Soteriología
Con este nombre -etimológicamente derivado del
griego soteria, salvación- se designa corrientemente en los manuales de
Teología, a partir de finales del s. xviII, la parte de esta ciencia cuyo objeto
son las acciones y modos con que Cristo ha efectuado nuestra salvación (v.). Se
diferencia de otros tratados teológicos afines: la Cristología (v.), que estudia
el ser y la persona de Cristo en sí mismo; tratados sobre la Gracia (v.), la
Iglesia (v.), los Sacramentos (v.) y los Novísimos (v. ESCATOLOGÍA), donde se
estudian tanto los efectos de la acción salvadora de Cristo, la justificación
del hombre en la historia y en la consumación final, en la Parusía, como los
medios a través de los cuales esa acción se ejerce.
Dos son los cometidos principales de la teología especulativa: analizar y
procurar entender racionalmente el dato revelado, y ordenar el resultado de este
trabajo en una síntesis armónica. Fruto de la primera tarea teológica son las
ideas y conceptos, de la segunda los sistemas y su exposición orgánica.
Estudiaremos el tema trazando un panorama de la evolución histórica de la S.,
para concluir con algunas observaciones finales.
1. Punto de partida. Aunque para una exposición de la materia remitimos a las
voces REDENCIÓN y SALVACIóN, es necesario, pues sin ello no se comprendería el
proceso que vamos a estudiar, recordar en síntesis la esencia de los datos
revelados, tal cual se contienen en la Revelación. Dios decide desde la
eternidad salvar a la humanidad caída, mediante el Verbo encarnado (v.
JESUCRISTO 1-III). Esta salvación consiste en una liberación del pecado
-original y personales- y de sus consecuencias y en una correlativa
santificación del hombre. Implica, en esta vida, una parcial liberación de la
ignorancia, de la concupiscencia y debilidad de la voluntad mediante la gracia
(v.), y se consuma definitivamente con la liberación de la muerte corporal y
restablecimiento del orden cósmico violado por la culpa, en la resurrección de
la carne y juicio final. Cristo realiza esta obra con todas las acciones de su
vida, Pasión, Muerte-Resurrección, Realeza celeste, Parusía. Particular relieve
concede el N. T. al misterio de la Cruz, sacrificio expiatorio en favor de la
humanidad pecadora, cual redención o rescate de la esclavitud del pecado,
demonio, ley, etc.
Estas verdades y hechos, a las que se ha de añadir la doctrina de la misteriosa
incorporación de la humanidad a Cristo, son descritas por los autores inspirados
del N. T., adquiriendo diversos relieves conforme a los propósitos de cada uno.
Así destaca en S. Juan la doctrina de la divinización, en diversas cartas de S.
Pablo y en los Evangelios llamados Sinópticos la del perdón del pecado, en la
Epístola a los Hebreos la del sacrificio expiatorio. Como síntesis de todos
ellos podemos mencionar las fórmulas y símbolos de fe, que a partir de la
aserción de la realeza salvífica de Cristo («Jesús es el Kyrios»: 1 Cor 12,3;
Philp 2,11) y de la fórmula bautismal trinitaria (Mt 28,19) evolucionan hasta
las fórmulas del Credo NicenoConstantinopolitano y el Atanasiano (v. FE II),
dando mayor o menor extensión a las partes teológica, cristológica,
neumatológica y eclesiológica según las diversas circunstancias históricas.
2. Los Padres de la Iglesia. Dado que el misterio de la Redención apenas fue
atacado por las herejías, las catequesis, tratados dogmáticos y homiléticos de
los Padres nos transmiten sus fórmulas, pero sin detenerse mucho en su
explicitación y desarrollo. Antes bien, parten de ese misterio, como de lugar
seguro, para fundamentar la Cristología, es decir, para confirmar y argumentar
sobre la divinidad de Cristo. No obstante, pueden distinguirse dos direcciones
complementarias: la griega, que comenta sobre todo la importancia salvífica de
la Encarnación y Resurrección, entendiendo la salvación preferentemente como
divinización, y la latina, que se fija especialmente en el papel de la Pasión y
la Muerte y su valor de redención y liberación del pecado.
Fue S. Ireneo (Adversus Haereses, fines del s. ii) quien intentó por vez primera
una síntesis doctrinal organizando los datos revelados en torno a las ideas de
Cristo, nuevo Adán, y de la recapitulación. Los Padres latinos analizaron poco a
poco el concepto del mérito (v.) y, a partir de S. Hilario de Poitiers y S.
Ambrosio (s. iv), el de satisfacción, y en consecuencia la consideración del
pecado como deuda ante Dios. Suele explicarse la salvación como obra de
re-creación, de restauración, y la acción de Cristo como expiación de la culpa
por vía de sustitución. Muchos autores dan relieve, a veces con exageración, a
la teoría, más bien metafórica, del rescate pagado al diablo. Una síntesis
lograda del acervo común se encuentra en S. Juan Damasceno (s. vil-vIIi, De fide
orthodoxa, lib. III, cap. 27; lib. IV, cap. 4 y 13: PG 94, 1095-98, 1107-10 y
1135-38). Intentos de relacionar la Redención con los demás temas de la
dogmática se encuentran en S. Atanasio (De Inc. Verbi, ca. 365), S. Gregorio
Niseno (Magna Catechesis, ca. 385), S. Agustín (Enchiridion, 421; De peccatorum
meritis et remissione, 412). Por otra parte, la reacción frente a la herejía de
Pelagio (v.), para quien la Redención era más bien sólo un buen ejemplo, también
contribuyó al estudio de temas soteriológicos.
