Concilio Vaticano I
EnciCato
El Concilio Vaticano I, el vigésimo de la historia y el último concilio
ecuménico del siglo XIX, inició sus sesiones el 8 de diciembre de 1869 y las
terminó el 20 de octubre de 1870. Sesionó trescientos años después que el
Concilio de Trento.
I. INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA
A. Antes de la Convocatoria Oficial
B. Recepción de la Promulgación
C. Detalles Preparatorios
II. SESIONES DEL CONCILIO
A. Oficiales Dirigentes, Orden de los Procedimientos, Número de Miembros
B. Desde la Sesión Inaugural Hasta la Definición de la Constitución Sobre la Fe
Católica en la Tercera Sesión Pública
(1) Los Primeros Debates
(2) Los Participantes
(3) Cambio en los Procedimientos: Reducción en el Tamaño del Salón de Asambleas
(4) Conclusión de la Primera Constitución
C. El Asunto de la Infalibilidad Papal
(1) Mociones a favor y en contra de la Definición
(2) La Agitación Fuera del Concilio
(3) Los Debates en el Concilio
(4) Votación Final y la Definición
D. El Concilio desde la Cuarta Sesión Pública hasta la Prórroga
III. ACEPTACIÓN DE LOS DECRETOS DEL CONCILIO
IV. LOS RESULTADOS
I. INTRODUCCIÓN A SU HISTORIA
A. Antes de la Convocatoria Oficial
El 6 de diciembre de 1864, dos días antes de la promulgación del Syllabus, Pío
IX anunció en una sesión de la Congregación de Ritos su intención de convocar un
concilio general. Pidió a los cardenales residentes en Roma que expresaran por
escrito sus puntos de vista sobre la conveniencia de esto y para preparar una
lista de temas que en su opinión deberían ser presentados al concilio para
discusión. De los 21 reportes recibidos, sólo el del Cardenal Pertini expresó la
opinión que no había razones para celebrar un concilio ecuménico. Los otros
reportes afirmaron la necesidad relativa de tal asamblea, pero 5 consideraron
que no era el momento adecuado. Casi todos enviaron listas de preguntas que
aparentemente requerían de discusión conciliar. A principios de marzo de 1865,
el Papa nombró una comisión de 5 cardenales para discutir los temas preliminares
relacionadas con el concilio. Esta fue la importante "Congregazione speziale
direttrice per gli affari del futuro concilio generale", generalmente llamada la
comisión preparatoria directriz, o la comisión central. Se agregaron otros 4
cardenales al grupo de sus miembros y, además de un secretario, se le asignaron
8 consultores. Tuvieron muchas reuniones en el intervalo entre el 9 de marzo de
1865 y diciembre de 1869. Su primera moción fue que a los obispos de los
diferentes países también se les pidiera que enviaran sugerencias para temas de
discusión y el 27 de marzo de 1865 el papa ordenó que 35 obispos del Rito Latino
nombrados por él, expresaran sus puntos de vista bajo juramento de guardar
silencio. También a principios de 1866 nombró a varios obispos del Rito Oriental
bajo las mismas condiciones. Para entonces ya era necesario formar comisiones
para una discusión detallada de los temas a debatir en el concilio. Por esta
razón, se pidió que fueran a Roma teólogos y canonistas, tantos del clero como
legos y provenientes de varios países, para que asistieran en los trabajos.
Desde 1865 se le pidió a los nuncios que sugirieran nombres de personas idóneas
para estas comisiones preliminares. La guerra entre Austria e Italia de 1866 y
el retiro de Roma de las tropas francesas el 11 de diciembre del mismo año
crearon una interrupción no esperada de los trabajos preliminares. También esto
hizo imposible que conforme al plan original se inaugurara el concilio el 29 de
junio de 1867, o sea la fiesta del 18 centenario del martirio de los dos grandes
Apóstoles. Sin embargo, el papa aprovechó la presencia en Roma de casi 500
obispos que habían venido a participar la celebración del centenario, para hacer
el primer anuncio público del concilio en un consistorio celebrado el 26 de
junio de 1867. Los obispos jubilosamente expresaron su anuencia en un comunicado
con fecha del primero de julio. Después del regreso del ejército francés
protector el 30 de octubre de 1867, se vio factible la reanudación de los
preparativos para el evento y la celebración del concilio mismo. La comisión
preparatoria entonces debatió exhaustivamente el asunto de quiénes deberían ser
invitados a asistir al concilio. Era obvio que había que incluir a los
cardenales y a los obispos diocesanos. También se decidió que los obispos
titulares tenían el derecho de ser llamados y en cuanto a los dirigentes de las
órdenes, se debería enviar una invitación a los abades nullius, los abades
generales de congregaciones integradas por varios monasterios y finalmente, a
los generales de las órdenes religiosas. Dada la situación política del momento,
se consideró más conveniente no enviar una invitación formal a los príncipes
católicos, pero con la intención de darles el pase a ellos o a sus
representantes en cuanto lo solicitaran. Por lo tanto y con esta intención, se
promulgó la Bula de Convocación "Æterni Patris" el 29 de junio de 1869; en ella
se designó el 8 de diciembre de 1869 como la fecha para la apertura del
concilio. Los objetivos del concilio eran la corrección de errores modernos y
una revisión conforme a los tiempos de la legislación de la Iglesia. Un escrito
especial, "Arcano divinæ providentiæ", con fecha del 8 de septiembre de 1868,
invitaba a los Orientales no unidos. Un tercer escrito, "Jam vos omnes", del 13
de septiembre de 1858, notificaba a los Protestantes sobre la convocación del
concilio y los exhortaba a aprovechar la ocasión para reflexionar sobre el
regreso a la única familia de fe.
