9 de Diciembre
San Pedro Fourier, Fundador
(1565-1640)
Al santo de hoy se le ocurrieron en el año 1600 las ideas educadoras que más
tarde iban a propagar por todo el mundo San Juan de la Salle (en 1700) y San
Juan de Bosco (en 1850). Fue un precursor de la educación gratuita y
popular. Nació en Lorena (Francia) en 1565.
Habiendo terminado brillantemente sus estudios en la Universidad, fundó una
escuela gratuita en su ciudad, caso bien raro en ese entonces. Luego ingresó
en la comunidad de canónigos regulares de San Agustín y allá fue ordenado
sacerdote.
Como se sentía indigno de celebrar la Santa Misa, duró tres meses sin hacer
la celebración de su primera misa, desde su ordenación, preparándose para
ello (algo parecido hizo San Ignacio de Loyola).
Le pusieron a escoger entre tres parroquias, para que dijera de cuál quería
ser párroco. Él escogió la más abandonada, la que más problemas tenía, y la
que más estaba necesitando de un trabajo fuerte y constante. Era un
pueblecito de los Vosgos que estaba lleno de protestantes calvinistas y
donde la moralidad estaba por el suelo. Allí trabajó San Pedro Fourier por
treinta años (un caso parecido a los que sucederá siglos después en Ars,
cuando llegó allá san Juan Vianey). Aún hoy, todavía allá, cuando hablan de
nuestro santo lo llaman "el buen padre Pedro".
Lo primero que hizo para lograr convertir aquellas gentes fue dedicarse a
orar, y a sacrificarse por ellas. Recordaba lo que decía Jesús: "ciertos
malos espíritus no se alejan sino con la oración y los sacrificios". Aún en
el más crudo invierno no encendía fuego para calentarse, y la estufa que iba
a calentar el ambiente no se encendía sino cuando llegaban visitantes muy
friolentos.
Las otras dos armas con las cuales se propuso ganar las almas de aquellos
pecadores fueron la limosna y el buen ejemplo. Quería cumplir aquel mandato
del Señor que dice: "De tal manera luzca ante los demás la luz de vuestro
buen ejemplo, que los demás al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al
Padre Celestial". Y en cuanto a las limosnas los necesitados encontraban
siempre dispuesto al Padre Pedro a darles alguna ayuda, pero acompañada de
buenos consejos que les sirvieran también para la salvación de su alma.
En su parroquia existían numerosas personas que habían tenido bienes de
fortuna pero por un mal negocio o un incendio o una enfermedad o un robo,
etc., habían quedado en gran pobreza. Para ellos fundó nuestro santo una
caja de Mutua Ayuda, en la cual depositaba las contribuciones que las gentes
le hacían, y de allí iba sacando para prestar a quienes habían quedado en la
ruina. Lo único que les exigía era que si un día lograban volver a tener
otra vez los bienes suficientes, devolvieran lo que se les había prestado.
Así muchas familias que no se atrevían mendigar, fueron socorridas a tiempo
sin ser humilladas. La Caja progresó notablemente.
San Pedro Fourier estaba convencido de que para poder hacer apostolado sin
desanimarse ni desorientarse es necesario asociarse con algún grupo
apostólico donde a uno lo animen, lo corrijan, lo guíen y lo acompañen. Por
eso fundó en su parroquia tres asociaciones apostólicas: la de San
Sebastián, para hombres, la del Rosario para señoras y la de la Inmaculada
para señoritas. Les hacía reunión semanal para cada grupo por separado y
allí organizaba los trabajos de apostolado y se animaban para seguir
adelante.
A San Pedro Fourier se le ocurrió en aquellos años algo que cien años
después le iba a dar gran éxito a San Juan Bautista de la Salle, pero que en
aquel 1600 todavía no encontraba ambiente favorable: fundar las escuelas
gratuitas para el pueblo. Trató de hacerlo en su parroquia pero se encontró
con que los sacerdotes no aceptaban dar clases en primaria y a los padres de
familia si eran pobres, no les interesaba que sus hijos estudiaran, y los
maestros que encontraba no tenían vocación para ello. Total: fracasó
totalmente en su intento. El mismo lo reconoció humildemente. El terreno
todavía no estaba abonado para tan grande cosecha. Solamente cuando La Salle
un siglo después se dedique a preparar maestros totalmente entusiasmados por
la educación, logrará llenar la nación de casas de educación.
