Salmos Invitatorios
EnciCato
I. El Invitatorio
A. Naturaleza, estructura, origen
B. Conveniencia o no del invitatorio en Laudes
C. Las antífonas de los salmos invitatorios
II. Los Cuatro Salmos Invitatorios
A. Salmo 23
B. Salmo 66
C. Salmo 94
D. Salmo 99
III. Conclusiones
EL INVITATORIO
Naturaleza, estructura, origen
El invitatorio consiste en una invocación dialogada seguida de un salmo (23, 66,
94 o 99) con una antífona que va cambiando según las fiestas y los tiempos. Se
dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se
antepone o bien al oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el
día por una u otra acción litúrgica.
La invocación es del salmo 50: "Señor, ábreme los labios, y mi boca proclamará
tu alabanza" (sal 50,17). Con ella se empieza la oración y se pide que todo el
día estén abiertos los labios para seguir alabando a Dios. El gesto que acompaña
estas primeras palabras -con el dedo pulgar se traza una cruz sobre los labios-
quiere recordar que el don de la voz y del lenguaje va a ser puesto, ante todo,
a disposición de Dios.
El uso del invitatorio dentro de la oración de las horas tiene casi dieciséis
siglos de historia: Ya desde San Benito, en el siglo VI, en los oficios
nocturnos o de vigilias, se iniciaba con el verso "Señor, ábreme los labios..."
repetido 3 veces; venían a continuación el salmo 3 y el 94. El oficio matutino (Laudes)
se introducía con el salmo 66 sin antífona, durante el cual debían ir llegando
todos los monjes que estuvieran lejos.
Conveniencia o no del invitatorio en Laudes
El invitatorio, por su naturaleza, no necesariamente se antepone al oficio de
lectura o a Laudes sino al rezo que en realidad sea el primero del día. Su "relativización",
en el caso de Laudes, se debe a que esta hora empieza con el himno, y éste viene
a ser también un elemento introductorio de la oración. Por tanto, para evitar el
posible duplicado, se deja libertad para hacer o no el salmo invitatorio.
Además hay otro motivo: empezar el rezo con un salmo, que es Palabra bíblica,
les parece a algunos que es menos conveniente si luego va a seguir
inmediatamente un himno, que no es Palabra revelada, sino creación eclesial y
popular. Parece pedagógico el que se conserve en lo posible la progresión, desde
la palabra humana, introductoria, hacia la Palabra revelada, centro de la
celebración.
Las antífonas de los salmos invitatorios
El modo responsorial en la realización de estos salmos es una particularidad
pedagógica que se basa en una antífona o estribillo que va variando según los
días. Estas antífonas ayudan a dar a la oración, ya desde su inicio, un color
especial según los tiempos litúrgicos del año o según la fiesta que se celebra.
Siempre se alaba a Cristo, unas veces como "rey de los mártires", o "de las
vírgenes" o como "nacido de María"... Es el sentido cristocéntrico que va a
tener toda la alabanza de las horas, y que ya se resume expresivamente en este
Invitatorio. Las antífonas en sí son como el alma de la Liturgia de las Horas;
cantarlas puede ayudar todavía más a remarcar algunos de los elementos propios
del salmo o de la celebración del día. Las antífonas introducen en la atmósfera
del salmo y con sus notas hacen ya gustar el salmo que va a servir para la
oración.
LOS CUATRO SALMOS INVITATORIOS
Salmo 23
Este salmo, "entrada solemne de Dios en su templo", da idea de su tono de
liturgia dialogada" a las puertas del templo de Jerusalén, ahora entendida en
cristiano, como invita la frase de san Ireneo: "Las puertas del cielo se abren
ante Cristo que sube al cielo". El hilo conductor de dicho salmo tiene 3
presupuestos fundamentales:
a) La verdad de la creación: Dios creó el mundo y es su Señor, él funda la
tierra sobre los mares.
b) Dios somete a juicio a sus criaturas: debemos comparecer ante su presencia y
ser interrogados sobre nuestras obras. Estamos ante el templo de Jerusalén; la
procesión de los fieles dirige a los custodios de la puerta santa una pregunta
de ingreso: "¿Quién puede entrar en el recinto sacro?. Los sacerdotes o
"liturgistas de ingreso" responden enumerando las condiciones para poder acceder
a la comunión con el Señor en el culto: orientación del ser del hombre (sus
manos-obrar y su corazón- intención) hacia Dios y su ley; no mentir, rechazar a
los ídolos pues estos son falsos dioses, es decir, "mentira"; y, la palabra no
puede ser instrumento de engaño sino símbolo de las relaciones sociales
inspiradas por la justicia y la rectitud.
c) El misterio de la venida de Dios: viene en el cosmos y en la historia, y
desea tener libre acceso, para entablar con los hombres una relación de profunda
comunión. Así se presenta la revelación progresiva de Dios marcada por 3 títulos
solemnes: "Rey de la gloria; Señor valeroso, héroe de la guerra; y Señor de los
ejércitos".
