Salmos, Libro de los
1. Etimología y división. El término psalmos, salmo
(de psalló, pulsar un instrumento de cuerda, el psalterion), designa en griego
un poema que se recita con acompañamiento musical. Traduce el hebreo mizmór (de
zamar, cantar), más neutral en cuanto a género. Psalmos, en efecto, tiene un
matiz de canto de alabanza de que carece el hebreo, y no abarca todas las
unidades del salterio. El Antiguo Israel no conoció tampoco un término adecuado
para todos los salmos. En época tardía designó la colección con el nombre
tehillim (de habal, alabar) o sefer tehillim, libro de las alabanzas. A una
buena parte de los Ps conviene mejor el nombre tef illót, oraciones (Ps 72,20).
En los títulos de los Ps aparecen varios términos, que expresan otros matices:
canto, canto gradual, poema, lamentación, alabanza, oración y otros de
significación discutida, como miktcim (quizá: oración secreta) y maskil,
instrucción. En Occidente se impuso el título Salterio_ y Libro de los Salmos.
En conjunto, los Ps son poesía sagrada y fórmula de oración, con la que Israel
hablaba con Dios, y que siguieron usando con ese mismo fin la Sinagoga y la
Iglesia. Son la respuesta del hombre a Dios que se revela en la naturaleza, en
la historia, por la ley y por los profetas.
Los Ps constituyen uno de los libros sagrados del A. T., del grupo de los
escritos (Kétubim), posterior en cristalización canónica a la Ley y a los
Profetas. En la tradición hebrea encabeza ese grupo, seguido de Proverbios y de
Job, con los que comparte un peculiar sistema de acentos masoréticos. El libro
no nació de una vez como una obra orgánica, sino que es resultado del
coleccionamiento de Ps independientes, de lo que hay constancia en el texto.
Actualmente está dividido en cinco partes (Ps 1-41; 42-72; 73-89; 90-106;
107-150), que rematan, cada una, con una doxología de este tenor: «Alabado sea
el Señor, Dios de Israel, desde siempre y para siempre. Amén. Amén» (41,14). Se
ignora a qué obedece esta división del editor. Posiblemente a la lectura cursiva
de los Ps en la liturgia sinagogal, o quiere ser respuesta a la palabra revelada
en los cinco libros mosaicos. Hay indicios de colecciones más antiguas. Una
tradición popular atribuye los Ps en bloque a David. El rey pudo iniciar la obra
que concluyeron sólo los siglos posteriores. Bajo su nombre surgieron, tal vez,
las primeras colecciones: Ps 2-41 (prácticamente el libro primero); 51-72;
138-145. Otros Ps se aglutinaron bajo el nombre de los hijos de Coré (42-49;
84-85 y 87-88) y de Asaf (50; 73-83), cantores del Templo. Anterior al exilio es
la formación de una colección, en la que se cambió sistemáticamente el nombre
divino Yahwéh por Elohim, y que por ello se conoce como «salterio eloísta»
(42-83). Abarca los libros segundo y tercero. Posiblemente esa revisión se deba
a que los exiliados llevaron consigo esos Ps y quisieron evitar la pronunciación
del nombre propio divino en tierra extraña. Otro grupo de Ps lleva por título
«canto gradual», y son, tal vez, Ps de peregrinación (120-134).
Después del exilio esas diversas colecciones se engrosaron con otras menores
(como Ps de la divina realeza, aleluyáticos, etc.), hasta formar el libro actual
de 150 unidades. El número 150 es casual (los Setenta conocen un Ps 151 «extranumerario»),
dado que la división, la integridad y la unidad de más de un Ps es discutible.
Así 9 y 113 de la tradición masorética se dividen en la versión de los Setenta
en 9-10 y 114-115 respectivamente, mientras esta versión unifica 114-115 y
146-147, para hacer los Ps 116 y 147 de su numeración. Con ello hay discrepancia
de una unidad desde el Ps 9 al 147 entre esos dos testigos del texto. En el caso
del Ps 9-10 acierta la tradición masorética, pues es un Ps alfabético. Pero aun
con la convergencia de los dos testigos no siempre es acertada la división de un
salmo. Así 42-43 eran originariamente una unidad, como atestigua el refrán y
otros elementos comunes. Hay casos de repetición de un Ps bajo otro número: el
53 es un duplicado del 14; el 70 es idéntico a 40,14-18; el 108 se integra del
57,8-12 y 60,7-14; 96 y 105 forman una unidad en 1 Par 16. Aparte de ello, hay
probablemente Ps incompletos en el salterio actual y otros de unidad muy
discutible (19; 22; 89).
La mayor parte de los Ps lleva títulos particulares, actualmente incorporados al
texto por la numeración en versos. Sólo 24 Ps aparecen «huérfanos» en el texto
masorético. Son adiciones tardías, obra de los coleccionadores, en parte hoy
incomprensibles. Las versiones se comportan ante ellos con libertad y quizá con
desconocimiento ya de su sentido. Se les puede catalogar en varios grupos, según
su naturaleza y propósito. Algunos son nomenclatura de orden literario, como los
ya mencionados de canto, oración, etc. Otras hablan de su uso litúrgico, con
indicación de instrumentos que han de acompañarlos (con la guittit o lira de Gat,
con el octacordio, con flautas, con instrumentos de cuerda), de melodías
conocidas (según los lirios, según la cierva de la autora), de destinación
litúrgica (para acción de gracias, para conmemorar, para instrucción, para el
sábado, para la dedicación del Templo). La indicación misteriosa selah, al final
de una estrofa, pudiera recomendar pausa, inclinación o elevación de voz. Otros
títulos recuerdan nombres de personas conocidas: de David (en 73 Sp), de Asaf
(12), de los hijos de Coré (11), de Salomón, de Hemán, de Etán, de Moisés. El
nombre va precedido de un lamed, que pudiera ser de autor. En Ugarit aparece un
lamed análogo, para indicar los cielos de poemas de Baal, Keret y Aqhat. En los
Ps debe tratarse de un nombre de colección. Tal vez pertenezca también a esta
categoría el título «del director», uno de los no menos misteriosos.
2. Autor y género literario. Los autores de los Ps
nos son en parte desconocidos. Como la poesía anónima, pasaron a ser del dominio
común y sufrieron adaptaciones parciales, a lo largo de los siglos, a las
situaciones convenientes. Por eso también la época de composición es
críticamente imprecisable. A lo sumo se puede conseguir una datación aproximada
por la afinidad con piezas literarias bien datadas. Un grupo final de títulos
habla de la situación histórica en que un Ps habría nacido (18, 51, 52, 54, 56,
57, 59, 60, 63), en general un episodio de la vida de David. El análisis interno
muestra que no siempre esas indicaciones son coherentes. Son un intento, el
primero conocido, de encuadrar la pieza literaria en su marco histórico. El
valor de los títulos radica en su antigüedad y en ser testigos del
coleccionamiento de los Ps y de su uso litúrgico en la comunidad judía. No
obstante, por unánime consentimiento de códices y de versiones antiguas
atribúyense a David (v.) unos 70 Ps, o sea, casi la mitad de la colección.
Desde el punto de vista literario los Ps son poesía. Su lengua se distingue de
la común de la prosa por su forma y su estilo. La autodisciplina le da una
sonoridad que la avecina a la música, y una concentración que la hace más
vigorosa y expresiva. Hoy se ve como esencial la atención a estas
características del lenguaje poético, para captar las vivencias que se expresan
en ellos. Este lenguaje acude a términos menos usados y más nobles, abunda en
imágenes, que dan grafismo y calor al sentimiento. Arcaísmos, términos sonoros y
efectivos, palabras de lenguas afines (arameo, ugarítico), son recursos de
variedad del lenguaje poético. La morfología poética busca también las formas
menos usuales; la sintaxis conoce su orden propio de colocación de los elementos
de la frase. La disciplina en la formulación del pensamiento consigue la unidad
poética sonora, que es el verso. La medida produce el ritmo poético.
