente en sus casas, y por
supuesto apenas saben interpretarlos. Sin embargo, contienen la
revelación de lo esencial del cristianismo, redactada según múltiples
experiencias. Si dejamos de lado los variados consejos éticos,
nacidos de las distintas circunstancias de aquellos creyentes, nos
encontramos con que todos ellos, de distintas maneras y en
diferentes estilos, nos hablan de ese mismo hombre llamado Jesús.
Se trata de dos épocas bastante distantes y, sin embargo, las dos
nos dan idéntica respuesta: lo esencial del cristianismo es un tal
Jesús de Nazaret, que vivió en Palestina al comienzo del siglo
primero, y que murió ajusticiado en una cruz, bajo el poder de las
autoridades romanas de ocupación, con la connivencia de las
autoridades religiosas judías. Aquel hombre lo era todo para ellos, a
pesar de que los demás ciudadanos los ridiculizaban y
despreciaban, porque la cruz era la mayor infamia que podía caer
sobre un hombre.
¿Qué es un cristiano? ¿Quién es cristiano? Es el seguidor de
aquel Jesús, al que luego le dieron el sobrenombre de Cristo,
traducción griega de la palabra hebrea «mesías». De ese titulo ha
nacido la palabra «cristiano».
Si hoy en día, un domingo cualquiera, nos pusiéramos a la
puerta de un templo, y lanzáramos la misma pregunta a unos
cuantos de los que salieran de misa, quizás algunos darían la misma
respuesta, pero es más que probable que bastantes otros no
acertaran con la contestación correcta. ¿Qué es un cristiano?
¿Quién es cristiano? Queriendo ser concisos, bastarían estas cinco
palabras: «El que cree en Jesucristo». Pero más de una persona
nos diría otras cosas, como: «el que ama al prójimo», «el que no
hace mal a nadie», «el que va a misa los domingos», «el que cree
en Dios», etc. Un buen cristiano tendrá normalmente estas cuatro
características y varias otras más; pero ninguna de ellas da en la
diana de lo nuclear del cristianismo. ¿Ni siquiera el creer en Dios?
Tampoco, porque hay diversas visiones e imágenes de Dios. El
cristiano cree en el Dios de Jesucristo. Es decir: Jesús nos ha
enseñado quién es, cómo es, el verdadero Dios. Por eso no basta
referirse a la fe en Dios, sino que hemos de hablar de la fe en
Jesús. Cristiano es el que cree en Jesucristo.
2. Y ¿qué es la fe?
La respuesta anterior puede resultar decepcionante para
ciertos jóvenes, que están acostumbrados a oír la palabra «fe»
como algo etéreo, inconcreto y poco exigente. Precisamente suelen
ser los jóvenes más generosos los que se quedan insatisfechos con
respuestas de ésas, quizás porque resultan poco significativas para
ellos y para muchas personas de hoy. El joven quiere algo más
concreto, más relevante y hasta más exigente.
Los pastores y catequistas que sueñan con atraer más a los
jóvenes a base de rebajar las exigencias del cristianismo,
ordinariamente suelen equivocarse, porque a nadie le gusta
comprar acciones devaluadas.Pero ¡cuidado!: que la fe no es una moneda devaluada. Quizás
esté devaluada la palabra fe, y por eso resulte poco significante y
hasta irrelevante. Se ha usado esta palabra con tanta prodigalidad y
descuido, que resulta comprensible su progresiva devaluación.
Pero, aunque la palabra fe pueda estar devaluada, el contenido de
la misma sigue teniendo una alta cotización. ¿Qué es la fe? ¿Qué
contiene esta palabra? Vamos a aproximarnos a ese contenido poco
a poco, como por rodeos, para delimitarla bien y captar su enorme
riqueza.
a) Admiradores y simpatizantes
Un hombre muy rico, llamado Nicodemo, solicitó una entrevista
nocturna con Jesús. Tenía motivos para verle de noche, porque era
del grupo de los fariseos, que estaban bastante encontrados con
aquél. Los signos de Dios que veía en él le llamaban
poderosamente la atención. No se declaraba partidario de Jesús,
primero porque no veía las cosas con claridad y segundo porque
tenía miedo a la gente de su grupo. Admiraba a Jesús y sentía
simpatía hacia él. ¿Tenía fe? Pues no. La tuvo después de la
muerte de Jesús, cuando dio el paso público de preocuparse de su
enterramiento y conseguir un sepulcro nuevo.
La admiración y la simpatía son como los primeros peldaños de
la fe. Pero no son propiamente fe. Los simpatizantes van a escuchar
el mitin o el sermón de la persona admirada, pero no son todavía
partidarios ni seguidores. Sin embargo, ese primer peldaño es
absolutamente necesario para dar el salto a la fe en Jesús, porque
ésta va siempre impregnada de simpatía y admiración. Por ahí se
empieza. Por extraño que pueda parecernos, todos, todos los
entendidos aseguran que los apóstoles no tuvieron fe hasta
después de la muerte de Jesús. Durante la vida de éste? tuvieron
solamente admiración, una admiración creciente, que iba gestando
ocultamente la eclosión final de la fe. Pero propiamente no la
alcanzaron hasta después de los dramáticos sucesos del calvario,
cuando, tras fuertes crisis, tuvieron la experiencia del Resucitado,
dieron un salto cualitativo, y se convirtieron en seguidores de Jesús
y propagadores de su mensaje. En resumen: la admiración no es fe,
aunque es un ingrediente necesario de la fe.
b) Partidarios
Alguien ha dicho que Gandhi fue un personaje absolutamente
extraordinario, de ésos de los que aparece uno cada doscientos
años. Gandhi despertó admiración en los mismos británicos, pero el
pueblo británico no pensó en hacerse partidario suyo, salvo
excepciones aisladas. Sin embargo, logró partidarios en un número
creciente de compatriotas, que se sumaron a sus ideas y le
acompañaron en sus acciones de protesta. Mérito suyo fue el hecho
de haber movilizado tan gran número de personas. El movimiento
que dio lugar a la independencia y a la creación del Estado Indio fue
obra de todo aquel grupo de personas, que eran partidarias suyas.
Un partidario es mucho más que un simpatizante o un
admirador. Le diferencian dos puntos decisivos: primero, las ideas;
segundo, la acción. El partidario hace suyas las ideas del partido o
grupo, al menos en lo fundamental; después, las apoya, y trabaja
por ellas. El grado de afiliación suele determinar la intensidad del
trabajo. Pero alguna colaboración y apoyo explícito al programa del
partido, se da siempre en los que son partidarios.
La fe cristiana supone que se ha subido un peldaño más que el
de la admiración, y que uno se ha convertido en partidario de Jesús.
¿Cuál es la forma de realizarse plenamente y ser feliz de verdad,
dentro de las limitaciones de la vida? El creyente es partidario de las
ideas que expone Jesús sobre el particular y, consecuentemente
con ello, trata de llevarlas a la práctica.
Hay en todos los grupos cierto número de partidarios que lo
son bastante a ciegas, unas veces por emotividad o miedo, otras
por tradición familiar o costumbre. Pero no suele ocurrir tal cosa en
los partidarios reflexivos. El partidario consciente de Jesús lo es por
convicción personal, y no por convencionalismo, o porque se lo
hayan dicho otras personas: esto último solamente debe ocurrir en
los comienzos.
¿Qué es, pues, un cristiano? ¿Quién es cristiano'? Es aquél
que, además de admirador, se ha convertido en partidario de Jesús.
Por supuesto? en los asuntos científicos, técnicos y filosóficos, el
creyente se guía como todos los demás por lo que dicen los
entendidos y los hombres de ciencia; no pregunta a Jesús sobre el
modo de curar una enfermedad. Pero en todo aquello que
concierne al sentido de la vida y del mundo, el creyente es
partidario de las ideas fundamentales de Jesús. Esto compromete
bastante más que la simple admiración. ¿Qué pensamos de las
desigualdades sociales? «Yo soy partidario de Jesús», dirá el
creyente. Y aunque sabe que el evangelio no puede decirle mucho
sobre las causas y soluciones técnicas, sabe también que Jesús le
dirá qué postura debe adoptar ante un hecho tan grave, y seguirá
ese camino, aunque tenga que ir contra corriente.
c) Seguidores
Es realmente grande la vinculación que comporta el hecho de
ser partidario. Pero esta noción no da todavía cuenta cabal de lo
que supone la fe. Los creyentes cristianos eran unos partidarios
muy personales, que establecían con Jesús relaciones estrechas.