B. Recepción de la Promulgación
Si bien la Bula que convocaba al concilio fue recibida con alegría por la
mayoría del pueblo católico, creó mucho descontento en muchas partes,
especialmente en Alemania, Francia e Inglaterra. Se temía en estas naciones que
el concilio promulgaría una determinación precisa de las prerrogativas de la
primacía papal y la definición de la infalibilidad papal. El obispo Maret,
decano de la facultad de teología de Paris, se opuso a estas doctrinas en su
obra "Du concile générale et de la paix religieuse" (2 vols., Paris 1869). El
Obispo Dupanloup de Orléans publicó el documento "Observations sur la
controverse soulevée relativement à la définition de l infaillibilité au
prochain concile" (Paris, Nov., 1869). La obra de Maret fue contestada por
varios obispos franceses y por el Arzobispo Manning. El Arzobispo Dechamps de
Mechlin, Bélgica, quien había escrito un articulo a favor de la definición
llamado "L infaillibilité et le concile générale" (Paris, 1869), se vio
involucrado en una controversia con Dupanloup. En Inglaterra, un libro escrito
por el converso Le Page Renouf con el título de "The Condemnation of Pope
Honorius" (Londres, 1868), generó acaloradas discusiones en diarios y
periódicos. La publicación de Renouf fue refutada por el Padre Botalla, S.J., en
"Honorius Reconsidered with Reference to Recent Apologies" (Londres, 1869). Se
agregó nuevo combustible al fuego cuando se publicaron cartas de corresponsales
franceses en la primera edición de febrero de 1889 de "Civiltà Cattolica", las
cuales reportaban que la mayoría de los católicos franceses deseaban la
declaración de infalibilidad. En lo particular, apareció en las discusiones el
nombre de Ignaz Döllinger, director de San Cayetano y profesor de historia de la
iglesia en Munich. A partir de este evento, Döllinger se convirtió en el líder
en Alemania del movimiento hostil al concilio. Döllinger disputó apasionadamente
el Syllabus y la doctrina de infalibilidad papal en cinco artículos anónimos en
marzo de 1869 en la "Allgemeine Zeitung" de Augsburgo. Un gran número de
expertos católicos lo debatieron vigorosamente, especialmente después de que
publicó sus artículos en el libro "Der Papst und das Konzil" (Leipzig, 1869),
bajo el pseudónimo de "Janus". Entre los críticos se encontraba el profesor
Joseph Hergenröther of Würzburgo, quien como respuesta publicó "Anti-Janus" (Freiburgo,
1870). Los ánimos se caldearon a tal grado que 14 de los 22 obispos alemanes que
se reunieron en Fulda a principios de septiembre de 1869, se sintieron obligados
a llamar la atención del Santo Padre por medio de un documento especial en donde
decían que debido a la controversia reinante, no consideraban que era
conveniente definir la infalibilidad papal. Las notificaciones papales enviadas
a los Orientales cismáticos y a los Protestantes no produjeron los efectos
deseados. Los gobiernos europeos recibieron del Príncipe Hohenlohe, presidente
del ministerio Bávaro, una carta circular escrita por Döllinger con la intención
de que las diferentes Cortes se opusieran al concilio planeado; por lo pronto
estas Cortes decidieron permanecer neutrales. Solamente Rusia prohibió que sus
obispos católicos asintieran al concilio.
C. Detalles Preparatorios
Mientras tanto, continuaban celosamente en Roma los trabajos de preparación al
concilio. Además de la dirección general que había ejercido, la comisión
preparatoria tenía que preparar un exhaustivo orden de procedimientos que
rigieran los debates del concilio. Cinco comités especiales, cada uno presidido
por un cardenal y con la asistencia de un total de 88 consultores, prepararon el
plan (schemata) a ser presentado al concilio. Estos comités fueron designados
para considerar respectivamente:
· dogma;
· disciplina eclesiástica;
· órdenes;
· Iglesias y misiones Orientales;
· asuntos eclesiástico-políticos.
Con justa razón se puede dudar que haya existido otro concilio donde sus
preparativos preliminares se hubieren hecho con tanto esmero o en el que los
objetivos deseados fuesen más claramente identificados. A medida que se acercaba
la fecha de su apertura, los siguientes borradores estaban listos para
discusión:
· tres magistrales borradores dogmáticos, (a) sobre la doctrina católica en
oposición a los errores que frecuentemente surgen del Racionalismo, (b) sobre la
Iglesia de Cristo y, (c) sobre el matrimonio cristiano;
· veintiocho borradores sobre asuntos de disciplina eclesiástica. Estos tenían
que ver con obispos, sedes episcopales, los diferentes niveles de otros
seminarios clericales, la organización de estudios filosóficos y teológicos,
sermones, el catecismo, rituales, impedimentos para el matrimonio, matrimonio
civil, matrimonios mixtos, mejoras en moral cristiana, días festivos, ayunos y
abstinencias, duelos, magnetismo, espiritualismo, sociedades secretas, etc.
· dieciocho borradores o decretos con relación a órdenes religiosas;
· dos eran sobre Ritos Orientales y misiones; estos asuntos también habían sido
considerado en otros borradores o decretos.
Además, los obispos de varios países habían enviado un gran número de temas a
discutir. Por ejemplo, los obispos de las iglesias en las provincias de Quebec y
Halifax demandaban el relajamiento de los impedimentos para el matrimonio,
revisión del Breviario y sobre todo, la reforma y codificación de toda la ley
canónica. La petición del Arzobispo Spalding de Baltimore, trataba entre otras
cosas, las relaciones entre Iglesia y Estado, indiferencia religiosa, sociedades
secretas y la infalibilidad papal. La definición de este último tema fue exigida
por varios obispos. Otros deseaban una revisión del índice de libros prohibidos.
No menos de nueve peticiones acompañadas con casi 200 firmas exigían la
definición de la Asunción corporal de la Santísima Virgen. Más de 300 padres del
concilio solicitaron la elevación de San José como santo patrono de la Iglesia
Universal.
II. SESIONES DEL CONCILIO
A. Oficiales Dirigentes, Orden de los Procedimientos, Número de Miembros
El 2 de diciembre de 1869 el Papa presidió una sesión preliminar en la Capilla
Sixtina, a la cual asistieron alrededor de 500 obispos. En esta asamblea se
anunciaron los nombres de los oficiales del concilio y se dieron a conocer los
procedimientos conciliares. El concilio recibió 5 presidentes. El Cardenal
Reisach había sido designado como el oficial dirigente en jefe, mas como murió
el 22 de diciembre, el Cardenal Filippo de Angelis tomó su puesto el 3 de enero
de 1870. Los otros oficiales dirigentes fueron los Cardenales Antonio de Luca,
Andrea Bizarri, Aloisio Bilio y Annibale Capalti. El Obispo Joseph Fessler de
Sankt Pölten, Austria septentrional, fue el secretario del concilio y Monseñor
Luigi Jacobi el subsecretario. La Constitución "Multiplices inter" que anunciaba
los procedimientos conciliares tenía diez párrafos. Conforme a este documento,
las sesiones del concilio serían de dos tipos: sesiones privadas presididas por
un cardenal presidente para discutir los borradores y las mociones, y las
sesiones públicas presididas personalmente por el papa para promulgar los
decretos del concilio. Los primeros borradores de los decretos a debatir serían
los de naturaleza dogmática y disciplinaria que el papa había presentado a la
asamblea. Las propuestas hechas por los miembros del concilio serían enviadas a
una congregación de peticiones; estas peticiones o postulados serían examinados
por el comité y luego recomendados al papa para su admisión o exclusión. Si la
congregación en pleno determinaba que un borrador de una petición requería de
enmiendas, se enviaba junto con las enmiendas propuestas al subcomité respectivo
o deputatio, ya sea al de dogmas, o el de disciplina, o el de órdenes
religiosas, o el de ritos orientales. Cada uno de estos cuatro subcomités o
delegaciones consistiría de 24 personas seleccionadas de entre los miembros del
concilio y un cardenal presidente nombrado por el papa. La delegación examinaría
las enmiendas propuestas, modificaría el borrador según se considerara más
conveniente y presentaría a la congregación en general un reporte impreso de sus
trabajos, el cual sería explicado verbalmente por un miembro de la delegación.
Este procedimiento se usaría hasta que el borrador contara con la aprobación de
la mayoría.
La votación en la congregación sería por plácet, placet juxta modum (con las
enmiendas correspondientes) y sin plácet. Se debería mantener el secreto en
cuanto a las sesiones del concilio. En las sesiones públicas el voto sólo podía
ser por plácet o no plácet. Los decretos promulgados por el papa llevarían el
título "Pius Episcopus, servus servorum Dei: sacro approbante Concilio ad
perpetuam rei memoriam". El brazo norte y derecho del crucero de San Pedro fue
acondicionado como la sala de sesiones. Entre el 8 de diciembre de 1869 y el 1º
de septiembre de 1870 se celebraron ahí 4 sesiones públicas y 89 congregaciones
generales. En todo el mundo había aproximadamente 1,050 prelados con derechos a
asistir al concilio y de este número, no menos de 774 se presentaron durante las
sesiones. A la primer sesión pública asistieron 47 cardenales, 9 patriarcas, 7
primados, 117 arzobispos, 479 obispos, 5 abades nullius, 9 abades generales y 5
generales de órdenes, dando un total de 698. En la tercera sesión pública
votaron 47 cardenales, 9 patriarcas, 8 primados, 107 arzobispos, 456 obispos, 1
administrador apostólico, 20 abades y 20 generales de órdenes, o sea un total de
667. De los Estados Unidos asistieron al concilio los 7 arzobispos de ese
período, 37 de los 47 obispos y 2 vicarios apostólicos. El participante más
viejo del concilio fue el Arzobispo MacHale, de Tuam, Irlanda; el más joven, el
Obispo (ahora Cardenal) Gibbons.
B. Desde la Sesión Inaugural Hasta la Definición de la Constitución Sobre la Fe
Católica en la Tercera Sesión Pública
(1) Los Primeros Debates
Después que el Papa declaró formalmente iniciado el concilio en la primer sesión
pública el 8 de diciembre de 1869, las reuniones de la congregación general
iniciaron el 10 de diciembre. Sus sesiones generalmente se celebraron entre las
nueve de la mañana y una de la tarde. Las sesiones de la tarde se reservaron
para las sesiones de las delegaciones o subcomités. Primero, se dieron a conocer
los nombres de los miembros de la congregación de peticiones; esto fue seguido
por las elecciones a las cuatro delegaciones. El primer asunto presentado para
debate fue el borrador dogmático sobre la doctrina católica en contra de los
múltiples errores debidos al Racionalismo, "De doctrina catholica contra
multiplices errores ex rationalismo derivatos". Las discusiones de este asunto
se iniciaron en la cuarta congregación general el 28 de diciembre. Después de un
debate que duró 7 días, durante el cual 35 miembros hablaron, fue enviado por la
décima congregación general celebrada el 10 de enero de 1870 a la delegación de
asuntos de fe para su revisión. Mientras tanto, el 6 de enero se había celebrado
la segunda sesión pública. Esta fecha había sido fijada previamente el 26 de
octubre de 1869 por la comisión central para la elaboración de la profesión de
fe por parte de los miembros del concilio. Los asuntos discutidos entre las
sesiones número 10 y 29 de la congregación general (celebrada el 29 de febrero)
fueron los borradores de cuatro decretos disciplinarios relativos a obispos,
sobre sedes episcopales vacantes, sobre la moral de religiosos y sobre el
Catecismo condensado. Finalmente todos los borradores fueron enviados a la
delegación sobre disciplina para revisiones adicionales.
(2) Los Participantes
Probablemente no se había esperado tan lento avance en los trabajos. La razón de
este molesto atraso se centraría en el asunto de la infalibilidad, el cual había
creado muchos debates, aún antes del concilio. Inmediatamente después de
iniciadas las sesiones, su influencia era evidente en la elección de las
delegaciones. Dividió a los padres del concilio en lo que casi se podría llamar
dos campos hostiles; todas las decisiones y formas de actuar de cada uno de
estos grupos fueron influenciadas por su posición en cuanto a este tema. Debido
a las violentas disputas sucedidas en muchas partes el año anterior sobre el
asunto de la infalibilidad papal, la gran mayoría consideraba urgente la
necesidad de discutirlo y decidirlo en el concilio. Por otra parte, la minoría
integrada por aproximadamente la quinta parte del total, temía lo peor de esta
definición, la apostasía de muchos católicos indecisos, mayor hostilidad de
parte de los separados de la Iglesia e interferencia en los asuntos de la
Iglesia por los gobiernos de varios países. Por lo tanto, la minoría se dejó
guiar por intereses oportunistas. En cuanto al dogma mismo, sólo unos cuantos
obispos parecían tener dudas al respecto. Ambos campos buscaron la victoria para
su posición. Sin embargo, como la minoría muy pronto se vio obligada a reconocer
su incapacidad de prevalecer, luchó por prolongar las discusiones del concilio
para cuando menos atrasar y tal vez evitar lo más posible una decisión. La
mayoría de los miembros alemanes y austro húngaros del concilio estaban en
contra de la definición, así como casi la mitad de los padres norteamericanos y
alrededor de la tercera parte de los franceses. A la minoría también pertenecían
alrededor de 7 obispos italianos, 2 obispos ingleses, 2 irlandeses, 3 obispos de
Norteamérica británica y un obispo suizo, de apellido Greith. Si bien unos
cuantos obispos armenios se oponían a la definición, la mayoría de los caldeos y
los griegos melquitas estaban con la minoría. No había oposición entre los
obispos de España, Portugal, Bélgica, Holanda y América Central y del Sur. De
los Estados Unidos, los miembros más prominentes de la minoría eran los
arzobispos Kenrick de San Luis y Purcell de Cincinnati y el obispo Vérot de San
Agustín; a este grupo se les unió el arzobispo Connolly de Halifax, Nueva
Escocia. Entre los miembros prominentes de la mayoría estaban el Arzobispo
Spalding de Baltimore, los obispos Williams de Boston, Wood de Filadelfia y
Conroy de Albany.
Entre los miembros destacados del concilio se encontraban otros miembros
destacados de otros países. Francia: en la minoría, el arzobispo Darboy de
París, Ginoulhiac de Lyons, los obispos Dupanloup de Orléans y David de Saint-Brieuc;
entre la mayoría, el Arzobispo Guibert deTours, los obispos Pie de Poitiers,
Freppel de Angers, Plantier de Nîmes, Raess de Estrasburgo. Alemania: en la
minoría, los obispos Hefele de Rottenburgo, Ketteler de Mainz, Dinkel de
Augsburgo; en la mayoría, los obispos Martin de Paderborn, Senestréy de Ratisbon,
Stahl de Würzburgo. Austria Hungría: en la minoría, los arzobispos Cardinal
Rauscher de Viena, Cardinal Schwarzenberg de Praga, Haynald de Kalocsa, y el
Obispo Strossmayer de Diakovar; en la mayoría, los obispos Gasser de Brixen,
Fessler de Sankt Pölten, Riccabona de Trent, Zwerger de Seckau. Italia: en la
minoría, Arzobispo Nazari di Calabiana de Milán, los obispos Moreno de Ivrea,
Losanna de Biella; en la mayoría, Valerga, Patriarca Latino de Jerusalén, los
obispos Gastaldi de Saluzzo, Gandolfi de Loreto. Inglaterra: en la minoría,
Obispo Clifford de Clifton; en la mayoría, Arzobispo Manning de Westminster.