3. La Alta Escolástica. En tanto los teólogos griegos continúan explicando la
teoría de la divinización (tenemos una síntesis tardía en La vida en Cristo, de
Cabasilas, s. xIv), los latinos cultivan la doctrina de la satisfacción, que la
Escolástica la asume como motivo predominante. S. Anselmo (v.) da la pauta y
señala el punto de partida en su Cur Deus homo (1098). Movido por la intención
apologética de mostrar racionalmente al pagano la verdad de la encarnación y
muerte del Verbo, analiza las razones que la hacen moralmente necesaria;
partiendo de considerar el pecado cual ofensa de Dios, y ayudándose de conceptos
propios del derecho germánico, consigue dos efectos de interés para la S.
posterior: centra el tema redentivo en la muerte de Cruz, dejando a un lado sus
demás aspectos, y explica el valor de ésta como satisfacción de la ofensa
inferida a Dios por la culpa, principalmente la original.
S. Anselmo critica válidamente la teoría de los derechos del demonio. En esta
crítica le acompaña Abelardo (v.), que se sitúa en un polo opuesto cuando, por
su mentalidad racionalista, niega, no sólo que la muerte de Cristo pueda
considerarse necesaria, sino que posea valor expiatorio o satisfactorio; le
reconoce sólo el valor de buen ejemplo e incitación al amor (Com. ad Rom., ca.
1125). Abelardo fue vivamente criticado por S. Bernardo y condenado en el Conc.
de Sens (1140), contando con pocos seguidores.
En cambio, la doctrina anselmiana fue abriéndose paso lentamente hasta su apogeo
en la Baja Escolástica. Otro tema que aflora en este tiempo (Ruperto de Deutz,
m. 1135) es el estudio de las relaciones entre Encarnación y Redención en el
plan divino, es decir, el de la razón o motivo final de la Encarnación.
4. La aparición de las Sumas. Al final de la edad patrística se había abierto la
puerta a un género literario propio de los tiempos de poca creatividad
intelectual: las colecciones de textos (Florilegia, Sententiae, Excerptae), que
recogen y ordenan la tradición de forma sistemática. Sobre todo a partir del s.
xit (v. ANSELMO DE LAóN), esto da origen a las Sumas, acometiéndose más tarde la
tarea de conciliar los textos contradictorios con técnicas tomadas de la
dialéctica (Abelardo: Sic et Non). Tales esfuerzos de sistematización tienen
gran importancia para la S., no sólo porque recogen, decantados, los frutos de
los estudios dogmáticos, sino también porque determinan su puesto y relieve en
el conjunto de las disciplinas teológicas. Dos obras, de filiación abelardiana,
ofrecen un ejemplo de cómo se va logrando esta estructuración: la Summa
Sententiarum (ca. 1135-40, ¿Odón de Lucca?, PL 176, 41174), que distribuye la
teología en siete tratados, cuya parte central son la creación (II-III) y los
sacramentos (IV-VII), consagrando el 1 a las virtudes, Trinidad y Encarnación, y
ninguno a la Redención, de la que habla sólo como ejemplo; las Sententiae
Florianenses (ca. 1138-9, ed. Ostlender, Bonn 1929), que contemplan la teología
como una suma de salvación (fe, caridad, sacramentos), y en la que se explica
que la fe se dirige primariamente a la naturaleza de Dios, luego a sus
beneficios, de entre los cuales resalta la Redención por el Hijo, que se enfoca
dentro de la temática anselmiana, aunque con doctrina abelardiana.
Es de gran importancia, por su influjo en la posterioridad, la obra de Hugo de
San Víctor (m. 1141) De sacramentis christianae fidei (PL 176,173-618).
Estructura la teología como historia de salvación y la divide en dos partes:
Creación y Restauración. La primera se ordena a la segunda (como el A. T. al N.
T.), siendo ésta el punto de principal interés para la Biblia y «la materia
propia de la teología» (Prol., cap. 2,183 C). «Llamamos obras de restauración la
Encarnación del Verbo y cuanto en la carne y por la carne hizo el Verbo, con
todos sus sacramentos (=misterios), ya sea los que precedieron desde el
principio del mundo, para prefigurar la Encarnación, ya los que seguirán hasta
el fin de los tiempos para anunciarla y predicarla» (p. 1, cap. 28,204 B). El De
Sacramentis es obra rigurosamente teológica, con precisa intención de probar la
racionabilidad tanto de la creación cuanto de la restauración (p. 1, cap. 29,204
D) y abarca todos los temas ya encontrados.
