Idolatría
enciCato
(Gr. eidololatria.)
Etimológicamente idolatría denota adoración Divina otorgada a una imagen, pero
su significado ha sido extendido a toda adoración Divina otorgada a cualquier
persona o cosa distinta del verdadero Dios. Santo Tomás (Summa Theol., II-II, q.
xciv) la trata como una especie del género superstición, que es un vicio opuesto
a la virtud de la religión y consiste en dar honor Divino (cultus) a cosas que
no son Dios, o a Dios Mismo de una manera equivocada. La nota específica de la
idolatría es su directa oposición al objeto primario de la adoración Divina; se
confiere a una criatura la reverencia sólo debida a Dios. Se hace esto de
diversas maneras. La criatura es a menudo representada por una imagen, un ídolo.
"Algunos, mediante artes infames, hacen ciertas imágenes, las cuales, a través
del poder del demonio, producen ciertos efectos de donde ellos piensan que esas
imágenes contienen algo divino y como consecuencia de tal divinidad, son
merecedores de adoración." Esta era la opinión de Hermes Trismegistus. Otros
otorgan honores Divinos no a las imágenes sino a las criaturas que ellas
representan. Ambos tipos son insinuados por el Apóstol (Rom., I, 23-25), quien
dice del primero: "Ellos cambiaron la gloria del Dios incorruptible a la copia
de la imagen de hombre corruptible, y de pájaros, y de bestias cuadrúpedas, y de
cosas rastreras", y de la segunda: "Ellos adoran y sirven a la criatura en lugar
de al Creador". Estos adoradores de criaturas eran de tres tipos. Algunos
sostenían que ciertos hombres eran dioses, y estos eran honrados a través de sus
estatuas. e.g., Júpiter y Mercurio. Otros opinaban que todo el mundo era un
Dios, Dios que era concebido como el alma racional del mundo corporal. Por tanto
adoraban al mundo y a todas sus partes, el aire, el agua y todo el resto; sus
ídolos, de acuerdo con Varro, como es reportado por San Agustín (De Civ. Dei,
VIII, xxi, xxii), eran la expresión de esta creencia. Otros en tanto, seguidores
de Platón, admitían un solo Dios supremo, causa de todas las cosas, y debajo de
El ubicaban ciertas sustancias de Su creación y que participaban de Su
Divinidad, estas sustancias eran llamadas por ellos dioses; y por debajo ponían
las almas de cuerpos celestes y, otra vez debajo de estos los demonios los que,
pensaban, eran una especie de seres vivientes aéreos (animalia). En el lugar más
bajo de todos ubicaban las almas humanas, las que, de acuerdo con sus méritos o
deméritos compartirían la sociedad ya con los dioses o con los demonios. A todos
ellos atribuían adoración Divina, como dice San Agustín (De Civ. Dei, VIII, 14).
Existe una diferencia esencial entre la idolatría y la veneración de imágenes
practicada en la Iglesia Católica, viz., que mientras el idólatra atribuye
Divinidad o poderes Divinos a la imagen que reverencia, el Católico sabe " que
en las imágenes no hay divinidad ni virtud debido a la cual deban ser adoradas,
que no se puede dirigir peticiones a ellas, y que no debe depositarse confianza
en ellas. . . que el honor que se les brinda a ellos está referido a los objetos
(prototypa) que representan, de modo tal que a través de las imágenes que
besamos, y delante de las cuales nos descubrimos las cabezas y arrodillamos,
adoramos a Cristo y veneramos a los santos cuya similitud representan" (Conc.
find., Sess. XXV, "de invocatione Sanctorum").
ASPECTO MORAL
Considerada en si misma, la idolatría es el mas grande de los pecados mortales.
Esto es así, porque es, por definición, una invasión a la Soberanía de Dios
sobre el mundo, un atentado a Su Divina Majestad, una rebelde ubicación de una
criatura sobre el trono que pertenece solamente a El. Aún la simulación de
idolatría, a fin de escapar de la muerte durante persecución, es un pecado
mortal, debido a la perniciosa falsedad que involucra y el escándalo que causa.
