Mortificación
EnciCato
Uno de los métodos que el ascetismo cristiano emplea para adiestrar al alma en
la virtud y la vida santa. El término fue acuñado por San Pablo quien traza una
ilustrativa analogía entre el Cristo que muere como un mortal y que renace a una
vida inmortal y Sus seguidores que renuncian a la vida pecaminosa del pasado y
se elevan a la gracia de una nueva vida de santidad. "Porque si viviereis según
la carne, moriréis; mas si con el espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis” (Rom., VIII, 13; cf. también en Col. III, 5 y Gal. V, 24). De este uso
original del término vemos que la mortificación, aunque bajo un aspecto sea una
ley mortal, bajo el otro y más fundamentalmente se trata de una ley vital con lo
cual no se destruye sino que se enaltece a la naturaleza. Lo pernicioso es la
enfermedad del alma y atacándola se restaura y revigoriza la auténtica fe en
ella.
De las enfermedades que matan por sí mismas, el pecado, la enfermedad mortal del
alma, ostenta el primer lugar. La comisión de un pecado se destruye gracias al
impulso de la auténtica penitencia y el uso de los medios para el perdón y la
restitución que Nuestro Señor ha confiado a Su iglesia. Las tentaciones del
pecado se superan induciendo a la voluntad a aceptar las dificultades, aunque
con tolerancia, más que cediendo a las tentaciones. Llegados a este punto, la
mortificación se hace obligatoria para todos pero más para aquellos más
meticulosos que deseen ir más allá en su servicio a Cristo y esforzarse con su
ayuda en someter -tan lejos como le sea posible en su vida-, esta “rebelión” de
la carne contra el espíritu, que es el incentivo interno del pecado. Lo que se
necesita para conseguir esta victoria es que las pasiones y los deseos
concupiscentes, los cuales cuando son perdonados alegremente tienen perniciosas
influencias en la conducta humana, sean reprendidos juiciosamente para
subordinarlos y adecuar sus deseos a la regla de la razón y en la fe, según lo
discernido por la mente. Pero para que este entrenamiento sea eficaz no basta
con refrenar estos deseos carnales solamente cuando sus postulados son ilícitos.
Representan una desviación en la naturaleza y deben ser tratados como cuando nos
esforzamos en enderezar un alambre retorcido, a saber, torciéndolo hacia el lado
contrario. Así, en los diversos aspectos de la observancia ascética, los
católicos estrictos se encuentran constantemente con la abnegación incluso en
materias que por sí mismas son totalmente lícitas.
La mortificación, entendida como la curación de los malos hábitos y la
implantación de los buenos, está reconocida como uno de los métodos, incluso
entre los que van encaminados a conseguir fines puramente naturales. Lo que
distingue a la mortificación cristiana es la confianza en el logro de sus
objetivos espirituales, no simplemente en esta eficacia natural de sus métodos,
sino aún más por las ayudas de la gracia divina, para los cuales, por su
sinceridad en la autodisciplina y el motivo cristiano que la inspira, puede
contar con la omnipotencia divina. Llegados a este punto, y para contribuir a
una mayor eficacia espiritual, entra en acción otra motivación. También se
practica como una expiación de los pecados y defectos del pasado basándose en la
fe en la Iglesia Católica, aunque únicamente el sacrificio de Cristo puede
ofrecernos la apropiada expiación de los pecados humanos. Sin embargo, los
hombres no deberían tomar esto como excusa para no hacer nada por sí mismos,
sino más bien como un incentivo a añadir a sus propias expiaciones. Y, como
extensión de su poder, deberían recordar que estas expiaciones personales son
agradables a los ojos de Dios. Esto explica porqué muchas de las mortificaciones
practicadas por los devotos no sanan directamente las inclinaciones al mal
aunque adopten la forma de ejercicios lastimosos y de privaciones infligidas a
uno mismo por el hecho de ser dolorosas, como por ejemplo, los ayunos, las camas
duras, la abstención de placeres lícitos, etc. No todas estas mortificaciones
externas son por sí mismas procedentes. Los escritores espirituales no se cansan
de insistir en que la mortificación interna o el amor propio o la autoestima en
todas sus variantes son esenciales, pero estas penitencias externas son buenas
solamente si proceden del espíritu interior y le sirven para reaccionar (véase
ASCETISMO).
ALVAREZ DE PAZ, De mortifications virium animae in Opera, t. III (Paris, 1875),
1. II; BAKER, Holy Wisdom, ed, SWEENY (London, 1905); RODRIGUEZ, Christian and
Religious Perfection LE GAUDIER, De perfectione vitae spiritualis (Paris, 1856);
SCARAMELLI, Directorium ASceticum (London, 1897); MATURIN, Self-knowledge and
Self-discipline (London, 1905); CHABOT, La mortification chretienne et la vie in
Science et Religion series (Paris, 1903)
Traducido por Francisco M. Moreno del Valle