Intelecto
EnciCato
(Del Latin intelligere – inter y legere – seleccionar entre, discernir; del
griego nous; alemán vernunft, verstand; francés intellect; italiano intelletto).
Facultad de pensar. Tal y como es entendido en la literatura filosófica
católica, significa el más alto poder espiritual y cognoscitivo del alma. Es en
este sentido, relacionado con la acción del sentido, pero trasciende a este
último en rango. Entre sus funciones está la atención, concepción, juicio,
razonamiento, reflexión y autoconsciencia. Todos estos modelos de alto rango que
son requeridos más allá del mero hecho de cognición con base en los sentidos.
Por tanto, en armonía con la usanza católica, nos reservamos el témino
intelecto, inteligencia e intelectual, para un poder mayor y sus operaciones.
Todo ello, aunque muchos psicólogos modernos pueden presentar una confusión que
se extiende a la aplicación de estos términos a formas sensuales como parte del
proceso cognoscitivo. De allí que se restringe el uso de los términos, y la
carencia de exactitud en frases tales como “inteligencia animal”, las cuales se
evitan. Antes de que tal lenguaje sea legitimamente empleado, debe ser indicado
que los animales están capacitados con facultades genuinamente racionales,
fundamentalmente algunas en relación con las del hombre.
Los filósofos católicos no obstante, pueden diferir en algunos puntos menores,
tal y como que el intelecto es una facultad espiritual que depende
extrínsicamente, pero no intrínsicamente del organismo biológico. La importancia
de una teoría correcta sobre el intelecto es de doble significado: en términos
de epistemología o de doctrina del conocimiento; y debido a la conexión que
tiene la cuestión con la espiritualidad del alma.
HISTORIA
Los poderes cognoscitivos de la mente, facultades del conocimiento son de dos
ordenes. Los bajos, groseros, están más relacionados o dependen de los órganos
del cuerpo. Los superiores o de naturaleza espiritual más refinada, aparecen de
manera temprana, aunque con confusiones, en el pensamiento griego. Estaban más
en relación con lo cósmico que con aspectos psicológicos, constituyen teorías
que diferencian entre lo sensual y el conocimiento racional como fue
inicialmente enfatizado.
Por una parte parece que existe cambio constante, por otra parte se permanece en
el mundo que nos es revelado a nosotros. La pregunta es ¿cómo reconciliar ese
aparente conflicto? o ¿cuál es la verdadera representación? eso forza a una
mente especulativa. Heráclito insistió en que la realidad era cambiable. Todas
las cosas están en permanente cambio. Parménides, Zenón y Eleático argumentaron
que la única cosa no cambiable era el verdadero ser. Aestésis, “sentido”, es la
facultad por medio de la cual aprehendemos; a través del “pensamiento”, “razón”,
“intelecto”, es que se nos representa a nosotros el ser permanente.
Los sofistas, con una habilidad que no ha sido sobrepasada por los modernos
agnósticos, llamaron la atención acerca de las consecuencias escéptica de las
contradicciones aparentes entre el uno y muchos, sobre la permanencia y el
cambio, e hicieron énfasis en la contribución de la mente en el conocimiento.
Para Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”, con Gorgias la
conclusión es: “Nada es; nada puede ser conocido; nada puede ser expresado en un
discurso”. Sócrates sostuvo que la verdad es innata en la mente como un
antecedente a la experiencia sensorial, pero su contribución más importante a la
teoría del conocimiento fue la insistencia sobre la importancia de la concepción
general o definición.
Sin embargo fue Platón, el primero en reconocer completamente el significado del
problema y la necesidad de coordinar los datos de los sentidos con los del
intelecto, tamibén fue el primero en explicar el origen del problema. El
universo del ser, tal y como es reportado por la razón, es uno, eterno,
inmutable; tal y como es revelado por los sentidos, tiene una serie múltiple de
fenómenos cambiantes. ¿Cuál es la verdad? Para Platón, existen en cierto sentido
dos mundos, el del intelecto (noetón) y el de los sentidos (horatón). Los
sentidos sólo pueden reportar un conocimiento imperfecto del objeto, al cual él
llamó creencia (pistis) o conjetura (eikasia).