San Agustín dice, refiriéndose a Seneca quien, contra su mejor juicio, participó
de adoraciones idólatras: "Él merece más ser condenado por hacer mendazmente lo
que el creía que la gente hacía sinceramente". La culpa de la idolatría, sin
embargo, no debe ser evaluada solamente por su naturaleza abstracta; la forma
concreta que asume en la conciencia del pecador es el elemento realmente
importante. Ningún pecado es mortal -i.e. excluye al hombre de alcanzar el fin
para el cual fue creado-sin no fue cometido con claro conocimiento y libre
determinación. Pero ¿cuan muchos, o cuan pocos, de los incontables millones de
idólatras son, o han sido, capaces de distinguir entre el Creador de todas las
cosas y Sus criaturas? y habiendo hecho la distinción ¿cuantos han sido lo
suficientemente perversos para adorar a la criatura con preferencia al Creador?
-- Es razonable, Cristiano, y caritativo suponer que los "falsos dioses" de los
paganos eran, en sus conciencias, el único Dios verdadero que conocían, y que su
adoración al ser correcta en su intención, se elevaba al único Dios verdadero,
junto con la de los Judíos y los Cristianos a los que Él se les había revelado.
"En el día en que Dios venga a juzgar los secretos de los hombres por
Jesucristo. . . . .los gentiles que no hayan tenido la ley, serán juzgados por
sus conciencias (Rom., ii, 14-16). Dios, que desea que todos los hombres se
salven, y Cristo, que murió por todos los que pecaron en Adán, se sentirían
frustrados en sus designios misericordiosos si el príncipe de este mundo se
fuera a llevar a todos los idólatras.
CAUSAS
En sus formas mas groseras la idolatría ha sido tan alejada de la mente
Cristianizada que no resulta una cuestión fácil explicar su origen. Su
persistencia, después de haber ganado un primer paso y sus ramificaciones en
innumerables variedades, son suficientemente explicadas por la necesidad moral
impuesta sobre las generaciones más jóvenes de seguir el patrón de sus mayores
con solamente desviaciones insignificantes hacia la derecha o izquierda. De esta
forma las generaciones Cristianas se continúan con generaciones Cristianas; si
aparecen sectas, son sectas Cristianas. La pregunta sobre el primer origen de la
idolatría es respondida por Santo Tomas de esta forma: "La causa de la idolatría
tiene dos aspectos: un artilugio de parte del hombre; consumado de parte de los
demonios. Los hombres fueron primeramente llevados a la idolatría por afectos
desordenados, en tanto otorgaron honores divinos a alguien que amaron o
veneraron mas allá de toda medida. Esta causa es indicada en Sabiduría, xiv, 15:
'Porque un padre afligido por una amarga pena, se hizo a sí mismo una imagen de
su hijo que fue tempranamente llevado; y entonces a aquel que hubo muerto como
un hombre, el comenzó a adorarlo como a un dios…', y xiv, 21: 'El hombre
sirviendo ya a su afecto o a su rey, les dio un nombre incomunicable a rocas y
bosques'. Segundo: Por su natural amor por las representaciones artísticas:
hombres incultos, viendo que las estatuas representaban graciosamente la figura
del hombre, las adoraron como dioses. Así leemos en Sabiduría, xiii, 11 sq., 'Un
artista, un carpintero cortó un árbol apropiado para el uso de su madera…. Y por
su habilidad y arte lo modeló y lo hizo parecido a la imagen de un hombre . . .
y entonces hizo oraciones para esto, preguntándose acerca de su sustancia y sus
hijos o su matrimonio'. Tercero: Por su ignorancia del verdadero Dios: el
hombre, no considerando la excelencia de Dios, atribuyo adoración divina a
ciertas criaturas descollantes en belleza o virtud: Sabiduría, xiii, 1-2:' . . .
. .ni aún atendiendo a los trabajos ha (el hombre) reconocido quien era el
trabajador, pero imaginó que ya el fuego, o el viento o el aire súbito, o el
circulo de las estrellas, o las grandes aguas, o el sol y la luna, eran los
dioses que regían el mundo'. - La causa consumada de la idolatría fue la
influencia de los demonios quienes se ofrecieron a si mismos a la adoración de
los hombres errados, dándole respuestas desde los ídolos o haciendo cosas que
parecían maravillosas a los hombres por lo que el Salmista dice (Salmos. xcv,
5): 'Todos los dioses de los gentiles son demonios' (II-II, Q. xciv, a. 4).