Pedro era partidario de Jesús, pero era además un gran amigo
suyo. María Magdalena era partidaria de Jesús, pero mantenía
además con él una relación afectuosa, que algunos han llegado a
confundir con el enamoramiento. Pero no se trataba tampoco de un
grupo cerrado de amigos, que cultivara intensamente el afecto y la
ayuda mutua. Era otro tipo de amistad y unión, que podríamos
expresar con la siguiente contraposición:
Los partidarios de un grupo o partido se vinculan a unas ideas
y un programa.
En cambio el creyente se vincula ante todo a la persona misma
de Jesús, a su vida y a su testimonio.
La fe cristiana no consiste solamente en creer en un mensaje,
sino en creer en una persona. Primero creo en la persona; después
creo en sus ideas o mensaje.
Esta relación tan estrecha se expresa mejor con las palabras
«seguimiento» y «seguidor». El creyente es partidario de Jesús
porque primeramente se ha hecho seguidor suyo. El seguidor es
infinitamente más que un partidario. Se parece a un discípulo, pero
es todavía más que éste. Dicho brevemente: el partidario se adhiere
a un programa; el discípulo, a las enseñanzas de su maestro; el
seguidor, a la persona misma del maestro. El partidario toma ideas y
programas; el discípulo aprende lecciones; el seguidor cristiano
aprende actitudes, valores y comportamientos, de la propia vida del
maestro.
Este es el motivo por el que, en el cristianismo, lo primero no
son las enseñanzas de Jesús' sino su persona. De tal manera que
hasta las enseñanzas brotan de la persona de Jesús, de su
experiencia vital y de su testimonio. Las enseñanzas de Jesús no se
pueden desligar de su persona. Jesús no es un maestro de ideas,
sino un maestro de vida. ¿Cuál es el mensaje cristiano? Es la
persona de Jesús, su vida, su compromiso, su testimonio. Y ¿qué es
un cristiano? volvemos a preguntar otra vez ¿Quién es cristiano? El
seguidor afectuoso de Jesús, que se vincula a su persona y decide
seguir sus pasos. Dicho brevemente: la fe culmina en el
seguimiento.
3. Fe fría y fe caliente
FE/FRIA-CALIENTE: Con la noción de seguimiento hemos
dicho lo principal para entender lo que es la fe. No haría falta añadir
mucho más. Pero quizás pueda ayudarnos a comprenderlo todo
mejor, la contraposición entre fe fría y fe caliente.
-Fe fría es la que está en la cabeza. Fe caliente es la que baja
al corazón y a la vida.
-Fe fría es la que se vincula a unas ideas y a un programa. Fe
caliente es la que se vincula a una Persona.
-Fe fría es la que vive de enseñanzas, verdades y preceptos.
Fe caliente es la que vive del seguimiento de Jesús, porque uno se
ha hecho amigo y seguidor suyo.
La genuina fe cristiana ha sido siempre una fe caliente que no
olvida la cabeza, las ideas y las enseñanzas, pero que centra toda
su atención en la persona de Jesús, con admiración, entusiasmo y
seguimiento. Hemos de reconocer que muchos, muchísimos
cristianos tienen fe fría. No sienten una vinculación personal a
Jesús, sino que se limitan a aceptar ciertas normas de conducta,
con más o menos reservas, y a cumplir algunos actos de culto.
Muchos cristianos están bastante lejos de la genuina fe cristiana. La
auténtica fe es fe caliente y a ella queremos caminar con
apasionamiento.
4. Cabeza, corazón, voluntad
Esto de la fe fría y la fe caliente nos lleva a explicar mejor la
complejidad de la fe y su carácter totalizante, puesto que abraza la
persona entera. Pero antes de entrar en esta explicación,
resumamos cuanto hemos dicho hasta ahora, para poder seguir el
hilo con más claridad.
-Cristiano es el hombre o mujer de fe
-La fe incluye la admiración, el ser partidario, el seguimiento.
-En el seguimiento están contenidos los otros dos niveles.
-Por eso, el seguimiento supone una fe caliente.
-Todo ello va referido a Jesús, porque el centro de la fe es El.
La conclusión que se deriva de estos datos es que la fe
cristiana penetra en la totalidad de la persona, en sus ideas, sus
sentimientos y su acción. Por eso hablamos de la fe de la mente, la
fe del corazón y la fe de la voluntad. Pero no se trata de una suma
de tres realidades distintas, sino de una síntesis, en la que cada
factor, si se vive correctamente, incluye los otros dos. Veámoslo.
-Fe de la mente o asentimiento mental. Consiste en asentir o
reconocer con la mente que Jesús es realmente el sentido del ser
humano y de la sociedad; el camino, la verdad y la vida; el enviado
de Dios, el Hijo de Dios. La fe de la mente se nutre más bien de
formación y estudio.
-Fe del corazón o confianza. Consiste en que, a la vez que lo
aceptamos como sentido, camino, verdad, etc., confiamos en El,
sentimos cercanía hacia El y le queremos. La fe del corazón se
alimenta sobre todo de oración y celebraciones.
-Fe de la voluntad o seguimiento. Es la decisión de la voluntad,
por la cual me comprometo a seguir los pasos de Jesús. Es decir:
hago míos sus proyectos de vida, su linea de actuación, sus normas
de conducta. La fe de la voluntad se cultiva sobre todo con obras
evangélicas.
En la fe cristiana, los tres aspectos están entrelazados y
compenetrados. Lo que no resulta fácil es determinar por cuál de
ellos entra la fe en cada persona concreta. Depende de los
temperamentos y las circunstancias. Hemos de buscar una síntesis
armoniosa del asentimiento, la confianza y el seguimiento.
5. Volviendo ahora a lo del pez
J/SALVADOR: Si volvemos ahora a la anécdota del pez, nos
encontramos con que aquellas siglas contenían todo lo que vamos
explicando. Veámoslo.
Primeramente, resulta que aquella formulación está centrada,
de manera exclusiva, en la persona de Jesús. Aquella mujer que
hacía en la tienda el garabato del pez; aquel hombre que en los
baños repetía disimuladamente el mismo gesto por si su interlocutor
lo captaba, eran admiradores, partidarios y seguidores de Jesús,
con una fe caliente.
Un segundo dato no menos importante: esa antigua formulación
no hablaba sólo al corazón, sino también a la cabeza. No expresaba
una fe de fanáticos, sino un calor mezclado de racionalidad. Las
expresiones «Cristo» (=Mesías) e «Hijo de Dios», hablan
preferentemente a la cabeza y nos dicen que aquel hombre llamado
Jesús es el enviado de Dios, es la verdad, el camino y la vida.
Pero el último titulo, el de Salvador, da calor y fuego a los otros
dos, con lo cual convierte la fe de la cabeza y las obras, en fe del
corazón. Porque resulta que quien llama a Jesús conscientemente
«salvador», piensa en su propia persona y dice prácticamente «mi
Salvador». He aquí el tercer dato encerrado en el dibujo del pez, la
fe cálida y entrañable de aquellos primeros cristianos.
¿De qué le ha salvado Jesús a Vd.?, podríamos preguntar a
aquella mujer. Y quizás nos diría: «Yo estaba metida en una vida
desarreglada, que me destruía, y destruía a mi familia; y Jesús me
ha sacado de ese pozo.» Y ¿a Vd.?, preguntamos al hombre. «Yo
no andaba tan desarreglado, pero llevaba una vida completamente
vacía, sin otro contenido que el ir tirando y pasarlo bien.» «Yo, diría
un tercero, estaba sumido en la oscuridad más absoluta y no sabia
ni para qué vivía.» «Yo estaba metido en el infierno de la injusticia,
en el robo legalizado, la opresión de mis esclavos y la utilización de
mis esclavas.» «Yo, diría un joven, no había caído tan bajo; pero,
por mi familia y mis circunstancias, mi vida se encaminaba hacia
cualquiera de esas falsas salidas: me bastaba dejarme llevar por la
corriente. Jesús me ha salvado de lo que podía haber sido. Ahora
voy contra corriente y soy feliz.»