Salmo 66
En su origen era un canto de acción de gracias por la cosecha recogida ("la
tierra ha dado su fruto"). Esta nueva cosecha invitaba a Israel a elevarse de
los bienes naturales a cantar las bendiciones divinas. Quiere también convocar a
una alabanza universal ("que todos los pueblos alaben al Señor"). "Ya para el
salmista, y mucho más para nosotros, que en el Nuevo Testamento conocemos el
plan universal de salvación que Dios tiene previsto, el salmo debe significar un
abrirse a los horizontes del mundo. Tanto nuestra acción de gracias como
nuestras peticiones de bendición deben tener siempre sentido universal".
Salmo 94
Narra y expresa un acto litúrgico: la primera parte es un himno clásico, una
invitación a la alabanza, con referencia al rito litúrgico; la segunda parte es
un oráculo, en boca de Dios, invitando a la observancia de la Ley y de la
Palabra que será escuchada. Los motivos para la alabanza son:
a) El título de Dios y su puesto único (v.3);
b) La creación, vista en dos paralelismos, a lo alto y a lo ancho (v.4); y c) La
elección histórica del pueblo y la Alianza. Hebreos 4, 1-11 indica que todo el
tiempo del Antiguo Testamento es una repetida llamada y expectación del "hoy" en
que podrá entrar el pueblo en el descanso de Dios. Con Cristo llega este "hoy",
con su resurrección se inaugura en el mundo el reposo de Dios, que descansó
cuando terminó su trabajo creador. Este "hoy" de Cristo se ofrece a todos: hay
que escucharlo y entrar aprisa en su descanso. Pero la vida cristiana es de
nuevo un "comienzo", que hemos de mantener hasta el fin, para entrar en el
reposo definitivo de Cristo y de Dios.
Salmo 99
Es un himno procesional compuesto para dar gracias a Dios, de ahí que esté lleno
de exultante regocijo. Desde el templo surgen los imperativos para que toda la
tierra se una a la acción de gracias; Israel es un invitado especial: él, más
que ningún otro pueblo, sabe quién y cómo es su Dios; sabe sus portentos del
pasado y su bondad y fidelidad presentes. Hay 3 elementos principales:
a) Exhortación apremiante a la oración descrita en dimensión litúrgica. Es una
alabanza que desde la tierra sube a Dios, pero que, al mismo tiempo, sostiene el
ánimo del creyente.
b) El mundo y la historia no están a merced del destino, del caos o de una
necesidad ciega; están gobernados por un Dios misterioso y a la vez deseoso de
que la humanidad viva establemente según relaciones justas y auténticas.
c) Profesión de fe, expresada a través de una serie de atributos que definen la
realidad íntima de Dios. Después el salmo sigue con la meditación de 3
cualidades divinas exaltadas con frecuencia en el salterio: La bondad, el amor
misericordioso y la fidelidad.
CONCLUSIONES
El invitatorio no se restringe únicamente a la celebración de la Liturgia de las
Horas, ya sea de Laudes o del Oficio de Lecturas, ya que por su propia
naturaleza está pensado para preceder e introducir la primera oración del día
aunque no sea en el ámbito de la oración litúrgica.
La forma responsorial del salmo y las antífonas usadas para el mismo son un
recurso pedagógico que, con un matiz eminentemente cristológico, conducen al
orante a la santificación del día, lo disponen para la oración y lo invitan a
alabar a Cristo resucitado.
La actitud fundamental que los salmos invitatorios expresan y quieren alimentar
es ante todo la de alabanza a Dios. Una alabanza que está pensada precisamente
para el comienzo de una celebración litúrgica. Los motivos de la alabanza a la
que invitan son: la grandeza de Dios creador, su cercanía y amabilidad. Desde la
perspectiva del Nuevo Testamento y del acontecimiento de Cristo el comienzo de
un día recuerda siempre la "nueva creación", la Resurrección de Cristo que da
sentido a la oración y a la existencia humana.
Hay además, en estos salmos, una actitud de petición: el orante le pide a Dios
que lo siga bendiciendo porque intuye que durante el día lo va a necesitar ("el
Señor tenga piedad y nos bendiga"- salmo 66).
Hay también una palabra de exigencia: a mitad del salmo 94 de la alabanza se
pasa a una exhortación seria: "ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis el
corazón como en Meribá".
ALDAZABAL José, "El invitatorio" La oración de las horas" 3(marzo 1989) 94-100.
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J.A. CASAS RAMÍREZ