Las causas que el escritor de Sabiduría, probablemente un Judío Alejandrino
viviente en el siglo segundo A.C., asigna a la idolatría prevaleciente en su
tiempo y ambiente, son suficientes para considerarlos por origen de toda
idolatría. El amor del hombre por las imágenes sensibles no es un capricho sino
una necesidad de su mente. Nada está en el intelecto que no haya previamente
pasado a través de sus sentidos. Todo pensamiento que trasciende la esfera del
conocimiento sensorial directo es revestido de ropaje material, ya sea solamente
una palabra o un símbolo matemático. Igualmente, el conocimiento impenetrable a
nuestros sentidos, que nos llega por revelación, es comunicado y recibido a
través de los sentidos externos o internos, y es posteriormente elaborado por
comparación con nociones desarrolladas desde las percepciones sensoriales; todos
nuestro conocimiento de lo sobrenatural procede de su analogía con lo natural.
Por ello, a todo lo largo del Viejo Testamento Dios se revela a Si Mismo en su
similitud con el hombre, y en el Nuevo, el Hijo de Dios, asumiendo naturaleza
humana, nos habla en parábolas y similitudes. Ahora, la mente humana, cuando
está suficientemente madura para recibir la noción de Dios, está ya cargada con
imaginería natural que viste la nueva idea. Es por sí mismo evidente que la
limitada mente del hombre no puede representar, figurarse o concebir
adecuadamente la perfección de Dios. Si es librado a sus propios recursos, el
hombre desarrollará lenta e imperfectamente la oscura noción de un poder
superior o supremo del cual dependerá su bienestar y con el cual puede
reconciliarse u ofender. En este proceso interviene la segunda causa de la
idolatría: la ignorancia. El Supremo Poder es aprehendido en las realizaciones y
obras de la naturaleza, en el sol y las estrellas, en los campos fértiles, en
los animales, en fantasiosas influencias invisibles, en hombres poderosos. Y
allí, entre las causas secundarias, "el tanteo tras Dios" puede terminar en la
adoración de bastones y piedras. San Pablo le dijo a los Atenienses que Dios
había "guiñado en los tiempos de esta ignorancia" durante el cual ellos
erigieron altares "Al Dios Desconocido", lo que implica que El tuvo compasión de
su ignorancia y les envió la luz de la verdad para recompensar sus buenas
intenciones (Hechos, xvii, 22-31). Tan pronto como la oscuridad pagana ha
ubicado su dios desconocido, amor y miedo, que no son sino manifestaciones del
instinto de auto preservación, dio forma al culto al ídolo con sacrificios u
otras practicas religiosas simpáticas. La ignorancia de la Primera Causa, la
necesidad de imágenes para fijar concepciones más elevadas, el instinto de auto
preservación - estas son las causas psicológicas de la idolatría.
IDOLATRIA EN ISRAEL
La adoración de un Dios es inculcada desde la primera a la última página de la
Biblia. Por cuanto tiempo el hombre adoró a Dios en espíritu y verdad, en la
fortaleza de la revelación trasmitida por Adán y subsecuentemente por Noé, es un
problema insoluble. El monoteísmo, sin embargo, parece haber sido el punto de
partida de todos los sistemas religiosos conocidos a través de documentos
confiables. El Animismo, Totemismo, Fetichismo de las razas mas bajas; la
adoración a la naturaleza, a los antepasados y al héroe de las naciones
civilizadas son formas híbridas de religión, desarrolladas sobre las líneas
psicológicas indicadas más arriba; todas son encarnaciones en las incultas o
cultas mentes, y manifestaciones de una noción fundamental, dicho por su nombre,
que por encima del hombre hay un poder del cual el hombre depende para bien y
para mal. El politeísmo nace de la confusión de las segundas causas con la
Primera Causa, crece en proporción inversa al grado de facultades mentales;
muere bajo la clara luz de la razón o de la revelación. La primera mención
indudable de la idolatría en la Biblia se encuentra en el Génesis, xxxi, 19:
"Raquel robó los ídolos de su padre (teraphim), y cuando Laban sobrepasó a Jacob
en su huida e hizo la búsqueda de "sus dioses", Raquel "rápidamente escondió los
ídolos bajo las montura de un camello y se sentó sobre ellos" (xxxi, 34). Sin
embargo Laban también adoraba el mismo Dios que Jacob, cuyas bendiciones
reconocía (xxx, 27), y a quien él llamó para juzgar entre él y Jacob (xxxi, 53).