Habiendo fracasado en cuanto a escuelas para los niños, nuestro santo se
propuso hacer una fundación para las niñas. Pero amaestrado por la amarga
experiencia anterior, se propuso preparar antes muy bien a las profesoras.
Reunió cuatro muchachas (dirigidas por la beata Alicia, que fue la
cofundadora de su comunidad) y empezó a darles a cada día una hora de clase
de pedagogía y de técnicas para enseñar a la juventud. Luego las fue
enviando a dar clases a grupos de jovencitas, y pronto ya pudo fundar con
ellas la Comunidad de Hermanas de San Agustín, que fue aprobada en 1616 por
el Sumo Pontífice. Los expertos en Roma decían que el Padre Pedro había
obtenido en seis meses una aprobación que otras comunidades sólo habían
conseguido en treinta años. Pero es que se hizo apoyar por unos padres
jesuitas muy importantes y por varios padres franceses muy estimados en el
Vaticano, y además su congregación había dado muestras del gran bien que se
consigue educando a la juventud.
El Padre Pedro puso en práctica varios métodos educativos que después otros
famosos educadores católicos popularizarán por todas partes. Lo primero:
hacer que la educación fuera práctica. Que no se redujera sólo a aprender
cuestiones teóricas, sino que enseñara a la juventud muchas cosas que en la
vida práctica de cada día iban a ser necesarias. Y así le dio gran
importancia a la contabilidad, tanto que sus colegios eran verdaderamente
unos secretariados comerciales, donde las jóvenes se familiarizaban con todo
lo que les iba a servir para ser después unas eficientes secretarias y unas
hábiles contadoras. También se les enseñaban artes prácticas como bordado,
pastelería, dibujo artístico, etc.
Otro de sus métodos nuevos, fue el de enseñar por medio de la declamación.
Como lo hará más tarde San Juan Bosco, a San Pedro Fourier se le ocurrió
preparar dramas, sainetes, comedias, diálogos y recitales, donde mientras se
hacía reír y se emocionaba a los oyentes, se iban enseñando verdades de la
religión y de otras ciencias. Los domingos por la tarde daban sus alumnas
representaciones muy amenas e instructivas para el pueblo, con notable
asistencia. Era un modo de valerse del teatro para enseñar y hacer
progresar. Y el mismo tener que declamar en público les daba a las jóvenes
mayor facilidad para expresarse en reuniones de sociedad, y obtenían más
habilidad para ser buenas maestras.
Su parroquia estaba infestada de calvinistas y evangélicos, lo cual era un
serio peligro para los católicos. Lo primero que se propuso nuestro santo
fue instruir a sus feligreses acerca de los 10 errores o herejías que
enseñan los protestantes, para que no se dejaran engañar por ellos. Luego
fue insistiendo en que el católico por pertenecer a la mejor religión del
mundo debe tener un comportamiento mejor que el de los demás. Y a los
protestantes les recordaba cuán bueno y provechoso es pertenecer a la Santa
Iglesia Católica. Y los feligreses de su parroquia comentaban: "el Padre
Pedro ha logrado más en cuanto a los protestantes en varios meses, que lo
que habían logrado los otros sacerdotes en 30 años".
En 1622 nuestro santo fue nombrado superior de su comunidad de Canónigos de
San Agustín, y al posesionarse de su alto cargo dijo: "Así como Jesucristo
se entrega a nosotros en la Sagrada Comunión, sin esperar pago alguno, y
buscando solamente el bien de los que la reciben, así me dedicaré desde este
día a todos los que pertenecen a nuestra comunidad, no para obtener algún
honor, o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de las
almas". Programa verdaderamente digno de ser imitado, por todos los
superiores en todas partes.
En su nuevo cargo se dedicó con todas sus fuerzas a mejorar el
comportamiento de los socios de su comunidad, la cual había caído en
bastante descuido en cuanto al cumplimiento de los reglamentos. Al principio
encontró bastante resistencia, pero poco a poco fue logrando que los
canónigos de San Agustín empezaran a ser verdaderamente fervorosos.
En 1636 el gobierno de Francia quiso exigirle que hiciera un juramento que
iba contra su conciencia. En vez de jurar prefirió salir desterrado. Los
últimos cuatro años de su vida los pasó en el destierro, enseñando en una
escuela gratuita que él mismo había fundado allá.
Dios lo llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. El Sumo Pontífice lo declaró
santo en 1897. El santuario donde están sus restos es visitado por numerosas
peregrinaciones y su comunidad logró extenderse por varios países.