1. Concepto. Para entender bien qué son las c. m. es preciso eliminar ante
todo un doble prejuicio muy generalizado: uno, el de creer que equivalen a
«burguesía» (v.), a burguesía mediana y pequeña (error que incluso se
halla sancionado oficialmente por la R. A.); otro, el de identificarlas
con. los que, sin formar parte de la clase alta, tienen un trabajo
independiente (como todavía insiste en definir la Unión Int. de Clases
Medias, fundada a comienzos de esta centuria). En ambos casos, aparte de
hacerse subsistir ideas y terminologías del siglo pasado, no se logra sino
confundir un fenómeno general con una de sus manifestaciones históricas
concretas. Clase media es sencillamente la que está en medio, sean cuales
fueren sus características sociológicas. Dentro de la estratificación a la
que, de una u otra manera, tienden todas las sociedades, hay siempre un
estrato intermedio, que no es claramente ni clase alta ni clase baja. Eso
es la mesocracia (v. CLASES SOCIALES).
2. Caracteres generales. Se deduce de ello que, en general, siempre
ha habido alguna o algunas c. m., si bien lo cierto es que en la doctrina
sociológica han gozado de poca atención. Refiriéndose Marx (v.) a las c.
m. de la moderna sociedad industrial, las da por no existentes o por
sociológicamente insignificantes: con su teoría de la acumulación
capitalista, creyó que la evolución del mundo del industrialismo llevaría
a concentrar la población en dos polos: capitalistas y proletarios, y nada
más. Pero ese certificado de defunción fue extendido erróneamente. Incluso
podemos afirmar que lo mismo que el s. XII fue el del proletariado, el
actual es y será el de las c. m. Con ello se cumple la ley de constancia o
permanencia existencial de las c. m., formulada por el escritor suizo F.
Marbach, según la cual, siempre, de una u otra manera, ha habido, hay y
habrá un estrato social medio. Lo que sucede es que su volumen numérico y
su influencia social varían mucho, pudiendo hablarse con razón de
sociedades de c. m., cuando la misma es estadísticamente considerable y
sociológicamente decisiva.
Como las c. m. se caracterizan por situarse entre las altas y bajas,
suelen ser menos definidas que estas dos, a las que la polarización de la
estratificación clasista concede perfiles bien definidos, mientras que las
zonas intermedias quedan más desdibujadas y confusas. De ahí que se use el
plural para tratar de recoger unitariamente tal zona imprecisa. Es posible
que teórica y prácticamente tengan un cierto carácter residual, en cuanto
entran en ellas los que no son muy ricos ni muy pobres, ni nobles
linajudos ni gente del pueblo bajo. Sin embargo, esto no quiere decir, ni
mucho menos, que se trate de una colectividad formada por simple
abstracción, un refugio estadístico de los inclasificados. Por el
contrario, las c. m. constituyen una auténtica y efectiva realidad social,
cuyo significado y autonomía se hacen sentir de diversas maneras en la
mayoría de los hechos importantes de la vida de relación. Más aún. Muchos
pensadores han reconocido en ellas el elemento mantenedor de las
sociedades, desde Aristóteles, hasta Macaulay, Mannheim y otros autores
modernos. Y el proceso industrializador y de desarrollo económico, que
muchas naciones disfrutan actualmente y a que todas aspiran, con sus
consecuencias ineluctables sobre la estructura social (v.), da lugar a que
el mundo del futuro se anuncie, no como el mundo del proletariado, cual
pensaba Marx y piensan muchos marXIstas, sino como el de las c. m. Lo
hemos de comprobar pronto, en buena parte con la rotunda fuerza de las
estadísticas.
3. Origen de las clases medias en las sociedades contemporáneas. En
este estudio, de naturaleza sociológica y no histórica, hemos de
limitarnos al análisis de las c. m. en las estructuras sociales actuales.
