Misionero jesuita, uno de los primeros miembros de la Compañía de Jesús.
Patrono y protector de las misiones católicas.
N. en el castillo de Javier, donde vivía su familia con unos pocos
servidores, en la provincia española de Navarra, el 7 ag. 1506, hijo de
Juan de Jasu y de María de Azpilcueta. M. en la isla de Sancián, a las
puertas de China, el 3 dic. 1552, a los 46 años de edad. Después de sus
primeros estudios, marchó a la Univ. de París en 1525 para cursar estudios
de Filosofía. Se alojó en el Colegio de S. Bárbara, donde conoció y
entabló amistad con Ignacio de Loyola (v.), que le enroló entre los
compañeros con los que había de fundar la futura Compañía de Jesús. F. se
le entregó totalmente, sobre todo después del mes de ejercicios
espirituales que le dio el mismo Ignacio y con los demás compañeros hizo
los votos en privado en la misma ciudad del Sena en 1534 (v. JESUITAS). El
acto de los votos tuvo lugar en la capilla de los mártires de Montmartre.
Se comprometían a hacer una peregrinación a Tierra Santa y a consagrarse a
la vida apostólica en pobreza y en castidad.
De París marcharon a Italia, y F. J. estuvo en Venecia en 1537;
mientras esperaban las naves para el viaje a Palestina, se dedicó al
servicio de los enfermos en los hospitales de la ciudad. El 24 jun. 1537
recibía la ordenación sacerdotal, y celebraba en Vicenza su primera Misa.
Luego una temporada en Bolonia dedicado al ministerio sacerdotal, y en
Roma, donde en 1539 toma parte con los demás compañeros en la fundación de
la Compañía de Jesús. Por entonces, el rey de Portugal, Juan III,
conocedor de los planes y compañeros de Ignacio, pedía al fundador que le
concediera seis de sus religiosos para sus misiones de la India. Fueron
designados dos, Nicolás de Bobadilla y el portugués Simón Rodríguez. Pero
encontrándose enfermo Bobadilla, fue sustituido por F. J. Llegaron a
Lisboa en junio de 1540, y después de un año de permanencia en Portugal
salió él solo hacia la India el 7 abr. 1541, sin su compañero Simón
Rodríguez, que quedó en Lisboa por mandato del rey. Llevaba el
nombramiento de legado pontificio para todas las tierras situadas al E del
cabo de las Tormentas, luego llamado de Buena Esperanza.
Más de un año duró la circunnavegación a lo largo de las costas
africanas, en las que pudo ejercer algunos ministerios sacerdotales en sus
puntos de arribada, particularmente en la isla de Madagascar y en Mombasa;
luego fueron ya directamente a Goa, capital portuguesa de las posesiones
lusitanas de Ultramar, y llegaron a ella el 5 mayo 1542. F. J. se dedicó
sobre todo, después de haber presentado sus credenciales y sus servicios
al obispo de la ciudad, al cuidado espiritual de la colonia portuguesa,
sin abandonar por ello el ministerio con los paganos, que se intentaba
convertir. Sobresalió por su dedicación a los enfermos en los hospitales,
y a los prisioneros de guerra y encarcelados; y muy, particularmente por
sus catequesis a los niños, a los que reunía por las calles al sonido de
una campanilla, para enseñarles la doctrina cristiana (V. CATECÚMENO I,
2). Ya en septiembre del mismo año hizo un primer viaje a la zona sur de
la península, por sugerencia del gobernador, pues se esperaba, con razón,
un abundante fruto de conversiones, sobre todo en la llamada costa de la
Pesquería. Los bautismos se habían conferido a no pocos nativos, sin la
debida preparación. Era una laguna que ahora le tocaba llenar al propio F.
J., aunque él por su parte también se dejara llevar de una prisa prematura
ante el número ingente de paganos que pedían su entrada en el
cristianismo. Con la ayuda de intérpretes consiguió traducir a su lengua
las principales oraciones cristianas, con los artículos más indispensables
de la fe. Aquí ejercitó las auténticas cualidades y virtudes del
misionero, corriendo de pueblo en pueblo, siempre a pie, haciendo el
oficio de predicador, de maestro, de juez en los altercados de la gente,
de defensor de la justicia frente a las injusticias de unos y otros, sobre
todo de los colonos y de los reyezuelos. Allí comenzó justamente su bien
merecida fama de santo y de taumaturgo. Dos años se detuvo en la costa de
la Pesquería trabajando entre sus queridos paravas; hasta hizo una visita
a la cercana isla de Manar, en las costas de Ceilán, donde habían tenido
lugar los primeros martirios de cristianos. Luego regresó al continente, a
la Pesquería y Travancore, donde multiplicaba los bautismos, hasta el
punto de que, como escribía él mismo, se le cansaban los brazos de tanto
bautizar, y se le resecaba la lengua de tanto proferir las palabras
rituales del Sacramento.