Irlanda: minoría, Arzobispo MacHale de Tuam; en la mayoría, arzobispos Cullen de
Dublín y Leahy de Cashel. Del Oriente: en la minoría, Jussef, Patriarca griego
melquita de Antioquía; en la mayoría, Hassun, Patriarca de los armenios. Suiza:
en la minoría, Obispo Greith de St-Gall; en la mayoría, Obispo Mermillod de
Ginebra. Entre los promotores destacados de la definición provenientes de países
que no enviaron miembros de la minoría se contaba al Arzobispo Dechamps de
Mechlin, Bélgica y el Obispo Payá y Rico de Cuenca, España.
(3) Cambio en los Procedimientos: Reducción en el Tamaño del Salón de Asambleas
Se le enviaron al papa varios comunicados informales solicitándole nuevas reglas
de debate para poder incrementar lo avances en las deliberaciones del concilio.
Consecuentemente, los procedimientos conciliares fueron definidos con mayor
claridad por el decreto "Apostolicis litteris", publicado el 20 de febrero
de1870. Conforme a este decreto, cualquier miembro del concilio que deseara
presentar una objeción al borrador bajo discusión, tenía que enviar sus
enmiendas propuestas por escrito, para que estas pudiesen ser evaluadas
detalladamente por la delegación respectiva. Una vez en la congregación general,
la discusión de todo un borrador siempre debería preceder la discusión de las
partes individuales del borrador de un decreto. Los miembros de una delegación
recibieron el derecho de hablar para explicar o corregir cuando no estuviesen en
la lista de oradores. Los oradores que se alejaran del tema bajo discusión se
les pediría que volviesen al tema. Si un tema había sido debatido
suficientemente, el presidente, ante la moción de al menos diez miembros del
concilio, podía preguntar si el concilio deseaba continuar el debate o no y
luego cerrar el debate ante el deseo de la mayoría. Si bien estas reglas fueron
de utilidad, la minoría no estaba satisfecha con ellas, especialmente porque
anticipaban una reducción posible de los debates. Por esto expresaron su
insatisfacción en varias peticiones que, sin embargo, no tuvieron éxito. Por
otra parte, se hizo todo lo posible para remediar otra queja relativa a la mala
acústica en el salón del concilio. Entre el 22 de febrero y el 18 de marzo, o
sea entre las sesiones 29 y 30 de la congregación general, se redujo el tamaño
del salón conciliar usado para las congregaciones generales en mas o menos la
tercera parte para que los padres, ahora sentados más cerca uno del otro,
pudieran escuchar mejor a los oradores. El salón se restableció a su tamaño
original para cada una de las sesiones públicas.
(4) Conclusión de la Primera Constitución
La delegación sobre la Fe aprovechó la interrupción para revisar el borrador del
decreto "De doctrina catholica" conforme a los deseos de la congregación
general. El primero de marzo, el Obispo Martín de Paderborn presentó a la
delegación la primera parte de la revisión, el trabajo del Padre José Kleutgen,
S.J. Este consistía de una introducción y de cuatro capítulos con sus
respectivos cánones. Después de una exhaustiva discusión en la delegación, el 14
de marzo estaba lista para ser distribuida a los padres del concilio como la "Constitutio
de fide catholica". La delegación también le agregó un reporte escrito. El
Arzobispo Simor de Gran hizo una presentación oral del reporte durante la sesión
número 30 de la congregación general. El debate empezó el mismo día y fue
terminado después de 17 sesiones el 19 de abril, durante la congregación general
número 46. Se presentaron y se discutieron más de 300 propuestas de enmienda. A
pesar de que ambos campos presentaron muchas objeciones, las nuevas reglas de
procedimiento permitieron que los debates procedieran con agilidad. El único
incidente de consecuencia fue el apasionado discurso hecho por el Obispo
Strossmayer de Diakovár el 22 de marzo, durante la congregación general número
31; este causó una ola de indignación entre la mayoría, la cual finalmente
obligó al orador a que dejara la tribuna. El 24 de octubre, la primer
Constitución, "De fide catholica", fue adoptada unánimemente por los 667 padres
presentes en la tercera sesión pública y fue formalmente confirmada y promulgada
por el papa.
C. El Asunto de la Infalibilidad Papal
(1) Mociones a favor y en contra de la Definición
Los que se oponían a la infalibilidad, constantemente decían que el papa había
convocado el concilio del Vaticano con la única intención de proclamar la
infalibilidad papal y todo lo demás era sólo una excusa para guardar las
apariencias. Esta aseveración contradice la realidad. Ni uno solo de los
numerosos borradores elaborados por la comisión preparatoria trató sobre la
infalibilidad papal. Sólo 2 de las 21 opiniones enviadas por los cardenales
romanos la mencionaban. Es cierto que la gran mayoría de las notas informales
episcopales recomendaban esta definición, pero estas no fueron tomadas en cuenta
en los preparativos del concilio. Cuando fuera del concilio el debate sobre la
infalibilidad papal se hizo más violento, varios grupos de miembros del concilio
empezaron a urgir la discusión conciliar del tema de la infalibilidad. La
primera moción para la definición fue hecha en Navidad 1869, por el Arzobispo
Dechamps de Mechlin. Él fue apoyado por todos los otros obispos belgas, los
cuales presentaron una opinión formal de la Universidad de Louvain, la cual
culminaba en una petición a favor de la definición. La petición formal a favor
de la definición fue distribuida por primera vez entre los padres del concilio
el día de Año Nuevo, 1870. También aparecieron varias peticiones de otros grupos
menores y muy pronto las peticiones recibieron un total de 500 firmas, a pesar
de que un buen número de los amigos de la definición no se contaban entre el
número de subscriptores. La minoría diseminó cinco notas informales en contra y
estas finalmente obtuvieron 136 nombres. Ante esto, a principios de febrero la
congregación de peticiones solicitó unánimemente al papa, con la excepción del
Cardenal Rauscher, que considerara la petición para su definición. Pío IX
también estaba a favor de la definición. Por esto, el 6 de marzo se le agregó un
nuevo capítulo 12 llamado "Romanum Pontificem in rebus fidei et morum
definiendis errare non posse" (El Potífice Romano no puede errar al definir
asuntos de fe y moral) al borrador del decreto sobre la Iglesia de Cristo, el
cual había sido distribuido a los padres el 21 de enero. Con esto, este tema
volvió de nuevo al concilio.
