MELQUISEDEC
Personaje bíblico que fue Rey-Sacerdote de Salém (v. JERUSALÉN) en la época
patriarcal. La Biblia le menciona solamente tres veces: Gen 14,18; Ps 110,4 y
Heb 5-7. Su nombre (Malki-sedek) significa «Rey de justicia», según la
etimología corriente; pero podría ser un nombre teóforo cananeo: «Sadku es (mi)
rey».
Gen 14,17-19 relata el regreso de Abraham (v.) después de haber batido a
los reyes que habían derrotado al de Sodoma (v.) y a sus aliados y hecho
prisionero a su sobrino Lot (v.). A su encuentro salió el rey de Sodoma y «Melquisedec,
rey de Salém, presentando pan y vino; era sacerdote del Dios Altísimo, y le
bendijo diciendo: Bendito sea Abraham del Dios Altísimo, creador (Señor) de
cielos y tierra; y bendito sea el Dios Altísimo que puso a tus enemigos en tus
manos». Hoy día parece segura la identificación de Salém con Jerusalén (Ps
76,3). Melquisedec aparece así como un rey cananeo de la época patriarcal y su
nombre es semejante al de otro monarca de Jerusalén, Adonisedec, mencionado en
los 10,1; su identificación con `Abd-Hiba, rey de la misma ciudad en la época de
El-Amarna (s. xIv a. C.) (v. EGIPTO), es pura conjetura.
Pero lo interesante de este extraño personaje es su sentido religioso. El
Génesis lo presenta como sacerdote del Dios Altísimo ('El `elyón) de acuerdo con
la teología cananeo donde `El es el dios supremo, creador de los seres y padre
de los hombres, como le llaman los textos de Ugarit (v.). Abraham identifica esa
divinidad con Yahwéh, el Dios de Israel, haciendo de M. un monoteísta. Esta
actitud concuerda bien con el proceder general de los patriarcas (v.), que,
siendo adoradores del Dios único, se mueven con libertad en el ámbito cananeo,
utilizando sus lugares sacros y conviviendo religiosamente con sus moradores. En
el momento de encontrarse, M. trae pan y vino, no está claro si como refrigerio
para la tropa en signo de amistad y congratulación, o bien como sacrificio de
acción de gracias o de comunión; ambas cosas son posibles, pero el texto no lo
expresa con claridad. La mención del sacerdocio parece relacionarse más bien con
la bendición que imparte a Abraham. Éste reconoce dicho sacerdocio entregándole
el diezmo del botín.
Todo el cap. 14 del Génesis, que no corresponde a ninguna de las fuentes
literarias del Pentateuco (v.), representa una tradición antigua, conservada en
orden a exaltar la figura de Abraham y poner de relieve sus relaciones con
Jerusalén, ciudad santa, que posee un santuario donde el rey ejerce el
sacerdocio por derecho propio. Se trataría así de una tradición aprovechada en
favor de la dinastía de David, que tomó a Jerusalén por su capital y estableció
en ella el centro del culto yahwístico. Sobre este culto y santuario el rey de
Judá no tenía un derecho ministerial, que la Ley reservaba a los Levitas (v.),
sino que su derecho dimanaba del carácter regio, sancionado en esa tradición.
Es ésta precisamente la mentalidad que se refleja en el Salmo 110,4, que
exalta la elección divina del rey y su triunfo sobre sus enemigos, asegurado por
la protección de Yahwéh. Dicho de David o de un descendiente suyo, este salmo
traduce la ideología del mesianismo dinástico de que aquél es portador según la
profecía de Natán (2 Sam 7,11-16); y así es también mesiánico en sentido
definitivo en cuanto Cristo culmina aquella esperanza. El salmo descubre el
carácter sacerdotal de este mesianismo regio precisamente en relación con la
figura de M.: «Yahwéh lo ha jurado y no se volveráatrás: tú eres sacerdote para
siempre al modo de (o por causa de) Melquisedec». El rey de Jerusalén, el Mesías
(v.), disfruta por disposición divina, juramento y profecía, de rango
sacerdotal, no en cuanto funcionario cúltico, sino como dispensador de la
bendición salvífica al pueblo; la Escritura misma lo confirma al presentarnos al
rey de Jerusalén, M., del que el Mesías es heredero, bendiciendo a Abraham,
padre del pueblo. De este modo se conjuga la corriente típicamente israelítica
del mesianismo con la realidad político-religiosa de Jerusalén, centro unificado
del culto israelítico y santuario regio (v. JERUSALÉN; TEMPLO II). El rey
mesiánico adquiere así una dimensión sacra que trasciende el sacerdocio
ministerial, para apropiarse un sacerdocio de mediación y salud al que el otro
sirve de medio; Yahwéh traerá la salvación a través del Mesías, del
Rey-Sacerdote del que M. es el prototipo. Este sentido mesiánico tiene una
realización eminente en el ReyMesías definitivo, Cristo, cuyo sacerdocio eterno
aporta la bendición, la salud, a su pueblo, liberado por su mediación redentora
de todos sus enemigos. Será precisamente el aspecto sacerdotal del mesianismo,
que el A. T. sólo considera esporádicamente, aquel en que se detendrá la
Epístola a los Hebreos (v.), glosando esta figura de M. (v. SACERDOCIO II).