Generalmente el verso hebreo se compone de dos hemistiquios, aunque 111 y 112
parezcan abogar por sólo uno. El ritmo no resulta de la identidad de sílabas en
cada hemistiquio (ritmo aritmético), ni de la cantidad de las sílabas del verso,
como en la poesía clásica (ritmo prosódico), sino de la sucesión regular de
acentos tónicos, tras dos o tres sílabas átonas (ritmo tónico). En el verso de
dos hemistiquios (dístico) se puede dar este número y combinación de acentos:
2-2, 3-3 4-4, 4-3, 3-4, 3-2, 2-3. Si el segundo de los dos hemistiquios es más
corto, resulta la g¡ndh, ritmo típico de la poesía lírica. En el verso de tres
miembros (trístico) las combinaciones pueden ser: 2-2-2, 3-3-3, 4-4-4, 3-3-2,
3-2-3, 4-4-3. El cambio de ritmo en un poema no es indicio necesario de falta de
unidad. Factor esencial de la poesía hebrea es el paralelismo, conocido también
en otras literaturas. Consiste en la articulación de una sentencia en una
emisión binaria, guardando proporción los dos miembros de la bina. Se da también
la emisión ternaria, de tres miembros. Hay varias formas de paralelismo: el
sinónimo, en el que la segunda parte completa la primera con términos sinónimos
(6,2); el antitético, que consigue lo mismo con términos de sentido opuesto
(1,6); el sintético, en que se redondea el pensamiento con elementos nuevos
(27,1), y el climático, que repite un término y lo lleva hasta el clímax (29,1).
La rima no es esencial en la poesía hebrea; se obtiene, a veces, con sufijos
(2). Otros recursos sonoros son la anáfora, la aliteración, la onomatopeya;
recursos expresivos, la metáfora, la alegoría, la comparación, la prosopopeya.
Se usa el refrán (46,8.12) y el acróstico alfabético (9-10,25, 34,37,111,119).
La poesía sálmica es lírica, expresión del impacto que produce el objeto externo
en el poeta. El objeto externo no habla sólo por sí en esta poesía, como en la
historia o en la épica; ese objeto es subjetivizado y revivido. La nueva
vivencia es el objeto integral, que busca cauce de expresión en el lenguaje.
El descubrimiento de la forma poética de los Ps abrió los ojos ante
composiciones análogas fuera del salterio. Hay Ps encuadrados en diversos libros
bíblicos, en contextos que hablan de su origen y de su uso. Así el canto al paso
del mar Rojo (Ex 15,1-18), el de Moisés (Mt 32, 1-43), el cántico de Débora (Idc
5) y el de Ana (1 Sam 2,1-10), los Ps de Ezequías (Is 38,10-20), de Jonás (Ion
2,3-10) y de Habacuc (Hab 3,2-19), las Lamentaciones y otros varios Ps en el
libro de Isaías (Is 12,1-6; 25,1-5; 26,7-19; 63,7-64,11) y de jeremías (Ier
15,15-18; 17,1418; 18,19-23), y los himnos del N. T., magnificat, benedictus,
nunc dimittis. Estos Ps se hallaban ya en sus contextos respectivos cuando se
hizo el coleccionamiento de los mismos o entraron en ellos después de concluido.
Algunos traicionan lo artificial de su emplazamiento; otros se encuentran en su
ambiente vital.
3. Historia del texto. Con tantos siglos de azares ¿nos ha legado la Tradición el texto original? Sabido es que los Ps nacieron independientes, en ambientes y épocas diversos, y se transmitieron oralmente, dejándose actualizar y adaptar por limaduras y adiciones, hasta alcanzar la forma definitiva y la fijación por escrito. Los duplicados antes aludidos permiten constatar las variantes que va adquiriendo un texto al transmitirse. Los antiguos no eran en ello escrupulosos. Todas esas modificaciones, involuntarias o conscientes afectan a los Ps in f ieri, y no hay razón ni posibilidad de ir tras ellas, con criterios lingüísticos, poéticos, u otro cualquiera. Tenemos varios testigos. El primero es el texto hebreo, fijado, por selección, en el s. t y puntuado después por los sabios masoretas. Los fragmentos de Ps encontrados en Qumrán, Masada y En-Guedi autorizan la fidelidad de ese texto, desde ahí hasta nosotros. Además del texto hebreo hay las antiguas traducciones (griegas, arameas, siriacas, latinas), unas directas de un texto básico hebreo y otras indirectas. Toda traducción lleva inherente una desventaja: la de ser interpretación y adaptación a otra lengua, que representa otra mentalidad. Pero se puede acudir a ellas para cubrir lagunas infranqueables. De más garantía será siempre el texto hebreo consonántico, prior a la obra masorética, que es ya una interpretación. Si la recuperación del texto original es críticamente una utopía, los testigos existentes nos aseguran de que el texto recibido es sorprendentemente fiel e inteligible, pese a tantos avatares.
