MIGUEL ARCÁNGEL, SAN
Príncipe de los ángeles (v.), y entre éstos, «uno de los príncipes supremos»
(Dan 10,13). Pertenece, en la organización jerárquica del mundo angélico, a la
tríada formada junto con Gabriel y Rafael (v.). Aparece citado cuatro veces en
la Biblia: Dan 10,13-21 y 12,1; Ids 9; Apc 12,7.
Protector especial del pueblo judío (Dan 10,13), su nombre, Miká'él
(¿quién como Dios?), designa al abanderado de Dios en la lucha inicial contra
los ángeles rebeldes, inmediata a la creación, y después, de modo permanente,
contra los espíritus malignos que pretenden vengar su caída seduciendo al
hombre, para impedir su amistad con Dios (Eph 6,10-14; Sap 2,24; v. DEMONIO 1).
¿Cuál fue la rebeldía inicial y la intervención de S. Miguel? Los ángeles,
seres inferiores a Dios y superiores al hombre, forman parte de la obra creadora
de Dios. Así lo afirma la Revelación (Col 1,16) y el Magisterio de la Iglesia en
el IV Conc. de Letrán (Denz.Sch. 800). También enseña que existen ángeles buenos
y malos; y que son frecuentes sus intervenciones en relación con los hombres (Heb
1,14). Baste citar la actuación de S. Rafael en el libro de Tobías (v.) y la del
demonio en el Paraíso. De tal suerte, que «Jesús ha venido para destruir las
obras del diablo» (1 lo 3,8).
Esta distinción de ángeles buenos y malos no tiene su origen en el acto
creador de Dios (Denz.Sch. 800), ni responde a un principio maniqueísta, sino
que es consecuencia de una libre opción, de aceptación de Dios o rebeldía contra
Él.
Entre los textos bíblicos, los más claros testimonios son los del apóstol
S. Judas (Ids 3-7), en el que exhorta a los judíos cristianos a combatir por la
fe contra los impíos sucesores de los ángeles rebeldes, y el de S. Pedro (2 Pet
2,4), con idéntica admonición para los cristianos helénicos. Pecado de rebeldía
contra Dios y castigo eterno subsiguiente, son los datos que explican la
distinción entre los ángeles buenos y malos. En esta sedición angélica,
semejante a la de Adán en el Paraíso, S. M. es el abanderado de la causa de
Dios; su «altercado» con Satanás (Ids 9) constituye un episodio expresivo de
esta lucha abierta y constante, iniciada inmediatamente después de la creación
de los ángeles.
San Miguel y la Historia de la Salvación. Los ángeles, buenos y malos,
intervienen frecuentemente en aquellos acontecimientos que señalan una fase
nueva en la Historia de la Salvación. Unos, como mensajeros y servidores del
proyecto divino (Lc 1; 22,39-44); otros, poniendo insidias a los protagonistas
para frustrar el plan de Dios (Gen 3; Mt 4; Lc 22,31).
Tres tiempos señalan la dimensión de la Historia de la Salvación:
preparación, a lo largo del A. T.; realización, en el N. T.; consumación, en la
Parusía. La medida de estos tiempos es el amor de Dios, y su dinámica, la
salvación del hombre.
Fugazmente aparece S. M. en la etapa preparatoria. El libro de Daniel (v.)
nos deja entrever dos intervenciones, suficientes para advertir su presencia
activa, con sentido explicativo, no restrictivo. Colaborador de S. Gabriel,
mensajero del futuro destino del pueblo judío, combate contra los reinos de
Persia y Grecia que se oponían al advenimiento del reino de los santos (Dan
10,10-14.21).
Altamente significativa es la doble motivación que señala el texto bíblica
al referir su actuación: el arcángel Miguel es el protector del pueblo judío y
colaborador del Hijo del Hombre, título mesiánico frecuentemente usado por
Cristo. A la luz de esta doble misión, se advierte fácilmente la intensa
actividad desplegada por S. M. en toda la historia de la salvación.
La segunda referencia ocurre en esta misma visión del profeta Daniel (Dan
12,1-4). Gabriel, mensajero de Dios, explícita a Daniel lo que antes le insinuó
sobre el futuro destino de Israel. La Revelación, al igual que en el pasaje
anterior, tiene una doble proyección: inmediata, la instauración del reino de
los santos que sustituirá a los reinos paganos; remota, con perspectivas
claramente escatológicas, la consumación del reino de los santos. En ambos
tiempos, se producirá «una situación angustiosa. Entonces, se alzará S. Miguel,
el gran príncipe, el defensor de los hijos de tu pueblo» (Dan 12,1).