6. Hoy en día, lo mismo
Podrían haber respondido muchas cosas más, como responden
actualmente los creyentes calientes en Jesús, que son admiradores,
partidarios y seguidores suyos. Podrían responder sobre su propia
persona y sobre la persona del prójimo. ¿En qué has cambiado
desde que estás en una pequeña comunidad?, preguntaba un
catequista a un hombre de cincuenta años, casado y con hijos. Y el
hombre respondió muy sincero: «Mira, yo no he hecho nunca
grandes barbaridades, no soy rico, no he extorsionado a nadie, me
he dedicado exclusivamente a mi familia. Pero desde que he
conocido a Jesús, para mi las personas son distintas... Antes eran
también personas, pero eran casi como cosas. Ahora son muy
distintas, muy distintas, repetía. No sé como explicártelo. Uno de mis
hijos no pisa la iglesia, pero nos dice a mi mujer y a mi, que
sigamos, que nos ve muy cambiados...». El hombre no acertaba a
explicar lo que le ocurría, pero lo sentía.
Cuando decimos con la boca «Jesús, salvador», como una
formula aprendida de memoria, nos quedamos completamente fríos,
porque esa palabra no procede de la experiencia. Cuando
pronuncio ese título como un hecho de experiencia, entonces no
hace falta que nadie me diga lo que es fe caliente, porque la llevo
dentro. Entonces Jesús no es el Salvador, sino MI Salvador. En el
testimonio de este hombre hay una frase muy significativa: «Desde
que he conocido a Jesús. Como diciendo: Antes no le conocía de
una forma personal. sino genérica; no era alguien cercano a mi.
Era... el mesías, el Hijo de Dios, alguien... más o menos lejano. Le
conocía con la cabeza. Ahora, cuando lo siento cercano, es cuando
le he conocido, y experimento que me ha salvado... a mí; es MI
Salvador.
7. Una canción religiosa actual
Primero no son las ideas, las normas, las leyes. Primero es el
conocimiento cordial de Jesús, la amistad, el seguimiento. Ya esto
sólo empieza a producir frutos llamativos, cambios,
transformaciones, alegría, otra visión del ser humano y de la vida.
Hay una canción religiosa muy utilizada que expresa esta relación
cordial con palabras casi
¡Creo en Jesús! ¡Creo en Jesús!
El es mi amigo, es mi alegría, El es mi amor.
¡Creo en Jesús.!¡Creo en Jesús.
El es MI Salvador.
El llamó a mi puerta, me invitó a compartir su heredad.
SEGUIRÉ a su lado, llevaré su mensaje de paz.
Esta es la fe cálida, que me hace amigo de Jesús, amigo
alegre, capaz de afrontar la vida y la muerte, como supo hacer El.
Jesús es mi amor, aquel a quien yo sigo amorosamente, porque ha
llamado a mi puerta y me ha salvado: es MI salvador. Cuando no
existe esta fe cálida, el cristianismo se degrada, porque se reduce a
una serie de normas más o menos enojosas, o a un consuelo fácil
para estómagos vacíos, y también a una justificación espiritual de
estómagos llenos e insolidarios. De todo esto hay, por desgracia.
8. El cuerpo y la vid
Cualquier creyente encuentra siempre dificultades para
exponer satisfactoriamente su fe, porque carecemos de referencias
humanas capaces de explicarla suficientemente. Es especialmente
difícil explicar la misteriosa vinculación que une al creyente de fe
personal con Jesús. El Nuevo Testamento echa mano de las
comparaciones para hacer más comprensible esa experiencia. San
Pablo habla del cuerpo humano, cuyos miembros están
perfectamente unidos entre sí, se necesitan unos a otros, se
ayudan, y están vitalizados y regidos permanentemente desde la
cabeza. Y concluye: Jesús es como la cabeza, y los cristianos como
los miembros del cuerpo. Cada miembro está unido a la cabeza y de
ella recibe la vitalidad. Pero está igualmente unido a los otros
miembros, los necesita, los ayuda, y también los daña. San Juan
trae la comparación de la vid: dice que los cristianos somos como
los sarmientos de Jesús que es la vid. Ambas comparaciones
ayudan a imaginar un poco este misterio de la estrecha vinculación
del creyente con Jesús.
¿Qué es un cristiano? Es un admirador, un partidario, un
seguidor de Jesús; es uno que ha «conocido» personalmente a
Jesús, y ha sido salvado por El, como los enfermos, marginados y
mal vistos del evangelio; es alguien que tiene una fe caliente, y por
ella se ha vinculado vitalmente a Jesús, como un sarmiento a la vid.
Hay que hacer la prueba para saber lo que es esto. Hay que
experimentarlo personalmente. Y es más fácil vivirlo que explicarlo
bien. Un antiguo himno gregoriano dice: Expertus potest dicere
«Solamente quien lo ha experimentado, puede comunicar lo que es
esto.» Quien tiene una experiencia de éstas, cambia de actitud ante
si mismo, ante las personas y ante el mundo, y empieza a
transformarse aun antes de haber recibido norma alguna. No hay
ley para quien tiene esta experiencia, porque vive del encuentro
vivo con Jesús y de su seguimiento. No hay que darle órdenes y
normas para orar y hacer celebraciones, porque las desea más que
nadie.
9. La vida de fe en cuatro puntos
Pero ¿cómo se materializa toda esta experiencia tan
maravillosa? El creyente suele llegar a la fe por algún «golpe
religioso» o por una catequesis sólida y prolongada. De esta última
no se puede prescindir nunca, incluso en el caso de una gracia
especial. Ahora bien: esa catequesis suele tener dimensión
comunitaria, porque se realiza en grupo; normalmente va
acompañada de oraciones y celebraciones; y presenta exigencias,
prácticas de vida personal y de amor al prójimo, con objeto de
seguir las huellas de Jesús. Pues bien, en esta enumeración tan
sencilla hemos citado cuatro realidades, cuatro ámbitos de vida, que
pueden estimular, cultivar y materializar esa vida de fe que es la
esencia de lo cristiano: comunidad, oración y celebraciones, el
prójimo, el compromiso por la justicia.
10. Primero, la comunidad
La fe cristiana es un asunto personalísimo, en el que entran en
juego la cabeza, el corazón y las obras. Pero es al mismo tiempo un
asunto comunitario, porque la vinculación con Jesús no se realiza
plenamente al margen del grupo de sus seguidores. Lo expresa, de
una manera muy viva, la comparación del cuerpo de San Pablo. Al
mismo tiempo y con la misma intensidad con que nos vinculamos a
Jesús por la fe caliente, quedamos vinculados con su cuerpo
(místico) que es el grupo de sus amigos y seguidores. La fe por libre
no es la fe cristiana plena, la fe que quería Jesús.
Los relatos de las primeras comunidades manifiestan esta
experiencia comunitaria de una manera directa y fuerte. Los
cristianos de Jerusalén formaban un grupo de relaciones estrechas,
de las que se nos relatan estos cuatro rasgos ideales:
-Que recibían juntos la catequesis de los apóstoles
-Que se esforzaban en amarse y ayudarse mutuamente, de tal
forma que nadie pasaba necesidad: algunos entregaban sus bienes
o parte de ellos, para servicio y ayuda de todos.
-Que celebraban juntos la eucaristía, por las casas.
-Y que hacían oración en común.
Son cuatro rasgos ideales de la vida interna de una comunidad
cristiana, que están consignados en el Nuevo Testamento para que
sirvan de pauta a todas las comunidades cristianas. El mismo Jesús
había comenzado antes de esto a poner las bases de las
comunidades cristianas, con sus propios discípulos. Con él
formaban bolsa común y trataban de llevar una vida de amor y
servicio, como se ve en varios pasajes de los evangelios. Jesús se
hacia el último y el servidor de todos, con gran extrañeza de sus
discípulos, que veían en los demás maestros religiosos, unos
comportamientos totalmente opuestos. También en este punto
comprobamos que sus recomendaciones de hacernos servidores
unos de otros, sobre todo si tenemos algún cargo o función le
nacían de su experiencia más profunda.