4. Interpretación. Se han corrido caminos en muchas
direcciones. Los títulos de los Ps son ya testigos de algunos. Por ellos se
intuye que la identificación del autor se consideraba ya de interés para
entender un texto. Intento más pujado de interpretación son los títulos
históricos, que buscan poner el Ps a la luz de un suceso o de una situación. Con
ello se inicia un método de exégesis, en vigor hasta el presente: el método
historicista. Hay Ps que son síntesis de historia, y otros que aluden a
acontecimientos concretos de la misma. Las alusiones son muchas veces sutiles o
imprecisas. Y aun cuando sea evidente, no lo es que el Ps naciera de esa
situación. Se la puede evocar desde lejos, con vistas a otro momento. La lírica
revive con nuevas dimensiones lo que fue. Lo aludido no basta para entender el
Ps., p. ej., el 114, con los datos del paso del mar Rojo y del Jordán. Objeto de
la lírica no es la materia objetiva, sino la vivencia que pro
voca. El método en cuestión ha resultado con frecuencia infructuoso más allá de
lo que los mismos títulos de los Ps indican. Según los presupuestos del
intérprete, un Ps puede hablar de personajes muy diversos, desde David a Judas
Macabeo.
Singular abolengo y autoridad tiene la interpretación escatológico-mesiánica. Se
apoya en Ps que exhiben esa dimensión; se hace más consciente en el tardo
posexilio y encuentra plena acogida en el judaísmo y en el cristianismo. No
supone un punto de vista diverso del anterior. Es una penetración en el sentido,
que descubre en el Ps ecos y secuencias de la historia salutis, no precisamente
en su vertiente de pasado realizado, sino de futuro en esperanza. Representa una
dimensión de la teología de Israel, que florece con pujanza a partir de los
profetas. El N. T., cumplimiento del A. T., abunda en esta línea, revelando con
autoridad divina el sentido mesiánico, y específicamente cristológico, de
algunos Ps. Ahí se incluye el valor profético de los Ps, como de los demás
libros del A. T., que preanunciaron a Cristo en sentido pleno, tipológico o
alegórico (v. HOEMÁTICA). oParte de los Ps aludidos son citados sin contexto en
el N. T., a raíz de términos elocuentes, en los que se revela un sentido más
pregnante (2, 8, 16, 22, 69, 110, 118). Esos textos y otros, sobre todo de
Isaías, sirven a los testigos de los acontecimientos cristianos para encuadrar
en la historia sagrada la persona y la obra de Jesús, el Mesías prometido en el
A. T. Eso se llama «comprender las Escrituras» (lo 20,9) por aquellos a quienes
Dios abre su sentido (Le 24,25-27.44 ss.). Comprenden que el Dios que actúa allí
está ahora con los hombres, en los nuevos acontecimientos.
De índole y valor completamente distintos son las interpretaciones críticas
modernas. Una aportación interesante en el estudio reciente de los Ps viene del
lado literario. Si este aspecto no había pasado inadvertido en los siglos
anteriores, su valoración sistemática es obra de nuestro tiempo. El nombre del
estudioso protestante liberal H. Gunkel es aquí una clave. El conocimiento de
las literaturas vecinas juega su papel. En lugar del estudio individual de cada
Ps, con frecuencia infructuoso, se emprende el estudio de los géneros o
categorías literarias, que abarcan los Ps por grupos. El camino es el análisis
minucioso de las formas, de los temas y del.tono. Se busca también la
ambientación de cada género en la vida real, con lo que propiamente se descubre
el origen de los géneros. Éstos son cauces de expresión, que seguirán con más o
menos libertad los compositores de los Ps en los siglos sucesivos. Parece que el
alejamiento del origen, el culto de Israel, lleva consigo la paulatina
desintegración de los géneros puros. Los profetas habrían contribuido a su
espiritualización. Este método adolece en sus comienzos de cierto rigorismo, y
no está libre de prejuicios, relativos a la evolución religiosa de Israel. Con
todo, abre una perspectiva auxiliar para el conocimiento de los salmos. Un
correctivo al rigorismo de este método, que confía demasiado en las formas y no
concede suficiente autonomía a cada unidad, viene del ahondar precisamente en
uno de los principios de este método: la ambientación del Ps en la vida real. El
nombre de S. Mowinckel es ahora significativo. Se reconoce el culto como centro
de la vida real y se intenta reconstruirlo, a la luz de lo que de él se sabe
entre los primitivos (por la antropología) y en las religiones vecinas de
Israel. A la pregunta sobre el ambiente de origen y destino de los Ps se
responde: el culto y para el culto. Ello no sólo los géneros y los esquemas
primitivos, sino los mismos Ps que nosotros conocemos. Antes de ser el libro de
cantos de la comunidad judía, los Ps pertenecieron a ambientes de la corte real,
de santuarios locales, de peregrinación y de la calle; nacieron de rituales
especiales de alegría y penitencia, de victoria o de catástrofe, y de fiestas
anuales, como la gran fiesta de la entronización o del año nuevo, análoga a la
homónima en Mesopotamia; la fiesta de la renovación de la alianza, aparte las
conocidas. Mucho hay de hipotético en la reconstrucción de estas fiestas. Pero
no por eso dejan de descubrir un aspecto decisivo de la vida de Israel. Con los
propiamente cúlticos hay también Ps sapienciales, reflexivos, meditativos y
proféticos. Los estudios más recientes centran su atención en estos cuadros de
la vida real de Israel, valiéndose de datos de la antropología primitiva y de
las religiones comparadas. En muchos casos se ha llegado casi a perder de vista,
por ese camino, la particularidad de la religión israelita, que es una religión
revelada. Pero con ello se ha profundizado en un aspecto notable, que
complementa lo conseguido por otros métodos. Sería caer en los mismos fallos
combatidos el constituir como absoluta esta nueva perspectiva. Los Ps se
seguirán entendiendo si, junto con la ambientación cúltica, su forma literaria y
sus conexiones con la historia toda de Israel, se leen en su más profunda
dimensión escatológico-mesiánica.
5. Clasificación. La clasificación
literario-religiosa de los Ps tiene un punto de apoyo en los títulos que les da
la tradición. Dos de ellos, tehillim, alabanzas, y tefillót, oraciones, tocan
las dos actitudes básicas que expresa en ellos el autor o el orante, individuo o
cdlectividad. En esas dos formas de respuesta a Dios que se revela caben matices
muy diversos. Equidistante entre ellas está la acción de gracias y la expresión
de la confianza. Con ello se alude a los múltiples tonos y objetivos que conoce
la oración. El criterio individual-colectivo no decide mucho en la
clasificación, por la fluidez que existe en los Ps entre el yo y el nosotros. En
el capítulo de la alabanza están los himnos, que constituyen el grupo más
característico, más fácilmente distinguible y uniforme en su tono, su lenguaje y
su estructura. La introducción llama a alabar; el cuerpo del Ps motiva esa
llamada y especifica el objeto de la alabanza misma; la conclusión sintetiza el
tema o repite el inicio. Estos Ps se dejan ambientar, en cuanto a origen y uso,
en las fiestas nacionales conocidas y quizá en otras desconocidas o matices de
aquéllas, más tarde suplantados y olvidados. Objeto de la alabanza, y con ello
razón de variedad entre los himnos, es la creación, la manifestación de Dios en
la naturaleza, su acción en la historia, los atributos divinos revelados en el
gobierno de Israel y de todo el universo (8, 19, 29, 33, 100, 103, 104, 105,
111, 113, 114, 117, 135, 136, 145150). Por su tema especial se ha distinguido
entre los himnos los cantos de Sión (46, 48, 76, 84, 87, 122, 137) y los himnos
de la divina realeza (47, 93, 96-99). Con frecuencia se superponen en el himno
objetos y temas diversos.
En el campo de las oraciones están las súplicas individuales y colectivas.
Tienen todas una estructura análoga, más variada y libre que la del himno. En
las primeras presenta el individuo -las cuitas propias, sus quejas, la petición
de auxilio. Inicia con la invocación y concluye con la expresión de la confianza
(5, 6, 7, 9-10, 13, 17, 22, 25, 26, 28, 31, 35, 36, 38, 39, 42-43). En las
súplicas colectivas habla el nosotros de la comunidad o un yo representativo, en
coyuntura de mal nacional, natural, religioso o político. Todo mal tiene
dimensiones religiosas
(12, 44, 58, 60, 74, 77, 79, 80, 82, 83, 85, 89, 90, 94, 96, 106, 108, 123,
126).
Tocando con la súplica están los Ps en que, sobre la queja y la petición,
predomina la expresión de la confianza, lo mismo en el plano individual (3, 4,
11, 16, 23, 27, 62, 121, 131) como en el colectivo (115, 125, 129). Entre la
alabanza y la súplica está la acción de gracias, motivo que aparece ya en la
súplica como móvil y como expresión de la certeza en el socorro. Es alabanza por
favores divinos puntuales, con autoinvitación y gracias, con relato del favor
experimentado, con la llamada a otros a dar gracias. Se ambienta en el
sacrificio de este género, en cumplimiento de votos hechos. Son también
individuales (18, 30, 32, 34, 40, 41, 92, 107, 116, 138) o colectivas (65, 66,
67, 68, 118, 124).
Los Ps reales no constituyen, por criterios literarios, grupo aparte, pero sí
por su contenido teológico; pertenecen a los diversos géneros mencionados. El
nombre se justifica por tener como sujeto y tema al rey, tipo o figura del
Mesías, tema frecuentemente unido al de Sión (2, 18, 20, 21, 45, 72, 89, 110,
132, 144). No son fáciles de ambientar en situaciones históricas concretas.
Aluden a David o a otros reyes de Israel o de Judá, o al rey en general en su
función. Probablemente son, al menos en parte, de época monárquica. Pero la
figura del rey sobrevive a la institución, como personalidad sacra, como símbolo
de la elección de Israel y como anuncio profético del futuro Mesías Salvador.
Por eso cabe la composición de Ps reales durante y después de la monarquía.
Algunos de sus temas son la elección y la entronización del rey, súplica por él
antes de la guerra, gracias por su victoria, lamento por su humillación. Aparte
el estilo cortesano con que se habla del rey, hay en estos Ps tendencia a la
idealización de su figura. Es el ungido de Yahwéh, siempre una figura bivalente,
hecha del plano histórico y del plano ideal del rey que adecuará las esperanzas.
En ese sentido el rey se acentúa como figura mesiánica. Pero este mesianismo no
prescinde del primer plano histórico.
Hay Ps de carácter didáctico, de estilo sapiencial, con alocución, consejo,
sentencia, con propósito de enseñar, de fortalecer, de convencer (1, 37, 49, 73,
78, 91, 101, 119, 127, 128, 133, 139). Otros con tema y lenguaje de envergadura
profética (14, 50, 52, 53, 75, 81, 95), si bien la presencia de los profetas en
los Ps tiene mucho mayor alcance de cuanto estos pocos Ps darían a entender.
La sinagoga y la Iglesia recibieron los Ps de Israel como su libro de oración
por excelencia: por ello han de ser leídos con toda veneración y unción
religiosa, como expresiones las más profundas y adecuadas de alabanza y
adoración a Dios.
V. t.: DAVID; SAPIENCIALES, LIBROS; ANTIGUO TESTAMENTO.
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991