Pero éstas surgen de las del Antiguo Régimen, al cual hay que acudir para
entender el presente. Suele decirse que ese Antiguo Régimen. estaba
integrado por los tres estamentos tradicionales: nobleza (v.), clero y
estado llano (burguesía de las ciudades); mas con ello se olvida el sector
más numeroso, con mucho, de la población: el campesinado, los labradores y
braceros. Pues bien, en realidad, en esa sociedad tradicional el estado
llano urbano, la burguesía, formaba propiamente la c. m. entre los
estamentos privilegiados y el bajo pueblo, en su mayor parte rural. Esa
burguesía urbana empezó a tomar incremento desde el s. Xli, con el
resurgir de las ciudades, y desde el Renacimiento, con la aparición del
espíritu racional y científico. Porque hay que recordar que desde el s. XV
o el XVI se distinguen claramente dos burguesías: la económica, formada
por los comerciantes y artesanos de las ciudades, y la intelectual,
integrada por hombres dedicados profesionalmente a actividades culturales
y espirituales (humanistas, artistas, preceptores, filósofos, etc.). La
Revolución francesa fue iniciada por la segunda, aunque la primera fue la
que más se aprovechó de ella, triunfando sobre la aristocracia de linaje y
entronizando el sistema capitalista. Con el cual se produjo la elevación
de los potentados de la industria y las finanzas, que se unen a los restos
de la nobleza de sangre para integrar la clase alta del nuevo régimen. Por
debajo queda claramente configurado el estamento inferior, constituido
sobre todo por los obreros o proletariado (v.). La zona central, sede de
las c. m., se halla formada en los inicios y primeras fases de la nueva
sociedad, sustancialmente, por los elementos burgueses no incorporados a
la clase alta. Pero esto sucede en un momento histórico ampliamente
superado ya con todo el posterior desarrollo urbano, industrial, etcétera.
Las c. m. contemporáneas (refiriéndonos naturalmente a las sociedades
industriales) se integran por grupos muy diversos, que, en cierto modo, se
van acumulando en el desarrollo socioeconómico, sin que los que surgen
posteriormente desplacen totalmente a los antiguos, sino que coexisten con
ellos, como vamos a comprobar a continuación.
4. Desarrollo y tipología. La evolución de las modernas c. m. va a
servir para establecer una tipología de las mismas:
A) Clases medias antiguas. Entendemos- por tales aquellos estamentos
o grupos que, existentes antes del proceso de industrialización, han
continuado hasta la situación contemporánea, aunque con alguna
modificación en su status (v.). En primer lugar, entran aquí los que no
tienen fortuna para ser grandes empresarios, pero sí la suficiente para
manejar un negocio propio: labradores autónomos, artesanos y pequeños
industriales y comerciantes. En la moderna sociedad industrializada se
advierte un retroceso estadístico y numérico de los estamentos
mencionados, pero no desaparecen, sino que siguen subsistiendo en las
fases de industrialización avanzada. El mayor porcentaje de esta burguesía
económica independiente va quedando en el campo, donde se suele señalar
mayor número de labradores autónomos que de asalariados.
No se debe, sin embargo, asimilar los grupos mencionados a la c. m.
rural que constituye un caso sociológico muy especial, que conviene
estudiar aisladamente. Desde el punto de vista técnico-económico (por la
manera de trabajar) entran en la c. m., pues son independientes y no
trabajadores subordinados; por los ingresos ocupan una posición muy
variable y muchos de ellos, sobre todo, en España y países análogos,
parecen quedar más bien adscritos a la clase baja; culturalmente cabría
decir otro tanto; pero ideológicamente difieren por igual de la clase
obrera y de la burguesía de las ciudades. Como afirma Marbach, los
agricultores constituyen un «caso sociológico especial», caracterizado por
un cierto aislamiento social e ideológico con respecto al resto de la
población. Junto a la burguesía económica debemos citar y mencionar la que
quizá puede seguir llamándose «burguesía intelectual», los intelectuales
(v.), o sea los «que hacen del pensar una profesión» (G. Sorel). Más
ampliamente, se caracterizan por ejercer actividades llamadas espirituales
sin depender de patrono o empresario (de ahí la denominación de
profesiones liberales). Con el triunfo y expansión del racionalismo y de
la ciencia, este subgrupo no sólo no fue disminuyendo en el s. XII y
primera parte de éste, sino que ha adquirido mayor importancia y potencia.