Las facultades por las cuales se aprehende el noetón, el “mundo inteligible”,
son dos: el nous, la “razón intuitiva”, la cual alzanza a las ideas (véase
IDEA); y el logos, “razón discursiva”, la cual por el proceso del episteme
“demostración” obtiene la dianoia “concepción”. Platón, por tanto, establece dos
facultades distintas en función de los diferentes conjuntos de objetos. Pero el
mundo de las ideas de Platón, es para el filósofo el mundo real, el mundo que se
conoce sensorialmente es solamente una pobre y ensombrecida imitación.
El principal esquema sobre la teoría del intelecto aparece claramente en la
doctrina de Aristóteles. El alma tiene dos ordenes de facultades cognoscitivas,
lo estético o “conocimiento sensual”, de los sentidos, y el dianético o
“conocimiento racional”. Las facultades sensoriales incluyen la istesis o
percepción sensorial; fantasía o imaginación; y la mneme, o memoria. La facultad
de conocimiento racional comprende nombre y dianoia. Esta, son sin embargo, más
que dos facultades, dos funciones del mismo poder. Ellas de manera rápida
corresponderían a lo que es intelecto y racionalidad.
Para que el intelecto opere, se requiere la percepción de los sentidos. La
función del intelecto es quitar al objeto que se presenta, de sus condiciones
materiales individualizadas, y aprehender la forma inteligible y universal que
se encuentra dentro de la realidad física concreta. El resultado de este proceso
es la generalización en el intelecto, de una forma intelectual o representación
de lo inteligible del ser en el objeto (eidos, noetón). Este acto se constituye
en un cognoscitivo del intelecto acerca del objeto en su naturaleza universal.
En este proceso, el intelecto aparece como un doble carácter. Por una parte se
presenta como un agente activo, en el que se representa el objeto de conformidad
con la facultad sensorial. Por otra parte, en tanto se desarrolla la
representación intelectual, se manifiesta pasivo, modificable y suceptible de la
recepción de diferentes formas. Por tanto, se revela en la teoría de Aristóteles
del conocimiento intelectual, un intelecto activo (nous poietikos), y un
intelecto pasivo (nous pathetikos). Pero, cómo esos aspectos son concebidos y
cuál es precisamente su naturaleza en la distinción de las relaciones que
existen entre ambos, es uno de los aspectos más intrigantes y obscuros en todo
el trabajo aristotélico. El lugar clásico es su “De Anima”, III, v, en donde se
aborda brevemente con este aspecto. Se establece una relación similar a la que
existe entre la forma y materia en los cuerpos físicos, con el intelecto activo
y pasivo.
El intelecto activo “ilumina” el objeto de los sentidos, proporcionando lo
inteligible, algo así como la revelación de los colores visibles. Es pura
energía sin ninguna potencialidad y su actividad es contínua. Es algo separado,
inmortal, eterno. El intelecto pasivo por una parte recibe las formas abstraídas
por el intelecto activo e idealmente las transforma en objeto. El pasaje total
de esto es tan obscuro que los comentaristas sobre Aristóteles sin esperanzas,
dividieron la visión aristotélica de la naturaleza del nous poietikos.
Teofrasto, quien sucedió a Aristóteles como el académico del Liceo, aceptó la
doble versión del intelecto, pero no fue capaz de explicarlo. El gran comentador
Alejandro de Afrodisias, interpreta que el nous poietikos es la actividad de la
Divina Inteligencia. Esta visión fue adoptada por muchos filósofos árabes en la
Edad Media, quienes concibieron esta perspectiva, en un sentido panteístico.
