IDEAS FIJAS
Son i. persistentes que ocupan el primer plano de la conciencia y prevalecen
sobre los demás temas en este lugar.
Su persistencia puede ser continua o recurrente. La prevalencia psíquica,
que es la otra cualidad suya, consiste en absorber la atención del sujeto y
ejercer una notoria influencia sobre el curso de la vida psíquica del mismo.
Cuando invaden plenamente el campo de la concienca, excluyendo todos los demás
temas, se produce el fenómeno llamado monoideísmo. Esta palabra tiene otra
significación hoy en desuso: Braid, no conforme con el término hipnosis lanzado
por él mismo, proponía sustituirlo por monoideísmo.
El sujeto puede experimentar las i. f. como motivadas o -inmotivadas.
Todos los contenidos psíquicos que persisten sin motivo, como señala K.
Schneider, deben incluirse en las obsesiones. Existen dos clases de i.
obsesivas: las i. obsesivas meramente formales o i. autóctonas o parásitas y las
i. obsesivas propiamente dichas. En tanto las primeras abundan en la vida
psíquica normal y se experimentan sólo como inmotivadas, produciendo un
sentimiento de displacer mínimo, las i. obsesivas en sentido estricto aparecen
sobre todo en esa modalidad tan particular de neurosis -para muchos autores no
es una neurosis- que se llama neurosis obsesiva y son vivenciadas no sólo como
inmotivadas sino en muchos momentos como absurdas y extrañas al yo propio, sin
que el sujeto pueda desligarse de ellas por comportar una amenaza angustiosa
terriblemente intensa (v. OBSESIóN).
No existe acuerdo entre los autores acerca de si las i. obsesivas deben
incluirse o no en las ¡.f. Todas las vivencias de estructura patológica, como
alucinaciones, vivencias delirantes primarias (V. DELIRIOS) y construcciones
obsesivas en sentido estricto, deben excluirse de las i. f., a no ser que se
pretenda ampliar excesivamente este concepto. En cuanto a las obsesiones
formales, son equivalentes a las i. parásitas de los antiguos autores que
representan productos del automatismo mental normal (funcionamiento
independiente y espontáneo de la vida psíquica, al margen de la voluntad). No
hay inconvenientes en adscribirlas a las i. f. siempre que su persistencia sea
suficiente.
Las i. f. por antonomasia son las i. sobrevaloradas (Wernicke), que
consisten en convicciones extraordinariamente tenaces, construidas sobre una
base afectiva homóloga. Las formas atenuadas de las i. sobrevaloradas aparecen
en sujetos normales. Sus formas intensas constituyen muchas veces la etapa
inicial de los sistemas deliroides propios de los desarrollos y reacciones
paranoides (v. PARANOIA). Tanto las i. sobrevaloradas como las i. deliroides
tienen una estructura vivencial normal, idéntica a los juicios comunes. Se
distinguen de ellos por su tenacidad y su impermeabilidad a las experiencias y
refutaciones lógicas, cualidades que adquieren más firmeza en las i. deliroides
que en las sobrevaloradas. Unas y otras se hallan situadas en el epicentro de la
vida psíquica y desde allí gobiernan el pensamiento y la conducta. Son
vivenciadas como algo muy propio y estimadas como extraordinariamente exactas y
válidas. La comprensión y la interpretación de los hechos se deforman a causa de
las influencias psicológicas ejercidas por las i. sobrevaloradas. Tales
interpretaciones deformadas se agregan a las i. sobrevaloradas, con lo que éstas
tienden a expansionarse progresivamente.
Los temas de las i. sobrevaloradas varían mucho de unos casos a otros y
dependen primordialmente del colorido del intenso sentimiento que los
condiciona. Los celos de amor y la convicción de ser objeto de hostilidad para
los demás se montan sobre la desconfianza. Las representaciones de inferioridad,
sobre la inseguridad de sí mismo. Los temas de venganza, sobre la agresividad.
Las i. de insuficiencia, enfermedad y autorreproches, sobre la tristeza. Hay dos
distritos nosológicos donde abundan especialmente las i. sobrevaloradas: las
personalidades psicopáticas de tipo fanático y la depresión endógena o
endogenorreactiva. Ello se debe a la poderosa presión ejercida por unos
sentimientos anómalos y demasiado intensos sobre el acontecer psíquico. En el
caso de la depresión concurre muchas veces otra circunstancia responsable: el
pensamiento está muy inhibido, especialmente las construcciones de la actividad
que Gehlen llama fantasía primordial, y desemboca a menudo en cavilaciones
escasamente configuradas y círculos de ideas que se repiten incesantemente. Hay
cuadros depresivos donde son más evidentes las i. sobrevaloradas o deliroides
que la tristeza vital, ocupando ésta una discreta posición en el subfondo
vivencial.
Las i. sobrevaloradas de los psicópatas fanáticos pueden referirse a un
interés personal o común. En el primer caso se habla de fanáticos egocéntricos,
cuya lucha por los intereses propios se caracteriza por sus tendencias
pleitistas. Los otros psicópatas fanáticos son decididamente idealistas y luchan
por un interés común o se dedican simplemente a propagar i. absurdas de reforma
del mundo o algo semejante. Estos comportamientos tan extravagantes como
idealistas son más propios, sin embargo, de ciertos esquizofrénicos crónicos con
una alteración de la personalidad sólo de grado ligero.
BIBL.: K. W. BASH, Psicopatología general, Madrid 1965, 210217; K. JASPEAS, Allgemeine Psychopathologie, 8 ed. Berlín 1965; M. REICHARDT, Psiquiatría general y especial, Madrid 1955, 23-37.
F. ALONSO-FERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991