MILENARISMO. El milenarismo en la época moderna.
Durante la Edad Media puede señalarse una variante del m. en Joaquín de Fiore
(v.), que creía encontrar en los textos bíblicos el anuncio de una era
espiritual, o del Espíritu Santo, que estaría vinculada a una amplia difusión de
las órdenes religosas. Tuvo seguidores entre los dominicos y los franciscanos,
especialmente entre estos últimos
Es, sin embargo, con el protestantismo cuando puede realmente hablarse de
un resurgir de las ideas milenaristas. Dentro del protestantismo, en efecto, ha
habido varias sectas que han afirmado la esperanza en una próxima venida de
Cristo para reinar en la tierra hasta el momento del juicio final, prediciendo
en muchos casos en día o el año de la aparición del Salvador. Así, p. ej., los
anabaptistas (v.), los adventistas (v.), los testigos de Jehová (v.), los
mennonitas (v.), los mormones (v.), los pentecostales (v.), etc
El movimiento anabaptista se inició con fuerte conciencia escatológica.
Los anabaptistas se concebían como la comunidad de los fieles que había de
recibir el Reino. Ellos aspiraban a un Reino de Dios en la tierra, de modo que,
como en muchas otras tendencias milenaristas, su esperanza iba unida al deseo de
una reforma social. Los así llamados «profetas de Zwickau» y Klaus Storch
anunciaron una pronta venida del Reino, de modo que los ateos habían de ser
exterminados de la tierra. Uno de los milenaristas más importantes del s. XVI
fue Tomás Müntzer; según él, la llegada del Reino de Dios, que era inminente,
requería previamente la victoria por la fuerza contra los impíos. Müntzer dio
una abierta versión sociológica de la escatología; creía que era imposible una
reforma religiosa sin una simultánea transformación social; en él se ha
inspirado el autor marxista E. Bloch (Thomas Müntzer, 1921, 85), que cree
descubrir ya en él el principio de la «permanente revolución»
Otro milenarista de primer rango en el s. XVI fue Melchor Hofmann; se
esforzó por mostrar a amplios círculos de anabaptistas la importancia que
reviste la esperanza de un próximo reinado de Cristo; hizo repetidas
predicciones de fechas concretas en que había de llegar el Reino. En Holanda
tuvo numerosos adictos llamados melquioritas, que, al no cumplirse las
predicciones, se dividieron en dos grupos: unos esperaban pasivamente la llegada
del Reino; y otros quisieron introducirlo por la fuerza, entre ellos Jan Matthys
(panadero), apoyado por Johann Backelson (sastre). En 1534, cuando los
anabaptistas alcanzaron la mayoría en las elecciones municipales de la ciudad de
Münster, llegó a su apogeo el m. anabaptista. Procedieron inmediatamente a
realizar la comunidad de los santos expulsando de la ciudad a los que tenían
distinta fe. Suprimieron la propiedad privada y la monogamia
Los anabaptistas holandeses llevaron el m. a Inglaterra, donde alcanzó
otro momento cumbre en el s. XVII. Lo predicaron los puritanos (v.), que se
sentían precursores del Reino de Dios en la tierra. Al principio, el mismo
Oliver Cromwell (v.) enfocaba su actividad como una preparación del Reino. La
esperanza de un próximo reinado de Cristo siguió dilatándose en Inglaterra con
los cuáqueros (v.). En Alemania, el pietismo (v.) volvió a actualizar el interés
milenarista; Bóhme espera una época áurea y Spener anuncia (en 1693) la venida
de tiempos mejores, aunque no señaló fechas precisas, sino que se limitó a decir
que llegarían pronto. Para entender su terminología es preciso señalar que, como
la Confessio Augustana (v. CONFESIONALES, ESCRITOS PROTESTANTES) había prohibido
la predicación del m., los pietistas introdujeron la expresión mitigada de
«tiempos mejores». De otra parte se tiende, por influjo de las ideas de la
Ilustración (v.), a interpretar el m. desde una perspectiva secularizadora. El
escriturista Bengel mediante sus estudios del Apocalipsis llegó a fijar la
aparición del Anticristo sobre los primeros años del s. XVIII y el principio del
Reino en 1836; y vio un signo mesiánico en las revoluciones sociales. C. Otinger
interpretó filosóficamente esos pensamientos milenaristas, como una
trasformación progresiva de la historia humana
En el s. XIX anunciaron la pronta venida de Cristo, sobre todo, los
adventistas (v.), que sufrieron un terrible desengaño cuando en la primavera de
1844 esperaban con vestidos blancos la aparición del Salvador. El quiliasmo se
mantuvo también durante largo tiempo en la llamada «comunidad
católico-apostólica» -desprendida de la Iglesia anglicana (v. ANGLICANISMO) en
la primera mitad del s. XIX-, alcanzando un momento cumbre con el escocés E.
Irving. La comunidad fundada por él señaló sucesivamente como fecha para la
venida del Señor el año 1835, el 1838, el 1845. Aun después de la última
decepción, llegaron a la idea de que era necesario enviar de nuevo doce
apóstoles a todo el mundo. Muerto el último de los enviados en 1901, la
comunidad reconoció lo erróneo de su esperanza
A principios de nuestro siglo se produjo otro fenómeno milenarista en las
comunidades de escudriñadores de la Biblia (v.) con la fundación por Charles
Taze Russell, comerciante y asiduo lector de la Biblia, de los Testigos de
Jehová (v.). Según él, Cristo volvió invisiblemente, pero con efectos visibles,
en 1874 (fundación de la primera organización de trabajadores). Señaló como
principio de la manifestación del Reino el año 1914. Después de su muerte,
asumió la dirección del movimiento el jurista F. Rutherford. Los miembros del
mismo aducen como indicios de la cercanía del Reino el crecimiento del saber y
de inventos durante los últimos tiempos. Describen el reino milenario con un
colorido popular, p. ej., desaparecerá en él la ley antialcohólica
Las ideas milenaristas sostenidas en los círculos protestantes durante los
s. XIX y XX han influido en algunos autores católicos. Entre ellos destacan E.
A. Chabauty, el jesuita M. Lacunza, Bigou, R. Eyzaguirre, C
Morrondo, J. Ramos, etc. El Santo Oficio reprobó las teorías de Chabauty,
que habían sido publicadas en la revista «Jésus-Roi» (AAS 2,1910,635). El
interés despertado en Sudamérica en torno a la obra póstuma de Lacunza (La
venida del Mesías en gloria y majestad; B. Villegas, El milenarismo y el A. T. a
través de Lacunza, Valparaíso 1951) ocasionó la respuesta del Santo Oficio,
según la cual el m. incluso mitigado luto doceri non potest (AAS 36,1944,212)
Conclusión. El m. desenfoca la visión cristiana de la historia, que nos
dice que la Parusía (v.) coincide con el fin de la historia presente y la
introducción del estado definitivo y eterno sin ningún reino intermedio: lo que
se le promete al cristiano no es una era de bienestar en esta tierra, sino un
don mucho más pleno y radical, es decir, la plenitud absoluta de los cielos. Por
otra parte, muchos de los autores milenaristas han caído en cálculos y
pronósticos pueriles. Se puede reconocer que en algunos de ellos alienta una
pregunta importante: ¿La escatología cristiana da alguna pauta que permita
analizar la configuración de la historia? Pero el modo en que la enfocan no es
acertado
V. t.: ESCATOLOGÍA III; MUNDO III, 2; PARUSIA; FUNDAMENTALISMO
BIBL.: W. NIGG, Das Ewige Reich, 2 ed. Stuttgart 1954; P. ALTHAus, Die Letzten Dinge, 6 ed. Gütersloh 1956; H. KRAFRT, Chiliasmus, en RGG I; E. VDEGELIN, Nueva Ciencia de la política, Madrid 1968; G. GILLEMAN, Condamnation du millénarisme mitigé, «Nouvelle Rev. Théologique», 67 (1945) 239-241
RAÚL GABÁS
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991