Para muchos de ellos, el intelecto activo es la razón universal que ilumina a
todos los hombres. Con Avicena, el intelecto pasivo sólo en si mismo, es
individual. Averroes concibió que ambos tipos de intelecto son formas separadas
del alma individual que se encuentra en todos los hombres.
Muchos académicos se opusieron a las teorías árabes. Alberto Magno y Santo Tomás
interpretaron que esos tipos de intelectos eran poderes distintos respecto a
facultades del alma individual. Santo Tomás comprende que existe un “separado” (coristos),
y una parte “pura” o “sin mezcla” (amiges), en relación a los significados del
intelecto en cuanto a la forma y lo incorporal. Por tanto, interpretando
benevolentemente a Aristóteles y desarrollando sus teorías, Aquino enseña que la
función del intelecto activo es de operación abstracta sobre los datos que dan
las facultades sensoriales, en relación a las formas inteligibles del intelecto.
El intelecto “posibilis” actúa, por tanto, en reconocer lo que es el objeto
inteligible. El acto cognoscitivo es el concepto, el verbo mental, por medio del
cual se aprehende la naturaleza universal o esencia del objeto, prescindiendo de
condiciones individualizadas. La principal característica de la doctrina
aristotélica del intelecto, y su distinción esencial de la facultad del
conocimiento sensorial, fue agregada al cuerpo general que se manejaba por los
académicos.
Para el tiempo en el cual se alcanzó la moderna filosofía, especialmente en
Inglaterra, se había perdido la distinción radical entre las dos facultades del
intelecto. Descartes, defendiendo la espiritualidad del alma, supone que el
intelecto es una facultad espiritual. Leibiz insistió en ambos aspectos, el
espiritual y la eficiencia innata del intelecto. En tanto admitía el axioma de
“Nil est in intellectu quod non prius fuerit in sensu” agregaba con mucha
fuerza, “nisi intellectus ipse” y urgía sobre las características espontáneas e
innatas de la actividad.
A partir de la ruptura con el escolasticismo, sin embargo, la filosofía inglesa
se inclinó hacia el sensacionalismo y materialismo, lo que también ocurrió en
otros países como Francia, que se movieron en una dirección similar. Como
consecuencia, la vieja concepción del intelecto como una facultad espiritual o
del alma, y como una actividad congnoscitiva por la cual lo universal, necesario
y lo inmutable de los elementos en el conocimiento, eran aprehendidos, fue casi
enteramente perdida. Para Hobbes, la mente es material y todo su conocimiento es
en última instancia algo sensorial.
El camino para las modernas tendencias del sensacionalismo y del fenomenalismo,
se vió impulsado por las actividades y concepciones de Locke, especialmente
aquellas relacionadas con sus ataques sobre las ideas innatas, el conocimiento
intuitivo, su reducción de varias formas de conocimiento intelectual a fin de
alcanzar complejas amalgamas de las ideas originadas en percepciones
sensoriales, y su representación de la mente como una tabla rasa pasiva, a pesar
de su trabajo sobre refexión y razón discursiva. Condillac, omitiendo la
“reflexión” de Locke, resolvió el conocimiento intelectual en sensacionalismo
puro y simple. Hume, analizando todos los productos mentales en impresiones
sensoriales, vívidas o falsas, además de la asociación debido a la costumbre,
desarrolló las consecuencias escépticas que se involucraban en el tratamiento de
Locke sobre la facultad intelectual, y puso de nuevo la filosofía en las viejas
conclusiones de los sensacionalistas y sofistas griegos, pero de una manera
reforzada con más precisión a partir de elementos psicológicos.
Todas las principales caracteríticas de la psicología de Hume habían sido
adoptadas por la totalidad de la escuela asociasionista en Englaterra, por los
positivistas foráneos, y por los científicos materialistas en tanto ellos no
tenían filosofía o psicología en absoluto. La distinción esencial entre
intelecto, actividad racional, y sentido se había perdido y a ellos había
seguido el escepticismo y agnosticismo.
