Mahoma y Mahometismo
EnciCato
I. El Fundador
II. El Sistema
A. Extensión geográfica, divisiones y distribución de los mahometanos
B. Dogmas
Dogma
Practica
Moral
I. EL FUNDADOR
Mahoma, “el alabado”, el profeta del Islam y fundador del mahometismo, nació en
La Meca (se dice que el 20 de agosto) en 570 d.C. En aquel entonces Arabia se
encontraba desgarrada por facciones en guerra. La tribu de Fihr, o Quarish, a la
que pertenecía Mahoma, se había establecido en el sur de Hijas (Hedjaz), cerca
de La Meca, que constituía, ya en aquel momento, el principal centro religioso y
comercial de Arabia. El poder de esta tribu había ido aumentando de manera
continua; se habían convertido en los señores y guardianes reconocidos de la
sagrada Kaaba, dentro de la ciudad de La Meca - que era visitada ya entonces en
peregrinación anual por los árabes paganos con ofrendas y tributos - y gracias a
ello habían ganado tal preeminencia que fue comparativamente fácil para Mahoma
inaugurar su reforma religiosa y su campaña política, que finalizó con la
conquista de toda Arabia y la fusión de las numerosas tribus árabes en una sola
nación, con una religión, un código y un santuario (véase ARABIA, El
Cristianismo en Arabia).
El padre de Mahoma era Abdallah, de la familia de Hashim, que murió al poco
tiempo de nacer su hijo. A la edad de seis años, falleció también su madre y
desde entonces su tío Abu-Talib se hizo cargo de él. Sus primeros años los pasó
como pastor y acompañante de caravanas, y cuando contaba veinticinco se casó con
una viuda rica, Khadija, quince años mayor que él. Tuvieron seis hijos, todos
los cuales murieron muy jóvenes excepto Fátima, su amada hija.
En sus viajes comerciales a Siria y Palestina trabó conocimiento con judíos y
cristianos, adquiriendo un conocimiento imperfecto de sus religiones y
tradiciones. Era un hombre de carácter retraído, adicto a la oración y al ayuno,
y que sufría de ataques epilépticos. Cuando contaba cuarenta años (612 d.C.),
aseguró haber recibido una llamada del Angel Gabriel, y comenzó así su carrera
activa como el profeta de Alá y el apóstol de Arabia. Sus conversos fueron
alrededor de cuarenta personas, incluyendo a su mujer, su hija, su suegro Abu
Bakr, su hijo adoptivo Alí Omar y su esclavo Zayd. Debido a su predicación y a
sus ataques al paganismo, Mahoma atrajo sobre si una persecución que le hizo
marchar de La Meca a Medina en 622, año de la Egira (huída) y comienzo de la era
mahometana. En Medina fue reconocido como el profeta de Dios, y sus seguidores
aumentaron. Inició una guerra contra sus enemigos, conquistó muchas tribus
árabes, judías y cristianas, entró triunfal en La Meca en 630, destruyó los
ídolos de la Kaaba, se convirtió en el dominador de Arabia y unió finalmente a
todas las tribus bajo un emblema y una religión. En 632 realizó su última
peregrinación a La Meca a la cabeza de cuarenta mil seguidores, y poco después
de su regreso murió de una violenta fiebre a los sesenta y tres años de edad, en
el decimoprimer año de la Egira y 633 de la era cristiana.
Las fuentes biográficas sobre Mahoma son numerosas, pero en conjunto poco
fiables, al estar atestadas de detalles ficticios, leyendas y relatos. Ninguna
de sus biografías fue recopilada durante su vida, y la más temprana fue escrita
un siglo y medio después de su muerte. El Corán es, quizás, la única fuente
fiable sobre los sucesos más destacados de su carrera. Sus primeros y
principales biógrafos son Ibn Ishaq (151 A.H. = 768 d.C.), Wakidi (207 = 822),
Ibn Hisham (213 = 828), Ibn Sa´d (230 = 845), Tirmidhi (279 = 892), Tabari (310
= 929), las “Vidas de los compañeros de Mahoma”, los numerosos comentaristas
coránicos (especialmente Tabari, ya mencionado, Zamakhshari 538 = 1144), y
Baidawi (691 = 1292), el “Musnad” o colección de tradiciones de Ahmad ibn Hanbal
(241 = 855), las colecciones de Bokhari (256 = 870), el “Isabah” o “Diccionario
de las personas que conocieron a Mahoma”, de Ibn Hajar, etc. Todas estas
colecciones y biografías están basadas en los llamados hadith o “tradiciones”,
cuyo valor histórico es más que dudoso.
De hecho, estas tradiciones representan un desarrollo legendario, gradual y más
o menos artificial, más que una información histórica suplementaria. Según
ellas, Mahoma tenía hábitos sencillos, si bien era sumamente cuidadoso con su
apariencia personal. Amaba los perfumes y odiaba las bebidas fuertes. De un
temperamento extremadamente nervioso, retrocedía ante el dolor corporal. Aunque
estaba dotado de una gran imaginación, su talante era taciturno. Era cariñoso y
magnánimo, piadoso y austero en la práctica de su religión, valiente, cumplidor
e irreprochable en su comportamiento familiar y personal. Palgrave, sin embargo,
hace notar sabiamente que “los ideales árabes de virtud fueron ideados primero
y, a continuación, le fueron atribuídos”. De cualquier forma, admitiendo toda
licencia en la exageración, la vida de Mahoma y sus acciones le muestran como un
hombre de valor intrépido, gran estratega, elevado patriotismo, compasivo por
naturaleza y pronto al perdón. Y sin embargo, no tuvo piedad en su trato con los
judíos, una vez que hubo abandonado toda esperanza de que se sometieran. Aprobó
el asesinato, si ello servía a su causa; por muy bárbaros o traicioneros que
fueran los medios utilizados, a sus ojos el fin justificaba su utilización; y en
más de una ocasión no sólo aprobó sino que también instigó el crimen. En lo que
se refiere a su sinceridad y carácter moral, en los últimos tres siglos los
estudiosos han expresado opiniones contradictorias. Muchas de estas opiniones
están influídas bien por un odio extremado hacia el islám y su fundador, bien
por una admiración exagerada unida a un odio hacia el cristianismo. Lutero le
consideró como “un demonio y el primogénito de Satanás”. Maracci sostenía que
Mahoma y el mahometismo no eran muy diferentes de Lutero y el protestantismo.
Spanheim y D´Herbelot le caracterizan como un “impostor perverso” y un “vil
embustero”, mientras que Prideaux le señala como un deliberado embaucador. Tales
insultos indiscriminados no están apoyados en hechos. Los estudiosos modernos,
como Sprenger, Noldeke, Weil, Muir, Koelle, Grimme, Margoliouth, nos ofrecen una
aproximación más correcta y objetiva a la vida y el carácter de Mahoma, y están
de acuerdo en lo que se refiere a sus motivos, su llamada profética, sus
cualidades personales y su sinceridad. Las variadas opiniones de muchos críticos
recientes han sido hábilmente recogidas y resumidas por Zwemer, en su obra
“Islám, un reto para la fe” (Nueva York, 1907). Según Sir William Muir, Marcus
Dods y otros estudiosos, Mahoma fue sincero al principio, pero más tarde,
exaltado por su éxito, practicó el engaño en cuanto le ayudara a obtener sus
fines. Koelle “encuentra la clave para el primer periodo de la vida de Mahoma en
Khadija, su primera esposa”, después de cuya muerte él se convirtió en presa de
todas sus malvadas pasiones. Sprenger atribuye las pretendidas revelaciones a
ataques epilépticos, o a “un paroxismo de locura cataléptica”. El mismo Zwemer
pasa a criticar la vida de Mahoma tomando como referencia las normas, en primer
lugar, del Antiguo y Nuevo Testamento, ambos reconocidos por Mahoma como
revelación divina; en segundo, por la moralidad pagana de sus compatriotas
árabes, y en último lugar, según la nueva ley de la que él se presentaba como
“el intercesor y guardián escogido por Dios”. Según este autor, el profeta fue
desleal incluso con respecto a las tradiciones éticas de los bandidos idólatras
entre los que vivía, y violó grandemente la fácil moralidad sexual de su propio
sistema. Después de ésto, casi no es necesario decir que, en opinión de Zwemer,
Mahoma no llegó a alcanzar con mucho ni los más elementales requisitos de la
moralidad de la Sagrada Escritura. Zwemer concluye con una cita de Johnstone,
comentando que el juicio de estos estudiosos modernos, aunque duro, se basa en
testimonios que “proceden en su totalidad de los labios y plumas de sus propios
devotos partidarios... Y los seguidores del profeta no tienen razón para
quejarse si, incluso con tales pruebas, el veredicto de la historia se pronuncia
en su contra”.
II. EL SISTEMA
A. Extensión geográfica, divisiones y distribución de los mahometanos
Después de la muerte de Mahoma, el mahometismo aspiró a convertirse en un poder
mundial y una religión universal. La debilidad del imperio bizantino, la
desafortunada rivalidad entre las iglesias griegas y latinas, los cismas de
Nestorio y Eutico, el poder en decadencia de la dinastía sasánida de Persia, el
laxo código moral de la nueva religión, el poder de la espada y del fanatismo,
la esperanza del saqueo y el amor por la conquista - todos estos factores se
combinaron con la genialidad de los califas, los sucesores de Mahoma, y dieron
como resultado la conquista, en mucho menos de un siglo, de Palestina, Siria,
Mesopotamia, Egipto, el norte de Africa y el sur de España.
Los musulmanes llegaron a cruzar los Pirineos, amenazando con alcanzar San Pedro
en Roma, pero fueron finalmente derrotados por Carlos Martel en Tours, en 732,
exactamente cien años después de la muerte de Mahoma. Esta derrota detuvo sus
conquistas occidentales y salvó a Europa. En los siglos VIII y IX conquistaron
Persia, Afganistán y gran parte de la India, y en el siglo XII se habían
convertido ya en los dueños absolutos de toda Asia Occidental, España y el norte
de Africa, Sicilia, etc. Fueron finalmente conquistados por mongoles y turcos,
en el siglo XIII, mas los nuevos conquistadores adoptaron la religión de Mahoma
y, en el siglo XV, derrocaron al tambaleante imperio bizantino (1453). Desde
aquel baluarte (Constantinopla) amenazaron incluso al imperio alemán, pero
fueron derrotados a las puertas de Viena, y se les hizo retroceder más allá del
Danubio, en 1683.
El mahometismo comprende actualmente varias escuelas teológicas y facciones
políticas. Los ortodoxos (sunníes) defienden la legitimidad de la sucesión de
los tres primeros califas, Abu Bakr, Omar y Uthman, mientras que los cismáticos
(chiíes) son los defensores del derecho divino de Alí en contra de la sucesión
de estos califas a los que denominan “usurpadores”, y cuyos nombres, tumbas y
monumentos insultan y aborrecen. Los chiíes cuentan hoy día con alrededor de
doce millones de partidarios, más o menos una vigésima parte de todo el mundo
mahometano, y están repartidos por Persia y la India. Los sunníes están
subdivididos en cuatro escuelas teológicas principales o sectas, las cuales son
los hanifitas, que se encuentran fundamentalmente en Turquía, Asia Central y
norte de la India, los shafitas, en el sur de la India y Egipto, los malikitas,
en Marruecos, Berberia y zonas de Arabia, y los hanbalitas, en Arabia Central y
Oriental y en algunas partes de Africa. Los chiíes están también subdivididos en
varias sectas, aunque menos importantes. De las proverbiales setenta y tres
sectas del islám, treinta y dos corresponden a los chiíes. Las principales
diferencias entre ambos son:
· En lo que respecta a quiénes son los legítimos sucesores de Mahoma
· Los chiíes cumplen las ceremonias del mes del ayuno, Muharram, en menoria de
Alí, Hasán, Husein y Bibi Fátima, mientras que los sunníes sólo consideran
sagrado el décimo día de dicho mes, y por ser el día en que Dios creó a Adán y a
Eva.
· Los chiíes permiten los matrimonios temporales, que se contraen por una suma
determinada de dinero, mientras que los sunníes sostienen que Mahoma los
prohibió.
· Los chiíes incluyen a los adoradores del fuego entre las “gentes del Libro”,
mientras que los sunníes sólo consideran como tales a los judíos, cristianos y
musulmanes.
· Muchas pequeñas diferencias en las ceremonias de oración y ablución.
· Los chiíes admiten un acuerdo de compromiso religioso para escapar a las
persecuciones y la muerte, mientras que los sunníes consideran ésto como
apostasía.
Hay también sectas menores, de las cuales las principales son los aliítas o
fatimitas, los asharianos, los azaragitas, los babkitas,los babbis, los
idrisitas, los ismaelitas y asesinos, los jabrianos, los kaissanitas, los
karmathianos, los kharjitas, los seguidores del Mahdi, los mutazilitas, los
Qadrianos, los safrianos, los sifatianos, los sufíes, los wahabíes y los
zaiditas. Los rasgos distintivos de estas sectas son políticos así como
religiosos; únicamente tres o cuatro de ellas tienen hoy día alguna influencia.
Sin embargo, a pesar de estas divisiones, los principales artículos de fe y
moralidad y los ritos son sustancialmente uniformes.
De acuerdo con los cálculos más recientes y fiables (1907), el número de
mahometanos en el mundo se cifra en unos 233 millones, si bien algunos estiman
que asciende a 300 millones y otros que desciende a 175 millones. Casi 60
millones se encuentran en Africa, 170 en Asia y unos 5 millones en Europa. Su
número total equivale aproximadamente a un cuarto de la población de Asia, y a
un séptimo de la mundial. Su distribución geográfica es la siguiente:
Asia:
India, 62 millones; otras posesiones británicas (como Adén, Bahrein, Ceilán y
Chipre) alrededor de un millón y medio; Rusia (asiática y europea), el Cáucaso,
el turkestán ruso y la región de Amur, unos 13 millones; las islas Filipinas,
350.000; las Indias Orientales Alemanas (incluyendo a Java, Sumatra, Borneo,
Célebes, etc.) unos 30 millones; las posesiones francesas en Asia (Pondicherry,
Annam, Camboya, Conchinchina, Tongking, Laos) alrededor de un millón y medio;
Bokhara, 1.200.000; Khiva, 800.000; Irán, 8.800.000; Afganistán, 4.00.000; China
y el Turkestán chino, 30.000.000; Japón y Taiwan, 30.000; Corea, 10.000; Siam,
1.000.000; Asia Menor, Armenia y Kurdistán, 1.795.000; Mesopotamia, 1.200.000;
Siria, 1.100.000; Arabia, 4.500.000. En total, 170.000.000.
Africa:
Egipto, 9.000.000; Trípoli, 1.250.000; Tunicia, 1.700.000; Argelia, 4.000.000;
Marruecos, 5.600.000; Eritrea, 150.000; Sudán anglo-egipcio, 1.000.000;
Senegal-Níger, 18.000.000; Abisinia, 350.000; Camerún, 2.000.000; Nigeria,
6.000.000; Dahomey, 350.000; Costa de Marfil, 800.000; Liberia, 600.000; Sierra
Leona, 333.000; Guinea Francesa, 1.500.000; Somalia francesa, inglesa e
italiana, Protectorado Británico del Africa Oriental, Uganda, Togo, Gambia y
Senegal, alrededor de 2.000.000; Zanzibar, Africa Oriental alemana, Africa
Oriental portuguesa, Rodesia, Estado Libre del Congo y Congo Francés, unos
4.000.000; Sudáfrica e islas adyacentes, unos 235.000. En total, aproximadamente
60.000.000.
Europa:
La zona europea de Turquía, 2.100.000; Grecia, Serbia, Rumanía y Bulgaria,
alrededor de 1.369.000. En total, unos 3.500.000.
América y Australia:
Aproximadamente 70.000.
Alrededor de 7.000.000 (esto es, cuatro quintas partes) de los mahometanos
persas y unos 5.000.000 de los indios son chiíes; el resto del mundo mahometano
- aproximadamente 221.000.000 - son casi todos sunníes.
B. Dogmas
Los principales dogmas del mahometismo están expuestos en el Corán. Como ayudas
en la interpretación del sistema religioso del Corán tenemos: primero, las
denominadas “Tradiciones”, que se supone que contienen doctrina y enseñanzas
suplemetarias de Mahoma, de las cuales, sin embargo, una parte muy considerable
es decididamente espuria; segundo, el consenso de los doctores del Islám
representado por los imanes más célebres, los fundadores de varias sectas
islámicas, los comentaristas del Corán y los maestros de la jurisprudencia
mahometana; tercero, la analogía o deducción forma principios reconocidos
admitidos en el Corán y en las tradiciones. La religión de Mahoma, conocida
entre sus partidarios como Islám, no contiene prácticamente nada original: es
una combinación confusa del paganismo nativo árabe, judaísmo, cristianismo,
sabiísmo (mandoeanismo), hanifismo y maniqueísmo.
El sistema puede dividirse en dos partes: el dogma o teoría, y la moral o
práctica. Todo el entramado está construido sobre cinco puntos fundamentales,
uno de ellos perteneciente a la fe o teoría, y los otros cuatro a la moral o
práctica. Todo el dogma mahometano está supuestamente expresado en una única
fórmula: “no hay más Dios que el verdadero Dios y Mahoma es su profeta”. Pero
esta única confesión implica para los mahometanos seis artículos diferentes:
(a) La creencia en la unidad de Dios;
(b) En sus ángeles;
(c) En su Escritura;
(d) En sus profetas; en la resurrección y en el Juicio Final;
(e) En la decisión absoluta e irrevocable de Dios y en la predeterminación tanto
del bien como del mal.
Los cuatro puntos relativos a la moral o práctica son: (a) la oración, las
abluciones y las purificaciones; (b) la limosna; (c) el ayuno y (d) la
peregrinación a la Meca.
(1)El Dogma
La doctrina del Islám referente a Dios - su Unidad y los atributos divinos - es
fundamentalmente la de la Biblia; sin embargo Mahoma profesó la aversión más
profunda hacia la doctrina de la Trinidad y de la divina filiación de Cristo.
Como subraya Noldecke, el conocimiento de Mahoma sobre estos dos dogmas fue
superficial; incluso los artículos del Credo que se referían a ellos no eran
debidamente conocidos por él, y por ello sintió que era prácticamente imposible
armonizarlos con el sencillo monoteísmo semítico. Probablemente, fue también
esta sola consideración la que le impidió abrazar el Cristianismo (Sketches fron
Eastern History, 62).
Se considera que el número de profetas enviados por Dios es alrededor de
124.000, y el de los apóstoles, 315. De los primeros, 22 son mencionados por su
nombre en el Corán - son, por ejemplo, Adán, Noé, Abrahám, Moisés, Jesús.
Según los sunníes, los profetas y apóstoles no cometieron pecado alguno, son
superiores a los ángeles y tenían el poder de realizar milagros. La angelología
y la demonología mahometanas están casi completamente basadas en la tradición
judía tardía y en la de principios del Cristianismo. Se cree que los ángeles
están libres de todo pecado; no comen ni beben, y no hay distinción de sexo
entre ellos. Son, por regla general, invisibles, excepto para los animales,
aunque a veces aparezcan bajo forma hmana. Los principales ángeles son: Gabriel,
el guardián y comunicador de la revelación de Dios al hombre; Miguel, el
protector de los hombres; Azrael, el ángel de la muerte, encargado de recibir
las almas de los hombres cuando mueren; e Israfil, el ángel de la resurrección.
Además de éstos, están los serafines, que rodean el trono de Dios y están
constantemente cantando sus alabanzas; los secretarios, que registran las
acciones de los hombres; los observadores, que espían cada palabra y hecho de la
humanidad; los viajeros, cuya tarea consiste en viajar por toda la tierra para
saber si los hombres mencionan el nombre de Dios y cuándo lo hacen; los ángeles
de los siete planetas, a cargo del infierno; y una multitud incontable de seres
celestiales que llenan todo el espacio. El principal demonio es Iblis, que, al
igual que sus numeroso compañeros, fue una vez el más cercano a Dios, pero fue
expulsado al rechazar obedecer la orden de Dios de rendir homenaje a Adán. Estos
demonios son dañinos tanto para las almas como para los cuerpos de los hombres,
aunque su inflencia maligna está constantemente contrarrestada por la
interferencia divina.
Además de los ángeles y demonios, existen también los jinns o genios, criaturas
de fuego, capaces de comer, beber, propagarse y morir; algunos son buenos, otros
son malos, pero todos ellos son capaces de salvarse o condenarse.
Dios recompensa el bien y castiga las malas obras. Es misericordioso y
fácilmente se torna propicio si hay arrepentimiento. El castigo de los malvados
impenitentes será terrible, y la recompensa de los fieles será grande. Todos los
hombres tendrán que levantarse de entre los muertos y se someterán al juicio
universal. El Día de la Resurrección y el Juicio será precedido y acompañado de
diecisiete señales, pavorosas o grandiosas, en el cielo y en la tierra, y de
ocho señales menores, algunas de las cuales son idénticas a las mencionadas en
el Nuevo Testamento. La resurrección será general y se extenderá a todas las
criaturas - ángeles, genios, hombres y animales. Los tormentos del infierno y
los placeres del paraíso, muy especialmente éstos últimos, son proverbialmente
burdos y sensuales. El infierno está dividido en siete regiones: Jahanam,
reservado a los mahometanos infieles; Laza,para los judíos; Al-Hutama, para los
cristianos; Al-Sair, para los sabianos; Al-Saqar, para los magianos; Al-Jahim,
para los idólatras; Al-Hawiyat, para los hipócritas. En cuanto a los tormentos
del infierno, se cree que los condenados se retorcerán entre vientos pestilentes
y agua hirviendo, y a la sombra de un humo negro. Se les obligará a tragar agua
hirviendo. Se les arrastrará del cuero cabelludo, se les arrojará al fuego
envueltos en prendas en llamas, y se les golpeará con mazas de hierro. Cuando su
piel esté bien quemada, se les dará otra piel para su mayor tortura. Mientras
que la condenación de todos los infieles será eterna y sin esperanza, los
musulmanes que, aunque fieles a la religión verdadera hayan cometido pecados
atroces, serán librados del infierno cuando hayan expiado sus pecados.
Las alegrías y glorias del Paraíso son tan fantásticas y sensuales como una
mente árabe lasciva pueda imaginar. “Dado que la abundancia de agua es uno de
los mayores complementos para el deleite de un árabe beduino, el Corán habla a
menudo de los ríos del Paraíso como de un ornamento fundamental del mismo,
algunas de estas corrientes fluyen con agua, algunas con vino y otras con miel,
además de muchos otros manantiales y fuentes más pequeños, cuyas piedras son
rubíes y esmeraldas, mientras que su tierra está formada por alcanfor, sus
cauces son de almizcle y sus orillas de azafrán. Sin embargo todas estas glorias
serán eclipsadas por las doncellas resplandecientes y encantadoras del Paraíso,
las huríes, siendo la principal felicidad de los que han sido fieles el gozar de
la compañía de las mismas. Estas doncellas no son creadas a partir del barro,
como es el caso de las mujeres mortales, sino de almizcle y libres de toda
impureza natural, defectos e inconvenientes. Serán hermosas y modestas y estarán
apartadas de la vista pública en pabellones de perlas huecas. Los placeres del
Paraíso serán tan abrumadores que Dios concederá a cada uno las capacidades que
corresponderían a cien individuos para poder disfrutarlos. Se asignará a cada
uno una gran mansión, y el más humilde tendrá a su disposición al menos 80.000
sirvientes y setenta y dos esposas de entre las doncellas del Paraíso. Mientras
coman serán atendidos por 300 asistentes, la comida se servirá en platos de oro,
de los cuales 300 serán dispuestos frente a él en seguida, y cada uno contendrá
un tipo diferente de comida y una provisión inacabable de vino y licores. La
magnificencia de los trajes y joyas estará de acuerdo con la exquisitez de la
dieta, ya que serán ataviados con las sedas y brocados más suntuosos, adornados
con pulseras de oro y plata y con coronas incrustadas de perlas, y utilizarán
alfombras de seda, sofás, almohadas, etc. y para que puedan disprutar todos
estos placeres Dios les concederá una juventud perpetua, belleza y vigor. La
música y las canciones serán también encantadoras y eternas” (Wollaston,
“Muhammed, His Life and Doctrines”).
La doctrina mahometana de la predestinación es equivalente al fatalismo. Creen
en la decisión absoluta de Dios y en la predeterminación tanto del bien como del
mal, esto es, cualquier cosa que haya ocurrido y que ocurrirá en el mundo, sea
bueno o malo, procede enteramente de la voluntad divina, y está irrevocablemente
determinado y escrito desde toda la eternidad.La posesión y el ejercicio de
nuestra propia voluntad libre es, por tanto, vano e inútil. El absurdo de esta
doctrina fue percibido por los teólogos mahometanos posteriores, que intentaron
en vano minimizarlo mediante varias distinciones sutiles.
(2) Práctica
Los cinco pilares del lado práctico y ritual del Islám son la recitación del
Credo y las oraciones, el ayuno, la limosna y la peregrinación a la Meca. La
fórmula del Credo se ha expuesto arriba y recitarlo es necesario para la
salvación. Las oraciones diarias son cinco: antes del amanecer, al mediodía, a
las cuatro de la tarde, a la puesta del sol y poco después de la medianoche. Las
formas de las oraciones y las posturas están prescritas en una liturgia coránica
muy reducida. Todas las oraciones deben hacerse mirando a La Meca, y deben ser
precedidas de un lavado, que, si se omite, hace que las oraciones no tengan
efecto. La oración pública tiene lugar el viernes en la mezquita, y es dirigida
por un imán. Sólo los hombres asisten a las oraciones públicas, ya que las
mujeres rara vez rezan, ni siquiera en casa. Las oraciones por los difuntos
tienen gran mérito y son recomendadas. Se recomienda el ayuno en todas las
estaciones, pero sólo es obligatorio en el mes de Ramadán. Comienza al amanecer
y finaliza con la puesta del sol, y exige mucho esfuerzo, especialmente cuando
la estación del ayuno coincide con el verano. Al finalizar el Ramadán celebran
un gran día de fiesta, denominado generalmente Bairam o Fitr, que significa
“Romper el ayuno”. El otro gran festival es el de Azha, que está tomado del Día
de la Expiación judío con modificaciones. La limosna es grandemente recomendada:
es obligatoria en el día de fiesta después del Ramadán, e irá destinada
únicamente a los “fieles”(mahometanos). La peregrinación a la Meca una vez en la
vida es un deber que afecta a todo musulmán libre con medios suficientes y vigor
físico; los méritos que comporta no pueden ser obtenidos por delegación, y las
ceremonias son muy semejantes a las que llevó a cabo el mismo Mahoma (véase
MECA). Las peregrinaciones a las tumbas de los santos son muy corrientes hoy
día, especialmente en Irán y en la India, aunque fueron absolutamente prohibidas
por Mahoma.
(3) Moral
Apenas es necesario recalcar aquí el hecho de que la ética del islám es muy
inferior a la del judaísmo y aún más a la del Nuevo Testamento. Abundando en
ésto, no podemos estar de acuerdo con Noldecke cuando sostiene que, aunque en
muchos aspectos la ética del islám no puede compararse ni siquiera con el tipo
de cristianismo que prevaleció y todavía prevalece en Oriente, sin embargo, en
otros aspectos la nueva fe - simple, robusta, en el vigor de su juventud -
sobrepasó con mucho la religión de los cristianos sirios y egipcios, que estaba
en una situación de estancamiento y de continuo descenso cada vez más a las
profundidades de la barbarie (op. cit., Wollaston, 71, 72). La comparación entre
la historia y el desarrollo, así como el pasado y el presente de las condiciones
religiosas, sociales y éticas de todas las naciones y países cristianos,
independientemente de cuál sea su secta o escuela, y los aspectos
correspondientes de los variados países mahometanos, en todas las épocas, es una
refutación suficiente a la afirmación de Noldecke. Es indiscutible que en la
ética del islám hay muchas cosas dignas de admiración y aprobación, pero no en
cuanto a originalidad ni a superioridad. Aquello que es realmente bueno en la
ética mahometana es un lugar común o bien está tomado de otras religiones,
mientras que aquello que es suyo y característico es casi siempre imperfecto o
malo.
Los principales pecados prohibidos por Mahoma son la idolatría y la apostasía,
el adulterio, el falso testimonio contra un hermano musulmán, los juegos de
azar, beber vino u otros tóxicos, la usura y la adivinación mediante flechas. El
amor fraternal en el islám se limita a los musulmanes. Cualquier forma de
idolatría o apostasía es severamente castigada en el islám, pero se permite que
la violación de cualquiera de los otros preceptos generalmente quede sin
castigo, a menos que cause un conflicto grave con el bienestar social o el orden
político del Estado. Entre otras prohibiciones se debe hacer mención a la de
comer sangre, carne de cerdo o cualquier cosa que muera de muerte natural, que
haya sido sacrificada en honor de algún ídolo, estrangulada, matada por un golpe
o una caída o por otra bestia. Sin embargo, en caso de extrema necesidad, se
dispensa de estas restricciones. El infanticidio, abundantemente practicado por
los árabes preislámicos, es prohibido estrictamente por Mahoma, como también el
sacrificio de niños a los ídolos en cumplimiento de un voto, etc. El crimen del
infanticidio se presentaba generalmente bajo la forma de enterramiento de niñas
recién nacidas, para que los padres no se vieran reducidos a la pobreza al
intentar sustentarlas o bien para evitarles la pena y la desgracia que les
causaría si sus hijas eran tomadas como cautivas o se convertían en motivo de
escándalo por su comportamiento.
La religión y el Estado no están separados en el islám. Por ello, la
jurisprudencia civil y criminal mahometana está fundamentalmente basada en el
Corán y en las “tradiciones”. A Mahoma se le atribuyen miles de decisiones
jurídicas y son incorporadas en las varias colecciones de hadith. Mahoma ordenó
que se honrara y obedeciera a los padres, y que se tratara con amabilidad a las
esposas y a los esclavos. La calumnia y la maledicencia son fuertemente
censuradas, aunque se permite el falso testimonio cuando es para ocultar el
crimen de un musulmán y salvar su reputación o su vida. En lo que respecta al
matrimonio, la poligamia y el divorcio, el Corán explícitamente permite estar
casado con cuatro esposas legales al tiempo (sura iv, v. 3), de las que el
marido se puede divorciar cuando así le parezca. Se permite cualquier cantidad
de concubinas y esclavas sexuales. Hoy día, sin embargo, debido a razones
económicas, el concubinato no es tan común como la opinión popular occidental
parece creer. Se prescribe la reclusión de las esposas, y en caso de
infidelidad, las pruebas que presente la mujer, ya sea en su propia defensa o
contra su marido, no son admitidas, mientras que las del marido siempre lo son.
Tanto en ésto como en los casos judiciales, el testimonio de un solo hombre
tiene a veces el valor equivalente al del de dos mujeres, en el caso de que
éstos últimos fueran admitidos. Al hombre se le permite que repudie a su mujer
con la excusa más nimia, pero la mujer no tiene licencia siquiera para separarse
de su marido a menos que sea debido a malos tratos, a la búsqueda de un sustento
adecuado o debido a negligencia de los deberes conyugales; e incluso entonces
generalmente ella pierde su dote, algo que no ocurre si es el marido el que se
divorcia de ella, a menos que ella haya sido culpable de indecencia o de
desobediencia notoria. Mahoma prohibe explícitamente tanto al marido como a la
mujer recurrir al divorcio a la menor ocasión o bajo el impulso de un capricho,
pero esta advertencia no fue seguida ni por el mismo Mahoma ni por sus
seguidores. Una mujer divorciada debe esperar tres meses antes de casarse de
nuevo, de modo que se pueda estar seguro sobre la paternidad de un posible o
probable hijo.
Por el contrario, una viuda debe esperar cuatro meses y diez días. La
inmoralidad en general es condenada y castigada severamente por el Corán, pero
el relajamiento moral y la sensualidad depravada de los mahometanos en gran
parte han anulado sus efectos en la práctica.
La esclavitud no es únicamente tolerada por el Corán, sino que se la considera
como una necesidad práctica, mientras que conceder la libertad a los esclavos es
considerado como algo meritorio. Debe hacerse notar, sin embargo, que entre los
mahometanos, los hijos de las esclavas y concubinas son considerados por lo
general igual de legítimos que los de las esposas legales y ninguno es
considerado bastardo, excepto aquellos nacidos de prostitutas públicas y los de
padre desconocido. La acusación esgrimida a menudo contra el Corán por la que
éste enseñaría que las mujeres no tienen alma carece de fundamento. La ley
coránica referente a la herencia insiste en que las mujeres y los huérfanos sean
tratados con justicia y amabilidad. Sin embargo, en general, los herederos
varones tienen derecho al doble que las mujeres. Los contratos deben ser
cuidadosamente redactados en presencia de testigos. El asesinato, el homicidio y
el suicidio son prohibidos explícitamente, aunque se permite la venganza de
sangre. En el caso de que se produzcan lesiones personales, se aprueba la ley
del ojo por ojo.
Para concluir, se debe hacer referencia aquí a los meses sagrados y al día
sagrado de la semana. Los árabes tenían un año de doce meses lunares, y este año
se hacía coincidir con el año solar tan a menudo como fuera necesario
intercalando un decimotercer mes. Sin embargo, el año mahometano tiene una
duración media de 354 días, y es diez u once días más corto que el año solar, y
de acuerdo con ésto las fiestas mahometanas se desplazan sucesivamente a lo
largo de las estaciones. La era mahometana comienza con la Egira, que se cree
que tuvo lugar el 16 de julio de 622 d.C. La regla para calcular a qué año de la
era cristiana (d.C.) corresponde un año dado de la era mahometana (A.H.) es la
siguiente: restar de la fecha mahometana dada el producto que resulta de
multiplicar por tres el número de siglos completos hasta esa fecha, y sumar 621
al resultado de esta resta (esta regla, sin embargo, sólo da un resultado exacto
para el primer día de un siglo mahometano. Por ejemplo, el primer día del siglo
catorce tuvo lugar durante el año 1883 d.C.). Los meses primero, séptimo,
decimoprimero y decimosegundo del calendario mahometano son sagrados: durante
estos meses no es legal emprender una guerra. El decimosegundo mes está
consagrado a la peregrinación anual a La Meca, y con el fin de proteger a los
peregrinos, los meses anterior (decimoprimero) y siguiente (primero del nuevo
año) son también inviolables. El séptimo mes está reservado al ayuno con el que
Mahoma sustituyó al mes (noveno) dedicado por los árabes en tiempos preislámicos
a comer y beber en cantidades excesivas. Mahoma escogió el viernes como día
sagrado de la semana, y se han aducido muchas posibles razones tanto por el
profeta como por sus seguidores para justificar esta elección; el motivo más
probable sería el de tener un día sagrado diferente al de judíos y cristianos.
Si bien es cierto que el viernes era un día de reuniones solemnes y fiestas
públicas entre los árabes preislámicos. Durante el viernes no se disfruta de un
descanso del trabajo, pero se prescribe que en este día se lleven a cabo las
plegarias y el culto en comunidad. Otra costumbre que data de antiguo y que
todavía es observada universalmente por todos los mahometanos, aunque no está
explicitamente ordenada en el Corán, es la circuncisión. Se la considera una
práctica semi-religiosa, y su realización es precedida y acompañada de grandes
fiestas.
En materia política, el Islám es un sistema de despotismo dentro de las
fronteras y de agresión más allá de las mismas. El Profeta ordenó una sumisión
absoluta al imán. En ningún caso se podía levantar la espada contra él. Los
derechos de los no-musulmanes son del tipo más indefinido y limitado y la guerra
de religión es un deber sagrado cuando se da la oportunidad del éxito contra el
“infiel”. Los mahometanos de la Edad Media y Moderna , especialmente los turcos,
y las persecuciones tanto de judíos como de cristianos son quizá la mejor
ilustración de este fanático espíritu religioso y político.
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GABRIEL OUSSANI
Transcrito por Michael T. Barrett
Traducido por Aurora Marín Lopez
Dedicado a las benditas almas del Purgatorio.