Naturalmente, la oposición surgirá de los enemigos del Reino de Dios (v.),
poniendo a prueba la fidelidad de los hijos del Reino. En ese trance, S. Miguel
será su defensor y protector.
Suficientemente clara, pero todavía poco expresiva en la etapa
preparatoria, su actividad protectora se esclarece mejor con la luz proyectada
por el Apocalipsis (v.). La Iglesia, «nuevo Pueblo de Dios... que tiene por
Cabeza a Cristo... cuyos miembros gozan de la dignidad y libertad de los hijos
de Dios, y en sus corazones habita el Espíritu Santo como en un templo, tiene
por ley el nuevo mandato del amor... y como fin, el dilatar más y más el Reino
de Dios. Caminando en medio de tentaciones y tribulaciones, se ve confortada por
el poder de la gracia de Dios» (Conc. Vaticano II, Const. Lumen gentium, 9),
camina hacia la consumación en la que no habrá pecado, dolor ni muerte (Apc
21,4.27), desaparecerán los imperios «sinagogas de Satán» (Apc 2,9) y solamente
subsistirá la asamblea de los elegidos, «porque Dios será todo en todas las
cosas» (1 Cor 15,28), aunque su peregrinación, «en medio de tribulaciones y
tentaciones», se verá obstaculizada, especialmente en los últimos tiempos (Mt
24,23-41), nunca le faltará el apoyo de Dios (Mt 28,20).
Entre las manifestaciones concretas de este apoyo divino, destaca la
actuación de S. Miguel protector y defensor del nuevo Pueblo de Dios: la Iglesia
(v.). Así nos lo presenta el Apocalipsis (12,1-17), en una escena protagonizada
por: la Iglesia, simbolizada con toda la gloria y el dolor de su maternidad
espiritual, y el demonio, en tono desafiante de proterva malicia, como
antagonistas principales en el proceso histórico; Cristo, como tema central de
enemistad entre ambos, juntamente «con los de su descendencia, los que guardan
los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Apc 12,17).
Entonces se libró una batalla en el cielo entre S. Miguel y sus ángeles y el
demonio y sus ángeles (Apc 12,7 ss.). «Como Cristo realizó la obra de la
Redención en pobreza y persecución, de igual modo, la Iglesia está destinada a
recorrer el mismo camino... y va peregrinando entre las persecuciones del mundo
y los consuelos de Dios, anunciando la cruz del Señor hasta que venga» (Const.
Lumen gentium, 8).
En este drama interno y externo de la Iglesia, S. M. y sus ángeles luchan
con denuedo contra los espíritus del mal, que tratan de seducir a los hombres,
hasta la derrota total.
Arrojado del cielo por S. M. y los suyos, Satanás se enfurece contra la
Iglesia y la persigue, utilizando todos los medios. De ahí la invocación
frecuente de la Iglesia como, p. ej., la oración que se rezaba al final de la
Misa, al pie del altar: «San Miguel, defiéndenos en elcombate pala que no
sucumbamos el día del juicio». La Liturgia recurre a su auxilio en la vida
diaria del cristiano, en el combate decisivo (recomendación del alma) y en el
acceso a la Patria (Ofertorio de la Misa de difuntos). Su fiesta se celebra el
29 de septiembre.
V. t.: ÁNGELES II-III; GABRIEL ARCÁNGEL, SAN; RAFAEL ARCÁNGEL, SAN
BIBL.: H. LESETRE, Michael, en DB (Suppl.) IV, 1076-1095; PENNA-1OSI-LAVAGNINO, Michele Arcangelo, en Enciclopedia cattolica, VIII, Ciudad del Vaticano 1952, 948-953; F. SPADAFORA-M. G. MARA, Michele arcangelo, en Bibl. Sanct. 9, 410-446; 1. CHAINE, Les épitres catholiques, París 1939, 308-311; M. FLICK-Z. ALSZEGHY, Los comienzos de la salvación, Salamanca 1965, 618-644; H. LECLERCQ, Michael (Culte de st.), en DACL XI,903-907; P. VAN IMSCHOOT, Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 158175; v. t. la bibl. de ÁNGELES
I. ZUDAIRE ARRAIZA
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991