Regresa a Goa y comienza sus viajes ya ininterrumpidos, buscando
siempre nuevos campos de apostolado para sí y para los compañeros que S.
Ignacio iba enviándole ininterrumpidamente desde Europa. Se detuvo cuatro
meses en Malaca, ciudad clave en la región de los estrechos, y emporio
comercial y político portugués; de allí pasó a las llamadas islas Molucas,
en la Indonesia actual, visitando en concreto la isla de Amboino y Ternate,
posesión extrema del dominio colonial portugués, en las cercanías ya de la
gran isla de Nueva Guinea. En esta ocasión hay que colocar su visita a las
célebres islas del Moro, con peligro de la propia vida, a causa de la
ferocidad de sus habitantes: eran las actuales islas de Halmahera, Rau y
Morotai. Tres meses se detuvo con ellos, con poco fruto desde el punto de
vista de la conversión, pero con tal abundancia de consuelos espirituales
internos, que le traían continuamente anegado en lágrimas. Regresa a
Ternate, y de allí nuevamente a Malaca, en diciembre de 1547, donde se
entera de las favorables condiciones del Japón para ser evangelizado. A
Malaca llegaban japoneses en plan de comercio; y en la ciudad se
aglomeraban mercaderes portugueses que habían tocado ya con sus naves las
costas del país del Sol Naciente. Entró particularmente en contacto con un
joven japonés, de nombre Anjiro, al que pudo conferir muy poco después el
bautismo. En 1548 salía de Malaca camino del Japón, y el 15 ag. 1549,
desembarcaba en Kagoshima, la patria chica de Anjiro. Le acompañaban el
coadjutor Juan Fernández y el P. Cosme de Torres, español, recientemente
recibido en la Compañía de Jesús por el santo, en la misma India.
Comenzó con la evangelización de los paisanos de Kagoshima; pero sus
planes apostólicos eran mucho más ambiciosos: ponerse en contacto con los
daymios o gobernadores de los diversos Estados japoneses, y con el mismo
emperador del Japón. Es de notar que en su apostolado era ayudado por los
mercaderes portugueses, que le colmaban de honores, con el fin de llamar
así la atención del mundo japonés, en favor del misionero. Bajo su
dirección y su entrega total comenzaban a florecer las primeras
cristiandades japonesas. Lástima que asuntos urgentes de la India
reclamaran su presencia en Goa, viéndose obligado a abandonar el Japón en
el invierno de 1551. Y como había oído a los japoneses que su cultura
provenía propiamente de China, comenzaba ahora a madurar un nuevo plan, la
evangelización de la propia China. Existía la dificultad de que estaba
rigurosamente prohibida la entrada a todo extranjero. No obstante, F. J.
se puso en camino; pero había llegado el tiempo de la recompensa
definitiva, y enfermo de pulmonía, m. en la isla de Sancián, a las puertas
mismas de la ciudad china de Cantón, en la mañana del 3 dic. 1552. Sus
restos mortales fueron trasladados poco después a Goa, donde desde un
principio comenzó su culto y veneración. Beatificado por Paulo V el 25
oct. 1619, y canonizado por Gregorio XV el 12 mar. 1622, año de la
fundación de Propaganda Fide. De ella sería declarado más adelante patrono
principal, así como de todas las misiones de la Iglesia.
BIBL.: Monumenta Xaveriana; G.
WICKI-A. M. RAGGi, Francesco Saverio, en Bibl. Sanct. 5,1226-1238; 1. M.
AZCONA, Bibliografía de S. Francisco Javier, Pamplona 1952; L. CROSS,
Saint FranCois Xavier. Sa vie et ses lettres, París 1922; G. SCHURHAMMER,
Vida de S. Francisco Javier, Bilbao 1936; fD, Franz Xaver. Sein Leben und
seine Zeit, Friburgo Br. 1955-56.
A. SANTOS HERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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