Una práctica similar de reverencia al verdadero Dios mezclada con la adoración
idólatra de las naciones circundantes se produce a través de toda la historia de
Israel. Cuando Moisés se demora en bajar del monte santo, la gente, "juntándose
contra Aaron, dice: Levántate, haznos dioses, que puedan ir delante de
nosotros". Y Aaron hizo un becerro fundido, "y ellos dijeron: Estos son tus
dioses. Oh Israel, que te han traído desde la tierra de Egipto. Y…ellos le
ofrecieron holocaustos, y víctimas de paz, y el pueblo se sentó a comer y beber
y se levantaron a jugar" (Exodo, xxxii, 1 sqq.). En Settim "la gente cometió
fornicación con las hijas de Moab,. . . y adoraron a sus dioses. E Israel fue
iniciado en Baal-peor" (Números xxv 1-3). De Nuevo, después de la muerte de
Josué, "los hijos de Israel. . . sirvieron a los baales . . . y siguieron a
dioses extraños, a los dioses de los pueblos que los rodeaban" Jueces, ii, 11 sq.)
. Cada vez que los hijos de Israel hicieron el mal a los ojos de Jehová,
tuvieron una rápida retribución; fueron entregados a manos de sus enemigos. Sin
embargo la idolatría permaneció como el pecado nacional hasta el tiempo de los
Macabeos. Este llamativo hecho tiene por causa, primero, el natural esfuerzo del
hombre de tomar contacto con el objeto de su adoración; el quiere dioses que
vayan delate de él, visibles, tangibles, fácilmente accesibles; en el caso de
los Israelitas la estricta prohibición de adorar imágenes agregó a la idolatría
la atracción de la fruta prohibida; en segundo lugar, el encanto de los placeres
de la carne que se les ofrecía a los adoradores de divinidades extrañas; en
tercer lugar, los matrimonios mixtos, ocasionalmente en gran escala, cuarto, las
relaciones en paz, guerra y exilio con vecinos poderosos que atribuían su
prosperidad a otros dioses distintos de Jehová. Los Israelitas menos ilustrados
probablemente concebían al Dios de Abraham, Isaac y Jacob como "el Dios de
ellos", El que no presentaba reclamos de reglas universales. Si era así, ellos
pueden haberse convertido frecuentemente en idólatras persiguiendo ventajas
temporales.¿ Pero por qué Dios permitió semejantes desviaciones de la verdad? Si
en Su juicio la idolatría, como era practicada por los Judíos, es el mal
inexcusable que parece a nuestro juicio, no hay respuesta satisfactoria para
esta pregunta, es el eterno problema del pecado y del mal. Lo máximo que se
puede decir es que el constantemente recurrente ciclo de pecado, castigo,
arrepentimiento, perdón, era para Dios la ocasión de un magnificente despliegue
de justicia, misericordia y magnanimidad; para el Pueblo Escogido un constante
recordatorio de su necesidad del Redentor; para los miembros del Reino de Cristo
un tipo de trato de Dios con los pecadores. También puede argumentarse que la
idolatría en Israel tenía más el carácter de superstición ignorante que el de
desacato a Jehová. Como las prácticas y devociones supersticiosas o cuasi-
supersticiosas a las cuales son propensos aún los pueblos Cristianos, muchos de
los cultos idólatras en Israel eran un exceso de piedad, más que un acto de
impiedad, hacia el Poder Supremo claramente sentido pero débilmente entendido.
La bien intencionada pero mal dirigida adoración nunca se convirtió en la
religión de Israel; nunca fue más que una invasión temporal de prácticas
religiosas externas, a menudo profundamente revestidas de la religión nacional,
pero nunca suplantándola completamente. Como una última consideración, el
castigo de la idolatría en Israel fue siempre nacional y temporal. Los profetas
no sostuvieron eterna recompensa ni eternos tormentos como incentivos al fiel
servicio de Dios. Y el Profeta de los profetas, Cristo el Juez, puede muy bien
repetir desde el estrado del juicio las palabras que Él pronunció en la Cruz:
"Padre perdónalos, porque no saben los que hacen".