(2) La Agitación Fuera del Concilio
La petición pro la infalibilidad causó de nuevo fuera del concilio una lluvia de
folletos y un sinnúmero de artículos en los diarios y periódicos. Alrededor de
este tiempo, el orador francés Gratry y el Arzobispo Dechamps de Mechlin se
debatieron en folletos controversiales. En una carta publicada el 27 de febrero
de 1870 por el Conde Montalembert, en la que hablaba de un ídolo que había sido
erigido en el Vaticano, atrajo mucho la atención. En Inglaterra, en una carta
escrita en marzo de 1870 a su obispo Ullathorne de Birmingham, Newman expresó
con ansiedad sus temores acerca de los malos resultados de la declaración de
infalibilidad. El oponente más acerbo fue el Profesor Döllinger de Bavaria. En
su "Römische Briefe vom Konzil", publicado en el "Allgemeine Zeitung" y
publicado de nuevo en forma de libro (Munich, 1870) bajo el pseudónimo de "Quirinus",
usó información enviada a él desde Roma por sus discípulos Johann Friedrich y
Lord Acton. En estas cartas hizo todo lo posible para cambiar la opinión pública
en contra del concilio, distorsionando y dudando hechos ciertos, recurriendo a
la burla y ridiculizando los hechos. En un artículo publicado el 19 de enero de
1870, atacó tan severamente el recientemente dado a conocer tema de la
infalibilidad, que incluso el Obispo Ketteler de Mainz, un antiguo discípulo de
Döllinger y miembro de la minoría, protestó públicamente en contra de este
artículo. Los gobiernos de los diferentes países también tomaron cartas en el
asunto de la infalibilidad. En canto el borrador original del decreto "De
ecclesia" junto con sus cánones fue publicado en el "Allgemeine Zeitung", el
Conde von Beust, Canciller de Austria, envió a Roma una protesta en su contra el
10 de febrero de 1870, la cual decía que el gobierno de Austria prohibiría y
castigaría la publicación de todos los decretos que fueran contrarios a las
leyes del estado. Daru, ministro de relaciones exteriores francés, también envió
una amenazante nota el 20 de febrero. En ella demandaba la admisión al concilio
de un enviado y notificó a los otros gobiernos de su decisiones sobre Roma.
Austria, Bavaria, Inglaterra, España y Portugal expresaron su conformidad con la
nota. Bismarck, el presidente del ministerio Prusiano, no cambió su actitud de
reserva, a pesar de las peticiones de von Arnim, su embajador en Roma. El 18 de
abril el Conde Daru, líder de la oposición, se retiró de su puesto en el
ministerio. Ollivier, presidente del ministerio francés, se hizo cargo de las
relaciones exteriores y decidió dejar en paz al concilio.
(3) Los Debates en el Concilio
Mientras tanto, los obispos de la minoría en el concilio habían tratado
constantemente de congelar el asunto y especialmente de influenciar al respecto
al Cardenal Bilio, el presidente de la delegación sobre fe. Si los miembros de
la mayoría no hubieran urgido el cumplimiento con la misma perseverancia, la
infalibilidad papal nunca hubiera llegado a la fase de debate. Finalmente el 29
de abril, durante la congregación general número 49, el presidente interrumpió
el segundo debate sobre el Catecismo condensado con el anuncio de que cuanto
antes posible los padres deberían recibir para su revisión el borrador de la
Constitución "De Romano Pontifice", la cual contendría el dogma de la primacía y
de la infalibilidad del papa. Por esta razón, la delegación sobre la fe había
modificado los capítulos 11 y 12 del borrador anterior de la Constitución "De
ecclesia". El 9 de mayo fue distribuido entre los padres en forma impresa como
la "Constitutio prima de ecclesia", consistiendo de 4 capítulos y 3 cánones. El
debate general sobre el borrador duró todo un mes (del 13 de mayo al 13 de
junio), abarcando 14 congregaciones generales y en las cuales se hicieron 64
discursos, la mayoría de ellos muy largos. Los siguientes debates especiales
sobre cada uno de los capítulos y cánones duraron más de 1 mes. No menos de 100
oradores tomaron parte en las discusiones, las cuales duraron del 6 de junio al
13 de julio, requiriendo de 22 congregaciones. La mayoría de los discursos se
concentraron en el cuarto capítulo, el cual trataba sobre la infalibilidad
papal. Los oradores más prominentes de la minoría fueron, franceses: Darboy,
Ginoulhiac, Maret; alemanes: Hefele, Ketteler, Dinkel; austriacos: Raucher,
Schwarzenberg, Strossmayer; Estados Unidos y Canadá; Vérot y Connolly. El
Arzobispo Kenrick de San Luis, quien perdió su oportunidad de hablar al cierre
del debate general, publicó en forma de folleto su "Concio in concilio habenda,
at non habita". Por otra parte, el discurso conciliar publicado bajo el nombre
del Obispo Strossmayer, fue un fraude perpetrado por un monje agustino apóstata
de México llamado José Agostino de Escudero, quien se encontraba entonces en
Italia (cf. Granderath- Kirch III, 189). La mayoría fueron representados
principalmente por los miembros conciliares franceses, Pie y Freppel; el miembro
belga, Dechamps; el miembro inglés, Manning; el irlandés, Cullen; los miembros
italianos, Gastaldi yValerga; el miembro español, Paya y Rico; el austriaco,
Gasser; los miembros alemanes, Martin y Senestrey; el miembro americano,
Spalding. Varios miembros de la minoría, tal como Kenrick, Bauseher, Hefele,
Schwarzenberg, y Ketteler, discutieron el tema de la infalibilidad por medio de
folletos publicados por cada uno de ellos, hechos a los que la mayoría respondió
rápidamente. La más importante de estas respuestas fue "Animadversiones of the
conciliar theologian", W. Wilmers, S.J., en la que los escritos de los últimos
cuatro antagonistas mencionados anteriormente fueron refutados detalladamente.
En ningún parlamento se ha discutido de manera tan intensa un tema importante
como se discutió el tema de la infalibilidad papal en el Concilio Vaticano;
durante dos meses se discutieron una y otra vez todas las razones a favor y en
contra, de tal forma que sólo lo que ya se había dicho frecuentemente quedaba
por repetirse. Consecuentemente, durante la congregación ordinaria 82 celebrada
el 4 de julio, la mayoría de los que todavía tenían el privilegio de hablar,
tanto de la mayoría como de la minoría, renunciaron a este privilegio y el
cardinal presidente pudo, entre el aplauso general, dar por terminado el debate.
(4) Votación Final y la Definición
Las deliberaciones de las congregaciones generales números 83, 84 y 85 se
ocuparon en su mayoría con los reportes de las delegaciones sobre fe, relativas
a los últimos dos capítulos. El reporte del Príncipe Obispo Gasser sobre el
cuarto capítulo fue excepcional. Durante la congregación general número 85
celebrada el 13 de julio se hizo una votación general de todo el borrador. Se
encontraban presentes 601 padres, de los cuales 451 votaron placet, 62 votaron
placet juxta modum (afirmativo condicionado) y 88 non placet. De los obispos
estadounidenses, sólo 7 votaron non placet, siendo estos Kenrick, Vérot, Domenec,
Fitzgerald, MacQuaid, MacCloskey, y Mrac. El Obispo Fitzgerald de nuevo votó non
placet en la cuarta sesión pública, mientas que en esta ocasión el Obispo
Doménech votó placet; los otros cinco no asistieron a esta sesión. En la
congregación general número 86, los padres condenaron, por moción del
presidente, dos folletos anónimos que calumniaban crudamente al concilio. Uno,
"Ce qui se passe au Concile", culminaba con la afirmación de que no existía la
libertad de discusión en el concilio. El otro, "La dernière heure du Concile",
repetía todas las acusaciones que los enemigos del concilio le habían lanzado e
invitaba a los obispos de la minoría a que de manera firme y valerosa votaran
non placet en la sesión pública. Debido a la guerra que amenazaba declararse
entre Alemania y Francia, habían regresado a casa cierto número de padres de
ambos grupos. Un poco antes de la cuarta sesión pública, un gran número de
obispos de la minoría salió de Roma con el permiso de los oficiales directivos
del concilio. No se oponían al dogma de la infalibilidad papal, sino que
consideraban que su definición era inoportuna. El lunes 18 de julio de 1870, el
día anterior al inicio de la guerra franco alemana, se reunieron en San Pedro
435 padres del concilio bajo la presidencia del Papa Pío IX. Se hizo la última
votación, en la que 433 padres votaron placet y sólo dos, el Obispo Aloisio
Riccio de Cajazzo, Italia y el Obispo Edward Fitzgerald de Little Rock,
Arkansas, votaron non placet. Durante el evento se desató sobre el Vaticano una
tormenta y entre truenos y relámpagos el papa promulgó el nuevo dogma, tal como
un Moisés promulgando la ley en el Monte Sinaí.
D. El Concilio desde la Cuarta Sesión Pública hasta la Prórroga
Al cierre de la congregación general número 85, se leyó un "Monitum" que
anunciaba que el concilio continuaría sin interrupciones después de la cuarta
sesión pública. Sin embargo, los miembros recibieron un permiso general para
salir de Roma durante varios meses. Lo único que tenían que hacer era avisarle
en forma escrita al secretario sobre su fecha de salida. Todos deberían estar de
regreso para el 11 de noviembre, el día de San Martín. Fueron tantos los padres
que salieron de Roma que sólo quedaron en la ciudad un poco mas de 100 y es
natural que estos no podían abordar ningún tema nuevo. Por lo tanto, el borrador
del decreto sobre sedes episcopales vacantes que ya había sido enmendado por la
delegación de disciplina, fue de nuevo presentado para su debate en tres
congregaciones generales adicionales. La número 89, la cual resultó ser la
última, se celebró el primero de septiembre. El 8 de septiembre, las tropas
piamontesas invadieron los estados vaticanos en varios puntos; un poco antes de
las 8 de la mañana del 20 de septiembre, el enemigo entró a Roma por la Porta
Pia. El papa se vio prisionero en el Vaticano. Esperó un mes mas y el 20 de
octubre promulgó la Bula "Postquam Dei munere", la cual prorrogaba el concilio
indefinidamente. Este fue el día siguiente al que se promulgó el decreto
piamontés que organizaba el Patrimonio de Pedro como una provincia romana. Una
carta emitida el 22 de octubre por el ministro italiano Visconti Venosta, en el
que garantizaba al concilio su libertad de asamblea fue naturalmente recibida
con incredulidad. En este mismo día el Arzobispo Spalding envió una
extraordinaria carta desde Londres al Cardenal Barnabo, Prefecto de la
Propaganda en Roma. En esta carta hizo la propuesta, la cual contó con la
aprobación del Cardenal Cullen, el Arzobispo Manning y el Arzobispo Dechamps
para reanudar el concilio en la ciudad belga de Mechlin, y presentaba diez
razones por las que esta ciudad parecía apropiada para tales sesiones.
Desafortunadamente, las condiciones reinantes eran tales que no era el momento
para pensar en reanudar el concilio, aún en el lugar más idóneo.
III. ACEPTACIÓN DE LOS DECRETOS DEL CONCILIO
Una vez que el concilió tomó su decisión, naturalmente que todos vieron con
interés a los miembros de la minoría que habían mantenido hasta el último
momento su oposición a la definición de infalibilidad. Reconocerían ellos los
decretos del concilio o, como enemigos del concilio persistirían en su
oposición? Lo cierto es que ninguno de ellos fue desleal a su sagrada
obligación. Mientras duraron las discusiones, ellos expresaron sus puntos de
vista libremente y sin interferencia y buscaron que se aceptaran. Después de la
decisión, todos sin excepción la aceptaron. Los dos obispos que el 18 de julio
habían votado non placet, en la misma sesión se dirigieron al trono papal y
reconocieron su aceptación de la verdad recién definida. El obispo de Little
Rock dijo sencillamente y con gran elocuencia, "Santo Padre, ahora creo". No es
posible en este lugar mencionar la aceptación de cada miembro de la minoría. De
especial interés aquí es lo concerniente a los miembros de Norteamérica, donde
el Vérot de San Agustín expresó su adhesión al dogma estando todavía en Roma,
por medio de una carta escrita al secretario del concilio el 25 de julio. El
Obispo Mrac de Sault-Saint-Marie envió su declaración de adhesión no después de
enero de 1872. Un año después, el Obispo Domenec de Pittsburgh hizo lo mismo. Si
es que no lo hizo antes, en 1875 el Obispo MacQuaid de Rochester anunció su
adherencia al dogma conforme a su publicación formal y pública. Cuando el
Arzobispo Kenrick de San Luis regresó a su diócesis el 30 de diciembre de 1870 y
en la recepción que se le hizo dio un discurso en el que primero explicó las
razones en las que basó su posición mientras la cuestión estuvo abierta a
discusión, mas una vez cerrada con la declaración que el concilio había tomado,
él se había sometido incondicionalmente a este decreto. Algo similar a esto lo
expresó en una carta dirigida al prefecto de la Propaganda el 13 de enero de
1871. Cuando Lord Acton cuestionó la sumisión del arzobispo, este último
respondió por medio de una larga carta fechada el 29 de marzo de 1871, la cual
tal vez revela cierta desilusión, mas a la vez confirma claramente su creencia
en la infalibilidad del papa. De la misma manera, los destacados miembros
franceses e ingleses que fuera del concilio habían expresado opiniones
contrarias a la promulgación de la infalibilidad, tal como Gratry, Newman,
Montalembert, y finalmente como también parece que fue Acton, se sometieron una
vez tomada la decisión. Por otra parte, un número de seguidores del Profesor
Döllinger en Alemania, apostataron contra la Iglesia y formaron la secta de
Antiguos Católicos. Döllinger también apostató, mas sin asociarse con cualquier
otra denominación. En Suiza, los enemigos del concilio se unieron en una secta
llamada Católicos Cristianos. Fuera de estos, los católicos de todo el mundo,
tanto religiosos como laicos, aceptaron la decisión del concilio con gran júbilo
y buena disposición. Al término de la Guerra franco alemana, el gobierno alemán
usó el dogma de infalibilidad como excusa para lo que se conoce como Kulturkampf.