En la citada comunidad que se formó en Jerusalén después de
Pascua, Jesús ocupaba el lugar central, no sólo por el recuerdo
afectuoso. sino porque sabían que continuaba resucitado entre
ellos, y se sentían todos vinculados personalmente a El por la fe. Su
unión mutua era a la vez resultado y expresión de la vida de Jesús
entre ellos.
FE/C: De esta forma la fe cristiana resulta tan comunitaria como
personal, y debe tener como marco de referencia una comunidad
viva. Desgraciadamente, muchos cristianos parecen más bien
afiliados a una organización, que miembros vivos en una
comunidad. De ahí procede el empobrecimiento de su fe. Muchos
cristianos, quizá la mayoría. ven las parroquias como
establecimientos de servicios religiosos, y no como lo que están
llamadas a ser: lugares y ámbitos de fe comunitaria y relaciones
fraternas. Habría que ver con sinceridad las causas de esta visión
deformada, y hacer lo posible por superarlas, no tanto con palabras,
cuanto con hechos Los cristianos mas conscientes están llamados a
agruparse en grupos comunitarios vivos, que se acerquen, en su
espíritu y funcionamiento interno, al ideal esbozado en la comunidad
de Jerusalén. Este punto es tan importante, que engloba el
siguiente e influye decisivamente en el tercero y cuarto.
Para la mayoría de los jóvenes, el mantenimiento y desarrollo
de la experiencia viva de fe, está ligada a su pertenencia a alguna
de estas comunidades fraternales, donde se personaliza la
vinculación a Jesús. Gran parte de los que se enfrían o abandonan
la vida de fe, no lo harían si recibieran el aliento de una comunidad
viva. El Concilio Vaticano II ha insistido fuertemente en el sentido
comunitario de la fe cristiana y ha impulsado la extensión de
pequeñas comunidades en las parroquias y en todas las instancias
eclesiales.
11. Segundo, oración y celebraciones
Lo acabamos de ver en la comunidad de Jerusalén: los
cristianos se reunían con frecuencia para celebrar la eucaristía y
para hacer oración comunitaria. No insistimos en un punto que es
obvio y fundamental. La oración comunitaria cuenta con una
presencia especial de Jesús, como nos lo asegura el evangelio. En
ellas aprendemos cordialmente, no sólo mentalmente, quién es
Jesús para cada uno de nosotros, y para todo el grupo. En ellas
sentimos con fuerza a toda la iglesia orante, que sigue como
nosotros los pasos de Jesús.
Las celebraciones sensibilizan y realizan la fuerza dinamizadora
del Señor, por medio de los signos que lo hacen presente. Esa
fuerza se acrecienta en las celebraciones sacramentales,
especialmente en la eucaristía. La eucaristía más pobre del lugar
más descuidado, cuenta con la garantía total de la presencia y la
fuerza de Jesús, prometida por él mismo. Ha sido un acierto
pedagógico de la iglesia, desde los primeros tiempos, el
establecimiento de un día semanal como día del Señor -es lo que
significa la palabra «domingo»- para celebrar en él, en todos los
lugares del mundo, la eucaristía pascual de recuerdo y actualización
de la pascua de Jesús. Para un cristiano de fe viva, la pregunta
sobre la obligatoriedad de la asistencia carece de sentido, porque
es para él un momento de encuentro con Jesús, donde recuerda y
aviva su condición de admirador, partidario y seguidor del Maestro.
Por eso, aunque se trate de celebraciones poco ambientadas y
hasta aburridas él acude con plena fe, y se esfuerza en permanecer
unido a ese Jesús que es su camino, verdad y vida.
Pero dicho todo esto, no podemos dejar de añadir que una
celebración cristiana no puede calificarse como ideal y ni siquiera
como buena, si no alcanza un clima comunitario mínimamente
aceptable. Porque resulta que las celebraciones cristianas,
especialmente la eucaristía, son por naturaleza celebraciones
comunitarias y eclesiales. De tal forma que la mentalidad de ciertos
cristianos, que acuden a misa como asistentes particulares a un
acto religioso realizado en el altar, no corresponde al espíritu del
evangelio ni a las enseñanzas de la lglesia. La eucaristía y todas las
celebraciones son experiencias grupales de fe personal y
comunitaria. Es deber de todos procurar la realización de
celebraciones realmente comunitarias, que faciliten el encuentro
vivo con aquel Jesús que se nos hace presente de modo especial
en la comunidad de sus hermanos.
Una catequesis sobre el ser cristiano, no puede dejar de
mencionar la oración personal corno un ámbito necesario de vida
cristiana. El ser humano necesita silencio y reflexión, simplemente
para ser más persona y más humano. El seguimiento de Jesús,
desde el momento en que descansa en un encuentro personal con
él, no puede mantenerse, menos aún desarrollarse, sin espacios
frecuentes dedicados a la oración solitaria. La oración y
celebraciones comunitarias no alcanzan la deseada densidad en los
grupos y comunidades que no practican oración personal. Basten
estos apuntes para mostrar la excepcional importancia de una
cuestión en la que no podemos extendernos aquí.
12. Tercero, el prójimo
El tercer ámbito excepcional de vida cristiana se llama
«prójimo». Con esta palabra. el evangelio no designa únicamente a
las personas que están cerca de nosotros, sino que va infinitamente
más lejos. ¿Quién es mi prójimo?, le preguntó aquel jurista a Jesús.
Este no quiso responder directamente a la pregunta, sino que
empezó contando una parábola. Y al final cambió «maliciosamente»
la pregunta del jurista, y le lanzó a él la siguiente pregunta: ¿Cuál
de los tres personajes de la parábola -sacerdote, levita, samaritano-
te parece que se hizo prójimo del hombre caído?.
En este planteamiento de Jesús hay mucha más miga de lo que
se podía esperar. No se trata de saber quién es mi prójimo, sino de
que yo me haga prójimo de los demás. Es un giro total, que
descalifica por completo esa idea cómoda e interesada, que llama
prójimos a las personas cercanas. Siguiendo a Jesús, debiéramos
plantearnos la cuestión de una forma muy distinta. ¿De cuántas
personas me he hecho yo prójimo hasta ahora'? y ¿de quiénes:
siempre de los mismos? Jesús vivió el amor de esta manera y, una
vez más, nos enseña lo que él mismo vivió. Según esa enseñanza,
cualquier persona puede ser mi prójimo: el amor cristiano es
universal.
No deja de ser intencionada y provocativa la elección de los
personajes de la parábola. El samaritano era para los judíos una
«especie» irreligiosa atea y herética -comunista, anarquista o lo que
queramos-. Y no deja de haber una crítica radical contra aquellos
sedicentes cristianos, que cultivan mucho su experiencia interior,
pero que viven instalados en la desigualdad social y en la
insolidaridad. Estas personas están representadas por el sacerdote
y el levita, que eran dos hombres religiosos.
La parábola nos dice con gran energía que la experiencia de
admirador, partidario y seguidor de Jesús, resulta un cuento chino,
cuando no va acompañada de la práctica del amor al prójimo, y más
en concreto, al prójimo necesitado. Lo cual significa que el prójimo
es la primera y principal presencia suya para nosotros. El que se
hace seguidor de Jesús, se transforma paulatinamente en lo tocante
a las relaciones con el prójimo, sobre todo el prójimo necesitado y
pobre.
Sabíamos por el Antiguo Testamento que todo ser humano es
imagen de Dios, por lo cual merece absoluto respeto. Jesús ha
elevado nuestra visión y nos ha dicho que cada persona debe ser
para nosotros El mismo. En consecuencia, si nos preguntamos de
nuevo qué es un cristiano y quién es cristiano, tendremos que
responder lo siguiente: Aquél que, por ser seguidor de Jesús,
considera y trata a cada ser humano como al mismo Jesús. Casi
nada.
El pasaje evangélico que hace estas tremendas afirmaciones
es la conocida parábola del juicio final, cuando dice repetidamente:
Lo que hicisteis a uno de estos necesitados, me lo hicisteis a mí; y lo
que dejasteis de hacer con ellos, dejasteis de hacerlo conmigo.
13. Cuarto, la justicia
Ahora bien, si queremos llegar al fondo de estas enseñanzas,
hemos de ahondar más en la palabra «prójimo». Ambas parábolas
nos enseñan que, entre todas las personas a las que podemos
«aprojimarnos», hay unas que gozan de una clarísima e indiscutible
preferencia: son los marginados, los hambrientos, los mal vistos, los
enfermos, los pobres. Y si esto es así, las buenas relaciones y la
caridad son imprescindibles, pero pueden ser también insuficientes,
cuando un sistema social genera injusticias y diferencias
exageradas. Cuando muchas personas en el mundo mueren de
hambre, ciertos niveles de vida no se pueden cohonestar con el
seguimiento de Jesús. Cuando, en nuestro mismo entorno, la
desigualdad de posesiones, de formas de vida y de oportunidades
reales está a la orden del día, hay que plantearse más en serio lo
que significa el seguimiento de Jesús. Ciertas obras asistenciales y
caritativas, no sólo resultan insuficientes, sino además insultantes,
cuando las personas que las hacen llevan un tren de vida alto, viven
inmersas en la desigualdad social, o bien generan por otro lado
mayores desigualdades con sus formas legalizadas de explotar al
prójimo. Por eso, ante el hecho evidente de la desigualdad
establecida, no basta hablar de amor, sino que es preciso hablar de
justicia. El seguidor convencido de Jesús, está llamado a trabajar
activamente en el seno de la sociedad civil, por establecer leyes
más justas, que dificulten la explotación del prójimo y corrijan
constantemente las desigualdades que vayan surgiendo. Aquí si
que podemos decir con toda la fuerza de la fe, la famosa frase:
¡Dios lo quiere! Jesús nos invita a gastar nuestras energías en un
compromiso social activo, hasta lograr que todos los seres humanos
tengan una vida digna; que todos los niños y jóvenes tengan
igualdad de oportunidades. Estamos muy lejos de la meta. Pero el
seguidor de Jesús sabe que El no hacía el bien para sentirse a
gusto y satisfecho, sino para tratar de solucionar los problemas. El
amor al prójimo se llama, ante todo, justicia.
Los jóvenes que, después de unos años de catequesis y
formación cristiana, se preparan para dar el salto a una fe adulta,
son los que mejor entienden este mensaje vivo de Jesús. «Me da
dolor esta gente» que carece de lo necesario. El paso hacia la
adultez cristiana consistirá en acrecentar la experiencia de seguidor
de Jesús con la unión de dos polos, que han marchado demasiado
tiempo separados por obra de cristianos interesados, pero que en
Jesús iban inseparablemente unidos: la fe y la justicia.
14. No os extrañéis si el mundo injusto os odia
CZ/BURLA: Entre los restos arqueológicos del cristianismo
antiguo, se ha encontrado un dibujo nada artístico, pero muy
significativo. Podría ser el dibujo de algún escolar. Aparece una cruz
y colgado de él un burro crucificado, o un hombre con cabeza de
burro. Al pie del dibujo figura esta leyenda: Anaximeno adora a su
dios.
Esta burla sarcástica debe hacernos reflexionar seriamente.
Entre los griegos y romanos, la mera presentación de un líder
religioso ajusticiado en la cruz provocaba un rechazo disparado.
Porque la cruz era una infamia vergonzosa, propia de esclavos y de
gente de baja estofa. Cicerón decía que entre ciudadanos romanos,
no debiera ni nombrarse La burla sarcástica contra el joven cristiano
Anaximeno no fue un caso aislado, sino que refleja la realidad
cotidiana de cristianos en aquel ambiente. Hacerse cristiano
suponía entonces exponerse a la burla, a la marginación y a veces
a la persecución.
Pero ¿se trata de experiencias pasadas? ¿No ha ocurrido algo
de esto, de distintas maneras, en todas las épocas y lugares, con
aquellos que se han propuesto ser cristianos de verdad? ¿No está
ocurriendo algo parecido ahora mismo en muchas partes del
planeta, al este y al oeste? Debiéramos tener más presentes los
avisos de Jesús y estar preparados para las contradicciones que
podamos encontrar en nuestro camino. «No os extrañéis de que el
mundo (injusto) os odie... sI a mi me han perseguido, no harán
menos con vosotros.»
Lo más probable es que la mayoría de nosotros no nos veamos
nunca en situaciones tan difíciles. Pero tampoco es improbable que
más de una vez recibamos la compasión y burla de los amigos
«progres», que se sienten muy superiores a nosotros.
Y es mas que probable que nos ganemos enemistades. si nos
proponemos simplemente ser honrados en los negocios. Y es
posible también que, en determinados ambientes, no medremos
tanto como otros...
Este recuerdo de la cruz quiere ser un empujón de aliento, para
cuando nos lleguen estas u otras dificultades a causa de la fe.
Entonces sentiremos internamente la gran satisfacción de
parecernos más a Jesús. Recordaremos que estaba anunciada por
El y que no debemos extrañarnos demasiado. Y leeremos en el
evangelio, con gran emoción, algo inmensamente alentador,
procedente también de la boca de Jesús: Dichosos cuando os toque
sufrir algo por ser cristianos. ¿Por qué ? Porque querrá decir que lo
somos de verdad. Será grande nuestra dicha, porque llevaremos las
marcas de Jesús y empezaremos a ser hombres y mujeres nuevos,
personas resucitadas, que llevan dentro el triunfo y la alegría de
Jesús.
15. Invitación a la fe auténtica
Hemos expuesto cuáles son los rasgos fundamentales de un
cristiano. Es preciso motivarse a hacer efectivos esos rasgos en la
propia vida. Por esos mundos de Dios hay demasiado bautizado
ignorante, indiferente, descomprometido: ignorante del contenido
del bautismo y de la fe; indiferente ante el don y las exigencias del
ser cristiano; descomprometido respecto del evangelio, de Jesús y
del prójimo.
Esta catequesis se ha escrito para que tú seas más consciente,
interesado y comprometido. Para que te metas de cabeza en el
grupo de Jesús, como admirador, partidario y seguidor. Para que
nunca jamás te quedes en una vaga creencia que no compromete a
nada, como cuando decimos: «Sí, algo debe de haber»; sino que
adquieras esa fe totalizante, que abarca la cabeza, el corazón y la
voluntad; las ideas, los sentimientos, las obras; el asentimiento, la
confianza, el seguimiento.
Esta catequesis es, pues, un toque de atención para ti. Y más
que un toque de atención anónimo, una voz caliente, la voz de
Alguien que te quiere y te busca, para tu propio bien, tu propia
realización total. Efectivamente, aquí lo importante es esa Voz de
Dios, que late debajo de la letra y las explicaciones de la catequesis;
la Voz amorosa que busca tu amistad. Antes de que tú le buscaras,
te estaba buscando El. ¿Por qué no entras ahora mismo en tu
aposento interior y te pones a escuchar esa Voz? Alguien te ha
hablado mientras escuchabas esta catequesis. Y te invita a una vida
nueva, a una comunidad viva, donde puedas escuchar su Palabra,
celebrar su amor, ver al prójimo y comprometerte por la justicia y la
fe. Relee varias veces esta catequesis, medítala y déjate convencer
por la Voz interior que te habla a través de ella.
Después, puedes orar un rato con la siguiente plegaria:
¡Te busco Jesús!
¡Quiero ver tu rostro!
¡¡Quiero ver tu rostro!!
Saliste a mi encuentro
una mañana de primavera.
Me tomaste de la mano
y estuvimos un rato juntos.
Te vi un poco, te sentí.
Quiero conocerte más
y tenerte más cerca.
No me cierres la puerta.
Abre y déjame entrar.
Te estoy llamando.
Ábreme para que te vea
y esté contigo
y cambie todo entero
mis entrañas y mi corazón,
mis manos y mi cabeza.
GUÍAS DE PROFUNDIZACION
GUÍA N.° 1
A. Grupos pequeños
Comentar en grupos pequeños lo que más me ha gustado o
llamado la atención.
B. Oración comunitaria
Con /Jn/15/01-16.
