Por atributos de Dios la teología católica entiende aquellas características propias que competen a Dios en cuanto Dios, derivadas de su esencia, y que pueden conocerse y formularse claramente según las reglas de la analogía.
En
la analogía contemporánea, sobre todo a partir de K. Rahner, se relaciona esta
noción con la de los «modos libres de obrar de Dios» entendiendo con esto
aquellas propiedades del ser de Dios que se nos manifiestan en la historia de la
salvación.
1.
Puede encontrarse ya en la teología patrística, desde los apologistas, una
doctrina incipiente de los atributos de Dios, sobre todo a través de los
conceptos negativos (increado, inespacial, incomprensible, impasible...), no sólo
para rechazar algunas falsas representaciones de Dios, sino también para
afirmar positivamente su trascendencia, su plenitud y su ser infinito, Con la
escolástica, y sobre todo con santo Tomás, la exposición de los atributos de
Dios alcanza una gran precisión metafísica. De la afirmación de Dios como
Acto puro de Ser, santo Tomás procede a la deducción de los atributos divinos,
distinguiéndolos en quiescentia y operativa, refiriéndose los primeros a la
esencia divina y los segundos al obrar de Dios. Entre los primeros están: la
simplicidad, la perfección, la bondad, la infinitud, la omnipresencia, la
inmutabilidad...; entre los segundos: la ciencia, la vida, el amor la justicia,
la misericordia... (cf. 5. Th~ 1, q. 2-26). Esta doctrina, dejando a salvo la
trascendencia y la incomprensibilidad del misterio de Dios ( «major
dissimilitudo in tanta similitudine»), fue afirmada por el concilio Lateranense
1V (1215) y recogida por el Vaticano I (1870): «Creemos firmemente y confesamos
abiertamente que uno Solo es el verdadero Dios, eterno e inmenso, omnipotente,
inmutable, incomprensible e inefable» (DS 800; cf. DS
3001).
2. El redescubrimiento de la historia de la salvación y de la necesidad de rearticular la Trinidad económica y la Trinidad inmanente hizo pensar en el peligro de una concepción de los atributos divinos demasiado abstracta y sin vinculación alguna (al menos en parte) con la revelación. La adquisición fundamental que se hizo entonces es que «la doctrina teológica completa sobre Dios sólo puede elaborarse adecuadamente en la coordinación mutua de los atributos y de los modos de obrar libres de Dios, donde ni la exposición de los atributos inmutables de Dios pueda eclipsar los modos de obrar libremente históricos ni éstos puedan verse sin el trasfondo de una naturaleza divina semejante» (M. Lohrer). En particular, la revelación culmina -en Cristo- en la manifestación de Dios como Agapé (cf 1 Jn 4,8.16), a través de la ghénesis de la encarnación (cf. Jn 1,14) y de la kénosis de la cruz (cf. Flp 2,7-1 1). Así pues, a la luz de esta revelación escatológica del ser de Dios como Amor trinitario es como se profundizó -siempre en el horizonte de la divinidad de Dios- en la relación entre los atributos de Dios, tal como pueden afirmarse basándose en la creación, y los modos de obrar libres que nos atestigua la historia de la salvación como manifestación de la vida trinitaria.
P. Coda
Bibl.: J Auer. Dios uno y trino , Herder, Barcelona 1982, 365-599; M. Lohrer, Observaciones dogmáticas a la cuestión de las propiedades y formas de actuación de Dios, en MS 1111, 333-359.