Sobre él cabe señalar: a) que los más destacados en cada profesión tienden
a ascender a la clase alta; b) que aquí tiene mucha importancia la llamada
«clase de preferencia» (v. CLASES SOCIALES), ya que el orgullo inherente a
las actividades culturales lleva a sus titulares a clasificarse
enérgicamente a sí mismos, rechazando las estimaciones colectivas de los
demás; c) en los momentos de gran desarrollo industrial comienzan a decaer
como profesiones «independientes» y «liberales», haciéndose subordinadas o
asalariadas y pasando así a las llamadas c. m. nuevas; d) por otra parte,
dentro del desarrollo, las nuevas condiciones técnicas y socioeconómicas
van creando nuevas figuras de trabajadores intelectuales, los «técnicos»,
sobre todo. Mas esto también pertenece a otro capítulo de la historia y a
otro tipo mesocrático.
B) Clases medias nuevas. Son las que han surgido como consecuencia
de la evolución de la sociedad industrial. a) Nuevos autónomos o pequeños
empresarios. El gran capitalismo no absorbe todo el trabajo y la
distribución industriales en las gigantescas corporations. Por el
contrario, promueve la creación de pequeñas empresas, análogas a las de la
vieja burguesía económica, pero nacidas del industrialismo y ligadas a él
(intermediarios, talleres de reparación y de accesorios, establecimientos
de servicios, etcétera). b) Empleados. Forman la nueva c. m. por
excelencia. Como ya vio E. Bernstein antes de finalizar el siglo, el
desarrollo de la producción capitalista determina el crecimiento constante
ele trabajadores subordinados o dependientes, pero implicados en
actividades no manuales, que cobran más que los obreros y cuya situación
real, la estimación de los demás y sus propias preferencias los alejan de
la clase baja. La opinión de los sociólogos no es unánime en cuanto a su
clasificación; pero creemos que por el trato que reciben de los que con
ellos conviven, y cuya estimación no puede ser reemplazada por el parecer
teórico del sociólogo, entran casi todos en la c. m.
Clases medias novísimas. El desarrollo de las sociedades avanzadas
autoriza a hablar de grupos más recientes que muy bien pueden llamarse c.
m. novísimas: a) En primer lugar, y como consecuencia del creciente
intervencionismo del Estado, tenemos a los funcionarios públicos (v.), que
ya forman una profesión estadísticamente muy apreciable y con caracteres
sociológicos específicos, son distintos de los empleados privados. Su
situación profesional, remuneraciones, estabilidad en el empleo, seguridad
social, etc., son muy distintas de las de los empleados; recientemente,
sobre todo, tienden a presentarse como partidarios de una social
democracia, aunque dando a esa ideología un perfil difuso; su sentido de
la disciplina y del deber del cargo, dentro de los servicios públicos, les
confieren también mentalidades y actitudes espzciales. Y, en fin de
cuentas, son c. m. porque no son burocracia y sus ingresos pueden ser
fuertes y, de otra parte, no son clase alta, ya que no detentan el poder,
puesto que siempre están bajo los dirigentes políticos. b) Los técnicos.
