MÓNICA, SANTA
Viuda, madre de S. Agustín. La única fuente, pero muy importante, para trazar su
biografía, nos la ofrece su hijo en sus escritos, principalmente en las
Confesiones y en los Diálogos. N. en Tagaste de Numidia (África del Norte),
hacia el a. 332, en pleno cisma Donatista (v. DONATO Y DONATISMO), de padres
católicos y acomodados; fue puesta bajo el cuidado de una fiel y honesta criada,
que consiguió con su ejemplo y consejos, educarla piadosamente, inculcándole
sobre todo la austeridad y la capacidad de sacrificio, virtudes que después le
habrían de ser sumamente necesarias en su vida matrimonial y durante su
viudedad.
Fue dada en matrimonio a Patricio, un joven de buena familia también,
aunque sin bienes de fortuna, que era concejal del municipio. Era aún pagano,
muy propenso a la cólera y mujeriego. No es, pues, difícil de imaginar, cuánto
habría de sufrir M. con él, dada la esmerada educación que había recibido. Sin
embargo, supo tratarlo con tanta dulzura y tacto, que al fin consiguió hacerlo
cambiar de conducta; lo mismo que a su suegra, pagana también, que en un
principio se había dejado influir por las maledicencias de los criados contra la
nuera. Por todo esto, no es extraño que su vida familiar fuera encomiásticamente
comentada por las amigas, posiblemente en la misma situación que ella, pero sin
sus recursos espirituales.
Su matrimonio se vió alegrado con tres hijos: Agustín (v.), el
primogénito, n. el 13 nov. 354; Navigio, que vivió casi siempre con M. y que
terminó casándose; y una hija, que rigió un monasterio después de haber
enviudado. Agustín fue inscrito en seguida en el catecumenado, pero según la
costumbre allí vigente entonces, se difirió su bautismo hasta su mayoría de
edad. Patricio se había convertido, muriendo muy pronto (371 ca.). Pero esta
alegría se veía empañada por la vida desarreglada de Agustín. Sin embargo, M. no
perdía la calma nunca; se limitaba a orar, a esperar en Dios, y a darle
consejos. Intentó disuadirlo de su viaje a Italia, pero al no conseguirlo, no lo
abandonó; lo siguió hasta encontrarlo en Milán, ya en contacto con S. Ambrosio
(v.). También ella se sumó a los asiduos oyentes de los sermones del obispo,
viendo el saludable efecto que con su trato estaba produciéndose en el alma de
su hijo. Tras el bautismo de Agustín se ponen en camino para volver a su tierra
de África. Pero Dios ha dispuesto que M. noretorne; la muerte la sorprende en
Ostia, donde fue enterrada según su voluntad (nov. 387). Murió a los 56 años.
Su culto no comenzó hasta que en 1162 sus restos fueron trasladados a
Arrouaise (Francia), por iniciativa de Gualtero, canónigo regular. Su fiesta se
puso en el 4 de mayo, víspera de la de la conversión de su hijo. Sin embargo,
este traslado no es reconocido por todos. En Ostia se siguió creyendo que
reposaba allí, hasta que en el s. XV (9 abr. 1430) sus reliquias fueron
descubiertas junto a la iglesia de S. Áurea, y trasladadas a Roma,
depositándolas en la iglesia de S. Agustín. Detalles concretos sobre esta
segunda invención, no han llegado hasta nosotros. Se conmemora este traslado el
9 abr. en el martirologio romano.
BIBL.: Fuentes: S. AGUSTíN, Conlesiones, IX, 3 ed. Madrid 1955, 418 ss.; íD, Obras filosóficas (Diálogos de Casiciaco), Madrid 1947.
R. JIMÉNEZ PEDRAJAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991