Don
de Milagros
EnciCato
El Don de milagros es uno de aquellos mencionados por San Pablo en su Primera
Carta a los Corintios (xii, 9,10) entre las gracias extraordinarias del Espíritu
Santo. Estas, deben distinguirse de los siete dones del Espíritu Santo
enumerados por el profeta Isaías (xi, 2 y sg) y de los frutos del Espíritu dados
por San Pablo en su Epístola a los Gálatas (v,22). Los siete dones y los doce
frutos del Espíritu Santo son siempre infusos por la gracia santificante en las
almas de los justos. Pertenecen a la santidad ordinaria y están al alcance de
todo Cristiano. Los dones mencionados en la Espístola a los Corintios no están
necesariamente contactados con la santidad de vida. Son poderes especiales y
extrarodinarios otorgados por Dios a sólo algunos y principalmente para el bien
espiritual de otros y no para el recipiente. En Grecia, eran llamadas carismas,
cuyo nombre fué adoptado por los autores Latinos – también son designados en el
lenguaje técnico teológico como gratia gratis datae (gracia gratuitamente dada)
para distinguirlos de la gratiae gratum facientes, que significa gracia
santificante o cualquier otra gracia dada para la salvación del recipiente.
El don de milagros, como uno de éstos carismas, fué expresamente prometido por
Cristo a Sus discípulos (Juan, xiv,12-Marcos, xvi, 17,18) y San Pablo lo
menciona como permanente en la Iglesia. “A otros (es dada) la gracia de sanación...a
otros, el hacer milagros” (I Cor., xii, 9,10) Cristo imparte este don a
servidores escogidos como El hizo con los Apóstoles y discípulos para que Su
doctrina pudiera ser creíble y para que los Cristianos puedan ser confirmados en
su fe, lo que ha sido declarado en el Concilio Vaticano y declarado en el
capítulo iii “De Fide”. Este don no es dado a ningún ser creado como un hábito
permanente o cualidad del alma. El poder de realizar obras sobrenaturales tales
como los milagros es de la Divina Onmipotencia la cual no puede ser comunicada
ni a los hombres ni a los ángeles. El mas gran taumaturgo que haya aparecido en
este mundo no pudo obrar milagros a voluntad, ni tampoco tuvo ningún don de este
tipo permanentemente en el alma. Los Apóstoles en una oportunidad preguntaron
por la cura a la posesión demoníaca: “¿«¿Por qué nosotros no
pudimos expulsarle? Cristo replicó, que este tipo no puede ser echado fuera sino
a través de la oración y el ayuno (Mateo, xvii, 18 y sig)
Eliseo no pudo hacer a la vida al hijo de Sunamites con sus solas fuerzas.
La gracia de milagros es, por lo tanto, sólo un don transitorio por el cual Dios
mueve a una persona a hacer algo el cual lo da en una obra maravillosa. A veces
Dios hace uso instrumental de contacto con las reliquias de los santos, o
visitas a los sagrados lugares con este propósito. La obra milagrosa siempre es
efecto de la Omnipotencia, sin embargo, los hombres y ángeles puede decirse que
obran milagros en un sentido triple:
· a través de sus oraciones pidiendo efectos milagrosos;
· a través de la disposición o acomodación de materiales, como es dicho de los
ángeles que en la resurrección recogerán el polvo de los cuerpos muertos para
que sean reanimados por el poder Divino,
· a través de la realización de algún otro acto en cooperación con la Divina
agencia, como en el caso de la aplicación de reliquias, o la visita a santos
lugares los cuales Dios ha marcado para favores especiales y extraordinarios de
éste tipo.
A Cristo, incluso como hombre, o a su Humanidad, le fué otorgado el constante y
perpetuo poder de milagros. El era capaz a voluntad de obrarlos tanto como El lo
juzgase oportuno El tuvo la siempre lista concurrencia de Su Divinidad, aunque
en Su Huamnidad no tenía ninguna cualidad permanente que pudiese haber sido la
causa física de los milagros.
Benedicto XIV nos habla suficientemente sobre los milagros en relación a la
santidad de vida cuando explica las consideraciones en las causas de
beatificación y canonización de los santos. El dice: Es la opinión común de los
teólogos que la gracia de milagros es una gracia gratis data, y, por lo tanto,
es dada, no solo a los justos, sino a los pecadores (aunque raramente). Cristo
dice que El no conoce a aquellos que han hecho mal, aunque pudiesen haber
profetizado en Su nombre, echado demonios en Su nombre, y haber realizado muchas
obras maravillosas. Y el Apóstol dijo que sin la caridad el no era nada, aunque
pudiese haber tenido la fe que mueve montañas. En este pasaje del Apóstol, Estio
declara:
En tanto no entra en contradicción con el Apóstol, un hombre puede tener el don
de lenguas o profesía, o conocimiento de misterios, o ecceder en sabiduría, los
cuales son los primeros dones atribuidos; o ser liberal con los pobres, o dar su
cuerpo para ser quemado en nombre de Cristo, de lo que se habló luego y, sin
embargo no tener caridad, así también no hay contradicción en un hombre que
tiene fe para removar montañas y no tener caridad (Tratado de la Virtud Heroíca,
III, 130).
Estas gracias se manifiestan de dos formas. Una, como habitando en la Iglesia,
enseñando y santificándola como, por ejemplo, cuando incluso un pecador sobre el
cual el Espíritu Santo no realiza obras de milagros para mostrar que la fe de la
Iglesia que predice es verdadera. Por eso el Apóstol escribe: Dios ha confirmado
su testimonio con señales, prodigios y milagros de toda clase, sin hablar de los
dones del Espíritu que reparte como quiere. (Heb., ii,4). De otra forma, la
manifestación es realizada por las gracias del Espíritu Santo como
pertenecientes a aquel que realiza las obras. Por eso en lo Hechos se dice que
San Esteban, lleno de gracia y fortaleza, hizo grandes maravillas y señales
entre el pueblo (Hechos, vi, 8) Aquí tenemos una clara distinción en cuanto a la
manera en la cual la gratiae gratis data puede ser para ventaja de la persona
que las recibe como asimismo de utilidad a otros y cómo es que a través de estas
gracias las personas sin gracia santificante pueden realizar señales y
maravillas por el bien de otros. Pero estos son casos raros y excepcionales y
los milagros reales nunca pueden ser realizados por un pecador como prueba de su
propia santidad personal o como prueba de error, porque eso sería una decepción
y derogación a la santidad de Dios Quien por Sí mismo puede realizar milagros.
A. DEVINE
Transcrito por Tomás Hancil.
Traducido por Carolina Eyzaguirre A.