SIGNO Y SIGNIFICACIÓN I. FILOSOFÍA. II
2. Signo y símbolo. El Diccionario de la Real Acad. Española de la Lengua define
el signo como «cosa que por su naturaleza o convencionalmente evoca en el
entendimiento la idea de otra», y el símbolo como «imagen, figura o divisa con
que materialmente o de palabra se representa un concepto moral o intelectual,
por alguna semejanza o correspondencia que el entendimiento percibe entre este
concepto y aquella imagen». Estas definiciones no son muy precisas, puesto que
un s. puede ser una cosa en sentido estricto (p. ej., una bandera), pero también
puede ser un gesto (p. ej., el que hace un guardia de tráfico), una palabra, un
grito, un color, etc., o una mezcla de todo o parte de esto. A su vez, aquello
que da a conocer el signo puede ser una idea (p. ej., la bandera indica la idea
de una nacionalidad), pero puede ser también una cosa en sentido estricto o una
realidad que no sea una idea (p. ej., el concepto de mesa camilla es un signo de
unas mesas reales; el grito, signo de un dolor). Y algo parecido puede decirse
del símbolo, que a veces en el lenguaje ordinario se usa como sinónimo de signo.
Sin embargo, las definiciones de signo y símbolo del Diccionario precisan
dos diferencias. En primer lugar, el símbolo representa, o sea, sustituye o hace
las veces de, el concepto o realidad representada. Es decir, un signo puede ser
meramente indicativo o manifestativo (como un reloj indica las horas, o el color
rojo del semáforo indica prohibido el paso), y puede ser además representativo o
sustitutivo (como las llaves de una ciudad entregadas a una autoridad).
Igualmente, una bandera puede ser un simple signo indicativo de una nación (p.
ej., en un barco), pero otras veces además de indicar o significar una patria la
representa, y en este sentido se le rinde homenaje (p. ej., en una ceremonia de
jura de la bandera). Los símbolos, por lo general, son, pues, signos
representativos y no sólo indicativos.
Además, en segundo lugar, el símbolo tiene alguna semejanza o
correspondencia más o menos natural con la cosa o idea simbolizada (p. ej., las
llaves, símbolo de una casa o de una potestad), mientras el signo puede ser
completamente arbitrario o convencional. Así, pues, en castellano, al igual que
ocurre en otros muchos idiomas, los símbolos vienen a ser un caso particular de
los signos, son una determinada clase de signos. Nos ocuparemos aquí de los s.
en general; para los símbolos, además, V. SIMBOLISMO I. (En adelante, signo y
signos se abreviarán con s.).
3. Significante, significación y significado. Los s. tienen una gran
importancia para toda la vida social humana; sin s. no es posible lengua ni
lenguaje alguno. Todas las ciencias y la cultura en general no serían tampoco
posibles sin signos. También hay s., sobre todo símbolos, que son instrumento de
acción. Su necesidad, en uno u otro caso, se deriva de la estructura
anímico-corpórea del ser humano, del hecho de ser el hombre espíritu encarnado
(V. t. II-IV).
Es esencial de todo s. hacer referencia o remitir a algo distinto de él.
Todo s. tiene, pues, dos aspectos: lo que sirve de s., que puede llamarse
significante, y aquello otro a lo que se refiere o que da a conocer, que se
puede llamar significado. Al significado se le llama también significación; pero
quizá es mejor emplear esta palabra para referirse a la capacidad o al acto de
significar del significante; o también a la relación entre el significante y su
significado, de la que le viene a aquél su capacidad de significar.
Un significante puede ser cualquier tipo de realidad, mental o extramental,
y puede tener uno o varios significados, lo que supondrá una relación peculiar
con cada uno de ellos. Lo mismo puede decirse de un significado. Lo esencial del
s. es, pues, su capacidad de significar, lo que hemos llamado significación. La
capacidad y naturaleza de la significación depende de la clase de relación que
haya entre el significante y su significado, y es elcriterio fundamental para
clasificar las distintas especies de signos.
4. Signos naturales y signos convencionales. La capacidad de significar o,
simplemente, la significación puede venir de la misma naturaleza del
significante; es decir, de que tenga con su significado una relación o conexión
natural. Esa relación natural puede ser de causalidad, de dependencia, de
semejanza, de analogía, etc. Así, p. ej.: el humo es s. del fuego que lo causa,
unas huellas en la arena son s. de alguien que ha pasado, una estatua es s. del
representado en ella. Se trata en estos casos de s. naturales (o de
significaciones naturales, independientemente de que el significante sea
«natural» como el humo, o «artificial» como la estatua). Entonces el sujeto
cognoscente se limita a descubrir, y después a utilizar, el signo.
Si, por el contrario, la relación entre significante y significado es
establecida convencional o arbitrariamente por el sujeto cognoscente, tendremos
los s. convencionales o artificiales; es el caso, en general, de la mayor parte
del lenguaje hablado o escrito, de las banderas, de las señales del tráfico,
etc.
Sin embargo, entre s. naturales y s. artificiales se da una amplia gama de
s. que pueden estar más cerca de uno u otro extremo. Así, se habla también de s.
mixtos, establecidos más o menos convencionalmente, pero en base a alguna mayor
o menor relación o semejanza natural entre el significante y su significado (p.
ej., las llaves de una casa, el color rojo s. de sangre o de martirio, las
palabras onomatopéyicas). En general, los símbolos suelen ser s. mixtos..
En teología se habla también de s. eficaces; éstos son los sacramentos
(v.), s. mixtos que son llamados s. eficaces de la gracia, porque no sólo la
significan sino que la producen o causan, por voluntad e institución divina:
«Los sacramentos de la Nueva Ley son a la vez causas y signos, por lo que, como
suele decirse, producen lo que significan» (Sum. Theol. 3 q62 al adl). Es decir,
Dios se sirve de ellos como de un instrumento para dar la gracia sobrenatural
que, al mismo tiempo, está simbolizada en las cosas, gestos y palabras que
constituyen el s. sacramental (v. IV, 2).
También los milagros (v.) son llamados s. divinos, porque manifiestan la
omnipotencia y la intervención divina al proponer su Revelación sobrenatural. Y
en un cierto sentido, también la misma existencia del universo y cualquier
acontecimiento natural son s. divinos, en cuanto son efectos de Dios creador y
constituyen, por tanto, su revelación natural (v. REVELACIÓN; VA., luego, II).
5. Signo formal y signo instrumental. Conceptos y palabras. Dentro de las
clases de s. de que hemos hablado hay un tipo de s. naturales y otro tipo de s.
artificiales de especial importancia, por lo que merecen ser tratados aparte.
Entre los s. naturales puede incluirse una clase peculiar de s. que son
los de mayor capacidad significativa, en el sentido de que su naturaleza se
agota en ser s.; no son otra cosa que signos. Se trata de los conceptos (v.) e
ideas (v.) del entendimiento; análogamente se pueden considerar así las
sensaciones (v.) y percepciones (v.) de los sentimientos (v.), y también de las
imágenes de la imaginación (v.) o fantasía (v.), etc. No se encuentran en la
naturaleza s. comparables a ellos. Los conceptos e ideas se pueden considerar
como s. naturales de las cosas conocidas, pero s. de una naturaleza especial;
son llamados por algunos autores s. formales, porque su entidad o naturaleza es
simplemente la «forma» (v.) de la cosa conocida, la forma misma de la cosa
poseída o recibida en el entendimiento, y no tienen ninguna otra entidad más que
ésa; su naturaleza es sólo la de ser significantes de algo, uniendo la cosa
misma con el sujeto cognoscente. Los conceptos, ideas, o cualquier otra
concreción del conocimiento (sensaciones, percepciones, intuiciones, etc.) son
nada sin las cosas.
En cambio, los demás s. naturales, y también todos los s. artificiales y
mixtos, además de tener en sí mismos una significación tienen una entidad propia
distinta de su capacidad de significar. Antes de ser significantes son en sí
mismos otra cosa independiente de su significación. Estos s. que antes de
significar tienen una existencia y naturaleza propia son llamados s.
instrumentales. Así, por ej., las llaves son llaves, además e independientemente
de que puedan ser s. o símbolo de una ciudad, de una casa o de una potestad; la
bandera es una pieza de tela de diferentes colores además de significar una
nacionalidad o una patria; la palabra es un sonido determinado, o un dibujo,
además de significar un concepto o una cosa; etc.
Los s. instrumentales exigen ser conocidos en sí mismos y en su capacidad
de significar; es decir, es necesario tener un cierto conocimiento previo de
ellos para llegar a conocer su significado. En cambio, en los llamados s.
formales o intelectuales no se da o no es necesario el paso consciente del
significante al significado. Ello está en relación con el hecho de que no
conocemos sólo ideas o conceptos, sino realidades en y por los conceptos. El
hombre conoce las múltiples realidades y los múltiples aspectos de la realidad,
y se da cuenta de que las conoce; sólo después de una más o menos laboriosa
reflexión se da cuenta de que lo hace por medio de conceptos, y entonces puede
estudiar también la naturaleza de los mismos (V. CONCEPTO; IDEA; LOGOS).
Entre los s. artificiales e instrumentales, hay también que destacar una
importante clase de s. que son la mayoría, o al menos muchos, de los del
lenguaje hablado o escrito. Estos s. son establecidos más o menos
convencionalmente por el uso tradicional, en el que confluyen también factores
que aproximan las palabras a los s. naturales; o son establecidos por unas
elecciones más precisas y determinadas en el caso de especiales lenguajes
«científicos». Así tenemos las palabras (v.), compuestas de morfemas (v.), que
se utilizan en las lenguas ordinarias; y los símbolos que se utilizan en Lógica
(v.), Matemáticas (v.), Física (v.) y Química (v.). En uno y otro caso, los s.
de cualquier lenguaje son s. de los conceptos y también de las cosas y, por
tanto, pueden estudiarse en los dos sentidos (V. Locos; SIGNO Y SIGNIFICACIÓN
LINGÜÍSTICOS).
Todos los s. lingüísticos son instrumentales, es decir, son la
materialidad de un determinado sonido (en el lenguaje hablado) o de un
determinado dibujo (en el lenguaje escrito) a los que se da una significación.
Como s. instrumentales son más manejables que los conceptos, y éstos, a su vez,
más manejables que la realidad. Por medio de los s. lingüísticos no solamente se
expresan los conceptos y las cosas, sino que también se transmiten y comunican
fácilmente los conocimientos. Pero hay que tener cuidado, como veremos, en no
confundir unos s. con otros, ni el manejo de unos y otros.
Los s. lingüísticos son una manifestación del lenguaje (v.), entendiendo
por tal la capacidad de expresar y comunicar los conocimientos y las realidades
interiores y exteriores al hombre. Un determinado conjunto de s. lingüísticos,
relacionados y ordenados entre sí, constituyen una lengua (v.). Los s. formales,
conceptos o ideas,son una manifestación de la capacidad cognoscitiva humana. Al
ordenar y relacionar entre sí los conceptos, juicios y conocimientos sobre una
determinada realidad o sobre algunos aspectos de la realidad, aparecen las
diversas ciencias (v.).
6. Significación y conocimiento. Es de la mayor importancia la comprensión
de la clase peculiar de s. que son los conceptos e ideas, por una parte, y los
s. lingüísticos por otra. De ello depende qué se capte o no rectamente la
naturaleza del conocimiento (v.) humano, el realismo (v.) del mismo y el
pluralismo tanto de la realidad como de su conocimiento (v. PLURALISMO I).
En efecto; si se dice que en realidad no se conocen las cosas mismas, sino
sólo los conceptos e ideas que sobre ellas se forman en la mente, lo que
equivale a decir que el hombre sólo conoce s., entonces se pierde de vista la
realidad y el realismo del conocimiento. Se establece, entonces, un a modo de
corte o separación radical entre el sujeto cognoscente o, mejor, entre el
entendimiento (v.) y la realidad (v.) exterior a él. Y el conocimiento se
transforma en un mero manejo por parte del entendimiento de una serie de
«signos» de la realidad. S. que, según que se consideren más o menos
convencionales, más o menos producidos exclusivamente por el entendimiento,
darán origen a un idealismo (v.) o racionalismo (v.) más o menos absoluto y, por
tanto, más o menos deformador de la realidad. O, al contrario, el conocimiento
se transformará en el escepticismo (v.) del «sólo sé que no sé nada» en el que
también se renuncia a conocer la realidad y al actuar consecuente y recto. En
todo caso, se incidiría de una forma más o menos absoluta de subjetivismo (v.) y
de relativismo (v.) con todos sus equívocos (en el caso del «idealismo», todo
sería de una manera o de otra según las épocas o según las colectividades
humanas de que se trate; en el caso del «escepticismo», todo sería según le
parezca a cada individuo).
Al pensar que no se conocen las cosas tal como son, o que no hay
posibilidad de ello, no se ha comprendido la naturaleza peculiar y única que
tienen los conceptos como s. de las cosas. Se les considera entonces no ya como
s. formales, sino como s. instrumentales, con entidad propia independiente de su
significación o de su significado; y, más aún, como sustitutivos de la cosa,
como símbolos, que pudieran ser producidos por el entendimiento y manejados por
él como cualquier otro símbolo. De ahí que teorías o posturas gnoseológicas como
las que suelen llamarse idealismo, racionalismo, e incluso el escepticismo,
puedan recibir el nombre genérico de simbolismo (v. SIMBOLISMO I). En estas
posturas, racionalistas o escépticas, suele decirse que el significado de todo
signo es siempre un concepto mental, es decir, el sentido que la mente da al
significante, confundiendo el acto de conocer el significado con el significado
mismo, que puede ser efectivamente sólo mental pero también exterior a la mente.
Según esto, lo primero que se conocería en todo s. sería su significado mental,
el concepto o idea; sólo después algunos admitirían una referencia más o menos
válida a un objeto exterior.
Pero en realidad ni el entendimiento produce él solo los conceptos, ni
conoce a éstos primero. Lo primero que se conoce son las cosas; sólo después de
conocer las cosas se conoce que éstas se conocen; se conocen, pues, los
conceptos posteriormente a las cosas. Y los conceptos e ideas no las producen o
fabrican sin más el entendimiento y los órganos cognoscitivos en general; sino
que los conceptos e ideas son nada sin las cosas, y los producen las cosas en el
entendimiento y con él (en y con los órganos cognoscitivos). Por ello, teniendo
en cuenta que los conceptos se pueden llamar también s., si bien s. de una
naturaleza especial, la definición de s. como «todo aquello, que previamente
conocido, conduce al conocimiento de otra cosa» (como hace, p. ej., el
Diccionario de Filosofía de Brugger) es válida sólo para los que hemos llamado
s. instrumentales (naturales o artificiales), pero no para los s. formales,
porque no es necesario conocer los conceptos o ideas de la mente para conocer
las cosas.
La significación, pues, es una forma de conocimiento entre otras. Dentro
de la significación, además, se engloban diversas formas y métodos de
conocimiento no equivalentes entre sí, como hemos visto (deducción, inducción,
intuición, aprehensión). En el caso de s. instrumentales, el conocimiento del
significado es más por deducción (v.); en el caso de los conceptos, el
conocimiento es por la llamada simple aprehensión (v.); etc. Para toda esta
importante cuestión han de verse los artículos CONOCIMIENTO I y OBJETO;
PERCEPCIÓN y SENSACIÓN, así como los relativos a los órganos del conocimiento:
ENTENDIMIENTO; INTELIGENCIA; RAZÓN; SENTIDOS. Y también los ya mencionados:
CONCEPTO; IDEA; LOGOS; SIGNO Y SIGNIFICACIÓN LINGÜÍSTICOS; REALISMO I-II;
RACIONALISMO. Y, finalmente ha de verse también el art. MÉTODO, donde se
encuentran algunas fundamentales aclaraciones sobre las formas y métodos de
conocimiento.
7. Ciencias de la significación. La ciencia y la teoría de los s. se ha
desarrollado mucho en el s. XX. En este desarrollo confluyen los clásicos y
antiguos estudios de Lógica (v.) y de Gramática (v.) con los de las Matemáticas
(v.), sobre todo con la utilización de un lenguaje simbólico similar al
utilizado clásicamente en Matemáticas.