LA IDOLATRIA ENTRE LOS PAGANOS
Las causas que operan en la génesis de la idolatría han producido efectos tan
variados y diversos como la familia humana misma. La idea original de Dios ha
adoptado en la mente del hombre todas las distorsionadas y fantasiosas formas
que puede asumir un líquido en una vasija, o la arcilla en las manos del
alfarero. Al igual que, en el curso de las edades, el poder de curación ha sido
atribuido a casi todas las sustancias y combinaciones de sustancias, del mismo
modo el poder Divino ha sido ubicado en todas las cosas, y todas las cosas han
sido consecuentemente adoradas. Ilustrativamente, puede ser considerada
brevemente la adoración de los animales. Desde el principio y a través de toda
su historia, el hombre se asocia con los animales de una especie más baja. Adán
se encuentra rodeado de ellos en el Edén y Eva habla familiarmente a la
serpiente. Los animales sacrificados ligan al hombre con Dios, desde el
sacrificio de Abel al taurobolium hasta la última superstición de la Roma
pagana. El chivo expiatorio carga consigo los pecados de la gente, el cordero
pascual los redime. Son familiares a los Cristianos, el Cordero que quita los
pecados del mundo, la paloma que representa el Espíritu Santo, el animal
emblemático de los Evangelistas, el dragón de San Miguel y de San Jorge de
Inglaterra, por mencionar solo algunos.
La mente pagana se ha movido por surcos similares. En el viejo Egipto
encontramos al toro asociado con una cabeza de dios y recibiendo homenajes
divinos - es imposible decidir si lo era como una representación especial, como
una manifestación, un símbolo, o un receptáculo de la divinidad. Desde el siglo
séptimo A.C. en adelante cada dios es representado con la cabeza de algún animal
sagrado para él; Thot tiene la cabeza de un ibis, Amon la de un carnero, Horus
la de un halcón, Anubis la de un chacal, etc. ¿Fueron los Egipcios y otros
adoradores de animales guiados por el mismo simbolismo que nos lleva a nosotros
a pedir al "Cordero de Dios" el perdón de nuestros pecados? Si es así, la
adoración de animales corre a través de las siguientes etapas: La cercana
asociación del hombre con la vida animal llena su mente con nociones compuestas
- e.g. el perro fiel, el astuto zorro, la taimada serpiente, el paciente asno -
en la cual el animal encarna atributos humanos. Seguidamente, el adjetivo es
dejado de lado, y el nombre del animal es usado como el predicado de una
persona, como un nombre personal, familiar, tribal o divino. En este punto el
proceso se ramifica de acuerdo con el carácter religioso de los pueblos. Donde
impera el Monoteísmo, el animal, vivo o figurado, no es sino un emblema o un
símbolo; entre los salvajes no educados, como los Pieles Rojas, es el portador
del espíritu tutelar de la tribu y el objeto de varios grados de adoración; en
las religiones decadentes - e-g-. el politeísmo Egipcio tardío - es identificado
con el dios cuyas características representa, y comparte con el los honores
divinos. La luz de la Revelación ha limpiado la aberración de este proceso
natural toda vez que ha penetrado, pero rastros de ella han permanecido grabados
en muchos, quizás en todos, los lenguajes. Por eso el sagrado lobo de Podan
entra en 357 nombres personales llevados por Alemanes. (Ver además IMÁGENES;
RELIGION; ADORACION.)
Para los aspectos dogmáticos y morales, ver los trabajos citados en el texto. La
idolatría es ahora estudiada como religión comparativa pero hasta hoy no hay un
estándar Católico sobre la materia. Para monografías, ver BABYLONIA, CHINA,
EGIPTO, GRECIA; también las series de la Sociedad de la Verdad Católica de
Londres, Historia de la Religión (32 conferencias en 4 vols., Londres 1908 -); y
dos series similares, cada una llamada Science et Religion (Paris).
J.WILHELM.
Transcripto por Douglas J. Potter
Dedicado al Sagrado Corazón de Jesucristo
Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi