INICIACIÓN, RITOS DE
Introducción. El medio de adscripción en las religiones nacionales era el
nacimiento conforme a determinadas condiciones geopolíticas (padres, ciudadanos,
etc.), nunca estrictamente religiosas (V. RELIGIONES ÉTNICO-POLÍTICAS). Los
misterios, en cambio, son comunidades esotéricas, similares hasta cierto punto a
la realidad eclesial del cristianismo, enclaves dentro de la sociedad civil (v.
MISTERIOS). El nacimiento queda superado en los misterios por el rito de
iniciación, especie de bautismo, que supone ciertas disposiciones interiores y
depende de la libre voluntad de cada individuo, al cual vincula con la divinidad
personalmente, no en cuanto ciudadano.
No cabe exponer aquí con detenimiento todos los ritos empleados como medio
de inscripción en cada uno de los misterios. Baste recordar la introducción de
la serpiente en el seno del iniciado (v. SABACIO, MISTERIOS DE), el empleo de la
cesta y del «canasto» (v. ELEUSIS), la reproducción simbólica de la muerte y
resurrección del iniciando (Atis-Cibele), el taurobolio (v.; Atis-Cibele, Mitra
y las religiones de ciertas divinidades femeninas como la capadocia Ma-Bellona,
la persa Anahita, la púnica Venus Caelesta, la lidia Rea-Ma, etc.), la
hierogamia (V. ELEUSIS; HIERóDULA), la muerte simbólica y resurrección al mundo
de la luz (Isis-Osiris), la participación en una comida (V. MITRA; BANQUETE
SAGRADO), etc.
Grados de iniciación. La apropiación del drama del dios en orden a
participar de su triunfo, aspiración de los iniciados, se alcanza mediante la
realización de los tres grados de iniciación, al menos, en Eleusis (v.), que es
el misterio mejor conocido: myesis o «iniciación», télete, término cuyo
significado oscila entre «consagración-perfección», y epoptía o
«contemplación-visión». En contraste con los restantes cultos mistéricos, la
iniciación eleusina no pasó de un acto de piedad personal, un venero espiritual
con el que se confortaban para tornar a la vida ordinaria animados por la
mística contemplación y comunión con lo divino. No ocurrió así en los restantes
misterios; en ellos aparece desde la jerarquización elemental de mystes, o
iniciado común, y protomystes, grado superior, en los misterios mesenios de
Andania (CIG 2,14, 50,68), hasta la más compleja y minuciosamente graduada del
mitraísmo (v. MITRA) con sus siete peldaños: corax, cryphius, miles, leo, perses,
heliodromus, pater (N. Turchi, o. c. en bibl., 3,45). En los misterios de
estructuración jerarquizada no siempre es posible saber si cada peldaño entraña
un grado más de iniciación, ni siempre es nítida la separación entre las
diversas escalas; incluso, a veces, resulta difícil precisar, a la luz de los
testimonios conservados, dónde termina el grado de los simples iniciados y dónde
comienza el sacerdocio en sus grados primarios.
Acciones cúlticas y palabras rituales. Es tradicional la división que
agrupa las ceremonias en drómena, legómena y deicnymena. Esta agrupación afirma
simplemente que en el desarrollo del rito iniciático algunas «acciones» (drómena)
-en el sentido amplio, no en el restringido de «dramas simbólicos, que a veces
se les concede- iban acompañadas de lo «dicho-leído» (legómena) -fórmulas
rituales y palabras explicativas- y de «lo mostrado» (deicnymena) -exhibición de
algunos objetos sagrados-. A pesar de tener esta división cierto grado de
artificiosidad, puede respetarse por ser ya clásica (v. otra división más
objetiva y completa en P. Pfister, «Philologische Wochenschift» 60,1940,106 ss.);
además tiene la ventaja de resaltar el sentido de «reveláción» perceptible de
manera plástica y enderezada a proporcionar más una vivencia que un conocimiento
(Aristóteles, Apud Synes. oratio, 48).