Sin embargo, los obispos y sacerdotes estaban listos para soportar pérdida de
propiedades, cárcel y exilio, en vez de ser desleales a cualquier parte de sus
obligaciones eclesiásticas. El gobierno austriaco aprovechó la oportunidad
presentada por la definición para librarse de obligaciones incómodas y declaró
que como había cambiado la contraparte, anulaba el Concordato con la sede
romana. Con la excepción de unos cuantos cantones en Suiza, la promulgación de
la decisión del concilio no se enfrentó con problemas reales en parte alguna.
IV. LOS RESULTADOS
En comparación con los enormes trabajos preparativos para el concilio y con la
enorme cantidad de material que se le presentó para discusión en los múltiples
borradores y propuestas, se puede decir que sus frutos inmediatos fueron pocos.
Mas el concilio apenas empezaba sus trabajos cuando el rompimiento de la guerra
causó su clausura repentina. Como también es cierto y sabido, ciertas razones
dentro del concilio impidieron que se vieron mayores resultados de sus sesiones.
Por esto, al final sólo se pudieron promulgar dos constituciones relativamente
cortas. Sin embargo, si se estudia el contenido de estas dos constituciones, su
enorme importancia es indudable. Es sorprendente la forma en que sus contenidos
cumplen con las necesidades de los tiempos.
A. La Constitución Dogmática sobre la Fe Católica defiende los principios
fundamentales del Cristianismo contra los errores del Racionalismo, Materialismo
y Ateismo modernos. En el primer capítulo sostiene la doctrina de la existencia
de un Dios personal, quien por Su propia libre decisión y para revelar Su
perfección, ha creado todo de la nada, El que prevee todo, incluyendo los actos
libres futuros de las criaturas racionales y quien por medio de Su Providencia
guía todas las cosas a su fin deseado. El segundo capítulo trata sobre el
conocimiento natural y sobrenatural de Dios. Luego declara que Dios, el
principio y fin de todas las cosas, también puede ser conocido con certeza por
la luz natural de la razón. Luego trata sobre lo real y lo necesario de una
revelación sobrenatural, de las dos fuentes de la revelación, las Escrituras y
la Tradición, de la inspiración e interpretación de las Sagradas Escrituras. El
tercer capítulo trata sobre la virtud sobrenatural de la fe, su razonable
naturaleza sobrenatural y necesidad, la posibilidad y realidad de los milagros
como confirmación de la revelación divina; y finalmente, la fundación por
Jesucristo de la Iglesia Católica como guardián y heraldo de la verdad revelada.
El cuarto capítulo contiene la doctrina, tan importante hoy en día, sobre la
conexión entre fe y razón. Los misterios de fe no pueden ser plenamente
entendidos por medio del razonamiento natural, pero la verdad revelada nunca
puede contradecir los resultados positivos de la investigación de la razón. Por
otra parte, es falsa toda afirmación que contradice la verdad de la fe
iluminada. La fe y el conocimiento verdadero no son oponentes hostiles sino que
se apoyan mutuamente de muchas formas. Sin embargo, la fe no es lo mismo que un
sistema filosófico de enseñaza que se ha ideado y luego entregado a la mente
humana para su desarrollo adicional, sino que ha sido confiada a la Iglesia como
depósito divino para protección e interpretación infalible. Por lo tanto, cuando
la Iglesia explica el significado de un dogma, esta interpretación debe ser
mantenida en todo tiempo futuro y nunca se debe desviar de ella bajo pretexto de
una investigación más profunda. Al término de la Constitución, se rechazan en 18
cánones las herejías contrarias.
B. La otra Constitución es de igual, si no es que de mayor importancia; es la
primera que trata sobre la Iglesia de Cristo, o como también se le llama por
referencia a su contenido, sobre el Papa de Roma. La introducción a la
Constitución dice que la primacía del pontífice romano, en quien descansa la
unidad, fuerza y estabilidad de toda la Iglesia, siempre y especialmente ahora,
ha sido el objeto de violentos ataques de los enemigos de la Iglesia. Por esto
la doctrina de su origen, permanencia continua y naturaleza debe ser claramente
definida y establecida, mas sobre todo por los errores en su contra.
Consecuentemente, el primer capítulo trata sobre la residencia de la primacía
apostólica en los papas de Roma. Cada capítulo termina con un canon en contra de
la opinión dogmática opuesta. Los dos últimos capítulos son la parte más
importante de la Constitución. En el tercer capítulo se describe claramente el
significado y naturaleza de la primacía. La primacía del papa romano no es
simple precedente ni cargo honorífico. Por el contrario, el papa posee la
primacía del poder regularmente constituido sobre todas las otras Iglesias y el
poder episcopal de jurisdicción que es real y directo, respecto al cual los
clérigos y laicos de todo rito y rango están obligados a una real obediencia.
Por lo tanto, el poder inmediato de jurisdicción de cada obispo en su diócesis
no se ve limitado por la primacía, sino que reforzado y defendido. En virtud de
su primacía, el papa cuenta con el derecho de tener relaciones directas y libres
con el clero y laicos de toda la Iglesia. A nadie se le permite interferir con
este proceso. Es falso y debe ser rechazado decir que los decretos promulgados
por el papa para el gobierno de la Iglesia no son válidos a menos que sean
confirmados por el placet del poder seglar. El papa es también el juez supremo
de todos los fieles y a cuya decisión se pueden apelar todos los asuntos que son
tratados por la Iglesia. Por otra parte, la decisión suprema del pontífice es
inapelable, incluyendo a un concilio ecuménico. Consecuentemente, el canon anexo
al tercer capítulo dice: "Así, pues, si alguno dijere que el Romano Pontífice
tiene tan sólo un oficio de supervisión o dirección, y no la plena y suprema
potestad de jurisdicción sobre toda la Iglesia, y esto no sólo en materia de fe
y costumbres, sino también en lo concerniente a la disciplina y gobierno de la
Iglesia dispersa por todo el mundo; o que tiene sólo las principales partes,
pero no toda la plenitud de esta suprema potestad; o que esta potestad suya no
es ordinaria e inmediata tanto sobre todas y cada una de las Iglesias como sobre
todos y cada uno de los pastores y fieles: sea anatema".
Finalmente, el cuarto capítulo contiene la definición de la infalibilidad papal.
Primero se repiten y confirman todos los decretos correspondientes del Cuarto
Concilio de Constantinopla, 680 (sexto ecuménico), del Segundo Concilio de Lyons,
1274 (catorce ecuménico) y del Concilio de Florencia, 1439 (diecisiete
ecuménico). Además se enfatiza que los papas siempre, concientes de su
infalibilidad en asuntos de fe y moral para la preservación de la pureza de la
tradición apostólica, han actuado como la corte de última instancia y así se les
ha solicitado. Luego sigue el principio importante que a los sucesores de San
Pedro les ha sido prometido el Espíritu Santo, no para promulgar nuevas
doctrinas, sino sólo para preservar e interpretar la Revelación entregada a los
apóstoles. La Constitución termina con estas palabras: "Por esto, adhiriéndonos
fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria
de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del
pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos
como dogma divinamente revelado que: El Romano Pontífice, cuando habla ex
cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de
todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una
doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia,
posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro,
aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia
en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas
definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento
de la Iglesia, irreformables".