En la Epístola a los Hebreos cap. 7 es evidente que a Cristo le
corresponde un tal sacerdocio, como se desprende del Ps 110,4, que se cita
repetidamente (5,6.10; 6,20; 7,11.17.21), y cuyo sentido mesiánico admitía la
tradición judía unánimemente (Mt 22,41-46); se analiza el sentido de ese
versículo a la luz del relato del Gen 14, para extraer el sentido de ese
sacerdocio y su relación con el sacerdocio levítico de Aarón. Porque es claro
que el Mesías, Cristo, no es sacerdote del orden levítico, pues no pertenece a
esa tribu; como descendiente de David pertenece a la de Judá. Pero su
sacerdocio, según el orden de M., es superior al de Leví, como aparece en el
relato del Gen donde el Rey-Sacerdote se comporta como superior al patriarca
Abraham. Posee categorías mesiánicas claras, rey de justicia y de paz, y en
cuanto sacerdote asegura la bendición y con ella la salvación a Abraham, que le
paga el diezmo, lo que equivale a un reconocimiento de superioridad. Y en ese
reconocimiento y sumisión participa Leví, presente en su progenitor. Por lo
demás, la inesperada aparición de M. en la S. E., al margen de toda relación
genealógica, le constituye en figura del sacerdocio eterno, trascendente, del
Hijo de Dios. Por su parte, la Escritura atribuye ese sacerdocio-tipo de M. al
Mesías (Ps 110,4), al portador de la salvación; y esto de un modo irrevocable,
con un juramento que asegura la perennidad de tal sacerdocio. Mientras el
levítico era un sacerdocio caduco y defectible, el de Cristo, irrevocable y
eterno, es garantía de salvación definitiva y de una intercesión ininterrumpida;
la Ley y su sacerdocio, garantías de la Alianza (v.), se ven desbordadas por la
realidad que preparaban. La misma Escritura había prefigurado y predicho ese
nuevo tipo de sacerdocio que convendría al Mesías y que Cristo realizó de modo
perfecto.
La tradición cristiana pronto se dio cuenta de la importancia de la figura
de M. Éste, pagano e incircunciso, bendice a Abraham, y según el Ps 110 es tipo
del sacerdocio mesiánico; en él se anuncia la preeminencia de la Iglesia
universal sobre la Sinagoga judía. Nace entonces la exégesis judía polemizante
que hace de M. una figura israelítica, en concreto se la identifica con Sem
(v.), que puede así bendecir a su descendiente. Por su parte, los cristianos
insisten en la exégesis de Heb 7 y desarrollan al máximo la tipología,
introduciendo un elemento nuevo, el del sacrificio, del que no hablaba la
Epístola: M., aportando, es decir, ofreciendo pan y vino, es figura de Cristo
que instituye la Eucaristía. Tal noción sacrificial, ya lo vimos, no se
encuentra explícita en el texto del Gen, aunque puede suponérsela fácilmente. De
ahí que Heb 7 no contemple ese aspecto; sobre todo, porque lo que interesa es la
realidad del sacerdocio personal de Cristo, su mediación eterna, no su
representación sacramental. No se trata de sustituir un rito por otro, sino la
figura por la realidad. La tipología sacrificial encontró su expresión litúrgica
en el Canon de la Misa (v.), donde se menciona el sacrificio del Sumo Sacerdote
M. en relación con el pan y el vino eucarísticos.
V. t.: SACERDOCIO
BIBL.: G. WUTTKE, Melchisedech der Preisterkdnig aon Salero. Eine Studie zur Geschichte der Exegese, Giessen 1927; G. BARDY, Melchisédech dans la tradition patristique, «Revue Biblique», 35 (1926) 496 ss.; 36 (1927) 25 ss.; A. VACCARI, Melchisedec, Rex Salero, proferens panero et vinurrr, «Verbum Dominio, 18 (1938) 235-38; H. H. ROWLEY, Melchisedek and Zadok, en Festschrift A. Bertholet, Tubinga 1950, 461-472; G. TH. KENNEDY, St. Paul's conception of the priesthood of Melchisedech. An historie-exegetical incestigation, Washington 1951; V. HAMP, Melchisedech als Typus, en Pro Mundi Vita, Munich 1960, 7-20; M. SIMON, Melchisédech dans la polérnique entre luifs et Chrétiens et dans la Légende, «Recherches d'histoire judéo-chrétienne», París 1962, 101-126
G. DEL OLMO LETE
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991