Todo este movimiento va a desembocar a la síntesis de Pedro Lombardo (v.),
Sententiarum Libri IV (1155-57, 2 ed. Grottaferrata 1971), de donde arranca, y
cuya estructuración sigue, casi toda la literatura teológica posterior, luego de
haberse convertido en libro de texto obligado para las Universidades. El lib. I
trata de Dios Uno y Trino; el II de la creación, pecado y gracia; el III «de la
reparación de los hombres por la gracia del mediador entre Dios y los hombres»;
el IV «de los sacramentos de la humana redención, por los que se vendan las
fracturas y se curan las heridas», además de los novísimos. El orden de las
materias sigue al del Credo, conforme al esquema tripartito: Dios, creación,
recreación. La S. se halla tratada en el lib. 111, con el siguiente orden: dist.
1-17, misterio de la Encarnación y sus consectarios (persona del mediador); d.
18-20, la Redención como mérito, rescate, liberación, sacrificio, victoria sobre
el demonio, mediación sustitutiva (no estudia la satisfacción), y la muerte de
Cristo en su relación con la unión hipostática; d. 23-40, plenitud de gracia en
Cristo y dones con que efectúa la salvación (virtudes teologales, dones del
Espíritu Santo, preceptos).
Entre los inmediatos seguidores de Lombardo interesa notar el ensayo de
sistematización de su discípulo Pedro de Poitiers en sus Libri V Sententiarum (ca.
1170, PL 211,789-1280). Los dos primeros estudian la Trinidad y la criatura
racional; el III la reparación en cuanto se logra en el individuo por la gracia,
virtudes, justificación; el IV la misma en cuanto efectuada una vez por la
Encarnación; el V en cuanto se realiza cotidianamente en el individuo por la
participación en los sacramentos, que asocian a la Resurrección y Ascensión de
Cristo, hasta la plenitud de los novísimos. En el IV se estudia el problema de
la salvación de los hombres antes de Cristo; se explica la actividad salvífica
de Éste en el proceso histórico de su concepción, vida y muerte; se considera el
motivo anselmiano de la satisfacción, unido a las categorías de mérito,
sacerdocio, realeza, etc. Curiosamente el lib. V omite el estudio de la
Resurrección y Ascensión. Finalmente importa señalar otras dos obras, ya de
transición a la época áurea de la Escolástica: el Cur Deus homo, breve tratado
de Guillermo de Auvernia (m. 1249), y la Summa aurea de Guillermo de Auxerre (m.
1231). Anselmianos ambos, eliminan completamente la falsa teoría de los derechos
del demonio, pero también rechazan la doctrina de una necesidad absoluta de la
Encarnación y Muerte de Cristo para satisfacer. La Summa aurea trata -a
excepción del motivo final de la Encarnación- de todos los temas de la S.;
dividida en cuatro libros sigue de cerca la distribución de Lombardo,
especialmente en el 111.
5. La Escolástica áurea. Todo este material -estructuración, temática- recibe en
el s. xiii fijación y formulación definitivas por obra de los grandes maestros,
en torno a los cuales nacen las grandes escuelas, duraderas hasta hoy. La mejor
sistematización científica y la profundización racional de los conceptos se
realiza principalmente en virtud del influjo de Aristóteles, quien al definir la
ciencia cual conocimiento de una cosa por sus causas, traza la pauta a los
teólogos en la distribución de la materia y en la dirección de sus
investigaciones y exposiciones doctrinales. Dos son los géneros literarios que
encuadran la sistematización: los Comentarios a las Sentencias de Lombardo
(obras siempre de juventud, pues son paso obligado al magisterio en teología) y
las Sumas, que suelen ser obras de madurez, donde el teólogo da su último
pensamiento, a veces incompletas y terminadas por discípulos y seguidores (caso
de S. Tomás de Aquino y, en diverso grado, de la Summa Halesiana). Los
Comentarios obligan a una ordenación y selección de temas casi idéntica; las
Sumas permiten estructuraciones más independientes y maduras. La estructuración,
selección de temas, planteamiento de problemas que se logran en ellas son los
que han dominado la S. hasta nuestros días, por eso les dedicamos
preferentemente nuestra atención, anticipando que es común ya a todos los
autores el estudio profundo del tema Encarnación-Redención.
a) La Summa Halesiana (ed. Guaracchi, 1924-48). Esta obra -síntesis de escritos
de Alejandro de Hales (v.) y de otros maestros de la primitiva escuela
franciscanatiene el mérito de incorporar a la S. occidental las aportaciones de
la griega, especialmente del Damasceno y de Dionisio Areopagita. Dividida en
cuatro libros, señala dos objetos a la teología: el Creador (141) y el Salvador,
es decir, Cristo. Esta sección comprende el estudio de su persona (III) y los
resultados de su obra salvífica: la gracia que se recibe en los sacramentos y el
premio definitivo de la gloria (IV). Su estructuración de la S. («sacramentum
salutis») puede decirse definitiva. Ocupa ésta la primera parte del lib. III, De
Verbo incarnato, abarcando la cristología y mariología en perspectiva
soteriológica y con una disposición interna donde se combinan el orden histórico
(desde la Encarnación al juicio final) con el análisis especulativo de las
cuestiones, hecho conforme a la teoría aristotélica de las causas. Se estudian
no sólo el valor salvífico de la Encarnación, sino también el de la Resurrección
y Ascensión; especial interés dedica al mérito de Cristo (existencia, tiempo,
causas, efectos), y a la Pasión (generalidades de tiempo, lugar, sufrimientos,
etc.) y su conveniencia, valor y efectos (justificación por mérito,
satisfacción, ejemplo, etc., reconciliación con Dios -mediación en los diversos
aspectos de sacerdocio, redención, capitalidad, etc—, liberación del poder del
demonio y apertura de las puertas del paraíso).
b) San Alberto Magno (v.). Aparte del Comentario a las Sentencias, ha compuesto
dos tratados -probablemente partes de una Suma incompleta- sobre la Encarnación
y la Resurrección (ed. Backes y Kübel, 1958, Opera omnia, XXVI). En él la S.
está centrada en la Pasión y es menos completa que la de la S. halesiana.
c) Santo Tomás de Aquino (v.). Ofrece dos notables aportaciones: situación de la
S. en la teología y su estructuración sistemática. En el Comentario a las
Sentencias, esboza su concepción del esquema y contenido de la teología: Dios
uno y trino; producción de las criaturas, cuyo centro es el hombre;
restauración, por el Hijo, de las criaturas en cuanto que, reparado el hombre
caído, quedan reparadas las cosas que por el hombre se hicieron; preparación de
las criaturas restauradas, por los sacramentos, e inducción final en la gloria
(Prólogo). Dicha restauración se logra activamente por las acciones del Verbo
encarnado, efectivamente por la gracia (lib. III). No puede decirse (contra Hugo
de San Víctor) que las obras de restauración sean el sujeto propio de la
teología, a no ser porque todas las cosas de que ésta trata dicen de alguna
manera referencia a nuestra salvación; el sujeto propio es el «ente divino en
cuanto cognoscible por la revelación» (Pról., a4 y ad2). Esto se aclara en la
Summa theologica, en un preciso intento de sistematización rigurosa: Dios es la
razón suprema de la ciencia sacra; todo en ella se refiere o al mismo Dios, o a
las cosas en cuanto de Él proceden (causa eficiente) o a Él se encaminan (causa
final). Así la primera parte de la Suma trata de Dios (naturaleza, trinidad,
creación); la segunda del movimiento de la criatura racional a Dios (fin de la
vida humana, virtudes, vicios); la tercera de Cristo en cuanto que nos es camino
para alcanzar a Dios. Esta última parte se halla dominada por la idea de la
salvación, por tanto, trata de la Encarnación en cuando enderezada a la
Redención (ql-30: cristología y mariología); de las cosas realizadas y padecidas
por Cristo en orden a la misma, desde su concepción en el seno de María hasta el
juicio final (q31-59); de los sacramentos mediante los cuales se logra la
salvación y, finalmente, de su consumación en la vida eterna. Entre las
cuestiones cristológicas se hallan temas directamente soteriológicos: la
conveniencia, necesidad y razón final de la Encarnación; el mérito de Cristo; su
sacerdocio; su mediación. La Pasión y Muerte se estudian con amplitud:
necesidad, posibilidad, conveniencia, generalidades de lugar, tiempo, etc.;
modos de efectuar la salvación (redención, mérito, satisfacción, sacrificio,
eficiencia), efectos. Se estudia el valor salutífero de la Muerte como tal, de
la bajada a los infiernos, Resurrección y Ascensión. Si la distribución se
asemeja mucho a la de la Summa Halesiana, la supera en precisión y amplitud, no
sólo por analizar también la eficacia salvífica de la muerte y descendimiento a
los infiernos, sino por la ordenación y sistematización de los modos.
d) San Buenaventura (v.). Trata en su Comentario a las Sentencias las mismas
cuestiones de S. Tomás, mas con orientación diversa, predominantemente
cristocéntrica y soteriológica. Comentando el prólogo de las Sentencias admite
un triple sujeto de la teología: Dios, al que todo se reduce como a su
principio; Cristo, en quien todo se resume como en un todo integral; la doctrina
revelada en cuanto inteligible, que todo lo comprende como un todo universal (ql
proemii). Este eclecticismo aparece superado en el prólogo al lib. III, donde
presenta una visión netamente soteriológica del saber teológico (contenido en
las Sentencias), cuyo contenido sería: Dios, autor de la reparación (I); el
hombre caído, objeto de la misma (II); la persona del reparador, Cristo
Dios-hombre (III); la salvación del hombre reparado: expiación de la culpa,
remoción de la miseria (IV). Es el lib. III el que trata especialmente de
nuestra salvación por Cristo, que consiste, precisamente, en una convivificación.
Se divide en cuatro partes, por cuanto ésta se realiza: 1) en Cristo, quien
asocia en su Encarnación nuestra mortalidad a la vida; 2) con Cristo, quien
siendo la vida vivió entre los mortales, conformándose a sus debilidades; 3) por
Cristo, que nos salva de la muerte con su muerte; 4) según Cristo, en cuanto nos
dirige, con su ejemplo, por el camino de la vida, y nos lo muestra
distribuyéndonos las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo y promulgando
sus mandamientos (Pról. al lib. III). La pequeña suma buenaventuriana que es el
Breviloquium madura su pensamiento: la teología es principalmente soteriológica,
pero con un matiz propiamente teológico (teocéntrico), referido más a Dios que a
Cristo, sin duda para salvar la unidad de la ciencia mediante la unidad del
sujeto. Así la teología «principalmente trata del primer principio, a saber,
Dios uno y trino... dando noticia suficiente del mismo conforme al estado de
viadores, en cuanto es necesaria para la salvación» (p. I, cap. 1, ed. Quaracchi
1964, 18). En consecuencia se divide en cuatro partes: la) Dios como primer
principio, uno y trino; 2a) como principio y ejemplar efectivo (creación del
mundo y del hombre); 3a) como principio refectivo (el pecado, su médico -la
Encarnación-, su sanidad -la gracia del Espíritu Santo-, su medicina -los
sacramentos-); 4a) como principio perfectivo (retribución y estado final del
juicio).
e) Duns Escoto (v.). Ya en el s. xiv, la edad de oro de la Escolástica termina
con la obra de Escoto. Sin haber elaborado una síntesis final y posterior a su
Comentario a las Sentencias, y sin haber estudiado todos los puntos de la S. que
encontramos en sus antecesores, presenta dos aspectos importantes. El primero,
acerca de la relación de la S. con la teología en general; el segundo, en cuanto
a la temática. El sujeto, unitario, de la ciencia teológica es, dice, Dios, en
cuanto perfección infinita (de acuerdo con su teoría acerca de la esencia
metafísica divina). Por ello la divide en tres grandes secciones, que estudian
la perfección de Dios: 1) en cuanto naturalmente perfecto, cual se manifiesta en
las procesiones trinitarias; 2) en cuanto se manifiesta en la obra de la
creación; 3) enSOTERIOLOGIAcuanto se manifiesta en la obra de la restauración (Opus
Oxoniense III, d.l, introd.; cfr. I, super prol. q3 a4-6). Por lo que se refiere
a la temática soteriológica, hay que mencionar su solución a la cuestión sobre
la razón final de la Encarnación, su crítica a la teoría tomista de una
necesidad de la misma en la hipótesis de una satisfacción condigna, y su
formulación, defendiendo la inmaculada concepción de María, de un nuevo modo de
salvación además de los ya conocidos: el de preservación. Más adelante, en el
Conc. de Basilea, Juan de Segovia (1436) enriquece este tema soteriológico
enseñando la corredención mariana -de amplias repercusiones posteriores-, lo que
implica una profundización en los méritos de Cristo paciente.
f) Balance final. Podemos decir que la S. escolástica da estos resultados:
aceptación de las ideas explicativas maestras de la S. griega sobre la
divinización por la Encarnación-Resurrección (tema que aparece en la
convivificación buenaventuriana, en el modo de eficiencia tomista y en la
valoración salvífica de los misterios gloriosos) y su integración con la S.
latina del mérito y la satisfacción; un intento de sistematización en torno a un
eje histórico; una completa enumeración de temas. De ahí en adelante ya están,
por un lado, formadas las Escuelas; por otro, los progresos que se han de
realizar serán no tanto de contenido, cuanto de perfeccionamiento y de rigor en
la sistematización.
6. El protestantismo y la Contrarreforma. El pensamiento protestante se centra
en el problema de la justificación (v.), pero sus repercusiones son de gran
interés para la Soteriología. Habiendo eliminado los conceptos de gracia
santificante y de mérito, toda la teoría soteriológica de los protestantes se
centra en la liberación del pecado mediante una expiación penal (satisfacción)
realizada por Cristo en la Cruz, en sustitución nuestra, asumiendo inocente las
penas debidas como castigo a nuestros pecados. Además, una minusvaloración de la
teología especulativa, como fruto de una herencia de raíz nominalista, les lleva
a anular casi por entero el interés por la Cristología. A este modo de pensar,
propio del luteranismo y protestantismo ortodoxos, se opuso el racionalismo de
los hermanos Socino (v.), quienes, negando la satisfacción, hacen consistir la
obra redentiva de Cristo en el ejemplo. Como contribución positiva del
protestantismo cabe mencionar el haber contribuido a sistematizar la doctrina de
los misterios de Cristo, es decir, sobre su mediación salvífica realizada como
sacerdote, profeta y rey.
Las nuevas teorías alcanzaron varias repercusiones en el campo católico.
Primeramente dieron ocasión al Conc. de Trento (v.), no sólo para insistir en la
realidad de la Redención objetiva, sino para explicarla incorporando
oficialmente a la doctrina católica -aunque sin definirlas como de fe- las
doctrinas relativas a los modos de satisfacción y mérito (Denz.Sch. 1529). Por
otro lado dirigieron la atención de los teólogos hacia esa problemática. Por
citar sólo un ejemplo, mencionemos como obra representativa del s. xvi los
comentarios a la 111 parte de la Suma de S. Tomás de F. Suárez (v.) (I, De
Incarnatione Verbi, 1590; 11, De mysteriis vitae Christi, 1592): en ellos los
problemas que más destacan son los de la razón final de la Encarnación, la
satisfacción, el mérito, el sacerdocio y realeza de Cristo.
El s. xvii ofrece dos sistematizaciones de valor por parte de la escuela
escotista,, que intentan dar cuerpo orgánico a la doctrina del maestro: las
Disputationes theologicae (1661) de Mastrio, donde la S. se centraen los modos
de satisfacción y mérito (lib. III), y el Scotus academicus (1672) de C. Frassen,
de estructura más original, aunque todavía muy ligada a las Sentencias; la S. (lib.
VIII: De Incarnatione) se distribuye en cuatro secciones: 1) la Encarnación
(posibilidad, conveniencia, necesidad -temática de la satisfacción-, motivo
final, unión hipostática); 2) entidad, excelencias y operaciones de Cristo; 3)
su dignidad, ministerios y culto (cabeza de ángeles y hombres, rey, juez,
mediador, redentor -tema del mérito-, pontífice y sacerdote -tema del
sacrificio-, culto y mariología).
Ni escotistas ni suarezianos prestan mucha atención al modo tomista de la
eficiencia, que suele tratarse en Teología sacramentaria, mientras lo vemos
tratado en los comentarios a la Suma de los tomistas de la época. La
organización de la S. se realiza ahora o siguiendo el modelo de las Sentencias
de Lombardo, o el de la Suma de S. Tomás, con diversos eclecticismos. En el
último tercio del s. xvii el Magisterio pone en relieve, frente al jansenismo
(v.), el valor universal de la acción salvífica de Cristo, provocando una
manifestación esclarecedora del Magisterio (1690; cfr. Denz.Sch. 2304-5).
7. Siglos XVIII-XIX. a) El protestantismo liberal y su repercusión. El s. xvrri
se caracteriza por la aparición en el horizonte intelectual europeo del
subjetivismo cartesiano, de la crítica kantiana, del desarrollo de las ciencias
positivas y de la crítica histórica (V. MODERNA, EDAD 111, 5). De ello derivan
ciertas repercusiones en la S., sobre todo del s. xix, que hemos de notar aquí.
La llamada teología liberal (v.), protestante, partiendo de la «teología de la
experiencia espiritual» de Schleiermacher (v.), sometió las doctrinas
soteriológicas a una peculiar crítica histórica que acabó por destruirla. Como
postura representativa se puede citar la visión de la historia de la S. como
dividida en tres periodos que presentó Sabatier (1903): mitológico, de los
derechos del demonio y rescate a él pagado, que predominaría, según él, en la
patrística; jurídico-legaljudaizante, de la satisfacción objetiva realizada por
Cristo, predominante en el Medievo; moral, propio de la religión del amor, en
que la redención es algo subjetivo que se verifica en la conciencia y a
imitación de Cristo, por lo demás puro hombre. Semejante actitud no sólo
combatía el «penalismo» protestante, sino también toda la doctrina católica de
la satisfacción. Su influjo se dejó sentir incluso en algunos teólogos
protestantes ortodoxos, quienes a partir de la segunda mitad del s. xvlii
rechazan la doctrina de la satisfacción y admiten diversos postulados del
protestantismo liberal. Es notable que la noción de sustitución para explicar la
obra de Cristo vaya cediendo paso a la de solidaridad.
En cambio, la S. católica reafirmó su posición y doctrina tradicionales en el
Conc. Vaticano I (1869-70) defendiendo, en un esquema no discutido (Col. Lac.
VII,515,543), la realidad objetiva de la Redención, la legitimidad de la
satisfacción vicaria y los modos de satisfacción y mérito. Por otro lado la
necesidad de rebatir las tesis del protestantismo liberal primero y del
modernismo (v.) después y el influjo general de la época, llevan a un
florecimiento de estudios positivos en torno a la Biblia, especialmente S.
Pablo, y de toda la tradición patrísticoescolástica (J. Riviére), que se va
incorporando a los manuales con intención preferentemente apologética.
b) Estructuración de los tratados. Desde el punto de vista de la sistematización
merece señalarse, hacia fines del s. xvili, la sustitución en las Universidades
de la enseñanza dictada por los libros de texto o manuales, en uso hasta
nuestros días. Siguiendo el ejemplo de otras ciencias, especialmente de la
filosofía, se adopta en ellos una división de la teología por tratados y se
intenta sistematizar las aportaciones monográficas. La S. adquiere carta de
naturaleza: unas veces como tratado independiente, otras como parte del De Verbo
incarnato; otras englobando a éste (De opere redemptionis). El contenido varía
según los autores,. muchos de los cuales siguen, o intentan seguir, la
distribución de la Suma teológica de S. Tomás. Por lo general suelen limitarse
al estudio de la Pasión y Muerte, remitiendo para otros temas a diversos
tratados. Así la mediación, realeza, profetismo (doctrina), con la razón final
de la encarnación, suelen tratarse a modo de apéndice, o en el tratado De Verbo
incarnato; el sacerdocio y sacrificio, en el de los Sacramentos, igual que la
institución de los mismos (aun cuando haya quien incluya ésta en la S.); el
valor universal de la Redención, en el de la Gracia; la Resurrección es relegada
por muchos a la Apologética; la Parusía es estudiada en los Novísimos, la
Redención preservativa y la corredención, en la Mariología; el plan salvífico
divino y las nociones previas del pecado y sus consecuencias, en el tratado de
Dios Creador; la misión del Espíritu Santo y las apropiaciones trinitarias de la
obra salvífica, en el de Dios Trino.
8. Del Conc. Vaticano I al Conc. Vaticano II. Desde los primeros decenios del s.
xx la ciencia soteriológica recibe un fuerte impulso de las corrientes de
pensamiento que influyen en la Teología. En el seno de la Teología protestante,
y dentro de la línea ortodoxa, cabe destacar: la reacción cristocéntrica y
realista de Barth (v.) contra el espiritualismo subjetivista; el historicismo de
Cullmann (v.) frente a la postura escatológica de Schweitzer (v.) y Buri, y la
desmitologización (v.) de Bultmann (v.); así como varios intentos de encuadrar
la teoría de la sustitución penal en la iniciativa amorosa de Dios Padre. En la
Teología católica asistimos a un importante desarrollo de temática:a) Tema de la
satisfacción: Se distinguen las diversas formas complementarias de concebirla
(penal, moral, expiación, reparación); se intenta equilibrarla, a fin de evitar
un enfoque de carácter demasiado antropocéntrico, con la doctrina de la
iniciativa redentora del Padre, destacando como principal el elemento amor y no
justicia. Frente a algunas posiciones que daban interpretaciones de la justicia
divina y satisfacción que pervertían su genuino significado, advierte Pío XII en
la enc. Humani generis (Denz.Sch. 3891). Por otra parte proliferan los sistemas
en torno a armonizar sus factores morales (amor y obediencia) con los físicos
(sufrimiento de la pena). La devoción al Sagrado Corazón de Jesús encuadra todo
un movimiento espiritual de expiación, que provoca una serie de encíclicas
pontificias encaminadas a ilustrar la satisfacción, desde León XIII hasta Pío
XII, a las que se añaden últimamente dos Const. de Paulo VI: Paenitemini (1966)
e Indulgentiarum doctrina (1967).
b) Otros aspectos de la obra redentiva: Florecen los estudios en torno a la
razón final de la encarnación; a la realeza de Cristo (enc. Quas primas, 1925);
al sacerdocio y sacrificio de Cristo; al valor salvífico de la resurrección y
ascensión; al modo tomista de eficiencia. Es común la tendencia a reemplazar la
noción de sustitución vicaria con la de solidaridad, derivada de la doctrina del
Cuerpo místico. Se intenta explicar el sacrificio de Cristo no sólo como
expiación, sino como obra de amor. Se esbozan nuevas teorías en torno al
significado de la muerte, en su proyección redentora.
c) Mariología y Eclesiología: El auge del movimientomariológico llevó a examinar
atentamente las relaciones de la redención de Cristo con la corredención de
María y su redención preservativa. El movimiento eclesiológico y litúrgico llevó
al estudio de las relaciones entre el sacerdocio de Cristo y de los fieles. El
Conc. Vaticano II, coronando la actividad teológica que inmediatamente lo
precedió, marca puntos importantes. En la Const. Lumen gentium y el Decr. Ad
gentes ofrece unas presentaciones amplias del misterio redentor con una gran
riqueza de citas bíblicas; en diversos párrafos de la Const. Gaudium et spes
pone de relieve las profundas implicaciones de la obra redentora, acude
repetidas veces al esquema de los ministerios de Cristo para exponer su obra
salvífica, etc. Al tratar del tema de la Redención pone el acento sobre todo en
el tema del sacrificio, aunque no faltan referencias a la satisfacción y al
mérito (cfr., p. ej., Gaudium et spes, 18). Las imperfectas formulaciones del
Catecismo Holandés provocaron una intervención magisterial en torno a la
doctrina de la satisfacción y del sacrificio (AAS 60, 1968, 688-689). Por su
parte el Credo del pueblo de Dios promulgado por Paulo VI habla de la Redención
como sacrificio y como rescate (AAS 60, 1968, 439).
En el terreno de la elaboración teológica, cabe mencionar, sobre todo, el acento
puesto en el tema que hasta ahora se trataba solamente en la mística: el de la
presencia de Cristo glorificado en su Iglesia y en el cristiano. Se tiende
además hacia una S. más bíblica y mejor fundada en la tradición grecolatina de
los primeros siglos que la de los tratados escolásticos; tendencia que a veces
degenera e implica un olvido. de las directrices y doctrina del Magisterio a lo
largo de los siglos. En algunos autores se asiste a un intento de dar a toda la
teología un matiz soteriológico, en cuanto comienzan a presentarla como historia
de salvación.
9. Esquema de una soteriología. Queremos terminar presentando un proyecto de
esquema que tiene por función delimitar el contenido de esta rama de la ciencia
teológica y ofrecer un ensayo de estructuración.
a) Preliminares. Es menester situar primeramente la obra de Cristo en una doble
perspectiva: en cuanto momento central de la historia de la salvación y en
cuanto a su doble dimensión de liberación de la culpa y divinización del hombre.
Ante todo se la ha de situar en su cuadro histórico teológico: plan divino de la
creación, elevación del hombre al estado sobrenatural, caída, vocación del
pueblo hebreo, resto de Israel, anuncio del Mesías, venida y obra de Cristo:
tiempo de la Iglesia, Parusía y consumación final. Después se han de precisar el
sentido del pecado -tanto original cuanto actual- y sus consecuencias, tanto en
el orden individual como en el social y cósmico, a fin de poder precisar el
sentido de la salvación, a él contrapuesta. Aquí ha de incluirse la cuestión de
las relaciones entre Encarnación y Redención en el plan divino (razón final de
la Encarnación). Siendo la obra salvífica acción teándrica de Cristo, ha de
analizarse previamente lo que la naturaleza divina confiere a la humana en orden
a la salvación: evaluación moral de las acciones, capitalidad, mediación.
Finalmente debe examinarse en relación con las tres personas divinas, cuya
manifestación ad extra constituye.
b) Parte positiva. Es necesario analizar el contenido del dato revelado
partiendo de un estudio bíblico; y analizar luego el contenido de la tradición
en la perspectiva de su desarrollo histórico y haciendo las determinaciones del
Magisterio.
c) Parte especulativa. Siendo el objeto preciso de la S. el estudio de la
actividad salvífica de Cristo, se han de examinar: 1°) El valor soteriológico de
su vida y acciones: Encarnación, vida, milagros, doctrina, fundación de la
Iglesia e institución de los sacramentos, misterio pascual (Pasión, Muerte,
bajada a los infiernos, Resurrección), glorificación (Ascensión, Realeza),
actividades celestes, misión del Espíritu Santo, parusía y juicio final, influjo
en la resurrección general de la carne y en la gloria eterna; 2°) Las relaciones
de esas realidades unas con otras en el orden salvífico, sobre todo entre
Encarnación, Pasión y Resurrección; 3°) Los modos según los cuales cada una
produce la salvación: sacrificio, rescate, preservación (caso de la Inmaculada),
mérito, satisfacción, eficiencia, iluminación -doctrina, ejemplo, influjo de
gracia-, presencia. Aquí ha de distinguirse entre acciones que realizan
objetivamente la reconciliación con Dios (Encarnación, Muerte, Resurrección) y
las que tienden a realizarla subjetivamente en los individuos (institución de la
Iglesia y los sacramentos, misión del Espíritu Santo, iluminación, intercesión,
ejercicio de la realeza, parusía); 40) Universalidad de sus frutos: ángeles,
hombres, cosmos; 5°) Relaciones de Cristo salvador con María, la Iglesia y los
redimidos en cuanto de una u otra manera asociados a su obra.
d) Soteriología comparada. Concordancias y discrepancias entre la S. y las
doctrinas de salvación que puedan encontrarse en las religiones no cristianas de
la antigüedad o actuales, así como en posiciones filosóficas, psicológicas,
etcétera.
e) Soteriología kerigmática. Manera de presentar el mensaje de salvación: visión
histórica y actitud actual.
V. t.: TEOLOGÍA; CRISTOLOGÍA; JESUCRISTO; ENCARNACIÓN; REDENCIÓN; SALVACIÓN;
JUSTIFICACIÓN; MÉRITO; PECADO; IGLESIA; ESCATOLOGÍA; MUERTE.
PEDRO DE ALCÁNTARA MARTÍNEZ.
BIBL.: Además de la mencionada en los artículos
REDENCIÓN Y SALVACIÓN, citamos aquí obras de abundante repertorio bibliográfico,
que pueden servir de introducción general: 1. RIVIÉRE, Rédemption, en DTC XIII,1992-2004;
íD, Le dogme de la Rédemption dans la Théologie contemporaine, Albi 1948; N.
LADOMERZSKY, Essai sur le dogme de la Rédemption dans la Théologie contemporaine,
«Euntes Docete» 2 (1949) 321-348; P. PÁRENTE, Redenzione, en Enciclopedia
Cattolica X,615-624, Vaticano 1953; B. XIBERTA, Tractatus de Verbo Incarnato: t.
11 Soteriologia, Madrid 1954; G. OGGIONI, 11 mistero della Redenzione, en
Problemi e orientamenti di teologia dommatica, vol. II, 328-343, Milán 1957; B.
GHERARDINi, Gesú Cristo. La redenzione, en Protestantesimo ieri e oggi, Roma
1958, 732-836; D. BERTETTO, Gesú Redentore, 2 ed. Florencia 1962; E. QUARELLO,
11 sacrificio di Cristo e della sua Chiesa (Giornale di Teologia, 39), Brescia
1970. Por lo que toca a la patrística, véase para cada autor la cuidadfsima
bibliografía de 1. QUASTEN, Patrología, 2 vol. Madrid 1961-62.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991