Para algunos, p. ej., los neopositivistas (v.), la Lógica y la Gramática
serían la misma cosa; pero no cabe duda de que, aunque puedan emplear un
simbolismo semejante y aunque los estudios de una y otra se complementen e
iluminen mutuamente, son esencialmente diversas, como diversos son sus objetos
de estudio. La Lógica estudia los conceptos y juicios de la mente (que son s.
formales, naturales y directos de las cosas) y sus relaciones y deducciones;
mientras que la Gramática estudia las palabras y sus relaciones y combinaciones
(que son s. instrumentales de los conceptos y juicios y también s.
instrumentales de las cosas). Tampoco se puede identificar la Lógica con la
Matemática, aunque la Matemática utilice las leyes de la Lógica y ésta use un
simbolismo semejante al de las Matemáticas, porque supondría, entre otras cosas,
confundir todo lo cualitativo con lo cuantitativo, abocando a algún tipo de
materialismo.
También en la teoría y estudio de los s. interviene, como se ha visto, la
Teoría del conocimiento o Gnoseología (v.). Pero ésta tampoco ha de confundirse
con la Lógica, como pretende el logicismo, porque supondría identificar los
conceptos con las cosas, o, mejor dicho, supondría negar al entendimiento la
capacidad de conocer verdaderamente las cosas. Todavía hay que señalar, en
relación con las ciencias que se ocupan de los s., a la Psicología (v.). Ésta
estudia los hechos del conocimiento, junto con otros hechos psíquicos como los
de la voluntad, etc., en cuanto hechos producidos en un sujeto y en unas
facultades de un sujeto; mientras que la Gnoseología los estudia en sí mismos,
es decir, en cuanto ponen en relación al sujeto con las cosas. Por eso tampoco
se puede identificar la Gnoseología con la Psicología, o con una parte de ella,
como pretende el psicologismo (v.), porque ello supondríaconfundir al
conocimiento y sus objetos con el sujeto del conocimiento y, en general,
supondría confundir efectos con causas.
Estas sumarias indicaciones pueden servir para situar a la teoría o
ciencia general de los s., que recibe el nombre de Semiología o Semiótica (del
griego séma, sémeion, s., sello o señal. La palabra semiología se utiliza en
Medicina (v.) para referirse al conocimiento general de los s. a través de los
cuales puede diagnosticarse una enfermedad o un proceso patológico más o menos
oculto (v. DIAGNÓSTICO; PRONÓSTICO), y en Ciencias de la información (v.) para
referirse al estudio y teoría general de los medios de comprensión y
comunicación entre los hombres (v. SEMIOLOGÍA).
Con un sentido más amplio, la Semiología o Semiótica suele considerarse
como ciencia general de los signos lingüísticos, lo cual es sólo una parte de la
ciencia general de la significación, pues, además de los s. y significaciones
lingüísticas hay otros s. distintos (especialmente los s. formales) como hemos
visto. En este sentido, en la Semiótica, como ciencia general de los s.
lingüísticos, confluyen especialmente la Gramática, la Lingüística y la Lógica
formal (también llamada Lógica simbólica o matemática: v. LÓGICA II). Esta
Semiótica supone un notable perfeccionamiento de la Gramática y de sus partes,
que adquiere con ella unos métodos más exactos o rigurosos, pero que no agota
todos sus aspectos; para la última comprensión de la Gramática y de los análisis
lingüísticos es necesario también tener en cuenta a la Lógica material, a la
Psicología y a la Gnoseología (v. SIGNO Y SIGNIFICACIÓN LINGÜÍSTICOS; LOGOS).
8. La Semiótica. Si se entiende por Gramática (v.) el estudio de una
lengua (v.) en particular y por Lingüística (v.) el de todas en general, y, por
tanto, también el del lenguaje (v.) como capacidad de expresarse y comunicarse
por medio de una lengua, ya se ve que la Semiótica, como estudio general de los
s. y significación lingüísticos, estará más cerca de la Lingüística que de la
Gramática. De todas formas los límites entre Semiótica, Lingüística y Gramática
varían según el uso que hacen de ellas los autores; pero en una primera
aproximación quizá pueda decirse que su ordenación o relación es la indicada; es
decir, la más general sería la Semiótica y la más particular la Gramática,
estando la Lingüística en medio de ambas.
Teniendo en cuenta que en todo s. lingüístico se pueden distinguir tres
aspectos o dimensiones, la Semiótica se divide en tres partes o ramas. En primer
lugar un s. pertenece a una determinada lengua y, por tanto, está relacionado
con los demás s. de esa lengua; estas relaciones se llaman sintácticas: son
relaciones de los s. entre sí. Su estudio es la parte de la Semiótica llamada
Sintaxis (v.). En segundo lugar un s. significa o se refiere a algo, quiere
expresar o comunicar algo distinto del s. mismo; todo s., pues, además de tener
una relación con los otros s. de una lengua, tiene una relación con su o sus
propios significados: estas relaciones se llaman semánticas. Su estudio es la
parte de la Semiótica llamada Semántica (v.) (si el significado es sólo el
concepto Irlental o si es también la cosa extramental ya no es objeto de estudio
de la Semiótica ni de la Semántica, sino de la Gnoseología). En tercer lugar, un
s. lingüístico es dicho o escrito por alguien y dirigido a otros; hay, pues,
otro aspecto o dimensión de los s.: el de las relaciones entre ellos y los
hombres que los usan; relaciones que se llaman pragmáticas. Su estudio es objeto
de la parte de la Semiótica que es llamada Pragmática.
9. Indicaciones históricas. Como dice Bochenski, ya los sofistas (v.) y
Platón (v.) (en el Cratilo y otros diálogos) rozaron de paso problemas
semióticos. El que por vez primera se ocupó de ellos en forma sistemática fue
Aristóteles (v.) en los cinco primeros capítulos de su obra lógica De la
enunciación; allí está, entre otras cosas, el primer sistema conocido de las
categorías sintácticas. Con los estoicos (v.) y después los filósofos y teólogos
medievales la Semiótica tiene un notable desarrollo; sobre todo, entre estos
últimos, con los llamados gramáticos especulativos (V. GRAMÁTICA ESPECULATIVA
MEDIEVAL). Sin embargo, fuera de algunos pocos fragmentos, las obras de los
estoicos se han perdido, y la semiótica de los medievales ha sido poco estudiada
en general, aunque recientemente se ha despertado más el interés hacia ella.
Por otra parte, en la filosofía antigua y medieval el estudio de la
significación ha estado centrado alrededor del caso límite del s. que es el
concepto, como hemos dicho; caso límite en cuanto que sin la cosa es nada, en
cuanto que es pura manifestación y transparencia de la cosa; de ahí que Juan de
Santo Tomás (v.), y modernamente Maritain (v.), le hayan dado el nombre de s.
formal. Éste es además el caso ejemplar de significación, modelo de los demás s.
naturales y de los s. artificiales. De modo que el problema de la significación
ha girado en torno a la comprensión de la especial naturaleza de s. que tienen
los conceptos. Si éstos se consideran así, como s. puros, con una perfecta
intencionalidad y significación de la cosa, se reconocerá el realismo (v.) del
conocimiento humano. En cambio, si se piensa que los conceptos son s. iguales
que todos los demás, se incide en el nominalismo (v.).
Algunos autores modernos, como Verneaux, prefieren no usar la terminología
de s. formal y s. instrumental, porque -dicen- no expresa adecuadamente lo que
son las ideas y los conceptos. En todo caso es una cuestión de palabras; lo
esencial es darse cuenta de que el concepto no es lo conocido (no es id «quod»
cognoscitur), sino el medio por el que y en que el objeto es conocido (id «quo»
obiectum cognoscitur) (de este modo es como se expresa Tomás de Aquino), y darse
cuenta, por tanto, que entre concepto y objeto hay una equivalencia grande, una
perfecta adecuación, que no se da entre los demás s. y sus significados.
Muchos autores modernos desconocen la diferencia esencial entre s. formal
y s. instrumental, incidiendo en las posturas racionalistas, idealistas o
escépticas que se han descrito (v. 5), afines al nominalismo en muchos puntos.
De forma que puede decirse, con Bochenski, que poco progreso se da en la
modernidad con respecto a este punto. Únicamente hay desarrollo en los estudios
de la significación en el plano de la Lógica matemática y en el de la
Lingüística, pero menos en el de la Gnoseología o Teoría del conocimiento
propiamente dicha. Es decir, las investigaciones más modernas se sitúan sobre
todo en el plano de la expresión y formulación del conocimiento, pero no tanto
en el del conocimiento mismo, y cuando se vuelve la atención sobre él, con
frecuencia los autores inciden en alguna forma de racionalismo.
Husserl (v.), que no fue un lógico matemático, llevó a cabo en sus
Investigaciones lógicas significativos análisis semióticos en una postura más
bien realista. Casi al mismo tiempo Saussure realizó sus estudios lingüísticos
analizando las estructuras de las lenguas y con ellas las relaciones de los s.
lingüísticos entre sí, en una postura más bien idealista; sus estudios dieron
origen al métodoestructural luego aplicado también a otras materias (v.
ESTRUCTURALISMO).
En Lógica matemática, G. Frege reelaboró y amplió las ideas de la vieja
Estoa. La moderna investigación está vinculada sobre todo a la matemática de D.
Hilbert (v.). Destacan en el desarrollo de la Semiótica, en este mismo sentido,
A. Tarski, R. Carnap (v.) y otros neopositivistas lógicos, que reducen la
filosofía al análisis lingüístico. Uno de ellos, Charles Morris, ha sido el
creador o introductor de la palabra Semiótica, así como de su división general
en las tres partes que hemos indicado. En la segunda mitad del siglo xx se ha
cultivado y desarrollado mucho el trabajo semiótico lingüístico con el estímulo
de otras ciencias (sobre todo la Física) que exigen un análisis del lenguaje
cada vez más riguroso (v. LÓGICA II; NEOPOSITIVISTAS LÓGICOS).
V. t.: LOGOS; CONCEPTO; IDEA; UNIVERSALES; OBJETO; NOMBRE I; LENGUAJE;
SIMBOLISMO I.
BIBL.: F. INCIARTE ARMIÑÁN, El reto del positivismo lógico, Madrid 1974; 1. G. COLBERT, La evolución de la Lógica simbólica y sus implicaciones filosóficas, Pamplona 1968; M. J. CHARLESWORTH, Philosophy and linguistic analysis, Pittsburgh 1957; J. ZARAGÜETA, El lenguaje y la filosofía, Madrid 1945; 1. MARITAIN, Los grados del saber, Buenos Aires 1968 (especialmente, parte primera, cap. III); íD, Cuatro ensayos sobre el espíritu en su condición carnal, Buenos Aires 1947 (ensayo 2°); R. VERNEAux, Filosofía del hombre, 3 ed. Barcelona 1971 (especialmente cap. XI); fD, Epistemología general o crítica del conocimiento, Barcelona 1971; É. GILSON, El realismo metódico, 3 ed. Madrid 1963; L. E. PALACIOS, Filosofía del saber, 2 ed. Madrid 1974; I. M. BOCHENSM, Los métodos actuales del pensamiento, 9 ed. Madrid 1974, cap. III; íD, Historia de la Lógica formal, Madrid 1966; H. PRICE, Thinking and Experience, Londres 1953 (cap. 4-6); R. PIOVESAN, Significato, en Enc. Fil. 5,1340-1345; F. SORIA, Sobre signo y símbolo (boletín bibl.), «Estudios filosóficos» (1965) 655-690. Entre las obras neopositivistas: R. CARNAP, Introduction to Semantics, Cambridge (Mass.) 1942; íD, Formalization of Logic, Cambridge (Mass.) 1943; CH. MORRIS, Foundations of the theory of signs, Chicago 1938; íD, Signification and Significance, Cambridge (Mass.) 1964. V. t. la Bibl. de SIGNO Y SIGNIFICACIÓN LINGÜÍSTICOS.
JORGE IPAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991