Lo incluido anteriormente es esencialmente el contenido de las dos
Constituciones del Concilio Vaticano. Su importancia puede ser brevemente
descrita de esta forma: para contrarrestar el Racionalismo y Subjetivismo de la
época, la primera constitución da una expresión clara y con autoridad de los
principios fundamentales del entendimiento natural y sobrenatural de la fe
correcta y verdadera, sus posibilidades, necesidad, sus fuentes y sus relaciones
mutuas. Por esto, ofrece a toda persona con intenciones honestas una guía y una
base sólida, ambas necesarias para resolver la gran cuestión de la vida y en
todas las investigaciones del conocimiento. La segunda constitución resuelve
finalmente una pregunta que había mantenido perturbadas las mentes de los
hombres desde los tiempos del Gran Cisma y del Concilio de Constanza y
particularmente desde la aparición de los cuatro artículos galicanos de 1682, el
asunto de la relación entre el papa y la Iglesia. Conforme a la decisión
dogmática del Concilio Vaticano, el papado fundado por Cristo es la corona y
centro de toda la constitución de la Iglesia Católica. El papado contiene en sí
mismo la plenitud del poder de administración y enseñanza concedido por Cristo a
Su Iglesia. Esto destruyen para siempre el individualismo eclesiástico y la
teoría de las Iglesias nacionales. Por otra parte, es extravagante e injusto
decir que con la definición de la primacía de jurisdicción y de la infalibilidad
del Papa, los concilios ecuménicos han perdido su importancia fundamental. Los
concilios ecuménicos nunca han sido absolutamente necesarios. Aun antes del
Concilio Vaticano, sus decretos adquirían autoridad únicamente a través de la
aprobación del Papa. El paso del tiempo hace evidente La creciente dificultad
para convocarlos, como es el caso del intervalo de 300 años entre los concilios
ecuménicos 19 y 20. Por lo tanto, las definiciones del último concilio han
traído un alivio tan deseado y la certeza legal buscada. Sin embargo y fuera de
esto, la jerarquía en unión con el Papa en un concilio general es ahora, al
igual que antes, la representación más completa de la Iglesia Católica.
Finalmente, en cuanto a los borradores y propuestas que quedaron sin ser
resueltos por el Concilio Vaticano, algunos de estos fueron revividos y
resueltos por Pío IX y sus dos sucesores. Citamos algunos de estos: Pío IX
nombró a San José el santo patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de
1870, o sea el mismo año del concilio. Los problemas morales y religiosos que
iban a ser presentados al concilio para su discusión, son tratados en las
encíclicas de León XIII sobre el origen del poder civil (1881), sobre la
masonería (1884), sobre la libertad humana (1888), sobre el matrimonio cristiano
(1880), etc. Además en 1900 León XIII publicó nuevos reglamentos relativos al
índice de libros prohibidos. Desde el inicio de su administración, parece que
Pío X había tenido en mente incluir en sus trabajos legislativos la conclusión
de los grandes objetivos dejados pendientes por el Concilio Vaticano. Las
pruebas más evidentes de esto son: la reforma de los seminarios diocesanos en
Italia, la reglamentación de los estudios filosóficos y teológicos de los
candidatos al sacerdocio, la introducción de un catecismo para la provincia
romana de la Iglesia, las leyes relativas al tipo de rito para el desposorio y
matrimonio, la revisión de las oraciones del Breviario y sobre todo, la
codificación de toda la ley canónica moderna.
(1) Archivos del Concilio Vaticano: Todos los documentos oficiales relativos a
los preparativos del Concilio Vaticano, sus deliberaciones y la aprobación de
sus decretos han sido conservados en el Palacio Vaticano, en dos salones
dedicados exclusivamente a esto. Los discursos presentados en la congregación
general existen en notas taquigráficas y manuscritas; además, Pío IX hizo los
arreglos para que fueran impresos y los primeros cuatro volúmenes fueron
publicados por la Prensa Vaticana en 1875-8; el quinto y último volumen se
publicó en 1884. En los archivos hay alrededor de diez copias de cada volumen.
(2) Colecciones de Documentos Oficiales: CECCONI, Storia del Concilio ecumenico
Vaticano scritta sui documenti originali. Antecedenti, I (Roma, 1873), II, en
III pts. (Roma, 1879); FRIEDRICH, Documenta ad illustrandum Concilium Vaticanum
(II pts., Nördlingen, i871). FRIEDBERG, Sammlung der Aktenstücke zum ersten
vatikanischen Konzil mit einem Grundriss der Geschichte desselben (Tübingen,
1872); MARTIN, Omnium Concilii Vaticani quae ad doctrinam et disciplinam
pertinent documentorum collectio (Paderborn, 1873); la colección más completa es
el Acta et decreta sacrosancti oecumenici Concilii Vaticani, ed. SCHNEEMAN Y
GRANDERATH (Freiburgo, 1892); esta colección está en la Collectio Lacensis vol
VII. Los decretos del concilio frecuentemente han sido publicados bajo el título
de En Roma por la Propaganda, en Freiburgo Y Ratisbon.
(3) Relatos Históricos: (a) Católicos: por el secretario del concilio, FESSLER,
Das vatikanische Concilium, dessen äusere Bedeutung und innere Verlauf (Vienna,
1871); MANNING, The True Story of the Vatican Council (London, 1877); OLLIVIER.
L'église et l'état au concile du Vatican (2 vols., Paris, 1879); GRANDERATH AND
KIRCH, Geschichte des vatikanischen Konzils von seiner ersten Ankündigung bis zu
seiner Vertagung, nach den authentischen Dokumenten (3 vols., Freiburgo, 1903 y
1906); FROND, Actes et histoire du concile oecuménique de Rome (8 vols., Paris,
1869), muchas ilustraciones; GRANDERATH in WETZER AND WELTE, Kirchenlexikon, s.
v. Vatican. Concil. (b) No católicas: FRIEDRICH, Tagebuch während des
vatikanischen Konzils geführt (2a ed., Nördlingen, 1873); IDEM, Geschichte des
vatikanischen Konzils (3 vols., Bonn, 1877 87); MOZLEY, Letters from Rome on the
Occasion of the Ecumenical Council 1869-1870 (2 vols., Londres, 1891); MIRBT en
Realencyklopädie für protest. Theol., s. v. Vatican. Concil. Además, consultar
las biografías de los miembros más distinguidos del concilio. En la narración
del artículo se mencionan los trabajos y folletos más importantes.
(4) Explicaciones de los Decretos del Concilio: GRANDERATH, Constitutiones
dogmaticoe s. oecumen. Concilii Vaticani, explicat (Freiburg. 1892); VACANT,
Etudes théologiques sur les constitutions du concile du Vatican (2 vols., Paris,
1895).
K. KIRCH
Transcrito por Douglas J. Potter
Traducido por Manuel Pérez
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús