Idealismo
EnciCato
Al discutir este término y su significado, debe hacerse referencia a las
expresiones afines idealista, idealizado, ideal (adjetivo) y el ideal
(sustantivo), todas las cuales derivan del griego idéa. Ésta significa "imagen",
"figura", "forma": puede usarse en el sentido de "semejanza", o "copia" tanto
como en el de "tipo", "modelo", o "patrón": es este último sentido el que
encuentra expresión en "ideal", y "el ideal" y los derivados arriba mencionados.
Al hablar de "el ideal", lo que tenemos en mente no es una copia de un objeto
perceptible, sino un tipo. El artista se dice que "idealiza" su asunto cuando lo
representa como más bello, más noble, más perfecto de lo que es en realidad. El
idealismo en la vida es la característica de los que consideran las ideas de
verdad y bien, bondad y belleza, como los criterios y fuerzas directoras. Este
significado revela la influencia de Platón, quien hizo de idea un término
técnico en filosofía. Según él el mundo visible es simplemente copia de un mundo
ideal, suprasensible e inteligible, y consiguientemente las "cosas" no son sino
la impresión hecha en la realidad por lo que es de naturaleza más alta,
espiritual.
El Platonismo es la forma más antigua de idealismo y el propio Platón el
progenitor de los idealistas. Es habitual colocar en contraposición el idealismo
de Platón y el realismo de Aristóteles; este último niega de hecho que las ideas
sean originales y las cosas meras copias; sostiene que la esencia es
inteligible, pero que es inmanente a las cosas de la naturaleza, mientras que se
introduce en los productos del arte. Es más correcto, por tanto, llamar a su
enseñanza idealismo inmanente como contrapuesto al idealismo trascendental de
Platón. Ambos pensadores revelan la decisiva influencia de ese idealismo moral y
estético que permeaba la vida, el pensamiento y la acción griegos; pero para
ambos lo que subyace más profundamente en su filosofía es la convicción de que
el primer y más alto principio de todas las cosas es un Ser espiritual perfecto
al que llaman Dios, y al que conducen, por medio de principios intermedios-
esencia y forma, finalidad y norma- los múltiples seres individuales del mundo
visible. En este sentido el idealismo es un dualismo, esto es, la doctrina de un
principio espiritual superior frente a lo que es inferior y material, y esta
doctrina se opone de nuevo claramente al monismo que derivaría lo superior y lo
inferior de uno y el mismo Ser Absoluto. Este idealismo más antiguo enseña, no
que todo sea uno, sino que hay un alfa y un omega, esto es, una Causa y un Fin,
supramundanos, del mundo. A través de sus principios, el idealismo mantiene la
distinción entre Dios y el mundo, entre lo absoluto y lo finito, aunque las
mantiene en unidad; regula las relaciones entre realidad y conocimiento
atribuyendo a las cosas dimensión, forma, intención, valor, norma, asegurando al
mismo tiempo el requisito previo de certeza y validez, establece la verdad
objetiva en las cosas que son conocidas y la verdad subjetiva en la mente del
que las conoce. En este sentido los escolásticos enseñan que forma dat esse et
distingui, esto es, el principio que constituye formalmente el objeto, también,
en el acto de cognición, informa la mente. Puesto que sus principios expresan la
causa y finalidad de las cosas, su naturaleza y valor determinados, el idealismo
une lo especulativo y lo ético, lo verdadero y lo bueno, la filosofía moral y la
filosofía de la naturaleza.
En este sentido San Agustín desarrolló la enseñanza platónica, y en su filosofía
hay idealismo en el genuino sentido de este término. De él viene la definición
de las ideas que la filosofía cristiana ha conservado desde entonces: "Las ideas
son ciertas formas originales de las cosas, su arquetipos, permanentes e
incomunicables, que se contienen en la Divina inteligencia. Y aunque no tienen
ni principio ni fin, con todo se modelan según ellas las múltiples cosas del
mundo que vienen a la existencia y desaparecen. Sobre esas ideas sólo lo
exclusivamente racional puede fijar su mirada, dotado como está de la facultad
que es su peculiar excelencia, esto es, mente y razón [mente ac ratione], un
poder, por así decir, de visión intelectual; y es para tal intuición para la que
sólo y únicamente está cualificado lo que es puro y santo, esto es, aquello cuya
mirada es normal, clara y bien adaptada a las cosas que voluntariamente
contempla" (De diversis quaest., Q.xlvi, in P.L.,XL.,30)
Esta línea de pensamiento adoptaron los escolásticos, desarrollándola en sus
tratados como ideología. Su teoría no es descrita como idealismo, sino como
realismo; pero esto no implica que estén en conflicto con la doctrina de
Agustín; significa más bien que los principios ideales poseen validez real, que
como ideas residen en la Divina mente antes de que las cosas correspondientes a
ellas sean llamadas a la existencia, mientras que, como formas y esencias,
realmente existen en la naturaleza y no son realmente productos de nuestro
pensamiento. En este último sentido, esto es, como construcciones subjetivas,
las ideas han sido consideradas desde mucho antes por los filósofos de la
antigüedad, y especialmente por los estoicos, que sostuvieron que las ideas no
son nada más que representaciones mentales. Esta errónea y engañosa visión
apareció durante la Edad Media bajo la forma de nominalismo, una designación
dada al sistema cuyos adherentes afirmaban que nuestros conceptos son meros
nombres (nomina) que tienen como su contrapartida en el mundo de la realidad
cosas individuales, pero no formas o esencias o finalidades. Esta opinión que
priva tanto a los principios morales como a los científicos de su validez
universal y que prepara el terreno al materialismo y al agnosticismo, fue
combatida por los líderes del Escolasticismo--Anselmo de Canterbury, Alberto
Magno, Tomás de Aquino, Buenaventura y Duns Scoto--pese a lo cual, desde el
Siglo XIV en adelante, tuvo sus campeones y propagadores, notablemente Guillermo
de Occam. Para la mente inexperta es más fácil considerar las cosas individuales
como las únicas realidades y considerar las formas y esencias puramente como
productos mentales.