El proceso de automatización aumenta notablemente el número e importancia
de esta nueva modalidad de los profesionales intelectuales, hasta el punto
de que el sociólogo italiano Sabino S. Acquaviva ha podido afirmar que la
figura de los técnicos 'es la más representativa de la sociedad
contemporánea. Estos técnicos se caracterizan, en general, por su cultura
especial, no humanista, su prestigio social, sus altas retribuciones, el
carácter dependiente o asalariado de su trabajo (en vez de ser
profesionales liberales, suelen estar al servicio de empresas) y por una
mentalidad más bien progresista, pero no revolucionaria. Es necesario
puntualizar que, pese a algunas expresiones más ingeniosas que verídicas,
ni mandan plenamente en las empresas ni menos aún en la sociedad. Lo mismo
que no hay burocracia, como poder o gobierno de los empleados
administrativos, no hay tecnocracia (v.). Por eso, los técnicos quedan
casi todos en la c. m. c) Y aún existe un tercer subgrupo de c. m.
novísimas: el de los obreros altamente calificados. Sus conocimientos
técnicos inferiores, sus elevadas retribuciones, su prestigio profesional
y su afán de promocionar (sobre todo en sus hijos), los separa de la clase
baja y aparecen como integrantes de la c. m. inferior. Incluso algún autor
americano, como Th. Caplow, dice que son los representantes típicos de la
c. m. de su país. Su número, por lo demás, aumenta proporcionalmente sin
cesar, sobre todo, con las actividades de mantenimiento y conservación y
con la extensión de los procesos automatizados.
5. Breve exposición estadística. El papel de las c. m. en los países
industrializados se ve más claramente acudiendo a las cifras estadísticas.
Entre los innumerables datos acumulados sobre esta materia,
seleccionaremos los más significativos:
Estados Unidos: Según C. W. Mills, la evolución porcentual de la
población activa de 1870 a 1940 fue la siguiente: Obreros: pasan del 61 al
55%; antigua c. m., del 33 al 20%; nueva c. m., del 6 al 25%. Pero de 1950
a 1960, con arreglo a los respectivos censos decenales, las profesiones
conceptuables como de c. m. han aumentado así: profesionales, el 47%;
gerentes, funcionarios y propietarios, el 7,4%; empleados administrativos,
el 33,8%; empleados de venta, 18,7%, capataces, el 11,8%; mientras que los
obreros calificados y semicalificados sólo aumentaban el 6,4% y los peones
disminuían en 9,6%. Desde 1957 en este país hay más white collar
(empleados, en general) que blue collar (obreros), y se justifica
plenamente el slogan nacional de we are all middle class: «nosotros somos
todos de la clase media».
Inglaterra: Sobre el censo de 1951, G. H. D. Cole trazó un panorama
matemático de la sociedad inglesa que podría ordenarse así: clase alta
(directivos, altos profesionales y funcionarios): 3,3%; c. m.
(comerciantes, agricultores, mandos intermedios e inferiores, capataces,
empleados y obreros calificados): 67,3%; clase baja (semicalificados y
peones): 29,4%. Y aun considerando clase baja a los calificados, el
estrato medio abarcaría más del 50%.
No hay, que sepamos, un estudio comparable al de Cole sobre los
censos de 1961 y 1966. Globalmente apreciado, el de 1961 da un poco menos
del 63% de clase obrera (con más del 30 de c. m.); e incluyendo en la
media los obreros calificados, como se hacía en la clasificación de 1951,
esta última clase totalizaría el 63 ó 64% de la población activa. Estas
cifras son inferiores a las de Cole; pero no es menos cierto que los
criterios de distribución por grupos profesionales han variado
notablemente en el decenio. Los datos de 1966 aún no han sido publicados
en su integridad.
Alemania: Según Moore y Kleining, la situación hacia 1960 (teniendo
en cuenta la actividad profesional y las estimaciones subjetivas de la
población) puede dibujarse así: estrato superior, 1%; estrato medio, 50%;
estrato inferior, 45%; socialmente despreciables, 4%.Francia: Aquí es muy
expresiva la evolución que desde 1954 a 1962, siguiendo el proceso
anterior, describe R. Aron: disminuyen su porcentaje en la población
activa: labradores (24,4%), asalariados agrícolas (28%); patronos de
industria y servicios (13,1%); y aumentan, mandos superiores y
profesionales (37,4%); mandos medios (30,8%); empleados (16,3%) y obreros
(8,8%). En total, Fossaert calcula que la clase obrera abarca un tercio de
la población total, mientras que la c. m. llega al 54%.
