Idolatría. Teologia Moral.
Idolatría etimológicamente significa adoración de
ídolos (del griego eídólon, imagen, ídolo, y latreuo, servir, adorar); por el
sentido que le confiere la segunda palabra, implica un cierto matiz de
esclavitud o de servicio mercenario, significado que ha sido trasladado a los
diversos estudios cristianos sobre la materia, con las precisiones conceptuales
de una cuidada elaboración teológica. S. Agustín da una definición, que recoge
S. Tomás de Aquino (Sum. Th., 2-2 q94 al) en la que caben todas las
manifestaciones de actividad idolátrica: «es supersticioso todo lo instituido
por los hombres en orden a realizar y dar culto a los ídolos o a adorar como
Dios a una criatura o a una parte de lo creado» (De Doctrina Christiana, PL
34,50). S. Tomás en la citada cuestión de la Summa estudia la i. como una
especie de superstición (v.). Puede decirse, en lo que atañe a una definición
moral de la i., que «consiste formalmente en rendir el culto supremo y absoluto
a cualquier ser distinto del verdadero Dios» (A. 1. Mennessier, en Iniciación
Teológica, 11, Barcelona 1962, 668).
Clases. a) Hay una primera distinción que se mueve dentro de los círculos del
culto al verdadero Dios; podría calificarse de estrabismo religioso, producido a
veces por reliquias aberrantes del paganismo (v.) no desarraigado. Es lo que la
moral tradicional ha llamado «culto indebido o viciado del verdadero Dios»; el
error no está en el objeto que se adora, sino en el modo de honrar. Como
excrecencia dimanante, produce un culto vano o falseado del verdadero Dios (v.
SUPERSTICIóN).
b) Los escritores de Teología y los Padres de la Iglesia, cuando hablan de i. se
refieren más expresamente a la manifestación del culto que yerra en el
destinatario; no se trata de un puro desenfoque, sino de un cambio radical en la
dirección: el culto a los falsos dioses. La repulsa hacia él de toda la
teología, fundamentada en la S. E. y en la Patrística, no es nunca negación de
lo que pueda haber de legítimo en la religión natural, sino un criticar y
denunciar la posición cerrada del que se niega a ensanchar su campo de verdad
vallada por los límites de algo que, en palabras de S. Agustín, «ni vive ni
vivió, es más, supera a los cadáveres» (Enarratio in Psal. 113, PL 37,1483).
Ésta, en efecto, consiste en dar a algún ser el honor debido exclusivamente a
Dios, o tributar a las criaturas un honor religioso sin relación alguna con
Dios.
c) S. Agustín describe, con trazos maestros de observación humana, lo que podría
entenderse como i. psicológica: «la adoración de los propios fantasmas»; el
culto a las personales lucubraciones o a los propios proyectos y afanes. Es un
culto más degenerado y de categoría inferior al culto de los ídolos, porque
descubre una triple alienación: la sensualidad, el poder y la apariencia; de
modo que «sin saberlo aman lo temporal hasta el punto de esperar de ello la
felicidad» (De Vera Religione, PL 34,153). Algunos autores recientes hacen mucho
hincapié en este último género de i. ya que -dicen- es el más peligroso para
quienes viven en la época actual; describen como manifestación fundamental el
laicismo (v.) que reniega de Dios, adorando en su lugar al hombre, al estado, la
clase, la fuerza, el dinero, etc. (l. Mausbach, o. c. en bibl., 281).
Causas. A la hora de concretar cuáles puedan ser las fuentes de la i., no ha de
olvidarse que el hombre está expuesto, dada la falibilidad de su inteligencia,
al error, y, dada la debilidad de su voluntad, al egoísmo, la falsa seguridad,
etc. Esa sería la raíz última de la idolatría. S. Tomás estudia además, como
causa más próxima e inmediata, el desorden de tipo afectivo-religioso que tiende
a dar a algunos objetos carácter de Absoluto por transferir a ellos la viveza de
ciertos sentimientos; es el caso del culto idolátrico a los muertos.
Esboza otra causa que podríamos denominar de tipo afectivo-estético: la natural
tendencia del ser humano a deleitarse en las imágenes de las cosas. Nos
encontramos en el campo que S. Agustín describe como «adoración de los propios
fantasmas». La ignorancia del verdadero Dios, que el hombre no acierta a
descubrir en la belleza ofuscadora de las cosas, y la existencia del espíritu
diabólico, a quien conviene que el hombre permanezca en sus errores, son los dos
últimos factores señalados por el Santo de Aquino (Sum. Th., 2-2 q94 a4).
Malicia moral. Siguiendo los tres tipos de i. señalados anteriormente digamos
que:
a) La i. supersticiosa (culto indebido al Dios verdadero) es en general pecado
grave, aunque en muchos casos se debe a simple ignorancia y, por tanto, habrá
que matizar CSC juicio (V. SUPERSTICIÓN II, l).
b) La i. propiamente dicha es gravísimo pecado (cfr. S. Tomás, Sum. Th., 2-2 q94
a3) porque presupone una infidelidad interior a Dios a la que se añade un culto
indebido a otro ser; su malicia proviene de tributar a la criatura el honor que
solamente merece Dios. Esta i. puede ser: 1) formal o verdadera, cuando la
voluntad presta su aprobación y adhesión al culto idolátrico; 2) material o
simulada, cuando sin adhesión interna de la voluntad se realizan los actos
externos del culto idolátrico (por miedo, cobardía, etc.); en ambos casos
constituye un pecado grave. La S. E. considera «inexcusable» el pecado de i. (Sap
13,8; Rom 1,20); la Ley judía del A. T. la castigaba con la muerte (Ex 22,20).
c) Con respecto a la i. en el tercer sentido (conceder valor absoluto a las
creaciones humanas) hay que decir que es también pecado, está en relación con la
ambición (v.), sensualidad (v.), egoísmo, etc., y que fácilmente degenera en la
negación de Dios (v. ATOSMO).
V. t.: ADORACIÓN; RELIGIÓN; SUPERSTICIÓN.
G. ROSCALES OLEA.
BIBL.:S. AGUSTíN, De Doctrina Christiana, PL 34,50
ss.; De Vera Religione, PL 34,152 ss.; S. TOMÁS DE AQUINO, Sum. Th., 2-2 q94
al-4; 2-2 q10 al-12; A. MICHEL, Idolátrie, Idole, en DTC VII,602-607; D. PRÜMMER,
Manuale Theologiae Moralis, II, 12 ed. Barcelona 1958, 410-411; 1. MAUSBACH,
Teología Moral Católica, II, Pamplona 1971, 279 ss.; P. VAN IMSCHOOT, en
Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 65-76; 448-589.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991