DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

EVANGELIO


Ciclo A:
Mt 25, 14-30

HOMILÍA

Orígenes, Comentario sobre el evangelio de san Mateo (68-69: PG 13, 1709-1710)

El justo siembra para el espíritu, y del Espíritu
cosechará vida eterna

Mi impresión, a propósito del presente pasaje, es ésta: que el justo siembra para el espíritu, y del Espíritu cosechará vida eterna. En realidad, todo lo que «otro», es decir, el hombre justo, siembra y recoge para la vida eterna, lo cosecha Dios, pues el justo es posesión de Dios, que siega donde no siembra, sino el justo.

Lógicamente diremos también que el justo reparte limosna a los pobres y que el Señor recoge en sus graneros todo lo que el justo ha repartido en limosnas a los pobres. Segando lo que no sembró y recogiendo lo que no esparció, considera y estima como ofrecido a sí mismo todo lo que se sembró o se esparció en los fieles pobres, diciendo a los que hicieron el bien al prójimo: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, etc. Y porque quiere segar donde no sembró y recoger donde no esparció, al no encontrar nada dirá a los que no le dieron la oportunidadde segar y recoger: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado por el Padre para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer, etc. Porque realmente es duro, como dice Mateo, o austero, según la expresión de Lucas, pero sólo para los que abusan de la misericordia de Dios por propia negligencia y no para su conversión, como dice el Apóstol: Fíjate en la bondad y en la severidad de Dios; para los que cayeron, severidad; para ti, su bondad, con tal que no te salgas de su bondad.

Pues para el que piensa que Dios es bueno, seguro de conseguir su perdón si se convierte a él, para él Dios es bueno. Pero para el que considera que Dios es bueno, hasta el punto de no preocuparse de los pecados de los pecadores, para ese Dios no es bueno, sino exigente. Pues Dios arde en ira contra los pecados de los hombres que le desprecian. Sin embargo, para que no dé la impresión de que Cristo siega lo que no hemos sembrado y recoge lo que no hemos esparcido, sembremos para el espíritu y esparzamos en los pobres, y no escondamos el talento de Dios en la tierra.

Porque no es buena esa clase de temor ni nos libra de aquellas tinieblas exteriores, si fuéremos condenados como empleados negligentes y holgazanes. Negligentes, porque no hemos hecho uso de la acendrada moneda de las palabras del Señor, con las cuales hubiéramos podido negociar y regatear el mensaje cristiano, y adquirir los más profundos misterios de la bondad de Dios. Holgazanes, porque no hemos traficado con la palabra de Dios la salvación, nuestra o la de los demás, cuando hubiéramos debido depositar el dinero de nuestro Señor, es decir, sus palabras, en el banco de los oyentes, que, como banqueros, todo lo examinan, todo lo someten a prueba, para quedarse con el dogma bueno y verdadero, rechazando el malo y falso, de suerte que cuando vuelva el Señor pueda recibir la palabra que nosotros hemos encomendado a otros con los intereses y, por añadidura, con los frutos producidos por quienes de nosotros recibieron la palabra. Pues toda moneda, esto es, toda palabra que lleva grabada la impronta real de Dios y la imagen de su Verbo, es legítima.


Ciclo B: Mc 13, 24-32

HOMILÍA

Gregorio de Palamás, Homilía 26 (PG 151, 339-342)

¡Ojalá que en el siglo futuro nos hallemos también
nosotros agregados a la muchedumbre de los salvados!

Los que tuvieren una fe recta en nuestro Señor Jesucristo y mostraren su fe con las obras; los que, atentos a sí mismos, se purificaren de la inmundicia de sus pecados mediante la confesión y la penitencia; los que se ejercitaren en las virtudes opuestas a los vicios: en la templanza, la castidad, la caridad, la limosna, la justicia y la verdad, todos éstos, resucitados, escucharán al mismo rey de los cielos: Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, y así reinaran con Cristo, partícipes con él de un reino celestial y pacífico, viviendo eternamente en una luz inefable que no conoce ocaso ni noche que la interrumpa, conversando con los santos que fueron al principio en medio de las inenarrables delicias del seno de Abrahán, donde no hay dolor, ni luto, ni llanto.

Una es en efecto la cosecha de las espigas inanimadas; de las intelectuales —me estoy refiriendo al género humano— uno es también —y ya lo hemos mencionado—el segador, que congrega a la fe, del campo de la incredulidad, a los que reciben a los pregoneros del evangelio. Los segadores de esta mies son los apóstoles y sus sucesores y, en el tiempo de la Iglesia, los doctores. De éstos dijo Cristo: El segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna. Y los doctores de la piedad recibirán una recompensa tanto mayor cuantas más personas convencidas reúnan para la vida eterna.

