Datos bíblicos. Hijo de Jonás o Juan y originario de Betsaida (lo 1, 44),
pescador como su hermano S. Pedro. Atraído por la fama de Juan Bautista,
escucha de labios de éste la revelación referente a Jesús: «He aquí el
Cordero de Dios» (lo 1, 36). Con la ingenuidad y la franqueza que se
reflejan en el relato del evangelista S. Juan, que lo acompañaba en esta
ocasión, pregunta a Jesús dónde mora, teniendo la suerte de pasar unas
horas conversando con El. La impresión recibida de este primer contacto se
revela en el entusiasmo con que dice a su hermano Simón: «Hemos hallado al
Mesías», conduciéndole luego a la presencia del Maestro (lo 1, 37-42). Se
supone que era más joven que su hermano y que no estaba casado, pues vivía
en Cafarnaum, en casa de la suegra de éste (Me 1, 29-30). Su llamamiento
definitivo al apostolado tiene lugar junto al mar de Galilea, estando
atareado con su hermano en el lavado de las redes (Mt 4, 8-20; Me 1,
16-18) y después de presenciar una pesca maravillosa (Le 5, 1-11) y oír de
labios de Jesús que en adelante serían «pescadores de hombres».
En las cuatro listas que poseemos del colegio de los 12 Apóstoles,
A. forma parte del primer grupo, presidido por S. Pedro y distinguido por
una mayor intimidad con Jesús. En la primera multiplicación de los panes,
A. completa las reflexiones de su paisano el apóstol Felipe, diciendo a
Jesús: «Hay un muchacho aquí que tiene cinco panes de cebada y dos
pececillos; pero ¿qué es esto para tanta gente?» (lo 6, 9). En otra
ocasión es su amigo Felipe quien acude a él para pedir juntos a Jesús una
entrevista en favor de unos gentiles, escuchando con este motivo de boca
del Salvador una misteriosa declaración sobre su muerte y glorificación,
así como sobre el porvenir de sus discípulos (lo 12, 20-32). Todavía
aparece de nuevo en una escena de intimidad, cuando, después de anunciar
Jesús la destrucción del templo de Jerusalén, sentado en el monte de los
Olivos frente a construcciones tan magníficas, le preguntan aparte Pedro,
Santiago, Juan y A.: «Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas...?» (Mc 13,
1-4). Mencionado por última vez después de la Ascensión, A. desaparece del
escenario bíblico.
Actividad apostólica. Según Eusebio de Cesárea (Historia
Ecclesiastica 111, l), en el reparto del mundo para su evangelización,
habría correspondido a A. la Escitia, en el sur de la Rusia actual, donde,
sin embargo, no se han encontrado huellas de cristianismo anteriores al S.
III. Se puede, en cambio, conjeturar que acompañara a su hermano Pedro en
la evangelización del Ponto, Galacia, Capadecía, Asia y Bitinia (1 Pet 1,
l) y que, después de haber ejercido su apostolado en las colonias griegas
en torno al mar Negro, particularmente en Sinope, en cuyas cercanías la
tradición local muestra la cátedra de piedra blanca que habría servido al
apóstol, éste pasara a Tracia, Macedonia y Grecia, como lo afirman S.
Jerónimo (Epístola ad Marcellam: PL 22, 589), Teodoreto (In Ps116: PG 80,
1805) y Nicéforo Calixto (Historia Ecclesiastica 11, 39: PG 145, 859 ss.).
En el Liber de miracult'S Andreae apostoli, atribuido a S. Gregorio de
Tours (538-94), se traza el marco geográfico de la actividad apostólica
del santo desde Jerusalén a Grecia, haciéndole pasar por las regiones
cercanas al mar Negro, en conformidad con los datos y tradiciones
históricas que se contienen en los relatos de los Hechos y el martirio de
A. (cfr. Bibliotheca hagiographica latina, 430: PL 71, 1099).
«Hechos» de S. Andrés y su martirio. Los Hechos de A., de los que se
han conservado varios fragmentos y refundiciones, se remontarían, según
Hornschuch, a la segunda mitad del S. II. Por ser Patrás el último
escenario de la vida del apóstol, donde éste sufre el martirio, opina J.