Así se llegó a que la palabra idea en varios idiomas tomara cada vez más el
significado de "representación", "imagen mental", y similar. De ahí también que
se fuera introduciendo gradualmente la terminología que encontramos en los
escritos de Berkeley, y conforme a la cual el idealismo es la doctrina que
atribuye realidad a nuestras ideas, esto es, a nuestras representaciones, pero
niega la realidad del mundo físico. Esta clase de idealismo es justamente el
reverso del que fue sostenido por los filósofos de la antigüedad y sus sucesores
cristianos; suprime la realidad de los principios ideales confinándolos
exclusivamente al sujeto pensante; es un idealismo espurio que merece más bien
el nombre de "fenomenalismo"(de phenomenon, "apariencia", como opuesto a
noumenon, "el objeto del pensamiento").
La doctrina de Descartes ha sido llamada también per nefas idealismo. Es verdad
que el cartesianismo está en la línea del genuino idealismo de las escuelas
antiguas, puesto que postula a Dios, el pensamiento, y la realidad espacial.
Pero, por otro lado, este sistema también emplea idea sólo en una significación
subjetiva y pasa bastante por alto la posición intermedia de los principios
ideales. Según la teoría de Leibniz, que ha sido considerada también como
idealista, nuestra mente construye a partir de sus propios recursos ( de son
propre fond) su esquema del mundo; pero, gracias a una armonía preestablecida (harmonie
préétablie), concuerda con la realidad. Esta visión, sin embargo, no proporciona
solución para el problema epistemológico. Kant afirma que su filosofía crítica
es a la vez un "idealismo trascendental" y un "realismo empírico", pero declara
que las ideas son "ilusiones de la razón", y que principios ideales tales como
la causa y la finalidad son simplemente recursos del pensamiento que pueden ser
empleados sólo con relación a los fenómenos. Fichte tomó a Kant como su punto de
partida pero finalmente se elevó por encima del nivel del subjetivismo y postuló
un principio de realidad , el Ego absoluto. La doctrina de Hegel puede ser
llamada idealismo en cuanto que busca el principio máximo en la idea absoluta,
que encuentra su autorrealización en la forma, el concepto, etc.-- una visión
que equivale virtualmente al monismo. Los diversos ramales de la filosofía
kantiana son incorrectamente considerados como desarrollos del idealismo; es más
apropiado describirlos como "ilusionismo" o "solipsismo", puesto que eliminan
enteramente la realidad objetiva. En relación con esto un filósofo alemán
declara:
Afirmo sin duda que la aserción, 'la existencia del mundo consiste meramente en
nuestro pensamiento' es para mí el resultado de una hipertrofia de la pasión por
el conocimiento. A esta conclusión he sido llevado principalmente por la tortura
que sufrí al sobreponerme al 'idealismo'. Quienquiera que se tome esta teoría
completamente en serio, la haga suya y se identifique con ella, ciertamente
sentirá que algo está a punto de romperse en su cerebro (Jerusalem, "Die
Urtheilsfunktion", Viena, 1886,p.261)
A conclusiones similares llega J.Volkelt (Erfahrung u.Denken, Hamburgo,1886,
p.519):
Cualquier hombre que lleve sus dudas teóricas o su negación del mundo externo
hasta el punto en que incluso en su vida cotidiana esté siempre recordándose el
carácter puramente subjetivo de sus percepciones... simplemente se encontrará
echado del curso y dirección naturales de la vida, desprovisto de todo
sentimiento e interés normales, y más pronto o más tarde se enfrentará con el
peligro de perder completamente su razón.
Ciertamente es una lástima que los términos idea, idealista, e idealismo,
originariamente tan ricos en contenido, estén tan degradados como para
significar tales aberraciones del pensamiento. El presente autor en su "Geschichte
des Idealismus" (2ª ed., Brunswick, 1907) ha partido de la base de que el
significado originario de esos términos debe serles restaurado. En el índice de
esta "Geschichte" y en su monografía "Die Wichtigsten Philosophischen
Fachausdrücke" (Munich,1909), sigue con detalle los cambios y significación que
han experimentado esas palabras.
OTTO WILLMANN
Transcrito por Peter S. Zehr y Patrick C.Swain
Traducido por Francisco Vázquez