a. Las acciones no coinciden en todos los misterios; cada uno tiende a
poseer un rito peculiar, aunque se dan frecuentes interferencias. A continuación
se exponen los dos mejor conocidos: 1) Misterios de Sabacio: La sacerdotisa
(madre de Esquines) cuenta con un ayudante, su hijo; ambos realizan los ritos
iniciáticos. Demóstenes, orgulloso de Atenas y de su religión nacional, denigra
a su adversario por haber participado en estos misterios de origen oriental:
«Hecho ya hombre leías a tu madre, cuando iniciaba, los libros y juntamente con
ella lo arreglabas todo: de noche, vistiendo con una piel de ciervo (a los
iniciados o acaso vistiéndose a sí mismo), libando (o quizá rociando con) vino y
purificando a los iniciados, frotándolos con lodo y salvado y, después de
haberlos hecho levantar tras la purificación, mandándoles decir: escapé del mal,
encontré lo mejor» (Demóstenes, Corona, 259). Además, los ministros sagrados, en
estos misterios, metían una serpiente en el seno del iniciado. En la época
arcaica empleaban una serpiente (v.) viva, encarnación de la divinidad; quizá
valga lo mismo para el baquismo macedónico (Plutarco, Alejandro, 2; Luciano,
Alejandro, 7). Con el tiempo, si merece crédito Arnobio (Adversus nationes,
5,21), la cambiaron por una metálica. Misterios de Eleusis: Una «acción»
cualificada es la «exhibición» de los objetos sagrados contenidos en la cesta y
en el calathus o canasto, acción cúltica de excepcional importancia hasta el
extremo de que el sacerdote principal recibe de ella su nombre: hiero-fante
(hiera=sagrado, phainein=mostrar). Estos objetos o instrumentos sagrados eran,
según las fuentes arqueológicas de Priene, filial de Eleusis, la reproducción de
los órganos sexuales (v. FÁLICO, CULTO). A. Kórte (Zu den Eleusinischen
Mysterien, «Archiv für Religions Wissenschaft» 15, 1915, 116) supone, no sin
verosimilitud, que de la enigmática cesta tomaban los iniciados, entre otros
objetos, uno que representaba el órgano femenino, el cual, en contacto con el
cuerpo del mystes, contribuía a operar su regeneración, constituyéndole hijo de
Demeter, M. Picard (L'épisode de Baubó dans les mystéres d'pleusis, «Revue
d'histoire des religions» 1927, 220-255) añade el órgano masculino. El iniciado
tocaría sucesivamente los dos objetos, simbolizando así la verdadera unión
sexual con ese contacto y con el supuesto cambio de sitio. Admite, además, la
posibilidad de que los acercaran al cuerpo. Esta interpretación coincide con la
fórmula que pronunciaba el iniciado: Ieiunaui (ayuné; ayuno ritual), atque ebibi
cyceonem (mezcla de agua, cebada, etc., bebida por Demeter, Homero, Himno a
Demeter, 208 ss.); ex cesta sumpsi et in calahum mis¡; accepi rursus in cistulam
transtuli (Arnobio, Adversus nationes, 5,26; Clemente Alejandrino, Proteptico,
2,20). Los iniciandos desfilarían en silenciosa procesión y realizarían este
rito en presencia del hierofante. Al año siguiente, el iniciado debía asistir al
matrimonio sacral del hierofante con la sacerdotisa suprema, personificación de
Hades y Coré. Esta ceremonia provoca la indignación de Asterios, antiguo
escritor cristiano, cuando refiere su ejecución a solas, apagadas las antorchas
(Asterio, 2: MG 40,324). A continuación se abría la abertura del recinto y el
sacerdote «aparecía» bañado de luz intensa, símbolo de la transfiguración de
quien acompaña al dios en el dolor y en el resurgimiento. De esta forma el
iniciado pasaba de mystes, «hombre con velo», a epóptes, «hombre que ha visto»
(v. ELEUSIS).
b. Las palabras. Toda acción cúltica comporta algunas palabras, ya sean
fórmulas fijas, ya explicaciones de los ritos, que así se incrustan en el mito
hasta llegar, en algunos casos, a semejar mitos escenificados. Una de las pocas
que, junto con la ya transcrita de los misterios de Sabacio, ha permitido llegar
hasta nosotros la ley del arcano, es la pronunciada por el sacerdote de Atis,
mientras ungía las fauces resecas de los devotos, que habían pasado la noche «com-padeciendo»
con su dios: «Tened confianza, ¡iniciados! , vuestro dios está salvado. Y
tendréis salvación de todas vuestras aflicciones» (Firmico Materno, De errore
profanarum religionum, 22). Podemos, además, suponer que los sacerdotes
explicarían el rito con el fin de aclarar algunos símbolos (v. SACERDOCIO I).
Significado de la iniciación. Por el rito iniciático se nace a una vida
nueva. Este renacer mistérico a una existencia distinta y superior a la natural
se expresa por medio de términos tan adecuados como anagenasthai (renacer),
palingénesia (re-nacimiento), así como por la fórmula quodam modo renati, que
Apuleyo aplica a los iniciados de Isis; a veces, se habla, incluso, del iniciado
como «hijo» de la divinidad (cfr. M. P. Nilsson, o. c. en bibl., 2,686689).
Algunos ritos, p. ej. la introducción de la serpiente en el seno del iniciado,
significan, más bien, la unión mística entre el iniciado y el dios representado
en el animal teofánico (cfr. M. Guerra, La serpiente, epifanía y encarnación
de... «Burgense» 6, 1965, 62-65).
V. t.: MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS; BAUTISMO 1; Dios 11, 2;
CIRCUNCISIóN 1; TAUROBOLIO; FIESTA I.
BIBL.: G. LAFAYE, Vinitiation mithriaque, Public. Musée Guimet, 18, 1906; M. 1. LAGRANGE, Les mystéres d'Éleusis et le Christianisme, «Revue Biblique» 28 (1919) 157 ss.; M. P. NILSsON, Gesehichte der Griechischen Religion II, Munich 1961, 242249,345,371,624-701; N. TURCHi, Fontes historiae mysteriorum, Roma 1923; A. VAN GENNEP, Les rites de passage, París 1909; M. GUERRA, Constantes religiosas europeas, Burgos 1971.
M. GUERRA GÓMEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991