Breves observaciones al pasaje
Para orar con este pasaje, lo más sencillo es recorrerlo frase a
frase, porque todas ellas están cargadas de contenido. Destacamos
las ideas principales.
a) La comparación de la vid y los sarmientos sirve para expresar
la unión estrecha que hay entre Jesús y el cristiano. Somos uno (v.
1-6).
b) Pero hemos de mantener esa unión. Separados de Jesús, no
damos fruto; unidos a El, damos mucho fruto. El Padre es quien nos
cultiva, y, para que demos más fruto, nos poda (4-6).
c) Esta unión tan estrecha tiene tres consecuencias
fenomenales:
-Primera, la confianza, porque el Padre oirá nuestras oraciones
(7 y 16).
-Segunda, el amor, el que Jesús nos tiene y el que debemos
tenernos unos a otros. Hemos de mantenernos fieles a ese amor. El
amor de Jesús hacia nosotros es el mismo que tiene el Padre hacia
El. Es algo emocionante (5-9)
-Tercera, la alegría. Jesús nos da su propia alegría, que es
inmensa, total (11)
d) Todo esto no es mérito nuestro, sino pura gracia de Jesús.
No le hemos elegido nosotros a El. Antes nos ha elegido y querido
El a nosotros. Es otra confidencia impresionante (16).
e) Estos dones nos obligan a nosotros a dar el mayor fruto
posible. La preocupación por el fruto que hemos de dar para el
Reino de Dios, aparece repetidamente en este pasaje.
-Versículo 2: El sarmiento que no de fruto, lo cortarán.
-Versículo 5: El que está unido a Jesús da fruto abundante.
-Versículo 8: El padre es glorificado cuando damos mucho
fruto.
-Versículo 10: Jesús me ha elegido para que dé un fruto grande
y duradero.
Pero no entenderla bien este pasaje quien viera todas estas
alusiones al fruto como una exigencia. Antes que ninguna exigencia,
está el don que nos hace Jesús: la unión con El, su amor y alegría,
la confianza en el Padre que escucha nuestra oración. El fruto es la
consecuencia de ese don y un verdadero premio para nosotros.
Cada cual subraya todo lo que quiera. La mayoría de las frases
merecen ser subrayadas y oradas intensamente.
GUÍA Nº 2
A. Repaso de la catequesis
Objetivo de este repaso: obligarme a releer y asimilar la
catequesis. Las contestaciones escritas me sirven para comprobar
si la ha asimilado realmente.
Leer atentamente los números 1-3 y luego responder por escrito
a las siguientes preguntas
1. Hay tres grados hacia la fe: simpatizante, partidario,
seguidor.
a) Explicar las diferencias entre ellos, poniendo ejemplos.
b) Señalar los rasgos propios del seguidor.
2. ¿Cuál es el rasgo más central y más especifico del cristiano y
del cristianismo? ¿EI ir a misa? ¿El hacer el bien al prójimo? ¿El
creer en Jesucristo? ¿El creer en Dios? Elige la respuesta correcta
y razónala.
3. La figura del pez. ¿,Por qué la tomaron los primeros cristianos
como símbolo y contraseña suya?
4. Fe fría y fe caliente. Señalar las diferencias entre una y otra y
explicar por qué la fe cristiana auténtica es fe caliente.
B. Aplicación personal
Objetivo; llevar a la práctica el contenido de la catequesis.
Esta vez la podemos hacer sobre el número 4.
a) Ver qué es lo que predomina en mí: fe de la mente, del
corazón o de la voluntad.
Comprobarlo con datos.
b) Ver también lo que más he cultivado hasta ahora y lo que
más cultivo actualmente.
-La fe de la mente se cultiva preferentemente con lecturas y
estudio.
-La del corazón, con oración, celebraciones.
-La de la voluntad, con una vida ética y con el compromiso.
Esta aplicación personal es una verdadera oración. Se procede
del modo siguiente:
-Me presento ante Jesús, le pido ayuda para hacer bien esta
aplicación personal.
Le muestro grandes deseos de orar bien.
-Después leo el citado número 4 y reflexiono sobre las
cuestiones planteadas, en compañía de Jesús.
De vez en cuando me detengo y dialogo con El sobre lo que
veo.
Voy anotando mis reflexiones, mi revisión.
-A continuación, oro de nuevo de forma más expresa.
Le presento a Jesús el resultado de mi revisión. Le presento
también mis deseos, dudas, dificultades, facilidades, etc.
Le pido ayuda.
Le doy las gracias por este rato de oración.
Me despido de El.
C. Oración
Con /Lc/05/27-32: Llamada a Leví.
Breve explicación del pasaje
Se trata de un pasaje doble: la llamada a Leví y la comida con
pecadores marginados. La primera parte es un esquema de llamada
y seguimiento, válido para todos los cristianos. Contiene dos puntos
principales. El primero es la palabra «sígueme» (27), llamada clara y
firme de Jesús (subrayar esa palabra). El segundo es la reacción
positiva de Leví: «Dejándolo todo, se levantó y le siguió» (28;
subrayar esta frase). Por supuesto, el hecho está muy
esquematizado, pero eso mismo le da mayor fuerza, porque así
quedan destacadas las dos notas principales.
Más o menos intensamente, todos sentimos la llamada de
Jesús. A veces nos resulta poco clara, porque no queremos oiría.
La respuesta de Leví es radical. No todos reciben la llamada y
gracia para dejarlo materialmente todo como él, sino unos pocos.
Pero todos estamos llamados, si no a dejarlo todo, sí a dejar
muchas cosas y a poner en segundo plano todo lo demás, ante la fe
y la vida cristiana. El seguimiento de Jesús es lo primero, lo
principal, lo absoluto
Nos interesa destacar además que Jesús llama a cualquiera, a
todos, sin mirar sus méritos: en este caso es un recaudador mal
visto, socialmente despreciado y marginado. Con este hecho, Jesús
rompió una vez más los esquemas de los fariseos y de los judíos
piadosos. Subrayar la palabra recaudador (27).
Lo cual ocurrió en mayor grado cuando celebró un gran
banquete con los amigos de Leví. Entre los judíos, la comida era un
acto de comunión e identificación. Por eso, para los fariseos era
inconcebible que Jesús comiera con aquellos pecadores. Y
protestan ante los discípulos. Pero es Jesús mismo quien les
responde, y sus palabras chocan todavía más con la mentalidad de
los que son buenos oficialmente. Son palabras llenas de amor y
esperanza. Jesús busca a todos y no se detiene ante los que pasan
por pecadores o lo son. Nadie hace méritos suficientes para ser
creyente. Esto es pura gracia. No me ha llamado por mis méritos,
sino por su amor hacia mí.
Subrayar además de lo anterior: gran banquete (29), un gran
número de recaudadores (29), protestaban (30), ¿se puede saber
por qué coméis y bebéis con recaudadores y descreídos? (30), no
he venido a invitar a la enmienda a los justos, sino a los pecadores
(32).
Para orar, meterse en la piel de Leví. Escucho la llamada de
Jesús, me levanto (de mi pecado y de mi apatía) y le prometo
firmemente seguirle. A continuación, contemplo amorosamente a
Jesús en aquel gran banquete, con aquella gente, gozando a gusto,
escucho sus palabras, admiro su amor, cercanía a los marginados y
pecadores, valentía para romper moldes, compromiso, etc.
GUÍA Nº. 3
A. Repaso de la catequesis
Leer atentamente los números 4-10 de la catequesis. Después
responder por escrito al cuestionario siguiente.
1. Fe de la cabeza, del corazón de la voluntad.
a) ¿Son tres clases de fe distintas?
b) ¿En qué consiste cada uno de esos tres aspectos de la fe?
c) ¿Cómo se cultiva cada uno de ellos'?
2. Primer punto para cultivar la vida de fe, la comunidad.
a) La fe cristiana ¿es personal o comunitaria? ¿Sabrías
demostrarlo?
b) Señalar cuatro notas de la primera comunidad de Jerusalén.
c) Cuál es el centro de una comunidad viva?
3. El cuerpo y la vid son dos comparaciones del NT. Explicar
ambas comparaciones y lo que expresan.
4. En la fórmula del pez ¿dónde aparece sobre todo la fe de la
cabeza y la fe caliente?