Kant reconoció una distición entre la sensación y elementos de alto nivel
mental, pero concibió estos últimos de una manera diferente a como se había
hecho en la vieja perspectiva aristotélica, viéndolo como un elemento subjetivo,
su sistema se desarrolló entre un idealismo y escepticismo diferente del de Hume,
aunque no muy satisfactorio. Aún, los movimientos neo kantiano y hegeliano que
se desarrollaron especialmente en Gran Bretaña durante el último cuarto del
Siglo XIX, ha contribuido mucho en función de un despertar sobre el
reconocimiento de los elementos intelectuales o racionales en el conocimiento.
DOCTRINA COMUN
Las enseñanzas de Aristóteles sobre el intelecto, tal y como fueron
desarrolladas por Alberto Magno y Santo Tomás, han llegado a ser, como se ha
dicho, en sus principales características, la doctrina común de los filósofos
católicos. La expondremos aquí en un breve esquema.
(1) El intelecto es la facultad cognoscitiva esencialmente diferente de los
sentidos y de un orden supra orgánico, es decir no exenta de, sino dependiente
de los órganos del cuerpo, en tanto sensaciones. Esta proposición está probada
por el análisis psicológico y el estudio de las principales funciones del
intelecto. Estas son la concepción, juicio, razonamiento, reflexión, y auto-consciencia.
Todas estas actividades involucran elementos esencialmente diferentes de la
consciencia sensorial. En concepción, la mente forma ideas universales. Estas
son diferentes en clase de las sensaciones y de las imágenes sensoriales.
Estas últimas son concretas e individuales, verdaderas como representativas
unicamente del objeto, mientras que la idea universal se aplicará con igualdad
de verdad a cualquier objeto de la clase. La idea universal posee una naturaleza
fija e invariable, mientras que la imagen sensorial cambia de un momento a otro.
Por tanto, el concepto de idea universal de “oro”, o “triángulo”, equivaldrá con
igual justicia por cada especimen, pero la imagen representa solamente algo
individual.
La facultad sensorial puede tener despertar para la actividad solamente por un
estímulo, el cual en donde quiera, existe en una forma concreta e
individualizada. En el juicio, la mente percibe la identidad o discordancia de
dos conceptos. En el razonamiento aprehende el nexo lógico entre la conclusión y
las premisas. En la reflexión y la auto-consciencia se torna hacia sí misma de
tal manera que llega a tener una identidad perfecta entre el objeto que se está
conociendo y el objeto conocido. Pero todas estas formas de consciencia son
compatibles con la noción de la facultad sensorial, o aquella ejercida por
órganos corporales. Los psicólogos sensacionalistas, desde Berkeley y otros
lugares, fueron unánimes en mantener que la mente no puede formar ideas
abstractas o universales.
Esto sería verdad si el intelecto no fuera una facultad espiritual esencialmente
distinta de aquella de los sentidos. El simple hecho es que ellos
invariablemente confunden la imagen de la imaginación, la que es
individualizada, con el concepto, la idea del intelecto. Cuando empleamos
términos universales en una proposición inteligible, los términos tienen un
significado. El pensamiento por el cual ese significado es aprehendido en la
mente, es la idea universal.
(2) En el conocimiento principiamos por la experiencia sensorial. El intelecto
presupone una sensación y opera sobre el material que ha sido aportado por las
facultades sensoriales. El principio de la consciencia con el niño es la
sensación. Esta es al principio sentida, muy probablemente, de una manera vaga e
indefinida. Pero mediante la repetición de sensaciones particulares y la
experiencia de otras sensaciones, que son contrastadas, a medida que transcurre
el tiempo, permiten tener una aprehensión cada vez más definida. Los grupos de
sensaciones de los distintos sentidos provenientes de objetos particulares
llegan a unificarse por la fuerza de la contigua asociación. El reconocimiento
de uno de cierto grupo hace un llamado a las imágenes de los otros. La
percepción sensorial por tanto, está siendo perfeccionada.
En una determinada etapa en el proceso de desarrollo de más altos poderes del
intelecto, el mismo empieza a evocar la actividad, al principio de manera poco
eficaz y opaca. Al inicio, la aprehensión intelectual, como las sensaciones que
la preceden, son extremadamente vagas. Los primeros actos son probablemente el
reconocimiento de objetos que son revelados por medio de la sensación bajo una
amplia e indifinida idea, tal como “cosa extendida” o “cosa móvil”, “cosa de
presión”. Considera los objetos en su totalidad, antes de poder discriminar las
partes. La repetición y variación de impresiones de los sentidos estimula y
agudiza la atención.
El placer o el dolor evoca el interés y el intelecto se concentra en la parte de
la experiencia sensorial, y el proceso de abstracción da inicio. Ciertos
atributos son dejados de lado en función de otros. Se actúa en función de
comparación y discriminación, y la elaboración más refinada y perfecta de
conceptos principia a ocurrir rápidamente. La noción de substancia y accidente,
del todo y las partes, de permanente y cambiante, van siendo elaboradas con
distinción que se incrementa.
La generalización sigue rápidamente a la abstracción. Cuando un atributo o un
objeto ha sido identificado y reconocido como algo distintivo de lo que hay a su
alrededor, un acto de reflexión le permite a la mente darse cuenta de tal rasgo
y de hacer multiplicación en otras circunstancias, y tenemos ahora formalmente
la idea refleja y universal.
La subsecuente actividad del intelecto es del mismo tipo, en el sentido de
comparar, identificar o discriminar. La actividad de racionalización es
meramente la reiteración de la actividad de juicio. La etapa final en la
elaboración de un concepto es alcanzado cuando se utiliza lo identificado dentro
de un nombre general. Las palabras presuponen ideas intelectuales, pero
registrándolas y beneficiándose de ellas de manera permanente. El intelecto
también se distingue de conformidad con sus funciones, en tanto sean
especulativas o prácticas.
Cuando se refiere simplemente a la relación racional de las ideas se llama
especulativo, cuando se considera en armonía con la acción se denomina práctico.
La facultad, sin embargo, es la misma en ambos casos. La facultad de consciencia
es de hecho algo práctico en el intelecto, o el intelecto estableciendo juicios
sobre las cualidades morales de las acciones. El intelecto es esencialmente la
facultad de identificación de la verdad y la falsedad, y en sus actos de juicio
al mismo tiempo, afirma la unión entre el sujeto y el predicado, y los acuerdos
entre las representaciones y la realidad objetiva.
El intelecto también se exhibe de si mismo en la alta capacidad de memoria
cuando hay consciencia en el reconocimiento de identificación entre el presente
y el pasado. Para el intelecto también es dado la concepción del ser y la
identidad personal. La dificultad fundamental con toda la escuela
sensacionalista, desde Hume a Mill, es respecto al reconocimiento de la
personalidad, es debido a que se ignora la verdadera naturaleza de la facultad
del intelecto.
Cuando no hay tal grado alto de facultad racional en la mente, entonces la mente
no puede ser conocida como nada más que una serie de estados mentales. Es el
intelecto el que posibilita que la mente se aprehenda a si misma como una
unidad, o como un ser unitario. Las ideas acerca de los infinito, de espacio,
tiempo, y causalidad son todas ellas similares en cuanto productos de la
actividad intelectual, principiando desde los datos evidenciados por los
sentidos, y ejecitando el poder de la intuición, la abstracción, identificación
y discriminación. Es de conformidad con esto, la ausencia de una concepción
adecuada del intelecto la que termina siendo considerada como el tratamiento de
todas estas funciones mentales de manera defectuosa, en la psicología inglesa
del último siglo.
(Véase también FACULTADES DEL ALMA; DIALECTICA; EPISTEMOLOGÍA; EMPIRICISMO;
IDEALISMO; POSITIVISMO)
MICHAEL MAHER
Transcripción de Tomas Hancil
Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes