INTROVERSIÓN Y EXTRAVERSIÓN
Definiciones y generalidades. Se entiende por i. la orientación del aparato
psíquico hacia ideas, sentimientos, emociones, representaciones y estructuras
integrantes del mundo interior. Por e. se entiende, contrariamente, la
orientación del aparato psíquico hacia elementos del mundo exterior. La persona
introvertida vive fundamentalmente de cara a su mundo interior, mientras que la
extravertida vive pendiente de la realidad exterior.
Ambos conceptos han sido estudiados especialmente por Jung. Para este
autor la i. y la e. son orientaciones predominantes de la libido, que no
coincide con las fuerzas de la sexualidad, sino que representa el conjunto de
las energías psíquicas, incluyendo también las tendencias superiores. Cuando los
intereses de la libido se orientan especialmente hacia el mundo subjetivo nos
encontramos con el fenómeno de la i., mientras que si los intereses de la libido
se orientan hacia el mundo exterior, se trata del fenómeno de la e.
Jung llegó a intuir estos fenómenos como contrapuestos a partir de una
reflexión sobre enfermedades mentales, como, p. ej., la histeria y la demencia
precoz, al parecer también opuestas. La histeria (v.) resultaría de una
acentuación de las actividades extraversivas y la demencia (v.) precoz de una
acentuación de las actividades introversivas. La primera representaría una
acentuación del sentimiento y la segunda del pensamiento. Pero pronto se vio que
las cosas no eran tan simples y que i. y e. eran orientaciones generales de la
libido, que no tenían nada que ver con los sentimientos o el pensamiento. Otro
interés de Jung al hacer esta descripción de las orientaciones de la libido fue
su intento de poner de manifiesto las raíces psicológicas de las diversas
escuelas psicoanalíticas. Las teorías de Freud serían la elaboración científica
de una personalidad extravertida, mientras que las de Adler responderían a las
reflexiones de una personalidad introvertida. Con esta intuición, Jung pretendió
encontrar de nuevo la unidad en las diversas orientaciones psicoanalíticas,
haciéndolas tributarias de personalidades diferentes, no existiendo
incompatibilidad real entre ellas. Desgraciadamente, la historia posterior no ha
venido a dar la razón a los pensamientos conciliatorios de Jung en este sentido.
Sin embargo, sus conceptos de introvertido y extravertido han alcanzado pleno
éxito en el campo de la Psicología e incluso en las formas de expresión
habituales, en las cuales se emplean con bastante frecuencia, si bien muchas
veces en sentido defectuoso.
Forma histórica de las disposiciones. Las disposiciones introvertida y
extravertida han dado lugar a manifestaciones más o menos típicas en el curso de
los tiempos. Estudiando el comportamiento de Tertuliano y Orígenes, padres de la
Iglesia, Jung considera que responden a dos formas típicas de actuar: la del
introvertido y la del extravertido. La entrega al Cristianismo suponía para
ambos una renuncia de sus propios intereses y actitudes vitales, para renacer
verdaderamente en el espíritu de los discípulos de Cristo. Tertuliano (v.),
perfecto intelectual introvertido, ofrece el sacrificio de su inteligencia, de
cuya renuncia es expresión la famosa frase: Credo quia absurdum. Orígenes (v.),
mucho más dado a las realidades exteriores y a los placeres sensuales, no tiene
por qué sacrificar su inteligencia, pues no representa un escollo a su
santificación, pero tiene que renunciar al mundo; lo que pretende conseguir
mediante la castración efectiva. Si nos fijamos bien, se trata de un mismo
planteamiento, resuelto diversamente por dos personalidades distintas.
También las interminables discusiones entre nominalistas (v. NOMINALISMO)
y realistas (v. REALISMO) respecto del problema de los universales encubrían un
fenómeno análogo. La postura introvertida se decide por ver en las ideas
generales una realidad en sí mismas. Es la mentalidad platónica. Por eso no es
de extrañar que la certeza de S. Anselmo sobre la existencia de Dios proceda de
la fuerza impositiva que goza su mundo interior. Es suficiente que él piense
sobre un Ser con toda la serie de perfecciones para que la existencia real sea
una de ellas. Los nominalistas, acaudillados por Roscelino (v.), afirman como
única realidad la existencia de realidades individuales múltiples; en el fondo,
las ideas universales no son sino palabras. Como se sabe, la historia resolvió
esta disputa adoptando una actitud intermedia.
Estas mismas observaciones se podrían hacer en todo el campo de la
cultura. Habría que decir que cada uno ve el mundo «del color del cristal con
que lo mira». Ello no implicaría una disparidad absoluta en los juicios, sino
diversas panorámicas sobre las mismas situaciones. La verdad de las cosas habría
que buscarla por encima de egtas apariencias de contradicción.
Los tipos. De todo lo dicho se deduce que existen dos tipos diversos de
hombres: los introvertidos y los extravertidos.
El tipo extravertido está siempre determinado por factores de la
objetividad y en ella resuelve los conflictos que se le plantean. La reacción
subjetiva, cuando existe, es un puro epifenómeno; es el objeto el que determina
la acción. La adaptación a la realidad representa el carácter fundamental de
este tipo de persona. Desde el punto de vista inconsciente puede suceder que
exista un interés análogo por el objeto, pero también puede plantearse un .
resurgir de tendencias subjetivas egocéntricas que dan al sujeto un caráter
agresivo y arcaico. «Cuanto más extravertido sea lo consciente, más infantil,
arcaico y agresivo será el inconsciente.» Cuando el inconsciente oprimido salta,
se presenta la neurosis (v.).
El tipo introvertido se atiene precisamente a aquellas cosas que le
impresionan. Su posición ante el objeto está teñida de subjetividad, que llega
incluso a fundirse con el objeto mismo, hasta llegar a configurar un mundo
especial e irreal. Esto hay que comprenderlo como una acentuación del componente
subjetivo, que se encuentra en mayor o menor grado en toda percepción. Cuando la
i. adquiere mucha fuerza se reprime todo lo objetivamente dado que puede aflorar
del inconsciente en forma de angustia, temor, etc. La libertad conseguida por el
espíritu se ve así atenazada por la realidad. En las elaboraciones neuróticas,
el paciente se sentirá continuamente perseguido por el objeto.
Estas dos disposiciones fundamentales adquieren una peculiar
configuración, dependiendo de las funciones predominantes en cada persona.
Cuando están especialmente desarrollados el sentimiento, el pensamiento, la
intuición o la sensación, se configurarán diversos tipos de individuos. Habría,
pues, ocho tipos, cuatro extravertidos y otros cuatro introvertidos, dependiendo
de las funciones determinantes.
Tipo reflexivo extravertido. Todos sus pensamientos y juicios están
determinados por datos objetivos. La razón se impone al sentimiento y el sujeto
se rige según rigurosas reglas de conducta. Sus principios de acción están
presididos por el deber, la justicia y lo verdadero, sin tener apenas en cuenta
las situaciones personales. En el medio profesional será especialmente
considerado, aunque moleste su tendencia implacable a imponer sus ideas. Tendrá
graves dificultades en el plano familiar e íntimo. Es el hombre-razón, que
siente comprometida su vida en su trabajo. Los sentimientos reprimidos afloran a
la conciencia con los más variados ropajes, son los investigadores que defienden
con vehemencia sus teorías y que incluso llegan a falsear documentos para
demostrarlas. Cuando la razón se pone al servicio de los sentimientos
inconscientes pierde todo su valor.
Tipo sentimental extravertido. Su sentir está determinado por el objeto y
coincide con los valores objetivos. Son las personas que se extasían ante un
cuadro de Rafael, cuando previamente saben que es de ese autor. Sienten aquellas
cosas que según el mundo exterior merecen la pena sentirse. Es la mujer que no
concibe enamorarse como no sea de un hombre que le conviene. Es el individuo que
sigue siempre fiel a los valores que le inculcaron en su infancia. Su expresión
sentimental suele ser sumamente rica. Tiene poca tendencia a lo abstracto y se
interesa en los valores concretos habituales de su medio ambiente. Jung califica
al sentimental y al reflexivo de tipos racionales, porque su actuación vital
depende de juicios psicológicos previos.
Tipo perceptivo, extravertido. Es un individuo realista muy ligado al
poder coercitivo del objeto. Lo valioso para él es lo que recibe del mundo
exterior. No tiene ninguna inclinación al ascetismo y está pendiente de los
«bienes de este mundo». Se adapta con facilidad a las circunstancias y es dado a
la buena mesa y a la buena bebida. El pensar es tan violentamente reprimido que
se impone desde el inconsciente en forma de angustias, celos, escrúpulos, etc.
Tipo intuitivo extravertido. El objeto le aporta tantas cosas como puede
intuir, se orienta con facilidad al futuro y se dedica a actividades en las que
puede dar rienda suelta a su intuición (empresario, político, etc.). Es lo que
se dice un hombre de olfato, pero que renuncia a cualquier tipo de situación
estable. Las percepciones reales reprimidas a veces terminan imponiéndose desde
el inconsciente. Los intuitivos y los perceptivos son tipos irracionales. La
razón, relegada al inconsciente, sorprende de vez en cuando por sus juicios
finamente ajustados.
Tipo reflexivo introvertido. Todos los razonamientos que hace poseen un
fuerte componente personal que, cuando es elevado, son la imagen y semejanza de
él mismo. Son personas tan originales como arbitrarias. No manifiestan sentido
práctico y se comprometen con los proyectos más audaces, lo que hace que tengan
con frecuencia experiencias desagradables. Las dudas y los escrúpulos les
impiden, en la mayoría de las ocasiones, dar cima a sus proyectos. Nadie los
comprende ni ellos se confían a ninguna persona. Su aspiración está en lograr la
confusión de la verdad subjetiva con la objetiva.
Tipo sentimental introvertido. Orienta su vida en virtud de los
sentimientos subjetivos, se apasiona sin fin y sin sentido. Es una persona
difícil de conocer, realmente ni él mismo se conoce. Externamente puede
manifestarse como frío o repelente. Es falsa la afirmación de que son
insensibles, lo que ocurre es que son más intensivos que extensivos. Se
identifica con sus sentimientos secretos y aprecia las relaciones sociales
siempre que no se sienta comprometido en ellas.
Tipo perceptivo introvertido. Proyecta toda su temática subjetiva en la
percepción, lo que le hace ver las cosas como no las ve nadie. Desvaloriza el
objeto, llegando a dudar incluso de su existencia. Considera el mundo una
especie de apariencia. Se aficiona con facilidad al arte y a las posturas
estéticas. En su inconsciente quedan reprimidas visiones extravertidas y
arcaicas, que en los casos en que la i. es imperiosa, afloran a la conciencia en
forma de obsesiones nefandas.
Tipo intuitivo introvertido. Se comporta respecto de los objetos creados
interiormente de la misma forma que el intuitivo extravertido. Esta elaboración
subjetiva de la respuesta procede generalmente del inconsciente colectivo (v.
INCONSCIENTE). Es soñador, fantaseador, místico, lunático, propio de novelas
psicológicas. Su actuación, vista desde el exterior, es incapaz de convencer a
nadie. Es una voz que clama en el desierto.
Determinantes. Las disposiciones que hemos estudiado no están determinadas
totalmente por lo congénito. La i. y la e. son mecanismos que pueden cambiar
debido a las influencias más variadas. Una madre muy extravertida puede
tiranizar tanto a su hijo que haga de él un introvertido. La identificación (v.)
con una persona determinada puede hacer adquirir sus mecanismos introvertidos o
extravertidos. Lo importante a considerar en cada caso concreto es precisamente
la función desdeñada que, como hemos visto, incontrolada, es en muchos casos
causa de neurosis. Tampoco se puede pensar que las disposiciones sean algo
completamente adquirido; según las condiciones exteriores de vida, hay que
admitir una cierta predisposición congénita, que en cualquier caso es necesario
respetar.
El valor de los conceptos de i. y e. está fuera de toda duda en la
práctica psicológica. Según la doctrina freudiana, la i. o replegamiento sobre
sí mismo habría que comprenderla más bien como una regresión (v. PSICOANÁLlsls)
al narcisismo, o sea, una investición del propio yo de fuerzas sexuales
libidinosas. La e. representaría una investición libidinosa de los objetos
exteriores. El que se invista sexualmente el yo o los objetos exteriores depende
de las dificultades que el individuo encuentre en el mundo. Aquí, como en la
teoría de Jung, los extremos representan lo patológico.
En cuanto a la tipología que presenta Jung, una vez que ha descrito e
intuido las dos disposiciones fundamentales, peca de ser excesivamente teórica
debido a las cuatro funciones determinantes que las especifican, y que han sido
extraídas de la antigua psicología.
V. t.: PSICOANÁLISIS.
BIBL.: S. FREUD, Obras completas, Madrid 1948; C. G. JUNG, Tipos psicológicos, Buenos Aires 1945; E. BoHM, Manual de psicodiagnóstico de Rorschach, Madrid 1955; H. ROHRACHER, Introducción a la caracterologfa, Buenos Aires 1945.
C. MONEDERO GIL.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991