5. Las palabras «Jesús, Salvador», y la canción «Creo en
Jesús>> ¿qué expresan: fe fría, fe rutinaria, fe caliente?
B. Aplicación personal
Objetivo. revisar a fondo la propia vida y llevar a la práctica la
catequesis; que no se quede en teoría.
Hoy haremos la aplicación personal sobre la expresión «Jesús,
mi salvador».
a) Primero, releo los números 5 y 6.
b) Si a mi me preguntaran hoy de qué me ha salvado Jesús
¿qué respondería? Repasar mi persona, repasar mi vida.
Y si no sé qué responder ¿por qué sera'? ¿Qué experiencia de
Jesús tengo yo?
c) ¿De qué situaciones, fallos, pecados, necesito ser liberado y
salvado actualmente por Jesús?
d) ¿Qué obstáculos le pongo a Jesús cuando El quiere
salvarme?
Hacer esta reflexión en oración, tal como se explica en la Guía
N.° 2.
C. Oración
Con /Jn/01/35-51: los primeros discípulos.
Breve explicación del pasaje
En este pasaje se mezclan los recuerdos históricos del
evangelista con las afirmaciones teológicas. Además, junto con los
versículos anteriores y siguientes, está distribuido en siete días,
cual nuevo Génesis, para sugerir que con Jesús empieza la nueva
creación.Veamos lo que más interesa.
a) Ante todo, observemos las afirmaciones teológicas. Todo lo
que los discípulos fueron descubriendo gradualmente sobre Jesús
después de Pascua, aparece concentrado anticipado y en esta
página, al comienzo del evangelio.
-Jesús es el cordero de Dios (v. 36). Subraya esta frase, que
tiene doble significado.
-Jesús es nuestra pascua. Los judíos inmolaban un cordero
para celebrar la pascua. Jesús ha sido inmolado él mismo en la
cruz.
-Jesús es nuestro salvador. Según la tradición judía, la sangre
del cordero pascual les sirvió de señal en Egipto para que sus
primogénitos se libraran del exterminio. El evangelista habla de la
liberación del pecado unas líneas antes, en el v. 29: Cordero de
Dios, que quitas el pecado del mundo.
-Jesús es también Señor o Maestro (38), es decir: El es quien
da la verdadera enseñanza de la vida. Subrayar esas palabras.
-Mesías (411. 0 sea, el esperado Líder de la Humanidad, ungido
por Dios. Subrayar esta palabra.
-Jesús es aquél de quien escribió Moisés en la Ley y también los
profetas (45). Esta expresión se refería también para los judíos al
mestas. Subrayar esta frase.
-La mayor concentración teológica está en el v. 49: Señor mío,
tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Subraya esta frase.
La fórmula «rey de Israel» equivale a «Mesías». «Hijo de Dios» es
un título específicamente cristiano, que los discípulos descubrieron
después de pascua.
-Os aseguro que veréis el cielo abierto, etc., hasta el final (51).
Es una alusión al sueño de Jacob, quien vio una escalera que unía
el cielo y la tierra. Jesús es esa escalera, o sea es el mediador entre
Dios y los hombres. Subrayar esa frase.
b) Junto a esto, aparecen unidos y encadenados los encuentros
de Jesús con cinco discípulos.
-La referencia más larga es la de Natanael, que posiblemente es
el Bartolomé de los evangelios. Nos interesa destacar el elogio del
v. 47: un israelita de veras, un hombre sin falsedad. (Subrayar esta
frase). Es una contraposición con Jacob, al que se alude al final, el
cual engañó a Esaú. Los discípulos de Jesús, nueva creación, se
distinguen por la sinceridad.
-El sobrenombre que da Jesús a Simón, es decir piedra, o
Pedro, aparece también anticipado aquí (42). Subrayar: Cefas y
Piedra.
-Hay varios detalles muy queridos para el evangelista, alusiones
a Galilea, Betsaida, pueblo pesquero de Andrés y Simón y sobre
todo el v. 39: «Se quedaron aquel día con él, serían las cuatro de la
tarde» (subrayar esta frase). Es el recuerdo imborrable de su primer
encuentro con Jesús. Uno era Andrés, el otro, el propio evangelista.
Este nos dice también que al principio le seguían por detrás, y fue
Jesús mismo quien les facilitó el encuentro, preguntándoles: ¿Qué
buscáis? (38). Subrayar también esta frase.
Para orar, procura meterte en la piel de aquellos primeros
discípulos. Recuerda tus primeros encuentros conscientes con
Jesús y las personas que sirvieron de intermediarios. Ora con
mucha acción de gracias. Y luego haz actos de fe en Jesús,
Maestro, Mesías, Hijo de Dios y Salvador (mi Salvador), utilizando
los títulos y fórmulas que más te gustan. Acabas prometiéndole que
le seguirás con toda sinceridad.
GUÍA N.° 4
A. Repaso de la catequesis
Leer atentamente los números 9-15 de la catequesis. Después
responder por escrito a las siguientes preguntas.
1. Según Jesús pregunta sobre quién es mi prójimo no es
correcta.
¿Cómo responde Jesús a esa pregunta?
¿A quiénes critica más la parábola del samaritano?
2. Si me llegan sufrimientos y desprecios por ser cristiano
auténtico,
-¿Es normal?
-¿Qué significa eso acerca de mi vida cristiana?
-¿ Debo alegrarme, entristecerme o quedar indiferente'?
3. Todos sabemos que la oración comunitaria y la personal son
importantes.
¿Qué argumentos darías tú en favor de una y otra, si te
preguntaran?
4. La eucaristía más pobre e inexpresiva, ¿vale tanto como las
eucaristías expresivas?
-Y en caso de que alguien te preguntara si la misa dominical es
obligatoria, ¿qué le responderías? ¿Tiene sentido esa pregunta?
5. ¿De quiénes debemos hacernos prójimos principalmente,
según Jesús?
-Y ¿por qué el amor al prójimo empieza por la justicia personal
y social?
B. Aplicación personal
a) De los cuatro grupos siguientes, ¿a cuál pertenezco yo?
-Los que procuran no hacer mal a nadie.
-Los que hacen el bien cuando buenamente pueden.
-Los que están empeñados prácticamente en hacer todo el bien
posible.
-Los que, además de hacer el bien, están comprometidos con la
justicia y una nueva sociedad.
b) Si no soy de los pobres, ¿conozco de cerca su situación?
¿Qué contactos tengo con ellos? ¿Aprendo de ellos lo que es el
evangelio?
c) Mi situación de vida, ¿es acaso de desigualdad e injusticia?
d) Sea pobre, clase media o rico, ¿estoy convencido de que
además de las obras de caridad y asistencialismo, hace falta un
cambio de sociedad, para que haya justicia social? Y si estoy
convencido ¿qué hago?
Esta aplicación personal se hace en oración, tal como indica la
Guia-2. Si hay demasiadas preguntas, seleccionar las que más me
afecten. Recuerda que se trata de poner en práctica la catequesis.
C. Oración
Con /Mt/25/31-46.
Breve explicación del pasaje
Este pasaje es una enseñanza profética acerca de lo esencial
del evangelio. Esta enseñanza se nos presenta como un juicio de
los pueblos, juicio universal y definitivo, con la intención de situarnos
en la hora de la verdad, y mostrarnos así cuál es la verdad suprema
del evangelio de Jesús.
Está dirigida sobre todo a los cristianos y a la Iglesia, y tiene un
estilo tan directo y una estructura tan simétrica y simple, que
muchos entendidos ven en todo ello las marcas casi directas de
Jesús.
Y ¿cuál es el objetivo de esta enseñanza'? Atención: no es
hablarnos de los que se salvan o no se salvan, sino mostrarnos
quiénes son los verdaderos cristianos y cuál es la verdadera
Iglesia.
En ambas cuestiones, la respuesta es la misma.
- Verdadero cristiano es el que da de comer a los pobres.
- Verdadera iglesia es la que da de comer a los pobres.
Increíble respuesta. La parábola no menciona la oración, ni la
comunidad, ni la eucaristía. Ni siquiera cita la fe en Jesucristo. Lo
cual no quiere decir que tales puntos no sean importantes, más aún:
necesarios. Significa otra cosa: significa que, puestos a dar la nota
más definitiva, o puestos a reducir al mínimo fundamental lo que es
esencial del verdadero cristiano y de la verdadera iglesia, resulta
que esa nota mínima y fundamental es... los pobres.
