Blasfemia
"Si oís alguno blasfemar
cuando pasáis por la calle, le debéis reprender,
y si es persona que depende de vosotros, castigarle si es menester: santificad
de este modo vuestra mano, y si os delata a la justicia, y os hace comparecer en
juicio para que os castiguen por la ofensa que habéis
hecho, entrad con valor y responded con entereza,
que no pudisteis sufrir que vomitase blasfemias
contra el Rey de los Ángeles. Pues si los que dicen injurias contra el Rey de
la tierra son dignos de castigo, ¿cuánto más lo merecerán los que ultrajan
al Rey del cielo? Aun cuando por este motivo os hubieran
de quitar la vida. no por eso desistáis de
corregir a vuestro hermano, porque esto sería un verdadero martirio. (S. Juan Crisóst.,
Homl. I, ad popul.
Antioch., sent. 2, Trie. T. 6, p. 300.)"
"San
Gregorio el Grande cuenta que un niño de cinco años, que ya tenía la
costumbre de blasfemar, fue arrancado por el demonio de los brazos de su padre y
no volvió a parecer. (Barbier, T.
1, p. 156.)"