MOLINOS, MIGUEL DE
Vida. N. en Muniesa (Teruel) y fue bautizado el 29 jul. 1628. Estudió en
Valencia, obtuvo un beneficio en la Parroquia de San Andrés, y recibió la
ordenación sacerdotal el 21 dic. 1652. Enviado a Roma para promover la causa de
beatificación de Francisco Simón Rojas (m. 1612), desembarcó en Livorno,
llegando a la Ciudad Eterna a fines de 1663. Después de algunos cambios, fijó su
residencia en las proximidades de S. Lorenzo in Panisperna. Inscrito en la
Escuela de Cristo (especie de cofradía para ejercicios piadosos), pronto llegó a
dominarla, siendo nombrado Superior y granjeándose fama de experto maestro del
«camino interior». Su nombre se agigantó en pocos años y llegó a ser director
espiritual admirado. En 1675 publicó algunas obritas espirituales y la marea se
desbordó: éxito, por una parte; crítica, por otra. Al fin, el 18 jul. 1685 fue
conducido a las cárceles de la Inquisición, iniciándose un proceso que conmovió
a toda la ciudad. Visto el proceso, se falló el 28 ag. 1687: doctrina y
conducta, condenadas; y, para él, cárcel perpetua. El papa Inocencio XI, antiguo
admirador suyo, confirmó con solemne Bula la condena. El condenado abjuró y,
eclipsada su estrella, m. en la cárcel el 21 dic. 1696.
Escritos. 1) Guía espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el
interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la
interior paz, Roma 1675 (innumerables ediciones y traducciones posteriores;
recordamos las últimas: ed. J. Entrambasaguas, Madrid 1935; ed. G. Marone, Turín
1946); 2) Carta a un caballero español desengañado para animarle a tener oración
mental, Roma 1676; 3) Breve tratado de la comunión cotidiana, Roma 1675; 4)
Defensa de la contemplación, Manuscrito (Bibl. Vaticano, ms. 80604); 5)
Epistolario (casi todo perdido: cfr. A. Martín Robles, Del epistolario de
Molinos, «Cuadernos de trabajos de la Escuela Española de Arqueología e Historia
de Roma» 1, 1912, 74-78).
Molinos y el quietismo. El nombre de M. va trágicamente ligado al
quietismo (v.). Manuales, lecciones de escuela, artículos de Diccionarios, etc.,
han contribuidoa perfilar una imagen muy negra del aragonés subrayando
ampliamente los fallos de su conducta moral, etc. La investigación actual, más
documentada, exige un retoque del cuadro. En primer término, conviene distinguir
dos realidades históricas: quietismo y Molinos; después, analizar las relaciones
entre uno y otro; luego, concretar el juicio de valor sobre su figura.
El quietismo (v.), alumbradismo, movimientos del «libre espíritu», son un
episodio de carácter religioso que empalma con desviaciones místicas de
antiquísimo origen. Es, pues, anterior a M. La piedra de toque para conocer lo
que es el quietismo sigue siendo el conjunto de proposiciones (68 en total)
condenadas por la Inquisición Romana en 1687, condena confirmada por Inocencio
XI (cfr. Denz.Sch. 2201-2269). Fue precisamente M. y su actuación lo que dio
ocasión a esa condena y lo que hizo que M. fuera considerado como
personificación de la corriente, cargando él, entonces y a lo largo de la
historia posterior, con la responsabilidad del fenómeno. De esta manera, un
episodio concreto adquiere rango de categoría general, como ha sucedido otras
veces a propósito de ideas o grupos de ideas vitales.
Las distinciones, sin embargo, se imponen. El libro fundamental de M. es
la Guía: en ella se contiene la quintaesencia de su mensaje espiritual. Y
resulta que ninguna de las 68 proposiciones condenadas como heréticas o
sospechosas de herejía se hallan explícitamente en la Guía. Por otra parte,
durante el proceso fueron notadas (o calificadas) 263 proposiciones; luego, sólo
68 fueron condenadas; y de esas 68 sólo del número 41 al 53 parecen sacadas
textualmente del proceso. En ese dato y en un mejor conocimiento de las fuentes
que usó M. (Gregorio López, Falconi, Juan de la Cruz) se basan algunos autores
para sostener la sustancial ortodoxia de la Guía, imputándole sólo lagunas o
límites. Sin llegar a ese punto, gran parte de la crítica actual tiende a un
juicio más matizado sobre la figura de M., subrayando a la vez sus cualidades
(fuerza literaria, intención espiritual) y sus lagunas y errores: inducir a los
lectores o dirigidos a una santidad o perfección adquirida, que no cuenta apenas
con la gracia; una especie de semipelagianismo místico que olvida la ley de la
ascética básica en el camino de la vida cristiana y de la que los descarríos
prácticos, sobre todo en el terreno pasional, en que M. y algunos de sus
discípulos cayeran constituyen una prueba. El b. Posadas, que impugnó, con las
proposiciones condenadas a la vista, los excesos de orden sexual frecuentes en
casi todas las pseudomísticas, hizo bien en llamarle «diabólica lujuria», porque
se respalda en principios doctrinales aparentemente inocuos, y volitivamente
propuestos como medios de perfección cuando en realidad apartan de ella. De la
escuela de M. no salían santos, ni podían salir. El sistema, pese al entusiasmo
de sus adeptos, no era válido ni fértil.
V. t.: ILUMINISMO; QUIETISMO.
BIBL.: Vida y proceso: ANÓNIMO, Vida de M. de Molinos, ed. J. F. ALONSO: «Anthologica annua», 12 (1964) 293-321; Ms. P. 180 de la B. Valliceliana (Roma); Ms. 310 de la Bibl. Casanatense (Roma).
Á. HUERGA TERUELO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991