Flamion que se compusieron en Acaya. Se ha sospechado de la ortodoxia de
estos escritos, que revelan tendencias encratitas (v.) y huellas de
gnosticismo (v.). B. Zimmerman señala el carácter gnóstico, reproducido
por inadvertencia o ignorancia por el traductor romano de los Hechos (PG
2, 1245). Según E. Amann, en cambio, se trataría sólo de alguna
inexactitud teológica, no de una heterodoxia consciente, o querida por el
autor de estos Hechos, en los que «se conserva puro de todo compromiso el
ideal cristiano». En alguna de las manipulaciones de dicha obra se supone
inspirada la circular que se dice enviada por los presbíteros y diáconos
de las iglesias de Acaya a todas las iglesias de Oriente y Occidente sobre
el martirio de A.: Passio sancti Andreae apostoli. Según este relato,
compuesto a fines del S. IV, A. es condenado por el prefecto Egeas a morir
atado a una cruz en forma de X, llamada por este motivo la cruz de A. Los
pasajes más emocionantes de este relato han sido recogidos en las
lecciones del Breviario, el 30 de noviembre, día tradicional del martirio,
cuya fecha precisa se ignora. Mientras en los Hechos se puede reconocer un
fondo histórico, culminando en el martirio, otros escritos, relacionados
con A., pertenecen al campo de la literatura puramente legendaria. Tales
son: Hechos de Andrés y de Matías en la ciudad de los antropófagos, obra
conservada en griego, latín, copto, siriaco, etíope y en una refundición
anglosajona: Hechos de los santos apóstoles Pedro y Andrés, de los que
existen numerosas recensiones, en griego, eslavo y etíope; y algunos otros
textos menos conocidos.
Las reliquias y culto de S. Andrés. En el 356 el emperador
Constancio traslada (¿de Patrás?) a Constantinopla las reliquias de A.;
desde 1608 se las venera en la catedral de Amalfi. El 12 abr. 1462 la
cabeza del santo es entregada al papa Pío 11, para que fuese guardada en
depósito, dignamente, junto a la tumba de su hermano, el apóstol Pedro.
Accediendo a los deseos del metropolitano ortodoxo de Patrás, Constantino,
Paulo VI anuncia el 23 jun. 1964 la devolución de la misma (AAS LVI, 1964,
586), convirtiéndose entonces la reliquia en símbolo y prenda de unión
entre Oriente y Occidente, entre Roma y Constantinopla, como lo había sido
su culto litúrgico, muy popular en la Iglesia griega, extendido
rápidamente, a partir del s. v, por Italia, Francia, Inglaterra, España y
el norte de África. El papa Simplicio (468-83) le dedica la primera
iglesia juxta sanctam Mariam o juxta Praesepe o cata Barbara Patricia,
sobre el Esquilino. El papa Símaco (498-514) le consagra una de las
rotondas construidas al sur de la basílica Vaticana para sepulturas
imperiales. S. Gregorio Magno (590-604) erige el monasterio de S. Andrés,
depositando en él un brazo del apóstol, traído de Constantinopla. En
Milán, ya en tiempo de S, Ambrosio (339-397) se hace mención de las
reliquias de S.A., colocadas en la basílica ad portam Romanam. En Rávena,
Teodorico el Grande (454-526) erige la iglesia de S. Andrés de los Godos,
y el obispo Pedro II (494-519) construye un monasterio que toma el nombre
de S. Andrés, cuando el obispo Maximiano coloca en él las reliquias del
santo, traídas de Constantinopla. En España, la liturgia gótica celebraba
ya su fiesta. El Liber comicus señala en su misa el evangelio Si quis vult
post me venire, aludiendo al martirio del santo. Lo mismo hace la liturgia
mozárabe, que reproduce amplios pasajes de los Hechos de A., de los que
está igualmente entresacado casi todo el Oficio.
Iconografía. S. A. tiene un tipo bien determinado, con barbas y
cabellos encrespados, en las representaciones más antiguas de Rávena y
Roma. Se le dan como atributos un libro, símbolo de su apostolado, y desde
el S. XII una cruz, en recuerdo de su martirio. Su vocación aparece en
mosaicos y miniaturas bizantinas; la escena de la multiplicación de los
panes se reproduce en antiguos sarcófagos cristianos, y su crucifixión en
cruz decusada figura en un himnario del s. x. Los relatos de su leyenda
han inspirado los frescos de G. Reni y del Dominiquino en S. Gregorio del
monte Celio, y los del Dominiquino y M. Pret en S. Andrea della Valle. El
Greco, Ribera y Murillo, entre otros, también han reproducido su estampa.
La devoción popular atribuye a la cruz de S.A. eficacia para preservar del
rayo.
BIBL.: R. A. Lipsius-M. BONNET,
Acta Apostolorum a cripha, Leipzig 1898; (Pass'io Andreae, Ex actis
Andreae martyria Andreae; Acta Andreae et Matthiae; Acta Petri et Andreae);
l. FLAMION, Les Actes apocryphes de l'apótre André, Lovaina 1911; E.
A.MANN, Apocryphes du Nouveau Testament, en DB (Suppl.), 1, 504-509; M.
HORNSCHUH, Andreasakten, en E. HENNECKE, Neutestamentlichen Apocryphen, II,
Tubinga 1964, 270-297; 0. HOPHAN, Los Apóstoles, Barcelona 1957, 89-98; B.
ZIMMERMAN, André (Saint), en DACL I, 2031-34; P. M. PETERSON, Andrew,
Brother of Simon Peter. His history and legends, Leiden 1958; G. D.
GORDINI-R. APRILE, Andrea apostolo, en Bibli. Sanct., 1, 1094-1113.
J. PRADO GONZÁLEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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