La situación en España e Iberoamérica. Si los países arriba
mencionados pueden definirse ya como de c. m., merced a su desarrollo
económico, no puede decirse otro tanto de España e Iberoamérica, sobre
todo de la segunda. En España faltan estadísticas rigurosas y estudios de
investigación sobre actitudes de clase. Ateniéndose solamente al dato
objetivo de la profesionalidad, se han elaborado cálculos muy distintos
que difieren a veces considerablemente, según las diversas estimaciones
hechas desde 1950: Ros Jimeno, 34,1% de la población activa; Martín
Granizo, 40%; Murillo, 27%; Perpiñá, 40%; Cazorla, 38,8%.
Los países iberoamericanos en modo alguno presentan unos perfiles
parecidos a los anteriores. La estratificación allí se efectúa
sencillamente por la existencia de un nivel alto numéricamente reducido,
una gran masa popular y una reducida c. m. Por lo menos en las naciones
menos desarrolladas, ya que en otras la situación es diferente. En
Argentina, según G. Germani, la c. m. tendría esta composición en 1947: c.
m. superior independiente, 4,2%; superior dependiente, 0,3%; inferior
independiente, 30,7%: inferior dependiente, 1,5%. En total, el 46,7%.
Nótese el gran predominio de la c. ni. inferior independiente, integrada
fundamentalmente por propietarios agrícolas con explotaciones de menos de
200 hab. En Brasil, dice Debuyst, se observa una evolución desde la
estructura dicotómica a la tripartita de clases, en que la media va
teniendo importancia, estimando su volumen en poco más del 20%. Para J. E.
Uturriaga, las c. m. de México comprenderían en 1940 el 15,87%; pero en
1895 eran sólo el 7,78%. El aumento se ha producido tanto en el sector
urbano (profesiones de status medio) como en el rural (de propietarios
modestos, por la reforma agraria). Faltando, en general, estadísticas
precisas, para otros países sólo se dan por la.-)..autores cifras de pura
estimación. Según Víctor Alba en su polémica obra Parásitos, mitos,
sordomudos (México 1964), hacia el final de los años 50 la proporción de
las c. m. en varios países era la siguiente: Bolivia, 13%; Brasil, 15%
(obsérvese la divergencia con la cifra de Debuyst); Chile, el 16,6;
Uruguay, el 31; Cuba, el 33 y Argentina, el 39,7 (también inferior al
porcentaje de Germani). Se trata en todos los casos de estimaciones, más
que de comprobaciones técnicas, que además se inspiran en criterios de
clasificación dispares. Según un escritor, Argentina, Chile y Uruguay son
los Estados que tienen mayor movilidad ascendente (movimiento típico de
expansión de las c. m.), presentando una c. m., si no tan numerosa como en
Europa o Norteamérica, sí asimilable sociológicamente a las de estas
comarcas.
V. t.: CLASES SOCIALES.
BIBL.: F. MARBACH, Theorie des
Mittelstandes, Berna 1943; C. PISCHEL, 11 problema dei ceti medi, Milán
1946; H. CRAYSON, The Crisis oj the Middle Class, Nueva York 1955; P.
BLETON, Les hommes des temps qui viennent. Essai su les classes moyennes,
París 1956; C. W. MILLS, Las clases medias en Norteamérica (white-collar),
Madrid 1957; D. LOCKWOOD, El trabajador de la clase media, Madrid 1962; A.
PERPIÑÁ, Las clases medias españolas en la iniciación de los planes de
desarrollo (1963-1964), «Anales de la R. A. de Ciencias Morales y
Políticas», 43 (1967); UNIÓN PANAMERICANA, Materiales para el estudio de
la clase media en América Latina, 6 vol. Washington 1950.
A. PERPIÑÁ RODRÍGUEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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