Existe todavía otra mies: el traslado de cada uno de nosotros, después de la muerte, de la vida presente a la futura. Esta mies no tiene como segadores a los apóstoles, sino a los ángeles, que, en cierto modo, son superiores a los apóstoles, ya que una vez hecha la recolección, eligen y separan —como al trigo de la cizaña— a los malos de los buenos: a los buenos los llevarán al reino de los cielos, y a los malos al horno encendido.

La puesta en escena de todo esto, descrita en el evangelio de Cristo, la veremos otro día, cuando Cristo nos conceda el tiempo y las palabras para hacerlo. ¡Ojalá que también nosotros, que ahora somos el pueblo elegido de Dios, una nación consagrada, la Iglesia del Dios vivo, segregados de todos los hombres impíos e irreligiosos, así también en el siglo futuro nos hallemos segregados de los que son cizaña, y unidos a la muchedumbre de los salvados, en Cristo nuestro Señor! ¡Bendito él por siempre! Amén.


Ciclo C: Lc 21, 5-19

HOMILÍA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 95 (14.15: CCL 39, 1351-1353)

No pongamos resistencia a su primera venida,
y no temeremos la segunda

Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra. Vino una primera vez, pero vendrá de nuevo. En su primera venida pronunció estas palabras que leemos en el Evangelio: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre viene sobre las nubes. ¿Qué significa: Desde ahora? ¿Acaso no ha de venir más tarde el Señor, cuando prorrumpirán en llanto todos los pueblos de la tierra? Primero vino en la persona de sus predicadores, y llenó todo el orbe de la tierra. No pongamos resistencia a su primera venida, y no temeremos la segunda.

¿Qué debe hacer el cristiano, por tanto? Servirse de este mundo, no servirlo a él. ¿Qué quiere decir esto? Que los que tienen han de vivir como si no tuvieran, según las palabras del Apóstol: Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones. El que se ve libre de preocupaciones espera seguro la venida de su Señor. En efecto, ¿qué clase de amor a Cristo es el de aquel que teme su venida? ¿No nos da vergüenza, hermanos? Lo amamos y, sin embargo, tememos su venida.

¿De verdad lo amamos? ¿No será más bien que amamos nuestros pecados? Odiemos el pecado, y amemos al que ha de venir a castigar el pecado. El vendrá, lo queramos o no; el hecho de que no venga ahora no significa que no haya de venir más tarde. Vendrá, y no sabemos cuando; pero, si nos halla preparados, en nada nos perjudica esta ignorancia.

Aclamen los árboles del bosque. Vino la primera vez, y vendrá de nuevo a juzgar a la tierra; hallará aclamándolo con gozo, porque ya llega, a los que creyeron en su primera venida.

Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. ¿Qué significan esta justicia y esta fidelidad? En el momento de juzgar reunirá junto a sí a sus elegidos y apartará de sí a los demás, ya que pondrá a unos a la derecha y a otros a la izquierda. ¿Qué más justo y equitativo que no esperen misericordia del juez aquellos que no quisieron practicar la misericordia antes de la venida del juez? En cambio, los que se esforzaron en practicar la misericordia serán juzgados con misericordia. Dirá, en efecto, a los de su derecha: Venid, vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Y les tendrá en cuenta sus obras de misericordia: Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber, y lo que sigue.

Y a los de su izquierda ¿qué es lo que les tendrá en cuenta? Que no quisieron practicar la misericordia. ¿Y a dónde irán? Id al fuego eterno. Esta mala noticia provocará en ellos grandes gemidos. Pero, ¿qué dice otro salmo? El recuerdo del justo será perpetuo. No temerá las malas noticias. ¿Cuál es la mala noticia? Id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Los que se alegrarán por la buena noticia no temerán la mala. Esta es la justicia y la fidelidad de que habla el salmo.

¿Acaso, porque tú eres injusto, el juez no será justo? O, ¿porque tú eres mendaz, no será veraz el que es la verdad en persona? Pero si quieres alcanzar misericordia, sé tú misericordioso antes de que venga: perdona los agravios recibidos, da de lo que te sobra. Lo que das ¿de quién es sino de él? Si dieras de lo tuyo, sería generosidad, pero porque das de lo suyo es devolución. ¿Tienes algo que no hayas recibido? Estas son las víctimas agradables a Dios: la misericordia, la humildad, la alabanza, la paz, la caridad. Si se las presentamos, entonces podremos esperar seguros la venida del juez que regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.