MISIONES III. MISIONES ORTODOXAS.
En la concepción actual de la confesión ortodoxa, dividida en comunidades
Autocéfalas nacionales, la idea de expansión misional se ve recortada, pues cada
una de esas comunidades tiende a identificarse con los límites geográficos de su
propia nación, y una vez conseguido esto, no queda lugar para una ulterior
expansión (v. AUTOCEFALIA Y AUTONOMÍA).
Las colonias diversas de ortodoxos que existen en la actualidad, sobre
todo en América y también en las diversas naciones europeas, no son de hecho un
producto de su actividad misionera, sino una consecuencia de la emigración.
Diversos factores políticos, religiosos y económicos, impulsaron, ya desde los
últimos años del s. XIX y primeros del XX, acentuados luego notablemente como
consecuencia de las dos guerras mundiales, esos movimientos de emigración, que
se centraron sobre todo en América del Norte y en Canadá, y también en otras
Repúblicas sudamericanas, formando ya en nuestros días, diversas comunidades,
autocéfalas o autónomas unas, otras aún dependientes de sus comunidades de
origen.
No sucedía lo mismo cuando no regía el principio de la Autocefalia, pues
la iglesia bizantina de Constantinopla trabajó denodadamente en este sentido por
la extensión del cristianismo en el Ilírico, en Bulgaria, en toda la región
balcánica, y finalmente en Rusia. Por su parte es conocida también, aunque no
sea propiamente Ortodoxa, la acción misionera de los nestorianos (v. NESTORIO Y
NESTORIANISMO) a lo largo de la Edad Media, extendiendo esa acción a toda el
Asia Central, a la India, donde existían los cristianos de Santo Tomás en el
Malabar, y sobre todo a China, como nos relata ampliamente Juan de Montecorvino
(v.).
Tras la escisión ortodoxa en diversas Autocefalias nacionales, se produjo,
como hemos dicho, una despreocupación por la expansión misional, con la
excepción de Rusia, aunque su expansión tiene también en parte una explicación
nacional: la nación rusa iba extendiendo su imperio cada vez más hacia el
Oriente, y junto con la expansión civil o política, corrió pareja la expansión
religiosa. Ésa es la razón de la evangelización de Siberia y de Alaska.
Nos ocuparemos no de esa expansión sino de su actividad misional
propiamente dicha en China, Japón, etc. Bien podemos decir que los ortodoxos
rusos nunca carecieron de hombres que consideraban la obra misionera como su
vocación. Pero el cisma del s. XVII y el opresivo control estatal del Imperio
Zarista, fueron desfavorables para tal obra, que declinó durante algún tiempo.
Eso no obstante, a lo largo del s. XIX hubo una serie de actividades misioneras,
debidas a un puñado de destacados valientes. El pionero fue Macario Glukarev
(1792-1847), entusiasta, siempre dispuesto a la aventura, pero devoto admirador
del cauteloso Filareto (v.), que nunca dejó de apoyar a su discípulo.
Misión rusa de China. Comenzó en 1685, cuando fueron cogidos por los
chinos como prisioneros 350 cosacos, que luego quedaron como soldados del
destacamento de la Guardia Imperial China. El Gobierno chino les autorizaba a
tener iglesia propia con su correspondiente sacerdote. El mismo 1865 se erigía
la primera iglesia de rito bizantino, dirigida por el sacerdote ruso Máximo
Leontiev, capellán del citado destacamento ruso. Sus descendientes se «chinificarían»
por completo, pero continuarían observando la propia fe cristiana, y el propio
rito bizantino. En 1715 la misión rusa tenía al frente un archimandrita que al
mismo tiempo era embajador ruso en Pekín. En 1864 se organizaba con nuevas y
definitivas bases la actividad misionera en China, mediante la fundación de
nuevos centros de misión en otras localidades: Pekín, Kalgan, Tientsin y Hankow,
todas bajo la dependencia directa del Sínodo de Moscú, y la dirección de un
archimandrita local.
En 1902 el archimandrita era elevado a la dignidad metropolitana como
arzobispo, y se abrían nuevos puestos de misión en Harbin, Dalni, Mantzara, y en
Mongolia. En 1903 se fundaba una escuela en Shanghai, donde en 1905 se abría una
iglesia de rito bizantino. En 1917, y tras la revolución bolchevique, miles de
rusos emigraron a China, y vinieron a reforzar la comunidad ortodoxa existente.
El grupo más compacto se estableció en Manchuria, donde en 1922 se erigía una
diócesis con el título de Harbin. Otro grupo se establecía en Shanghai. Para
atender al bien espiritual de todos, se organizaba la jerarquía creando algunas
sedes _ episcopales y numerosas parroquias. En 1934 se fundaba incluso la Univ.
de Harbin dotada de varias Facultades, entre ellas una de Teología y otra de
Estudios Orientales. También se fundaron algunos monasterios, hospitales,
dispensarios y otras obras de carácter social. Para esas fechas la comunidad
ortodoxa china podía contar con unos 200.000 fieles, dos arzobispados (Pekín y
Harbin), tres obispos auxiliares, 217 sacerdotes, unas 60 iglesias, y tres
monasterios. La victoria de las tropas comunistas en 1949, operaba un cambio
trascendental, pues la mayor parte de los rusos hubieron de abandonar el país, y
de los 200.000 que eran por entonces, tan sólo quedarían en China unos 20.000.
El obispo Maximovic hubo de buscar refugio en Filipinas. En 1950 era consagrado
en Moscú un nuevo obispo, el primero de nacionalidad china, Teodoro Du,
destinado primero en Tientsin y más tarde en Sanghai. En mayo de 1957 se
reconocía como autónoma esta comunidad ortodoxa china. Quedaba consagrado
arzobispo de Pekín el archimandrita chino Basilio Yo Fou An, fallecido en 1962.
La autonomía ha sido concedida por el Patriarcado de Moscú, pero sin conseguir
el reconocimiento del Patriarcado de Constantinopla. Comprende las dos diócesis
de Pekín y de Shanghai. El total de fieles debe oscilar en torno a los 20.000,
aunque no hay estadísticas recientes.
La misión rusa ortodoxa en el Japón. Fue fundada por Mons. Nicolás
Kasatkin, que llegaba a Hakodate en 1861. Hubo de luchar con grandes
dificultades; al cabo de unos años, tan sólo 12 japoneses habían abrazado el
cristianismo ortodoxo. Tradujo al japonés la S. E. y los libros litúrgicos. En
1880 el archimandrita Nicolás era consagrado obispo de Tokyo, y en 1886 se
comenzaba la construcción de la gran catedral ortodoxa, terminada en 1896, y que
constituye aún hoy el edificio cristiano más importante de la capital. Los
fieles eran aquel año 20.000, con 22 sacerdotes, la mitad japoneses. Las
iglesias eran 219. En 1905, tras el paréntesis de la guerra ruso-japonesa (v.)
que había retardado el ritmo de las conversiones, y creado no pocas dificultades
a los misioneros rusos, reavivaría su actividad la comunidad ortodoxa,
indigenizándose cada vez más. Los fieles llegaban a los 30.000, y más de dos
tercios eran japoneses. En 1912 moría Mons. Kasatkin y en 1970 sería canonizado
por la iglesia ortodoxa Rusa.
Le sucedía Tichomirof; vino a chocar con el nacionalismo creciente
japonés, que exigía ya un obispo de su propia nación. En 1940 era nombrado un
japonés, Nicolás Ono, consagrado en 1941.
Tras varias escisiones, en 1970 parece que se ha llegado a una unificación
de todos los ortodoxos japoneses; ese año el Santo Sínodo de Moscú les concedió
la autonomía oficial, nombrando metropolita a Vladimir Nagoski, y representante
del Patriarcado al arcediano Nikolai Sayama, obispo de Mozhaisk.
Los ortodoxos japoneses fundaron, por su parte, una misión propia en
Corea, de importancia muy escasa. Su fundación data de 1897, debida a la
actividad apostólica del archimandrita Pablo Ivanovski, más tarde obispo de
Nikolsk Oussouriiski. Desde 1950 esta misión ha quedado encomendada a la
comunidad Ruso AmericanaIndependiente. Pero las parroquias existentes en Corea
del Norte, siguen dependiendo del Patriarcado de Moscú. La misión ortodoxa rusa
en Alaska y América. El primer establecimiento se fundaba en 1787, en la isla de
Kodiak, dentro del territorio alaskano. El cristianismo ortodoxo entraba en
Alaska en 1794, aunque ya antes hubo algunas tentativas de penetración por parte
de comerciantes y colonos. En 1793 un ukase de Catalina II ordenaba la
preparación de una misión: y el año siguiente salían de San Petersburgo diez
eclesiásticos, a las órdenes del archimandrita Joasaf Bolotov (Ivassof): varios
sacerdotes, dos diáconos y dos monjes. Llegaban a Kodiak el 24 sept. 1794. En
seguida comenzaría la labor de asistencia y de evangelización. Varios de los
misioneros se quedaron al cuidado de los mismos rusos y de los nativos de Kodiak;
el resto se repartió por las diversas islas. Uno de ellos, el monje Juvenal, se
adentró incluso en el Continente, pero moriría asesinado por los nativos. El
otro monje, Germán, fundaba un monasterio en la isla Elovy, con el nombre de
nuevo Valaam. Los aleutianos le veneraban como santo, y como tal ha sido
canonizado en nuestros días por la iglesia ortodoxa rusa. M. en 1837, último
superviviente de la primera expedición.
Esta actividad misionera dio sus frutos. En pocos años pudo reunirse una
incipiente comunidad de unos 6.700 fieles. El Santo Sínodo de Moscú decidió la
erección de un obispado, y el archimandrita Joasaf quedaba nombrado su primer
obispo, con el título de Kodiak y de las Aleutianas. Era el 10 abr. 1799. La
consagración tuvo lugar en Irkutsk de Siberia. No llegaría a ocupar su sede,
pues en el viaje de regreso perecería con otros 70 pasajeros. Habrían de pasar
hasta 40 años, antes de que fuera nombrado su sucesor, y lo sería Inocencio
Veniaminoff. Había llegado como sacerdote secular acompañado de su esposa, a la
isla de Unalaska en 1824. En diez años consiguió bautizar a todos sus
habitantes. Escribió un diccionario y gramática de su lengua. Luego se trasladó
a Sitka. En 1839 regresaba de San Petersburgo para editar allí todos sus
escritos. Mientras se dedicaba a esta labor, murió su esposa, y se decidió a
tomar el hábito monástico. El Santo Sínodo le nombraba obispo de Kamtchatka,
Alaska y Aleutianas. Regresó a Sitka y levantó su catedral. En 1868 fue nombrado
metropolita de Moscú, como sucesor de Filareto. Antes de salir para su nueva
sede, propuso, y el Santo Sínodo aceptó, la creación de una diócesis particular
para sola Alaska y las Aleutianas. Al marchar, pues, dejaba hasta cuatro
diócesis bien organizadas: Alaska y las Aleutianas, Vladivostock y Kamtchaka,
Amur y Blagovekchensk, Yakuts y Viluisk. M. en 1879.
Entre tanto había tenido lugar un acontecimiento de la máxima importancia
para la misión y diócesis rusa: la venta de Alaska a los Estados Unidos en 1867,
tras la cual, los misioneros rusos quedaron un tanto abandonados. El celo
misionero de los rusos fue decayendo poco a poco, y tan sólo unos cuantos
sacerdotes se ocupaban de la cristiandad alaskana. El propio obispo trasladaría
su sede episcopal desde Sitka a San Francisco en 1872.
Pero esta misión alaskana iba a dar origen a la iglesia ortodoxa en
Norteamérica, una vez que iba a entrar en función otro factor: la inmigración.
Los principales grupos inmigrados habían de ser ukranianos y ruthenos, ortodoxos
en una buena mayoría que acabarían por arrastrar, debido a causas diversas, a no
pocos uniatas (v.), o católicos de rito oriental, también inmigrados en América.
Para acudir a las necesidades de estos emigrados, el Santo Sínodo de Moscú había
nombrado un obispo ruso, como auxiliar del de San Francisco; de 1898 a 1907 lo
fue Mons. Thykon, futuro Patriarca de Moscú, cuando la restauración del
Patriarcado en 1917. Mons. Thykon trasladaba en 1905 la sede episcopal de San
Francisco a la ciudad de Nueva York, dando así origen a la llamada iglesia Ruso
Americana Independiente, declarada Autocéfala en el 1970.
Los ortodoxos en África. Tiene particular importancia la expansión
ortodoxa en Uganda, colocada bajo la jurisdicción del Patriarcado melquita de
Alejandría. Con la emigración de ortodoxos del continente africano, después de
la II Guerra Mundial, el Patriarca Alejandrino, comenzó a utilizar el título de
Patriarca de Alejandría y de toda el África. Según estadísticas presentadas a la
ONU en 1965 la ortodoxia en África quedaba repartida así: unos 75.000 en total,
de los que 25.000 se encontraban en Egipto, 12.000 en Sudáfrica, 5.000 en
Rhodesia, 5.000 en África Septentrional, 4.000 en Zaire, 300 en Tanzania, 100 en
Rwanda y 40 en Mozambique. Esto sin contar los miembros de la llamada iglesia
ortodoxa negra africana ubicada particularmente, y con propia jerarquía, en
Kenya y Uganda, formando la metrópoli de Irinópolis (África Oriental), que en
1968 tenía: en Uganda 15 iglesias o capillas, unos 10.000 fieles, varios
sacerdotes nativos, 13 escuelas y 3.000 alumnos; en Kenya occidental 60 iglesias
o capillas, 6 sacerdotes, y 4.500 fieles; en Kenya Central entre los kiyuyus, 57
parroquias o grupos, 10 sacerdotes y 2.500 fieles. Finalmente, en Tanzania,
agregada a esta misma metrópoli, 2 parroquias con un sacerdote de Kenya, y unos
1.000 fieles. En total, pues, unos 18.000.
V. t.: UNIÓN SOVIÉTICA VI; ORTODOXA, IGLESIA.
BIBL.: A. SANTOS, Iglesias de Oriente, II, Santander 1963, 219221; S. BOLSHAKOFF, The Foreign Missions of the Russian Orthodox Church, Londres 1943; 1. GLAZIK, Die Russisch-Orthodoxen Keidenmission seit Peter dem Grossen, Münster 1954; K. LÜBECK, Die Russischen Missionen, Aquisgrán 1922; E. SMIRNOFF, A short Account of the historical Development and present Position of Russian Orthodox Missions, Londres 1903; B. WELBURN, East African Rebels. Study of some independeht Churches, Londres 1961; I. DOENs, L'Église Orthodoxe en Afrique Orientale dans et hors le cadre du Patriarchat grec orthodoxe d'Alexandria, «Revue du Clergé Africain» (1969) 543-576; (1970) 98-105.
A. SANTOS HERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991