Aplicada esta parábola al mundo actual, es evidente que se
refiere no sólo a las obras de caridad, sino también al compromiso
social, tendente a construir una sociedad libre, democrática,
igualitaria. Porque puede ocurrir y ha ocurrido muchas veces que
uno haga por un lado muchas obras de caridad, y por otro explote a
los trabajadores, o posea bienes que suponen mucha desigualdad,
o apoye situaciones contrarias a la libertad y a la justicia, o lleve un
tren de vida indignante para los pobres. Todo esto es una absoluta
falsedad; es contrario a esta página del evangelio. Esas limosnas
son una aspirina para la conciencia y un insulto a los pobres y al
evangelio.
Esta página, una de las más grandiosas del evangelio, es una
invitación a la verdad, a poner las cosas en su sitio, a poner en
primera fila lo primero, sin descuidar lo demás. Y resulta que, según
nos dice el mismo Jesús, el punto fundamental, el primero de todos,
no es el culto, ni la moral sexual, ni la limosna, sino los pobres, el
compromiso con los pobres, la toma de partido por los pobres y por
la justicia social. Y eso, no con bellas teorías, sino con hechos
prácticos, empezando por la propia vida. Jesús habla de práctica:
Tuve hambre y me disteis de comer; tuve hambre y no me disteis de
comer.
Subrayar:
-Venid, benditos de mi Padre (v. 34). Esta expresión significa:
Dios está con los que dan de comer a los pobres; tienen el favor de
Dios.
-Tuve hambre y me disteis de comer (35). Pobres=Jesús.
-¿Cuándo te vimos con hambre? (37). El amor al prójimo y en
concreto a los pobres, vale aunque no se conozca a Jesús, aunque
no se piense expresamente en El.
-Os lo aseguro: cada vez que lo hicisteis con un hermano mío
de esos más humildes, lo hicisteis conmigo (40). Lo de «humildes»
no se refiere a la virtud de la humildad, sino a la condición social
baja.
Esta frase es de las más llamativas de todo el evangelio. Jesús
se identifica con los más pobres. Al amar y ayudar a éstos, se le
ama y ayuda a El; diríamos que se tiene fe en El, aun sin saberlo,
incluso siendo ateos.
-Apartaos de mí, malditos (41). Frase terrible, la máxima
condena que aparece en el evangelio.
-Tuve hambre y no me disteis de comer (42). Otra vez Jesús se
identifica con los más pobres.
-¿Cuándo te vimos con hambres (44). Si llegan a saber que era
Jesús, o alguien muy allegado a Jesús, le hubieran ayudado. Eso es
lo que critica Jesús tajantemente.
-Os lo aseguro: cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de
esos más humildes, dejasteis de hacerlo conmigo (45). De nuevo
Jesús se identifica con los más pobres. El que no los atiende, el que
no se compromete con ellos, es prácticamente un ateo, aunque sea
muy «practicante».
Este pasaje desmitifica nuestra fe, la Iglesia, y muchas obras y
grupos de la Iglesia. Que no nos falte lo esencial; porque, si nos
falta, ¿de qué vale el resto?
Para orar, repetir muchas veces las frases principales, como
oyéndoselas a Jesús, que me las dice a mí personalmente. Pedir
mucha ayuda a Jesús. Darle gracias. Pedirle el gozo de estar con
los pobres, de compartir con ellos, es decir: el gozo de estar de
estar de verdad con Él.
GUÍA Nº. 5
A. Balance personal del mes
1. Ver mi trabajo, entrega y dedicación a la fe durante este
mes.
a) La catequesis y su profundización: si la he leído varias veces
con atención como una lectura espiritual; si he trabajado bien las
guías; si he profundizado en la aplicación personal y en la oración;
si he sido sincero, comunicativo, escuchante y entregado en las
reuniones de grupo pequeño, etc.
b) Grado de satisfacción por mi vida de fe durante este mes, en
el trabajo de la catequesis y en la vida práctica: familia, trabajo,
estudio, diversiones, etc.
2. Repaso de uno de los puntos de insistencia o metas de este
curso, previamente señalado por el responsable de la comunidad.
Leer lo que dice el programa del curso sobre dicho punto.
B. Repaso mensual de la marcha de la comunidad
1.Ver como marcha la comunidad y tu grupo pequeño:
entusiasmo, unión, trabajo, esfuerzo, etc.
2.Trabajo de los responsables y los del turno. ¿Cumplen bien su
cometido?
3.Puntos de mejora y sugerencias.
C. Oración
Se puede hacer con Hch. 2, 41-47.
Breve comentario a este texto
Se trata de una descripción esquemática de la primera
comunidad de Jerusalén redactada con una doble finalidad:
-Primera, señalar los rasgos fundamentales de toda comunidad
cristiana.
-Segunda, presentar un ejemplo para todas las comunidades
posteriores.
La realidad no fue tan idílica, porque aquellos cristianos tuvieron
bastantes problemas internos, como toda comunidad viva. El autor
hablará más adelante de algunos de ellos.
a) El v. 41 nos presenta los tres pasos que forman al cristiano:
-Aceptar la palabra de Dios, que nos viene a través de los
predicadores, misioneros, catequistas, etc. (Aceptaron sus
palabras).
-Bautizarse.
-Con esto, entrar (ser agregado) a la comunidad cristiana. Se
entra a una comunidad local y por ella a la Iglesia Universal.
Subrayar este versículo entero.
b) El v. 42 nos da los cuatro rasgos fundamentales de toda
comunidad cristiana hacia adentro.
-Estar centrada en la Palabra de Dios, por lo tanto, en Jesús. En
el texto, la Palabra de Dios aparece en la expresión «escuchar la
palabra de los apóstoles».
-El amor práctico, que en el texto aparece en la expresión
«comunidad de vida».
-La eucaristía, que está señalada en la expresión «fracción del
pan» (= partir y repartir el pan consagrado, en el que se nos da
sacramentalmente Jesús).
-La oración comunitaria. El texto dice: las oraciones. Subrayar
también este versículo entero.
c) De estos cuatro puntos, el principal es el amor mutuo
práctico, como se ve en el v. 44 y 45 y en otro pasaje paralelo
(4,32-35). El autor insiste en este punto por encima de los demás.
Subrayar desde «los creyentes vivían todos unidos» hasta
«según la necesidad de cada uno».
Pero también repite lo de la oración comunitaria, al decirnos que
«a diario frecuentaban el templo en grupo» (46).
Y nos informa de que la fracción del pan o eucaristía la hacían
por las casas y que iba acompañada de una comida (47). Subrayar:
en las casas.
d) El resultado final de su testimonio es la fuerza misionera,
cuando nos dice que «día tras día el Señor iba agregando al grupo
a los que se iban salvando» por la aceptación de la fe (47 final).
Subrayar esta frase.
Los rasgos sociológicos que aparecen en este pasaje no son
necesarios para una comunidad cristiana; por ejemplo, el juntarse
diariamente para orar, el tener todos los bienes en común. En otras
comunidades que nos describe el NT no aparecen esos rasgos.
Pero el espíritu que hay debajo de todo esto, es válido y
necesario para toda comunidad cristiana, especialmente la ayuda
mutua real, la comunicación de los bienes incluso económicos, la
tendencia a la igualación, etc. Se sobreentiende que también debe
haber comunicación de bienes hacia el exterior. El valor evangélico
de una comunidad cristiana se mide por estos puntos.
Para orar, pensar ante Jesús en mi vida, en la conveniencia de
pertenecer a una pequeña comunidad, y en la llamada a realizar
personalmente y en grupo esas notas. Pedir grandes deseos de
realizar todo esto y tomar alguna decisión al efecto. Dar gracias por
este testimonio y otros muchos que hay actualmente, entre
religiosos y entre laicos.
¿QUÉ ES UN CRISTIANO?
¿QUIÉN ES CRISTIANO?
Cuadernos FE Y JUSTICIA 1
Ediciones EGA.. Bilbao-1987